viernes, febrero 14, 2020

NOTICIA 1939ª DESDE EL BAR: UNA NUEVA VIDA PARA ALCALÁ EN EL SIGLO XIX (4 de 5)



3.2.- La Guerra de Independencia 1808-1814 en Alcalá de Henares, el parto de un liberalismo con un comienzo traumático en su apogeo del Trienio Liberal de 1820-1823 (1).

El gobierno de Carlos IV había tomado por valido para gobernar a Godoy desde hacía unos años y fue este quien permitió el paso de los franceses por suelo español hacia Portugal con la finalidad de invadirla en 1808. Los franceses en realidad tenían otros planes que incluían la invasión de la península Ibérica completa, a pesar de que España era su aliada y que incluso se había combatido conjuntamente contra los ingleses en 1805, en Trafalgar. La derrota en aquel mar fue en buena parte responsabilidad de los militares franceses que prefirieron no prestar atención a los consejos de los militares españoles que conocían el terreno por ser sus aguas, pero Napoleón Bonaparte consideró que la responsabilidad era española. Que además los españoles se negaran a invadir por tierra a Inglaterra disgustó más a Napoleón. La idea imperial francesa era hacerse con España y Portugal para poder realizar un bloqueo efectivo contra los anglosajones. Carlos IV acumulaba ya demasiados errores en su gobierno que habían provocado un gran descontento en la población, por ello fue forzado a abdicar en favor de su hijo Fernando VII, quien a la vez fue obligado en Bayona a abdicar en favor del hermano de Napoleón, José I Bonaparte. Aunque Fernando VII se arrepentiría posteriormente viendo que los españoles eran los primeros europeos en infligir derrotas a los napoleónicos en nombre de él, se abrió así una guerra de independencia iniciada el 2 de mayo de 1808. Sin embargo no eran pocos los españoles que consideraban que el Antiguo Régimen debía tocar su final e introducir cambios democratizadores en la vida española. No pocos españoles se hicieron afrancesados sinceros, mientras otros juraron cargos en falso a favor de José I. Otra parte de los españoles se hicieron abiertamente contrarios a José I lanzándose al monte a combatir o enganchándose a lo que quedaba del ejército regular, que si bien obtuvo victorias, también recibió enormes derrotas. Dentro de los leales a Fernando VII tendremos tanto a los conservadores más acérrimos que no deseaban cambiar nada de la monarquía absolutista y aquellos que queriendo a Fernando VII por rey, y sin renegar de la religión católica como los franceses más profundamente revolucionarios, abrazaron un orden democrático materializado en la Constitución de Cádiz de 1812, estos serán los liberales.

Explicado brevemente el comienzo de la Guerra de Independencia, ¿cómo se desarrolló en Alcalá ahora que sabemos de la presencia de revolucionarios franceses en 1793 y de sus influencias sociales? Estos revolucionarios franceses que vivían en Alcalá en buena parte habían desarrollado sus ideales liberales, pero siguiendo la trayectoria de ellos según los documentos, vemos como eran fieles a Fernando VII y a la religión católica, si bien dentro del orden constitucional de 1812 y siendo católicos pero no de manera fanática o intransigente. La Universidad de Alcalá contaba con catedráticos afrancesados que, como el citado Novella, llegaron a participar del Consejo de Notables de Bayona, o bien otros recibieron cargos en el gobierno municipal de parte de su lealtad sincera a José I[43].

Alcalá de Henares se enteró del levantamiento de Madrid del 2 de Mayo en el momento y el 3 de mayo ofreció el envío de los soldados zapadores acuartelados en la ciudad, así como milicias de estudiantes universitarios que se estaban formando espontáneamente. Igualmente se ofreció a avisar a los pueblos cercanos. Madrid contestó con la petición del mantenimiento de la calma en la ciudad, mientras por la misma pasaban las tropas sublevadas contra José I con dirección Este. Los zapadores se marcharon con ellos a Valencia. A su vez la escuela militar de ingenieros se disolvió. En 19 de julio de 1808 se produjo la victoria española de la Batalla de Bailén, en agosto la ciudad comenzó a organizar un alistamiento. Se presentaron Nicolás María Velarde y Matias, Francisco Pla, Gabriel Moya, Fernando Velarde y Juan Baltasar de Ayala. Se organizó la milicia por barrios. El corregidor y Justicia Mayor, Agustín de Cuadros, el escribano Miguel Azaña, el regidor Juan Domingo Palomar (autor del diario que nos ha llegado hasta nuestras fechas como testimonio de aquellos días), asistidos por el escribano Benigno Vera y el regidor Tomas Recio, con ayuda del escribano ya muy anciano Nicolas Azaña, formaron el nuevo gobierno consistorial jurando lealtad a Fernando VII. El 20 de octubre se produjo otra recluta. El 5 de diciembre Alcalá se resistió fugazmente de las tropas francesas, las cuales aún no habían llegado a la ciudad a pesar de la cercanía a Madrid[44]. Lo narró por escrito el político local Juan Catalina, pero también Esteban Azaña en su Historia de Alcalá de Henares, y el citado Juan Domingo Palomar en su diario, y lo confirmó Martin-Esperanza, también político liberal. Los alcalaínos dispuestos a defender la ciudad con sus armas en sus casas se prepararon para la defensa calle por calle, sin tropa regular, pues como se ha dicho esta se fue hacia Valencia. Los franceses venían de Somosierra y de Madrid. Los primeros en empezar el fuego fueron los alcalaínos. Mataron a un capitán de caballería y a algunos soldados. Los franceses creyeron que les disparó tropas regulares, por lo que optaron por parar la marcha. Dispusieron sus cañones y los dispararon contra la puerta de Madrid, que se había terminado hacía relativamente poco, en 1787. Allí se habían apostado varios vecinos de Alcalá con armas que en realidad eran escopetas de caza, armas blancas y poca cosa más. Ante el bombardeo optaron por retirarse al interior de la ciudad. Los franceses al ver que no se les respondía mandaron avanzadillas sueltas de mamelucos en parejas que inspeccionaron las casas. Avanzaron por las calles sin grandes complicaciones, con algún disparo desde puertas o ventanas, o con alguna emboscada que, acuchillándolos, terminaron con alguno de estos mamelucos en los pozos o las paredes de las casas de los alcalaínos, pero en general estas avanzadillas dieron el aviso de que solo se trataba de paisanos.  La tropa francesa entró en tromba con ira en la ciudad cometiendo muchos abusos y destrucciones, pero la ciudad sólo se había defendido muy ligeramente[45].

En los pocos días que quedaban de diciembre de 1808 se trasladó el cuerpo de San Diego a la Iglesia Magistral para preservarlo, creyendo que se respetaría ese templo, y se hizo lo mismo con la imagen de Santa María de Jesús, que fue llevada a la iglesia jesuita de Santa Maria de la calle Libreros[46].

El 27 de enero de 1809, en documento secreto, Juan Domingo Palomar, regente de la Real Jurisdicción en Alcalá, o sea alcalde, declaró fidelidad a Fernando VII en nombre de todos los alcalaínos y afirmó que el juramento de fidelidad a José I lo hizo como coacción, lo confirmó el escribano público Pascual Zamora. La poca colaboración que demostró con las autoridades francesas Juan Domingo Palomar, al retrasar todo lo posible todo tipo de abastecimientos a las tropas francesas, hizo que le destituyeran por Roque Novella el 16 de mayo. Como se ha dicho muchas veces este era un catedrático de Recopilación y comisionado por la Universidad de Alcalá en la Asamblea de Notables de Bayona, reunida entre el 15 de junio y el 7 de julio. Él se hizo cargo del abastecimiento de tropas haciendo que los ciudadanos contribuyeran con ayuda de los franceses[47]. El nuevo gobernador Roque Novella fue a la vez nombrado el 16 de abril corregidor interino. Celebró un convite en honor a la paz alcanzada entre Francia y Austria. Fueron pocas personas, pero en él estuvieron presentes los regidores Baltasar de Ayala y Antonio Priaza.  Novella hizo en esa ocasión un brindis de reconocimiento a los logros políticos y sociales de los franceses que sería muy recordado posteriormente por los alcalaínos presentes, que, como se ha visto, se habían reunido en 1808 como ayuntamiento leal a Fernando VII. Todo esto ocurría mientras se habían producido dos asesinatos impunes a manos de los franceses en la ciudad, se suprimían conventos, se desamortizaban sus bienes, y se cometían en pueblos cercanos incendios y tumultos que pertenecían al corregimiento de Alcalá de Henares[48].

Las victorias guerrilleras de Juan Martín el Empecinado por tierras de La Alcarria hizo que los franceses hicieran tapiar casi todas las puertas de acceso a Alcalá de Henares en noviembre. Ya se habían producido varias de las victorias importantes de los españoles y la resistencia era notable en todo el país. En ese mes, se nombró regidor de la ciudad a Juan José de Landa el día 24 y regente de la Real Jurisdicción en la ciudad[49].

El año de 1810 comenzó con el hartazgo francés del problema serio que suponía que los guerrilleros o los resistentes interceptaran o no entregaran los correos que mandaban desde Madrid a Guadalajara, por lo que hicieron un nombramiento arbitrario de portapliegos en Alcalá de Henares, que cayó en la responsabilidad de personas pudientes. Entre las personas elegidas estaban Francisco Recio, Domingo Calzada, Isidro Calzada, Eugenio Martin, Pedro Aldama, José Calderon, Joseph Peña, Francisco Ibáñez, Isidro Lizana, el mancebo mayor de la tienda de Monasterio, Domingo Urrutia, Gregorio Regidor, Ramón Yarritu, Andres Raboso, Fernando Sabugo, José Azuela, Francisco Vea-Murguía, Martin de Astoreca (que fue testigo en el proceso de 1793) y hasta cuarenta personas notables más[50].

Las necesidades económicas del gobierno de José I provocó que se desamortizaran los bienes de oro y plata de las iglesias de la ciudad. El 21 de marzo le tocó el turno a la que se pensaba intocable, la Iglesia Magistral. Pocos días después, tanto sus campanas como las del resto de muchas otras iglesias, fueron quitadas y llevadas a Francia, aunque alguna quedó. Esta medida generalizada por muchos lugares de España en parte respondía a necesidades materiales de la guerra, en parte a medidas ideológicas y en parte también a que en algunos lugares se alertaba a los fernandinos repicándolas. Al mismo tiempo que se quitaban las campanas de la Iglesia Magistral entraba en Alcalá el nuevo comandante destinado a ella, Beauvois. Este se trasladó al Palacio Arzobispal provocando un escándalo social, pues se instaló con una joven a la que tuvo por pareja sin estar casados, estaban emparejados.

Beauvois aplicó la orden del gobierno francés de crear en Alcalá la guardia cívica. Hizo el llamamiento pero sólo se presentó voluntario el administrador de rentas, Nicolás Vivanco, que también se instaló en el palacio como administrador de rentas que era, junto a los empleados del ramo.

Entre abril y mayo los franceses destrozaron, quemaron, vendieron o confiscaron casi todos los altares de los conventos, acorde a las leyes de laicización mezclado con los resentimientos de toda guerra. Mientras la guerra proseguía por los campos con los guerrilleros matando franceses sin seguir las normas de la guerra a la que estos estaban acostumbrados, en la retaguardia o municipios los franceses se ensañaban en represalia con la población civil o con los lugares u objetos que estos apreciaban. Beauvois, por ejemplo, permitió todo tipo de abusos por parte de sus tropas dentro de Alcalá. Aunque otras veces simplemente era el cumplimiento de órdenes que respondían a las necesidades de la guerra y las nuevas ideas de la revolución. El comandante francés dio orden de convertir en cuadra la iglesia del convento de Madre de Dios, lo que causó un gran malestar en la población, que se lo tomó como un insulto y un sacrilegio, ya que Alcalá no andaba falta de cuadras y de espacios para albergar a los caballos del ejército francés. 

El 4 de junio se nombró a Roque Novella juez de la Junta Criminal Extraordinaria de Guadalajara, desde donde parece ser que trató de amortiguar las condenas a españoles, a pesar de ser afrancesado. Ese verano las luchas guerrilleras se recrudecieron.

El 18 de septiembre José I Bonaparte en persona visitó Alcalá de Henares. Visitó la Iglesia Magistral a la que donó uno de sus anillos de oro en compensación por lo que se le había quitado, adoró las Santas Formas que se conservan como reliquias de la ciudad y visitó la Universidad. La gente fue a verle por las calles con gran curiosidad y en silencio. Él se dejó ver en su carro descubierto. Juan Domingo Palomar dice que no se quitaban el sombrero ante él, pero el mismo autor en su diario nos relata mucho más tarde que en la ciudad había afrancesados que tuvieron que irse ante el triunfo de los leales a Fernando VII, por lo que no es del todo creíble que no hubiera gente que fuera a verle por serle afín. José I se fue a Guadalajara ese mismo día, pues tenía que hacer unos nombramientos nuevos. Regresó el día 19 y pasó la noche en la ciudad para irse el 20 a Madrid. No se alojó en el Palacio Arzobispal, como ya se dijo, sino en la casa de Vicente Munárriz, en la calle Santiago. Estando allí recibió la visita de Isidro Calzada. Quienes han escrito sobre este hecho dicen que escucharon rumores de que, sin saber de qué hablaron ambos, Isidro Calzada, una persona de una familia muy significada históricamente en Alcalá, debió darle a José I una serie de nombres para formar el nuevo ayuntamiento, el cual se formó el 7 de octubre. Como se verá en este hay afrancesados y liberales: el nuevo corregidor era el propio Isidro Calzada, los regidores los Urrutia, los Peña, Azuela, Aldama, Novella el abogado, sobrino del catedrático Roque, y el propio que nos ha legado el testimonio de esos días en primera persona, Juan Domingo Palomar, que se negó a tomar el cargo y estuvo a punto de ser multado, aceptó el cargo aconsejado por Jerónimo López. Los cambios no terminaron ahí, Beauvois fue destituido en Alcalá en el propio mes de septiembre que hizo su visita el rey José I, le sustituyó el comandante Henri.

En octubre se nombró los cargos citados. Su juramento fue hecho con reservas por parte de unos pocos, que, como Juan Domingo Palomar, dijeron posteriormente que juraron lealtad al Rey pensando para sus adentros que este era Fernando VII y no José I. Sea como sea la realidad, mientras tanto, Antonio Viedma fue encargado de formar la guardia cívica de nuevo. Se le dieron mayores poderes para lograr una recluta de un modo u otro. Se hizo con una leva forzosa[51].

En diciembre las necesidades de los franceses eran tantas que para abastecer a las tropas se pidió todo tipo de alimentos, ropas y otros objetos, lo que a algunos les pareció un saqueo. Así empezaría también 1811. Los impuestos extraordinarios y las necesidades de abastecimientos se unían a los problemas humanos y materiales de la guerra para trabajar las tierras. Los precios iban aumentando y las gentes iban empobreciéndose. En consecuencia el hambre aumentaba. Además, las acciones de los guerrilleros hicieron que se tomaran medidas más restrictivas sobre toques de queda y entradas y salidas en la ciudad. El 28 de enero se decidió que había que nombrar a un claro afrancesado como subprefecto, Pedro Miranda. Todas las medidas no impidieron que los guerrilleros intentaran entrar en la ciudad en junio. Miranda creyó entonces que había que recaudar más grano y eso empeoró las condiciones de vida de los alcalaínos, que a la vez veían como se construían aún más muros en torno a Alcalá. En agosto se fue el comandante Henri y le sustituyó Manuel Azlor, que tenía el grado de mayor coronel de caballería. Era un español afrancesado. Quizá se pensaba que así, eligiendo a un español, se recuperarían simpatías en la ciudad. Además, se nombró comisario de guerra a Miguel Belgrado.  Pero las necesidades de grano eran grandes y eso no impidió la carestía. Ante el descontento social se cambió al subprefecto Miranda en septiembre por Manuel de Tramarias. Este, sin embargo, resultó más duro y contundente aún a la hora de recaudar. El 18 de septiembre la recaudación fue tan grande que se percibió otra vez como si fuera un saqueo.

En octubre la observación de un cometa durante varios días hizo pensar que algo iba a ocurrir muy importante, quizá para mal de los franceses. Lo cierto es que aunque había algunos descalabros franceses en la guerra, en Alcalá el precio del pan empezaba a ser enorme y para mayor de los males el día 7 parte del pan que se producía se llevó a Madrid para atajar la carestía de la capital y evitar un levantamiento allí. En mitad de estas carencias alimenticias el día 18 se abrió el curso universitario 1811-1812, estuvieron en el acto el subprefecto Tramaría, el mayor comandante Azlor, el doctor universitario Nicolás Heredero y el mayoral, con un discurso triunfalista del nuevo orden y acusativo de los renegados que combatían al rey José I[52]. La Universidad y la economía de la ciudad estaban íntimamente ligadas. La desaparición posible de la Universidad supondría una gran catástrofe en la ciudad dentro ya de la catástrofe económica que padecían.

Azlor había intervenido e informado de tertulias, papeles revolucionarios contra el gobierno de José I y alojamientos de guerrilleros en casas de los vecinos[53]. Tomó una serie de medidas y órdenes militares muy duras y represivas. La situación en Alcalá, siendo próxima a Madrid, era delicada. José I volvería a cambiar al gobierno local en noviembre. El suceso decisivo ocurrió de modo que Urrutia, como regidor de la ciudad, para cumplir la orden del gobernador Lafont Blagnac, general de Madrid, pidió camas a los alcalaínos. Lo retardó todo lo que pudo para dificultar a los franceses su abastecimiento, ya que lo consideraba abusivo. El comandante Azlor le encarceló usando sólo su autoridad militar. Para liberarle le pidió una cantidad de dinero que no le fue entregada, era la petición de un soborno, o en otras palabras: un chantaje. Esto llegó a oídos de José I y usó el asunto para destituir a Azlor.

Los triunfos de los guerrilleros cerca de Alcalá por la zona que da a Guadalajara, hizo que el nuevo comandante de la plaza decidiera en diciembre cerrar con tapias todas las calles que daban acceso al Palacio arzobispal. Mientras tanto el precio del pan seguía aumentando y el propio Napoleón Bonaparte batallaba en la península.

1812 no empezaba bien en Alcalá, y para colmo hubo un terremoto en enero, que si bien no causó destrozos se dejó sentir sin problemas. Eso azuzó las imaginaciones sobre presagios nuevos de catástrofes. No era para menos. El gobierno leal a Fernando VII se arrinconó en Cádiz tras la caída de Valencia, a la que los alcalaínos se sentían unidos por medio de los soldados que habiendo estado estacionados en Alcalá se fueron allí en 1808. Hubo una matanza de frailes y de guerrilleros valencianos, mientras otros se cambiaban al bando francés, entre ellos Saturnino Albuín “el Manco”, que había combatido con “el Empecinado” y que tras ser preso de los franceses y paseado con sus hombres por las calles de Alcalá, a los pocos días de febrero se paseaba por la ciudad como hombre libre como nuevo guerrillero ahora al servicio de los franceses.

Mientras, el pan seguía subiendo de precio y mucha gente no podía comerlo. La comida habitual era arroz cocido, patatas cocidas y judías que se daban gratuitamente de parte de las personas más acaudaladas de la ciudad en grandes perolas con escudillas en la Plaza Mayor o de Mercado, hoy De Cervantes. Pero como la pobreza era mucha también hubo gente que se quiso aprovechar vendiendo pan adulterado que afectaba muy gravemente a la salud de los consumidores. Las autoridades de la ciudad optaron por quemarlo públicamente en una de las plazas con un pregonero que anunciaba el porqué, pero el efecto psicológico debió ser tremendo en unos días en los que literalmente hubo quien se murió trabajando en el campo por malnutrición y trabajo excesivo que en realidad era una tarea normal de la agricultura del lugar[54]. Hubo durante todo el año especulación económica de panaderos, harineros y de productores de grano. En marzo hubo hasta muertos de hambre por las calles. Hubo incluso muertes escandalosas como las de un sacerdote llamado María Brea, en su casa de la calle Damas. Este fue asesinado por dos delincuentes habituales, “el Cenacatres” y los hermanos “Cigarros”,  que entraron a robar a su casa y que fueron presos, juzgados y ajusticiados por las autoridades leales a José I al cabo de los meses. Los asesinos habían sido previamente acogidos por el sacerdote en su casa que les dio trabajo a su servicio para regenerarles. Los ladrones y asaltantes de caminos habían aumentado, incluso algunos eran guerrilleros que también eran ajusticiados si eran pillados por sus jefes de partida. Como sea, estos actos delictivos sólo lograban que bastantes alcalaínos se pusieran de parte de los franceses como garantes de la seguridad y la ley.

Fue en marzo que los franceses decidieron celebrar una misa en la Iglesia Magistral con motivo del santo de José I y de su esposa. Si bien algunos alcalaínos vieron mal el motivo de la misa, la verdad es que se repartió pan gratuito a los ciudadanos que se acercaron a la plaza. Era un modo más de acercarse y ganarse voluntades, una nueva estrategia. Poco duraron sus frutos, pues días después los soldados dieron de comer pan sobrante a sus caballos ante los ojos de mucha gente que padecía auténtica y pura hambre.

Ese mes se estableció la guardia cívica en la ciudad definitivamente. Se le encargó al edecán de origen español Francisco Javier de Gorostiza Oferril. La organizó el 12 de abril por medio de una recluta forzosa de la que participó el comandante Azlor. Hubo voluntarios auténticos, otros lo eran por intimidación. Usaron un pregonero para llamar a las personas que ellos habían seleccionado por juventud o por otros motivos. La guardia cívica fue un logro del empeño del subprefecto Tramarias. Lo logró junto a Juan Antonio Terón como administrador de bienes nacionales, y junto a Nicolás Vivanco como administrador de rentas. Los tenientes capitanes, los oficiales Gallo y Lizana, fueron los tesorero y guarda mayor. Si bien Juan Domingo Palomar dice que fue contra su voluntad, cabe la duda.

El mes de abril aumentaron los ladrones en la ciudad y en los caminos, mientras el pan estaba tan caro que sólo lo adquirían las personas más pudientes y los oficiales franceses. Y otra vez para colmo se veía como se llevaba trigo a Madrid para solucionar los problemas allí, aunque al muy elevado coste de dos pesetas. Eso no evitó que en la capital hubiera motín del pan (por hambre). Alcalá elevó un recurso al gobierno para que los pobres adquirieran algún alimento. El pan bajó algo su precio, pero más que por el gobierno, porque los comerciantes ya no lo podían vender por culpa de lo caro que resultaba. También habían subido alimentos como el arroz o las legumbres. Sin embargo, el día 18 se volvió a quemar pan adulterado en la plaza y se castigó al vendedor públicamente apaleándole. El hambre aumentaba, los muertos aparecían en las calles, de Madrid capital y alguno en Alcalá. Hubo quien solicitó la carne de animales muertos de personas pudientes para poder comer, cosa que hacían sin asco alguno quienes comían. En mayo se repartió sopa gratuita y en junio se empezó a dar permiso para hacer pan con cebada. Muchas personas que se recogían de la calles medio vivas volvían a estar perfectamente sanas cuando se les daba de comer dos o tres días seguidos en los lugares donde se les acogía, ya hospital, hospicio o convento.

A la vez, esa primavera, Roque Novella y otro miembro de la Universidad de Alcalá comenzaron a escribir y editar en la Gaceta de Madrid, periódico proclive al gobierno afrancesado.

Los guerrilleros volvían a complicar la guerra a los franceses. Estos optaron por una retirada estratégica que en esos días se vivía como una victoria española por parte de los leales a Fernando VII. Eso provocó situaciones de alteración como por ejemplo el asesinato de un alcalaíno llamado Lino en la puerta de su casa de un disparo de fúsil en plena retirada francesa. Los oficiales franceses estaban malhumorados y cometían más excesos que otras veces con la población civil. Pero la retirada era real y el propio Jesús Domingo Palomar escribía en su diario: “ahora experimentan ellos los efectos de la infidelidad a su patria”[55]. Al escribir esa frase delata aquello que no para de negar a lo largo de todo el diario, en Alcalá de Henares existían claros partidarios del nuevo orden democrático de la monarquía de José I. Según avanzaba julio y se hacía evidente la retirada los franceses imponían nuevos tributos para poder llevarse consigo todo el grano y comida que pudieran. El día 19 de julio comenzaron a preparar la salida de la ciudad las autoridades y los cargos que nombraron, como el subprefecto Tramarias que se encargaba de las recaudaciones. Unos días después pasaba por la ciudad el general italiano al servicio de Bonaparte, Palombini, hacia Madrid. Los soldados rasos que se iban quedando estaban más nerviosos que de costumbre. El propio José I abandonó Madrid el día 21. El día 29 no había franceses en Alcalá de Henares, el júbilo estalló.

Se celebró una gran fiesta sin ningún tipo de autoridades visibles, salvo las del ayuntamiento clandestino ya mencionado. El día 30 comenzaron a llegar los guerrilleros, que se dedicaron a ir casa por casa buscando franceses, encontraron escondidos a unos pocos que no pudieron irse, lo que nos da una pista más de alcalaínos que dieron refugio a franceses quizá por simpatías diversas, entre ellas, tal vez, políticas. En este ambiente también se les entregó afrancesados a los guerrilleros en medio de una gran fiesta. No sabían que los guerrilleros de Mondideu entraron en secreto el día 31 y se fueron el día 1. Y es que el día 1 de agosto entró en Alcalá Vicente Sardina, mientras Blagnac se retiraba hacia Madrid. Se bajó artificialmente el precio del pan, lo que fue muy bien recibido y se comenzaron a tirar las tapias de defensa de los franceses. Al tiempo, comenzaban los procesos y ejecuciones de afrancesados. Los guerrilleros de origen alcalaíno tomaron la decisión de hablar a favor de Antonio Barandalla, que fue subprefecto, por defender los intereses de los españoles siendo afrancesado en todo ese tiempo que ejerció. Sin embargo, Novella fue paseado preso por las calles en espera de juicio, lo que movió a compasión a muchos alcalaínos que sabían que como juez había tratado de suavizar las condenas a los españoles. Otro preso afrancesado fue Villagarcía, que no tenía simpatías.

Se descubrieron depósitos secretos de grano y se confiscaron los de La Oruga. El día 2 Sardina ordenó que se volviera a iluminar las calles de la ciudad y celebró una misa en la Iglesia Magistral. Sin embargo, José I volvía a entrar en Madrid, su retirada estratégica había funcionado. En Alcalá se proclamó la lealtad a la Constitución de 1812, pero la entrada en Madrid de José I levantó todo tipo de temores. El día 5 los franceses avanzaron de Madrid a Guadalajara sin que hicieran grandes estragos en Alcalá. La guerrilla se marchó precipitadamente. El día 10 una columna francesa del general Lafont tuvo que retirarse de Guadalajara con rapidez y parar en Alcalá, José I volvía a abandonar Madrid. El día 12, el duque de Wellington con Juan Martín “el Empecinado” entraron en la capital, y al día siguiente “el Empecinado” entró en Alcalá de Henares. Fue recibido con grandes y mayores festejos y muestras de alegría por lo mucho que significaba su nombre en la ciudad.


[43]              Ver el libro Diario de un patriota complutense en la Guerra de Independencia, ya citado y en la bibliografía.
[44]              Op. Cit. nota 9; pp. 570-576.
[45]              Se puede leer por ejemplo en op. cit. nota 15; pp. 107-110, en notas.
[46]              Ídem nota 42.
[47]              Op. Cit. nota 9; pp. 578 a 585.
[48]              Ídem nota 42; pp. 22-23
[49]              Op. Cit. nota 9; p. 584.
[50]              Ídem nota 42; p. 27.
[51]              Ídem nota 42; pp. 34 a 37.
[52]             Ídem nota 42; pp. 41 a 47.
[53]             Op. Cit. nota 9; pp. 586-587.
[54]             Op. Cit. nota 9; pp. 59 a 64.
[55]             En Diario de un patriota complutense en la Guerra de Independencia, p. 79.

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