martes, febrero 22, 2011

NOTICIA 901ª DESDE EL BAR: LA PATAGONIA REBELDE (1)



Me encontraba ojeando unos papeles que recopiló Hugo Pratt sobre la vida de Corto Maltés cuando tuve en mis manos los referentes a aquel viaje que el marino hizo a Argentina en 1923. Lo primero que hice fue fijarme en la fotografía de aquella preciosa mujer llamada Esmeralda, con la baraja francesa tatuada en su mejilla. Quizá por ello me detuve y entretuve en leer más detenidamente aquellos sucesos. Corto Maltés había viajado hasta aquel lugar después de haber pasado dos años de peligros en pleno escenario bélico entre rusos comunistas y rusos zaristas, con turcos y chinos revolucionarios de fondo. La Argentina a la que él viajó era una Argentina próspera, crecida en su economía gracias a su próspero mercado bien orientado desde la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Aunque no viajó allí precisamente por turismo, si no en busca de una antigua amiga suya que, emigrada a aquel país, había caído en las manos de una red de prostitución polaca. Es precisamente entre argentinos, polacos, españoles, italianos y hasta estadounidenses forajidos en sus tierras (se encontró con Butch Cassidy y Sundance Kid), donde vivió una arriesgada aventura de venganzas en un ambiente republicano argentino entre la riqueza y la exasperante pobreza de la revolución.


Andaba yo mirando todo esto con la televisión encendida cuando precisamente de ella empezó a sonar unas cuantas voces argentinas que no me podían venir de mejor manera para miscavilar. se trataba de las voces de unos jóvenes actores llamados Héctor Alterio, Luis Brandoni, Federico Luppi, Pepe Soriano, y, en fin, un nutrido grupo de cineastas argentinos que tantas veces hemos disfrutado en numerosas películas. Se trataba de una película rodada en 1974 por Héctor Olivera sobre la novela "La Patagonia Rebelde", de Osvaldo Bayer. Dos años más tarde de esta producción varios generales dieron un golpe de Estado seguido de una dura represión política contra todas las personas de izquierdas que vivían en Argentina. Todos los cineastas implicados en este film hubieron de exiliarse (los que pudieron), o sufrir la cárcel. Esta historia, por otra parte, fue censurada, mientras en otros lugares de Argentina algunos ciudadanos sufrían torturas, robos de hijos y asesinatos indiscriminados que incluían el lanzamiento de algunas personas desde aviones a las profundidades del océano Atlántico Sur. ¿De qué trataba aquella película? Pues precisamente de aquella Argentina que conoció Corto Maltés en su viaje de 1923. Basada en los hechos reales e históricos de la Patagonia en los 1920', mostraba en sí misma una fracasada revolución anarcosindicalista en medio de un ambiente en el que se habían enriquecido una parte de la población a costa del empobrecimiento cada vez mayor de la clase trabajadora. La llegada masiva de emigrantes europeos por culpa de la I Guerra Mundial y la pobreza que generó (italianos, checoslovacos, polacos, austriacos, alemanes, rusos...) alteró el panorama político social que desde el general Mitre y el general Rosas se había impuesto en aquel país desde finales del siglo XIX. Sobre todo cuando fue masiva la llegada de emigrantes españoles a costa de la dictadura y represión del general Miguel Primo de Rivera a partir de 1923. Muchos de los llegados eran anarquistas, lo que influyó decisivamente en la mentalidad y concienciación trabajadora argentina. No obstante, pese a los acentos argentinos de los actores, varios de ellos representan a cabecillas sindicales europeos, el más destacado, Soto, un español.


El campesinado argentino era marginal, pero muy importante para el desarrollo industrial del país. Las zonas de mayor ruralización se encontraban en La Pampa, La Patagonia y en Mendoza. La clase más abundante y dominadora era la burguesía agraria, por encima de la burguesía industrial , la urbana o la comercial. Aunque buena parte de la población fueran campesinos por cuenta ajena. El poder de la burguesía agraria era tan grande que impidieron todo tipo de reformas sobre la propiedad rural o el reparto de tierras, o incluso sobre las rentas, sus precios y sus normas para aplicarlas. Obviamente en su propio beneficio. La llegada del capitalismo al campo argentino propició la aparición de los campesinos ricos que se equipararon a la antigua burguesía rural. Fueron estos los que introdujeron una forma de contratación de mano de obra para sus campos que hace que surja con ellos los llamados proletarios del campo. Gente que trabajaba en los campos con condiciones similares a hacerlo en una fábrica. La gran masa campesina se comenzó a transformar en una clase trabajadora precapitalista, mientras sus capataces se enriquecían de modo capitalista. Los trabajadores vieron como eran explotados laboralmente sin posibilidad de ahorrar ni de acumular riqueza alguna que les permitiese prosperar o mínimamente vivir sin problemas. Una buena parte de ellos trabajaba a menudo sin estar asalariados, esto es: por comida y vivienda. Sin embargo, también existe gente que se instaló en tierras de nadie donde cultivaron tierras de modo autosuficiente y de donde lograban obtener unos pocos productos que vender como excedente, pero que por contra no tenían capacidad de competir con los cada vez más grandes propietarios agrarios, que los absorbía haciendo de ellos meros asalariados tras arruinarles y quitarles sus tierras.


Lo que se daba en las primeras décadas del siglo XX en Argentina no era otra cosa que latifundios con rasgos propios de la servidumbre casi feudal. Mientras se iban creando grandes propiedades intocables administradas con un sentido caciquil, iban apareciendo otras medianas con emprendedores capitalistas que miraban las ventas de carne o de grano en las Bolsas Bursátiles de New York y Londres. Todo esto estaba sazonado en las grandes poblaciones como Buenos Aires por un crecimiento comercial e industrial cada vez más grande que hará de Argentina en esos años uno de los países más prósperos del mundo, hasta el punto de atraer hacia sí a buena parte de la población emigrante europea. Si Estados Unidos de América atraía en esas fechas al mundo anglosajón y germano principalmente, Argentina atraía en gran medida al mundo mediterráneo y eslavo. Eso fue un revulsivo de llegada de ideas y mezcla de culturas que darían como resultado el ambiente de una Patagonia rebelde a la altura de 1921.

Todo este crecimiento se vio favorecido también porque La Patagonia, que es uno de los territorios más grandes de Argentina, y en concreto La Pampa, no estaba ocupada por población argentina occidentalizada hasta la década de 1880'. Digo occidentalizada ya que allí vivían los indios patagones. En 1810, año de la independencia argentina respecto a España, prácticamente, de manos del general San Martín, la población criolla en La Pampa apenas ocupaba el 10 % del suelo. Era una población campesina y nómada, vivían de la caza de subsistencia y de la recolección que encontraban por los campos (no cultivaban la tierra aún). Se trataba de los gauchos, quienes a veces convivían con las tribus indias que encontraban o que incluso en algún caso las sometían a pagarles un tributo, gracias al uso del miedo de los indios ante las armas de fuego más potentes frente a sus arcos y flechas de piedra. Entre 1878 y 1884, curiosamente un periodo muy cercano al de las Guerras Indias de Estados Unidos de América, el gobierno argentino impuso la Conquista del Gran Desierto, que no fue otra cosa que el exterminio de los indios patagones mediante matanzas o sometimientos al pago de tributos tras quitarles el uso de las tierras donde vivían. Ahora bien, eran tan extensas las tierras que los argentinos tenían ahora grandes extensiones sin poblar, y otras grandes extensiones de las que cobraban tributos. Así pues, para poblarlas Argentina recurrió al llamamiento de europeos. A sabiendas de que en Europa existían grandes masas de trabajadores depauperados, les atrajo al país ofreciéndoles la posesión de extensiones de tierra enormes, y la oportunidad de tener sueldos altos. De este modo en el últmo cuarto del siglo XIX se fue formando la gran burguesía terrateniente.


Los indios patagones ofrecieron aún una gran resistencia, pero su exterminio fue irreversible, se retiraron de La Pampa a La Patagonia, tierras no tan fértiles ni de fácil supervivencia. El gaucho libre fue desapareciendo entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, el que sobrevivió fue acusado con leyes de bandidaje y de robo de ganado cimarrón (ganado huído de la manada), que era en realidad el ganado que cazaba para alimentarse. Se empezaron a delimitar las tierras con títulos de propiedad y a veces físicamente. Los argentinos empezaron a copiar a los europeos en sus prácticas capitalistas, los europeos llegados perpetuaron el mismo esquema que intentaban copiar los argentinos, ya que venían de él. Se seleccionaron los cultivos y los ganados, se introdujo maquinaria moderna que dio mayores excedentes... De este modo Argentina evolucionó rápidamente hacia unas formas europeas y norteamericanas de producción y organización. Se iban creando grandes desigualdades mientras unos se enriquecían y otros muchos se empobrecían. Se estaba creando la confrontación entre un mundo que había vivido garantías de tener la oportunidad de la libertad y prosperidad para todos y otro naciente surgido del capitalismo que pretendía regularizar quién debía y quién no debía gozar de esas oportunidades.

Los sucesivos jefes de gobierno argentinos del siglo XIX al XX realizaron de manera consciente, avalada por los documentos conservados, el exterminio indio en favor de la expansión del capitalismo. Hicieron ocupar tierras, trajeron inmigrantes, y organizaron toda la infraestructura necesaria para el desarrollo capitalista al estilo europeo en su suelo. Pronto tendrían tantos excedentes que la producción cárnica y agrícola empezó a abastecer los propios mercados y los internacionales. Alimentaron las fábricas y con ello Argentina comenzó a despertar de una manera industrial y financiera, haciendo que en 1900 fuese precisamente los sectores de la industria y de las finanzas las que cobrarían la mayor importancia mundial en su producción. Esto atrajo a más emigrantes europeos, que ahora se amontonaban en torno a las grandes ciudades, sobre todo como dije, en Buenos Aires. Pero muchos de ellos no pasaran de ser el mismo proletario que lo fue en su país de origen. Se privatizó el campo y sus medios productivos, se potenció la existencia de trabajadores libres asalariados, se eliminaron los aranceles entre las regiones argentinas y se apeló a la Unidad Nacional, con esa unidad vino la contable de cara a las previsiones del mercado, el gobierno comenzó a crear leyes para limitar el poder cacique que habían acumulado determinados burgueses agrarios en las provincias, esto provoco unos conflictos que reforzó la ideología del Estado-Nación que en menos de 15 años desde ese año 1900 iba a llevar a las naciones del mundo a la Primera Guerra Mundial. Por último, el Estado comenzó a comercializar los títulos de propiedad de la tierra y el suelo, fomentando la especulación y las subidas de precio que contrajo.

Las relaciones serviles, esclavas y tributarias subsistieron como coacción extraeconómica, aunque tendían a desaparecer. Los medios de transporte modernos (ferrocarriles, automóviles, barcos transatlánticos, aviones) permitieron una mejor llegada a los mercados de los productos que producían. Pero precisamente es todo este proceso lo que iba a provocar en breve muy fuertes tensiones sociales entre una población que se iba enriqueciendo y privilegiando y otra que trabajaba para esa población a cambio de empobrecerse sin nada que ganar por el camino. La neutralidad en la Primera Guerra Mundial de 1914 a 1918, unida a la prosperidad del país, atrajo a numerosa población europea, fundamentalmente italiana, centroeuropea de la izquierda de la I Internacional, y española (la mayor llegada de españoles será en 1923 con la dictadura de Miguel Primo de Rivera, como dije, pero ya en estas fechas había españoles). Mientras los aliados de la Triple Entente (Reino Unido, Francia, Rusia y el resto de aliados de este bando) compraban alimentos y materias primas a Argentina, entre otros países neutrales, Argentina iba llenando sus arcas. Crecía económica y poblacionalmente, pero también crecía en cosas más sutiles como cuestiones culturales, ideológicas y demás. Argentina se introdujo en la I Guerra Mundial en los últimos días de guerra, lo que le permitió incluso tener cierto prestigio y parte de las reparaciones de guerra exigidas a Alemania y Austria. Argentina tenía ante sí unos muy felices años 1920', unos años que al igual que en Estados Unidos todo parecía prosperidad y bienestar, mientras de fondo existía un incipiente conflicto social, un problema de mafias lideradas en buena parte por emigrantes que veían en ellas una forma rápida de enriquecerse, y un problema del capitalismo en sí mismo que les haría caer de cabeza cuando se produjese la crisis económica de 1929, la más fuerte de la Historia del capitalismo hasta que estalló la de 2008.

Esa era la Argentina de aquellas voces de la muy fiel y recomendable película "La Patagonia Rebelde" que iba viendo mientras ojeaba los papeles de un Corto Maltés que en 1923 buscaba a una amiga caída en la desgracia de una banda de proxenetas polacos en Buenos Aires.

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