martes, diciembre 04, 2012

NOTICIA 1164ª DESDE EL BAR: DINDEY (2 de 6)

El apoyo de Dolores Gudiño [mi profesora y tutora en 8º de EGB] fue total, hasta el punto que me defendió de las falsas sospechas de que lo escribieran mis padres y no yo, sospechas por parte de otros padres y profesores. Tras una entrevista vieron que lo había escrito yo sólo. Lo hice en diciembre de 1992 y los primeros días de 1993, durante las fiestas de Navidad, como parte de una recomendación de la profesora para que sus alumnos siguiéramos escribiendo para mejorar nuestra escritura. El gusto por mi cuento, que fue leído en todas las aulas provocó que tuviera muchas amistades nuevas, pero también en ocasiones demasiadas peticiones no deseadas para que contara cuentos inventados por mí en los recreos, cuando yo lo que quería a veces, no siempre, era jugar o estar a lo mío.

Pedro J. Maza se hizo cargo de el Reino sin rey, [cuento paralelo a este cuyos personajes se entremezclaban y que inicié sin acabarlo], pero nunca lo acabó. Él tiene el original a medias en su casa.

(Daniel L.- Serrano "Canichu" Nota del 18 de septiembre de 2012).





DINDEY

(escrito entre diciembre de 1992 y primeros días de 1993)
  


Capítulo 3

Habían pasado dos semanas desde que Elgue se metió en el palacio. Ahora estaba paseando por el bosque reflexionando sobre su idea de hacerse caballero. Le parecía la mejor manera de que la princesa Flencha se fijara en él.

En su paseo se detuvo para oír a los pajarillos como cantaban. El bosque parecía un lugar idóneo para vivir toda clase de animales. Las mariposas revoloteaban alrededor de Elgue y unos conejillos saltaban detrás de él. A Elgue siempre le había parecido este bosque mucho más bonito que los jardines del castillo del ogro que guardaba la caldera del sol. En estos jardines se decía que había sauces, robles y pinos, y grandes flores como la palma de la mano. También se decía que lo habitaban faunos y ninfas y el ogro los capturaba para entregarlos, a buen precio, a los trolls.

Los pensamientos de Elgue se vieron interrumpidos. Un ciervo embravecido apareció corriendo de la espesura y tan rápido como vino se fue. De pronto empezó a oir las pisadas de un caballo y una voz que gritaba: “¡corre más deprisa, corre como un rayo, Resplandor del Agua!”. Pronto vio quién era el jinete. El caballo apareció como el ciervo, pero al ver a Elgue, se asustó y se levantó sobre sus dos patas traseras, el noble caballero que lo montaba se cayó al suelo y quedó inconsciente. Elgue fue corriendo a ayudarle.

Un día después, el caballero seguía inconsciente en la cama de Elgue. Toda la familia se había reunido para observarle, no todos los días había un noble en su casa y menos en ese estado. Estaban colocados de mayor a menor. Primero el padre, un hombre de edad media muy moreno y barba de tres días. Después la madre, que también tendría la edad del padre, era muy rubia, como si el sol quisiera vivir en su cabello, y tenía dos ojuelos en los mofletes de la cara. Detrás estaba Elgue, y detrás suya, su hermana, que apenas tendría cinco años.

La habitación donde estaba era muy pequeña. Tenía dos camas: la de Elgue y la de su hermana. Apenas, elgue y su hermana, tenían sitio para ellos, ya que la mayor parte de la habitación estaba ocupada por sacos de semillas y trigo. Las paredes estaban agrietadas y torcidas, el suelo destartalado y el techo era prácticamente inexistente.

El noble abrió los ojos. Era ya un tanto anciano, con una barba grisácea, como grisáceos eran sus ojos. En cuanto vio donde estaba comenzó a preguntar.

-¿Dónde estoy? ¿Quiénes sois? ¿Y qué hago aquí? No recuerdo nada.
-Buen señor –contestó el padre-, esta es una humilde casa de labradores. Yo soy Cesran Casit y esta mi familia. Estaba, usted, cazando en el bosque y su caballo le tiró. Elgue, mi hijo, le ha traído aquí, y mi esposa le ha curado y velado –al decir esto su mujer inclinó ligeramente la cabeza en forma de reverencia.
-¿Dónde está Resplandor del Agua? ¿Qué habéis hecho de mi armadura?
-No he entendido la primera pregunta, señor.
-Mi caballo, es que se llama así, Resplandor del Agua.
-En tal caso, está atado al lado de la puerta. La armadura está en el cobertizo.
-Campesino, ¿no lo habéis dicho al revés?
-No, teníamos miedo de que el caballo la pisara y lo sacamos fuera del cobertizo.
-Estoy seguro de que no sabéis quién soy.

Ante esta nueva pregunta los campesinos bajaron la cabeza sin contestar.

-Yo soy el Rey, sí, soy Aladino. Pero, no os arrodilléis, debiera ser yo quien me arrodille ante los que me han salvado la vida. Os recompensaré en oro; desde ahora no serviréis de labradores a nadie, sino a vosotros mismos. Este bosque, el gran Bosque de las Ánimas, donde se dice que viven fuegos fatuos y los fantasmas abundan, aunque su tierra es próspera y la caza abundante, serán, desde ahora, vuestras tierras. Mandaré mañana a un mensajero para que os entregue un documento que así lo ponga, más una bolsita de monedas de oro.
-Mi buen señor Rey, yo daría mi vida por vos y aún la de mi familia, pero, ¿no creéis que os excedéis en la recompensa?
-En mi vida, mi fiel siervo, únicamente he recompensado a gente noble o del clero, deja que me plazca en recompensar mayormente a los pobres –después, señalando a Elgue, continuó-. Tú eres Elgue, ¿verdad? El que me trajo hasta aquí.
-Sí, señor –contestó dando un paso al frente.
-A ti te recompensaré mayormente, dime qué quieres, un caballo joven para cabalgarlo por el bosque, la espada de empuñadura de oro que todos los héroes del reino ambicionan, o tal vez quieres casarte con una linda campesina. Podría hacerlo, te casaría un obispo en la catedral más alta, ante los nobles más importantes de aquí, incluyéndome a mí mismo, todos harían reverencias cuando tú pasases. ¡Pero di lo que quieres de una vez!
-La verdad, señor, es que no quiero nada de eso, sino hacerme caballero.
-¡Caballero! Se necesitan años de experiencia y entrenamiento. Además, tú no eres de l a nobleza –al decir esto, Elgue, agachó la cabeza con el rostro apagado. Al ver esto el rey le dijo:- Bueno, aunque no tengas experiencia ni seas noble, mañana me acompañarás a palacio y te nombraré caballero. Pero has de saber que para ello he de mandarte una prueba.

Al oír estas palabras Elgue se alegró y, con el permiso del rey, se fue de la habitación para disfrutar la noticia en el bosque, rodeado de animales. Estaba deseando que llegara el día siguiente.

Capítulo 4

Al día siguiente Elgue y el rey salieron temprano a lomos de Resplandor del Agua. El rey manejaba las riendas y Elgue iba sentado en la grupa. Durante todo el viaje, Aladino, estuvo hablando de sus azañas como rey. Elgue estaba embelesado con lo que le contaba. Hacía rato que estaban ya en la ciudad, atravesando la plaza de la cárcel, donde, a causa de la desaparición del rey, había más ejecutados que de costumbre. Todavía se veía a cinco ahorcados y a un verdugo que se llevaba una cesta con las cabezas de tres desdichados.

Pronto llegaron a las puertas del palacio. Salió a recibirles Petronio con sus habituales cinco guardias; ni siquiera reparó en mirar a Elgue.

-Mi rey, creíamos que le habían raptado.
-No ha sido así. Petronio, haz lo siguiente, prepara la sala del trono para el nombramiento de un caballero, yo estaré en mi habitación mientras mando a un mensajero que mande una recompensa a unos campesinos; cuando todo esté listo, llámame –Petronio asintió con la cabeza. Antes de meterse del todo en el palacio, el rey volvió a ordenar-. Otra cosa, lleva a este chico, con mi armador y que le armen.

Petronio se fue a preparar la sala del trono y unos guardias llevaron a Elgue a la sala de armas, donde se encontraba el armador personal del rey. El armador era un hombre de color muy robusto y alto.

-¿Quién eres? –dijo.
-Me llamo Elgue, y el rey me envía para que me arme.
-Está bien, elige una armadura –le dijo mientras señalaba un pilar de armaduras.

Elgue eligió una armadura plateada muy reluciente, pero el armador le explicó que el hierro de esa armadura era muy malo y le dio una armadura completamente negra pero limpia como un espejo. Luego le dio un escudo a juego con la armadura y una espada que le llegaba desde el tobillo a la cintura.

Cuando ya se iba Elgue por la puerta el armador le llamó y le dio una lanza muy simple.

Después de una larga espera, al fin llegó la hora de armarle caballero. Entró en la sala del trono y sonaron cinco trompetas al mismo tiempo. Elgue caminó hacia el trono y cuando estuvo cerca se arrodilló. En el trono estaba sentado el rey Aladino y a su lado la princesa Flencha. Detrás suyo y de pie estaba Petronio. En la pared donde estaba el escudo real estaban sentados los más importantes nobles. Las trompetas cesaron y el rey se levantó y alzó una gigantesca espada. Tras un breve discurso le preguntó cuál sería su nombre de caballero, a lo que Elgue le contestó el nombre de su abuelo:

-Dindey.

Luego, el rey, le hizo prometer fidelidad al reino y su rey. Por último le posó la espada en un hombro, en la cabeza y en el otro hombro, mientras decía:

-Yo, el rey Aladino de Dulia, te nombro caballero por los poderes que me concede la corona.
 

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