Esta imagen del 8 de enero de 2015, el año pasado, fue tomada en la mañana de aquel día en el café Jamaica de la calle Libreros de Alcalá de Henares por una cliente del local que tomaba café en la mesa de al lado. Se nos ve a Zia Mei, a mí y a Julián Pizarro. Aún no existía El Laboratorio, el cual abriría las puertas el 4 de junio de ese año, día de Corpus Christi, con una exposición de cuadros de David Vela, un concierto de jazz de Maribel Malo, otro concierto más de Matty Tyack & the Old Routine, un cuentacuentos infantil y la intervención del poeta y trovador complutense Enrique Sabaté. Todo ello lo conté en la Noticia 1491ª, cuando por primera vez hablé en esta bitácora de ese lugar, que por otro lado siguió siempre esa línea y apuesta por revitalizar la cultura en esta ciudad desde lo literario con recitales y presentaciones de libros, las exposiciones, el cine, la música, los cuentacuentos, los talleres de manualidades e incluso la magia y el teatro. ¿Qué hacíamos el 8 de enero juntos en el café Jamaica? La cosa es que poco antes, en 2014, pero hacia su segunda mitad, Zia Mei, que leía esta bitácora, me había contactado vía redes sociales para conocernos en persona. Por cierto que comenté en noviembre de ese 2014 que ella había ilustrado y presentado un libro (Noticia 1408ª). La cita del 8 de enero de 2015 desayunar sirvió para conocer a Julián Pizarro, su pareja. probablemente me lo habrían presentado ya en aquella presentación del libro dicho en la Librería Diógenes, pero como fisonomista reconozco que sólo se me quedan las caras cuando veo varias veces a una persona o cuando una persona me impacta mucho por algo muy concreto. La cuestión es que ese día el motivo de la cita era hablar de las posibilidades de abrir ellos un bar de corte cultural, en vista del cierre de El Perro Verde hacía pocos meses, Noticia 1412ª, (que pasó a ser El Gato Verde esas Navidades) y que, para sorpresa de ellos, y en secreto de Raúl Armenteros y mío, La Vaca Flaca había cerrado para siempre el 1 de enero de ese 2015, siete días antes de este encuentro. De hecho, en breve nos pusimos Raúl y yo a desmontar La Vaca Flaca, sobre todo a partir de febrero, y se anunció su cierre final y desmantelamiento el 6 de marzo (Noticia 1457ª). En esas tareas nos vimos varias veces Zia, Julián, su socio (que no recuerdo el nombre), Raúl y yo, de hecho ellos llegaron a estar dentro del bar en desguace hablando de más cuestiones sobre las posibilidades de un bar cultural en la ciudad. Alguna de la maquinaria de La Vaca Flaca terminó, aunque mucha gente no lo sepa o no lo crea, en El Laboratorio. El nuevo bar, que abriría en la misma calle Vaqueras que daba esquina con donde estaba el bar de Raúl por el otro extremo, cubría de esta manera la orfandad de los clientes que nos gustan los bares de tertulia, familiares y culturales que en una horquilla de muy pocos meses supuso el cierre de El Perro Verde y La Vaca Flaca. Pero su apertura, como dije, se retrasó hasta junio, aunque por un momento se creyó que podría estar activo en abril y luego en mayo. estuvimos en el secreto.
Aquella mañana del 8 de enero estuvimos hablando de posibles ubicaciones, de precio de locales, de lugares más predispuestos para el flujo de clientela, de cómo gestionar lo cultural en un bar, comparamos propuestas de diversos bares, algunos desaparecidos, y hablamos, en general, de muchas cosas. Yo no soy parte de El Laboratorio en sentido propietario, que nadie se confunda. Simplemente querían contar con mi opinión y nació de ello, y gracias a cómo son ellos, una colaboración y una amistad que dura hasta la fecha de hoy. Hoy día, de vez en cuando, alguna persona se me acerca y sacando la conversación del Laboratorio, me suele decir que él (o ella) comenzó a ir desde el principio del bar en junio, en alusión a que en los primeros meses no se me vio casi por allí. Natural, ese año tuve un trabajo los tres meses de verano que me ocupaba doce horas de mi vida en San Sebastián de los Reyes, pero yo iba, los fines de semana y alguna mañana (ya que trabajaba a partir de unas horas antes del mediodía). Es más, incluso llegué a dar uno de mis recitales junto a Sergio Corbacho y Juan Izardui. Queda mal reivindicarse uno mismo, pero peor queda el "y yo más", bueno, peor no, pero me hace gracia. Yo nunca dejé de ir, se me viera o no, de hecho yo he sido un cliente de bastantes mañanas, codo con codo en la barra hablando con Julián. Nuestras tertulias de dos a veces sumaban a alguna otra persona, pero la verdad que merecían la pena. Echaré de menos eso, sobre todo cuando le acercaba los periódico Diagonal.
Hemos realizado yo y muchos más una gran cantidad de eventos culturales de todo tipo, algo muy propio de una cafetería-bar que a la vez era librería de editoriales pequeñas principalmente y que contaba con espacio para niños, un reservado para actividades varias donde se ensayó teatro, paredes dispuestas para exposiciones, zona de escenario para recitales y conciertos... ¡Ay...!, los conciertos. La primera amargura vino con ellos. Los malogrados conciertos mensuales de jazz de La Gatera por la queja de un vecino, según la policía, liderados los músicos por Pablo Zárraga, encontraron nuevo hogar en El Laboratorio, junto a otros tipos de concierto semanales o quincenales, siempre de volumen bajo, de jazz o blues o cantautor o flamenco, que permitían hablar y estar sentados en mesa. Según la policía la queja de un vecino (el misterioso vecino de Alcalá cuyos oídos alcanzan las notas de tantos conciertos) hizo que se multase al bar repetidas veces hasta el punto que corría el riesgo de que las autoridades lo cerrasen. A mí siempre me quedó la duda de la legitimidad de las multas, ya que hay una legislación en la Comunidad de Madrid que sí habla de la posibilidad de que un local hostelero celebre espectáculos siempre y cuando sea sin micrófonos y sean anunciados. La cosa es que se interrumpió un concierto de jazz muy suave y se cerró la posibilidad de seguir celebrando conciertos. Esos espectáculos atraían a mucha gente y si bien el servicio era algo lento y las tapas eran realmente pinchos, todo estaba en mejora. Se consumía, eso sí, los conciertos no hacían consumir al público tanto como los recitales de poesía, pero se consumía. Cortada de raíz esa vía cultural en el bar, la de los conciertos, el bar se volcó con su vertiente literaria celebrando todo tipo de presentaciones de libros, de revistas, de antologías, ensayos de teatro, lecturas dramatizadas, recitales de poesía personales o grupales, solidarios (como el realizado contra el cáncer), reivindicativos (como el de la poesía femenina), algún videoforum con El gabinete del Doctor Caligari y alguna otra película, etcétera. Incluso se acogieron actos como la presentación de la moneda social en Alcalá de Henares, o los lunes de partidas de mus. El bar era un lugar de encuentro y tertulia improvisada por el cual han o hemos pasado todo tipo de creadores y artistas de todas las clases de esta ciudad, pintores, pintoras, músicos, escritores, fotógrafos... El Laboratorio era cada vez más una referencia cultural obligada en la ciudad, junto al Deltoya, aunque ambos fueron ignorados por el ayuntamiento en abril de este 2016 en los actos conmemorativos por los cuatrocientos años de la muerte de Cervantes.
Sin embargo, el bar, que cada vez era más conocido y más referencia para un tipo de bar determinado, digno heredero de los mencionados antes, sufrió un bajón de público con el final de los conciertos, y eso es un bajón de ingresos. Los grandes recitales de poesía lo suplían, con creces y con más consumo, pero no se podía celebrar grandes recitales ni todos los días ni todas las semanas. El problema estaba en que los días que no había nada programado, apenas acudía alguna familia con niños y algún tertuliano habitual, como un servidor. Mayor problema aún que en algunos eventos algunas personas no consumieran nada, lo que es comprensible algunas veces y no pasaría nada si eso no se transformara en un hábito. O que de consumir se consumiera un sólo café estando allí cinco horas seguidas. Si bien estas cosas no se echan en cara, ni se les da importancia, si no que se ofrecía esa posibilidad, el bar era un bar, no una asociación cultural. La cultura en Alcalá se hace en los bares, dijo Mario Misas en la presentación de la revista El vaso lleno del vacío de la botella en El Laboratorio, y así es, pero precisamente porque es un bar, su manera de sustentarse y mantenerse era consumiendo, o sea: beber y/o comer. De otro modo, nada se mantiene de la nada, menos un negocio que consume muchas horas de la vida de sus trabajadores. De poco sirve ahora lamentarse de la pérdida de este espacio si no se fue al lugar, si se fue una sola vez o si no se consumió. No es un problema único del lugar, ya he comentado este mismo problema otras veces en otros lugares, como pasó por ejemplo con el Flamingo Rock Bar cuando tuvo que cerrar y dar por acabada su etapa y local de conciertos. Hay que concienciarse en que si algo nos gusta hay que mantenerlo y valorarlo. Mencionando a Kant en sus reflexiones del siglo XVIII, si te gusta leer la prensa pero sólo la lees prestada del vecino, si nunca la compras, tarde o temprano ese periódico desaparece por falta de sostén económico. Hay que comprar el periódico. Ese deber moral o ético es muy frecuente en el resto de Europa occidental, en España nos flaquea y Alcalá ha sido estos años un ejemplo de ello con el cierre de muchos proyectos como este por estas causas. El acoso policial y sus multas no hicieron ningún favor con los conciertos (cuando en Barcelona incluso se protege que los bares celebren conciertos), y eso que un día se reivindicó esto mismo en el local estando dentro la actual concejala de Cultura, del PSOE, no debió tomar nota o quizá es que sus poderes y su persona chocan con otros, pero no sólo fue esas multas, fue también que el bar no tenía demasiada clientela cuando no celebraba acto alguno y que cuando lo celebraba la mucha gente no siempre se correspondió con un consumo de bebida o comida a la altura del número de gente, salvo ocasiones que sí lo hizo y mucho. Tres euros no eran doce.
Hasta donde yo sé no han tenido pérdidas, pero tampoco ganancias, vivir al día de manera ajustada, supervivir, con el riesgo de perder cada cierto tiempo, hay que pensar en las muchas horas de vida gastados allí y otras cuestiones que son lo que fuerza el cierre. Se ha ganado mucho en experiencias y creatividad, eso sí, y en conocernos más unos y otros creadores de esta ciudad, de diversas generaciones. Personalmente creo que podrían haber intentado resistir un año más, a ver qué pasaba, pero es un negocio duro y quizá ese "hasta donde yo sé" esté equivocado y sí haya habido pérdidas, aunque sea por la fianza del alquiler del local. No lo sé. Las decisiones de los amigos, cuando son firmes, hay que apoyarlas.
En todo caso ha sido un lugar muy vivo y muy lleno de vitalidad. Por cierto que además era uno de los bares preferidos de las parejas jóvenes con hijos pequeños. Muere con las botas puestas este mismo fin de semana. Esta noche la dueña del bar, Zia Mei, quiere cantar unas canciones, y mañana sábado 7 de mayo, tras una mesa redonda que haré acerca de Corto Maltés por la tarde, sobre las 17:00 horas, empezará la fiesta final, el cierre, el: "se acabó, muchas gracias por venir". Estamos hoy en el penúltimo día, mañana el último. Una clientela amante de la cultura se queda huérfana, aún nos queda el Deltoya como lugar auténtico y genuino que apuesta porque quiere apostar por la Cultura, no como modo de impostar un negocio, cosa que ocurre en otros locales de Alcalá con un ambiente que no me resulta tan fresco y tan espontáneo como estos otros. Hay otro local similar al Laboratorio en Alcalá, el Ágora, en la avenida Caballería Española, pero aún así, ahora mismo, nos enfrentamos a una pérdida grande y muy dolorosa para la cultura de la ciudad. A pesar de que es un problema que en una ciudad de unos 210.000 habitantes, en los eventos culturales y lugares que promueven cultura, nos veamos habitualmente las mismas cien o doscientas mismas caras de siempre turnándonos según nuestros intereses. Ese es un problema de identidad que ningún ayuntamiento ha sabido hacer frente hasta la fecha, cuando, en los años 1980 para atrás, esto no era así. Quizá alguien debiera echar la vista atrás para reflexionar y comenzar a intentar arreglar, aunque la única verdad es que nada se hace ni ocurre si no es uno mismo quien empieza haciendo algo. La respuesta está en cada una de las personas. No vale quejarse de la ciudad si no se participa de la ciudad.
Muchos de los escritores complutenses actuales nos quedamos huérfanos hoy, en la inopia y la búsqueda de cuál será el próximo local que nos brinde una oportunidad. Muchos de los que nos gusta el bar-café de tertulia y familiar, que no sea de ambiente pensado para turistas y tapeos, estamos de nuevo en la incógnita del futuro. ¿Se condena a Alcalá de Henares a perder un modo de vida en favor cada vez más de un cartón piedra de bares para turistas? ¿Caminamos en rumbo a ser un "parque temático" estilo Toledo? La respuesta sólo la tendremos los ciudadanos y nuestras actitudes. Y entre tanto, el ayuntamiento debiera pensar que una ciudad merece la pena por tener su propia personalidad y esa es la que les debiera obligar a cuidar un determinado modo de vida y de hacer de sus ciudadanos.
Se acabó el experimento, se cierra el laboratorio, la noche de mañana sábado el robot de Metrópolis se pondrá un sombrero y se irá caminando hacia la luz de las farolas tras echar el cierre en la puerta. Saludos y que la cerveza os acompañe.
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