No es la primera vez que hablo por aquí de Salustiano Masó, ya sea porque comento algún libro que leí de él o porque quería recuperároslo para vuestro conocimiento. Antes del año de la pandemia (ya parece que nuestras generaciones medimos el tiempo en los términos de antes y después de la pandemia) os hablé de él varias veces. Creo que fue en 2018, o quizá principios de 2019, que invitado por Cristina Penalva a recitar poesía en el Palacio de Laredo, yo opté por recitar un poema mío y unos dos de él, y les hablé al público de él. Fue entonces cuando otro veterano poeta de Alcalá que le conoció de jóvenes, me comentó sobre él y me dijo que en 2014 se le hizo un homenaje de parte del ayuntamiento y se escribieron artículos en prensa local. Ambos están ya fallecidos, lamentablemente. Sinceramente, y creía que Masó habría muerto en 2020, el año de la pandemia, por la pandemia y la edad, pero murió el año pasado, 2024, con 101 años, cerca de cumplir los 102.
Fue en aquel 2019 que comencé a comentar sus libros en Las notas de los cíclopes libreros, de momento un par, aunque me quedan muchos por comentarle, una veintena. Desde entonces he hablado de él a varias personas. Incluso intenté convencer en varias ocasiones a Marcos, dueño de la librería y editorial Domiduca para que reeditara alguno de sus libros, que contactara con la familia, porque yo, en 2020, ya lo dije, pensaba que ya habría muerto. Pero Marcos no lo veía claro y sólo se quedaron en conversaciones entre nosotros dos, lo que equivale en público al silencio y la inexistencia. Sin embargo alguien debió oírme, porque la asociación ACE, de traductores, contactó conmigo para que les escribiera un artículo sobre Salustiano Masó para su revista Vasos Comunicantes, y lo hice, en febrero de 2021 se publicó.
¿Por qué rememoro todo esto? Primero porque quiero; segundo porque se ha publicado este año una antología suya llamada El tiempo que era mío, que sin duda fui a comprar a la librería Diógenes, la cual ha seleccionado el alcalaíno Darío Márquez, relacionado con Cadena SER, y J.R. Barat, quienes sí le conocieron; tercero porque para mi sorpresa me contactó la semana pasada el concejal de Cultura Santiago Alonso (PP) por si quería leer algún poema suyo en la presentación del libro, acepté, aunque no lo hice porque la presentación misma al cargo de Darío y de Barat era ya de por sí leer poemas de Salustiano; y cuarto, porque en esa presentación Darío y Barat, y después en entrevistas de radio y prensa escrita, no se han cansado de decir que Salustiano Masó es un gran desconocido en Alcalá y que nadie le recuerda, y eso, queridos, no es cierto. No lo es en parte, en otra gran parte lo admito, pero no es cierto que no se le recordase en Alcalá. Fue el historiador local Vicente Fernández, que también asistió al acto, el que me dijo entre nosotros cuando terminó la parte de presentación del libro y recital, "estos no se acuerdan que tú le recitaste en el Palacio de Laredo". También estaba por allí la mujer más o menos de mi edad o cerca que me contactó para aquello de la revista Vasos Comunicantes, y también estuvimos hablando entre nosotros de mi artículo.
Sea como sea, acudí a la presentación porque quería ir, quería hacerlo incluso antes de que me contactara Santiago Alonso. Una semana antes me había comprado la antología y también visité tranquilamente la exposición temporal que le han hecho en la Sala de Exposiciones del Antiguo Hospital de Santa María la Rica. Fue en este mismo sitio donde presentaron el libro en la sala de actos, que estaba llena tanto de personas del mundo de la cultura de Alcalá, como de personas que conocieron a Salustiano, incluida su hija y también su hijo, que aparece en la foto que os comparto sentado entre Santiago Alonso y Barat (el segundo por la izquierda), ladeado, pues al final del acto fue invitado a subir para que leyera una postal que le escribió Gabriel Celaya a Salustiano y que él descubrió de casualidad dentro de uno de los libros de su padre al cogerlo de la estantería para preparar la antología.
Y es que Salustiano, premio internacional y nacional de traductores, fue un poeta de primer orden en la década de 1950 y hasta los años 1970 muy tenido en cuenta, luego, como él se apartó de los focos, los medios y los otros poetas le fueron olvidando. Pero él tuvo el reconocimiento público y la amistad de Gerardo Diego, fue premiado durante la guerra por Miguel Hernández, Camilo José Cela contó con él para la poesía social, y así podríamos seguir con otros nombres.
Un hombre que tanto cuidó animales en el zoo, como fue guardia de tráfico (y con el traje sin quitar de guardia de tráfico acudió alguna vez a recitar a los cafés), que escribía una poesía de primer orden, en letra grande. Ojalá se le vaya poniendo en el lugar donde debe en la Literatura española, tal como Gerardo Diego dijo.
Santiago Alonso anunció y confirmó que pondrían una placa en la calle en la que nació, que no es otra que la calle Imagen, de donde eran también Miguel de Cervantes y Manuel Azaña, y donde residió brevemente Santa Teresa de Jesús, por lo que es una calle que pasa a ser nuestro pequeño Barrio de las Letras, una calle tocada de la gracia de los escritores. Sinceramente, también hay que decirlo, no me cuadraba mucho dónde estaría su casa natal y le pregunté a Vicente Fernández que si él lo sabía. Me dijo que sí. La casa ya no existe en sí. Fue derruida en parte para construir la ampliación del Museo de la Casa Natal de Miguel de Cervantes. Es la parte nueva del museo, la parte trasera. Por lo que es de suponer que la placa habrá de ponerse ahí. Santiago Alonso, a una pregunta mía, me dijo que estaban en trámites con la Comunidad de Madrid, por los permisos, pero no me dijo dónde se pondría en concreto, tampoco se lo pregunté.
Id a ver la exposición, merece la pena, al lado hay otra con pinturas de Dalí sobre la Divina Comedia de Dante. Y leed a Salustiano Masó, compraros la antología. Merece la pena.
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