En 2015, gracias a mi diario personal que mantengo en permanente escritura desde 1989, y a que mis primeros libros de lectura estaban todos en mi casa, o al menos la gran mayor parte, pude comenzar una serie de tres entregas donde comentaba todos los libros que leí en mi infancia y preadolescencia, entre 1979 y 1993 (Noticia 1532ª, Noticia 1533ª y Noticia 1534ª). Abarcaba aquello todo lo propio de la infancia y la preadolescencia en el colegio, cuando estaba la Enseñanza General Básica. En 2017 decidí comenzar una segunda serie que abarcara en ese momento lo que sería la adolescencia, cursando el Bachillerato, el Curso de Orientación Universitaria y llegando al examen de Selectividad Universitaria, entre 1994 y 1998, con todos los pormenores que narré en su día (Noticia 1680ª, Noticia 1681ª, Noticia 1682ª, Noticia 1683ª y Noticia 1684ª). Todo esto se encuadra dentro de la etiqueta (serie) dedicada a los libros que leí, la cual nació a raíz de que todos los años, en los finales días de año o en los primeros, os escribo la cantidad de libros que leí ese año y cuáles destaco. etiqueta que luego extendí a comentarios y reseñas de libros y novelas gráficas de cualquier época, género y lugar que me llamaron la atención como para compartirlos en profundidad con vosotros, y que ahora se amplía parcialmente con la promoción del libro y autores de Alcalá de Henares en Las notas de los Cíclopes Libreros. Tal etiqueta (serie) es propiamente: Libros que leí.
Ahora, en este 2018, voy a iniciar una tercera serie dedicada al comentario de los libros que leí durante mi juventud en sus años universitarios. Aclaro que en el último capítulo de la anterior serie ya se había pisado parte de un año universitario, la segunda mitad de 1998, ya que empecé ahí los estudios de pedagogía, que abandoné a finales de ese año o comienzos de enero de 1999. Pero en la segunda mitad de 1999 comencé la Licenciatura de Historia, que logré hacer sin repetir ninguna asignatura, ni suspender nada en sus cinco años que dura, o que duraba. Eso nos pone en que para 2004 ya habría terminado mis años universitarios en cuanto a licenciatura, pero en 2005 realicé los cursos presenciales del tercer ciclo, lo que sería el inicio del doctorado, que debían desembocar en una tesina. Como tantos otros alumnos dejé ahí este camino por motivos desanimadores con las formas y los métodos de una Universidad española que funciona a su manera, por así decirlo. Había comenzado pedagogía en la Universidad Complutense de Madrid y había hecho mi licenciatura y cursos de doctorado en la Universidad de Alcalá de Henares. Ahora bien, en 2006 aún volvería a la Universidad Complutense de Madrid para realizar los cursos y obtener el Certificado de Aptitud Pedagógica (CAP), como así lo logré a la primera y con muy buenos vistos buenos, lo que me da no sólo la titulación de licenciado en Historia, sino también el título que me capacita para ejercer de profesor de educación secundaria en Geografía-Historia y otras materias del área de conocimiento de las Letras. Así pues, esta etapa de lecturas mías en cuanto a mi juventud en sus años universitarios ve como la etapa de 1998 de pedagogía ya está comentada en el final de la anterior serie, pero en compensación esta nueva serie va más allá de 2004 hasta adentrarse en 2006.
Hay que anotar antes de empezar esta serie que muchas de las lecturas ya comentadas en las otras series seguían vigentes y potenciadas. Así por ejemplo, mi paso por pedagogía en 1998 me había dado la lectura parcial de libros de pedagogía, psicología y filosofía, entre otros, que poco a poco se fue completando a lo largo de los años, pues, aunque sea paradójico, me picó el gusanillo de esos temas, y en consecuencia leí mucho sobre todo de psicología y de filosofía, muchos libros y reflexiones de Filosofía, cosa que no he abandonado, de todo tipo de autores y de todas las épocas, algunos no obvios en ambos campos, de algunos de ellos aún hoy no he leído libros completos, pero sí numerosos textos y artículos extensísimos y otros más breves. De igual modo seguía la lectura de poemas sueltos, de relatos, de periódicos (que he ido aumentando con los años incluso en idiomas diferentes), de revistas de todo tipo de temáticas (música y cine abundaron, pero también de reportajes de noticias), de cómics (muchos, abundaron de la Marvel y de la DC), libros de texto, manuales y grandes partes de estos, libros religiosos como La Biblia, El Corán o El Libro de los Muertos y libritos varios de la religión hindú y budista, estos a lo largo de la carrera por cuestiones diversas fueron leídos y conocidos casi al completo o al completo, según casos, aunque no de una sentada, igual pasó con El Capital (1867-1874, editado por primera vez en su conjunto en 1932), de Karl Marx, o con Mi Lucha (1925), de Adolf Hitler. Añadamos las lecturas de libros de Historia y enciclopedias innumerables (de mecánica, de armas, de Historia, de fauna, de flora, de etnología, de medicina...), diccionarios y demás, que leí parcialmente en capítulos extensos, artículos, reportajes, entrevistas, etcétera. Son los años en los que escribía La Botella Vacía, y eso llevaba a más lecturas sueltas gracias a todos los que escribíamos allí y en Claxon. Y quepa decir también que los libros de "elige tu propia aventura" que leí entre 1986 y 1993, volvían a ser releídos, Planeta hechizado (1984, Christopher Black), Dimensión maldita (1984, Christopher Black), Astros en desintegración (1984, Christopher Black), estos eran de aventuras en el espacio que nos compraban mis padres, El Imperio Mongol (1988, Carol Gaskin), de viajes en el tiempo que me compraron en un cumpleaños infantil, Odisea en el Gran Cañón (1987, Jay Leibold), también de viajes en el tiempo, OVNI 54-40 (1985, Edward Packard), de una abducción extraterrestre, y El misterio del medallón escocés (1986, Lousie Munro-Foley y Paul Granger), de fantasmas, estos fueron también regalos de mis padres. Esos libros eran oasis muy agradables que estimulaban la imaginación. Te hacían viajar y jugar mientras leías. Ser otro.
Empecemos ya hoy con los libros de 1999, de los que no se debe olvidar las muchas otras lecturas mencionadas de otro tipo de textos y formatos, como ya he dicho. Y que algunas lecturas fragmentarias, al completarse con otras en otros años, completaban libros que aquí no se reflejan. Yo había comenzado la Licenciatura de Historia en la segunda mitad de 1998, así que comenzada el año con el primer curso de la carrera universitaria a mitad.
Led Zeppelin (1997, Gus Cabezas): Tal como ya contaba en la serie de mis libros leídos anterior a esta, yo leía biografías y otro tipo de libros sobre músicos, música y fenómenos relacionados, especialmente de los años 1960 y 1970. Se acompañaba de mi gusto por el rock, compartido con los amigos. Este libro me lo prestó expresamente un buen amigo, Rubén Muñoz, seguidor de Led Zeppelin. Era un libro breve editado por Cátedra en una colección llamada Rock-Pop, claramente dedicada a biografías básicas y breves para su fácil lectura por parte de seguidores, y en concreto jóvenes. Era un buen comienzo para comenzar a iniciarse más allá de lo musical en el conocimiento de cómo surgió todo aquello que hoy día nos ha dado y da muy buenos momentos de nuestra vida. Una revolución musical que ayudó a cambiar la sociedad. La lectura era básica, pero daba los datos justos y necesarios para un no iniciado en esta gente en cuanto a sus logros, que en la música uno ya llevaba mucho de ellos.
Los Beatles (1994, Jorge L. Revilla): En este caso lo editaba Ediciones La Máscara, que estaba especializada en libros que trataban sobre biografías de músicos, Historia de la música, fenómenos sociales relacionados con la música o músicos, partituras, etcétera. Este libro tenía un formato de gran tamaño, pero muy fino, demasiado preocupado en contener fotografías llamativas para los seguidores, pero con un texto que no aportaba nada nuevo, realmente. A esas alturas yo ya había leído mucho de ellos, como ya escribí, y este libro fue un capricho coleccionista por sus fotos. Lo compré en las Tiendas Tipo, que abrieron en Alcalá una sucursal en la Calle Mayor de la mano de uno de los componentes de A Palo Seko. Todo un clásico alcalaíno de adolescentes en los años 1990.
Bugsy Malone (1977, Alan Parker): Esta novela nació de la película homónima de Alan Parker, la cual rodó exclusivamente sólo con niños. Una película de mafiosos basado en la vida de uno real de 1929, que siempre he deseado ver... pero que nunca he logrado ver. El libro lo encontré en la biblioteca y lo tomé para leerlo. Las historias de mafiosos me atraían mucho. Siempre les encuentro algo interesante. Además, la experimentación de narrar una historia con niños me atraía en cuanto a experimentación narrativa, aunque eso no trascendiera en el libro. La edición que leí era la primera original en España.
Piratas (1996, Alberto Vázquez-Figueroa): Como ya dije en la anterior serie yo leía mucho de Alberto Vázquez-Figueroa. Tiene libros que me resultan admirables. Este es uno de esos libros. Es el primero de una saga que no continúe, también lo digo. Fue un regalo de Reyes de mi padre, en su primera edición. Como ya conté en la otra serie las historias de piratas también me gustan, quizá por eso escribí mi libro Balada triste de una dama, que publiqué en 2017. Este libro de Vázquez-Figueroa está muy bien documentado, y para la época, donde el autor no estaba en su mejor momento, fue un resurgir de su carrera. Paradójicamente es uno de los autores españoles más vendidos del último cuarto del siglo XX, pero a la vez uno de los menos reconocidos por aquellos que deciden qué es y qué no es buena literatura. Es el problema de la alta y la baja cultura, sin darse cuenta de que en este libro el autor vuelve a la referencia del mito popular, inalcanzable para muchos, y por ese mismo carácter inalcanzable, apetecible para la masa popular. Yo no despreciaría una literatura por ser de masas y popular. Y hasta donde sé, Pérez-Reverte tampoco lo hizo con este autor.
Poemas y canciones (1968, Bertolt Brecht): No había leído nada de Bertolt Brecht, pero quería conocer a aquellos poetas transgresores que hasta el momento se me habían escapado hasta que el año anterior, 1998, mi profesor de filosofía me regaló a Bukowski, que me fascinó (ver Noticia 1684ª). Brecht no tiene nada que ver con Bukowski, pero era de mi interés, porque parecía algo misterioso, prohibido para algunos. Polémico para unos y salvador para otros. Saqué el libro de la biblioteca. Vi en este libro un compendio de poemas por la libertad escritos con hondura, con una vivencia que no estaba en otros autores. El autor había padecido y había hablado. Fue mi primer encuentro con Brecht. Y entretanto, yo estaba en la composición de mi tercer libro de poesía, que finalizaba mi trilogía inicial, Poemas de un hombre en cambio (tres libros, dos en 1998 y uno en 1999, compilados y revisados unos años después, aún por publicar).
Música de cañerías (1983, Charles Bukowski): Y precisamente porque estaba en una etapa fascinado por la contracultura de Bukowski, mis amigos me regalaron entre todos el día de mi cumpleaños un recopilatorio de relatos de este autor, que eligió en concreto, de entre todos mis buenos amigos, el Chico Gris. Fue uno de los dos libros que destaqué cuando hablé de los libros que leí en 1999 en la Noticia 204ª. Aquello era una explosión total en la mente. De repente toda regla literaria y de otra índole ya no valían. La libertad total. Y todo tipo de temas truculentos tratados con humor, con sarcasmo, con rabia, con denuncia... Hay algo de todo esto en la dejadez que se ve en la película El Gran Lebowski, de los hermanos Coen. Creo que enganchó muy bien la recuperación del censurado Bukowski en España justo en los años 1990. La sociedad más joven lo recibimos como renovación y agua de mayo en un momento en el que casi todos los aspectos sociales y culturales parecían protestar en una especie de dejadez ante lo que parecía el triunfo de lo políticamente correcto y lo conservador disfrazado de progresista. Era la venganza de lo libertario de los años 1970, pero desde otro punto de vista, donde se convivía a la vez que se mordía con rabia al nuevo conservadurismo que venía tras el final de la Guerra Fría, pero antes del 11 de Septiembre. Un extraño oasis en la Historia entre el avance de lo reaccionario económicamente, y militarmente, y la resistencia de aquellos que aparentemente parecían darse por vencidos entregándose a la libertad dentro de su único y propio ámbito, al estilo de los Nirvana, pese a que su lider se suicidó en 1994. Bukowski entonces era parte de todo eso.
Se busca una mujer (1973, Charles Bukowski): Bukowski era parte de todo eso y a la vez era un revulsivo de todo lo que no era eso. Este libro de relatos se lo compró El Chico Gris y me lo prestó para que lo leyera. Bukowski no era un pacifista, pero tampoco era un conservador. Vietnam desgajada a ostia limpia nos recordaba la Primera Guerra de Irak, la Guerra de Bosnia-Herzegovina y cualquier otra guerra que se seguía alimentando tras 1991. La lógica seguía siendo la misma, aunque ya no combatieran los bloques, y se montaba el movimiento antiglobalización que frenó el 11 de septiembre de 2001. En 1999 estos dos libros de Bukowski eran de lo más en mis lecturas. Compuse poemas y relatos en esta línea y ya perfilaba con Chico Gris la posibilidad de iniciar nuestra propia revista. Sin censuras. Luego estaba el asunto del sexo en Bukowski y, bueno, ¡buff, merecía la pena conocer determinadas historias cuando cumplías 20 años! Claro, que luego eso te marca, y no está mal. Libertad y apertura de mente. A pesar de que Bukowski fue acusado de lo que fue acusado en lo referente al sexo en su vida. Pero en esos momentos no era lo importante. Lo importante era el vagabundo que se hizo escritor y no perdió su visión de la vida. ¿Cuántos Bukowskis habrá creado Bukowski con sus escritos? Nosotros éramos unos, pero luego, pocos años después, comenzaron a haber montones.
Ahora, en este 2018, voy a iniciar una tercera serie dedicada al comentario de los libros que leí durante mi juventud en sus años universitarios. Aclaro que en el último capítulo de la anterior serie ya se había pisado parte de un año universitario, la segunda mitad de 1998, ya que empecé ahí los estudios de pedagogía, que abandoné a finales de ese año o comienzos de enero de 1999. Pero en la segunda mitad de 1999 comencé la Licenciatura de Historia, que logré hacer sin repetir ninguna asignatura, ni suspender nada en sus cinco años que dura, o que duraba. Eso nos pone en que para 2004 ya habría terminado mis años universitarios en cuanto a licenciatura, pero en 2005 realicé los cursos presenciales del tercer ciclo, lo que sería el inicio del doctorado, que debían desembocar en una tesina. Como tantos otros alumnos dejé ahí este camino por motivos desanimadores con las formas y los métodos de una Universidad española que funciona a su manera, por así decirlo. Había comenzado pedagogía en la Universidad Complutense de Madrid y había hecho mi licenciatura y cursos de doctorado en la Universidad de Alcalá de Henares. Ahora bien, en 2006 aún volvería a la Universidad Complutense de Madrid para realizar los cursos y obtener el Certificado de Aptitud Pedagógica (CAP), como así lo logré a la primera y con muy buenos vistos buenos, lo que me da no sólo la titulación de licenciado en Historia, sino también el título que me capacita para ejercer de profesor de educación secundaria en Geografía-Historia y otras materias del área de conocimiento de las Letras. Así pues, esta etapa de lecturas mías en cuanto a mi juventud en sus años universitarios ve como la etapa de 1998 de pedagogía ya está comentada en el final de la anterior serie, pero en compensación esta nueva serie va más allá de 2004 hasta adentrarse en 2006.
Hay que anotar antes de empezar esta serie que muchas de las lecturas ya comentadas en las otras series seguían vigentes y potenciadas. Así por ejemplo, mi paso por pedagogía en 1998 me había dado la lectura parcial de libros de pedagogía, psicología y filosofía, entre otros, que poco a poco se fue completando a lo largo de los años, pues, aunque sea paradójico, me picó el gusanillo de esos temas, y en consecuencia leí mucho sobre todo de psicología y de filosofía, muchos libros y reflexiones de Filosofía, cosa que no he abandonado, de todo tipo de autores y de todas las épocas, algunos no obvios en ambos campos, de algunos de ellos aún hoy no he leído libros completos, pero sí numerosos textos y artículos extensísimos y otros más breves. De igual modo seguía la lectura de poemas sueltos, de relatos, de periódicos (que he ido aumentando con los años incluso en idiomas diferentes), de revistas de todo tipo de temáticas (música y cine abundaron, pero también de reportajes de noticias), de cómics (muchos, abundaron de la Marvel y de la DC), libros de texto, manuales y grandes partes de estos, libros religiosos como La Biblia, El Corán o El Libro de los Muertos y libritos varios de la religión hindú y budista, estos a lo largo de la carrera por cuestiones diversas fueron leídos y conocidos casi al completo o al completo, según casos, aunque no de una sentada, igual pasó con El Capital (1867-1874, editado por primera vez en su conjunto en 1932), de Karl Marx, o con Mi Lucha (1925), de Adolf Hitler. Añadamos las lecturas de libros de Historia y enciclopedias innumerables (de mecánica, de armas, de Historia, de fauna, de flora, de etnología, de medicina...), diccionarios y demás, que leí parcialmente en capítulos extensos, artículos, reportajes, entrevistas, etcétera. Son los años en los que escribía La Botella Vacía, y eso llevaba a más lecturas sueltas gracias a todos los que escribíamos allí y en Claxon. Y quepa decir también que los libros de "elige tu propia aventura" que leí entre 1986 y 1993, volvían a ser releídos, Planeta hechizado (1984, Christopher Black), Dimensión maldita (1984, Christopher Black), Astros en desintegración (1984, Christopher Black), estos eran de aventuras en el espacio que nos compraban mis padres, El Imperio Mongol (1988, Carol Gaskin), de viajes en el tiempo que me compraron en un cumpleaños infantil, Odisea en el Gran Cañón (1987, Jay Leibold), también de viajes en el tiempo, OVNI 54-40 (1985, Edward Packard), de una abducción extraterrestre, y El misterio del medallón escocés (1986, Lousie Munro-Foley y Paul Granger), de fantasmas, estos fueron también regalos de mis padres. Esos libros eran oasis muy agradables que estimulaban la imaginación. Te hacían viajar y jugar mientras leías. Ser otro.
Empecemos ya hoy con los libros de 1999, de los que no se debe olvidar las muchas otras lecturas mencionadas de otro tipo de textos y formatos, como ya he dicho. Y que algunas lecturas fragmentarias, al completarse con otras en otros años, completaban libros que aquí no se reflejan. Yo había comenzado la Licenciatura de Historia en la segunda mitad de 1998, así que comenzada el año con el primer curso de la carrera universitaria a mitad.
Año 1999: 20 años de edad.
Leí 24 libros completos.
Led Zeppelin (1997, Gus Cabezas): Tal como ya contaba en la serie de mis libros leídos anterior a esta, yo leía biografías y otro tipo de libros sobre músicos, música y fenómenos relacionados, especialmente de los años 1960 y 1970. Se acompañaba de mi gusto por el rock, compartido con los amigos. Este libro me lo prestó expresamente un buen amigo, Rubén Muñoz, seguidor de Led Zeppelin. Era un libro breve editado por Cátedra en una colección llamada Rock-Pop, claramente dedicada a biografías básicas y breves para su fácil lectura por parte de seguidores, y en concreto jóvenes. Era un buen comienzo para comenzar a iniciarse más allá de lo musical en el conocimiento de cómo surgió todo aquello que hoy día nos ha dado y da muy buenos momentos de nuestra vida. Una revolución musical que ayudó a cambiar la sociedad. La lectura era básica, pero daba los datos justos y necesarios para un no iniciado en esta gente en cuanto a sus logros, que en la música uno ya llevaba mucho de ellos.
Los Beatles (1994, Jorge L. Revilla): En este caso lo editaba Ediciones La Máscara, que estaba especializada en libros que trataban sobre biografías de músicos, Historia de la música, fenómenos sociales relacionados con la música o músicos, partituras, etcétera. Este libro tenía un formato de gran tamaño, pero muy fino, demasiado preocupado en contener fotografías llamativas para los seguidores, pero con un texto que no aportaba nada nuevo, realmente. A esas alturas yo ya había leído mucho de ellos, como ya escribí, y este libro fue un capricho coleccionista por sus fotos. Lo compré en las Tiendas Tipo, que abrieron en Alcalá una sucursal en la Calle Mayor de la mano de uno de los componentes de A Palo Seko. Todo un clásico alcalaíno de adolescentes en los años 1990.
Bugsy Malone (1977, Alan Parker): Esta novela nació de la película homónima de Alan Parker, la cual rodó exclusivamente sólo con niños. Una película de mafiosos basado en la vida de uno real de 1929, que siempre he deseado ver... pero que nunca he logrado ver. El libro lo encontré en la biblioteca y lo tomé para leerlo. Las historias de mafiosos me atraían mucho. Siempre les encuentro algo interesante. Además, la experimentación de narrar una historia con niños me atraía en cuanto a experimentación narrativa, aunque eso no trascendiera en el libro. La edición que leí era la primera original en España.
Piratas (1996, Alberto Vázquez-Figueroa): Como ya dije en la anterior serie yo leía mucho de Alberto Vázquez-Figueroa. Tiene libros que me resultan admirables. Este es uno de esos libros. Es el primero de una saga que no continúe, también lo digo. Fue un regalo de Reyes de mi padre, en su primera edición. Como ya conté en la otra serie las historias de piratas también me gustan, quizá por eso escribí mi libro Balada triste de una dama, que publiqué en 2017. Este libro de Vázquez-Figueroa está muy bien documentado, y para la época, donde el autor no estaba en su mejor momento, fue un resurgir de su carrera. Paradójicamente es uno de los autores españoles más vendidos del último cuarto del siglo XX, pero a la vez uno de los menos reconocidos por aquellos que deciden qué es y qué no es buena literatura. Es el problema de la alta y la baja cultura, sin darse cuenta de que en este libro el autor vuelve a la referencia del mito popular, inalcanzable para muchos, y por ese mismo carácter inalcanzable, apetecible para la masa popular. Yo no despreciaría una literatura por ser de masas y popular. Y hasta donde sé, Pérez-Reverte tampoco lo hizo con este autor.
Poemas y canciones (1968, Bertolt Brecht): No había leído nada de Bertolt Brecht, pero quería conocer a aquellos poetas transgresores que hasta el momento se me habían escapado hasta que el año anterior, 1998, mi profesor de filosofía me regaló a Bukowski, que me fascinó (ver Noticia 1684ª). Brecht no tiene nada que ver con Bukowski, pero era de mi interés, porque parecía algo misterioso, prohibido para algunos. Polémico para unos y salvador para otros. Saqué el libro de la biblioteca. Vi en este libro un compendio de poemas por la libertad escritos con hondura, con una vivencia que no estaba en otros autores. El autor había padecido y había hablado. Fue mi primer encuentro con Brecht. Y entretanto, yo estaba en la composición de mi tercer libro de poesía, que finalizaba mi trilogía inicial, Poemas de un hombre en cambio (tres libros, dos en 1998 y uno en 1999, compilados y revisados unos años después, aún por publicar).
Música de cañerías (1983, Charles Bukowski): Y precisamente porque estaba en una etapa fascinado por la contracultura de Bukowski, mis amigos me regalaron entre todos el día de mi cumpleaños un recopilatorio de relatos de este autor, que eligió en concreto, de entre todos mis buenos amigos, el Chico Gris. Fue uno de los dos libros que destaqué cuando hablé de los libros que leí en 1999 en la Noticia 204ª. Aquello era una explosión total en la mente. De repente toda regla literaria y de otra índole ya no valían. La libertad total. Y todo tipo de temas truculentos tratados con humor, con sarcasmo, con rabia, con denuncia... Hay algo de todo esto en la dejadez que se ve en la película El Gran Lebowski, de los hermanos Coen. Creo que enganchó muy bien la recuperación del censurado Bukowski en España justo en los años 1990. La sociedad más joven lo recibimos como renovación y agua de mayo en un momento en el que casi todos los aspectos sociales y culturales parecían protestar en una especie de dejadez ante lo que parecía el triunfo de lo políticamente correcto y lo conservador disfrazado de progresista. Era la venganza de lo libertario de los años 1970, pero desde otro punto de vista, donde se convivía a la vez que se mordía con rabia al nuevo conservadurismo que venía tras el final de la Guerra Fría, pero antes del 11 de Septiembre. Un extraño oasis en la Historia entre el avance de lo reaccionario económicamente, y militarmente, y la resistencia de aquellos que aparentemente parecían darse por vencidos entregándose a la libertad dentro de su único y propio ámbito, al estilo de los Nirvana, pese a que su lider se suicidó en 1994. Bukowski entonces era parte de todo eso.
Se busca una mujer (1973, Charles Bukowski): Bukowski era parte de todo eso y a la vez era un revulsivo de todo lo que no era eso. Este libro de relatos se lo compró El Chico Gris y me lo prestó para que lo leyera. Bukowski no era un pacifista, pero tampoco era un conservador. Vietnam desgajada a ostia limpia nos recordaba la Primera Guerra de Irak, la Guerra de Bosnia-Herzegovina y cualquier otra guerra que se seguía alimentando tras 1991. La lógica seguía siendo la misma, aunque ya no combatieran los bloques, y se montaba el movimiento antiglobalización que frenó el 11 de septiembre de 2001. En 1999 estos dos libros de Bukowski eran de lo más en mis lecturas. Compuse poemas y relatos en esta línea y ya perfilaba con Chico Gris la posibilidad de iniciar nuestra propia revista. Sin censuras. Luego estaba el asunto del sexo en Bukowski y, bueno, ¡buff, merecía la pena conocer determinadas historias cuando cumplías 20 años! Claro, que luego eso te marca, y no está mal. Libertad y apertura de mente. A pesar de que Bukowski fue acusado de lo que fue acusado en lo referente al sexo en su vida. Pero en esos momentos no era lo importante. Lo importante era el vagabundo que se hizo escritor y no perdió su visión de la vida. ¿Cuántos Bukowskis habrá creado Bukowski con sus escritos? Nosotros éramos unos, pero luego, pocos años después, comenzaron a haber montones.
La muerte de Ivan Illich (1886, León Tolstoi): Lo saqué de la biblioteca de la Universidad. Aún hoy día le sigo dando vueltas a este librito. La literatura rusa es experta en profundizar en los aspectos más profundos de la psicología humana. En este relato Tolstoi se mete en la cabeza de un anciano senil que cree que su familia es ruin y cruel con él. Narra un ambiente familiar realmente horrible desde el punto de vista de la víctima. Pero todo cambia cuando hacia el final descubre poco a poco las pistas que le indican que están en sus últimos días de vida, y su visión sobre su familia cambia. Debe asumir que muere y que lo que ocurre a su alrededor es inevitable. Cuando murió mi abuela materna años después, la cual vivía con nosotros, pensé en este libro. Me pregunté si ella pensaría como Illich en sus últimos días. Si se daría cuenta de todo lo vivido.
El Diablo (1911, León Tolstoi): Un rico que mantiene relaciones sexuales ilicitas con una campesina casada. Tolstoi volvía a hacer un buen trabajo con los personajes. En esta ocasión está cerca de los años de la revolución rusa, aunque es póstumo, por lo que el tema llega a aproximarse a una denuncia social. También obtuve el libro de la biblioteca, contenía un segundo libro: El padre Sergio.
El padre Sergio (1890, publicado en 1898, León Tolstoi): Otro relato sobre relaciones extramatrimoniales, en este caso por parte de la nobleza. Sexo, relaciones ilícitas y psicología. La construcción de los personajes, siempre algo inigualable en este autor. El ejemplar era de una biblioteca salesiana
Relatos Cómicos (1982, Edgar Allan Poe): Se trata de la recopilación de los relatos cómicos que publicó en prensa Edgar Allan Poe en la primera mitad del siglo XIX. Se recopilaron específicamente en conjunto en 1982. Me lo compré en otoño en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión en una edición barata. No son los más conocidos de Poe, pero mi querido y admirado Poe era Poe, y quería conocerle más. Ansiaba alimentarme de más autores malditos, y a Poe ya le conocía, pero no en sus relatos cómicos. Eran realmente raros y extraños. Alguna cosa me inspiró. Con el tiempo estos relatos son ahora más conocidos en España. Por entonces, en 1999, casi nadie sabía de ellos.
Hamlet (1609, Shakeaspeare): No había leído nunca a Shakeaspeare, aunque conocía sus historias. Quise leer algo y fui a la biblioteca a por lo más conocido. Fue otro impacto de contundencia en ese 1999. No tenía nada que ver con lo que había leído que se escribía en el Siglo de Oro español. Era descarnado, violento, sin preocuparle rendir pleitesía al gusto de la Iglesia, del rey o de otro. Muertes, traiciones, estas tramas inglesas eran impensables en la España de la Inquisición. Algo que creo que se arrastra incluso hoy día a la hora de componer. Enseñó al público la libertad de poder hablar con dureza de todo. Moral aparte, aunque contenga moral. Los buenos no tienen porqué ganar siempre. Dicen que puso al día una mitología egipcia, otros dicen que era nórdica. Da igual, la hizo suya y la transmitió magistralmente en teatro. También fue la lectura que destaqué de los dos a destacar de 1999, en la Noticia 204ª. Giros y lo sanguinolento, lo inesperado de la trama... ahí la clave.
Relatos de Brian W. Aldiss, Isaac Asimov, Ray Bradbury ([1960-1979], Aldiss, Asimov y Bradbury): Ignoro a qué libro me refería con este título cuando lo anoté. Probablemente me refería a una revista de Ciencia Ficción que recopilaba relatos antiguos de los años 1960 y 1970 de estos autores. A mí me gusta mucho la ciencia ficción. Leerles era parte de mi búsqueda de lo rompedor en ese año. Lo raro, lo innovador... lo "fandom", que originalmente en los años 1960 era "fans' kingdom", o sea: "el reino de los admiradores".
El caballero de la oxidada armadura (1987, Robert Fisher): Me lo pasó un salesiano que hoy día ya no ejerce en la orden, se llamaba Roberto, del Centro Juvenil Cisneros de Alcalá de Henares. Era de la biblioteca de aquel lugar. Se trata de uno de los libros de psicología y pedagogía juvenil que más éxito y lecturas ha tenido desde que se publicó, por vía precisamente de la recomendación de su lectura por parte de los formadores. Yo lo recomendaría a mucha gente ya adulta. Es un clásico de los libros de caballería donde en realidad, a modo cuento, se nos narra cómo las buenas intenciones no bastan para obrar, ya que lo que uno cree ser una buena acción puede que sea en realidad algo realmente perjudicial para los demás. La buena acción debe mirar la realidad de lo que el otro necesita y pide, no lo que egoístamente uno cree que es mejor y en realidad sólo beneficia a quien lo hace, aunque sea por sentirse bien consigo. Y eso sin olvidarse de uno mismo, pero teniendo en cuenta que la buena acción no es unilateral. Tiene algo de humor, es como un cuento. Completaba los conocimientos de psicología que había emprendido. Se lo recomendaría a quien lo necesite, aunque lo normal es que quien lo necesita no se da cuenta que lo necesita.
L.A. Confidential (1990, James Ellroy): Un clásico de la literatura del género negro o de detectives. Ambientada en los años 1950, un detective debe investigar una trama truculenta de pornografía, famosas de Hollywood y violencia. El libro lo acababa de adquirir otro buen amigo con el que he escrito varias cosas, Pedro J. Maza. Me lo prestó totalmente entusiasmado con ese autor. He de reconocer que el libro me gustó mucho, aunque no estaba tan acostumbrado al género. Otra vez volvíamos a las tramas de sexo truculento, sólo que esta vez tenía un encanto de cine negro. De hecho la película era relativamente reciente.
Pantaleón y las visitadoras (1973, Mario Vargas Llosa): Pues ya que estábamos con el sexo truculento, una de prostitutas en la selva como servicio organizado por un militar, y entretanto ojeaba ejemplares de sólo prosa de Kama-Sutra y Ananga-Ranga, los libros milenarios del hinduismo. Este de Vargas Llosa era una edición del Círculo de Lectores que compró mi padre hace muchos años. Estaba en mi dormitorio, del que fui expulsado para poder acoger a la abuela Antonia, que vivió con nosotros. Me pareció un buen libro, pero con todo lo que llevaba leído ese año, no me pareció tan transgresor como el resto. Pensaba en que me servía de aproximación a Latinoamérica. Pero lo cierto es que me interesaba precisamente eso: la literatura de habla española escrita también en Latinoamérica, sobre todo ya que ya había leído a Gabriel García Márquez, auténtico ídolo de la palabra y de las historias.
Eva Luna (1987, Isabel Allende): Así llegué a Isabel Allende en su libro más conocido dentro del realismo mágico. No llegaba a la altura de García Márquez, y aún ignoraba que era la hija de Salvador Allende. El libro lo leí no sé si de un regalo que le hice a una amiga o que me lo dejó ella, Laura Vega. Tenía su encanto y recuerdo que me hizo pensar en que me aproximaba a una literatura aún no analizada del todo por mí, aunque no desconocida, la literatura escrita por una mujer con su auténtico punto de vista de mujer. Leer este libro me suponía un doble ejercicio: el de lector de literatura y el de quien buscaba a sus 20 años y sus curiosidades comprender mejor cómo pensaban ellas.
La terquedad de la sombra (1995, Teo Serna): Uno de los Premios Ciudad de Alcalá de novela. Me lo regaló Laura Vega, son su dedicatoria. Lo guardo con cariño. No es que fuera mi novela ideal. Ni siquiera conocía al autor. Pero es de esos regalos que se guardan con cariño. Se leen con cariño a quien lo regala y eso les dota de un algo en tu biblioteca personal.
El origen del hombre (1989, Alfonso Moure): Publicado con revisión ese mismo año 1999 en el que lo leí. Lo compré en la Feria del Libro Nuevo, en primavera. Las clases sobre Prehistoria Antigua y Prehistoria Reciente eran tan entretenidas como enrevesadas en sus apuntes. Este librito me pareció muy práctico para ordenar un poco los datos. Estaba recomendado en la bibliografía que dio el profesor y catedrático Balbín, que últimamente ha saltado a los periódicos por sus importantes descubrimientos con los neanderthales. Aún conservo este libro en mi biblioteca, como recuerdo y como parte de mis libros de Historia, otros libros de prehistoria los di. Este libro me fui útil completando mis apuntes y dibujos.
En busca de los neanderthales (1993, Christopher Stringer y Clive Gamble): Otro libro de prehistoria que recomendaba la bibliografía de las clases de Prehistoria, sólo que este era parte de una lista que había que leer obligatoriamente y luego escribir un trabajo sobre ello. Era caro, muy caro. Me costó ahorrar un par de semanas para comprarlo. Un libro bonito que barajaba las últimas teorías y prácticas experimentales con estudios de ADN para rastrear el origen de los neanderthales y su posible evolución. Me enteré de los diferentes ADN que tiene hombres y mujeres, el mitocondrial y estas cosas. Muy interesante, muy técnico y... también me cansaba mucho. Años después, cuando acabamos la carrera universitaria en 2004 se lo regalé con total afecto a un amigo con el que hice toda la carrera desde 1999, "Pepper". Yo iba para Historia Contemporánea y Actual, pero él iba para Prehistoria. De hecho fue becado en Cantabria, y hasta la fecha allí ha hecho carrera y hasta familia. Le va muy bien con la Prehistoria. Me alegra haber acertado en regalárselo. No podía estar en mejores manos.
La Iliada (siglo VIII antes de Cristo, tal vez el siglo VI antes de Cristo, Homero): Un poema clásico que es base de la cultura occidental actual. Lo leí por entonces a trozos, pero lo leí. De hecho leí mucha mitología y relatos de otros autores. A través de esta obra se puede intuir la vida griega de milenios atrás, pero también se puede saborear cantos y relatos cuya construcción sigue manteniendo la atención de quienes nos acercamos a ella. Hay mucho que aprender de esta obra. No la saboreé aún todo lo que podía, no tanto como otras mitologías, pero con el tiempo y relecturas se corregiría. Lo leí de la biblioteca pública municipal.
Introducción a la Antigua Grecia (1998, Francisco Javier Espelosín): El libro lo escribió el propio catedrático que nos lo mandó leer. Espelosín era genio y figura de la polémica y del sarcasmo. Buen profesor y conocedor de Grecia, pero con un fuerte ego propio. Lo compré en la librería Diógenes. Es un libro de Historia básica de la Grecia antigua que prefiere explicar fenómenos y periodos para abrir mentes, antes que recurrir a un relato cronológico estricto, es por ello un acierto pedagógico total. Muy recomendable. De fácil lectura. Las clases de este profesor y su libro me adentró aún más en la mitología y la Historia de nuestros orígenes. Combinaba estas clases con las de otras civilizaciones antiguas. Pero este gusto ya venía de lejos, como se vio en el anterior serial, sólo que ahora lo perfeccionaba, lo profesionalizaba.
Historia de la Edad Media en Occidente (1983, Emilio Mitre): Otro libro que leí buscando en la bibliografía de su asignatura correspondiente. Mitre es un clásico de los historiadores medievalistas. Es de obligado conocimiento. Ha dedicado toda su vida a la materia. Este libro aclaraba muchos conceptos y periodos un tanto confusos entre los innumerables reyes y sus guerras, pero este libro hablaba también de las clases populares. No es el libro más divertido, pero sí es de necesario conocimiento para el especialista.
Historia de Roma (año de derechos de publicación 1967, libro de la década de 1940, Serguéi Kovaliov): Kovaliov era un historiador soviético que escribió sobre la Historia de Roma en los años 1940. Yo creo recordar que lo escribiría y publicaría sobre 1948, más o menos, cuando comenzaba la etapa dura de la Guerra Fría, o tal vez en 1945, con el fin de la Segunda Guerra Mundial. A Occidente su obra le llegó la fecha de derechos de autor en 1967. Su libro, desfasado ya, se ha venido reeditando hasta la fecha, y es que es un clásico. Lo es porque aborda la Historia de Roma desde una perspectiva que los occidentales no hemos abordado: desde la perspectiva de un Imperio con políticas imperialistas, de base agrícola, pero con relaciones comerciales próximas al capitalismo. Su tesis se basa en el ascenso y caída del Imperio Romano por su decadencia y su separación entre gobernantes e intereses de la gente común. El abuso de la fuerza, el militarismo... En definitiva, haciendo un brillante e innovador análisis de Roma, pone de relieve a la vez el mundo del siglo XX entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Cartago, obviamente, aparece. Empecé con este libro porque no quedaba otro en la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras, el resto lo tenían mis compañeros, pero me enteré que era un clásico y que además contenía en sí varios de los elementos de para qué debía servir la Historia. Lo actual de este libro no son sus datos, desfasados, si no su forma de analizar, su conexión. Aporta nuevas visiones, pero también perspectivas de la utilidad de la Historia como modo de intentar comprendernos en la actualidad.
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