domingo, febrero 07, 2010

NOTICIA 742ª DESDE EL BAR: BALADA TRISTE DE UNA DAMA (9)

Capítulo 9: Tormenta

Llovía en el mar. Era una lluvia ligera, pero un relámpago iluminó el cielo gris, al rato tronó su trueno. Caían las finas gotas sobre la cubierta del barco. “Los Jimi” ordenaron mantener el buque al pairo. Se intuía que pronto iba a desembocar todo en una tormenta y no querían arriesgar la embarcación. Llevaban varios días de viaje hacia Florida usando una ruta interna por el archipiélago de las islas Bahamas. Los recovecos de estas islas eran los favoritos para toda clase de piratería, sobre todo la de los propios ingleses, para poder protegerse de los barcos militares españoles. Otro relámpago iluminó el cielo, esta vez el trueno tardó menos tiempo en tronar.

“Los Jimis” tenían sus planes con Patricia de Santamaría. No era para ellos nada interesante la idea de cobrar un rescate, sino que creían poder obtener mayores beneficios si la vendían en la colonia inglesa de Jamestown. Era aquella una gran colonia recién nacida donde la sociedad se estaba construyendo al modo de Europa. Era una colonia que les era simpática, si acaso por la anecdótica fundación que tuvo a manos de un sir que fue corsario, Walter Raleigh. “Los Jimis” tenían un sentido del humor propio para sus negocios. Allí podrían tener altas sumas por venderla como esclava o como prostituta a algún burdel de lujo. Y si algún inglés de alto parangón quería tener un gesto noble y pagar por rescatarla también les valía. Todo les valía salvo adentrarse en el Caribe con ella, tan plagado de buques españoles, y menos yendo a Veracruz, donde se encontraba la base militar del fuerte de San Juan de Ulúa, especializada en cazar piratas. Virginia, en la costa Atlántica de América del Norte, era para “los Jimis” el lugar más adecuado para sus planes con Patricia de Santamaría, pese a que previamente debían atender su negocio particular con el portugués y desembarcarle en Florida, en San Agustín.

Llovía. Estaban casi saliendo de las Bahamas por el Noroeste. El viaje había sido hasta el momento tranquilo.

Casi toda la tripulación estaba en los camarotes de la bodega del barco, a resguardo de la lluvia. “Los Jimi” habían ordenado que el vigía de la cofa no se moviera de su puesto. Desde allí observaba la cubierta, más que el agua, maldiciendo su suerte esa tarde de tener que estar mojándose allí arriba. El mar comenzaba a agitarse cada vez con más fuerza y el barco bailaba a su ritmo, flotando a cada subir y bajar exagerados de las aguas. También el viento empezaba a soplar fuerte. El vigía vomitó cofa abajo hacia la cubierta que había estado observando. Se acurrucó en aquel puesto desobedeciendo, en cierto modo, las órdenes de “los Jimis”. Se empezaba a encontrar realmente mareado y lleno de temblores y sudoración fría allí arriba. Pero no era el único que miraba a esas horas la cubierta. Desde el castillo de popa miraba el barco el alma negra de David el portugués. Escudriñaba cada rincón buscando todas las claves para dar con el momento preciso y los modos en los que daría su golpe de efecto sobre “los Jimis”.

Contaba con un apoyo dentro del barco. A sabiendas de las intenciones de los capitanes de no volver a Santo Domingo había usado la información para atraer a sus planes a Jason Steinman. No obstante, el propio Jason Steinman aspiraba a una parte prometida por el portugués de las ganancias que se pudieran obtener de entregar a Patricia de Santamaría. Tenían por idea hacer explotar pólvora en la bodega del barco para aprovechar la confusión y sacar de su camarote a Patricia de Santamaría y hacerse al mar en una lancha en dirección a una de las bases filibusteras de las Bahamas que conocían ambos cercana de aquel lugar. Para completar su plan con mayor perfección, evitando poder ser perseguidos por “los Jimis” en la otra lancha con la que contaba el barco, debían agujerear esta. Más aún, David el portugués planeaba asesinar a los capitanes justo cuando Steinman hiciera explotar la pólvora, siempre que las circunstancias se lo permitieran. Otra opción hubiese sido fomentar un motín. “Lo Jimis” gobernaban su barco con mano dura. Hacía pocos días habían dado un castigo ejemplar sobre un grumete dándole tantos latigazos que aún se encontraba sin poderse mover en su camastro, boca abajo y lacerante.

Aunque la tormenta podría ser un buen momento para llevar a cabo sus planes, aún no era el momento. Sí lo era para agujerear una de las lanchas. El portugués vio vomitar al vigía desde la cofa y cómo este, tras vomitar, se acurrucaba en su puesto sin otear ya nada desde allí. David bajó del castillo de popa y, andando malamente con los pasos combados a costa de los movimientos exagerados que el barco comenzaba a dar de un lado a otro por culpa del temporal, llegó hasta la gran lancha que estaba a estribor. Con esfuerzo sacó los remos y los tiró al mar. La lluvia comenzaba a ser fuerte y las gotas impactaban ya con gran fuerza sobre la madera de cubierta. Sus manos se resbalaban intentando agujerear la lancha por entre sus maderas con un cuchillo largo de machete. Vio que lo mejor era usar el machete a golpes contra la base de la lancha, a modo de hacha.

Otro trueno creó su estruendo mientras el portugués golpeaba la lancha con su machete de espaldas a la puerta que daba a los camarotes de la oficialidad, de donde, a desconocimiento suyo, salió Harry Reddish, un pirata veterano que normalmente custodiaba la puerta que encerraba a Patricia de Santamaría. Harry Reddish había abandonado su puesto momentáneamente para ver cómo se encontraba el vigía, pues no era la primera vez que en temporales así alguno se había caído al mar. Aunque lo normal era no tener vigía en plena tormenta en el mar. Nada más ver a través de la lluvia a alguien saboteando una de las lanchas llamó a gritos al capitán y se dirigió decididamente al saboteador. David se dio la vuelta se dio la vuelta cuando oyó la voz de alarma que le delataba. Harry Reddish vio que la traición venía del portugués que los capitanes habían embarcado. Un movimiento rápido de David evitó un contundente golpe de espada de Harry Reddish. Tanta fuerza llevaba que la hoja de su arma se clavó en la madera de la lancha de tal manera que no podía sacarla. El portugués aprovechó para clavar de costado su largo machete de hoja ancha en el pecho del veterano pirata inglés. Tanto ímpetu le puso que le rompió el esternón alcanzándole los órganos más vitales. Harry Reddish dio un paso para atrás mirando en blanco a su asesino. Cayó sobre cubierta como un tronco de árbol al ser cortado. Un borbotón de sangre salió de su boca manchando su barba y mezclándose con el agua de la lluvia. El portugués le desclavó el machete haciendo un poco de fuerza y un par de movimientos justo cuando salían ya a cubierta los Jimis y sus hombres. Sacaron todos sus armas. Una bala rozó con su silbido la cabeza del portugués.

Jason Steinman fue el único que se dirigió dentro de la bodega en dirección a los barriles de pólvora mientras todos salían a cubierta. Había comprendido que, fuera o no el momento adecuado, ya no habría otro momento. Creó una improvisada mecha y le prendió fuego. Rápidamente salió a cubierta. Cuando vio cuan perdido estaba el portugués, que se defendía de toda una tripulación entera como podía, decidió ir corriendo al camarote de la prisionera. Con un disparo de su pistola reventó la cerradura. Patricia de Santamaría estaba asustada y le rehuía creyendo que había llegado su hora. Jason Steinman la golpeó haciéndola una pequeña herida que no sólo la hizo sangrar un poco la cabeza, si no que también la dejó inconsciente. La cargó a sus hombros y la llevó en medio de la lluvia y la pelea en cubierta, que se había trasladado al castillo de proa, cerca de la lancha de babor. Se dedicaba a intentar soltarla cuando el barco entero se levantó en su parte delantera sobre las olas con un gran estruendo. La pólvora había estallado. Cayó el barco de nuevo haciendo que todos los que se encontraban en cubierta cayeran y rodaran por el suelo, cayendo algunos al mar.

Jimi “el Rizos” ordenó a los marineros ir a la bodega a intentar taponar la vía de agua que con toda seguridad provocó la explosión. Sin embargo varios de los piratas se dirigieron hacia la lancha donde estaba Steinman con Patricia de Santamaría, que ya había sido echada dentro de esa embarcación. El barco se escoraba y se hundía rápidamente. Usando un cabo David el portugués llegó hasta la lancha donde Steinman se hubiera ido de buena gana sin él. Sin embargo ahora le necesitaba para luchar hombro con hombro mientras, a la vez, trataban de botar la lancha al agua manteniendo a raya a sus agresores. El capitán Jimmy iba en persona contra ellos cuando de repente un montón de astillas volaron por encima de las cabezas de todos ellos. Otro barril de pólvora había estallado por simpatía de la primera explosión. Todos cayeron al suelo salvo los de la lancha, que, por efecto de la nueva zozobra cayó con Steinman, el portugués y Patricia de Santamaría al mar.

El buque inglés se partía por la mitad mientras un nuevo relámpago y su trueno inundaban el cielo oscuro de tormenta. David y Steinman remaban lo más fuerte y rápido que podían tratando de alejarse. Una de las partes del barco, que se hundía rápido, volcó y se puso panza arriba, muriendo en ello mucha gente. La otra parte, más entera en su hundimiento, mantenía al capitán Jimmy disparando su pistola contra la lancha, pues la muerte no le importaba tanto como la venganza. En el agua Jimi “el Rizos” amenazaba a gritos con vengarse desde el Infierno.

La lancha se alejaba de todo aquello.

3 comentarios:

Harry Reddish dijo...

Maravilloso, siempre había querido ser un pirata... aunque me hayas matado, me ha hecho ilusión aparecer en tu novela. Un abrazo desde Managua

Canichu, el espía del bar dijo...

me alegra que te gustase el homenaje.

carde dijo...

Gran historia cada vez me gusta mas. Engancha.