Genero, memoria y cultura visual en el primer franquismo (materiales cotidianos más allá del arte), es un libro de la historiadora María Rosón editado y puesto a la venta por Cátedra desde hace unas semanas. María Rosón ha realizado en su trayectoria numerosas aportaciones a la Historia dedicada a la igualdad de género, sobre todo desde una perspectiva visual, ya que ella trabaja con el Museo Reina Sofía. En este libro trata sobre la construcción de sí mismas que hicieron las mujeres mediante la imagen fotográfica y cinematográfica en las primeras décadas del franquismo, entre 1938 y 1953. Su estudio y consulta de fuentes ha sido muy constante. Entre esas fuentes ha recurrido al Archivo Fotográfico de la Comunidad de Madrid. Yo participé de la creación de ese archivo, como ya dije en su día, y es por medio de aquello y del periódico Diagonal que María Rosón contactó conmigo hace unos días para pedirme permiso para una pequeña aportación en este libro. Me siento muy contento de que Rosón se dirigiera a mí y por lo que significa el libro y por el significado personal de mi aportación en él, me siento muy agradecido a la autora.
Yo escribí en el 2013 un artículo de Historia de la igualdad de género en España que dividí en cuatro partes (Noticia 1272ª, Noticia 1273ª, Noticia 1274ª y Noticia 1275ª). El libro no tiene nada que ver con esos textos, pero le encuentro una cierta relación y supongo que quien esté interesado en el libro, pudiera querer leer esas referencias.
El franquismo fue una dictadura de extrema derecha donde diferentes familias políticas ultraconservadoras construyeron una España represiva que, en cuanto a lo que a la mujer respecta, forzó y significó un fuerte retroceso en las libertades y también, a costa de extenderse tal gobierno hasta 1975, marcó toda una mentalidad machista en varias generaciones de hombres y mujeres. Los primeros años del franquismo tuvieron un primer modelo ideal de la sociedad con ideales de la extrema derecha de Falange, así como del ultracatolicismo de corte ultramontano de los carlistas. Así pues, la dictadura de Franco tenía un ideal fascista y nacionalcatólico que truncó cuestiones como la igualdad educativa y mixta en las escuelas, la libertad de una mujer para poder tener negocios sin permiso del hombre, la posibilidad del divorcio, la posibilidad de los matrimonios civiles, la posibilidad del aborto (la primera ley del aborto la aprobó la Segunda República con Federica Montseny, anarcosindicalista de CNT, de Ministra encargada de temas de salud y sociales), la posibilidad de tener cualquier trabajo, esto último sobre todo a base de un empobrecimiento económico que las hacía depender del hombre, al cual se ligaban desde una mentalidad católica muy claramente orientada en la idea de la mujer casi como asistente del hogar del hombre, su esposo, a la que quedaba supeditada no en igualdad de condiciones, si no en una idea del hombre como cabeza de familia y máxima jerarquía en la organización social de la familia. Las ropas de la mujer, sus actitudes, lo que se esperaba de ellas, el derecho al voto (durante la dictadura se votó en referéndums y en cuestiones sindicales) todo se truncó en el camino hacia la igualdad que se había iniciado en los años 1930 con la República. La victoria militar en la guerra civil de parte del general Franco cambió el camino que acababa de iniciar España.
La mujer en el primer franquismo había llegado a conocer aquellas otras libertades con la República, pero con la dictadura sufrieron un gran retroceso. No obstante, no nos engañemos, hubo mujeres partidarias de todas estas ideas del franquismo. Una España empobrecida y con una alta tasa de analfabetismo o de semianalfabetismo, con una vida rural aún muy extendida, impide por lógica que todas las mujeres pudieran evolucionar igual en su reivindicación hacia la igualdad. Obviamente estas reivindicaciones no eran algo abierto y activista. Sólo unas pocas mujeres con una posición económica holgada o con una determinada cultura o posición social, pudieron permitirse algunos avances en sus vidas cotidianas muy reveladores como pudiera ser conducir un coche o vestir de una determinada manera. Eran actitudes en las vidas particulares, no una organización feminista o unas ideas feministas extendidas. Se fuera de derechas y partidarias de Franco o no, se fuera de izquierdas, se fuera de ciudad o de pueblo, rica, clase o media o de origen trabajador y sin muchos medios, todas tomaron sus actitudes ante la vida. Algunas desde los ideales femeninos del fascismo de Falange, que en algunas cuestiones eran ideas más avanzadas que las del ultracatolicismo, otras desde una resistencia personal a los ideales conservadores de aquella sociedad, otras desde su posición como artistas, otras como amas de casa que sacaban adelante a sus familias atendiendo a su hogar, algunas trabajando, algunas con el uso de su imagen sensual, otras con los valores familiares de la Iglesia, todas formaron una imagen y ayudaron a trasladar una imagen de la mujer en España.
España parecía un reducto anacrónico en Europa a partir de finales de los años 1950. Las revistas y el cine, o bien la llegada de turistas, o las cartas de los españoles que vivían fuera de España, hacen llegar a la península todas aquellas cuestiones que en el mundo femenino se estaban viviendo con la revolución sexual de los años 1960. El franquismo del desarrollismo y el tardofranquismo no son tratados en este libro, pero precisamente en este otro primer franquismo se vive ese golpe de hacha, el cambio brusco, que supuso la instauración de la dictadura y sus valores en el mundo femenino.
El franquismo estuvo interesado en construir la figura de la mujer como madre de familia, decencia y valores de corte cristiano, o bien de la heroína nacional casi como madre de la nación y sus nacionales, o la figura de la mujer como religiosa casi como una santa, no necesariamente por ser monja, pues el franquismo las presuponía a todas dentro del ideal de católica practicante. En esos valores jugaron papeles importantes el cine, la publicidad, la televisión, la radio y montones de soportes visuales y audiovisuales. A la vez, la gente común construía su propia imagen de la mujer mediante sus costumbres sociales y sus fotografías familiares. Una fotografía construía el mundo que querías enseñar y que querías que fuera recordado. En ese tipo de documentos gráficos, al no ser productos destinados al gran público, está buena parte de los datos más interesantes para conocer mejor la figura de la mujer en esos años. Las familias se fotografíaban y las fotografiaban en actos religiosos, como son bodas o comuniones y bautizos, pero también en retratos con todo tipo de dedicatorias, para todo tipo de destinatarios (novios, maridos, padres, madres, hermanos, hermanas, amistades...). No faltan fotos donde algunas se atreven a una cierta sensualidad disimulada o a querer parecer varoniles, trajes de baño, conductoras de coches, bodas religiosas de quienes durante la República lo hicieron por lo civil, actrices, cantantes, fiestas... Todo ayuda, incluída la posición de ellas en las fotos de grupo, los trajes, las casas... Todo nos habla y nos da pistas para conocer el pasado un poco mejor. Muchas personas que vivieron el franquismo siguen vivas, pero estas personas del primer franquismo cada vez van apagando más sus voces y es tarea del historiador poder lograr acercarse a los testimonios desde todo tipo de documento que pueda sobrevivir y decirnos algo. Este es el caso de las investigaciones de María Rosón.
Un libro interesante que ocupa ya en mi biblioteca personal un lugar entrañable.
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