miércoles, agosto 10, 2016

NOTICIA 1631ª DESDE EL BAR: COMO DE TAPADILLO

Aquí tenemos un monumento más bien reciente, debe ser de los años finales de la década de 1980 o de principios o mediados los años 1990. Está enfrente de las instalaciones militares de la antigua brigada paracaídista (BRIPAC) que se asentaba en Alcalá de Henares, cuartel aún hoy en parte en uso, sobre todo como residencia de familias de militares y como sede de otras unidades. Tal cuartel tiene el tan discutido como olvidado nombre en la ciudad de Miguel Primo de Rivera. Si bien en varios momentos de la actual monarquía parlamentaria se discutió puntualmente cambiarle el nombre, algunos creyendo que lo de Primo de Rivera era por José Antonio, fundador de Falange, partido de inspiración fascista y uno de los epicentros ideológicos de la dictadura de Franco, el cuartel ha esquivado todo ello alegando que el nombre se refiere a Miguel, padre de José Antonio, obviando sin mencionar que aquel fue dictador militar en España entre 1923 a 1930, prohibiendo y cerrando todo partido, asociación, ateneo y sindicato (menos la UGT, que colaboró) que fuese de izquierdas. La dictadura de Miguel Primo de Rivera es antesala del enrarecimiento de la derecha española que llegado el año 1931 no va a soportar ni tolerar ni a la República ni a nada ni nadie que sea de izquierdas. El Ministerio de Defensa, que imagino que es el que tendrá la voz cantante en este asunto, normalmente alega razones que, según ellos, no son políticas, si no de cuestión militar, de mejoras en el ejército español de la época. Claro está que Miguel Primo de Rivera se propuso zanjar la Guerra del Rif y lo hizo, incluso haciendo un desembarco en la costa marroquí que fue estudiado y tenido por referencia cuando décadas después los aliados de la Segunda Guerra Mundial se plantearon desembarcar en Normandía. Pero claro está que el ejército es parte del Estado y que en concreto las acciones de Miguel Primo de Rivera están muy obviamente ligadas a la política y a la falta de democracia. Como sea, no escribo esto para analizar ni para hablar de Miguel Primo de Rivera ni de si el cuartel debe seguir llamándose así o debe cambiar su nombre a otros tipo "Cuartel del Aire", "Cuartel de la Constitución" o cuartel de cualquier cosa que se les ocurra más acorde a los valores actuales. 

La cosa es, más bien, que este monumento, en la avenida de Meco, la cual pasa por el barrio de la Ciudad de Aire y va a la residencia universitaria, al campus de Ciencias de la Universidad de Alcalá y al Hospital Príncipe de Asturias, comenzó el mes de agosto con dos placas de mármol desprendidas por encima de lo que es la forma de un paracaídas caído, como se ve en la foto. Ya está arreglado, lo arreglaron antes de ayer, pero estuvo algunos días así. No está mal, en otros barrios más populares una fuente, pongamos por caso la de la Plaza de San Francisco de Asís, pudo estar en cierta ocasión, y no exagero, un verano entero rota y sin agua, de verano a verano. Claro está que este monumento está enfrente de la puerta del cuartel y de la puerta del hipódromo militar, muy cerca de las viviendas de la Ciudad del Aire que, en origen, es de familiares de militares. Supongo que ellos tendrán más voz o más autoridad para ser atendidos en sus desperfectos. Y bien está que se arreglen los desperfectos de los monumentos públicos. 

Lo que me hace comentar esto es que en mis continuos viajes a esa zona este verano, por cuestiones personales, cada vez que veía estas placas desprendidas pensaba cómo un monumento que tendrá entre treinta y veinte años de antigüedad presenta ya tales estropicios. Igualmente en la Cruz de los Caídos, bastantes décadas más antigua, pero relativamente moderna, hay unos síntomas de problemas estructurales graves, en algunas zonas hay incluso pequeños desprendimientos. Pensaba en esas estatuas gigantescas construidas en el siglo XVI y que dan entrada a una de las puertas interiores del Palacio del Escorial, o bien pensaba en la Puerta de Alcalá del siglo XVIII, o la estatua a Alfonso XII del siglo XIX en el Parque del Retiro de Madrid. Monumentos construidos a conciencia para resistir el tiempo, porque son homenajes y porque tienen una función simbólica muy explícita, por tanto: construídos a conciencia para que resistan el paso del tiempo. Sin embargo estos monumentos, pensaba yo en mis viajes en autobús, se han construído en homenaje, pero no han pensado que su función es resistir el paso del tiempo para mandar su mensaje a lo largo de los años. Más bien parecen construidos para lo inmediato. Para la autocomplacencia del momento en que se hizo. Para agradar a alguien concreto de aquellos años. Sólo eso me explica cómo se degrada tan rápido estos monumentos. Materiales relativamente baratos para lo que son o han de ser, mano de obra no artista, ejecución como si fuera un ornamento de una casa particular... se me ocurren varias variantes. 

Los tiempos modernos donde la economía prima nos hacen olvidar los valores humanísticos, pensaba. Uno puede estar de acuerdo o no con lo que homenajea este monumento. El ejército paracaidista fue muy importante en la vida y recuperación social de Alcalá de Henares, aunque también influyó en sus cuestiones públicas según la década de la que hablemos. No está mal que tengan un monumento, bajo mi punto de vista. Uno que les recuerde en su relación con esta ciudad. Al margen de las razones a favor o en contra de ello, o de la idoneidad del monumento, cosas que no están a debate en este texto, el problema que se plantea es la fragilidad de un monumento, la pérdida de la idea de que los monumentos se crean para perdurar y ayudar a la memoria a recordar, para ensalzar. Un monumento creado de forma tan barata que se vaya cayendo a pedazos treinta o veinte años después de ser erigido tiene un problema de planteamiento, pero no en su construcción (que también), sino de planteamiento en su valor. Podría ser peor, en los últimos años hemos visto puentes y edificios públicos emblemáticos que sufrían desprendimientos y grietas. En Alcalá misma tenemos otro ejemplo. La Facultad de Ciencias Económicas, construída su zona nueva de edificio en los años 1990 por un afamado arquitecto a nivel internacional, presenta a fecha de hoy una gran grieta en una de sus fachadas exteriores que dan a la calle Tercia. Y es que el problema es ese, que se plantean las arquitecturas y monumentos que deben lanzar valores humanísticos desde puntos de vista más que humanísticos, crematísticos. 

Parece que se levantan las cosas para salir del paso político del momento puntual en el que se construyen, y a ser posible al menor precio económico posible, pero precisamente por la importancia de los valores que han de sostener esos valores políticos y sociales no han de ser puntuales, no ha de importar la persona cuyo cargo y legado apenas durará un suspiro breve en el devenir de las generaciones, que pronto lo olvidarán incluso su propia generación. No importa que se quiera alagar a Juanito, si Juanito que hoy es un Don Alguien, mañana claramente será un Don Nadie, porque su cargo que hoy te puede firmar algo mañana sabes que puede ser fácilmente prescindible por otro Don Alguien. Se ha de mirar en lo que o en quien realmente lega algo perdurable y de bien común, y siendo así el monumento no ha de ser de baratillo, si no de alto valor humano, traducido en un castellano: "hay que gastarse los cuartos", pero hay que gastarselos bien, sin despilfarro, pero sin roñería. Si un monumento se caracteriza por algo es porque aspira a sobrevivir las décadas, si es posible los siglos. Por eso mismo cuando se levanta un monumento lo primero que se debe pensar es: ¿se puede costear? y ¿qué nos podemos costear que perdure? Y planteado este asunto económico pensar sobre todo en el valor humanístico del monumento, que es el que debe primar. Sin embargo vivimos en otras épocas. Unas donde, por ejemplo, se han llegado a construir aeropuertos que luego no se han usado, porque lo importante era tener aeropuerto, aunque luego no hubiera aviones ni vuelos a aquel lugar, y es que en lo que se pensó fue en lo inmediato y pasajero del beneficio económico en el momento, sin pensar en el valor humanístico, ni ningún otro, de la conveniencia de construirlo. 

Bueno, el monumento a los paracaídistas ya está reparado, aunque eso no quita esta reflexión. Un poco de mortero y cemento no evitará en unos años un problema similar, porque el problema está en la base de la ejecución del monumento, y esta está en su planteamiento constructivo, que no estaba en relación con su planteamiento humanístico. Y ahí, en ese divorcio tan de final del siglo XX y principios del XXI, más o menos, se encuentran todos los asuntos sociales del mundo occidental de hoy día. Así, como de tapadillo bajo las placas limpias y relucientes del mármol que se cae y se repone en su sitio.

Saludos y que la cerveza os acompañe.

1 comentario:

Canichu, el espía del bar dijo...

Leo en la página de un amigo que el cuartel se llama Primo de Rivera por el tío y no por el padre, el cual simplemente fue militar que tomó partido contra los carlistas en favor de la rama Borbón hoy reinante.