Ayer, 30 de septiembre, hubo en Alcalá de Henares el sorprendente suceso de dos conciertos de música clásica a la vez. Uno de ellos fue en el Auditorio Municipal Paco de Lucía, con obras de Vivaldi, Bach y otros autores, que empieza a ser una cita clásica en el comienzo del otoño complutense desde hace unos pocos años. El otro concierto fue una total novedad, lo ofrecía la Orquesta Filarmónica Cervantina de las 25 Villas. Se trataba del segundo de una serie de conciertos reunidos bajo el nombre de gira y la temática de Rincones para el Arte: Quijoteces sinfónicas. El primero había sido un día antes, el viernes 29, en el Teatro Palenqué de Talavera de la Reina. En Alcalá de Henares eligieron como lugar emblemático el patio, antiguo claustro, del Museo Arqueológico Regional de Madrid, que en otros siglos fue convento dominico y también juzgado de primera instrucción. Serán treinta y seis conciertos en lugares emblemáticos de diferentes municipios todos a una distancia promediada de treinta minutos de Alcalá de Henares. Así pues, se trata de un ciclo musical sinfónico con temática cervantina, centrada en Don Quijote, y que aporta dar una vida cultural y uso cívico a diversos lugares emblemáticos de la comarca del Henares. La Orquesta Filarmónica Cervantina de las 25 Villas, muy bien liderada por Fernando de la Casa, que por otra parte fue quien me invitó al evento, tiene en su espíritu estar al servicio de la comunidad de personas que forman la ciudadanía. Con ese afán de servicio y con total amor a la música montaron este ciclo de conciertos, cuya próxima parada será el 7 de septiembre en Velilla de San Antonio, gracias a la colaboración de los ayuntamientos de Camarma de Esteruelas, Torres de la Alameda y la propia Velilla de San Antonio, más el Museo Arqueológico Regional, el grupo catalogado como Ciudades Cervantinas y los grandes almacenes comerciales El Corte Inglés de Alcalá de Henares.
Tal como explicaban ellos mismos en el programa, la novela de El Quijote no sólo innovó a nivel literario, es una de las primeras obras artísticas metaliterarias, metaculturales. Esto es: que transciende varios planos más allá de lo literario, incluso introduciendo al autor en la obra, y salta a lo largo del tiempo a otras artes como puedan ser cuadros, fotografías, teatro, cine, danza, esculturas y, desde muy temprano, la música. El universo del Quijote queda así inserto en una revolución cultural que hoy día nos es muy común, pero que para entonces era algo rompedor. Indudablemente un mundo tan enriquecido más allá del libro hace que nos llegue la obra de muy diferentes formas, percepciones, sensaciones, interpretaciones, narraciones... La Orquesta Filarmónica Cervantina de las 25 Villas eligió un repertorio de ocho autores, en realidad de nueve. Telemann (Burlesque de Don Quixote, 1761), Boismortier (Don Quichotte chez la Duchesse, 1743), Purcell (King Arthur, 1691), Chapí (La venta de Don Quijote, 1902), Rubinstein (Humoresque de Don Quixotte, 1870), Massenet (Don Quijote, 1910), Minkus (Don Quixote, 1869), Antón García Abril (Canciones y danzas para Dulcinea, 1985) y Vangelis (La conquista del Paraíso, 1992). El último autor no estaba dentro del programa, del mismo modo que la obra no tiene que ver directamente con Don Quijote. Se trataba de una sorpresa para presentar y hacer tocar a la sección infantil de la orquesta, que tocaron como auténticos adultos experimentados. Hizo especial sensación un niño de muy corta edad tocando el triángulo. Esos dos últimos temas, además, aproximaban al Quijote no sólo a la música, si no también al cine. Justo el final te transportaba en un largo viaje con un crecimiento final que te hacía la sensación de haber avistado una tierra maravillosa tras muchos esfuerzos.
No era un repertorio obvio ni tampoco es fácil escuchar esta selección en concierto. Predominaba en la selección las oberturas, preludios e introducciones, aunque los dos interludios de la obra de Massenet me llamó la atención y me sumergió en ello. Las dos últimas interpretaciones fueron las más aplaudidas. En la colección de canciones y danzas de García Abril daba además cierto buen humor ver como uno de los violinistas afrontados al director de la orquesta disfrutaba con lo que tocaba al menear a ritmo la cabeza como en una especie de baile personal. Su buen humor se transmitía junto con su música.
La orquesta, dirigida por Radu Georghe Stan, está compuesta por cuarenta músicos, de los que veinticinco son la sección de cuerda. Precisamente una extensa primera parte de un poco más de treinta minutos (el concierto duró cerca de una hora y cuarto o poco más) fue fundamentalmente música de cuerda con unos muy pocos apoyos de viento. Fueron en general partes breves. Toda la instrumentación al completo sonó a partir de la mitad de la velada, ahí si hubo mayor duración de las piezas. Dos secciones de violín con trece violinistas entre las dos, una sección de viola con cinco violas, una sección de cinco violoncelos, dos contrabajos, dos flautas, dos oboes, un clarinete, un fagot, dos trompetas, dos trompas, tres trombones y dos percusionistas.
El concierto mereció mucho la pena. Varios de los músicos eran estudiantes de conservatorio aún, otros, por lo que me contó alguna persona del público, no habían pisado el conservatorio, habían aprendido por otros medios, pero tocaron todos muy profesionalmente. Se les notaba el entusiasmo. Lo cierto es que traté de compartir la suerte de poder haber asistido con alguien, hasta cinco intentos de encontrar a alguien interesado para acompañarme, pero todas las personas contactadas tenían compromisos, la que aceptó se quedó dormida por lo que llegué a la puerta del Museo sin acompañante. Pero como todo ocurre por algo, coincidí en la cola de espera de entrada con una mujer a la que la chica que daba el acceso no la encontraba en la lista de invitados. Era la madre de una de las violinistas, creo que de Paula Alba, que habría olvidado dar su nombre para la lista, por lo que no tenía reserva. Como quiera que yo estaba detrás de ella viendo esta escena y viendo que la madre se desesperaba y entristecía por partes iguales, le dije a la chica que ella era mi acompañante. Así que vimos el concierto juntos en este extraño encuentro. Fue una compañía muy agradable y además se notaba satisfecha de poder ver a su hija tocando ante tanta gente. "Yo no sé de música", me dijo ella, "sólo le tiene que gustar", le dije yo. Y en definitiva creo que ahí está el espíritu de esta orquesta y de estos conciertos: compartir y disfrutar juntos.
Yo lo disfruté mucho, excelente concierto. Novedoso y nada obvio. Con vigor y con delicadeza, el baile de la cabeza del violinista, yo creo que Daniel Verduras, era expresión del alma de todos los allí oyentes.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
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