Comisiones Obreras (CCOO) no es un sindicato que fundase Marcelino Camacho, como se ha dicho hoy en las celebraciones de su funeral, sobre todo como ha dicho el secretario general de ese sindicato hoy día, Toxo. Comisiones Obreras nació entre finales de los 1950' y principios de los 1960' como una serie de comisiones de obreros de forma ilegal en diferentes empresas. Gobernaba la dictadura nacionalcatólica del general Franco. Aquellas comisiones estaban formadas por núcleos, en principio, de anarquistas, socialdemócratas, algún católico de izquierdas y gente de otros grupos y simpatías. El mérito de Marcelino Camacho sobre 1964, más o menos, fue que estando metido él mismo en una de esas comisiones trabajó duro para organizarlas en una sola organización sindical muy plural que son Comisiones Obreras. En ese camino, como él era del Partido Comunista Español, su liderazgo sindical indiscutible y lleno de sacrificios y penurias personales llevó a las comisiones obreras a una identificación con el movimiento comunista. Sobre todo en los años 1970' a partir del proceso 1.001, de 1972 a 1973, donde él y otros sindicalistas fueron detenidos, encarcelados y permanentemente amenazados por la "justicia" del momento de ser penados con una condena a muerte a causa del asesinato del presidente del gobierno dictatorial, Carrero Blanco, por parte de ETA; condena que no recibieron (quizá por el movimiento internacional a su favor) porque la terminó recibiendo Salvador Puig Antich, anarquista.
Sea como sea, y cómo estos días de su muerte se ha hablado y escrito ya mucho de su biografía, tan sólo queda en esta bitácora anotar mi asistencia esta mañana junto a Mauricio (y posteriormente encontrándonos espontáneamente con caras conocidas del PCE de Alcalá de Henares y de Córdoba) al acto de despedida oficial que se ha celebrado en la Plaza de la Puerta de Alcalá, en Madrid capital. Porque este hombre era un hombre sincero, de base, que realmente ha hecho de su lucha obrera, que pasó varias veces por la cárcel, una serie de logros grandes para la sociedad que hoy, con la reforma laboral de este año, estamos en la necesidad y la obligación de recuperar. Yo desde mi simpatía anarcosindicalista no podía menos que decirle adiós. Y allí estuve bajo la lluvia a muy pocos metros del estrado donde los diversos dirigentes históricos de CCOO, del Partido Comunista Español (PCE), de la Unión General de Trabajadores, y de su familia directa dieron su presencia y su discurso de despedida y de reconocimiento a su persona y obra.
Impresionante el discurso de su hijo Marcel, que optó por un discurso alejado de lo íntimo y de su emoción personal para dar un discurso donde animaba a continuar el camino de lucha por los derechos que inició su padre desde aquel comienzo de juventud durante la guerra civil, cuando cortó las vías de tren para impedir el avance de las tropas de Franco, a estos tiempos actuales que tras haber pasado por las cárceles en la dictadura y una serie de posturas coherentes consigo mismo en la democracia, le llevaron a aquellas últimas palabras que citó su madre, esposa de Marcelino, Josefina, para cerrar el acto: "cuando uno se cae, se levanta y sigue adelante". Preciosas palabras obituarias.
También hablaron gente como la escritora Almudena Grandes, con una voz afectada quizá por una gripe, habló José Luis Centella, secretario general del PCE, y Toxo, dirigente de CCOO actualmente, como he dicho, y que fue el único que se llevó un abucheo tremendo por una intervención inicial mal enfocada en su presentación que parecía dar a entender que la Casa Real estuviese por encima de las clases trabajadoras a la hora de honrar a Marcelino Camacho, como si valiesen más por ser monarquía; no debió hacerlo, no debió decirlo, o al menos no debió plantear lo que quería decir con aquella ambigua y polémica frase en un funeral tan señalado como este.
Y de este modo, con una muerte tan señalada en la Historia reciente de la lucha de los derechos sociales en España, está a punto de comenzar Noviembre, un mes que me entristece desde hace siete años a causa de los acontecimientos y muerte de mi propio padre en día 24. Un hombre que fue tornero desde 1967, con 17 años de edad. Primero como aprendiz y poco a poco a lo largo de una vida como oficial de primera para los Talleres Rojas de Madrid capital. Unos talleres de tornería que quebraron en torno al año 1993, tenía él entonces 43 años. Los empresarios no querían pagarles su indemnización tras toda una vida trabajando para ellos. Hubo juicios laborales que se prolongaron uno o dos años. Mi padre pasó por el desempleo para después caer en malos contratos de funciones por debajo de su valía profesional en la metalurgia y por sueldos míseros para mantener una familia. En esos años de mediados de los 1990' se afilió a Comisiones Obreras, que eran las que entonces lideraba Antonio Gutiérrez, que pasará a la Historia del sindicato como el líder que intentó alejar CCOO del PCE. Sea como sea, al final una sentencia obligó a los Rojas a vender su maquinaria en un sorteo público, cuyo dinero recaudado fue con el que se pagó las indemnizaciones a los obreros, un dinero muy por debajo de lo que realmente hubiera sido justo. Mi padre ya trabajaba en esas fechas en un taller de tornería donde volvía a sentirse cómodo, ubicado el taller en Coslada en esas fechas. Sería sobre 1995 ó 1996, cito de memoria. En esas fechas el dueño de aquel taller pretendía retirarse y ofreció a los obreros que comprasen el taller para continuar adelante con él. Mi padre, junto con otros dos compañeros aceptó el ofrecimiento y de ahí a su muerte en 2003, con 52 años, fue el tercer socio dueño del taller de tornería Platas, aún existente, aunque no en Coslada. Tampoco estaba ya mi padre en CCOO. Fue un taller donde yo mismo realicé mi primer trabajo, en 1997 (con 18 años). Fue un trabajo de verano como aprendiz de tornero, roscando tornillos y varas de motos, o bien torneando pernios de ascensor. De ocho de la mañana a ocho de la tarde, con dos horas para comer. Mi padre me hacía trabajar todas las horas extras para que sus obreros habituales no creyeran que había ningún trato de favor conmigo. Fue muy duro, pero fue una forma más de educarme en unos valores, los de mantener la cabeza alta y honradamente como trabajador responsable.
A Marcelino Camacho, a mi padre Vicente López-Serrano, que la tierra os sea leve. Queda por delante un mes de Noviembre y un día 24, como cada mes de Noviembre y cada día 24 desde hace siete años, pero hoy, en los funerales de Marcelino Camacho, cabe en esta bitácora un pequeño recuerdo también para mi padre que, en su día, fue militante de base en Comisiones Obreras.
También cabe citar otra relación indirecta entre mi familia y Marcelino Camacho. Mi madre y mi hermano son afectados del Sídrome Tóxico por el consumo de aceite de colza vendido fraudulantemente para el consumo humano en 1981. Este terrible caso de la España negra de la Transición médicamente sigue activo, la afección es de por vida, aunque en algunos casos ya ha remitido. Pero también tiene una Historia política, social y judicial. En el sentido judicial los juicios de los afectados contra los empresarios que actuaron tan criminalmente se prolongaron hasta 1994-1995, si no recuerdo mal. En esas fechas, exigiendo que se hiciera Justicia de una vez, los afectados acamparon semanas en la calle Ferraz de Madrid, frente a la sede del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que por entonces gobernaba con Felipe González. En esas protestas participó muy activamente mi madre María Dolores Páez, y yo, como preadolescente de vez en cuando también estaba por allí con el resto de mi familia. En esos días de acampada en la calle, con su frío, hambre y sed, algunas personalidades se acercaron más o menos anónimamente para dar su solidaridad o su apoyo. Uno de los más anónimos, lo recordaba conmigo mi madre hoy, era el propio Marcelino Camacho, quien solía ir a verles cada día, sin faltar, con bocadillos para todos los que podía. Ese es otro ejemplo de lucha social a interiorizar nosotros en nuestra forma de ser del que ha dado ejemplo este hombre.
Que la cerveza os acompañe.
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