domingo, julio 05, 2009

NOTICIA 645ª DESDE EL BAR: SONRISA DE GUERRA

Por una noche, la del jueves para ser exactos, volvi a ser camarero de La Vaca Flaca por hacerle un favor al Vaquero que esa noche no podía estar en el bar y sus camareras de fin de semana no estaban disponibles. Sólo por esa noche. El viernes en Madrid capital me fui al teatro, a ver "Todos Somos Segismundo", que en realidad es "La Vida es Sueño", de Calderón de la Barca, pero con el texto redistrribuído y ampliado en algunas partes para que la obra de teatro pudiera durar dos horas y cuarto, con un intermedio de diez minutos. Fue en un teatro de una escuela de actores de la calle Sancho Davila. Cerca de la plaza de toros de Ventas. Actuaba una amiga mía, Mae, y me había invitado a ir. Fue gracioso hacer tiempo en un bar tan pequeño que los arcones refrigeradores estaban fuera de la barra, cada vez que querías un botellín de cerveza lo abrías tú mismo, lo cogías y se lo decías al dueño para que te lo abriera y te lo apuntara para pagarlo. Una calle entrañable. Me recordaba al barrio de Cuatro Caminos donde vivían mis abuelos maternos. Todos los fines de semana, cuando era niño, iba con mi familia a verlos, en la calle Paravicinos. Un callejón si salida cuyo muro de cemento final era tan alto como el edificio donde vivían. Por encima del muro otra calle, era, y es, un desnivel tremendo. Mis abuelos me decían que allí dentro del cemento había varios gatos emparedados. Habían muerto y los obreros los "enterraron" de aquella peculiar forma cuando construían aquello. Aunque la verdad es que las casas debían ser de principios del siglo XX, imagino que se debieron reformar, junto con la calle, tras la guerra civil española. Había un almacén de aceitunas, siempre olía a aceitunas, y una casa con un patio tremendamente grande, donde a veces nos dejaban meternos y jugar con uno de esos aparatos de los boxeadores que usan para dar ritmicamente un montón de puñetazos que les haga coger un juego de muñecas para ganar los combates. No lo apreciaba tanto de pequeño. No apreciaba tanto esas visitas. Cuando fui al teatro y vi el ambiente de la calle Sancho Davila recordé aquello. Sus gentes, sus bares, sus formas... Fue un poco nostálgico recordar y valorar algo que no se volverá a dar más, porque ni yo soy un niño, ni viven ninguno de los abuelos maternos, ni mi padre.

El resto del fin de semana fue con los amigos, y con una eterna "liga" de partidas de futbolín en el Gotham Bar. Dento de un rato me recogerán para irme con Chico Gris y Txingurri a cierto sitio. He de irme, no he contado mucho, pero os dejo mi sonrisa de guerra.

1 comentario:

Bayadère dijo...

No habrás contado mucho... pero una imagen vale más que mil palabras, no?