jueves, febrero 14, 2008

NOTICIA 405ª DESDE EL BAR: LOS '30 DEL CHICO GRIS

24 de Julio de 1979

Querida Quiros:

Hace poco me llamó por teléfono Frank Mayall contándome que ya os habíais puesto en contacto. Me alegra. Mayall podrá darte muchas historias para tu libro. Ya te hablé de él en otra carta, de cuando lo conocí en Chicago. Entonces creo recordar que te dije que él, que era muy joven, decidió venir a España cuando estalló la guerra civil. Por un lado tenía ciertas ideas arraigadas de la libertad, a la que quería defender del fascismo. Por otro lado quería dar un salto como periodista y dejar de escribir columnas locales de Chicago para escribir las grandes crónicas que esos días estaban escribiendo los libros de Historia. Aún más, estaba obsesionado con escribir “la gran novela americana”, aunque en esas fechas me parece a mí que se le adelantó Hemingway en intenciones y en lograrlo. Vino por su cuenta a España y se alistó a las Brigadas Internacionales, que principalmente estaban siendo formadas por los comunistas, aunque hubo brigadas donde hubo gente que no eran comunistas. Norteamérica quería mantenerse al margen de los asuntos de Europa en 1936, pese a que sus grandes empresarios dieran ventajas a Franco, y sus intelectuales y gente obrera aportaran todo lo que podían a la República. Frank Mayall por entonces quería vivir la gran aventura de su vida, ¿qué mejor que defendiendo un mundo libre, justo e igualitario para todos? Claro, que a veces, en algunos combates que le vi, tenía algo oscuro, algo casi suicida, debía ser su pasado. Era un chico gris.

Los primeros meses de la guerra habían sido un descontrol absoluto en las dos zonas que se dividió España. Las matanzas y los saqueos se habían generalizado hasta el esperpento. Antes crecía la sangre en la calle que el polvo levantado por el viento. Sólo hacia finales de 1936 se logró con relativo éxito poner un poco de orden y control para evitar tantos desmanes. Fue un Ministro anarquista el que atajó en buena parte que la gente se tomara la justicia por su cuenta de forma aleatoria. Pero eran días difíciles. La defensa de Madrid estaba costando mucho. Además, algunos de los primeros milicianos se tomaban la guerra como un asunto de fin de semana. Los había que cogían una escopeta de caza, se montaban en uno de los camiones hacia Toledo, disparaban contra los muros del alcázar y volvían por las tardes con sus familias. Todo eso había que organizarlo de otro modo par ser más eficaces. Enfrente el enemigo era un enemigo fundamentalmente militarizado profesionalmente, mientras que la República se defendía con un ejército del pueblo que se profesionalizó sólo con la práctica diaria de combatir. La situación era aún peor. Si la guerra civil española era una antesala de la segunda guerra mundial mal pintaba para el mundo libre, ya que en esos primeros meses la República sólo recibió unas pocas armas de Francia y un barco soviético cargado de leche condensada, mientras que Franco había recibido baterías antiaéreas y aviones alemanes, tropas italianas y miles de voluntarios portugueses. El Comité de No Intervención era papel mojado en los campos de batalla y peleas de colegio en los órganos internacionales. Por eso fue una gran alegría cuando por primera vez se vio sobre el cielo de Madrid aviones que no venían a bombardear la ciudad, sino a derribar a los aviones NAZIS. Eran aviones venido de la Unión Soviética. Los observábamos como si fuera una atracción de circo aéreo. Gritábamos alborozados cada vez que caía un alemán. Nos dábamos abrazos y coreábamos “¡No pasarán, no pasarán!” Qué ilusionados estábamos y qué ilusos fuimos.

Madrid resistía. La defensa de la República y de su capital por gente del pueblo levantó el entusiasmo del mundo libre y empezó a llegar a España numerosas personas voluntarias para combatir al fascismo, ya que sus gobiernos no hacían nada. Al principio venían por su propia iniciativa y se alistaban en las milicias, como Orwell, que estuvo en una milicia del POUM a las órdenes de Rovira. La URSS comenzó a comprender la importancia de España de cara a una posible guerra mundial que estaba a punto de estallar. Y comprendía que Alemania e Italia se saltaban la No Intervención. La URSS hizo lo mismo y también mandó material de guerra y altos oficiales y agentes. Pero antes realizó otra clase de ayuda, la organización de un organismo de voluntariado para combatir en España. Se basaba en que Portugal había mandado voluntarios a Franco, lo que en la legalidad internacional era posible gracias a un vacío legal en cuanto a eso en el Comité de No Intervención. En Octubre de 1936 llegaron los primeros Brigadas Internacionales reclutados entre las clases trabajadoras e intelectuales de gran multitud de países. Eran formados en Albacete mal que bien a cargo de André Marty… En Noviembre ya estaban combatiendo en Madrid, defendiendo la capital y su entorno. Algunos pasaron por Alcalá de Henares. Como periodista de “El Amanecer” y “agente miliciano” a ratos pude ver sus acciones sobre el Puente de los Franceses, impidiendo el avance de los golpistas. Habían recibido tan poca instrucción que morían en gran cantidad, pero su entrega y valor lograron defender aquel puente.

En Febrero de 1937 fui testigo de otra batalla protagonizada por ellos. Exactamente por la XV Brigada Internacional, formada por ingleses, rusos, irlandeses y norteamericanos. Fue en el valle del río Jarama, al sur de Madrid. Los fascistas habían tomado Málaga hacía poco tiempo y habían creado una gran matanza allí. El terror de las noticias alcanzó la retaguardia republicana, mientras la euforia del triunfo envalentonó a Franco para intentar otro ataque sobre Madrid, esta vez intentando rodear la capital para asfixiarla. Lanzó un ataque sobre Ciempozuelos y San Martín de la Vega que fue retenido como se pudo por la República a la altura del río Jarama. Aunque ellos cruzaron el río al final, fueron frenados y se estabilizó el frente a costa de un mes de continua batalla y miles de vidas sembrando los campos, que esperaban las flores de Primavera y no aquellas otras flores que se habrían de pudrir al sol. Las tropas marroquíes de Franco habían llegado a San Martín de la Vega de noche y habían degollado en silencio a los centinelas, que eran brigadas internacionales. Tomaron el pueblo con poco esfuerzo. Repitieron la táctica una segunda vez en otro lugar de aquel frente abierto. La histeria colectiva que creó entre nosotros el conocimiento de los hechos no era lo mejor para frenarles. Los versos que escribió tiempo después el irlandés Charles Donnelly en su poema “Río de Sangre Roja” no podían ser más acertados:

“Hay un valle en España llamado Jarama,
es un lugar que todos conocemos muy bien,
porque en él destrozamos nuestra juventud
y nuestra edad madura en gran parte también”.

Con la batalla durando ya varios días la República mandó de refuerzo a la XV Brigada Internacional, la cual se acababa de formar y apenas había recibido media instrucción militar, mientras llegaba y no llegaban las tropas del comunista general Líster. Yo me encontraba en una trinchera descansando mientras tomaba nota de algunas cosas para redactar más tarde una noticia que mandar a “El Amanecer”. Entonces oí la peor entonación en español del himno de las brigadas que he oído nunca. Con un marcado acento neoyorkino distinguí “…libre España de castas opresoras, nuevo ritmo el alma batirá…” La voz era la de aquel chico gris. No pude menos de gritar “Frank Mayall”, aquella voz mal cantante calló y enseguida vi alzarse la cabeza de Mayall entre la de otros brigadas y avanzar hacia mí con una sonrisa sorprendida. Estábamos contentos de habernos reencontrado y pronto estábamos cantando el estribillo de una canción de jazz de una de nuestras noches en Chicago… tan lejanas de aquellas balas. Venía junto al brigada más exótico que haya conocido nunca, un japonés llamado Jack Shirai. Conocerle me valió para la noticia de aquel día para mi diario. Aparte de la llegada del Batallón Lincoln, que pertenecía a la XV Brigada, pude entregar una pequeña entrevista sobre ese extraño personaje. Claro que mi diario no publicó exactamente lo que yo escribí y dio a entender a los lectores que los japoneses en general estaban con la República, cuando la realidad es que en general se aliarían con los NAZIS y los italianos en la Segunda Guerra Mundial. Aún escribí una segunda vez sobre él, ya que Shirai murió pocos meses después, en la batalla de Brunete. Aunque no era el único elemento exótico de esta brigada, querida Quiros. Había numerosos negros norteamericanos que se habían alistado voluntariamente para combatir a los NAZIS y su racismo. En España no se veían apenas negros y su llegada llamó mucho la atención allá por donde pasaban.

Mayall era muy joven, pero el resto de norteamericanos del Batallón Lincoln no estaban muy lejos de su edad. Su propio jefe, Robert Merriman, tenía 28 años. Casi todos eran estudiantes universitarios, el otro grupo más numeroso era el de los marineros, y los había de otros oficios (intelectuales en su mayoría), pero casi todos eran universitarios, querida Quiros. Eran en general muy inocentes. No habían vivido dictaduras ni persecuciones, como los brigadas rusos, polacos, alemanes, italianos, ni habían visto sus ciudades destrozadas por las guerras pasadas ni tenían familiares muertos por la misma causa, como los franceses, los belgas o los británicos. Eran idealistas y estaban allí, en aquella trinchera, a miles de kilómetros de sus casas y sin saber qué era exactamente una guerra. Aunque Mayall, aquel chico gris, sí conocía la muerte de antes.

El día 17 pasamos al contraataque. El coronel “Gal”, que coordinaba a los brigadistas, comenzó a mover a sus tropas a partir del día 23 hacia Pingarrón y San Martín de la Vega. Los combates fueron terribles y duros. Duraron unos cinco días. Lo peor es que aquel coronel ruso era tan desconsiderado con las vidas humanas, de tan mal humor, tan obtuso, que mandó a la muerte a miles de jóvenes mal dirigidos y mal coordinados para no ganar ni un palmo de terreno. Sólo logró un despilfarro de vidas en tierra que los poetas llamaron heroico mientras nosotros lo llamamos estúpido. Sólo los aviones y tanques rusos que apoyaban a las tropas de tierra lograron evitar una desgracia mayor, pues de otro modo los aviones NAZIS hubieran podido completar fácilmente la aniquilación total de la XV Brigada. El general Miaja no entendía las tácticas del general Líster. No se coordinaban tampoco entre ellos en tierra. Aquello fue en gran medida una tragedia por incompetencia. Los que no morían entre los olivares a merced de las ametralladoras enemigas, eran retirados por serias heridas de combate, y los que no, acabaron enfermos por las malas condiciones del lugar de batalla.

Una noche Mayall me propuso una apuesta infantil. Tras una discusión acerca de la relación entre la heroicidad y el deber. Él apostó que atravesaría el campo de batalla, y traería consigo cualquier emblema fascista que tuviera el centinela de enfrente nuestra. No acepté la apuesta, pero él insistió en que era capaz de hacerlo. Estaba con nosotros un irlandés llamado Frank Ryan, que sí le vio la apuesta. Sin embargo decía que ni siquiera llegaría a arrastrarse a la mitad del campo. La discusión se prolongó y los dos salieron tripa en tierra rumbo a la línea enemiga, Mayall para capturar un emblema, Ryan para ver si pasaba como mínimo la mitad del campo. Obviamente estaban desobedeciendo órdenes y a la vez cometiendo una majadería. Pero Mayall era mi amigo. Insultándolo para mi interior salí detrás de ellos para ayudarles a regresar enteros a nuestra trinchera.

Nos habíamos arrastrado más de la mitad del campo y oíamos voces marroquíes, italianas, españolas e inglesas al otro lado. Estaba claro que la hazaña era imposible ante la multitud de voces que se oían frente a los tres que éramos. Estábamos realmente cerca y tras otra discusión entre nosotros, allí tumbados panza abajo y en susurros, al final la cordura se impuso para regresar a nuestro lado, aunque bajo el costo de considerar un empate técnico entre Mayall y Ryan. Eran dos locos. Dos suicidas. Fue entonces cuando se oyó un claro silencio seguido de una pregunta de santo y seña. Los tres, quietos, casi sin respirar, callamos. Se volvió a oír otra vez la pregunta de santo y seña seguida de otra voz, con acento inglés esta vez, preguntando quién estaba ahí. Mayall no pudo resistir gritarles un claro “¡vuestra puta madre!”, que había aprendido muy bien a pronunciar. Dos disparos dieron con sus balas a un metro de nosotros. No sabían muy bien donde estábamos y disparaban por donde creían haber oído la voz. Yo temía que lanzaran una bengala para iluminar el campo, peor aún, que los nuestros respondieran y nos viéramos envueltos en un suicida fuego cruzado. Disparé mi pistola “Star” y Mayall iba a hacer lo mismo cuando Ryan nos bajó los cañones con la mano. Gritó algo en irlandés y los disparos del otro lado cesaron. Tras un breve silencio donde me latía el corazón con una fuerza como nunca antes, del otro lado se oyó una contestación también en irlandés. Ryan dio la réplica y del otro lado se oyó: “yo soy de Ulster”. Ryan canturreó una canción y al poco, del otro lado, se oyó el acompañamiento de los últimos versos mientras se oían leves risas españolas acompañadas de continuos “¡hay que joderse!” de tono desenfadado, aunque fastidiado de no poder acabar el tiroteo. Ryan acabó aquello con un “¡Viva Irlanda!” Retrocedimos como avanzamos, arrastrándonos panza abajo.

Cuando llegamos a nuestra trinchera, sin haber llamado la atención entre los nuestros, Ryan nos explicó que había identificado el acento irlandés de las voces del que nos había parecido con acento inglés. Había hecho una apuesta arriesgada apostando por los sentimientos compatriotas del hombre del otro lado. Había descubierto que ambos pertenecían a una misma organización en su país de origen, aunque ahora estuvieran en trincheras contrarias en España. Fuese como fuese, probablemente habíamos salvado la vida.

Aquel frente, pese al goteo de vidas, se estancó y yo me trasladé al frente de Aragón, con las milicias de allí. Aunque tuve que acudir con urgencia a Barcelona, donde compartí azotea con Orwell cuando el asunto de la Telefónica que tantas veces te conté en México, querida Quiros. No fui depurado porque encontré amparo y refugio en otras organizaciones. De ese modo proseguí mi labor en la guerra, aunque las depuraciones que hicieron los comunistas aquel año habían matado más que las balas fascistas, pues lo que mató fue la predisposición de muchos milicianos. Desencantó a muchos luchadores por la libertad. ¿Quién me iba a decir a mí que yo mismo cubriría algunas noticias sobre una brigada internacional, la 129, formada en Abril de aquel 1937, compuesta por gente venida del POUM, de CNT y los restos de otras brigadas internacionales destruidas? Luego la dura batalla del Ebro en el ’38, y el Levante, y el Invierno… Pero para entonces los brigadistas ya se habían ido. La comunidad internacional decidió que debían irse por incumplir la No Intervención, mientras permitían la permanencia de alemanes, italianos, portugueses y marroquíes en la zona de los fascistas. Ni siquiera Stalin defendió su permanencia, queriendo lanzar señales amistosas a Gran Bretaña y Francia de cara a la futura guerra mundial y a su secreto pacto de no agresión con Hitler. Se fueron en Octubre de 1938, yo estuve en su desfile de despedida en Barcelona. Allí vi a Mayall por última vez hasta que no nos reencontramos diez años después. Nos despedimos conteniéndonos, pues sabíamos que realmente aquella podría ser la última despedida, mientras el ejército de Franco avanzaba hacia el Mediterráneo y en breve estaría avanzando hacia Barcelona.

Se perdió mucho, querida Quiros. Pero con tu libro espero que no se pierda la memoria. Te mando un cariñoso abrazo.

DLP.

[Personaje históricos: Jack Shirai, André Marty, Orwell, Hemingway, el coronel “Gal”, Robert Merriman… fueron algunos de los nombres históricos que vinieron a España voluntariamente a apoyar la causa republicana. Frank Ryan era un irlandés militante histórico del IRA. Los irlandeses no contaron con batallón propio dentro de las brigadas internacionales y fueron agrupados con mucho tacto, y pensando mucho donde encajar cada nombre de ellos, entre los batallones ingleses y norteamericanos. Ryan estuvo en el batallón Lincoln, que era uno de los dos batallones de fuerte componente norteamericano. En la batalla del Jarama, primera donde este batallón entró en combate bajo la XV brigada internacional, se enfrentaron a un ejército de Franco compuesto también por múltiples elementos extranjeros, entre ellos otro grupo de voluntarios irlandeses comandados por O’Duffy, otro militante del IRA que, a diferencia de Ryan, admiraba a Mussolini y a Franco. La guerra civil española supuso para el IRA, curiosamente, cierta división interna en cuanto a qué valores defendían fuera de Irlanda, en otras palabras en qué modelo de Irlanda querían, si una basada en los valores católicos o una basada en los valores de la libertad sobre todo. La batalla del Jarama fue una paradoja donde irlandeses del IRA combatieron contra irlandeses del IRA, aunque no hay pruebas de que supieran en el momento que eso estaba sucediendo. En todo caso, los hombres de O’Duffy fueron destinados en esa batalla a mantener uno de los pueblos conquistados por los golpistas, Ciempozuelos, sobre la semana de los días 10 de Febrero, ya que una confusión hizo que O’Duffy mandara disparar contra gente de su propio bando confundiéndolos con brigadas internacionales.
Sobre la historia de las Brigadas Internacionales ya se dan bastantes datos en el relato, aunque para una información más completa me remito a los enlaces que hago a continuación. Hay numerosas publicaciones al respecto.
Sobre las brigadas internacionales
aquí y también aquí. Sobre el batallón Lincoln aquí. Sobre la asociación Amigos de las Brigadas Internacionales aquí.]

3 comentarios:

EL CHICO GRIS dijo...

¡Maldito Hemingway!

¿Lo de las tendencias suicidas es por mi forma de cruzar las calles?

Canichu, el espía del bar dijo...

es obvio que todo capitan paco tien un clarck kent

Anónimo dijo...

Me ha encantado. Lo de los brigadas internacionales fue algo excepcional.