viernes, marzo 29, 2024

NOTICIA 2305ª DESDE EL BAR: SOBRE LAS ESENCIAS PATRIAS, SEGÚN WULF (Qué es España según cada siglo que ha sido)

 2024 es un año en el que en España se habla mucho de las diferentes visiones que se tiene de ella a raíz de las elecciones gallegas, vascas y catalanas, y al mismo tiempo de la europeas. Todo queda salpimentado con la amnistía para los inculpados en todos los acontecimientos independentistas catalanes de 2017 y un nuevo amago de buscar un referéndum de independencia. Curiosamente buena parte de la idea nacional de España nació precisamente del regionalismo catalán de finales del siglo XIX y comienzos del XX, cuando ellos, para sostener su identidad catalana, desarrollaron la necesidad nacional catalana con capacidad para alterar la identidad nacional española y lograr potenciar lo catalán desde lo español, pues España tenía internacionalmente más acogida que la idea de Cataluña como Estado. Estos son planteamientos de más de cien años, pero que hasta no hace mucho estaban aún acogidos por algunos de los partidos catalanes existentes desde el último cuarto del siglo XX. 

En los últimos años se han escrito y desarrollado diversos ensayos sobre la idea de España. Cuando yo hice la licenciatura de Historia este tema era parte de una asignatura entera, la de las tendencias historiográficas,  los nacionalismos y las ideas identitarias a través de los tiempos. Por entonces no había tantos ensayos como ahora, la mayor parte giraban en torno a las ideas de nación y de Estado nación en el mundo, especialmente desde el siglo XIX, cuando estas ideas conforman la política nacional e internacional de toda Europa y América, aunque la idea de nación es una idea inicialmente sin Estado ni país que introduce en la cultura occidental los pueblos germánicos y bárbaros que invaden el Imperio Romano en su recta final de existencia. Pueblos cuya única unidad eran una tradición lingüística, cultural, religiosa, histórica y demás que los hacían nación, que no estado ni país, que son otra cosa cada uno de esos términos. Nación es un término de esos pueblos germanos que acabó adaptando la cultura europea más desarrollada en aquellos momentos. Los visigodos eran una nación nómada, por ejemplo, que se fueron asentando en diferentes lugares, hasta que al cabo de los siglos encontraron su asiento final en la península Ibérica y quisieron identificarse las provincias de la Hispania romana como sus tierras naturales, aunque evidentemente ellos no eran originariamente de allí. La idea de nación fue recuperándose a lo largo del Renacimiento y especialmente con la Ilustración del siglo XVIII, que termina uniendo la idea de nación con la de Estado en el siglo XIX, sin que la unidad nacional tenga que ver tanto con una misma unidad social y cultural total, sino principalmente con una identidad estatal donde secundariamente haya uniformidad cultural, lingüística, religiosa, etcétera, aunque no todos los nacionales tuvieran que coincidir en su totalidad identitariamente, pero sí en su mayoría. Idea que, por cierto, hasta cierto punto, alimentan ahora algunos partidos de extrema derecha de Europa, por ejemplo en Holanda.  

Sea como sea, recupero hoy un breve ensayo que tuve que elaborar en el último curso de la Universidad sobre este tema, analizando un libro de Fernando Wulf reciente en ese momento. Acabé de escribirlo en el día de Reyes, 6 de enero, de 2004. El libro se llamaba Las esencias patrias, y desmontaba toda idea ultranacionalista dejando en evidencia los diferentes puntos de vista de porqué España era España según cada siglo. Para Wulf las ideas que mueven a los pueblos en la Historia son construcciones según las necesidades o ambiciones de grupos que ejercen el poder o de los conjuntos sociales que necesitan una identidad propia frente otro conjunto social. Desde los íberos al comienzo del siglo XXI

LAS ESENCIAS PATRIAS, SEGÚN FERNANDO WULF

Este trabajo de tendencias historiográficas trata sobre el libro Las esencias patrias. Historiografía e historia antigua en la construcción de la identidad española (siglos XVI-XX), escrito por Fernando Wulf y publicado en la editorial Crítica, en Barcelona el año 2003. Sólo tratará, por otra parte y por acuerdo con la profesora de la asignatura, Margarita Vallejo, de la historiografía de la que el autor escribe hasta el siglo XVIII, incluido este.

Fernando Wulf escribe una historiografía de España, cosa poco realizada en nuestro Estado, recogiendo las más destacadas historias de España que se han escrito desde el siglo XVI. Trata así de dar la evolución de los denominados españoles en la historia, intentando mostrar cómo se han utilizado las diversas interpretaciones de la historia para justificar y legitimar la creación del Estado español, así como su existencia y su papel en el mundo.

En ese sentido justificador y legitimador muestra desde las primeras interpretaciones del siglo XVI, en las cuales se buscaba un pasado heroico y mítico (recurriendo a veces a falsas historias), a otras del siglo XVII, donde se pretende ser más rigurosos con las fuentes y donde Mariana introduce la idea de que el Rey debe gobernar para el pueblo sin caer en injusticias, pues este le legitima, y finalmente al siglo XVIII, donde se eliminan aún más las falsas historias y se presenta a los españoles como pueblo de gran cultura, más que como pueblo heroico (aunque esto también se reivindique). A lo largo de todas estas interpretaciones también se desarrolla la idea de España como lugar de invasiones hasta que logra madurar como nación con la unidad política y el catolicismo. La consideración de las diversas invasiones y su influencia cambia con los tiempos, aunque en general en cada época se reafirme siempre una cierta esencia española que es la que justifica la existencia de España.

España nace con gran fuerza internacional a fines del siglo XV, tras unificar los diversos reinos de la península Ibérica en uno (salvo la fachada atlántica central y sur, que pertenecerá a Portugal, la cual también llegará a ser parte de España en 1580, con Felipe II, y hasta mediados del siglo XVII). Las diferencias lingüísticas y culturales, así como la necesidad de legitimar el nuevo Estado y los poderes cada vez más totalizantes de los Reyes, hacían necesaria una historia de España que explicara las características comunes de las diversas poblaciones de la península. Con estas intenciones los primeros Reyes de España (que eran de origen alemán y también necesitaban justificarse como reyes de los españoles) contaron con historiadores oficiales. Carlos I contó con el trabajo de Florián Ocampo, mientras que Felipe II contaría con el de Ambrosio de Morales. Estos dos historiadores (cronistas) marcarían todo el siglo XVI.

Ocampo escribió una historia hasta la Segunda Guerra Púnica. Su historia se basa en el aprendizaje, desde la ingenuidad y el control externo, a la madurez con la guerra y la independencia. Este autor no duda en glorificar los orígenes españoles usando incluso fuentes falsas e inventadas. Con él comienza la corriente llamada tubalismo. Según ésta, Tubal, descendiente de Noé, se asentó en la Bética, siendo aquella, así, desde el origen una región fértil, culta, civilizada... Hasta el punto que se desprende que culturalmente estaría más antiguamente desarrollada que Grecia. Los mitos griegos y fenicios desarrollados en la península sólo serían reflejos de reyes auténticos que existieron, llegando a escribir una lista ininterrumpida de Reyes hasta los Austria, con Carlos I. Legitima de este modo la monarquía española al dotarla de antigüedad.

Los íberos serían, con todo, los españoles más legítimos (descendientes del poblador original: Tubal). Los invasores, como los fenicios o los griegos, serían corruptores pérfidos de las costumbres españolas. Frente a eso habría reyes tartéssicos que destacarían por su resistencia cultural, y en algún caso armada.

Los cartagineses serían fenicios que vendrían a España para comerciar, quedarse sus riquezas y dominarla. Por ello comenzarían las heroicidades hispanas al resistirse militarmente los habitantes de la península, como en el caso de Sagunto. Lo que no impide que se dividan en dos bandos, los que apoyan al invasor y los que no, posteriormente los que apoyan al invasor y los que apoyan a Roma. Presenta de este modo a los españoles como grandes guerreros, pero con divisiones internas en estos momentos.

El sucesor de su trabajo, Ambrosio de Morales, critica el uso de las invenciones por parte de Ocampo, aunque mantiene ciertos mitos como el de la población de España por parte de Tubal, aunque discrepa acerca de que la pueble a partir de la Bética. Eso justifica a España dentro del cristianismo y su tradición más antigua.

Morales se enfrenta a continuar la historia con las invasiones romanas. Las presenta en un contexto donde pretende presentar a España como sustituta en su actualidad de ese imperio antiguo, a consecuencia de cierta justicia histórica que existiría en el mundo, de algún  modo. El dominio de España por Roma era un paso más en su madurez y hasta en su cristianización. Los romanos serían invasores que en principio se presentaron como amigos. La resistencia española de dos siglos sería una confirmación de un sentimiento guerrero en pro de cierta identidad no bien dibujada, que sería la pertenencia a una inexistente España. Sobre todo con la mitificación de los hechos de Numancia o el paso por la península de ciertos militares de gran importancia. Pero Wulf apunta que los intereses romanos en España no eran tales como en próximo oriente o Grecia, lo que sería motivo suficiente para explicar que la guerra se prolongara tanto.

Morales habla de dos zonas diferenciadas, la sur y levantina, más próxima a la romanización, y la norte (sobre todo), donde habría una mayor resistencia y por ello mantendrían una mayor pertenencia española, causa que explicaría la resistencia a los musulmanes en el mismo lugar. Aunque Wulf explica que no se valora el poco interés de ese territorio en aquellas épocas. Aún con todo, Morales, ensalza las aportaciones hispánicas al Imperio Romano en cuanto a emperadores y literatos.

Una invasión que trata mejor es la visigoda. Esta sería la liberación de España y el castigo a Roma. El Imperio, por su paganismo, no podía menos que acabar invadido y destruido. Los pueblos bárbaros eran enviados por Dios para regenerar la sociedad, lo que le lleva a tratar mejor a esos nuevos invasores. No obstante, para él es un precedente de la unificación política de la península, y por tanto una justificación del Estado español creado por los Reyes Católicos, el cual se funda, entre otras cosas, con sus reyes presentándose como herederos y restauradores del Reino Visigodo, identificado con España y los fueros españoles. Los visigodos traerían primero la unidad política, para traer posteriormente la religiosa dentro del cristianismo. Estas dos unificaciones serían razones usadas como justificantes de unidad a lo largo de la Edad Media por diversos reyes de reinos anteriores a España, pese a que sus intentos de unificación fuesen fallidas hasta la llegada de los Reyes Católicos. La caída de los visigodos sería a causa de la desunión y la corrupción. Por ello Dios les castigaría con la invasión musulmana. Esta sería respondida por Don Pelayo iniciando las guerras de Reconquista y unos reinos auténticamente cristianos que evolucionarían hasta la unidad fuerte que sería España.

Don Pelayo iniciaría su reconquista desde el norte peninsular, lugar considerado como de fuerte permanencia de un cierto sentido de identidad española para toda la península. No es de extrañar que las casas nobiliarias y Reales de España buscasen sus orígenes en aquella zona para legitimarse. Eso no exime al sur y al levante de ser españoles, pero sí implicaría que lo fuesen en un grado inferior al norte. Ello explicaría que las invasiones que tuvo España vinieran siempre de esas zonas, al menos para los autores de la época. Los pueblos del norte eran los considerados no contaminados. Es con Morales con quien se comienza a hablar acerca de que Tubal, el descendiente de Noé poblador de España, habría llegado a poblar la península desde Vascongadas y no desde la Bética. El vasco sería la lengua española más pura. Estos argumentos serían interpretados de otro modo en el siglo XX por Sabino Arana, iniciando el nacionalismo vasco y ciertos argumentos xenófobos. Para Wulf, los autores de la época no tenían en cuenta la falta de importancia estratégica de la zona para los romanos y musulmanes, ni lo que las diversas fuentes en la historia entienden por territorios vascones o cántabros. Sea como sea, los habitantes de las zonas norte fueron privilegiados por los Reyes y por la consideración social general. Si este es el componente de lo español puro, el español sur y levantino tendrían su valor como aquel que enraíza a España con el Imperio Romano y su clasicismo, pues eso legitimaba a la dinastía Austria como emperadores, pues se podían presentar como herederos de la antigua Roma, a la par que el clasicismo antiguo de esas zonas enlazaba con las obras renacentistas de la época.

Ya en el siglo XVII las historias que se escriben pretenden ser un poco más ceñidas a la realidad, aunque aún caigan en cronicones. El siglo en España lo marca el padre Mariana, que no es un historiador oficial del Reino. Su historia pretende llegar hasta la conquista del Reino de Granada, como culminación de España puesta en lo que se considera su puesto natural hegemónico en la cristiandad, por sus luchas. Sin embargo, prosigue su historia un poco más. En cuanto a la historia antigua no incluye grandes novedades, sigue a sus antecesores con la tesis de Tubal, los reyes míticos y la postura española hacia los fenicios, griegos, cartagineses, romanos y visigodos. Los visigodos son resaltados por ser cristianos, aquí introduce su novedad: el reflexionar porqué ellos, y los reinos anteriores y posteriores, cayeron y dejaron de existir. Por lo que su obra se orienta a educar a los reyes, e incluso a concienciar a la sociedad de su paso común por la historia dentro del Estado y por el destino también común, ya sea de modo activo o pasivo.

Mariana opta por la monarquía como gobierno más estable, pero siempre que esté sujeta con leyes y estatutos para todos, incluidos los reyes, pues los gobernantes fueron puestos en su cargo, en origen, por los ciudadanos del Reino. El Rey ha de ser justo y no arbitrario y por encima de la ley, pues sino sería un tirano. Sobre todo porque la justicia también sería una creación de Dios, por lo que debe ser respetada. Por ello defiende el cese o el tiranicidio del Rey si este no obrara con justicia en beneficio e interés de todos los ciudadanos del Reino. Esto es una novedad interpretativa de la política, pero también del uso de la historia para justificarlo y como enseñanza, más que como legitimación y justificación del Estado y la dinastía. Esta visión también la extiende al Papado. Metido en este sentido, alaba las Cortes aragonesas, donde el Rey es controlado por el Justicia Mayor, mientras que en Castilla no es controlado. Piensa que el Rey cada vez se escapa más de los controles, lo que llevará al fin del Reino como hegemónico, ya que podría degenerar en un vicio y dejación que podría ser castigado por Dios. Prueba de ello, afirma, son los fracasos de la Armada Invencible con Felipe II. El abandono de actitudes católicas sinceras en los gobernantes sería la explicación de todos lo fracasos militares de su época. Justifica todo esto alegando el fin de Roma, de los Reinos Hebreos, etc. A la vez, explica así el dominio extranjero sobre los españoles primitivos. La historia española es vista por él por medio de los defectos de los españoles. Roma habría tenido un papel más civilizador, lo que realza su visión imperial de la historia. Los visigodos serían destacados por su cristianismo, aunque su caída vendría por su corrupción. Los diversos reinos cristianos surgidos en la edad Media nacerían intentando retomar las herencias góticas. Hace hincapié en los aspectos morales de todos esos reinos, que explicarían su ensalzamiento y su caída, todo ello lo aplica negativamente al auge y deterioro de los Austria en España. Un deterioro que vendría por separarse de designios divinos cristianos. A fines del siglo XVII la visión de Mariana parecería justificarse no sólo con las derrotas militares, sino también con el deterioro moral y con el de la propia casa reinante de los Austria.

En el siglo XVIII la dinastía gobernante en España cambia por la Borbón. Eso implica un cambio en la política interna, donde la zona del Reino de Aragón perdió sus antiguos derechos como consecuencia de su derrota en la Guerra de Sucesión. A la par, se intenta integrar España en Europa, de donde había quedado deslindada con el final de la casa de los Austria y la decadencia de dicho periodo. La historiografía de la época intenta alejar la leyenda negra que había sobre el país desde el periodo anterior (en todo caso esta es achacada  como culpa de los Austria). Se intenta presentar soluciones y avances al retroceso español, así como integrar a todos los españoles en un proyecto de comunidad española, y no tanto de unión de reinos en uno. Se reivindica el pasado clásico romano, como algo revalorizado por su alto contenido cultural. Se trata de crear conciencias mínimamente cultas. En este sentido se intenta crear una mentalidad y sentimiento de identidad española. Se multiplican por ello instituciones, revistas, expediciones e investigaciones diversas con fines historiográficos. Se recopilan crónicas, fuentes escritas diversas, monedas, catálogos de monumentos antiguos, etc. Y se les intenta expurgar de todo aquello que no es cierto o comprobable con mucho celo. Así, ahora, se diferencia entre tres etapas, por primera vez: la desconocida, la mítica y la histórica.

Hay un interés didáctico desde el Estado y desde fuera de él que cambia la historiografía española. Pero, a la vez, los españoles se fijan en las historiografías e ideas europeas. La rama Borbón explica la caída de los Austria e intenta relanzar a España presentándola desde lo cultural para reintegrarla en Europa.

Para Fernando Wulf el siglo XVIII español vendría marcado por los hermanos Mohedano y por J. F. Masdeu, como principales renovadores.

Pedro y Rafael Mohedano crean una historia de España más centrada en los aspectos culturales y en las explicaciones de los hechos, más que en lo bélico o los hechos en sí tan sólo. Aún con todo no rechazan el pasado guerrero español. Rechazan el origen de Tubal, aunque no de un poblamiento de la península tras el Diluvio. También descartan que existieran reinos y héroes antes de la llegada de los fenicios. Estos, además, habrían venido para comerciar y aportaron conocimientos y cultura a los íberos del sur y el levante. Del mismo modo los griegos. Con lo que España sería un foco civilizado en la antigüedad, que daría aportaciones a las culturas de Gran Bretaña y Francia. Así también aportarían cultura a los romanos, aunque los Mohedano pretendían con esto responder a un historiador italiano de la época, el cual afirmaba que España era bárbara y deterioró al Imperio con sus costumbres, del mismo modo que el Barroco del XVII empezaría en España acabando con el Renacimiento italiano.

Los Mohedano utilizaron numerosas fuentes clásicas literarias y numismáticas para apoyar sus tesis. Roma también habría dado aportaciones culturales a la península, pero le habría quitado la libertad. Los visigodos librarían de Roma a los españoles y a cambio recibirían cultura y civilización. Los musulmanes alcanzarían su esplendor cultural en España, según los Mohedano, por todo aquello que se encontraron en la península ya desarrollado y que pudieron aprovechar. Respecto a los musulmanes intentan integrar sus aportaciones culturales españolizándolas, lo que es novedoso.

Así pues, los pueblos invasores se ven ahora de modo positivo por sus aportaciones, y los pueblos españoles son más destacados por su cultura (en buena parte suma de todas las traídas por los pueblos externos a la península). Queda revalorizado el sur y el levante como habidos de conocimientos y comercio, lo que beneficia a España. El norte es caracterizado como más puro en las tradiciones peninsulares, y serían la aportación de espíritu guerrero en la identidad nacional. España es vista ahora, más que como unidad de todos sus habitantes, como un Estado lleno de diversidad, donde cada población da aportaciones.

J. F. Masdeu creó una historia que seguía a la de los hermanos Mohedano. Su relevancia está en cargar la historia con más fuentes, aún, que estos. Además refuerza la idea de una cultura fuerte y anterior a la griega y a la romana en la península. Su historia tiene ciertas cargas xenófobas al incluir ataques a las diversas culturas externas que llegaron a la península y se asentaron, precisamente por ello. Contra Roma crea mayores ataques por su paganismo. La desunión de la Edad Media también es criticada e incluso la decadencia del siglo XVII. Aunque ensalza lo cultural y lo guerrero.

A lo largo del siglo XVIII en España se producen obras que razonan sobre la democracia y el poder, la revolución americana y la francesa, y el rechazo progresivo a la imitación de lo francés. Acerca de todo esto se crean historias por ciertos autores de lugares que perdieron sus privilegios con los Borbones (v.g. Cataluña). Crean historias de las leyes para defender una idea de monarquía no absoluta, y sí más controlada y parlamentaria, apoyándose en el pasado. Incluso se hacen reflexiones de la antigua historia de España y de la actuación que ésta tenía en América cuando los respectivos autores escriben sus obras. Algunos ven en lo españoles primitivos, sobre todo los del norte y el centro, a los humanos que viven en armonía con las leyes naturales y el ius naturalis. Es el preludio de nuevos tiempos y de otro uso de la historia en el siglo XIX para defender la democracia e incluso formar una idea de nación.

De este modo Fernando Wulf pone de manifiesto como la historia fue escrita en función del presente de cada época y de las nuevas necesidades que iban surgiendo. Ya sean estas legitimar al nuevo Estado o a la nueva dinastía, o justificar la necesidad de cambios en el sistema monárquico destinados a alcanzar una mayor democracia en el poder, o bien crear una identidad española definida de algún modo, de acuerdo a la necesidad del presente del autor. Sea la necesidad de una España heroica en el siglo XVI, o la necesidad de una España culta y civilizada desde antiguo en el siglo XVIII para responder a las acusaciones de atraso.

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