Ayer fue una madrugada de sábado bajo la lluvia. El autobús cuya espera se hace eterna, el tren viajando bajo el frío y las gotas de agua cayendo en sus cristales, y Madrid capital. Llegar al Ateneo de Madrid fue un ejercicio de voluntad premiable. Pero uno llega allí al fin y sube sus escaleras franqueadas por dos semidioses griegos de bronce, alcanza el recibidor con sus signos masones y sus estanterías con libros republicanos a la venta, para acabar entrando en el ascensor que comunica con la sala de conferencias nueva donde, como dije, se celebraba un seminario sobre las relaciones de Japón y Asia. Alli empiezo a desabrochar mi enfriada y empapada guerrera mientras busco una silla libre para ver el comienzo del acto. Lo que encuentro son varias caras conocidas de excompañeros de carrera universitaria y de catedráticos que me dieron clase, hay ateneístas y japoneses, más algunos veinteañeros que, tras su uso de la palabra en las dos mesas redondas que hubo, confirman con su aspecto que se encuentran allí por su admiración devota por Japón y lo que la cultura popular ha traído de ella a España en las dos últimas décadas.
La inauguración a cargo del director del área de Historia del Ateneo, Alejandro Díez Torres (profesor en la Universidad de Alcalá de Henares, UAH). Fue breve, prácticamente dirigida a presentar la temática central del seminario, el proyecto de investigación de las relaciones Asia-España que dirige él mismo en la Universidad de Alcalá con varios de los ponentes de esa mañana, y el ofrecimiento del Ateneo como lugar donde tener este tipo de encuentros. En seguida comenzaron las dos primeras conferencias. Curiosamente trataban el mismo asunto: el encuentro de España y Japón en el siglo XVI, y sus relaciones diplomáticas y culturales. El caso es que sus dos ponentes habían estudiado el tema con la salvedad de que uno lo hizo desde los arhivos españoles y otro lo hizo desde los japoneses, sin que previamente el uno conociera de la existencia del trabajo del otro. Así que fue muy completa esta perspectiva de uno de los primeros encuentros entre Japón y Europa, entre dos imperios, el pujante japonés en la Asia del siglo XVI y el por entonces dominador del mundo, el Imperio Español.
"España y Japón en los siglos XVI y XVII" fue el nombre de la conferencia de Osami Takizawa (historiador japonés e investigador en la UAH). En ella nos habló de una perspectiva japonesa en la cual llegan unos españoles por mar, desde Filipinas, justo en el momento donde se está viviendo un cambio de régimen que dará como resultado de luchas entre señores fuedales (shogunes) el nuevo y próspero gobierno de la dinastía Tokugawa. En medio de esas luchas varios shogunes se pasaron al cristianismo que fomentaban principalmente sacerdotes jesuítas, lo que provocaba un conflicto político y social importante para la unificación japonesa, ya que varios enemigos de los Tokugawa buscaron el apoyo español por medio de su conversión religiosa. Aunque los emperadores españoles Felipe II y Felipe III plantearon la relación con el Imperio Japonés entre iguales, y por tanto dentro de la diplomacia y las relaciones culturales, los Tokugawa decretaron a comienzos del siglo XVII la expulsión de los jesuítas y por ende de los españoles. En 1609 la tregua española con el por entonces reino rebelde de Holanda dentro del Imperio Español sólo se daba en el suelo y mares europeos, un vacío legal en el redactado del tratado de paz no hablaba de Asía. Por ello en 1609 aparecen en las costas japonesas los primeros holandeses, de religión cristiana protestante y no católica como la española. Tras una matanza de veinticuatro cristianos españoles los japoneses contactan con estos holandeses, los cuales les agradan más ya que no hacen proselitismo de religión y sólo están interesados en tener relaciones comerciales. A partir de la tregua de 1610 entre España y Holanda para los territorios de Asia, los españoles, por decretos de los japoneses, están expulsados del Imperio Japonés, mientras que holandeses e ingleses tenían vía libre para comerciar con ellos. Aún así, Japón expulsaría a todos los europeos, igual que hizo el Imperio Chino, para blindarse hasta que los estadounidenses abrieron sus puertos a fuerza de los cañones de barcos de guerra en el siglo XIX.
Como decía esta visión se contrastó con "Los españoles en Filipinas y en Japón en el Siglo de Oro" de Emilio Sola (catedrático de la UAH), visión que cuenta con un libro publicado y reeditado desde los 1970'. En ella se nos expuso como los españoles toman un primer contacto con el Imperio Japonés por medio de la Compañía de Jesús y los viajes del vasco Francisco Javier. Posteriormente, la llegada y asentamiento de los españoles en Filipinas de la mano de Legazpi a partir de los 1570'. Puesto que el Imperio Japonés tenía también comercio y colonos en Filipinas, los españoles se plantearon una relación de tú a tú con ellos, sobre todo para defenderse unitariamente de los piratas chinos o incluso de un hipotético ataque del Imperio Chino, aunque los enemigos que deseaban ahuyentar de aquella zona los españoles son los portugueses, antes de que Portugal fuera parte del Imperio Español en 1580, y los holandeses y los ingleses a partir del siglo XVII, sobre todo a partir de 1609. Sola remarcó sobre todo que se trataba de relaciones principalmente culturales, aspecto este que los propios reyes españoles remarcaron en sus cartas escritas a los gobernadores españoles de aquella zona y a los embajadores que mandó a Japón. Tanto es así que la superioridad tecnológica militar española no fue compartida con los japoneses. Los arcabuces eran marcados por los monarcas específicamente para que en ningún caso de los tratos comerciales fueran intercambiados con los japoneses. Sólo a comienzos del siglo XVII se vendió algún fusil a los japoneses para ayudar a la facción de los Tokugawa en sus batallas para unificar y avasallar a los shogun bajo su gobierno. Japón estuvo interesado en obtener de los españoles plata de Filipinas, animales europeos, telas europeas, comidas europeas y las clases altas ambicionaban tener gran cantidad de pinturas al óleo, ya que esa técnica de pintura no la conocían y les impresionó sobre manera su calidad para representar personas (no obstante es la época del Renacimiento y el Barroco europeos y España tenía grandes colecciones de grandes artistas, ya que Felipe II tenía la colección de pinturas de todas clases como una de sus aficiones, no obstante él también obtuvo grabados japoneses para su colección). Es llamativo también que uno de los embajadores españoles de la época se viera tan atraído por el Imperio japonés que llegó a aprender japonés y a vivir temporadas en Japón, lo que facilitaba sus visitas al emperador. El asunto de la evangelización por medio de los jesuitas se exportó a Japón, como se ha dicho, pero en un sentido cultural, sin imposición bélica. Tal evangelización tuvo éxito en lo que se ha calculado que serían unos 150.000 japoneses, cifras confirmadas por el homólogo japonés en las conferencias. Se hizo a través de jesuítas ya que estos usaban de un fuerte sentido de la jerarquía y un criterio de militarización de su organización, se evitó explicitamente que desembarcasen franciscanos en Japón porque su forma de entender el cristianismo era contraria a las formas sociales japonesas y podía "provocar serios problemas para la seguridad de los españoles". La matanza y expulsión de los españoles del Japón sigue en esta exposición las mismas pautas que la anterior exposición.
El asunto de la evangelización fue tratado también en la tercera conferencia, "Iglesia y evangelización: la primera sociedad colonial americana", esta vez por Manuel Casado Arboniés (profesor de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, y miembro de A.C.I.S.A.L, antiguo profesor de la UAH). Nos alejamos con esta conferencia y la siguiente del ámbito de Asia para dar cabida a otros aspectos de los Archivos de la Frontera, en los cuáles yo mismo he dado una aportación en el pasado. No obstante, como apuntó el profesor Casado, incluso en la América española aparece Asia, ya que el galeón de Manila conectaba las zonas americanas del Imperio Español con las asiáticas del mismo (hacía la ruta Manila-Acapulco con gran cantidad de productos culturales, alimenticios y demás, aparte del tráfico de personas de uno y otro lado), así como se habla de la presencia de filipinos y de mexicanos en ambos extremos del trasiego de viajeros del Imperio, así como la llegada de unos primeros coolies, en términos ingleses, esto es: chinos en América. Sea como sea, su conferencia se centró sobre todo en la problemática de la evangelización y la colonización española en unos primeros territorios caribeños en torno a los años de la segunda regencia del cardenal Cisneros en España, 1516-1517. El proyecto inicial de evangelización de Cisneros en América, pasada la primera etapa de los Reyes Católicos Isabel y Fernando (1492-1516), fue poner orden en el experimento de las encomiendas llevadas a cabo por la orden de los dominicos. Las encomiendas era un sistema mediante el cual a un Señor español que participara de la conquista se le asignaba una parcela de terreno y unos indios para que lo cultivaran (el oro de las primeras islas descubiertas se agotó rápido) a cambio de que los educara y evangelizara. El sistema provocó graves abusos de poder y un terrible maltrato hacia los indios. Cuando pocas décadas después estos son definitivamente considerados legalmente como súbditos de España, igual que el resto de españoles, no podrán ser esclavizados, por lo que el sistema de encomienda es eliminado en buena parte, a pesar de que donde subsistió con términos más humanos registra casos donde se respetó a los indios, y casos donde siguieron existiendo abusos crueles.
"Los Jesuitas en la Evangelización en América", conferencia presentada por Paulina Numhauser (historiadora israelí asentada en la UAH), completaba esta visión a través de la acción de los jesuítas en sus asentamientos entre Paraguay, Uruguay, Brasil y Argentina. Su comunicación en realidad estaba en torno al siglo XVIII, siglo en el cual la Compañía de Jesús pasaba serios problemas en todos los Estados católicos de Europa, ya que su juramento era de fidelidad al Papa y no a su rey correspondiente (en este caso los Borbones de España). Así pues, sin que la conferenciante ahondara en ello, se trataba del espinoso asunto de los jesuítas españoles en torno a 1766, año del Motín de Esquilache durante el reinado de Carlos III, primer conato de insurrección del pueblo contra un Rey absoluto, asunto que muchos historiadores internacionales consideran un preludio de la Revolución Norteamericana de 1775-1783 y de la Francesa en 1789-1799. Los jesuitas fueron expulsados del Imperio Español a causa de aquel motín. Aquello tuvo una repercusión importante en la geopolítica imperial en América, ya que ellos habían sido los principales evangelizadores de las tribus guaraníes, y decir evangelizador en este caso es sinónimo de alfabetizador y educador en otras cuestiones, como pueda ser la canalización del agua, la agricultura y otras nociones básicas. El asunto fue tratado de una manera amena en la película La Misión, de Roland Joffé (1986).
Hubo un regreso a la temática España-Japón, ahora en Filipinas, de la mano de otro catedrático de la Universidad Complutense cuya conferencia no estaba anunciada. No recuerdo su nombre. Trató él acerca de la presencia española en Filipinas en cuanto a que allí se encontraba una nutrida colonia de chinos, japoneses y coreanos a los que los españoles daban un mismo nombre genérico (segrelles, creo recordar) y a menudo no sabían diferenciar. Esta colonia fue metida dentro de unas barriadas específicas para ser controlada. Se tenía miedo de que pudieran utilizar contactos con Japón para que este imperio les invadiera. Estamos tratando ahora el siglo XVII y el XVIII en el marco de unas relaciones hispano japonesas donde la diplomacia había acabado en la expulsión de los españoles del suelo y puertos japoneses. Las barriadas eran controladas por soldados españoles, como recogen los documentos del Archivo de Indias en Sevilla, con la doble intención de controlarles, como se ha dicho, y de protegerles de posibles ataques de españoles y filipinos. El racismo contra ellos estallaba con fuerza esporádicamente y se necesitaba de precaución. Tanto es así que se les llegó a acusar en cierta ocasión de envenenar a los españoles de Filipinas vendiéndoles pan amasado con fragmentos de vidrio en su interior. Esta población minoritaria era, en estimaciones de este catedrático, un 90 % china y el 10 % restante entre japonesa y coreana. Aún así, también en la barriada estallaban ocasionales rebeliones protagonizadas a menudo por los chinos, por lo que los españoles a veces recurrían a armar a los japoneses del lugar para mantener el orden en el interior de los asentamientos de este tipo en Filipinas, lo que hace pensar que los españoles tenían mayor confianza en los japoneses. Nos recordaba el conferenciante igualmente que el término España no existía para denominar al Imperio, y no lo hizo hasta la aparición de las constituciones a partir del siglo XIX. Ciertamente nuestra denominación era Reino Hispánico, término que englobaba toda "España" entendida esta como todo su territorio imperial. Así, las gentes del Reino de Aragón, las del de Castilla, el de Navarra o las de Sicilia, Países Bajos, Virreinatos diversos de América o estas de Filipinas se consideraban todas a sí mismas españolas en cuanto a pertenecientes al Reino Hispánico, cuya legislación se adaptaba a los diferentes reinos que lo componían.
Con mucha atención seguí la siguiente conferencia, "La ocupación japonesa en Indonesia" a cargo de Alejandro Remeseiro (historiador de la UAH, coautor del libro "La Explosión del Polvorín de Alcalá de Henares en 1947" y locutor del programa de radio Paramaribo). Esta vez nos trasladamos a la Segunda Guerra Mundial, y dentro de ella entre los años 1942 y 1945, que son los años en los que el ejército imperial japonés invadió y ocupó Indonesia, país asiático donde el joven conferenciante vivió durante un año (este amigo mío tiene dos años menos que yo, creo). Tras hacer un breve relato de la expansión japonesa desde los años 1904, y sobre todo desde los 1930', por los territorios vecinos (Corea, Manchuria, China...), se habla de la entrada de Japón con el emperador Hiro Hito entrando de lleno en la guerra mundial siendo su principal enemigo, aparte de China, el Imperio Británico hasta que en 1941 empezó a serlo Estados Unidos de América. No habló tanto de batallas ni de frentes, y sí más acerca de la actuación japonesa en Indonesia, usando este referente en lo que yo entiendo era una muestra del trato de superioridad que Japón sentía sobre el resto de pueblos asiáticos, tal como los alemanes hacían en Europa creyendo ser la raza superior. De este modo se comentó la figura de Sukarno y su idea de la unidad en la diversidad, así como de sus enfrentamientos con Japón hasta que se alía con ellos en interés de lo mejor para Indonesia. Se nos descubrió un país que aíun no era mayoritariamente musulmán, que vivía de la agricultura algo arcaizada y que no estaba tan superpoblado como ahora. En este ámbito, su incipiente industria fue desmantelada por Japón para trasladarla a otros lugares más internos del Imperio (algunos dentro del propio Japón), así como el desmantelamiento metalúrgico de las infraestructuras indonesias para poder fundir el metal y llevarlo a Birmania, donde estaban construyendo un ferrocarril para la invasión a la India contra el Imperio Británico. También de eso hay película. La actuación japonesa durante la Segunda Guerra Mundial fue brutal, llevando a matanzas de chinos (otra película más a tener en cuenta), de españoles en Flipinas, o como en este caso: de holandeses en Indonesia. Quizá por eso en una de las dos mesas redondas que se produjeron a lo largo del seminario alguno de los asistentes no pudo evitar preguntar por este hecho... una actuación muy acorde con unas pintadas que alguien había realizado durante la mañana en la puerta del Ateneo, ya que a la hora del descanso para un café pudimos ver como alguien escribió en la fachada del viejo edificio: "Japón roba niños. Stop". Contestaron a las preguntas los propios japoneses asistentes poniendo en relación los sucesos de la Segunda Guerra Mundial con un incipiente sentido de pueblo elegido desde el ascenso al poder de los emperadores Tokugawa en el siglo XVII, los cuales se hicieron considerar dioses en La Tierra. No obstante el emperador Meiji que gobernó durante la II Guerra Mundial, Hiro Hito, también era considerado un Dios entre los hombres. Todo aquello cambió y acabó tras las dos bombas nucleares que sufrieron en 1945, siendo ahora un pueblo más confiado en los medios pacíficos y lo intercultural
El medio dia ya estaba ahí cuando empezó "Los artistas españoles con el arte japonés", de María Pilar Cabañas Moreno (profesora de Arte en la Universidad Complutense de Madrid). Se centró en el arte de los grabados japoneses y de sus pinturas con tinta china. Ellos influyeron a artistas europeos de finales del siglo XIX y principios del XX. Los artistas españoles se vieron eclipsados y atraídos también por esta moda romántica de lo exótico. Actualmente el arte oriental japonés está muy presente en muchas de las creaciones más recientes de las nuevas generaciones de artistas españoles.
"Los proyectos de Casa Asia con respecto a Japón" fue la conferencia de Teresa Gutiérrez del Álamo (miembro de Casa Asia en Madrid). Practicamente se trató de una comunicación sobre la actividad de Casa Asia para promocionar las diversas culturas asiáticas en España, en este caso la de Japón en colaboración con el Ateneo de Madrid. Expuso una inagotable lista de conferencias, cursos, exposiciones, talleres, actividades...
Algo parecido ocurrió con la última conferencia, "Enseñanza de la lengua japonesa en España" dada por Hiroyuki Ueno (miembro de The Japan Foundation en España). En ella habló de cómo la Fundación Japón llegó a España en 1972 con la idea inicial de enseñar el japonés en España. En ese momento sólo contaban con una escuela, un profesor y treinta alumnos. Coincidiendo con la muerte del general Franco, lo que puede ser anecdótico, aumentó el número (Franco nunca interrumpió relaciones con Japón, incluso recibió delegaciones japonesas durante la Segunda Guerra Mundial a pesar de que habían producido una matanza de españoles en Filipinas, no obstante estos eran familiares de gente que se quedó allí tras 1898 y en su mayoría republicanos). Durante la mitad de los 1970' y a lo largo de los 1980' tuvieron un promedio de unso 240 alumnos de japonés, cifra que se disparó a mediados de los 1990', ahora tienen un promedio de 1.000 a 2.000 alumnos interesados en aprender el lenguaje y otras cuestiones culturales. De este modo también promocionan el intercambio intelectual y los estudios sobre asuntos japoneses, para lo que cuentan con biblioteca y ayuda a los interesados, y suelen fomentar el arte y la cultura japonesa en España por medio de obras de teatro, conciertos, películas, conferencias, debates, cultura popular (incluye papiroflexia, jardinería y floristería, cómics y dibujos animados y otros) y la traducción y publicación de libros.
Sin más por hoy, que la cerveza os acompañe.
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