Hasta siete espías de la CIA, la agencia central de inteligencia (servicio de espionaje) estadounidense, yacen y descansan muertos en la fosa común número 39 del cementerio de Alcalá de Henares. O tal vez yacieron. En principio, hasta donde yo sé, yacen, pero pudieran haber sido exhumados. Lo cierto es que he sabido de ellos hoy, al leer la revista El País Semanal, nº 2.105, de 29 de enero de 2017, en el reportaje "Ricardo Sicre, la huella de un agente secreto", escrito por Álvaro Corcuera. Sicre no es un personaje nuevo, cuenta incluso con dos películas documentales, Agente Sicre, el amigo americano (2014, Pablo Azorín , Marta Hierro y Alberto Jarabo) y Espías en la arena. Objetivo España (2016, Pablo Azorín y Marta Hierro). Es un personaje que además también ha salido ya estudiado en varios libros de Historia, uno de cuyos autores es el reconocido historiador Ángel Viñas, a quien tuve la oportunidad de ver en persona una vez en conferencia y de quien, habiendo leído bastantes de sus textos, sólo se le puede criticar de ser excesivamente benévolo con todo lo que hicieron en el pasado PSOE y UGT y excesivamente contundente contra todo movimiento político, social o sindical que no sea de esas dos organizaciones. Ricardo Sicre, sin embargo, no era del PSOE, no era socialdemócrata, era del PCE, era comunista, pero no es él quien se encuentra en el cementerio viejo de Alcalá de Henares, cuya fosa 39 se haya fotografiada en el mismo reportaje citado.
Los siete espías de la CIA que fueron enterrados de modo anónimo en el cementerio de Alcalá, o agentes de la CIA, como se prefiera llamarles, fueron agentes al servicio de Ricardo Sicre, que fue el cabecilla de un grupo de espías españoles de origen republicano al servicio del servicio secreto de Estados Unidos que por entonces todavía no se llamaba CIA, sino OSS. ¿Hubieráis comenzado a leer este artículo si hubiera dicho "siete agentes de la OSS" en lugar de "Siete agentes de la CIA"? Pues precisamente porque sé que vivimos en épocas donde prima el espectáculo y como realmente no miento al decir CIA en lugar de OSS, siendo la OSS el antecedente de la CIA que fundó el presidente norteamericnao Franklin Delano Roosevelt en los años 1940, con ese reclamo me permito el lujo de reflexionar sobre ese interesante reportaje al que os remito para su lectura a quien esté más interesado.
Los siete agentes de la OSS no sólo fueron enterrados en el cementerio antiguo de Alcalá (por entonces simplemente el cementerio de Alcalá de Henares), previamente fueron fusilados en esta ciudad, tras pasar una temporada en la cárcel política (hoy Parador Nacional) y ser juzgados y sentenciados a muerte por la dictadura de Franco. Todo esto ocurrió en 1943 como consecuencia del fracaso de la Operación Banana, una operación secreta organizada por Estados Unidos con agentes de la OSS cuyos oficiales al mando eran Ricardo Sicre y Donald Downes. La idea era desembarcar combatientes españoles en las costas andaluzas y en Melilla para preparar una invasión aliada a la España de Franco con el fin de poder garantizar que no habría problemas con las operaciones militares que en el Norte de África darían lugar a la Campaña de África, cuyo culmen sería la batalla de El Alamein, igualmente querían garantizar que Franco, que acababa de mandar soldados españoles a Stalingrado en ayuda de Hitler, no involucrara a España en la guerra mundial en auxilio de Alemania e Italia, lo que complicaría los planes de invasión a Europa que tarde o temprano ocurriría, como así fue por vía Italia y por Francia. Los españoles que localizó Sicre eran republicanos presos de la Francia colaboracionista que estaban siendo usados para construir el tren Transahariano en Argelia, buena parte de ellos de filiación comunista en la pasada guerra civil española, aunque no todos los que estaban en la Argelia francesa eran de esas ideas.
La detención por parte de la policía político social de Franco del comunista Antonio Rodríguez López provocó que las torturas recibidas por este derivasen en una serie de delacciones que provocaron más de doscientas detenciones y el fracaso de la Operación Banana y otras tantas programadas con nombres de fruta. La Operación Banana era la destinada a desembarcar comandos españoles republicanos en Málaga, esa operación y la Operación Albaricoque, destinada a Melilla, fueron las únicas en realizarse, aunque de modo fracasado. Del fracaso de aquella operación salieron juicios sumarísimos y penas de muerte que son las que nos llevan al presidio en Alcalá, pena de muerte y enterramiento de aquellos siete miembros de la OSS que trabajaban para Sicre, uno de ellos: Manuel Lozar. El fracaso de la operación puede estar aún sujeto a mayores estudios y consideraciones. Tal como recuerda el reportaje, en 1943 el PCE estaba dividido entre sí a costa del caso de Jesús Monzón, uno de los líderes del partido comunista, el cual era partidario de estar aliados con Estados Unidos para liberar España. Entraría en conflicto con Santiago Carrillo, esto se resolvería en 1945, tras la invasión fallida del Valle de Arán, con la detención de Monzón en Barcelona de manera sospechosa. Enrique Líster, comunista español proclive a Stalin como Carrillo, diría en sus memorias que los agentes de Carrillo buscaban a Monzón de camino a una reunión en Toulouse, si le hubieran encontrado ellos antes le hubieran matado, sólo que hoy día muchos historiadores sospechan que la detención en España de Monzón pudiera tener que ver también con acciones de Carrillo, que pudiera haber esperado que Franco lo fusilara. Como quiera que nadie, ni nada, ha aclarado estos sucesos de manera indudable, a nosotros nos basta el dato en 1943 de que el PCE estaba dividido entre posturas cercanas a Carrillo y su cercanía a Stalin en esas fechas, y posturas de diversos líderes alternativos que deseaban una acción más dirigida al interior de España y menos dirigida por el PCE del exilio amparado por los intereses en cada momento de la URSS.
Los miembros de la OSS, como todos aquellos que participaron de la operación fallida de 1943, sabían a lo que se enfrentaban si, como ocurrió, fallaban. Estados Unidos no quería implicar a España en la guerra por un error suyo, a pesar de que hacían aquello precisamente para evitar una implicación mayor de lo que ya estaba implicada España con la guerra. Estados Unidos abandonó a sus agentes presos por cuestiones estratégicas. Tras el final de la guerra en 1945 pudo haber reclamado sus nombres, pero los acontecimientos se fueron sucediendo y nadie quería entrar en España tras liberar el resto de Europa. En 1947-1948 la Guerra Fría contra la URSS era ya un hecho evidente, tan evidente como el aislamiento de España por haber colaborado con Alemania e Italia y ser un gobierno de origen fascista, pero cuando comenzó a gobernar el general republicano Eisenhower se comenzaron a abir puertas a España hasta el punto que en 1953 era ya un gobierno aliado de Estados Unidos de manera pública mundialmente. La dictadura de Franco se prolongó hasta su muerte en 1975, y hasta su desmontaje político en 1977-1978, y estos agentes de la OSS no fueron reclamados: fueron olvidados, más aún en aquellos años, y especialmente en los años 1950 estadounidenses, cuando estas personas, y su propio jefe, Sicre, habían sido del Partido Comunista de España. Y ahí seguían hasta que alguien recuperó su historia a comienzos de la década de los años 2010. Y ahí están en el cementerio de Alcalá bajo el número 39 y un montón de tierra, sin ningún recordatorio de quiénes eran aquellos del número 39.
El cementerio viejo de Alcalá esconde secretos entre sus obras de Arte fúnebre que se acumulan desde el siglo XIX. Ya en 2014 había comentado que se enterraron durante los años de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) a soldados alemanes que murieron en esta ciudad durante una parada que tuvieron que hacer al venir a la península tras su derrota en África, se puede leer en la Noticia 1359ª. Estos tenían su tumba con lápida. En el asunto de los agentes de la OSS se les enterró en una fosa común, como a la gran mayoría de los ejecutados republicanos de Alcalá de Henares durante la represión política que le sobrevino a la ciudad a partir de 1939. Estos se enterraron en la fosa común del zanjón, a mano izquierda del cementerio, junto a la tapia, según se entra por la puerta. Fueron alrededor de doscientas ochenta y seis personas ejecutadas. En 2012 se le colocó por primera vez una placa conmemorativa, la cual fue rápidamente retirada, no se sabe si por el ayuntamiento, los servicios del cementerio o alguien contrario al homenaje a los que dieron su vida por pensar diferente al franquismo. Al año siguiente ocurrió lo mismo. Pero en aquel 2012 yo estuve, y leí un poema mío a petición de los organizadores del acto, Noticia 1070ª. En aquella ocasión estaban presentes varios políticos de la izquierda alcalaína, entre ellos el actual alcalde del PSOE, Javier Rodríguez, que prometieron colocar un monumento o una placa permanente en aquella zona en recuerdo y homenaje a su memoria, ya que incluso uno o dos años antes, yo creo que un año antes, el gobierno del PP en manos de Bartolomé González había planteado incluso construir una acera de losas encima de aquel lugar, que aún con todo conserva algunos montículos de tierra y algunas cruces que marcan enterramientos comunes, como el de la fosa 39. Si en los años 1970 se logró exhumar algunos cuerpos, otros no. Sea como sea, esa zona es una zona de momentos trágicos de la Historia reciente de la ciudad y debieran ser recordadas las personas que un día murieron en defensa de libertades y derechos que hoy día disfrutamos. En todo caso no es la única promesa incumplida en este sentido. También Bartolomé González, alcalde que fue por el PP, prometió en 2008 honrar con una calle o con una placa a Nacarino, miembro alcalaíno del PCE que en 1947 fue encarcelado y procesado por la explosión del polvorín de Alcalá, siendo inocente, Noticia 396ª. Nunca cumplió su palabra al respecto. Un año más tarde, en 2009, el propio Parador Nacional, o al menos una de las personas responsables de él, comentaba que colocarían una placa allí, por haber sido la cárcel política, por los ochenta alcalaínos encarcelados y procesados por aquella explosión, y sus ocho fusilados en 1948, siendo inocentes todos ellos, Noticia 620ª. Tampoco esto se ha realizado. Aunque otras placas, como la destinada este año a Melchor Rodríguez, Noticia 1657ª, o la que desde el año pasado se pretende colocar detrás de la ermita de El Val por ser allí donde fusilaban a los republicanos alcalaínos, parecen ir yendo hacia su consecución.
Sea como sea, el cementerio viejo de Alcalá esconde secretos más allá de sus obras de arte funerarias. Entre sus tumbas y criptas se pueden encontrar nombres y apellidos conocidos de familias y personas relevantes en la Historia y devenir de la ciudad, pero también se encuentra una bonita evolución de conceptos y de arte desde ese siglo XIX hasta casi el final del siglo XX, si bien se siguen haciendo algunos enterramientos, pocos, pues ahora la mayoría son en el cementerio nuevo o Cementerio Jardín, en la carretera del Gurugú. No es la primera vez que lo comento en esta bitácora, pero el caso de los siete agentes de la OSS enterrados aquí me da la ocasión para poder reiterar y reivindicar el cementerio viejo como otro lugar a conservar como parte del patrimonio cultural de la ciudad, parte de su Historia. Algunas de sus lápidas se encuentran deterioradas y a punto de perderse para siempre si no tienen una restauración mínima. No es cuestión de ponerlas nuevas, como si fueran de ayer, pues entonces el cementerio perdería su sentido y su encanto, pero sí de poder conservarlas todo lo mejor posible y fomentar el conocimiento de lo que encierra este camposanto. Se pueden hacer incluso rutas. Si bien esta idea ha producido que algunas amistades me preguntaran si hay alguien conocido enterrado allí, y descartar ellos interés alguno por tal ruta si no lo hay. La idea en sí me parece una buena idea, porque el cementerio en sí es toda una puerta a un cierto romanticismo plagado de varios estilos artísticos mezclados desdel el siglo XIX. No es un cementerio feo, ni es un cementerio sin historias. No necesita de grandes nombres para tener su atractivo por él mismo. Sólo hay que conocerlo y conocer algunas de las vidas de quienes allí están. En otras palabras: como parte de la Historia de Alcalá que es, sólo hay que conocer y fomentar la Historia de Alcalá para acercarse a él, aunque, sinceramente, si no se supiera mucho de ella, ya de por sí es un lugar hermoso, forzosamente plagado, ¿cómo no?, de todas aquellas connotaciones que más allá de la Historia o el Arte puedan atraernos de un cementerio de cerca de ciento cincuenta años de antigüedad. No se trataría tampoco de perturbar su paz ni de hacer de él un "circo". Hay que evitar eso, por supuesto, pero contiene elementos suficientemente atractivos para su conservación y promoción, como el enterramiento en farola de quien pagó una farola para las noches del cementerio, o aquellas personas que sobre su lápida no colocaron cruces, vírgenes o Cristos, si no a la mismísima diosa romana Proserpina, esposa de Plutón, equivalentes de los griegos Perséfone y Hades. Los misterios y los simbolismos de tumbas y criptas son puertas abiertas a innumerables interpretaciones y narraciones por conocer o por evocarnos. Todo entre cipreses y tapias de ladrillo entre formas decorativas neomudéjares o bien de un modernismo castellano que roza los colores terrosos de la arquitectura centroeuropea de finales del siglo XIX y principios del XX.
Nada hay que recuerde a los miembros de la OSS, ni porqué allí y no en otro sitio, en aquella fosa 39, como nada hay que recuerde nada del pasado de esta ciudad y de la gente que fue allí enterrada en ese cementerio, en ninguna época ni contexto. Hay una tumba cerca de esas fosas que contiene en su lápida el nombre de varios miembros varones de una misma familia muertos el mismo día de 1939, poco después del final de la guerra. ¿Qué historia contiene? ¿Fueron ejecutados, como uno podría pensar? ¿Por qué, por quién? Pero también hay tumbas familiares con el apellido de los Azaña, que es una familia muy activa como escribanos, notarios, miembros del ayuntamiento y negocios de la ciudad desde el siglo XVI-XVII en adelante. Hay tumbas comunes de conventos de monjas que así lo escriben sobre el mármol que las cubre. Hay criptas con cúpulas, gárgolas y formas propias de cuadros romanticistas y neogóticos, tal vez muy apropiados para rodar películas con escenas tenebrosas o misteriosas. Tumbas casi comidas por hongos y musgos, decoraciones que hace cien años que no se hacen, rejerías apasionates, conceptos del más allá en relación con el más acá cambiantes a lo largo de las décadas representados en múltiples formas e inscripciones, hay militares muertos a finales del siglo XIX, tal vez algunos intervinieron en la Guerra de Cuba, otros los hay que nos hacen pensar en la Guerra del Rif. Hay, en definitiva, todo un legado por conocer. Un legado que pudiera ser muy interesante conocer. Y hay gente y acontecimientos que aún esperan ser honrados debidamente, respetados como es debido.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
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