domingo, noviembre 18, 2018

NOTICIA 1828ª DESDE EL BAR: ALCINE 48 LLEGÓ A SU FIN, ANALICEMOS SUS LARGOMETRAJES

Impagable, realmente impagable, el concierto de clausura de Alcine 48 este domingo. Un concierto de nuevo conducido por Vicente Ariño al frente de la Orquesta Ciudad de Alcalá, en el Teatro Salón Cervantes. Son ya veintidós años en los que se produce este concierto. Este año hubo un pequeño problema con la programación de mano. No venía recogida la primera mitad del concierto, que estuvo compuesta por las bandas sonoras de las series de televisión Alfred Hitchcock presenta, Los siete magníficos (aunque yo ignoraba que hubiera tenido serie antigua, sí sabia que la tiene actual) y, para sorpresa y mucho gusto: Star Trek, de la que Ariño anunció que la Orquesta Ciudad de Alcalá había comprado los derechos, cosa que si saben manejarlo podría darle unos disfrutes y unos ingresos necesarios para la orquesta. La segunda parte del concierto fue un enorme y monumental bloque en una suite gigante compuesta por una overtura que daba pie a las sintonías de series españolas Cuéntame cómo pasó, Crónicas de un pueblo, Curro Jiménez, Cañas y barro, Don Quijote de la Mancha, Verano azul, Anillos de oro, Segunda enseñanza, Farmacia de guardia, Brigada central (que sonó antes que la anterior a pesar de la ubicación que le dio el programa), Amar en tiempos revueltos, Los Serrano y Aquí no hay quien viva. Esta suite, una maravilla total y ojalá quede constancia sonora de ella de algún modo, fue arreglada por el joven compositor residente de la Orquesta Ciudad de Alcalá Jesús Castañer, que apenas cuenta con 22 años de edad. La suite se llama SuiteTV. Creo que es una persona muy prometedora. Habrá que estar atento a su trayectoria. Levantó aplausos del público de muy larga duración. Para terminar no hubo bis, pero sí una propina de un tema que no habían tocado aún: Misión imposible, que ya sonó en Alcine anterior como banda sonora de película, igual que Los siete magníficos. Hubo un artista invitado tocando con la orquesta, el músico Jimmy "Rizos" (Jaime de Jesús).

La orquesta estuvo genial. Emocionó hasta la última nota, pero ya con las primeras, con ese sonido de misterio y crimen de Hitchcock ya estábamos ganados. Escuchar el comienzo de Star Trek, y todo lo demás de la serie, ha sido uno momento realmente transportador tanto a la nave como a otra época y formas de hacer cine y televisión. Pero desde luego SuiteTV fue de lo más llamativo. Dos colosales momentos de la orquesta, Star Trek y SuiteTV en un mismo concierto. Fue algo impresionante. estuchar todo este bloque me hace pensar que algún día se debería hacer un concierto de homenaje a algunos de los compositores españoles del mundo del cine y televisión, igual que se ha hecho con John Williams o Ennio Morricone. Nosotros podríamos hacer algo muy digno con Augusto Alberó. Como sea, la suite tenía unos arreglos muy vitalistas y fuertes. Llenaban de vida la sala. Reinventaban algunos sonidos. Escuchar la adaptación de la canción rock de Fórmula V Cuéntame cómo pasó fue algo novedoso y sorprendente. Destaca la gran habilidad de Castañer para crear frases musicales que adaptan a la perfección la voz de los cantantes, como se pudo comprobar también en lo correspondiente a Fran Perea en Los Serrano o en Aquí no hay quien viva. Excelente trabajo de los vientos y excelente trabajo de la percusión. Ariño hizo una dirección impecable. La orquesta entera no lo pudo hacer mejor. Incluso la reinvención de Verano azul, que sonaba con una rapidez y un fondo casi de música de circo era algo que casi invitaba a bailar. Puede que hubiera partes con sonidos cercanos al jazz o el rock. Volvería a pagar por volverlo a escuchar. La misma música de Curro Jiménez en directo levantaba el ánimo a niveles muy altos. Un concierto muy digno.

Y tras el concierto, pequeño tirón de orejas a la organización que este año no editó el díptico con el palmarés de los metrajes ganadores.

Ha terminado Alcine 48. Este año me ha parecido que tuvo unos cortometrajes de mucha calidad y unos largometrajes que quizá han estado por debajo de lo que suelen estar. Directamente: me ha parecido mejor los cortometrajes que los largometrajes. Yo juzgué como público los cortometrajes europeos, como os analicé (Noticia 1827ª). El palmarés fue hecho público ayer por la mañana, se puede consultar por acá. No estoy de acuerdo con el premio al mejor montaje dado a Mi amado, las montañas, ni al segundo premio de los cortometrajes europeos, Fuck you. Pero sí estoy satisfecho con el resto de ganadores, especialmente con Cadoul de craciun y Cadavre exquis, aunque me ha faltado algún otro. Hay este año hasta un premio desierto, el de efectos especiales, y es que este año se ha tendido más a la realidad. Pero con lo que desde luego estoy totalmente en desacuerdo, y me parece que ha sido otro de esos años de desilusión en esa categoría, es con la ganadora de Pantalla abierta, Muchos hijos, un mono y un castillo. Como esa sección es la sección a la que le doy preferencia tanto como jurado del público que como espectador, paso a comentaros las película de la sección tal como las vi.

En general, como he dicho, creo que este año los largometrajes fueron superados por los cortometrajes. Otros años han habido películas que iban más allá de lo que han ido estas. Se podría decir, en general, que ha sido un año flojo. Ahora bien, en comparación con el resto de años, este año, menos una sesión, todas las sesiones tuvieron la sala del Teatro Salón Cervantes llena a rebosar de gente de una manera inédita en ediciones anteriores. Por lo que si medimos el éxito en afluencia, este año ha tenido más afluencia. Eso sí: muchas sesiones estaban repletas de gente muy mayor. Lo cierto es que, aunque yo tenía que trabajar en Madrid y levantarme a las seis de la mañana, pude ir a todas las proyecciones. Ha habido un cambo en los horarios que ha beneficiado esto y eso es aplaudible. En otras ediciones recuerdo haber llegado a mi casa cerca de las 00:00 horas en uno de los días que más durase el metraje, este año, en análogo caso, lo más tarde fue entre las 23:00 y las 23:30 horas. Espero que esta decisión horaria se mantenga en el futuro por ser beneficiosa para público, autores y festival. Por otro lado, ha sido una edición con mayoría de películas de protagonistas femeninas e historias femeninas. De hecho hubo seleccionadas varias realizadoras. Pasemos a hablar de las películas.

Un día más con vida (Raúl de la Fuente y Damian Nenow, 2017). Se proyectó el primer viernes, lo que repitió el hecho que ya se había dado el año pasado. Quedaba así aislada del resto de proyecciones de Pantalla Abierta a los Nuevos Realizadores. Pareciera que con ello se la quisiera destacar, al otorgarle ese honor inaugural. Y no sé hasta qué punto eso pudiera ayudar a la imparcialidad de juicio del público, aunque el público no tiene porqué ser imparcial, simplemente tiene que ser público, cada uno con su juicio y sus valores a la hora de ir al cine. Esta es para mí una de las dos películas con mayor calidad del festival. Tuvo gran acogida y un excelente debate posterior con uno de los directores que se quedó a hablar con el público de cómo logró sacar adelante este metraje, si bien algunos espectadores quisieron llevar la conversación al asunto político. Raúl de la Fuente, documentalista, explicó cómo durante diez años trabajaron este proyecto con el mayor problema de todos: la necesidad de dinero y el llamar a todas las puertas posibles. Se trata de la adaptación del libro de mismo nombre que la película, del periodista polaco reportero de guerra Ryszard Kapuściński, premiado Príncipe de Asturias en 2003. A la vez este libro es un libro de memorias y periodístico sobre las experiencias del autor como reportero en la guerra de descolonización de Angola en 1975. La película, como el libro, tiene pasajes poéticos y surrealistas que se mezclan con la más cruda realidad de aquellos sucesos en los que Kapuścińskise transformó en el único reportero extranjero en el frente de guerra sur, donde vio la entrada de las tropas de Sudáfrica en Angola, del mismo modo que vio antes que ningún otro periodista la llegada de las tropas de Cuba en ayuda de los socialistas angoleños. Escenas de dibujos animados se mezclan de repente con imágenes reales de algunos de los personajes reales de aquellos hechos, aún vivos, hablando desde su recuerdo de lo que narró Kapuściński. es interesante esa forma de ficcionar unas memorias y de repente meterlas de lleno en el formato documental para volver a la ficción de la realidad, y, ¡bum!, de golpe a la poesía de lo onírico y surreal. Si bien es verdad que el metraje tiene algunos agujeros que crean saltos temporales que fuerzan al espectador a dar por hecho ciertos acontecimientos vitales que hubiera estado bien ver, el director lo explicó como problema de la productora, que le pidió quitar quince minutos del metraje cuando ya estaba casi montado, por cuestiones económicas. Aún con todo es una idea expositiva muy fresca, nueva, poética, que ciertamente nos enseña también el falseado de la animación mejorando físicamente a las personas reales, o también dicho la idealización. Creo que la película dejó muy buen sabor de boca a todo el mundo. Es muy recomendable. Y quizá muy necesaria para entender un poquito también aquel conflicto. Por cierto que el metraje se estrena este mes en Angola en la semana de su fiesta nacional, la de la fecha de la independencia por aquella guerra, y tendrá presencia de una de sus  ministras en su proyección. La película tiene de otro festival, navarro, el Premio Cartoon Movies de 2018, y en el Festival de San Sebastián consiguió el Premio del Público.

Muchos hijos, un mono y un castillo (Gustavo Salmerón, 2017). Es la ganadora del Premio del Público de Alcine 48, y con este premio cuenta ya con seis premios entre 2017 y este 2018, entre ellos el del Goya al mejor documental, su máximo galardón. Estoy totalmente disconforme con este premio, pero bien es cierto que el premio que otorga el público responde al criterio sumamente amplio que supone la suma de todos los criterios de los espectadores que, como yo, tenían la capacidad de voto en la urna. Esa disparidad de criterios pueden ser cinematográficos o no. Es simplemente el criterio del público. La película tenía una mala ubicación, o eso se podría pensar. El lunes en el último pase, no suele ser el pase más afortunado en otros años. Sin embargo, la sala se llenó al completo. Quiero decir para empezar que yo me divertí con el documental. Puedes reírte con él y empaparte de su aparente buen humor ante los "va y vienes"  de la vida. En ese sentido es recomendable. Pero como película documental no aporta nada. Lo que se hace en ella ya se hizo en El desencanto (Jaime Chávarri, 1976), con la familia Panero, o en El encargo del cazador (Joaquím Jordá, 1990), que también ganó premio en Alcine ese año. Y en cuanto a poner el foco en la propia madre de la familia y sus excentricidades como gancho para reír, tenemos el ejemplo de Carmina o revienta (Paco León, 2012). Juntar grabaciones caseras antiguas y montarlas junto a material nuevo de grabaciones familiares con la idea de crear un documental tampoco es una innovación no ya por los ejemplos citados, sino también por otros que transcienden incluso las fronteras. No hay una fotografía espectacular, ni una iluminación, ni una dirección artística destacable, no hay nada. No hay obviamente interpretación, y el guión probablemente se adaptó a la espontaneidad. Quizá lo más destacable sea la pericia del autor para seleccionar y montar el material. Por muy premiada que haya sido la película, y aunque yo también me haya divertido con ella, no la veo tan espectacular como para obtener tantos galardones. No tiene nada. Es una película que se vende bien porque goza de un excelente sentido del humor familiar, un humor, que, por otra parte, tiene algo de ese humor enfermizo en el que los reyes contrataban enanos para reírse de su estatura mientras hacían cosas comunes. Una familia claramente guiada en su destino por los deseos de la madre, vive el éxito y la caída de manera conjunta. Ella, la madre del director, desea tener muchos hijos, los tiene, un mono, lo tiene, y un castillo, lo tiene. De no tener demasiado, pasan a tener mucho dinero, pero por razones que no se explican y se escurre el bulto echando la culpa a la crisis de 2008 se arruinan, cierran una fábrica y les embargan el castillo. La madre tiene una especie de síndrome de Diógenes, No quiere tirar nada que haya estado en su vida. Acumulan todo tipo de cosas, hasta las vértebras de su abuela. Ese acumular objetos lo transmite al resto de los miembros familiares. Al desalojar el castillo esto queda patente. Por el camino yo me río y me pregunto a la vez qué oculta lo que no nos cuenta el documental. Esta familia tan graciosa, ¿en qué situación y modo cerró la fábrica con sus respectivos obreros y sus familias? ¿En qué condiciones y por qué el embargo de castillo? ¿Por qué los hijos tienen que regresar a vivir con los padres? No se responde a esto porque no es un documental sobre la familia, sino sobre la personalidad de torbellino de la madre y su sentido del humor. Pero, ¿y si tras las risas hay algo más? No va de eso el documental. La familia se quedó a hablar con el público tras el metraje, allí también se habló poco de cine, se llegó a hablar de cómo preparar un bocadillo gigante que se ve en el metraje, o a mostrar el Goya que ganaron. Esta claro que si la idea era ganar el premio del público, el objetivo era ganarse al público y para eso la inteligencia emocional recomienda siempre: haga usted sentir bien a la otra persona. En fin, fue la ganadora. se veía venir tras las reacciones del resto del público, aunque unos pocos, muy pocos, reconocíamos habernos reído pero no haber encontrado el sentido cinematográfico del metraje aunque tuviera tanto premio.  

Con el viento (Meritxell Colell, 2018). La más novedosa de las películas que se presentaron. Y la que menos público atrajo a la sala. El principal problema de esta película es su sonido. Tiene un pésimo sonido. Los personajes hablan muy bajo y como en murmullo. A pesar de que hablaban en español, agradecí mucho que tuviera subtítulos en inglés, pues alguna partes sólo las entendí leyendo en inglés... y menos mal que sé algo de inglés. La película se hizo dura, no sólo por el sonido, sino que a eses sonido hay que sumarle silencios que se hacen largos (que no tanto que fueran largos), y escenas lentas que si bien le dan cuerpo necesario para que cuaje la historia emocionalmente, a veces a uno le hizo divagar en sus propia cosas. En muchas ocasiones de la película terminé pensando en mis propios asuntos. Iba y venía del metraje tantas veces como el metraje invitaba a mi cabeza a darse un paseo por ahí. Ahora bien, eso nos lleva a que la película requiere de su momento preciso para ser vista con toda la atención que requiere. Yo quizá no estaba en ese momento. Claro que tampoco invitaba mucho a centrarse el hecho de un comienzo donde en una sombra muy oscura con conatos de luz, intuimos a una persona que se mueve y gime, no sabemos muy bien el motivo, hasta que poco a poco vemos que es una mujer bailando danza en traje oscuro. Una escena más o menos larga, sin explicación que casi parece ideada para que la entienda quien entienda de danza. Cuando avance la película sabremos el porqué. Para mí es una metáfora. La película empezará y se cerrará con esas danzas de la bailarina, en largas escenas sin palabras y baile moderno. Ella es una española que ha triunfado en Argentina como danzarina. Está ensayando cuando recibe una llamada de teléfono donde se la informa del empeoramiento de la salud de su padre. Ella regresa ha España, pero él ya ha fallecido. Vivía en mitad del campo de una aldea muy pequeña del norte. En la gran casa antigua y sin casi comodidades del mundo actual (y parece que allí se paró la actualidad cuando llegó la electricidad, no es algo anómalo en algunos lugares de España), se queda sola la madre, una anciana, y la acompañará ella unos días tras el entierro, junto a su hermana, su cuñado y su sobrina. La madre decide vender la casa e irse a vivir a un piso a la ciudad, más cerca de la hermana que vive en España. es evidente que la madre ha sufrido mucho la enfermedad del marido, pero que una vez muerto comprende que ha terminado una etapa y quiere cerrarla del todo. Sin embargo, esa casa tiene muchos recuerdos felices de su pasado y que estén allí todas juntas hace pensar que en realidad la madre disfruta de la presencia de ellas y lo vive como un pequeño paraíso. Incluso se anima cuando juegan a las cartas. Pero en medio hay reproches entre hermanas, por quien hizo qué por el padre. La casa se venderá. Y la película es todo un retrato, una pintura intimista, de todo ese amor lleno de dolor cuando alguien que pertenecía a ese amor se muere. La madre vuelve a la realidad. La cosa es que la madre le ha pedido a su hija famosa que se quede, pero la hija, cumplida su misión, ya puede volver a su vida. E ahí el asunto. El amor por el otro puede ser mucho, pero cuando el amor por el otro quiere ser cadena, hace sufrir. La vida tiene etapas, hay que asumirlas. Hay cambios. Los cambios no implican falta de amor o desapego, simplemente, son como son. Todo el mundo tiene su vida. Por ello empieza y cierra una danza la película, o así lo entiendo. La película se llama Con el viento porque ella bailará con el ritmo del viento al final de metraje. Ella baila cuando es libre al comienzo, y se ata a una vida rural por amor a su madre, la ayuda, pero en cuanto la ayuda está cumplida y la madre misma lo comprende, ella vuelve a su vida y baila en la casa para despedirse de una etapa, y baila con el viento porque vuelve a la libertad. Una libertad que no huye de la madre, todo lo contrario, sino que es consciente del amor familiar y de la necesidad de la libertad propia. Hay una frase de la danzarina a la sobrina clave, cuando la sobrina quiere irse a estudiar a Londres pero tiene miedo del enfado de la abuela y la madre, la tía le viene a decir que la apoyarán porque la quieren y cuando alguien quiere a alguien le desea lo mejor, y lo mejor es lo que esa persona desea hacer con su vida, no imponerle la vida que no desea. Película intimista.

Viaje al cuarto de una madre (Celia Rico, 2018). Quizá la otra de las dos mejores proyecciones de este año, aunque quizá ha pasado indiferente a mucho espectador no preocupado por las dificultades que entraña un relato como este, unas dificultades que no son evidentes, pero que están. La principal dificultad es que el peso total recae en las interpretaciones. Si estas fallan, falla todo. Y no fallan. Lola Dueñas (una veterana de Alcine) y Anna Castillo hacen con sus personajes de madre e hija una interiorización total que nos meten dentro de un guión con un estudio psicológico profundo y bien trabajado. El relato tiene por necesidad grandes saltos temporales, cuando aparentemente no los ha habido, y en esos saltos las psicologías avanzan. La interpretación es precisa y brillante. Rodar cada escena manteniendo esa realidad emocional es complejo... ¡y lo logran! Buenas actrices y buena directora novel, quizá la próxima premio Goya a esa categoría, ¿quién sabe? En este caso la historia cuenta la vida de una madre y una hija joven que viven juntas en un pequeño piso obrero, muy humilde, lleno de necesidades, por ejemplo energéticas, y y con mobiliario anticuado. En realidad me recuerda mi propia casa o la casa de múltiples vecinos y amistades. La cuestión es que hay en el ambiente una tristeza y una dependencia emocional fuerte de la madre a la hija. El padre ha muerto aparentemente no hacía mucho y, a juzgar por la edad de la madre, de manera temprana. Eso les ha creado un trauma. La hija acompaña a la madre y hace cosas con ella para intentar levantarla el ánimo, como ver series de televisión en Internet. Está claro que también la madre estaba desactualizada y la hija la mete en esa actualización del mundo, un mundo que ella conoce, como herramienta para devolverle a un buen estado de ánimo. No se fuerzan la una a la otra, simplemente se comprenden, sin mencionar el tema. Pero en ese apoyo y en ese acompañamiento la hija ha cedido tanto espacio propio para su madre que ha perdido su vida. Sus amigas avanzan en sus vidas con sus trabajos, novios y relaciones, mientras ella se ve abocada a una mesa camilla con la madre y horas de ver series de televisión, mientras accede al viejo trabajo de su madre: planchadora, que no es el trabajo que realmente la motive. Un día le hablan de ser niñera en Reino Unido. Desea irse a probarlo. Hay algo tenso en ella: el miedo a hacer daño a su madre o que se enfade si le dice que se va. Una vez más, como la anterior película, el amor se transforma en cadena y cuando se quiere romper esa cadena, es difícil. La rotura de la cadena se toma como conflicto y efectivamente hay mala convivencia cuando la hija plantea que se quiere ir. La madre con su enfado quiere forzar que nada cambie. Pero todo evoluciona y como la película trata de relaciones sanas y naturales entre personas que se quieren y aprecian, el amor vence al egoísmo y la madre deja, ayuda y facilita irse a la hija, aunque le duela. La madre se sentirá sola, la hija se sentirá agobiada con sus llamadas, pero esa ruptura de una zona de comodidad es necesaria, y aún vendrá otro golpe de ruptura, un accidente doméstico forzará que tenga que tirar la esa camilla y comprar un mueblo nuevo. Verá a un viejo amigo que le hace un encargo de ropa, y poco a poco la madre notará mejoras psicológicas, como dejar de vestir de oscuro. La hija volverá y no aguantará bien tantos cambios en la madre. Se produce la quijotización de Sancho y la sanchificación de Quijote, pero en ese momento se produce también la aceptación de la hija de la nueva etapa, ambas aceptan la vida propia y personal de la otra persona, sin imponer nada, se apoyan, porque se quieren, que es lo que ocurre sanamente en estos casos. La última frase del metraje es clave, la madre le pregunta a la hija por otros motivos, pero con claro mensaje de la intención del metraje: "¿estás preparada?". Y de ese modo se dejan ir y a la vez permanecen unidas. Película intimista de nuevo, bonita, de sentimientos, muy del tipo de cine francés, más que español. Muy buen trabajo. Perfecto estudio psicológico, además.

Carmen y Lola (Arantxa Echevarría, 2018). Esta película tuvo también lleno total. Tuvo mucho éxito entre el público. Reconozco que no estaba mal, pero e pareció "tramposa". Sincera, pero "tramposa", así de paradójico. Trata de un enamoramiento entre dos lesbianas (una de ellas descubre que lo es). Ambas son gitanas y están sumamente dentro de su cultura gitana, una cultura que en lineas generales se presenta como patriarcal y fuertes dosis machistas y homófoba, según se muestra en la película en diferentes escenas y diálogos. Los actores participantes eran gente común y corriente buscados y sacados de los mercadillos y barrios gitanos de Madrid por la directora. Así pues hemos de suponer que siendo ellos mismos gitanos de los ambientes que narra la película habrán aportado al guión e interpretaciones cosas de su mundo. La verdad es que para ser todos gente común, actúan realmente bien. Hay que destacar esas interpretaciones, aunque algún diálogo inicial quede un poco artificial. El trabajo de la directora debe ser igualmente destacable. La película es sincera porque trata un tema como el lesbianismo desde una perspectiva racial y de cultura homófoba que incluso, según se ve en la película, confunde homosexualidad con algún tipo de afrenta religiosa o acción del demonio, o bien como consecuencia nociva de adquirir conocimiento en la escuela. La película es un cuchillo más sutil de lo que parece, porque de rebote pone de manifiesto toda una sociedad cultural que practica la marginación a la mujer de forma opresiva y sometedora. No obstante, en uno de los personajes el lesbianismo se presenta como liberador de la mujer frente a la vida que le ofrece el hombre de ese mundo cultural, atada a la casa y los hijos y sumisa a lo que diga su marido, padre, hijos, etcétera siempre que sea varón. Películas sobre el lesbianismo ya habían habido varias en ediciones anteriores de Alcine. Películas sobre el mundo gitano, no tantas, y tampoco en el cine español en general. Por ello es destacable y sincero este esfuerzo en el que se nos muestra el lesbianismo en el mundo gitano y narrado y contado por personajes gitanos. Ahora bien, la película es tramposa. Todos los payos que salen (blancos) son racistas. Lo que transforma al gitano que asume al payo como racista en racista de payos, aunque parezca que no. El racismo es adjudicarle a una raza entera un determinismo biológico, psicológico, de triunfo, de fracaso, y demás. Yo no creo en el determinismo racial, no creo en las razones de los racismos. Pensar que todos los payos son racistas es un determinismo racial, es racismo. Del mismo que cuando en un momento de la película uno de los personajes usa una expresión muy clásicamente gitana y el público se rió, pero sin embargo esa expresión no estaba en un contexto de humor, sino de enfado, esa risa del público era racista, al adjudicarle un determinismo racial a un modo de hablar que se transforma en gracioso porque determinado humor ha llevado a ese modo de hablar a un lugar de mofa. Pero la cosa es que tampoco sería real decir que hay cosas que no se dan. Yo he nacido y me he criado y vivo en un barrio gitano donde hay además un mercadillo gitano semanal. No puedo negar que hay actitudes que ocurren de manera generalizada en unos y en otros. Que probablemente las creencias y rasgos culturales tienen su peso, y la religión evangélica. Pero no es tanto un determinismo racial, sino cultural, y si se me apura económico y social. Pero en ambos sentidos, en el gitano y en el no gitano, con tintes históricos y que la creencia en los tópicos y la asunción de los tópicos ayudan a mantener. No me era creíble la manera de comportarse en la calle los gitanos de la película, no me era creíble su forma de hablar entre ellos, no me fue creíble el gran enfado familiar, no me era creíble el mercadillo semanal, no me eran creíbles las relaciones de gitanos con payos (las pocas que salen) y demás. No me eran creíbles porque en mis 39 años de vida en mi barrio no lo he visto todo eso tan suave y tan buenista como se ve en la película y tan sin violencia. Una bronca como la del final de la película, para lo que desencadena y motiva, no implicaría sólo a la familia padre-madre-hija, ni sería tan "civilizado" como aquí se resuelve. Esa bronca no es ni una mitad del cuarto de lo que motivaría. Sí he reconocido otras cuestiones de la película como la fiesta social y familiar, o las relaciones jerárquicas y familiares entre ellos. Pienso que quizá al ser gente común interpretando su propio mundo, conocen tan bien su propio mundo que hay cosas que no salen tal como son fuera de cámaras. Sin embargo, la doy por buena, porque esta película trae un tema delicado y desconocido como es el lesbianismo en el mundo gitano y de paso le presenta al público payo que menos contacto haya tenido con el mundo gitano cuestiones para bien y para mal de esa cultura de clanes que podría ayudar a entendernos mejor entre nosotros y quizá a ayudarnos a eliminar lo negativo, aupar lo positivo, empezar a acabar con el racismo de uno y otro lado. Aunque es cierto que la película, como he dicho, tiene un buenismo enorme y excesivo con relación a la vida real en este tipo de barrios. Y ya no lo digo sólo por mi experiencia vital, sino también por esa experiencia laboral el año pasado como archivero para la Agencia de la Vivienda Social de la Comunidad Autónoma de Madrid, donde pasaron por mis manos centenas, quizá más de mil, expedientes sobre los poblados chabolistas, los barrios marginales, los desalojos, los realojados, los programas de integración. Una experiencia laboral que incluyó de treinta a cuarenta minutos de prohibición de salir del edificio mientras la policía nacional cuidaba las puertas porque un clan gitano quería protestar, navaja en manos, porque no les daban el piso que querían donde ellos querían. No existe el determinismo racial, pero si un grupo está sumamente empobrecido y embrutecido, se comportará de una manera, pero que ese grupo, o acaso unos individuos, se comporte así no implica que toda su raza se comporte así. Los motivos del comportamiento no es el racial. A pesar de que la película flojea en la relación ficción con realidad, es una película que está bien.

Sin fin (César Esteban Alenda y José Esteban Alenda, 2018). En el Festival de Málaga el actor Javier Rey se llevó el galardón a mejor actor, pero creo que en realidad sería María León quien más destaca interpretativamente en este metraje. La película me parece que tiene unos agujeros de guión llamativos, como el hecho de que una máquina del tiempo se sincronice y funcione por sí sola con un reloj ganado en una máquina de bolas de un bar. Pero obviamente la ciencia ficción en esta película es sólo una herramienta para mostrarnos su auténtico género: el romántico. La máquina del tiempo sólo es una metáfora, pero tiene su peso para desarrollar la historia. Sería ese tipo de ciencia ficción que deja caer su peso en los sentimientos más que en el prodigio del hecho científico ficticio. En los últimos años hemos visto varias películas de ciencia ficción de este tipo más sentimental. Así por ejemplo hay que recordar por fuerza a ¡Olvídate de mí! (Michel Gondry, 2004). En esa película una máquina hace perder la memoria de lo que se desea en este caso a un amor fallido. Mientras esto ocurre el protagonista entra en un viaje mental donde salta de recuerdo en recuerdo, y de espacio temporal en espacio temporal, huyendo del olvido y aferrándose a un amor que se rompió por desencuentros a lo largo de su relación. En cierto modo Sin fin se alimenta de esa película, pero la reproduce mal. Aquí la pareja está rota tras muchos de relación donde él se ha dedicado egoístamente a su trabajo, siendo desconsiderado con ella. Él logra inventar una máquina del tiempo y viene del futuro (dos veces) para salvar su vida emocional justo en el momento exacto donde cree que se rompe. Pero la ruptura se produjo hace tiempo, también, a lo largo de numerosos desencuentros. Repasan sus recuerdos y viajan con el recuerdo al pasado, donde el espectador podrá comprender qué falló, que faltó, qué se perdió. Lo que siempre es una amable invitación a que valoremos lo que se tiene, si se tiene. La película tiene sus fallos paradójicos graves y profundos, pero si se toma sólo su esencia romántica no importan. Depende del grado de exigencia del espectador. Para mí sería una película para no pensar demasiado y entretenerse un rato. No es poco, aunque lo parezca.

Jefe (Sergio Barrejón, 2018). No entiendo muy bien cómo pudo ser que esta película fuera seleccionada. Lo mejor que tiene es su banda sonora, una colección de canciones de rhythm & blues que va sonando marcando los momentos de decisiones conflictivas de su protagonista, como ocurriera en clásicos como Granujas a todo ritmo (John Landis, 1980). A mí sinceramente esta película me parecía una especie de película de la época del destape puesta al día en el siglo XXI, tomando por referencia un poco del cine de los años 1990 donde hay cierta violencia y humor mezclados, como es el caso de la heroína o los golpes. Un jefe de una empresa totalmente pasado de rosca, no trata bien a sus empleados y a la vez se desvela por ellos. Con todo tipo de ideas retrógradas es a la vez, superparadoja, un progresista empedernido. No faltara la chica de belleza de modelo a la que podremos ver en ropa interior. Ahora bien, los tiempos cambian. Cuando exista un complot para echar al jefe de la empresa, las mujeres serán las que logren que no le echen. Algunos chistes no funcionaban. Otros funcionaban para esbozar (poco más) una sonrisa. Una película quizá para desconectar neuronalmente un domingo por la tarde en tu sofá, pero sólo si se tercia no cambiar de canal de televisión.

Y con esto, hasta la próxima entrada. Saludos y que la cerveza os acompañe.

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