lunes, noviembre 11, 2019

NOTICIA 1916ª DESDE EL BAR: ALCINE 49º


Alcine 49º ya ha comenzado. La inauguración fue el viernes 8. Un año más soy jurado del público del certamen europeo y de pantalla abierta. Así que me he pasado el fin de semana sin parar de votar cortometrajes, aparte de votar en las elecciones generales de nuestro país. Como esto va largo, pasemos a comentar los cortometrajes europeos. Este año rompe la racha de dos años donde mejoraban los seleccionados. Pero no se ha ido a esos años donde todo era altamente deprimente. Ha sido un año en general de obras correctas, formales, pero que no terminaban de ser algo realmente relevante. Comentemos.
Viernes 8 de noviembre:
CORTOMETRAJES EUROPEOS BLOQUE 1º: El frío preinvernal estaba entrando esta tarde, pero el Corral de Comedias se llenó en esta primera sesión del certamen a concurso de los cortometrajes europeos seleccionados este año. Lleno total. Eso mientras otros escenarios también estaban llenos, según me contaron amistades presentes en ellos.

Ukolusz mnie [¡Acúname!] (David Tejer, 2018. Polonia): Para comenzar el certamen europeo en esta 49ª edición fue un cortometraje bastante correcto. No estaba mal, pero tampoco era un cortometraje que te marcara. Lo que sí cumplía, ahora que ya he visto y juzgado todo el certamen europeo, es la función casi de declaración de intenciones de que este año el tema del sexo iba a primar en la selección de cortometrajes. Básicamente una chica se desmadra en una fiesta que celebra por su cuenta en la noche de su cumpleaños. A la mañana siguiente se despierta habiendo tenido sexo con un desconocido, un chico de Israel que debe volver a su país por la tarde. Sin embargo, el condón que usaron se había roto, por ello ella decide ir a por la píldora del día después. Él decide acompañarla, aunque no es necesario. Así descubrimos que en Polonia se necesita una receta médica para obtener la píldora y que obtenerla no es algo fácil. Van de médico a médico y se dibuja de fondo un país ultracatólico con reservas implícitas al sexo ocasional. Pero el cortometraje no va de esa denuncia, sino de los propias de relación que tienen los protagonistas, de la posibilidad de estar naciendo un amor real, pero en un mundo donde lo superficial prima para ocultar las emociones, sentimientos y traumas reales de las personas. La necesidad de trascendencia en un mundo donde lo intrascendente es lo único que cuenta. Como sea, el cortometraje no ahonda en nada. Es correcto, formalmente está bien planteado, pero quizá hasta necesita del conocimiento del título para cuadrar lo que nos cuenta un poco más. Es un cortometraje formal, correcto, discreto.

Le bon copain [El buen amigo] (Nicolas Keitel, 2019. Francia): Y si el sexo va a ser una constante en el certamen europeo de este año, que haya predominio de cortometrajes franceses también lo será este año. este fue el primero. Erróneamente se le anunció como de 59 minutos, pero duraba entre 30 y 40 minutos. Tiene cierto sentido se largometraje dramático francés, intenso en emociones introspectivas. No se hizo largo. El guión está bien equilibrado y bien estructurado para que nos mantenga la atención sin cansarnos. Se trata de un matrimonio en plena crisis que trata de salir adelante y superar sus problemas. Sus problemas en concreto son que el marido está confuso en sus emociones, pues ha tenido una relación extramatrimonial con la madre del mejor amigo de su hijo. Queda claro en la interpretación facial del actor que no ha sido sólo sexo, que han habido emociones, pero que también ama a su esposa y que ha llegado a la conclusión de que ama más a su esposa que a su amante. Como sea, el hijo de su amante ha caído por un balcón y la esposa del hombre sospecha que su hijo ha podido empujar al amigo por el escarceo de su padre y el peligro de la separación posible de sus padres. El drama emocional se complica entonces con el daño a terceros, las venganzas y el problema de la pervivencia del hijo, pues podría ser acusado de asesinato si el otro niño muere. Efectivamente, muere. Con todo este panorama se desarrolla esta historia que, como digo, está bien planteado al estilo de los dramas franceses, aunque también entra dentro de lo correcto. No termina de apasionar, aunque sí logra meternos en todo ese mundo de emociones encontradas.

La foire agricole [La feria agrícola] (Stéphane Aubier y Vincent Patar, 2019. Francia): Una animación en stop-motion que creo que dejó totalmente locos a toda la sala. Muy divertida. Recomendable para reírse un poco, aunque su stop-motion no sea algo fuera de lo común, ni su montaje algo excepcional. La estética entra dentro del arte Pop, colores pastel incluido. Unos muñecos de juguete son los habitantes de un particular mundo rural donde vaquero e indio ejercen no sabría decir si de hijos del caballo. Son malos estudiantes hasta que el caballo les promete llevarles a la feria agrícola si sacan buenas notas. Los cerdos, vacas y demás sacan buenas notas, pero ellos deben aplicarse. Logran sacar buenas notas, el nudo de la trama llega realmente cuando el caballo sufre un accidente que le hace perder la memoria y no recuerda dónde dejó las entradas. Aquí es donde todo se vuelve loco, pues inventan una máquina del tiempo con una lavadora para solucionar el problema. La comedia se vuelve más comedia con enredos en homenaje a Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985). Es una comedia de animación que funciona muy bien, aunque, insisto, no aporte mucho de lo que ya aportan este tipo de comedias. Funciona bien.

CORTOMETRAJES EUROPEOS BLOQUE 2º: Curiosamente, a pesar de que la segunda sesión estaba ubicada muy bien en horario para ser la que más espectadores recogiera, ya que la gente habría terminado sus horarios laborales, tuvo muchos menos espectadores que la primera sesión. Hubo vacíos. Sorprendente. A esa hora había otros escenarios que, según me dijeron, sí se llenaron del todo. Puede que la gente apostara por esas otras propuestas queriendo algo más ligero que los cortometrajes europeos para comenzar el festival. El frío era mayor.

Un adieu [Primeros adioses] (Mathilde Profit, 2019. Francia): Otro cortometraje de emociones introspectivas al estilo francés. Otro cortometraje correcto, formalmente bien hecho, que no cansa en su ritmo, pero sin embargo le seguía faltando algo para atrapar del todo. Un padre instalador de piscinas trae a su hija a París para que viva sola por primera vez porque va a estudiar arte. Le ha alquilado un desván pequeñito. Ella vivía en un pequeño pueblo. Parece ser que los dos tienen desencuentros importantes, tal vez porque los padres estén separados, no se termina de saber qué ocurre ahí. La cosa es que en el proceso ella conoce mejor a su padre y comprende los sacrificios de él para que ella pueda tener una vida mejor, por lo que todo conduce a un moderado sentimiento de reconciliación entre ellos, justo cuando él tiene que dejarla sola para que viva su vida. Todo muy correcto, muy formal, pero... pero le falta algo que atrape.

ВОЗЕРА РАДАСЦІ [Lago de felicidad] (Aliaksei Paluyan, 2019. Bielorrusia): Tiene una fotografía muy estudiada, en tonalidades frías que nos transportan a este lugar de Europa tan helado, pero es que además, la relación entre un padre y su hija es así: fría, triste. Llama la atención que nos muestre una realidad social que parece salida de muchas décadas atrás. Una niña huérfana de madre saca adelante a su familia en las tareas del hogar, pero su padre decide llevarla a un orfanato, pareciera que porque no se puede hacer cargo de ella. La niña espera toda las semana la visita del padre. Descubre otras realidades, como el juego del ping-pong. Ilusionada llega a fabricar sus propias raquetas para jugar con su padre. Su padre nunca fue a verla. Ella viaja sola a su casa y descubre que su padre se casa con una mujer desconocida para ella. La situación es incómoda. Pero ella descubre la cruda realidad cuando ve que sí se quedan con el hijo menor. Las interpretaciones intensas de las caras de todos es otro punto a favor junto a la iluminación y la fotografía. Largos silencios, algo propio de esta sección a lo largo de los años. Una historia triste donde la niña alcanza su madurez demasiado pronto a través de un golpe emocional. Y sin  embargo... sin embargo seguía sin haber aún un cortometraje que atrapase del todo.

Ashmina [Ashmina] (Dekel Berenson, 2018. Reino Unido): Si haces un cortometraje donde aparece gente haciendo parapente muy mal lo tienes que hacer para que no tengas una buena fotografía. No sólo sale gente volando por el cielo, la trama sigue la vida de una chica adolescente que se dedica a recoger los parapentes de los turistas por la propina que le den. Lo lleva a su casa y se lo entrega a sus padres. Es algún lugar de Oriente Próximo o de Europa del Este. Nos muestra una realidad no muy lejana a la realidad española de pocas décadas atrás, en la que familias necesitadas de dinero ponían a trabajar a los hijos considerándolo su función y su propiedad. Lo que pasa es que Ashmina ya tiene necesidades propias de su edad y quiere poder quedarse algo el dinero, cosa que se le niega con violencia familiar en una mal entendida jerarquía hoy día, pero que era lo común hasta hace poco. A esto se le suma que se roza el tema de unos turistas de paso que no terminan de entender de verdad la realidad social que les permite su disfrute. Tiene en ese sentido un cierto punto de denuncia social al primer mundo en su trato e incomprensión al tercer mundo, pero el cortometraje no va de eso. Va una vez más de ese momento en que de manera emocionalmente dura se sale de la edad infantil para pasar a la adulta. Me prometía mucho el comienzo de este cortometraje, pero justo el modo final en el que se resuelve a mí me lo desplomó, es un final muy precipitado, aunque se entiende bien la evolución psicológica del personaje. Seguía sin haber un cortometraje que atrapara del todo.

Entre sombras [Entre sombras] (Alice Guimarães y Mónica Santos, 2018. Portugal): El que cerró el primer día de proyección me pareció el mejor de todo lo visto hasta ese momento. Se trata de otro stop-motion pero usando vídeo y actores en blanco y negro, al modo de las viejas películas de cine negro de los años 1940. Recoge los clásicos tópicos del genero y los ubica igualmente en los años 1940 a juzgar por la ambientación artística. Tiene un punto surrealista muy interesante que no es que sea nuevo pero que le dota al cortometraje de un sentido poético inusual para el cine negro. De acuerdo que es el más comercial de todo lo que se había proyectado, a excepción de La feria agrícola. Tiene una mezcla del expresionismo del cine negro con el surrealismo salido de Frida Kahlo o de Dalí. Queda poéticamente bien. Pero además el guión era pura poesía. El caso del robo que se comete tiene un doble sentido poético altamente hermoso. Se robó un corazón en un banco de corazones. La chica que trabaja allí ayuda a recuperarlo al propietario, pero no todo es lo que parece, como en toda buena película de cine negro. Me pareció una delicia de cortometraje cargado de poesía usando para el mensaje el continente del cine de género. Además, tenía un buen montaje detrás para poder narrar la historia del modo surrealista que se deseaba. Muy recomendable para mi gusto, aunque reconozco que sí, era el más comercial de todos, pero, ¿qué hay de malo en que el cine busque en ese campo? Yo creo que nada. Hay cabida para todo.

Sábado 9 de noviembre:
CORTOMETRAJES EUROPEOS BLOQUE 3º: Al frío le llegó la lluvia, al estilo inglés; llovizna, en castellano de calle: cala bobos. El Corral de Comedias volvió a estar lleno al completo. Era buena señal, lo que hacía pensar que realmente el segundo bloque quizá coincidió con otras programaciones que resultaron más interesantes al resto de espectadores. De todo el día, este sería el mejor bloque proyectado.

Fensterlos [Sin ventanas] (Samuel Flückiger, 2019. Suiza): Abría el segundo día de certamen europeo una historia de una señora mayor que abandonó de joven a su hija en la ventana de una inclusa. Ahora quiere conocerla y solicita a la institución al cargo que la contacten. La institución al cargo dice haberla localizado, pero la hija no desea conocer a su madre natural. Con todo al final va a su encuentro. Comienza aquí una relación llena de reproches, miedos, curiosidades y deseos no formulados por conocer los orígenes y restablecer lo perdido. Sin embargo, el cortometraje lo que plantea es la realidad del sentimiento de identidad familiar, del sentimiento de afecto y de afinidad. Todo se desarrolla en un ambiente lleno de blanco y nieve, poniendo la fotografía al servicio de una emocionalidad fría entre los personajes, que sólo alcanza calor cuando comparten momentos entre ellas en ambientes cerrados, lejos del blanco y de la nieve. Una ve más, el cortometraje era correcto y bien formulado, bien interpretado, pero no terminaba de cuajar, no terminaba de hacernos identificar con el problema emocional y existencial, aunque nos invita a seguirlo con curiosidad.

Swatted [Aplastado] (Ismaël Joffroy Chandoutis, 2018. Francia): Un documental animado por infografía y con imágenes y audios teóricamente sacados de la realidad de Internet. A través de una ciudad simplemente delineada y transparente se nos va mostrando las conexiones de jugadores en línea de juegos de asalto de los equipos policiales S.W.A.T. de Estados Unidos de América. Toda su, nuestra, vida queda expuesta, es la idea de este montaje y diseño artístico. La cuestión es que parece ser que en Estados Unidos existen piratas informáticos (hackers) que se dedican a conocer con todo detalle todo tipo de datos sobre estos jugadores para luego llamar a los S.W.A.T. como si fueran ellos y confesando atroces crímenes. De esta manera, cuando llegan los S.W.A.T. asaltando la casa del jugador, el pirata se divierte mostrándolo en vivo a todos los que están conectados. Sea como sea, la idea se entiende rápido, así pues se hace un tanto largo la repitición del mismo asunto en innumerables casos. Cansaba pasado un rato, pero no obstante lanza un mensaje de vulnerabilidad informativa a tener en cuenta.

Ingen Lyssnar [Quién habla] (Elin Övergaard, 2019. Suecia): Un tema de actualidad total en toda Europa, pero dadas las circunstancias actuales de España, llegado en un momento clave. La llegada masiva de refugiados de guerra a Suecia desde Oriente Próximo hace que el gobierno reagrupe a estos en diversos pueblos. El gobierno sueco ha valorado que los pequeños pueblos son más beneficiosos para lograr la integración de lo emigrantes. A un pequeño pueblo llega un grupo de Menores No Acompañados (popularmente conocidos como MeNAs). Se les adjudica un colegio y eso provoca la inquietud y la xenofobia de la asociación de madres y padres de alumnos. El detalle del cortometraje está en que la hija de uno de los padres ha recibido una llamada de teléfono donde le dicen que su hija ha sido empujada. El gobierno manda a una asistente social escoltada por la policía para que hable con los padres. Por mucho que la asistenta trata de razonar que se trata de menores refugiados de guerra y que ninguna estadística les relaciones con la delincuencia y el crimen, los padres y madres presentes inciden en la idea de que son potenciales criminales y se acompañan de los habituales argumentos xenófobos sobre la discriminación entre la ciudad y los pueblos a la hora de asilar, la supuesta falta de inversiones en los suecos para dárselas a los refugiados, la identificación del emigrante con delincuente, especialmente sexual, la creencia de que el emigrante llega a Suecia para aprovecharse de los recursos y trabajos suecos, etcétera. La asistente social no logra convencerles e incluso se ve acosada. Cuando debe cortar el encuentro los padres elevan la voz hasta que el padre protagonista al levantarse tropieza con una silla y cae sobre la asistente de manera accidental. En ese momento ocurre la escena final, clave de todo, cuando asistente social y padre quedan retenidos por la policía en el centro educativo, ella intentando explicar que necesita ir a su casa con su hijo y que no había pasado nada, y él acusado de ejercer la violencia a pesar de que insiste en su inocencia, la versión policial es acusadora de culpabilidad, no de presunción de inocencia. He ahí la clave. El cortometraje es una ficción que está rodada como si fuera un testimonio de realidad. Un cortometraje interesante, aunque su mensaje fue expuesto de un modo más pedagógico y ejemplarizante que cinematográfico. Tenía un punto de fondo de lenguaje periodístico. Necesario, en todo caso.

La traction des pôles [La atracción de los polos] (Marine Levéel, 2019. Francia): En un bloque cargado de dramas proyectaron esta ficción para destensar. Era una ficción seria, pero tenía matices de comedia. La iluminación y la fotografía era altamente colorida y cálida. Un granjero que cría cerdos de manera ecológica pierde a uno de sus cerdos cuando se debe emparejar con una de sus cerdas. A la vez él está buscando emparejarse sexualmente con alguien a través de una aplicación informática en el teléfono de carácter homosexual. Mientras esto ocurre reaparece en su vida alguien que no sabemos al principio si es su hermano o su amigo, aunque poco a poco sabremos que debió ser un amante. Todo se va sucediendo a la vez que la aplicación le brinda un encuentro sexual del que no huye y la gente del pueblo, en una fiesta nocturna, se burlan de su sexualidad a través de una burla a sus salchichas. El metraje muestra la reafirmación de los sentimientos propios contra convencionalismos  y de la calidad del amor por encima de la automatización moderna de los encuentros fortuitos. Es una llamada de atención a la necesidad de recuperar la humanización de las relaciones. Divertido, entretenido, correcto, una vez más, pero, una vez más, se queda escaso.

CORTOMETRAJES EUROPEOS BLOQUE 4º: Más frío y continuaba la lluvia. Este es el bloque que más público atrajo. La gran mayoría eran miembros del equipo de rodaje de To the sea. A base de ropa de abrigo ellos solos reservaron y ocuparon una fila y media de asientos del público. Eso hizo que el público alcanzara a llenar hasta las dos pisos de palcos del Corral de Comedias.

Min värld i din [Mi mundo en el tuyo] (Jenifer Malmqvist, 2019. Suecia): Otro cortometraje que trataba de problemas de emigración en Suecia. Esta ficción trataba la historia de amor lésbico de dos jóvenes. Una de ellas es emigrante huida de su país por estar condenadas las relaciones homosexuales. Ella no le ha comentado a su pareja que está dentro de un proceso legal para valorar su situación de petición de asilo político, pero su pareja precisamente está dentro del equipo legal que debe valorar su situación. El problema del lesbianismo y el asilo político queda así entremezclado con una historia de ocultación de la verdad dentro de la pareja y por tanto de una falta de confianza y ruptura. Puede que haya algún tipo de metáfora, pero lo dudo, simplemente se desarrolla la doble temática a la vez. La temática del asilo político queda totalmente comido por el problema emocional de pareja rota por una mentira. Otro cortometraje muy correctamente realizado, pero sin gancho atractivo suficiente en el modo de su narración. Su mayor apuesta es la interpretación de ellas, pero como el guión no ahonda en sus personajes nos deja un poco indiferentes.

Sororelle [Sororal] (Frédéric Even y Louise Mercadier, 2019. Francia): Una animación de stop-motion, ha abundado esta animación este año. Esta vez con muñecas estilizadas de madera. Tres hermanas viven solas en una pobre casa en una isla llana. Se les acerca una gran ola de mar a arrasarlo todo, un tsunami. Ellas no huyen al interior de la isla, porque creen que no hay donde huir y además no les queda nada más que la casa. Se intuye una orfandad y una pobreza extrema. La gran ola no deja de ser algo físico, pero también una metáfora. Según se acerca todo se llena de sal y ellas mismas ven sus carnes abrirse en sarpullidos, entre otros síntomas anómalos que van desde estados mentales casi de locura ante el final de la existencia, a lo físico perdiendo la fuerza para andar. La gran ola que todo lo ha de arrasar llega a ellas pero para justo cuando gana para sí un drama entre las hermanas. Un guión poético difícil de entender, lleno de silencios y colores térreos. Aún con todo, el mensaje no se nos presenta con toda su fuerza existencialista y se pierde en lo estético por encima del mensaje, por lo que es otro cortometraje formalmente bien presentado, pero indolente.

To the sea [Hasta el mar] (Julian M. Grunthäl, 2019. Suiza): Y de una historia metafórica y existencialista con el mar, a otra. En este caso la ficción cuenta con actores y está rodada con sentido de cortometraje pero al modo de narrar de los largometrajes. Otra vez colores oscuros y fríos en la fotografía, predominantemente de tormenta marítima y de nocturnidad en un pueblo de mar. Una pescadora de cangrejos que malvive encuentra en el mar un náufrago que cree que es su marido. Lo lleva a su casa ocultándolo a las autoridades portuarias, que recogen otros náufragos, en este caso africanos que son muy evidentemente emigrantes ilegales. El náufrago evidentemente no es su marido, que probablemente murió en el mar años atrás, sino otro de los emigrantes que ella, en un trauma psicológico evidente, confunde a modo de alucinación. Entre medias hay un guardia portuario que parece sentimentalmente en deuda con ella, que lo rechaza, tal vez hermano del marido difunto, por el parecido físico. No se sabe. Aunque el metraje es sonoro, no hay ningún diálogo ni voz humana, está rodado al modo de una historia muda que sólo conserva los sonidos ambientales y algo de música. Cobra importancia las interpretaciones gestuales. El papel de la actriz cobra relevancia. Puede que fuera el cortometraje más trabajado con sentido de lo que quería narrar de todo este bloque.

The common space [El espacio común] (Raphaële Bezin, 2018. Francia): El mejor cortometraje de este bloque y quizá está también entre uno de los mejores del certamen europeo. Donde gana con creces es en el montaje. Es el mejor de los cortos europeos de este año. Con un guión de poesía en prosa a base de recorte de diálogos probablemente sacados de películas conocidas, se combinan en una misma escena trozos fragmentados de películas de los años 1940 a 1960 donde aparece Roma. Se trata de mostrar unos mismos espacios antiguos combinados en la ciudad moderna, pero con diferentes momentos de vida. El paso del tiempo sucede historias humanas en un mismo espacio, siendo la arquitectura de la ciudad testigo inmutable de todo ello. Una arquitectura urbana que a la vez influye en las diversas vidas de las personas que se van sucediendo. La idea no es nueva, en Internet hemos visto años atrás montajes similares con fotos de tiempo de la guerra con el mismo espacio actualmente, pero en este cortometraje se hace con un sentido de atemporalidad de todo, menos de los humanos, pero a la vez de la necesidad de los humanos y su temporalidad para darle un sentido a lo atemporal.

CORTOMETRAJES EUROPEOS BLOQUE 5º: Misteriosamente volvió a repetirse la situación del día anterior. La sesión que debía llenarse más teóricamente, fue la que menos se llenó. También es verdad que ya no llovía y el frío parecía ligeramente mitigado. Quizá esta sesión fue la de menos público presente.

HÆSTKUK [Bestia] (Aasne Vaa Greibrokk, 2019. Noruega): Cuatro chicas jóvenes que viven en un potrero criando caballos (no hay rastro alguno de adultos, aunque se mencionan y por tanto teóricamente existen) están pendientes de que venga un chico algo mayor que ellas, el cual es el herrador de los caballos. Una de ellas anda enamorada de él, pero él se lleva en su coche a otra, cuando regresa ella confiesa que ha tenido sexo con él. No sabemos si es su primera vez. Sí sabemos que es el paso de la infancia a la vida adulta, más o menos por la caracterización de cada uno de los personajes en sus diálogos. Como sea, el cortometraje no tiene nada destacable.

Beautiful loser [Perdedor precioso] (Maxime Roy, 2018. Francia): Quizá otro de los cortometrajes destacables de este año. Un exadicto a la droga con claras secuelas físicas en su salud tiene un hijo mayor que tiene su mismo estilo de vida en cuanto a la música, presumiblemente rock o punk por sus cazadoras de cuero con parches, las motos y pelos, aunque cantan rap. Pero también ha tenido un hijo recién nacido con una mujer con la que deseaba vivir, pero ella ha roto su relación con él nada más nacer su hijo. Ahora debe ejercer de padre, aunque no deseaba ser padre, sólo lo fue para estar con ella, y eso mientras está intentando superar su adición a la droga. El cortometraje muestra otro modelo de familia y de libertad que normalmente no se muestra, y es respetuoso con una realidad de filosofía de vida rock. En todo caso el cortometraje muestra con sus luces y sombras un intento de superación personal en medio de una grave crisis emocional, de salud y de síndrome de abstinencia. Refleja bien un modelo de vida. Las interpretaciones son buenas, la dirección artística está conseguida, el guión es bueno, la dirección es acertada.

Sous le cartilage des cotes [Bajo el cartílago de las costillas] (Bruno Tondeur, 2019. Bélgica): Una animación en dibujos animados clásicos. Colores cálidos que combinan con fríos. Trazos claros y precisos, angulosos, excepto el personaje que hace de antagonista. Se trata de otro síndrome de abstinencia, o de ansiedad a mejor decir. Un hombre con un aparente cáncer en el corazón, o algo similar, siente esa ansiedad pero no se la cuenta a nadie. Trata de vivir buscando satisfacer vicios como el tabaco o el sexo, que no logra consumar. El mensaje queda algo confuso por lo metafórico del antagonista, el cáncer personificado en un extraño ser de carne. Podría haber sido interesante, pero se queda en indiferencia y hasta cierto punto en banal.

Después también [Después también] (Carla Simón, 2019. España): Siguiendo con la temática de este bloque, en esta ocasión un joven con novia estable recibe al oído una noticia de un amigo suyo. sabremos que su amigo fue su amante y que lo que le ha comunicado es que le ha transmitido el SIDA. El protagonista vive la ansiedad y el miedo y también la ira, mientras tiene todo tipo de comportamientos equivocados al no saber cómo afrontarlo. Poco a poco le ayudarán a enfocar la situación de manera correcta, y a la vez se nos explicará al espectador cómo han avanzado las condiciones de vida de los afectados por SIDA, rompiendo tópicos que crearon realidades de los años 1980. El final queda abierto, pues no se nos explica cómo lo vive su entorno y su pareja. En todo caso la mayor fuerza del cortometraje es la fuerza interpretativa de los actores. El guión está al servicio de lanzar un mensaje de tranquilidad al afectado o al familiar.

Summer hit [Canción de verano] (Berthold Wahjudi, 2019. Alemania): El bloque lo cerraba una historia más desenfadada. En este caso la ansiedad la provoca el saber un alumno Erasmus de Islandia que el curso se acaba y debe regresar a su país. Él está viviendo en Reino Unido y ha mantenido relaciones sexuales con otra alumna Erasmus, una española. Él se ha enamorado de ella, o al menos eso cree, pues parece que le importa bastante no tener que irse a su país. Ella dice que lo de ellos sólo era algo esporádico para ese curso. Así comienza una especie de comedia romántica bastante amable y sin prejuicios para mostrar todo tipo excesos bacanales que las fiestas Erasmus provocan. Una vez más estamos ante una historia de la necesidad de no enmascarar nuestras verdaderas emociones a favor de una falsa sensación mundo moderno donde nadie se ata a nada. La historia está bien narrada y cumple su función de comedia romántica. Buenas interpretaciones. Poco más. Recomendable, pero no vital.

Domingo 10 de noviembre:

CORTOMETRAJES EUROPEOS BLOQUE 6º: El cierre del certamen europeo contó con un público ni muy abundante ni escaso. Un cierre discreto. 

LYDEN AF UVENTET DØD [El sonido de la muerte inesperada] (Alexander Sagmo, 2019. Dinamarca): Pone en ficción una matanza terrorista en una discoteca en una noche de fiesta. Se narra a través de diferentes historias entrelazadas por el sonido final de los disparos. El continuo salto en el tiempo hacia atrás para volver una y otra vez al momento previo del suceso nos recuerda al estilo de Quentin Tarantino en sus primeros largometrajes. Lo único que aportaría sería una invitación a la reflexión sobre lo poco conectados que estamos en la realidad a pesar de lo hiperconectados que estamos falsamente a través de los teléfonos móviles hoy día. Pone de relieve, una vez más en este certamen, esa contradicción.

The migrating image [La imagen migratoria] (Stefan Kruse, 2018. Dinamarca): Uno de los más interesantes cortometrajes que se han proyectado. Es un documental con imágenes sacadas de Internet y de informativos sin procesar ni editar posteriormente. Desde las imágenes y el discurso de los traficantes de emigrantes en Oriente Próximo se enseñan y explican la construcción del discurso pasando por todas las imágenes y discursos que se van creando y exponiendo, tanto de las organizaciones que rescatan gente en el mar, la administración europea, los teléfonos móviles de los emigrantes, las instituciones de los Estados receptores, las agencias informativas, los periódicos, la prensa local y los grupo xenófobos. Es un documento altamente necesario para comprender como la realidad siempre necesita de discurso y cómo imágenes y creadores explican bien lo que se percibe siempre que se esté atento a que todo hecho necesita de su explicación y del conocimiento de su creación. Buen trabajo de montaje y de guión, así como de documentación.

Mujer sin hijo [Mujer sin hijo] (Eva Saiz, 2019. España): Otra historia amable y con cierto sentido del humor. Una mujer que vive sola, con una obesidad evidente, vive la vida de sus vecinos jóvenes escuchándoles por el patio. Está claro que tiene carencias afectivas, pero que tiene afán de superación y de vivir la vida. Alquila una habitación de su casa a un joven con el que comienza a vivir. No aspira a que sea su hijo, sino que se siente atraída por él, pero cuando descubre que él tiene relaciones con otras chicas jóvenes, ella no se siente rechazada, sino que nace una bonita relación de amistad al estilo de la de sus vecinos. Toda una historia de otro modelo de familia y de amistad. Positiva. Me gustó. No es el cortometraje más destacable, pero me gustó su mensaje positivo.

Les extraordinaires mésaventures de la jeune fille de pierre [La extraordinaria desaventura de la chica de piedra] (Gabriel Abrantes, 2019. Portugal): El cierre se produjo con esta animación por ordenador que era una historia fantástica dentro del Museo del Louvre. es descaradamente Noche en el museo (Shawn Levy, 2006). Incluye hasta la fuga de la protagonista, una estatua de piedra, fuera del museo, donde se encuentra con una manifestación disuelta por los antidisturbios. En fin. Una comedia amable, que no termina de ser comedia, la cual quiere mandar un mensaje sobre lo importante de valorarse a uno mismo sin importar las etiquetas que te ponen los demás.

Y expuesto todo esto ahora toca ir a ver y juzgar los largometrajes de Pantalla Abierta. Saludos y que la cerveza os acompañe.

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