(Volumetría de los restos actuales del Palacio con el Museo Arqueológico Regional a la derecha. Dibujo de Francisco Bedoya.)
Desde el pasado 13 de noviembre y hasta el próximo 12 de abril el Museo Arqueológico Regional de Madrid, ubicado en la Plaza de las Bernardas de Alcalá de Henares, alberga la exposición temporal y gratuita "De Palacio a Casa de los Arqueológos". Tuve la oportunidad de ir a visitarla el pasado sábado y quedarme con la constatación de que se trata de una exposición de Historia de Alcalá que en realidad es mera excusa para autopublicitar las intenciones y el futuro del Museo Arqueológico Regional. Posiblemente sea una exposición que se le ha pasado por alto a muchos alcalaínos, pero en ella se contiene lo que probablemente será una parte importante del futuro cultural de la ciudad, incluyendo un posible conflicto ecológico del que la prensa local no ha querido hacerse eco o bien no ha querido plantearlo, centrados en promocionar las noticias de exposiciones que el propio museo les pasa.
Empezaré reconociendo que la exposición era sumamente necesaria. Si bien se han realizado diversas campañas arqueológicas en el Palacio Arzobispal, se ha creado un museo al aire libre con algunos de los restos por dentro del recinto amurallado y se escribió un libro hace años sobre su incendio, el cual se completa con uno nuevo de parte del propio Museo con más información documentada y con la propuesta sobre el futuro de los restos, aún con toda una buena parte de la población desconoce el pasado del Palacio, su papel en la Historia tanto de Alcalá como de España, y si acaso mal conoce a modo rumores su incendio en 1939. Por todo ello, la ciudad le debía al Palacio Arzobispal, que tanta influencia tuvo en la Historia local y la española, una exposición como esta que le narrara de forma fácil y visual el pasado y el presente del Palacio, pero especialmente su destrucción y su recuperación arqueológica que nos ha dado la fisonomía que hoy día conocemos en su forma de ruinas principalmente, precisamente donde se explaya necesariamente esta exposición.
Podemos ver numerosas piezas y documentos, videos con documentales con voces vivas aún, etcétera. Destaca la maqueta que reproduce el palacio entre los siglos XVI y XVII, mostrando todas sus edificaciones, incluidos los miradores y las torres barrocas desaparecidas y los jardines con los que se recreó Isabel I "la Católica" en el paso del siglo XV al XVI y poseteriormente el Cardenal Lorenzana y otros en el XVII. Unos jardines desaparecidos para usar su espacio en un horrible aparcamiento de tierra que sirve de antesala ocasional para el paso a conciertos y eventos del mercado cervantino. Más merecería la pena recuperar esos ajardinamientos que ahondar en el culto al coche aparcado, pero no está en el actual proyecto de futuro que se presenta ni la más mínima intención de recuperar esos jardines, por otra parte: alguna vez reivindicados por los historiadores del valle del Henares. Yo mismo se lo he oído en persona comentarlo informalmente el cronista oficial actual de la ciudad, Sánchez Moltó. Al menos lo hizo en el encuentro de estos mismos historiadores hace unos cuatro o cinco años.
El Palacio Arzobispal comenzó a construirse en el siglo XIII por el arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada, a partir de las murallas de lo que era un qun musulmán (unas especie de acuartelamiento amurallado). Albergó arzobispos toledanos y reyes castellanos a lo largo de la Edad Media, siendo escenario del tratado entre los reinos de Castilla y de Aragón en 1308 para intentar conquistar Granada, la reunión de 1348 de las Cortes Castellanas, la muerte accidental de Juan I de Castilla en la Puerta de Burgos en 1390, la participación alcalaína por parte del Arzobispo Carrillo a favor de Juana "la Beltraneja" en la Guerra de Sucesión Castellana de 1475-1479, la residencia y planes de transformación del Cardenal Cisneros, la primera entrevista de los Reyes Católicos con Cristóbal Colón en 1486, el nacimiento de Catalina de Aragón, también el de Fernando I de Austria, un breve momento de estancia en el presidio del rey Francisco I de Francia en España, diversas modificaciones entre 1523 y 1545, el intento inútil de cura milagrosa del primogénito de Felipe II con los restos de San Diego, las reformas y ajardinamientos nuevos en los primeros años del siglo XVII, la pernocta de Carlos III a su llegada a España antes de entrar en Madrid para su coronación en 1759, la residencia de las tropas francesas durante la Guerra de Independencia de 1808 y hasta su ida en 1813 (José I pasó alguna noche en Alcalá, pero no se hospedó aquí), la desamortizaciones de 1841 y de 1855, acusando ruina en 1857, su nombramiento como Archivo General Central en 1858, lo que hace que tenga diversas reformas desde 1860 (no obstante en los siglos previos albergaba de por sí numerosos documentos para la administración del Estado), su apogeo como archivo estatal en 1926, su incendio accidental y destrucción de su mayor parte artística y arquitectónica recién terminada la guerra civil en 1939 por usarse sus instalaciones con vehículos y material bélicos, lo que supuso la pérdida de mucha documentación, pero no tanta como podría haber sido pues se había comenzado a trasladar décadas atrás la documentación más antigua al Archivo Histórico Nacional, la demolición de los restos de las alas norte y este, la pérdida de jardines y huertos, la recuperación en los años 1990 de parte del edificio del seminario y sus estudios históricos y arqueológicos, el cese por parte del obispado del usufructo de los solares y patios al ayuntamiento de Alcalá de Henares en 1998 coincidiendo con el nombramiento de Patrimonio de la Humanidad (momento en el que se inició la recuperación y rehabilitación de varios espacios en estado ruinoso), el uso de su interior para conciertos y fuegos
artificiales en ferias de agosto y mercados cervantinos en octubre y
representaciones del Don Juan en
noviembre, la programación de un proyecto de recuperación arqueológica por parte del Museo Arqueológico Regional de Madrid a partir de 2014, la transferencia en 2017 por parte del ayuntamiento del usufructo de los solares y patios del Palacio a la Comunidad Autónoma de Madrid para que el Museo Arqueológico Regional desarrolle su proyecto, y definitivamente la presentación pública de este proyecto, llamado Casa de los Arqueólogos, a través de la presente exposición y su libro en 2019-2020, momento en el cual nos encontramos.
El Museo Arqueológico Regional vive estos últimos años una ampliación física a costa de los solares de lo que fue la antigua comisaria de policía de Alcalá, la cual fue demolida para construir esa ampliación, así como otra ampliación menos llamativa al usar los locales de lo que fue la antigua oficina de la seguridad social en la calle Rico Home con Santa Catalina para actividades de investigación y biblioteca de momento. Lo que presentan ahora es un proyecto ambicioso donde también interviene la Asociación para la Recuperación del Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares (ARPA). No se trata de reconstruir las antiguas edificaciones, cosa no imposible, visto lo visto en Notre Dame de París o el propio alcázar de Segovia muchos años más atrás. Se trata de recuperar espacios edificados y aprovechar, como mucho, los restos de algunas de las torres y muros que quedan en pie en estado ruinoso. O en otras palabras: se va a hacer arquitectura actual siguiendo parte de las ubicaciones antiguas de otras estructuras y aprovechando algunas de las partes que se podrían rehabilitar.
Todo esto está visualmente explicado y expuesto en el final de la exposición... sólo que tras cortinillas verdes, lo que hace que quede un poco oculta al visitante y, aunque está en el último tramo de la exposición, casi invita a no entrar por duda de si se puede entrar en ese espacio o está tapado porque estén montando algo. Un error a la hora de crear esta temporal, o quizá no era error pensarlo así...
La idea es crear en esos nuevos espacios las infraestructuras futuras gestionadas por el Museo para la investigación de los arqueológos, incluyendo salas de estudio, biblioteca, archivo, no sé si para hacer algunas investigaciones de tipo material y experimental. Desde luego sería una modernización y una actualización del concepto del papel de los museos en la actualidad investigadora y cultural. Será un nuevo aporte que anotarse en su haber Alcalá de Henares en su contribución al conocimiento.
Nada habría de problema, si no fuera porque por lo que se lee en los paneles, lo que se ve en las proyecciones de lo que se desea hacer y lo que por fuerza sería al ponerse a funcionar, amenaza seria y claramente a los numerosos nidos de cigüeñas y águilas primilla que se ubican precisamente en los restos elegidos para levantar estos espacios nuevos. Torre y muros de edificio. Este espacio, visible desde el actual aparcamiento, tiene uno de los principales focos de habitación de estos animales, por otra parte protegidos, en amenaza de especie de extinción, objeto de la primera normativa protectora que hizo una ciudad en España, símbolo de Alcalá, parte de su fauna y riqueza, y sí, también, atracitvo turístico y parte de la cultura e Historia de la ciudad. La ausencia de este análisis en la prensa local, el silencio por parte de todas las instituciones implicadas y las claras explicaciones de lo que será el proyecto en los paneles de la exposición hacen pensar lo peor.
Si es deseable recuperar de alguna manera lo perdido, no olvidemos que en esa pérdida tuvimos la ganancia de esa fauna que nos eligió y que ya de por sí se ve afectada por el cierre del vertedero sin que se hayan creado aún en forma debida comederos adecuados para ellas. Todo proyecto debe pasar por respetarlas, y un uso humano de los lugares donde viven, aparte de obras de construcción previas, atenta contra ellas. Se debería estudiar cómo conservarlas en ese mismo sitio, o al menos como trasladar sus nidos, si es que eso es viable, dentro del propio recinto. Los expertos deberían comenzar a pensar en esto antes de que todo ocurra y, por no haberse querido hablar de ello, al final sólo lloremos lo perdido sin haber hecho nada por no perderlo. Lo dice alguien que ya colaboró con Ciconia en los primeros años 2000 para evitar que se quitaran los nidos de encima de la catedral.
Si es deseable recuperar de alguna manera lo perdido, no olvidemos que en esa pérdida tuvimos la ganancia de esa fauna que nos eligió y que ya de por sí se ve afectada por el cierre del vertedero sin que se hayan creado aún en forma debida comederos adecuados para ellas. Todo proyecto debe pasar por respetarlas, y un uso humano de los lugares donde viven, aparte de obras de construcción previas, atenta contra ellas. Se debería estudiar cómo conservarlas en ese mismo sitio, o al menos como trasladar sus nidos, si es que eso es viable, dentro del propio recinto. Los expertos deberían comenzar a pensar en esto antes de que todo ocurra y, por no haberse querido hablar de ello, al final sólo lloremos lo perdido sin haber hecho nada por no perderlo. Lo dice alguien que ya colaboró con Ciconia en los primeros años 2000 para evitar que se quitaran los nidos de encima de la catedral.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
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