domingo, febrero 05, 2023

NOTICIA 2196ª DESDE EL BAR: MÉTODOS Y TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICA (3 de 3; Conclusiones)

Llegamos a las conclusiones que saqué en su día de lo que en cuanto a métodos y técnicas hablaron Moradiellos y Lozano para la Historia (Noticia 2194ª y Noticia 2195ª). Servía de resumen, pero también de reflexión. Fueron escritas por mí en 7 de mayo de 2003. Quizá para el lector joven le resulten muy normalitas, y llevará razón si no fuera porque en España, y sobre todo en algunas carreras universitarias, el mundo cibernético y la educación popular a través, por ejemplo, de videojuegos o producciones televisivas o de cine, no estaban aún ni medianamente aceptadas y en muchos casos se desconocía por parte de muchos profesores. También entre el alumnado. Pensemos que era una época donde los teléfonos móviles en general ni los tenía todo el mundo ni contenían en sí Internet, no eran pequeños ordenadores en tus bolsillos. No se había desarrollado tampoco la informática, ni había habido una explosión de producciones artísticas con motivación histórica. España llegó tarde a toda esa revolución de las telecomunicaciones, y en esto puedo hablar también como persona que vivió su llegada siendo joven. 

Los ordenadores no estaban en todas las casas, se consideraban en las familias como un aparato de juegos, Internet era desconocido para muchos. El gobierno de Felipe González (PSOE) estaba tan sumergido en problemas políticos de corrupción, acusaciones de terrorismo de Estado y crisis económica que desde el año clave de 1992, apogeo de nuestra modernidad tras la muerte de Franco en 1975, hasta el año 1996 no se preocupará tanto en este nicho de oportunidades y futuro. Algo había, pero poco y mal desarrollado y menos expandido y conocido. Había teléfonos móviles, eso sí, pero el mundo cibernético era otra cosa. Fue el gobierno Aznar (PP), llegado al gobierno en 1996, el que comenzó a realizar políticas destinadas a introducir en España una alfabetización cibernética y una modernización masiva para fomentar el uso de ordenadores y el conocimiento de Internet. Eso pasaba porque las Universidades fueran dotadas de aulas de informática mejor equipadas de lo que estaban, así como de reformas económicas que favorecieron a las tecnológicas, como se hacía en Estados Unidos y en el resto de Europa. De ese modo, cuando llegué a la Universidad en 1999, la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alcalá tenía un pequeño cuartillo recientemente equipado con unos cinco ordenadores o cuatro, no cabían más, que funcionaban mal por antiguos. A lo largo de la carrera universitaria esto mejoraría y se cambiaría a una gran sala con muchos ordenadores que funcionaban correctamente. Lo que yo encontré en 1999 y lo que yo dejé allí en 2004 (2005 si contamos los cursos presenciales del tercer ciclo) son panoramas salidos de mundos diferentes. Además, en 1999 yo entendía los ordenadores, tenía uno en casa y manejé otro en el bachillerato al codirigir una revista literaria, pero muchos compañeros y sobre todo compañeras no se habían acercado a uno nunca, ni por asomo a Internet, ni tampoco habían ido a cibercafés (antecedente de los locutorios con ordenador). En 2004 era raro el que no supiera manejar todo esto entre los compañeros, algunos de manera muy deficitaria, pero ya sabían algo. 

Más aún, archivos a los que uno iba a investigar, como el Archivo General de la Administración, tenían salas pequeñas y también con equipos informáticos que no tenían Internet. Eso con los años también cambió, pero hubo otros archivos, como el municipal, que ni siquiera tenían esos equipos informáticos. Incluso las bibliotecas públicas estaban así. Se hacían las consultas aún en fichas de cartulina.

En ese contexto hay que entender que estas conclusiones, y más si se tiene en cuenta por ejemplo las recomendaciones de Moradiellos, que en algunas partes quedan anacrónicas en 2023, que incluso lo eran un poco ya en 2003, eran conclusiones hasta cierto punto innovadoras como alumno universitario, pero en cierto modo anticipaba un debate que hoy aún sigue y creo que amplificado.

Reflexiones sobre ambos capítulos de métodos y técnicas.

Está claro que la relación entre ambos capítulos es su complementariedad entre técnicas y métodos. Pues si bien hay que tener una técnica para poder escribir historia sin perderse, atascarse, divagar, decir cosas baladíes, etc., esta técnica no tendría sentido si no estuviese aplicada dentro de un método con el que poder tratar la historia, o a la inversa, un método por sí sólo no valdría para explicar la historia sin una técnica.

Las técnicas explicadas por Moradiellos son, en general, muy universales, y por tanto útiles para cualquier historiador. Son entendibles para el historiador.

Aunque ignora, no comenta, las nuevas técnicas archivísticas y de consulta que ofrecen las nuevas tecnologías informáticas, las cuales han cobrado un gran protagonismo. Los archivos y catálogos informáticos permiten una más rápida búsqueda y consulta.

Pero no sólo eso, dentro de la red que forma Internet muchos de estos archivos y catálogos están disponibles desde cualquier lugar del mundo con acceso al ciberespacio. Tanto en una página propia como en páginas de universidades o instituciones o historiadores o comunidades... A veces incluyen la posibilidad de descargar y obtener el usuario determinados documentos (de cualquier índole). Y si no se pudiera descargar, siempre queda la posibilidad de que se ofreciera verlo.

También ignora Moradiellos las formas de análisis y comentario de fotografías, dibujos de prensa o cómic, grabaciones sonoras, grabaciones visuales, grabaciones audiovisuales... que suponen las fuentes contemporáneas más recientes. Aunque estas son ignoradas o minusvaloradas aún por muchos historiadores, y por tanto aún no se ha desarrollado una técnica apropiada, de comentario para ellas, por lo que se suelen dejar aparte o bien comentar como si se comentaran otra clase de fuentes. Normalmente estas fuentes son consideradas no con un valor propio de historia, sino con un valor ilustrativo de la historia. Pero son, en nuestra opinión, unas fuentes con tanto valor como el resto y se debería desarrollar una técnica adecuada para analizarlas y comentarlas, pues podrían aportar nuevas visiones. Moradiellos en su capítulo las ignora.

En cuanto a los métodos expuestos por Lozano, a lo largo de la historia, parece intuirse en su capítulo que él comparte la idea de un método que combine la historia narrativa y la analítica que cuente la verdad, y no lo verosímil, con un buen estilo narrativo. Particularmente opinamos que ese es el método a seguir hoy en día, pues el conocimiento de lo pasado, en todos sus aspectos, a de ser accesible a todo el mundo (y no sólo a unos pocos que comprendan analíticas, diagramas, barras...). La accesibilidad a la totalidad debe ser acompañada por el interés al acceso. Y el interés por el acceso se logra presentando una historia expuesta de modo interesante. Por ello es necesario introducir en el discurso histórico una serie de recursos literarios y exponer los hechos (universales o singulares) de un modo tal que tengan un desarrollo narrativo coherente, por muchas interrupciones que puedan existir para explicar otros desarrollos narrativos para la comprensión del central. Pero la historia a de tratar de conocer y tratar de ajustarse lo más posible a la realidad y a sus diversos puntos de vista, por lo que no a de ser mera narración interesante y habrá de tender a usar la historia analítica, la cual aporta datos sólidos para entender acontecimientos (sobre todo de índole universal). Lo dicho no quita que los datos obtenidos de modo narrativo (con documentos testimoniales no matemáticos ni numéricos) sean ciertos.

Sólo que entre los métodos que menciona Lozano, olvida mencionar uno que sepa diferenciar entre documentos falsos o que mientas, y documentos verdaderos o que dicen la verdad (cosas, ambas, diferentes), y no sólo que sepa diferenciar entre la historia y el mito o la fábula. Para estos métodos se podrían usar algunos sacados de paleografía, el examen de autores e instituciones emisoras, su contexto, su material de creación en relación a la época que dice pertenecer, el examen de la traducción si lo es, de su copia si lo es, de su interpretación si lo es de otra fuente, etc. Todo esto está bien expuesto por M. Bloch dentro del capítulo tercero, llamado "la crítica", en su libro Apología de la Historia o el oficio de historiador, conde también habla de entresacar los matices que contenga el documento.

También le faltaría incluir los nuevos métodos históricos adaptados a nuestras épocas audiovisuales e informáticas. La novedad de estos medios provocan que la historia sea presentada en ellos de un modo nuevo, por necesidad. No hay que olvidar que muchas páginas de Internet consultadas con frecuencia en los últimos tiempos hacen referencia a temas históricos, o bien que muchos videojuegos actuales incluyen presentaciones que son auténticos documentales históricos para introducir al jugador en otro mundo, a la par que le instruye (por más que estas introducciones siempre estarán viciadas por las leyes del marketing y la mercadotecnia, siempre interesadas en obtener la mayor venta y no tanto en obtener la verdad y lo verídico en sus presentaciones).

Las páginas de historia que ofrece la red de Internet requerirían de métodos ya no sólo narrativos y analíticos, sino también rápidos, llamativos y ágiles. La historia ya no sería dentro de la red una ciencia-arte con la que obtener y narrar la verdad, sino también un producto de mercado al introducirse en el ciberespacio, por lo que el método histórico añade a su cercanía actual a la sociología, la antropología, la narración, el discurso y el análisis el del, siempre desvirtualizador de la verdad, marketing. No obstante hay en la red páginas no tan interesadas en el negocio, y sí en la historia misma, que son más austeras pero más científicas. Estas suelen ser de historiadores profesionales, universidades, instituciones, diversos organismos y asociaciones o personas particulares instruidas, o aficionados, en la historia. Expurgadas de erratas, fallos, imprecisiones, y verificarlos, quedaría abierta al historiador profesional.  Internet ofrecería la posibilidad de usar un método globalizador que permitiría abrir conexiones entre diversos conocimientos históricos de muy distantes zonas del planeta, con sus muy diversas tradiciones históricas. Las páginas cambian el método haciéndose rápido, más de consulta, muchas veces, que de monografía, pues hasta las monografías parecen organizarse de modo consultivo rápido. Al discurso narrativo de historia se le añaden posibilidades que superan los conmutadores que citaba Lozano en su capítulo, al ofrecer la posibilidad de abrir conexiones directas con otras páginas relacionadas con el tema a tratar por medio de "Links", los cuales se podrían diferenciar en una lista o bien en el mismo texto informático mediante un color de letra diferente, como puerta de acceso a esa otra página, lo que no interrumpiría el discurso en zigzags. O bien las posibilidades de abrir foros de debate sobre lo tratado con otros cibernautas e intercambiar opiniones, preguntas, material interesante... O bien la posibilidad de escribir un correo electrónico al autor y consultarle personalmente. O bien incluir numerosos apéndices. Etc. Los métodos históricos que propondrían los nuevos medios telecomunicativos aún no han sido muy estudiados a causa de su novedad. Aunque bien es cierto que tampoco se ha estudiado mucho el discurso histórico en medios contemporáneos un poco más antiguos como el cine o la televisión, aunque sí hay estructuras definidas de hacer documentales.

En este sentido, nos gustaría mencionar el nuevo enfoque que la cadena de telecomunicación BBC (que junto a National Geographic ha hecho los mejores documentales de historia tradicionalmente) ha creado en algunas series documentales de historia. En ellos explican la historia de un modo antropológico y social representado con actores y ambientaciones las formas de vida en determinados periodos, como si un reportero actual lo estuviese grabando y explicando (como en documentales tradicionales de fauna, noticias o sociología contemporánea). El más famoso hasta la fecha [2003] es Neanderthal (de BBC y Canal +), donde se pretendía estar conviviendo con una familia de neandertales. Pero el inicio de estos documentales estuvo en la serie dedicada a conocer el mundo de los dinosaurios, llamada Caminando entre dinosaurios, que aprovechaba los efectos especiales infográficos. Es un método narrativo audiovisual muy manejable para explicar historia de las mentalidades. Ya que el documental con material auténtico (v.g. con imágenes de la I Guerra Mundial) es muy recomendable y útil, y analizable, pero sólo muestran un montaje que no muestra por sí solo las formas sociológicas, antropológicas, o de mentalidad, sino sólo grandes hechos. Si bien se podrían combinar con otras imágenes de apoyo, como gráficos, el historiador hablando del tema, testimonios de personas partícipes en el tema tratado (nada despreciables, aunque expurgables en algunas partes), entrevistas, etc. La diferencia está en el grado grafico que se alcanza de cara al espectador con uno y otro método documental.

Expuesto todo lo dicho sobre métodos y técnicas a través de los capítulos de Lozano y Moradiellos damos por concluido el presente trabajo.

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