Para ser incisivo, nunca mejor dicho, hoy tengo bastante en común con Miguel de Cervantes en Alcalá de Henares. Me es muy costoso escribiros hoy. Digo que me es costoso físicamente hablando. Principalmente porque me veo forzado a usar una sola mano. Y me será costoso los próximos días, según la doctora de guardia de urgencias del Hospital Príncipe de Asturias anoche, como mínimo unas dos semanas, quizá un mes. Espero poder escribiros, aunque deje unos pocos días más de distancia entre entrada y entrada en estos tiempos, ya sea como hoy escribiendo con suma paciencia y costo, o bien con la ayuda de una amiga que se ofreció de "secretaria" ocasional cuando tenga tiempo ella para tareas de escritura mías. Cosa a la que le estoy muy agradecido.
Preparando comida anoche que había dejado congelada, vi que esta se había pegado al plato donde la dejé. En lugar de esperar a un proceso natural de descongelación o acelerarlo por otros medios, cosa por otro lado que no era conveniente por motivos que no vienen al caso contar estando sufriendo esta escritura, usé la clásica palanca con un objeto de metal. Error mío por negligencia que normalmente no cometo en la cocina, usé un cuchillo de carne. Ahorro los detalles de cómo casi había logrado del todo mi objetivo cuando la palanca, o sea el cuchillo de carne, hizo lo propio de su uso y clavó en carne, en mi carne en concreto. Cedió de súbito y de súbito hincó en la palma de mi mano izquierda, creo que chocando con algún hueso. A borbotón propulsado salió un chorro de sangre en un arco de la mesa al suelo, como una lluvia roja que tuvo corta vida, pues por reflejo me taponé la herida punzante con mi mano y busqué algo para taponar, que era papel de cocina y vendas viejas que, unos minutos después, me trajo mi madre. Limpié rápido el suelo y reuniendo monedas me fui a las urgencias del ambulatorio médico Luis Vives. Allí me atendió una doctora o enfermera, no lo tengo claro, muy amable y atenta que creyó que por el ancho del corte aquello era curable. Fue quitarme mi tapón improvisado, mover los dedos y salir sangre y más sangre empapándolo todo y haciendo piscina en la palma de mi mano y en el suelo de la camilla. La hemorragia no se podía parar, era la herida corta de ancho, pero, tal como percibí al "acuchillarme" yo mismo, profunda. Taponó con gasas y vendajes y me mandó con urgencia prioritaria a las urgencias del hospital
Era noche víspera de Jueves Santo. El transporte público se merece comentario crítico grave, pero me duele mucho la mano para prolongar esta escritura por hoy. En el hospital me dieron prioridad absoluta. Fue entrar y ser mandado de inmediato a la doctora de guardia, que requirió a dos enfermeras para asistirla en lo que había que hacer una vez que me examinó con iguales resultados que en Luis Vives (en realidad un enfermero y una enfermera). Sangre aún más abundante, caliente y roja sobre mi palma, llenando de charco la camilla e imparable.
Esta es una historia de sangre y carne. No podía abrir ni cerrar del todo, ni bien, los dedos, aunque podía moverlos... como si fueran una válvula de un pozo, bombeaban más sangre. La mano se ponía blanca y fría, aunque notaba el calor de mi piscina de sangre sobre la palma haciendo pequeños torrentes que desembocaban en la camilla.
Afortunadamente, según la doctora en esa intervención primera, no he cortado el tendón de los dedos medios de la mano. La cuestión es que el cuchillo acertó de pleno a una arteria y me la cercenó. Sangre.
La enfermera y el enfermero experimentaron una suerte de torniquete en mi brazo con la maquina de tomar el pulso. Saturaron sus conductos de aire y lo bloquearon con unas pinzas de operar, con lo que mi brazo cortó la hemorragia. La intervención duró una hora. Me operaron con microcirugia, que es lo mismo que decir que con los conocimientos y medios del siglo XXI me intervinieron como sólo se puede intervenir ante una herida de cuchillo, tal como se ha procedido en la ciencia médica desde la Edad Antigua, La Edad Media o cualquier otra edad, sólo que yo conté con una anestesia local que tardó un minuto en serme inyectada del todo en medio de unos dolores que sólo a los que les cortan la carne en vivo sabrán imaginar.
Mi doctora era muy joven, quizá su primer año de médica. Me parece bien, porque los nuevos médicos se han de foguear y sólo así aprenden para que en años venideros sean gente de mucha experiencia que salven personas y miembros. No me quejo, lo contrario. Se han de foguear así, no hay otro modo, me parece bien que me atendiera ella, que me dejó la sensación, junto al enfermero, de que yo era su primera operación de arteria seccionada, sino también de cualquier otra cosa. Comentarios entre ellos, sucesos en el proceso... inseguridades, algunas bromas sutiles que creo que pensaban que yo no captaba... No me quejo. Les estoy agradecido por su trabajo. Yo mismo hablaba minimizando el asunto con temas fugaces que ellos mismos planteaban, intentando aportar confianza. Dicen que una de las grandezas y a la vez de las miserias del ser humano es ser consciente de sí, de la mortalidad y de lo irrevocable. Es por lo imposible de cambiar lo irrevocable que los humanos, los conscientes de estar ante algo irrevocable, nos hemos autoimpuesto culturalmente un deber de entereza ante algunas situaciones y de dignidad. No todo el mundo lo logra, hay dramas enormes en algunas alas de hospital, no nos viene al caso. Entereza es lo que se respiró en la habitación que con carácter de urgencia se convirtió en un improvisado quirófano al que se trajo a la carrera determinados materiales médicos. De vez en cuando entraban colegas de profesión por asuntos del día en el hospital, en realidad para ver como iba mi joven doctora en suerte.
Al principio estaba la puerta abierta, que daba a otra sala enfrentada por el pasillo donde una joven madre me miraba tumbado, mano sangrante, con miradas furtivas tratando que sus hijas, una de ellas con un esguince grave, no miraran. La operación no había comenzado, pero sí lo de la sangre y las palabras audibles de "arteria seccionada". Cerraron la puerta y comenzó la intervención con aquella especie de torniquete.
El objetivo era quemar la arteria. Tuvieron que cortar más palma de la mano a bisturí. No se pudo quemar la arteria. Algo lo impedia o bien le planteaba dudas o miedo sobre el éxito pírrico a la doctora. Tuvo que cortar más, por lo que dijo, siguiendo una de las lineas de la palma de la mano, no sé si es la que une la de la vida con la del amor o con la de la salud y el trabajo. Como a Corto Maltés, una nueva línea, marcada a cicatriz, marcará mi destino.
La opción alternativa ahora era coser la arteria y la carne. Asi se hizo y sentía la aguja remendando. Se alivió el torniquete para ver el resultado. Descendió un gran frío y calambres de golpe a toda la extremidad. Era la sangre llegando de golpe a las venas, me dijeron. El cosido fue un fracaso. No se había cortado la hemorragia. La arteria seguia perdiendo sangre.
Volvieron a abrirme descosiendo y volvieron a remendarme. Aparentemente ahora estaba todo bien, al menos sin hemorragia. En fin, vendajes, recomendaciones e indicaciones, cosas que no he de hacer estos días y a casa a la espera de que el lunes mi doctora de cabecera descubra el vendaje, compruebe si todo va bien y dé o no dé el visto bueno. La arteria ya está "muerta", o poco útil, pero me dijeron que siendo joven se generarían otras pequeñas arterias para hacer su labor, aunque deberé vigilar las congelaciones futuras.
Sólo puedo usar una mano. Mi madre me esperaba despierta en casa aunque debía dormir y mi gata durmió conmigo llevada por su propia voluntad, decisión e instinto. Pude ir y venir del hospital gracias al dinero de una amiga. Me siento orgulloso de la Sanidad Pública y sus trabajadores.
Las próximas noticias que tengáis mías espero que sean mejores, estoy ya hablando de proyectos de recital de poema. Dependiendo de cuándo sean quizá necesite que alguien me pase las páginas.
Debo tener la mano en frío, pero reconozco que no lo he hecho, que, no habiendo nada dicho en contra, pasé por el Tempranillo de la Plaza de los Santos Niños, y que aunque me han dado medicamento para el dolor, no me lo tomo. Experimento el dolor, que es mucho y que llegó por tandas de manera cruda y desbordada anoche a las tres y media y a las siete, y ahí sigue, remarcando lacerantes el acuchillamiento y los cortes del bisturí. Duele mucho, pero quiero resistir la llegada de la hora de los medicamentos. Hoy apenas he dormido. Pero escribí un poema con una mano mientras la noche seguía su camino. Ese poema ya está terminado sobre la mesa, a la espera de transcribirlo a limpio cuando pueda.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
7 comentarios:
Parece una película de terror. Espero que te recuperes pronto. Y cuídate mucho. Un abrazo y la mejor energía. Liliana.
Muchas gracias, Liliana.
Lo siento mucho, Canichu.
Que se pase pronto el dolor y se solucione lo mejor posible.
Si necesitas lo que sea, avisa.
Un abrazo grande.
Espero que la recuperación vaya por buen camino y que esa mano pueda seguir haciendo de las suyas (en lo que a escritura se refiere). Un abrazo, y a mejorarse tocan.
Jaaajajaja! Buen relato de lo ocurrido. Me recuerda todos esos años trabajando en las urgencias del HUPA.
Espero que te recuperes pronto.
De momento dijeron para el 15 y hoy en la primera revision me han dicho que mejor hablamos de quitar los puntos el 17. Gracias.
Como siempre narrador exhaustivo y concienzudo desde tu perspectiva. Eres especial.
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