jueves, marzo 24, 2022

NOTICIA 2124ª DESDE EL BAR: UN MES

Entre 1991 y 1996 se produjo la desintegración de Yugoslavia dentro del contexto del final de la URSS y del fin de la Guerra Fría, con una grave crisis en Rusia que llevó al secuestro de Gorbachov y la salida de tanques por Moscú, que no dudaron en disparar. Yugoslavia, país comunista por entonces, no pertenecía al Pacto de Varsovia, por lo que era un país no alineado. Los países no alineados eran aquellos que durante la Guerra Fría optaron por un espacio neutral entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, aunque según cada cual tenían sus simpatías. Eran países como esta Yugoslavia, Finlandia, Suecia, Suiza, La India, Cuba y otros. La guerra de la desintegración de Yugoslavia llevó primero a una guerra muy breve en Eslovenia, que rechazó a las fuerzas de origen serbio y croatas hacia Croacia, lo que llevó tras la independencia por hecho consumado de Eslovenia a una guerra en Croacia, allí los croatas expulsaron a los serbios hacia el sur, proclamando su independencia. Aquella guerra duró algo más, pero donde se enquistó la guerra fue en Bosnia-Herzegovina, se juntaron no solo un deseo independentista respecto a lo que ya se llamaba Antigua Yugoslavia, sino también una guerra étnica y una guerra también de tintes religiosos. Una guerra muy compleja alargada de 1992 a 1996 en la que la nueva Federación Rusa trató de recobrar pulso amenazando con intervenir en protección de los pueblos eslavos, esto es lo serbios, si la OTAN intervenía. La OTAN intervino ya prácticamente al final, en 1995-1996, aunque durante toda la guerra hubo acciones humanitarias de los cascos azules de las tropas de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Rusia no intervino, tenía sus propios problemas e intereses. La guerra de Bosnia-Herzegovina, no exenta de limpieza étnica y crímenes contra la humanidad, se dio por acabada en 1996 tras una serie de acuerdos de paz; su recuperación y sus cicatrices aún continúan. Más allá, la Antigua Yugoslavia se transformó formalmente en Serbia y esta misma prolongó los conflictos bélicos con intervención internacional prácticamente hasta el año 2000 con las independencias de Macedonia y de Kosovo (independencia esta última que España no reconoce) y con problemas con la población albano-kosovar, lo que provocó tensiones con Albania. Todos estos conflictos, especialmente los de Bosnia-Herzegovina  fueron seguidos por mí, pese a mi juventud de entonces, en los periódicos y los telediarios y después a través de mis profesores de Historia y de Filosofía. Unido esto, no lo olvidemos, a la Primera Guerra de Irak de 1990-1991, la de Kuwait, y el conocimiento de otra serie de guerras del mundo actual. Recordemos que esa fue mi especialización en mi carrera universitaria, la Historia del mundo actual y su análisis para poder entenderlo y saber por dónde y cómo podría funcionar en sus consecuencias. La cosa es que sería en 1995 ó 1996 que un muy joven yo llevó manuscrito por mí mismo la letra de la canción "Masters of war" de Bob Dylan al ayuntamiento de Alcalá de Henares y lo dejó enganchado en el pomo de la puerta principal. Un acto simbólico y juvenil sin mucho más peso.

Recordaba yo hoy estas cosas cuando se cumple un mes exacto del inicio de la guerra en Ucrania. Malamente se dice que esta es la única guerra en Europa desde aquella de Bosnia-Herzegovina, o si se prefiere desde Kosovo en 1999. Rusia, mal que guste desde hace tiempo a algunas personas, es parte de Europa, y Rusia tuvo conflictos en uno de los bordes extremos del Oriente del continente europeo, Chechenia, Armenia, Georgia, Azerbayán, en el Cáucaso, guerras de las que hoy día sabemos, por ejemplo, que parte de los participantes del terrorismo del extremismo islámico de 2001 salieron precisamente de las cosas ocurridos en Chechenia. La primera guerra en Chechenia fue de 1994 a 1996, y la segunda guerra en Chechenia duró de 1999 a 2000 de manera oficial, aunque las operaciones militares no se dieron por acabadas hasta el año 2009. Aquella guerra fue una de las causas principales que encumbró la carrera política en las urnas de Putin para hacerse con el gobierno y sobrepasar a Boris Yeltsin. En ese sentido, desde 1999 en adelante Putin fue dejando atrás su pasado comunista personal hasta el punto de cargar todos los problemas de la Federación Rusa a la cuenta de los bolcheviques, de Lenin y de la política de Gorbachov de apertura política que permitió la independencia de sus Repúblicas que, no lo olvidemos, no eran territorios anexionados por la URSS, sino por el Imperio Ruso desde los tiempos de la zarina Catalina la Grande en el siglo XVIII. Putin apela a un ultranacionalismo que aspira a recuperar ese territorio imperial antiguo perdido, según él, por el bolchevismo soviético, pero a la vez lo combina con las políticas antiguas de la Guerra Fría en la que se enfrentaban bloques, el de la OTAN frente al Pacto de Varsovia. Ahora bien, lo que se está jugando en el tablero internacional actual es la relación de fuerzas en el mundo, puesto que los rusos aspiran a recuperar su fuerza e influencia política y económica mundial, la cual ha sido cada vez más socavada por el ascenso de China y de la Unión Europea en lo económico. 

Como resumen del anterior párrafo me remito a algo que yo mismo ya había escrito el 11 de noviembre de 2013, en la Noticia 1267ª con motivo del 43º certamen de Alcine, del que soy jurado del público habitual: "(...) De hecho este año, en ese sentido, ha sido muy llamativo el cortometraje Rakastan sinua kyyneliin, de J. Kokko, que ha mostrado de modo crítico, documental y con sentido de humor sutil, cómo son las juventudes rusas del partido político que sigue al presidente Putin, y puedo asegurar que si esas son las juventudes del partido más votado, aunque me hicieron sonreir algunas escenas, dejan un poso de inquietud sobre un hipotético futuro que le espera a Europa".

Hoy, ya lo he dicho, se cumple un mes desde el inicio de la Guerra de Ucrania. Se han dicho y se ha escrito muchas cosas muy discutibles, inexactas bastantes, erróneas muchas, propagandísticas o faltas de realidad otras, partidistas prácticamente todas, desinformadas y llena de tópicos la mayoría de las cosas que la gente común habla en su vida diaria sin ton ni son y cuestionando a las personas que con notable mayor conocimiento les dice lo contrario a su conocimiento tópico (y no hablo concretamente de casos que me hayan ocurrido a mí, aunque también, sino a otros casos que sin intervenir yo, yo he sido testigo de ellos), en fin, casi todos los analistas mediáticos fallaron en casi todas las cosas que analizaron, pero resulta que esos casi todos han sido periodistas que trabajan para grandes informativos que tienen una línea editorial muy determinada e interesada en una política mediática a la hora de vender noticias. Algunos periodistas y medios han sido más certeros. Los que más aciertan son los menos escuchados, que suelen ser sociólogos, historiadores, economistas, políticos ya fuera de la política activa y, de los más interesantes, militares en la reserva que estos días son invitados a analizar en los medios de comunicación y lo hacen al margen de las políticas de las grandes cadenas informativas que buscan desde los espacios informativos hacer la mayor audiencia que es, a la postre, lo que aumenta sus beneficios vía inversores de publicidad en ese medio. 
 
El pasado 26 de febrero, a dos días de comenzado el conflicto, yo destacaba la intervención en un programa nocturno de televisión española (TVE) del exministro de Asuntos Exteriores español Margallo, del PP, y un militar retirado del JEMAD, fue en "Pido la paz y la palabra", Noticia 2119ª. Hoy remitiría como uno de los análisis más interesantes el que hizo el exministro francés de Asuntos Exteriores, Villepin, que ejerció en los tiempos del 11 de septiembre de 2001 y cuyo discurso de 2003 sobre la guerra en Irak y Afganistán fue magistral. Lo publicó ayer El País. Me resulta interesante su análisis de cómo comprende la configuración del mundo desde aquel 2001 y de cómo los conflictos que escapan de las normas de la ONU es lo que están formando los tiempos del siglo XXI y el futuro económico y político del mundo. Entiende él que lo que está en lucha en estos momentos es la lucha entre un mundo del diálogo y los pactos y otro de la política autocrática y el uso de la fuerza para consumar hechos, y que en este sentido no solo esta guerra es la guerra de Occidente y Rusia, sino que hay más países que podrían saltar al mismo terreno de juego. No es la guerra de una sola persona, Putin, contra el mundo, sino todo un conjunto de ideas establecidas en una sociedad que comprende el mundo como el imperio de la fuerza y no del diálogo y desmontar eso va más allá del belicismo. Entiende, además, que el modelo de Putin actual podría saltar de manera inesperada del sur hacia el norte, en referencia implícita a África, donde, cierto es, en países como Malí y otros lugares del Sahara hay grandes grupos armados que llevan años actuando a su aire y contenidos por tropas internacionales como se puede. Cita Villepin a Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII: "Ya en el siglo XIII Santo Tomás de Aquino decía que se podía cambiar al tirano de Siracusa, pero que el riesgo era que lo que viniese después fuese peor. Porque no es solo Putin. Hay un sistema, un pensamiento, un software, una cultura. Aquí radica todo el problema". Quizá le falta añadir a Villepin que el recurso a la fuerza al margen del diálogo comenzó en aquel 2003, al margen de las normas internacionales, se decidió por parte de USA, Reino Unido y España con el inicio de la Segunda Guerra de Irak, a lo que siguieron actuaciones similares no solo por parte de Rusia en otras zonas del mundo, también por parte de Israel, de Marruecos y de otras naciones.
 
Mucho se ha apelado a la resistencia de los ucranianos en este mes. Realmente es altamente loable, pero quizá se infravalora que es posible que Rusia no esté demostrando esa debilidad que en este lado del mundo todo el mundo desea remarcar. Algunos de los militares retirados de alta graduación españoles ya han señalado en debates de TVE que eso puede ser real o ilusorio. Se hace difícil creer que Rusia con todo lo que es su ejército y lo que se ha visto de su actuación en la guerra de Siria contra el ISIS se estanque como lo hace. Puede haber razones de estrategia. Se olvida a menudo que la guerra es la extensión de la política por otros medios, como ya se apuntaba en la Primera Guerra Mundial de 1914-1918, como cita directa a la reflexión que ya había hecho el militar prusiano Carl Von Clausewitz en la primera mitad del siglo XIX como consecuencia de su análisis de las Guerras Napoleónicas de las que participó y los posteriores conflictos europeos. 

Borrell, exministro español por el PSOE en las décadas de 1980, 1990 y 2010, actual Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad desde 2019, ha declarado hoy en la mañana de TVE que los ucranianos han reinventado la guerra combinando la infantería ligera con armamento pesado moderno para enfrentarse a los carros de combate de manera directa, y después ha recordado la reinvención de la guerra por España con la guerra de guerrillas durante la Guerra contra Napoleón en España (1808-1814) y también por parte de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) con la guerra relámpago donde grupos aerotransportados detrás de las líneas enemigas destruyen infraestructuras para luego lanzar a numerosas tropas mecanizadas en un avance rápido y altamente destructivo. Hay desde luego más reinvenciones de la guerra que las que Borrell ha citado, pero quedémonos con esta referencia de Borrell hablando de una reinvención de la guerra por parte de los ucranianos. Se le olvida a Borrell la combinación del ejército regular con un alto porcentaje de tropas milicianas, cosa que ya ocurrió durante la guerra civil española (1936-1939), en la cual también hubo milicianos que se enfrentaron a los tanques sin nada más que sus cuerpos, quizá la novedad de ahora está en ese armamento pesado en manos de esa tropa ucraniana en un cuerpo contra máquina. Armamento pesado moderno que ha facilitado Estados Unidos, la Unión Europea y otros países. Recordemos además que tras 1945 es la primera vez, por ejemplo, que Alemania manda material bélico ofensivo al extranjero y que por primera vez Alemania va a reforzar su ejército y su inversión militar. Ha pasado casi por alto, pero en las próximas décadas puede ser algo vital y de un peso de momento de consecuencias no valoradas incluso dentro de la Unión Europea. Cada vez que estas cosas han ocurrido en Alemania desde su unificación con Bismarck desde la década de 1860, Europa ha visto consecuencias al largo plazo que esperemos que al menos en esta zona de Europa ya no vuelvan a darse. Pensemos que parte de los conflictos de la Europa central con la oriental han venido precisamente por los recelos bélicos, infundados o fundados, entre Alemania y Rusia en sus aspiraciones a ser una gran Alemania y una gran Rusia desde la década de 1870 hasta la actualidad, hasta la actualidad a juzgar por lo que se ve en Ucrania y su repercusión de guerra económica en Europa.
 
Puede que esa reinvención de las tropas ucranianas que cita Borrell sea un factor, aparte de que no es lo mismo combatir como defensor que combatir como invasor. Suelen tener más moral y más motivos para la lucha los pueblos invadidos. Fue uno de los ilustrados franceses quien defendió precisamente durante las guerras europeas de la Revolución Francesa que una de las formas de defenderse de las tropas francesas y luego de Napoleón no era el ejército convencional, si no los ejércitos nacionales, donde todas las personas de una nación han de sentirse en la necesidad de luchar por su nación. Si no recuerdo mal esto lo dijo en torno a Prusia y a Polonia, pero después se tomó ejemplo de lo ocurrido en España y también en Rusia, donde Napoleón tuvo que luchar con todo el pueblo, no solo con el ejército. En el caso de Ucrania es más delicado y complejo, porque mal que pese al nacionalismo ucraniano o a lecturas de algunos comentaristas actuales, Ucrania está en uno de los dos focos fundacionales de Rusia, por lo que rusos y ucranianos están sumamente unidos en lengua, cultura, Historia, tradiciones y también familiarmente... hay numerosas familias con miembros rusos y ucranianos a la vez, y también del resto de Repúblicas que un día fueron el Imperio Ruso y la URSS después. Aunque es una guerra internacional, también se puede interpretar como una especie nueva de guerra civil, no obstante, en el Donbás ya era una guerra literalmente civil desde 2014. El efecto psicológico de esa "guerra civil" (internacional hoy día) entre rusos y ucranianos será diferente en unos y otros, pues también es una guerra de agresor y agredidos, y por ello es una guerra entre hermanos donde uno no podrá comprender o aceptar las razones del otro. Hoy o ayer, no lo tengo claro, un general ruso dejaba traslucir en unas declaraciones el posible efecto psicológico en la tropa rasa rusa al ver el resultado de sus propias acciones en ciudades hermanas como Járkov, Mariúpol, Kiev y otras. Pero del lado ucraniano se puede estar formando un resentimiento contra los hermanos rusos muy difícil de superar y dejar atrás en el futuro. La guerra, sea cual sea su resultado, tendrá que contar en el futuro con la posible no superación de un resentimiento los unos contra los otros, por las muertes, por la destrucción desmesurada, por el intento de imposición de normas, etcétera. Algo así va a necesitar en el futuro del ejemplo de deseo de perdón y dejar atrás que hubo en la Europa de la Segunda Guerra Mundial, donde el ejemplo más loable fueron los innumerables acuerdos y tratados que hubo posteriormente entre franceses y alemanes.

Nos han dicho que las tropas rusas tampoco avanzan por el barro de la primavera ucraniana, barro que ya jugó un papel contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Barro que obliga a los rusos a usar los viarios sin sacar a ese barro sus carros, lo que provoca lentitud y columnas como si fueran avances militares propios del siglo XIX. Los servicios secretos estadounidenses y británicos en periódicos de sus países nos hablan también de pequeños sabotajes de la tropa rasa rusa descontenta, y también de bielorrusos, así como hablan del desabastecimiento de alimentos y combustible, un desabastecimiento difícil de creer teniendo en cuenta las capacidades de Rusia y Bielorrusia. Estos días vemos como usan la artillería en diversas ciudades y tratan de sitiarlas y nos dicen que es por la imposibilidad de tomar esas ciudades. Normalmente la artillería se usa para debilitar todo lo posible al atacado hasta el momento exacto de entrar, o bien para minar fuerzas y moral hasta su rendición. No es lo mismo una derrota por acto bélico que por rendición... la guerra es, volvemos a ello, la extensión de la política por otros medios. Quizá por ello están cavando trincheras en torno a Kiev. Interesa a Rusia una rendición del gobierno de Kiev, interesa de modo político, porque la desmotivación de los ucranianos sería un factor tremendo. Recordemos que la caída bélica de Bilbao o de Barcelona en la guerra civil española no tuvo tanto efecto desmotivador como cuando Madrid sufrió el golpe del general Casado contra el presidente Negrín en 1939, con la idea de resistir, purgar a los que se creyó culpables de los errores de la República y negociar una paz con Franco que, tampoco lo olvidemos, no fue posible y por ello hubo una fortísima represión de las tropas franquistas contra los republicanos al entrar en Madrid, cuya resistencia tras aquel golpe de Casado y sus intentos de negociar la rendición duraron dos meses. Los españoles republicanos a esas alturas ya estaban desmoralizados y trataban de huir a Alicante, donde poder salir de España. Una rendición del gobierno ucraniano significaría también un mapa político internacional respecto a Rusia diferente al que ahora mismo se plantea, porque tampoco es lo mismo un gobierno que cae derrotado por invasión, que uno que cae porque ante una invasión como esta recapitula y se rinde por iniciativa propia. Entre medias, evidentemente, tal como se planteaba Casado en Madrid en 1939, está el resistir hasta el final como Numancia contra Roma, o bien por contra el frenar las muertes ante una derrota que se dibuja evidente y cuestión de tiempo. El dilema no es pequeño y es mucho más complejo porque en juego hay lo que Villepin decía: dos formas diferentes de entender el mundo en el siglo XXI.
 
Vladimir Putin ha afirmado en el mes de conflicto que la fase primera ha terminado cumpliendo objetivos, por lo que pasará a una segunda fase. Esa segunda fase se centrará, o eso ha dicho, en hacerse estables las tropas rusas en el Donbás, o a mejor decir en el este y el sur ucranianos, que a la postre es un secreto a voces que es el territorio al que aspira Rusia por ser aquel parte del territorio original ucraniano que sería uno de los focos de la Rusia histórica y por ser el que le daría salida al mar y conexión con Crimea, otro territorio que en el siglo XIX protagonizó una guerra europea a favor de Rusia. ¿Qué quiere decir esto? Pues quizá que lo sospechoso del nulo avance de las tropas rusas hacia Kiev no sea tanto por la resistencia ucraniana o por falta de suministros en las tropas rusas, a pesar de que algo de ello haya habido, sino porque la estrategia rusa hubiera sido provocar la división de las actividades de las tropas regulares ucranianas en dos zonas del país, sin contar Putin con el levantamiento en milicias de la gente común. La idea no sería entonces la división, sino también el debilitamiento del adversario, sin contar tampoco con la llegada de material bélico por parte de Europa y América. En todo caso, esto podría explicar también el poco protagonismo de los aviones rusos. De igual manera, que por el sur no haya sido sitiada Kiev podría ser tanto por una loable resistencia ucraniana como por una estrategia de Rusia para no estrangular la capital con el fin de que las tropas ucranianas se vean obligadas a mantener ese corredor y con ello distraer fuerzas del Donbás. Pero también pudiera ser todo lo contrario, que realmente se haya debido a falta de suministros rusos a sus tropas, sabotajes y una loable resistencia ucraniana, o quizá a una combinación tanto de una posibilidad como de otra.
 
También es cierto que los que dan la guerra perdida por Ucrania como cuestión de tiempo puede que se equivoquen. La guerra se puede enquistar y durar años, o no, también puede ser cosa de semanas o meses. El gobierno de Zelenski, o Zelenski mismo, puede caer, sin embargo son dos formas de entender el mundo lo que se lucha en Ucrania. La guerra puede pasar a ser una guerra de guerrillas y de repente Ucrania transformarse en la Nicaragua de los años 1920 que terminó derrotando la intervención de Estados Unidos, o puede ser la España o la Rusia de 1808 que derrotó a Francia, o puede ser el Vietnam de la década de 1960-1970 que derrotó a Estados Unidos, o el Afganistán de la década de 1980 que derrotó a la URSS o el Afganistán de los 2000-2010 que terminó en 2021 lamentablemente con los talibanes de vuelta en el gobierno. Con esto quiero decir que no todo está escrito, aunque todas esas guerras, si uno lo piensa, han sido guerras muy largas, la mayoría de ellas de más de una década de duración. Sangrías auténticas indeseables y tristes. Podría ocurrir lo que dicen los analistas de la televisión, podría simplemente ser derrotada Ucrania en cuestión de tiempo y si fuera por rendición de Zelenscki probablemente las posibles guerrillas posteriores no serían apoyadas como lo fueron las de Vietnam, por desmotivación, o quizá precisamente por un efecto contrario, por orgullo patrio, sí lo sean. Sea como sea, Ucrania se ha transformado para Rusia en un problema de larga duración, supongo que Putin y sus políticos ya tienen esto en cuenta. Deberían comenzar a actuar sin tanta guerra y con más diálogo en previsión de esto mismo. Ejemplos no les faltan en la Historia. Incluyo otro de esos ejemplos, la Guerra de Independencia de Cuba comenzó en 1895 y acabó en 1898, pero se derivó de la Guerra de los Diez Años de 1868-1878 y otras guerras intermedias por la independencia, todas ellas libradas con guerrillas mambises contra un ejército regular español que se enfrentaba igualmente a una población cubana cada vez más del lado de los independentistas por todos aquellos destrozos que provocaba la guerra en la población civil, especialmente desde los desmanes del general Weyler y sus campos de concentración.

Sea como sea, también es cierto que las tropas ucranianas han logrado notables logros como es una defensa prolongada, que no se tomen ciudades, embolsar a una parte de las tropas rusas, bajas entre generales rusos o, como hoy mismo, 24 de marzo, el hundimiento del principal barco ruso de avituallamiento en el Mar Negro y la inutilización por parte rusa de ese puerto.
 
Esta guerra de Ucrania que hoy cumple un mes ata el futuro personal de Zelenscki y el de Putin. Creo que ambos saben que el final de esta guerra compromete totalmente lo que les vaya a pasar a ellos como personas. Eso puede ayudar a enquistar más en el tiempo la agresión y la resistencia. Un periodista español hablaba de la fobia personal de Putin de acabar como Gadafi en Libia, o como Ceaucescu en Rumania. No sé si eso es cierto. Sí que pienso que el corte de servicio en Internet de las redes sociales principales en Rusia se nos ha vendido en Occidente como una medida que han tomado las empresas como restricción a Rusia, sin embargo, pienso si la realidad no será que los grandes gobiernos lo han solicitado para impedir que en Occidente veamos en esas redes mensajes y apoyos de ciudadanos rusos a Putin. De hecho se nos muestra manifestaciones en Moscú y otros lugares contra la guerra, se nos habla de la represión policial, se nos muestra a la periodista rusa que denunció las mentiras en el telediario ruso con un cartel y otras cuestiones parecidas, pero es evidente que también hemos visto deportistas rusos apoyando la invasión y hemos leídos de familias rusas que no creen a sus familiares ucranianos. Una importante escritora rusa contraria a la guerra habló hace unas semanas en La Sexta sobre sus dudas de que las manifestaciones contra la guerra en Rusia sean realmente mayoritarias si, a pesar de ser de miles de personas, se atiende a la población total que vive en Moscú, o en otras palabras, hablaba de qué ella misma se preguntaba qué porcentaje real en Rusia es contraria a la guerra.
 
Zelenscki por su parte ha atado la resistencia ucraniana a su propia persona y su permanencia como uno más en Kiev. Si eso no se mantuviera tendría repercusión entre los ucranianos, pero si lo mantiene y los rusos le apresan evidentemente tiene consecuencias personales para él. Zelenscki ha jugado la misma carta que jugó Negrín en la guerra civil española, la de entender que la única manera de ganar la guerra es internacionalizar la guerra, llevarla a un nivel de guerra mundial. A Negrín evidentemente esa baza no le funcionó y además le cobró muy serias facturas contra su persona después de la guerra y durante décadas después de su muerte. Zelenski parece tener de momento mejor publicidad, todo sea que Zelenski es actor de profesión y sabe manejar a la perfección tanto el dramatismo como la construcción de un relato y la puesta de escena, sabe conmover. Elige bien sus puestas en escena, su vestuario, sus monólogos incluso cuando parecen diálogos y toda la escenografía. Si habla a Estados Unidos menciona Pearl Harbor y el 11 de Septiembre, si habla a Israel recuerda el holocausto judío de la Segunda Guerra Mundial, si habla a Italia menciona a Europa como objetivo, si habla a Alemania reitera el telón de acero y el muro de Berlín, a los franceses les llena de grandeza al recordarles que está en sus manos detener y acabar con un gobierno contrario a la democracia, y no me cabe duda que si un día hablara al Parlamento español recordará la resistencia de Madrid en la guerra civil española y el "no pasarán" de los milicianos y republicanos de entonces que, hoy día, repiten algunos ucranianos que saben español a los periodistas españoles en Kiev. Por mucho que se pueda simpatizar con los ucranianos y rechazar las injusticias que les están pasando, lo cierto es que la baza de la internacionalización tendría trágicas consecuencias mundiales que dejaría la Segunda Guerra Mundial en poca cosa y el futuro en nada. También es cierto que hoy día sabemos que la guerra civil española fue la antesala de la Segunda Guerra Mundial. Si la guerra española acababa el 1 de abril de 1939, la Segunda Guerra Mundial estallaba en agosto de ese año. La cuestión es, una vez más, ¿podemos asegurar realmente qué quiere o a qué aspira Putin? 
 
Incluso la petición de Zelenscki de una zona de exclusión aérea rusa sobre los cielos de Ucrania implicaría que Rusia seguiría mandando aviones de guerra a Ucrania y la comunidad internacional debería derribarlos, eso directamente sería la guerra mundial. Una guerra mundial donde de momento China tiene acuerdos con Rusia que está respetando, aunque se sienta incómoda con la guerra de Ucrania, pero, si todo se desbocara, ¿quién dice que China no apostara entonces por tomarse su revancha con Taiwán, pieza internacional que movería a la guerra a Asia y Oceanía? De momento la mejor baza occidental con China es precisamente que se siente incómoda con la acción de su aliado ruso, porque China se siente cómoda haciendo sus negocios económicos por todo el mundo. Sin embargo, ¿qué significaba aquello que los servicios secretos norteamericanos dijeron sobre que China recomendó a Rusia no hacer nada hasta después de los Juegos Olímpicos de Invierno que se celebraban en China misma? Personalmente creo, o tal vez debería decir espero, que China se mantenga del lado de parar la guerra ya sea por sus negocios o porque comprenda que Rusia se está metiendo en un callejón internacional.
 
El asunto ya de la posible internacionalización de la guerra tiene sus otras vertientes. El uso de las bombas termobáricas y de las ultrasónicas son también una novedad del siglo XXI, ya probada la primera en la Guerra de Siria, no hace mucho. La posibilidad del uso de armas químicas o la amenaza nuclear están en la mesa. Por un lado el uso de lo primero pueda ser por dos cosas: evitar más bajas de las que ya hay entre las tropas rusas, incluidos tres generales reconocidos por el gobierno ruso, y mandar un mensaje a los aliados de la OTAN sobre el poder militar ruso real. La amenaza de las otras armas es un mensaje a la OTAN. Surge además la pregunta de si se usaran armas químicas o biológicas, prohibidas internacionalmente, si estas por un golpe de aire u otra cuestión llegaran a pasar fronteras y tocaran suelo de la OTAN, ¿cómo lo interpretaría la OTAN? Ahí está el peligro. Y la Unión Europea no es ajena, sobre todo cuando ya se ha amenazado a Suecia y Finlandia si se unieran a la OTAN. No obstante, se va a formar una fuerza militar común de la Unión Europea de cinco mil soldados, más las tropas habituales de cada país miembro. Al igual que pasó con la unificación de Alemania y de Italia en las décadas de 1860 y 1870, es la guerra frente al enemigo o peligro común lo que unifica el proceso de unificación de los diferentes Estados ya unidos por diversos pactos, alianzas y asociaciones panestatales. Quizá Rusia ha logrado algo que precisamente no deseaba que ocurriera y que con lo de Ucrania quizá pensó que ocurriría lo contrario, ha logrado una respuesta que ha unido más que separado a los países miembros de la Unión Europea.
 
No solo la guerra iniciada por Rusia ha unido un poco a la Unión Europea, tocada de lo contrario desde la salida de Reino Unido y el ascenso de la ultraderecha en los miembros del Este. La filtración de Estados Unidos de las intenciones de Rusia en Ucrania durante más de un mes, lo que se llama disuasión por desvelamiento de secretos, ha sido dirigida expresamente a la Unión Europea más que como advertencia a la Federación Rusa. De hecho, una vez iniciada la invasión en Ucrania el 24 de febrero, Estados Unidos se apartó prácticamente de las principales decisiones, mientras negociaba con el norte de África sobre suministros de gas, cuestión que quizá está detrás del giro del gobierno español en Sahara Occidental con Marruecos. Estados Unidos aspira a sustituir a Rusia como suministrador de gas y petróleo en Europa. Al apartarse de las principales decisiones sancionadoras lo que hizo es que la Unión Europea tuviera que tomar un protagonismo que probablemente no tenía en Europa desde la Segunda Guerra Mundial y los momentos iniciales de la Guerra Fría y alguno concreto de la Guerra de Bosnia-Herzegovina. Un protagonismo que quizá muchos miembros de la Unión deseaban delegar en la tradición de que Estados Unidos amparaba desde 1947. La decisión de aumentar la inversión en armamento y defensa y de crear un ejército europeo y una política común de defensa viene derivado de todo esto. Desde 1989 Estados Unidos, con la caída del Muro de Berlín, insistía a Europa en que se hiciera cargo de sus propios asuntos de defensa, más aún con el final de la URSS en 1991. Quedó demostrado con aquella cruenta guerra de Bosnia-Herzegovina. Ha quedado retratado Donald Trump como el presidente norteamericano que amenazaba a los socios europeos con abandonarles a su suerte si no invertían más dinero en asuntos militares relacionados con la OTAN, pero no ha habido ni un solo presidente norteamericano desde 1989 que no haya expresado lo mismo ya sea más contundente o más leve. Biden ha jugado la carta de desvelar los planes de Rusia en Ucrania a la Unión Europea y después hacerse a un lado, sospecho que para que la Unión Europea haga precisamente esta serie de medidas relacionadas con armamento y tropas que ahora se hacen. Hoy, 24 de marzo, Biden llega a Europa para intervenir en la reunión ya programada y ordinaria de la OTAN así como en el Parlamento de la Unión Europea. Puede que Estados Unidos también tenga programado cuándo retomará las riendas de cómo enfocar el conflicto desde una posición de líder, pues tampoco se le escapa a nadie que tampoco le resulta agradable a Estados Unidos que la Unión Europea llegue a la conclusión de que tampoco tenemos porqué seguir en todo a Estados Unidos, o sea: independizarnos del todo de "papá USA".

Una de las mayores innovaciones de la Guerra de Ucrania para la Historia la ha protagonizado la Unión Europea. Se trata de la guerra económica, donde a una guerra bélica planteada como guerra de frentes convencional, incluso imitando los estancamientos de las dos guerras mundiales del siglo XX, se le responde con sanciones económicas al más puro estilo aislamiento que se le ha hecho a Cuba desde 1962 o a Venezuela en el siglo XXI. La capacidad de resistencia rusa puede ser mucho, pero la guerra económica mundial está planteada, una guerra sin frentes de combate pero que puede ocasionar la revuelta del pueblo contra sus líderes, como en Berlín en 1918, lo que pudiera provocar el derrocamiento, la paz y la recapitulación del agresor invocando el mea culpa, aquel "perdón, me he equivocado, no volverá a ocurrir". Las guerras económicas son impredecibles. No se sabe cómo resultarán, pero es una innovación que se haya cambiado balas por cortes financieros y cierre de empresas y negocios con la idea de evitar precisamente que haya un conflicto bélico convencional y tal vez mundial. Medios pacíficos pero no exentos de crudeza y penurias para evitar crudeza y penurias por medio de la violencia. En este caso la economía como extensión de la política, un experimento innovador del siglo XXI al elevarlo hasta la raíz del conflicto humano entre países. Ya veremos si nos lleva a la paz. Ojalá haya paz, sin más, acabando todo tipo de conflicto y de penurias por parte de todos.

Hay demasiado lenguaje bélico estos días y demasiada persona sin grandes conocimientos que se están alimentando estos días de ese lenguaje. Se han recuperado muchos términos y conceptos de la Guerra Fría, incluido la necesidad de un teléfono rojo en línea directa con Moscú, idea resucitada por Macron en Francia. Curioso me resulta que aún no se haya resucitado el de coexistencia pacífica que se comenzó a usar en la década de 1970, tras aquel otro de distesión iniciado tras la crisis de los misiles de Cuba de 1962. Necesitamos la paz. Son tiempos y momentos difíciles, pero siempre la opción debería ser la paz. Lo que está claro es que esta guerra, junto a otras ya habidas, está reconfigurando y dando personalidad propia al siglo XXI, un siglo donde, insisto en línea con otras reflexiones de esta bitácora, la principal lucha debería ser contra el cambio climático y los problemas ecológicos.

Saludos y que la cerveza os acompañe.

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