lunes, febrero 04, 2019

NOTICIA 1849ª DESDE EL BAR: ¿POR QUÉ BEETHOVEN? (En nueve sinfonías, a lo sumo diez). -5 de 10-

Tal como dije, tengo la Quinta Sinfonía hace poco, del mismo mercadillo benéfico de la iglesia de San Francisco de Asís donde compré la Tercera Sinfonía. Está en el mismo disco que incluye la Cuarta Sinfonía, ambas tocadas por Barenboim con la Berliner Staatskapelle, en una grabación de 1999 en el Studio One de GDR Radio Studios, de Berlín. Se editó en 2000.

La Quinta Sinfonía de Beethoven (Sinfonía nª 5, en do mayor, opus 67, "La llamada del destino") es la más reconocible y rotunda. Su composición duró varios años al ser interrumpida por los procesos de otras sinfonías, sonatas y conciertos que le fueron encargados o que le surgieron en su imaginación. Es uno de los periodos más fecundos del autor. Las primeras partes que compone surgen en 1804, cuando va culminando la Tercera Sinfonía, en la que pone todo su potencial rompedor y revolucionario. Prosigue en 1805, con ciertos parones que le producen graves ataques de su enfermedad, que cada vez le van dejando más sordo, para su desesperación, y varios capítulos conflictivos en su vida personal y emocional. En 1806 recibió el encargo de la Cuarta Sinfonía, la cual compuso de manera rápida mientras a la vez iba surgiéndole otras obras, pero también más partes de la futura Quinta Sinfonía. El conde Von Oppersdorff, quien le había encargado la Cuarta Sinfonía, quedó tan satisfecho que volvió a pagarle y encargarle otra sinfonía más. Beethoven aceptó el encargo y con eso garantizaba cierta tranquilidad económica, aunque bien sabía que ya tenía una sinfonía en marcha antes de recibir el nuevo encargo, aunque esta nueva sinfonía estaba llamada a ser rompedora y no conservadora como la anterior. En ese mismo año, en el que había conocido a Von Oppersdorff gracias a acompañar en su viaje al príncipe Licknowsky, surgirá que se presentase en público la Cuarta Sinfonía en el palacio del príncipe Lobkowitz, ya en 1807. Este era cuñado del embajador ruso en el Imperio Austrohúngaro, el conde Andréi Razumovski, posterior príncipe ruso de origen ucraniano y partícipe decisivo en el Congreso de Viena de 1814, que pondría fin al sistema e Imperio napoleónico. También a este le gustó bastante la obra de Beethoven, por lo que llegó a pagarle para que le compusiera varias obras. Sólo en 1806 el músico le dedicó cuatro cuartetos de cuerda y para 1807, aunque la nueva sinfonía (la Quinta) la pagaría Von Oppersdorff, sería dedicada a Razumovski, y aún todavía posteriormente le dedicaría la Sexta. También la composición de la Sexta Sinfonía interrumpiría la de la Quinta, ambas se estrenaron juntas.

La obra fue acabada y presentada al público en diciembre de 1808, en Viena, en el Theater an der Wien. Era muy potente. Duraba de nuevo unos treinta y seis minutos a lo largo de cuatro movimientos. Predominaba el sonido con brío y el allegro. Ya desde el mismísimo comienzo introduce la coda más famosa de la Historia de la música. Tenía una gran innovación que terminaría afectando a toda la música posterior, aunque en ese momento dividió al público entre quien lo amó y quien no sabía qué pensar. Se trataba de la unión de todos los movimientos a través de la repitición constante de la citada coda, lo que podríamos llamar "estribillo". La sinfonía contaba una historia emocional llena de pasión desaforada, pero permanentemente se volvía de un modo u otro a un mismo punto emocional, la repetición de una coda como si de una constante vital se tratara. Era lo que Beethoven llamó "la llamada del destino", pues ocurriera lo que ocurriera no se podía eludir al destino. Nada de lo que se hiciera podía eludirlo. Pasaba así a una forma enérgica y alegre lo que era una tragedia personal, el avance de su sordera entre otras cuestiones afectivas que parecían repetirse con final fallido en su vida, y de paso lo traducía a un lenguaje emocional musical que no narraba su propia historia, sino que se hacía eco del destino de todas y cada una de las personas, era la llamada del destino de todos los seres vivos de la existencia. La propia angustia le hizo componer con furia y eso se trasluce en la fuerza de esta composición. Aún profundizó más en todo esto al ver el desarrollo de la guerra entre 1804 y 1808. La desilusión que le produjo lo que consideró una traición a la revolución por parte de Napoleón, así como la expansión del Imperio Francés también le hizo pensar en lo inexorable del destino. Más todavía cuando esta obra habría de ser estrenada junto a la Sexta, como se ha dicho, en 1808, fue en Viena, en esos momentos ocupada por los franceses. Beethoven, afrancesado, aunque contrario al autoritarismo imperial, tuvo un público con serias preocupaciones políticas propias de la guerra y la ocupación.

Más aún, la Quinta Sinfonía no sólo se estrenó junto a la Sexta, lo hizo junto a nueve composiciones nuevas más. Fue una maratón de música de Beethoven. Algo extraño. Fue perfectamente ejecutada por Beethoven, según han quedado registrados los testimonios presentes, a pesar de que el autor decidió ensayarla una única vez previa, pero el ambiente era tenso y violento a causa de la citada ocupación francesa. 

Beethoven estaba ya casi sordo del todo y eso le había provocado una fuerte conmoción espiritual y un carácter cada vez más irascible con periodos de depresión profunda. La composición de la Quinta Sinfonía fue tan larga porque en ella expuso la mayor de sus dedicaciones, ya que deseaba que la entrega al Arte aliviara todo sufrimiento en su ser. 

Fue publicada en 1826, un año antes de su muerte, con la dedicatoria doble a Lobkowitz y a Razumovsky, en pleno apogeo de la cultura romántica, pero también con la segunda ola revolucionaria europea (fracasada) en una Europa de la Restauración totalmente reaccionaria en lo político y ansiosa de libertades por parte de sus sociedades alejadas de la detentación del poder. Beethoven estaría con lo revolucionario, con los románticos. Era también la llamada del destino, por así decirlo, una llamada que a través de su furiosa innovación de la coda repetida se filtraría en toda la música que estaba llamada al éxito, y en todos los estilos musicales, así por ejemplo el rock and roll, el blues, el jazz y toda música popular del siglo XX que hoy día disfrutamos no se podrían entender sin codas, sin codas rotundas y sin repeticiones de las mismas para construir todo un mundo e historia emocional.

No hay comentarios: