jueves, agosto 08, 2024

NOTICIA 2336ª DESDE EL BAR: YO, TÚ, ÉL, ELLA, NOSOTROS, VOSOTROS, ELLOS, ELLO

 Los actos de una persona afectan a los de las otras personas y a la inversa. No somos entes aislados, a pesar que las consecuencias últimas de la existencia son únicas e individuales, imposibles de transferir a otra persona, aún cuando el conocimiento propio, poco o mucho de él, nunca completo, pueda ser transmitido, aunque el receptor lo asuma readaptado a su conocimiento y percepción. La existencia y la inexistencia individual son únicas, pero no somos seres aislados, nuestra existencia e inexistencia influye, afecta y atañe a otras existencias individuales. Somos paradójicamente individuales y sociales a la vez. Muy someramente es lo que desarrolló Sartre en la evolución de sus ideas del existencialismo.

Todos afectamos a la vida de los otros con nuestras decisiones de hacer o no hacer, con un orden jerárquico de círculos concéntricos como ondas de agua al lanzar una piedra al río. Evidentemente uno afectará más a quienes están más cercanos que a quien no conoces o conoces con menos trato. Más aún, existe la posibilidad de no existir aún existiendo. Si tu vida no trasciende mucho, pongamos en un pequeño pueblo de Francia, existes en tu entorno, pero no en distancias largas. Claro está, en el siglo  XXI, a través de las redes sociales hoy la trascendencia individual del más humilde puede llegar a ser mundial aún sin que él mismo haya hablado.

Querer creer que tus decisiones personales sólo te afectan a ti es un error, concluía Sartre. Somos radicalmente individuales en nuestra existencia, pero nuestra existencia aislada, socialmente no lo es y afecta a otras existencias, especialmente a las más cercanas.

Tus actos y palabras pueden alterar los del otro y al revés, incluso si sois desconocidos. Los rumbos individuales no son exclusivamente individuales en su totalidad, incluso en la vida de un asceta. El solipsismo tiene sus matices.

Habréis de pensar quizá cuando en algún momento de vuestra vida teníais una forma de vivirla alterada ante acontecimientos externos no elegidos por vosotros. La vida política, económica y social, evidentemente también la afectiva y emocional, se mueve así. Incluso el propio pensamiento puede variar en sus reflexiones.

Nos alteramos los unos a los otros, para bien unas veces, para mal otras, porque la vida es un aprendizaje y una formación a base de lo bueno y de lo que creemos malo, y puede ser malo, o puede que simplemente lo percibimos malo en un momento aunque todo juega su papel en el ser, y tal vez las cosas sólo son lo que son. Su valoración por uno mismo es otra cosa, es algo subjetivo. El bien y el mal, lo bueno y lo malo, son objeto de otras reflexiones. 

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