jueves, octubre 28, 2010

NOTICIA 848ª DESDE EL BAR: PROSTITUTAS

Ayer tuve que asistir a una conferencia de trabajo por la tarde. Nunca me gustó que me obligaran a aplaudir. Por eso en este tipo de conferencias, salvo contadas excepciones y por razones concretas, no aplaudo. Que te obliguen a aplaudir, en cualquier circunstancia de tu vida y por cualquier motivo por el que lo hagan, no es una buena señal. Además realmente no se aplaude si te obligan, aunque suenen los aplausos, si no que se asiste a una pantomima. Por otra parte, ¿aplaudir a alguien que ha ido porque se le ha ofrecido un dinero por su conferencia? No, gracias. Aunque indirectamente mis jefes hicieron saber su voluntad de que debíamos aplaudir, no he aplaudido. Por principios. Trabajo para ellos, pero mis gustos son míos, no de ellos. Eso no quita para que algunas conferencias de este trabajo, que son siempre relativas a archivos, sean interesantes. Yo voy a conferencias más o menos habitualmente cuando me interesan por voluntad propia, de temas variados. Pero la gran mayoría de las conferencias de archivística a las que he ido por trabajo este año no hubieran contado con mi gusto. La mayoría han sido bodrios mal preparados y carentes de sentido.

La conferencia de ayer, en el Palacio de Laredo de Alcalá de Henares, la dio Mariano García Ruipérez, archivero del Archivo Municipal de Toledo, al cual ya vi en conferencia en las Jornadas de los Archivos Municipales celebradas este año en San Sebastián de los Reyes. Un hombre joven con sentido del humor agudo, de habla excesivamente rápida, hecho a sí mismo desde una familia obrera (su padre era obrero de la construcción), y sabedor de que sabe mucho. Me dejó el regusto, eso sí, de que le gusta oírse hablar a sí mismo. Sin embargo su tono lleno de bromas y su discurso pedagógico hace de sus intervenciones algo interesante. De la conferencia de ayer no dijo nada que no supiera ya, absolutamente nada nuevo para mí. Como archivero actualmente, pero sobre todo como investigador de Historia e historiador antes que archivero, todo lo que dijo, e incluso los ejemplos documentales que mostró, ya los conocía. Puede que alguna compañera lo aprovechara, porque no conociera parte de lo que decía, pero para mí esa tarde fue tener que hacer doble jornada de trabajo (sin que me paguen esas horas de modo extra) atendiendo a algo que ya conocía. Se agradece su humor, aunque no la autosuficiencia donde parecía intentar que los dos hombres de la sala participáramos de su exposición... pude hacerlo, e incluso corregirle y/o exponerle puntos de vista diferentes a los suyos, pero como algunas intervenciones ya me han dado algunos disgustos, y creo intuir con casi certeza que mi jefa no contará conmigo para un posible convenio laboral que me dé trabajo cuando se acabe mi contrato en un mes, pues, sinceramente, ni me apetece ni quiero colaborar en ese sentido. Por mí en el trabajo habla mi trabajo, no el sonido de mis aplausos en los actos formales organizados por el trabajo. Lo lamentable es que mi trabajo no lo ve mi jefa directa, si no los jefes indirectos que he tenido y tengo en los archivos, que han sido y son el director del AGA y el del AUAH. Pero el mundo funciona de otras maneras y me consta que la sinceridad de actos son un motivo para, como he dicho, no tener un contrato nuevo el 30 de noviembre. Estoy convencido, a la vista de varias cosas que han sucedido, he conocido y he observado a mi alrededor. La conferencia de este hombre en concreto, para volver a centrarnos, no estuvo mal, pero a estas alturas ya no nos estaba aportando nada realmente utilizable, y estaba sobre todo comiéndose el tiempo que podríamos estar usando esa tarde en, por ejemplo, ir buscando otro empleo a la vista de ese final de contrato en un mes sin posibilidad de renovación.

Entre las muchas anécdotas más o menos curiosas e interesantes que mostró, que ya conocía y que incluso algunas fueron mostradas por este blog hace años, hay una que sólo mencioné durante la Historia de Alcalá que escribí en 2006 en esta bitácora, pero que no llegué a profundizar al máximo. Se trata del estatus de la prostituta. Es curioso como en la España actual la prostituta está en un limbo de alegalidad. La prostituta no ejerce profesionalmente de modo legal y regulado, como el resto de trabajos reconocidos, ni tampoco está ilegalizada, no comete crimen alguno. Desde la Transición (ya hablé en aquella Historia de Alcalá y en otros lugares, como en la biografía de Nacarino, sobre la prostituta a lo largo del siglo XX) la figura de la prostituta es alegal. El ilegal es el criminal, es el proxeneta, el estuprador, y las bandas y mafias de trata de blancas. Contra ellos debería caer todo el peso de la ley, y la persecución por parte de la Justicia. Ellos son los que violentan a la mujer, los que en algunos casos las esclavizan, las narcotizan, las apalean, las degradan... Ellos son los criminales. Pero la prostituta en sí, en España, actualmente está ejerciendo de modo alegal. Su actividad no es un crimen ni una falta. La prostituta que ejerce como tal por voluntad propia no es una delincuente. Alguien podría entrar ahora en una guerra de cifras acerca de cuántas son estas, o en una guerra sociológica acerca de las motivaciones... pero yo no voy a entrar, yo sólo voy a referirme a esas prostitutas que existen realmente, pocas, muchas o lo que sea, que ejercen como prostitutas por voluntad. ¿Motivación? la que sea, simplemente que ejercen por voluntad, sin que nadie las obligue.

Actualmente, como digo, están en un estado de alegalidad que favorece precisamente la estabilidad de las mafias de trata de blancas, la existencia de proxenetas particulares, y también la de los estupradores (auténticos lobos disfrazados de corderos). Yo soy de la particular opinión de que siendo estos ilegales, y que la ley no parece dispuesta a actuar con ellos con toda la contundencia con la que podría, siendo además la prostitución un oficio tan antiguo que yo diría que es imposible que desaparezca, porque es dinero fácil y siempre hay gente que quiere ganar dinero de modo fácil, la mejor forma para ayudar a la prostituta no es mantenerla de modo alegal, si no legal. Legalizar la prostitución podría permitir regularla y dar así garantías laborales, salariales, de seguridad y sanitarias a la misma persona que trabaja con el sexo. Es obvio que habría prostitutas que no querrían eso porque eso supondría dar parte de sus ganancias al Estado por medio de impuestos como el IRPF, como todo el mundo. Pero me consta que en Barcelona, por ejemplo, hay una asociación de prostitutas que quieren su legalidad y están dispuestas a pagar los impuestos y la seguridad social como todo el mundo. Todo esto, además, puede ayudar a acabar con las mafias, pues no es lo mismo explotar a una esclava sexual, que tener que mantener un local con trabajadoras contratadas, cotizando y con determinados derechos como la asistencia sanitaria diaria.

Obviamente, a todo lo dicho hay que decir que esa regularización sería especial, estas mujeres posiblemente serían autónomas en su mayoría, al menos que se asociaran entre sí para crear una empresa para ello. Su oficio reune unas particularidades a tener en cuenta que a la hora de legislar, y de crear convenio laboral, la harán, sin duda, diferenciarla un poco al resto de contrataciones laborales. Evidenteente la prostitución regulada requeriría de un local que cumpla unas determinadas condiciones, al igual que su mantenimiento, una determinada higiene (en todos los sentidos), una garantía de seguridad en esos locales, una asistencia médica y preventiva constante, un abandono total del mundo de las drogas en caso de haberlo, unas tarifas sujetas al cobro del impuesto sobre el valor añadido y al pago propio de la seguridad social (con el impuesto de la renta sobre las personas físicas), entre otras cosas. Y ante todo y sobre todo, se debe garantizar al crear la regularización de una prostituta que esta entra en ese oficio porque es su libre elección, sin ser obligada, coaccionada, chantejeada, engañada, forzada, ni violentada de ningún otro modo. Sería el Estado, al crear la regularización, quien debe garantizar todo esto, precisamente por la particularidad del oficio. Lo que no quiere decir que el Estado deba fomentar la prostitución, si no todo lo contrario. La legalización sólo se debe contemplar como una garantía para la trabajadora o trabajador del sexo al (y para) ejercer, garantía también para los que recurren a ello como clientela, y una medida más para acabar, o para disminuir al menos, el crimen organizado en nuestro país, que vería muy mermado sus ingresos y por tanto su espacio para el negocio, hoy día ilegal, de la prostitución.

Dicho esto, diré que el archivero de Toledo nos mostró un carnet de prostituta. De ahí la Noticia de hoy. Un carnet de prostituta. Sí, así es. El famoso dicho popular de "esta es puta y con carnet", hoy en uso sobre todo en pueblos, pues va cayendo en desuso, es un dicho que se basa en un hecho real. Los carnets de prostitutas, como los carnets de mendigo, han existido en España. Durante la Edad Antigua la prostitución no era vista como es vista hoy día. La noción de la prostituta como alguien que hace algo moralmente malo viene dada con la extensión de la cultura judeocristiana. Pero pese a eso, a lo largo de la Edad Media las prostitutas tenían formalmente prostíbulos donde ejercían. Y cuando se funda España propiamente en 1476-1479 estos prostíbulos existen, y además hasta con carácter oficial. En Alcalá de Henares, como dije en la Noticia citada más arriba, hubo dos prostíbulos, la mancebía vieja y la mancebía nueva, y la segunda la avaló el propio cardenal Cisneros para atajar la violencia entre hombres en la ciudad. Eran lugares regulados. De hecho si uno se va a los archivos de cualquier municipio grande de España, encontrará alguna querella de prostitutas de un lupanar oficial contra prostitutas que ejercen de modo ilegal en la calle, por competencia desleal. Estamos hablando ya de los siglos XVI al XVII. Son épocas donde surgen, por ejemplo, los vestidos pardos para ellas para poder diferenciarlas, por ley, de ahí lo de "ir de picos pardos". El funcionamiento de esas mancebías estaba regulado, y las chicas que estaban allí estaban registradas. En el siglo XVIII, con la llegada de los Borbones esto no cambia, sólo que se refina. Hasta mediados del siglo XX, con la dictadura de Franco, la prostituta debía registrarse como tal ante la administración. Debía hacerlo porque deseaba ejercer por su libre voluntad. Debía dar las razones y ser estas admitidas por la adminsitración. Y debía ejercer de acuerdo a una normativa existente para no atentar, en lo posible de su actividad, contra la totalidad de la moralidad social. De este modo se les daba una cartilla que iban rellenando, las controlaba un médico periódicamente, y se ofrecían otras cuestiones. En esas cartillas se registraba, por ejemplo, por qué prostíbulos ejercían y en qué épocas, cuánto tiempo estaban, en algún caso lo que cobraban... Son los llamados popularmente "carnet de puta", es una cartilla por la cual el Estado cuidaba, a su modo, también de la salud y seguridad de ella. Y cuando una mujer decidía dejar la prostitución pues se registraba también en esa cartilla, se anotaba: "se retira para dedicarse a la vida privada". Obviamente como prostituta tenía una vida pública, y sin serlo: una vida privada. Las razones que alegan para ejercer algunas son realmente llamativas, algunas graciosas, otras trágicas.

Todo eso se ha perdido en la Transición, tras varios siglos de existencia. Con lo cual la vida de la prostituta se ha degenerado mucho y hoy día casi todas estaría por decir que son esclavas sexuales y no trabajadoras del sexo por voluntad propia. Pero han perdido también en esa garantía de sanidad y seguridad. El mantenerlas en lo alegal no les ha hecho ningún favor. Les ha perjudicado. Hoy, con el sistema parlamentario y social actual, podría regularse su actividad de una manera mejor y más segura que en épocas pasadas, y sin embargo la tibieza de todos los gobiernos habidos desde 1978 no ha hecho nada por mejorar su vida, incluso pese a la existencia del Ministerio de Igualdad entre 2008 y 2010. Ahora este Ministerio está integrado con el de Asuntos Sociales y el de Sanidad, con lo cual entre este 2010 y 2012 la nueva ministra Leire Pajín está en una posición impecable e inédita para abordar el asunto, siempre que cuente con la colaboración del Ministerio de Trabajo, e incluso con los sindicatos. Pero cómo me temo yo que en la política "social" del gobierno actual no está en la agenda tratar este delicado asunto, que en muchos casos son dramas terribles en la vida de algunas personas.

Entre tanto, me temo también, que la tendencia es a criminalizar algo que no está tipificado como crimen, porque es alegal. En la Calle Montera de Madrid, donde se concentran gran cantidad de prostitutas, se multa a los clientes, pues la tendencia también está en criminalizar al cliente por algo que no es ilegal. En Alcalá de Henares, el lunes pasado, una nueva normativa municipal impone multas a prostitutas y clientes que ejerzan en lugares públicos, o bien que cierren su trato en la vía pública. Pero repito que la acitividad no es ilegal, es alegal, por lo que se multa algo que no es un crimen. La cuestión es que nadie de la política quiere mojarse a regular esta actividad ya sea en sentido de legalizar o de ilegalizar. Entre tanto se andan con esta hipocresía de la multa criminalizadora que no es más que una doble moral que demuestra la bajeza de miras ante un problema tan serio no ya sólo de la prostitución en sí misma, si no un problema tan serio como el que se individualiza en la vida y prácticas de cada una de estas personas que trabajan con el sexo. Hay una realidad desde hace miles de años en la Humanidad, y en España parece que los políticos, de modo teórico, esto es: legal, hacen como si no existiera al negarse a legislar en uno u otro sentido y actuar en consecuencia. Yo ya he dicho aquí mi punto de vista, que no es único, pues sé que otras personas pensarán otra cosa. Pero no soy yo quien crea las leyes.

Que la cerveza os acompañe.

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