Todo seguidor del mundo de los cómic sabe a estas alturas que Corto Maltés regresó con aventuras nuevas el año pasado, 2015, en torno al final del otoño y comienzo del invierno. Yo, que he escrito y hablado mucho de este personaje y su autor original, Hugo Pratt, que incluso he dado conferencias de él (la primera de todas la di en el Primer Congreso Internacional de Conferencias sobre Novelas Gráficas y Cómic, en 2011), me lo compré justo el primer o el segundo día que salió al mercado, creo recordar que el primer día. En Alcalá de Henares habían llegado sólo dos ejemplares de la obra en ese momento, en la Librería Diógenes. Uno era la edición en color y otra era la edición especial en blanco y negro. Lo cierto es que días antes, un par de semanas antes, había ido a Alcalá Cómic a preguntar por su fecha de salida, me parecía lo más propio preguntar y comprármelo allí, pero ocurrió algo que hizo que me lo comprara en Diógenes días más tarde, el primero que salió. No fui el único, el vendedor me dijo que poco antes acababa de vender el otro ejemplar, por lo que había pedido más. Yo me llevé el de color, que a fin de cuentas era el que estaba buscando. Es cierto que Hugo Pratt dibujaba en blanco y negro, era un maestro en usar las sombras y las luces de modo que todo cobraba una perfección, un misterio y un juego de varios sentidos bastante especial, pero aquello, en principio, se debió a que el personaje salía en tiras de periódico y revistas juveniles editadas en blanco y negro. El color vino más tarde, siendo así que las últimas aventuras que creó Pratt ya estaban pensadas para hacerlas en color, aunque, hasta la fecha de hoy se pueden encontrar en las tiendas tanto en color como en blanco y negro. Yo mismo tengo alguna historia repetida en ambas versiones, especialmente las primeras aventuras. Fue precisamente Patricia Zanotti, la mujer en la que Pratt confiaba para trabajar con ella en el coloreado de sus historias, la que se quedó como una de las herederas de la obra del autor, y fue ella quien, haciéndose eco de una de las opiniones de Pratt acerca de que no le importaría que alguien siguiera con las aventuras de Corto Maltés después de muerto, buscó junto a la editorial a lo largo de estos años desde la muerte de Pratt en 1995 a los creadores más idóneos para seguir con la vida de Corto Maltés.
Yo he leído el cómic este 2016, he tardado en tomarlo entre mis manos para leerlo por acumulación de algunas cosas y por otros motivos más personales. Lo leí hará uno o dos meses. Escribo ahora de él, aunque sé que mucho se ha escrito de él antes y después de su aparición en el mercado. Prácticamente se han escrito buenas críticas y elogios, pero alguno hay que pone en duda el resultado. Me parece extraño tanto elogio, la verdad. La obra es buena. Es un buen cómic. Es buen seguidor de la obra de Pratt, pero tiene sus sombras. Se han escrito tantas cosas buenas de Corto Maltés, bajo el sol de medianoche, que me apetece apuntar alguna cosa que no sea todo alabanzas, porque alguna cosa hay.
Lo primero que a cualquiera le puede venir a la cabeza es que hay que pensar que a pesar de que Pratt dijo aquello de la supervivencia póstuma de su personaje más admirado, que era casi él o casi su hijo y él mismo a la vez, tal cosa era polémica, porque la capacidad intelectual de Pratt era muy elevada, su vida había sido un rosario de aventuras y desventuras, y sus técnicas de dibujo, siempre en evolución, son muy suyas y muy magistrales. ¿Puede alguien que no sea Pratt imitar al espíritu de Pratt? Difícil cuestión que Patricia Zanotti y la editorial debían responder, así como los hijos, hijas y mujeres que dejó Pratt al morir. Tengamos en cuenta que también Pratt, antes de morir, deseaba llevar al cine a su héroe y que incluso se habló sobre que lo interpretase Viggo Mortensen, que no llegó a interpretarlo, ni la película a realizarse, pero del que quizá un ejemplo de que pudiera haber cuadrado está en su personaje interpretado en Océanos de fuego (Hidalgo) (Joe Johnston, 1994). Al final el proyecto cayó en manos de dos españoles, demostrando así que el cómic español, o a mejor decir sus creadores, están en buenos momentos. Los elegidos fueron como guionista Juan Díaz Canales, creador de Blacksad (el detective antropomorfo que tiene forma humana y de gato) y como dibujante Rubén Pellejero. Ambos autores premiados varias veces. De hecho, Pellejero ha sido nominado cuatro veces el Premio Haxtur, y lo ha ganado una vez en una quinta nominación; mientras que Díaz Canales tiene el premio Eisner (el más importante del mundo del cómic al margen de aquel único creador afortunado que llegó a ganar el Pulitzer, Art Spiegelman), varios de Angulema, y en 2014 el Premio Nacional del Cómic en España, precisamente por Blacksad. El cómic español está de enhorabuena, como he dicho, y esta elección para continuar la saga de uno de los héroes más famosos y queridos internacionalmente desde los años 1960 es uno más de esos reconocimientos. La asociación Tebeosfera en su informe anual respecto a 2015, publicado hace poco, dice que en España ha aumentado la producción de cómic en trescientos nuevos títulos, lo que nos pone en la cifra de dos mil novecientos títulos editados en 2015, entre ellos este del que hablamos, aunque siete de cada diez cómics fueron traducciones. Las primeras ediciones españolas sólo suponen un 20% del mercado del cómic que se vende en España, y dentro de eso sólo un 4% está creado por mujeres.
Corto Maltés, bajo el sol de medianoche salió al mercado español en esas dos ediciones en castellano, la de color y la de blanco y negro, más otras dos en catalán. No hay mayor diferencia entre ellas. No hay viñetas de más en una que en otra, ni cambia nada. Los únicos cambios existentes son las portadas, que uno es en color, el otro en blanco y negro, que el formato es ligeramente mayor en el de blanco y negro para quien se quiera recrear más en los dibujos, y que el de color incluye más páginas porque al final del número contiene material extra como son comentarios editoriales y de los autores sobre qué supuso hacer ese número sin Hugo Pratt, así como bocetos varios, pruebas de color y tinta, hasta cuatro esbozos de portadas posibles (por cierto que el que representa a Corto Maltés sobre un muelle mientras vuelan en primer plano las gaviotas me parece la mejor de las portadas, es una pena que la descartaran), y, por si queda dudas: un par de pruebas inéditas de una página completa de lo que se adivina otra nueva aventura de Corto Maltés que está por crearse. Como se dice en los comentarios, ellos quieren seguir sacando nuevas aventuras si eso es posible y si los lectores están satisfechos. Ambas cosas las cumplen, por lo que es previsible que ambos creadores españoles se aventuren a otra aventura, si es que no lo estaban haciendo ya desde el final mismo de esta otra, visto lo visto en los suplementos de la edición en color. Desde 2013 ya teníamos un ejemplo similar en la editorial encargada de editar las aventuras de Astérix, que sin Uderzo ni Goscinny, sacó Astérix y los Pictos al cargo de Jean-Yves Ferri y Didier Conrad. La cosa gustó y, apenas una semana del regreso de Corto Maltés a las librerías en 2015, esos mismos creadores franceses sacaban Astérix. El papiro del César. No es que Corto Maltés y Astérix hayan abierto la puerta de los regresos, Spirou hizo lo propio tiempo antes con Franquin, Los Pitufos con Peyo, y Marvel Comics y Detective Comics están más que acostumbrados con toda su galería de superhéroes.
Si en España sacaron dos ediciones, una en color y otra en blanco y negro, a la vez desdobladas en otras dos, en castellano y en catalán, en Francia se lanzaron a sacar hasta cuatro ediciones, con diferentes portadas, una de ellas en edición de lujo y otra en edición especial. ¿Qué nos da por resultado esto? ¿Un ejercicio artístico dentro del Noveno Arte en una obra significativa por lo que supone de regreso de un personaje veinte años después de la muerte de su creador? No tanto así. Más bien supone un ejercicio de la editorial y de los herederos para poder rentabilizar más al personaje, exprimiendo al máximo a sus seguidores más incondicionales, de los que saben que se comprarán tarde o temprano las dos versiones, así como todas aquellas que aporten algo inédito o nuevo. De ese modo el producto artístico que dejaba Pratt queda en manos más de lo comercial que de lo artístico, siendo en vida de Pratt al revés, lo que, además, está más acorde con la personalidad del propio Corto Maltés. Ya ese aspecto debiera hacernos reflexionar.
La obra está editada en el mismo formato que los libros integrales que dejó Pratt hecho como forma definitiva para leer su obra. Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero optaron por seguir en la opción de pintar y narrar en viñetas convencionales, nada barroco ni experimental, en un cuerpo de página a cuatro filas de viñetas preferentemente a dos columnas, o sea a ocho viñetas por página, aunque es habitual que a veces una viñeta se alargue y ocupe una columna de una fila o que haya filas de tres columnas, o que se combinen filas de dos columnas con otras de tres o de una sola. Prima, en todo caso, al margen del tamaño no igual de cada viñeta, las ocho viñetas por página. Sus dimensiones y su reparto ceden la voz visual al ritmo que se desea transmitir al lector a la hora de realizar su lectura, lo modulan. Del mismo modo, el estilo de los dibujos es muy fiel al estilo de un Hugo Pratt de finales de los años 1970 y principios de los años 1980. Aunque, sinceramente, me ha parecido notar que según qué parte de la aventura estés leyendo hay homenajes o guiños a todas las etapas pictóricas de Pratt. Lo que no hacen es intentar copiarle al máximo, ya que Pratt, que se esforzaba mucho en dibujar con todo detalle los fondos, ya sean paisaje, panorámicas, máquinas o personas, Díaz Canales y Pellejero optan por bosquejarlo, pero no por detallarlo. Pratt dejó abierta también esa puerta de que un nuevo autor pudiera contribuir un poquito con su estilo a dar nuevos aires, si bien Corto Maltés debía ser Corto Maltés. Teniendo en cuenta que los dos autores españoles han buscado acercarse lo más posible a un estilo muy concreto de una época de Corto Maltés, quizá una de las más apreciadas por los lectores de obras como La Casa Dorada de Samarkanda o Etiópicas o En Siberia, no sé yo si en ese caso Hugo Pratt hubiera estado satisfecho del todo con que no hubieran perfeccionado los fondos. Pensemos que Pratt se juntó con autores como Milo Manara o con Ongaro, que era gente muy perfeccionista, no se juntó con autores que sólo sugirieran fondos, sino que los mostraran con la importancia de un primer plano, aunque no distrayendo la visión del primer plano. Esto puede generar un debate, por supuesto. El resultado no es malo, pero si no apuntamos sólo elogios, hay que comentarlo para reflexionar el debate.
Del mismo modo, me ha sorprendido la enorme cantidad de viñetas y de personajes que recuerdan visualmente a otras aventuras de Corto Maltés. El viaje por el Gran Norte Americano, de Alaska a Canadá, va dando saltos de una a otra aventura, y de uno a otro personaje nuevo, a un ritmo tan rápido que ni siquiera lo hacía así Pratt, quizá despistándonos un poco de la trama central. Pero vale que eso es algo que se les pudiera permitir a los nuevos autores, aunque no sé qué pensaría un Hugo Pratt muy preocupado por el guión, sobre todo en sus últimos álbumes, o un Umberto Eco, muerto este año, escritor admirador de Corto Maltés, que llegó a prologarlo y comentarlo múltiples veces, y que, como novelista, era tan extremadamente detallista como Pratt con sus cómic. Yo, personalmente, hubiera preferido menos viñetas sacadas de historias ya dibujadas, o menos referencias a personajes de otras historias, referencias que no van con la historia, si no que se nos presentan visualmente para despertar un cierto sentimiento de recuerdo y reconocimiento en el autor. Escenas de Corto Maltés sentado en su butaca del mismo modo que en sus aventuras caribeñas, otras que nos recuerdan a los irlandeses de Las Célticas, otra donde Corto mira al cielo junto a otras personas que nos recuerda a aquella vez que lo hará para ver volar al Barón Rojo, y otras tantas más. Luego están las escenas, viñetas y comentarios que aluden a obras de Pratt que no están relacionadas con Corto Maltés, como Verano indio, Jesuita Joe y otros. Para mí, por muy bien que estén esos homenajes, su uso en exceso me sobra. Agradan, no digo que no, pero su abuso no era necesario. En cierto modo estamos en este comienzo del siglo XXI donde ya en el cine hemos visto y vemos una y otra vez como esas referencias a personajes y escenas creadas y vistos en nuestras infancias vuelven una y otra vez sobre la pantalla, como algo que nos hace descargar una química que nos hace sentir bien, que nos hace alabar fácilmente el producto y querer más de él, quizá no tanto por él, sino por nuestro pasado y nuestro recuerdo pasado donde disfrutamos por primera vez. Es efectivo y efectista, no lo niego, pero hay que ir más allá, acabar con tanta referencia, la que es necesaria es necesaria, pero las que no lo son... sobran, sobran si lo que se quiere es hacer una obra con el mismo espíritu con la que abordaba una nueva obra por ejemplo Hugo Pratt. La excelencia no la buscaba él en hacer referencias visuales en sus viñetas a otras viñetas que tuvieron éxito en aventuras anteriores, sino que la buscaba en aportar viñetas e imágenes nuevas. También es cierto que por esta vía se nos da una pista de porqué pudiera que Corto Maltés llevase armas al IRA en 1916 en una aventura que se ubicará cronológicamente tiempo más tarde a la nueva aventura creada.
Pratt, tan intelectual como aventurero, dotó a Corto Maltés de una gran erudicción que camuflaba con su modo de ser de héroe antihéroe, y a la vez hizo que se tropezara con acontecimientos y personajes de la Historia. En Bajo el sol de medianoche no va a ser menos. Aunque tengo la impresión de que es la aventura de Corto que más personajes históricos reales se cruzan por su camino. Las referencias en ambos sentidos, las intelectuales y las de personajes reales, son múltiples y hay que leer con gran atención, como si tuviéramos que resolver un acertijo de realidad encerrada en ficción, y eso sí que le hubiera encantado y mucho a Pratt, en cuyas conversaciones biográficas no paró nunca de decir que ese era su ideal incluso de vida, la confusión de lo real y la ficción hasta fundirlos en uno. La historia a narrar, siguiendo el orden cronológico de la vida de Corto Maltés, ocurre después de los hechos narrados en Balada del Mar Salado, lo que nos ubica en 1915 como fecha inicial y nos adentraría en 1916, antes de las aventuras caribeñas de Bajo el signo de capricornio. Jack London, el escritor norteamericano que Corto Maltés conoció en 1905 en su Juventud, en Manchuria, está melancólico y depresivo, no acude a una cita con su amigo marino pero le hace llegar una carta para que la entregue a una mujer de la que estuvo enamorado cuando estuvo en Alaska. Jack London, como es sabido, se suicidaría en noviembre de 1916, por lo que estamos ante una aventura de Corto Maltés donde el propio Corto intuye que el favor que le pide su amigo escritor es en realidad el último. No le cuestiona, lo hace, a pesar de que aún no se ha suicidado. En la búsqueda de esa mujer encontrará a otros personajes reales, como Waka Yamada, exprostituta japonesa en Norteamérica que luchó contra las mafias de la trata de blancas, Matthew Henson, explorador afroamericano que llegó al Polo Norte en 1909 con Robert Peary pero que por culpa del racismo y su raza negra no le fue publicitado ni homenajeado, Klondike Joe Boyle, aventurero que fue uno de los últimos buscadores de oro del Salvaje Oeste, Frank Slavin, boxeador y espía, Ulkurib, un indio esquimal o inuit, que en Canadá admiraba a Robespierre y durante la Primera Guerra Mundial se alzó en armas contra el gobierno buscando la independencia y una revolución más bien totalitaria y sanguinaria, etcétera. Efectivamente, Corto Maltés inicia su aventura de manera tranquila en Centroamérica junto a Rasputín cuando la carta de London le hace viajar a Alaska y de ahí una serie de contratiempos a cada cual más peligroso le arrastran (incluso por rapto) hasta el interior de Canadá y sus peculiaridades durante la Primera Guerra Mundial. El nuevo mundo del siglo XX aparece como amenaza de aquel mundo del siglo XIX lleno de aventureros y regiones sin explorar. El cinematógrafo, el refinamiento más perfeccionado del petróleo para dar un producto de gasolina más potente para las nuevas máquinas de guerra, las carreras de coches, los nuevos medios de extracción petrolifera y de búsqueda de oro con maquinaria... Corto no lo sabe, pero llega a decir en un barco a vapor que él prefiere su velero. Sabe lo que dice. Es un buen detalle de parte de los autores.
El resultado en general es un buen resultado. ¿Merece la pena? Sí. ¿Respeta el espíritu de Pratt? Sí, aunque hay que estar atentos a algunas de las cosas dichas. En cierto modo tiene mucho de lo que Pratt hacía, pero también tiene, por medio de algunas imprecisiones, bastante de los nuevos autores. No son malos herederos de la obra. Lo han sabido hacer. Incluso es entrañable determinado guiño en la última página sobre un personaje anciano que se acerca a Corto Maltés. Pese a todo lo dicho, la verdad, no me extrañan las alabanzas que ha recibido esta entrega. A mí me ha gustado reencontrarme con Corto. Al comprarlo, puesto que Pratt al morir trabajaba en una historia de Corto Maltés en la guerra civil española, se rumoreaba que ayudando a unos anarquistas a huir de la represión de Franco, cosa que incluso se menciona en otras historias narradas por Pratt, creía que iban a situar la nueva aventura justo en ese momento en el que Pratt ya no pudo continuar la narración, pero veo que Pellejero y Díaz Canales optaron con enlazar, en cierto modo, con la juventud de Corto, por el principio, aunque sea a través de ese Jack London diez años después de su primer encuentro con Corto. Nada que ver con la propuesta que dejó inconclusa Pratt ¿Qué otras historias podrán contar los dos creadores españoles con Corto Maltés? No lo sé, no lo sabemos, aunque la plancha de pruebas que hay en los extra nos muestran a Corto junto a un niño con aspecto y ropajes mexicanos. ¿Se verá con Pancho Villa o Zapata? Si eso ocurre, supongo que ya lo veremos.
Que sí, que merece la pena, pese a lo dicho. Merece bastante la pena. Está a la altura de sus aventuras ya creadas. Sus autores se han preocupado mucho por no desvirtuar el mundo y la narración de Corto Maltés.
Y ahora, haciendo un poco de trampa, como ya os he puesto hasta seis portadas de estos dos autores, en el club de fans de Corto Maltés alguien publicó un dibujo que hizo John Paul Leon este año 2016 como homenaje. Me gustó. Os lo comparto.
Que sí, que merece la pena, pese a lo dicho. Merece bastante la pena. Está a la altura de sus aventuras ya creadas. Sus autores se han preocupado mucho por no desvirtuar el mundo y la narración de Corto Maltés.
Y ahora, haciendo un poco de trampa, como ya os he puesto hasta seis portadas de estos dos autores, en el club de fans de Corto Maltés alguien publicó un dibujo que hizo John Paul Leon este año 2016 como homenaje. Me gustó. Os lo comparto.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
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