lunes, mayo 30, 2022

NOTICIA 2142ª DESDE EL BAR: RAI FERRER EN LA CAPILLA DEL OIDOR

Este fin de semana pasado me crucé por la calle con María Aranguren, concejala de Cultura, y fue gracias a ella que me enteré de la nueva exposición gratuita en la Capilla del oidor dedicada al artista ilustrador Rai Ferrer. He de reconocer que aunque ha sido anunciada por diversos medios, últimamente no he estado todo lo atento que podría a estas cosas, así que le agradezco mucho que me dijera de esta exposición. Como estábamos en la Plaza de Cervantes fui para allá nada más despedirnos y he de reconocer que para mí fue una gozada.

Rai Ferrer es un artista cuya etapa más fundamental se encuentra entre las décadas de 1970 y 1980 coincidiendo con el tardofranquismo, la Transición, la Movida y esa etapa ya de la segunda mitad de esos años 1980 que poco a poco va desmontando la efervescencia cultural y popular para transformarse en otra cosa, otro tipo de movimiento cultural que si bien a comienzos de los años 1990 tendrá su reflejo en una juventud dividida entre la contracultura grunge y el diseño maquinal de la música electrónica como dos formas de entender la vida muy diferentes, en el resto de la sociedad se reflejará en lo que se creía indicadores de éxito social traducidos en las Olimpiadas de Barcelona 1992, la Expo de Sevilla de ese mismo año, la figura de Mario Conde como ejemplar antes de saberse su corrupción y cosas tan emblemáticas por entonces como comunes hoy día como pueda ser tener un segundo coche en la familia o dos televisores, ir de vacaciones tomando un avión a otro país y no a Torremolinos, comprar una segunda vivienda, que habitualmente era en la playa, y cosas por el estilo.

Pues bien, Rai Ferrer era un artista de la contracultura que comenzó su andadura a nivel popular en 1969 con la publicación nueva ese año de la revista Strong. Recogía en su primera portada personajes de cómic que iban a ser publicados en esas páginas, como eran Lucky Luck, los pitufos y otros. Estamos en la época dorada del cómic en España. Por entonces estas publicaciones eran muy vendidas, no solo para niños y niñas, también las adquiría público adulto, aunque no se les valoraba como ahora, el carácter de arte lo adquirieron más tardíamente, por entonces eran más productos de usar y tirar, casi, una industria más, y como trabajadores eran tratados muchos de sus artistas. Como sea, Strong era algo más que una revista de cómic, contenía también ilustraciones más adultas, fotomontajes, collage y textos que a veces tenían problemas con la censura. La revista irá adquiriendo una personalidad propia a lo largo de la década de 1970. Rai Ferrer con el paso del tiempo no solo creará sus obras en ese espacio, se abrirá también a otras publicaciones. Su labor más importante vino tras la muerte de Franco. De repente su obra se permitió lujos arriesgados en aquellos años como contar gráficamente y de manera algo experimental la guerra civil. De repente se podía ver a personajes prohibidos o espinosos para muchos de los que seguían ocupando cargos, personajes mostrados y explicados como Durruti, Montseny, Azaña, Largo Caballero y todos los políticos de la República, también intelectuales. Rai Ferrer dedicó muchas páginas e ilustraciones al anarcosindicalismo de la CNT, sin cortarse incluso en explicar temas polémicos incluso entre los propios anarcosindicalistas, como pueda ser la muerte de Durruti.

La obra de Ferrer es mucho más que eso, porque si bien es evidente que el contexto en el que empezó a crear estas obras explicativas de la Historia reciente y en esos momentos muy viva por fuerza de una dictadura recién acabada, también se hace evidente que eleva a un carácter popular y asequible un arte contemporáneo que hoy día podría estar expuesto en el Museo Reina Sofía. Se le podría clasificar casi de artista Pop, pero aunque toca muchas de las cuestiones estilísticas y de concepto de esta corriente lo suyo es más bien contracultural. Es agresivo en la forma en la que exponía los temas a tratar, aunque hoy día quizá los más jóvenes no entiendan porqué era agresivo si pierden las referencias de los personajes que retrata y lo que dicen los textos en un momento donde esas cosas no se decían y  a menudo ni siquiera se conocían, pese a ser personas y sucesos a la vuelta de la esquina. Pensemos que en la segunda mitad de los años 1970 muchas de las personas que protagonizaron o vivieron la República y la guerra civil seguían vivos. La forma de contarlo Rai Ferrer iba destinada a una juventud del momento, como la suya, que en esos años estaban protagonizando la Transición política a la actual monarquía parlamentaria, a la democracia. El deseo de saber era mucho. Como dato a tener en cuenta sobre ese contexto, el primer historiador que trató la guerra civil española haciendo un trabajo profesional fue un británico, Hugh Thomas. Su libro, en dos volúmenes, había sido censurado en España desde que se publicó en la década de 1960, la primera traducción y edición española autorizada fue en 1976, tras morir Franco en noviembre de 1975, se transformó en el libro más vendido de aquel año en España, con eso el lector de este artículo se podrá hacer una idea del interés que hubo en la época, un interés hoy día no explicado y no debidamente atendido, dibujándonos a menudo una sociedad de la época que pareciera que estuviera a otra cosa y desdibujando lo que iba ocurriendo en la sociedad y el porqué de sus cambios. Podríamos pensar que la obra de Hugh Thomas pudo llegar a gente de todas las edades y ámbitos culturales, mientras que la obra de Rai Ferrer pudo ser más dirigida a un público muy determinado, predominantemente joven, posiblemente en su mayoría de izquierdas, muy posiblemente libertario en buena parte, pero no exclusivamente libertario, que compraba revistas irreverentes, como lo fue también El Papus, y que optaba por enterarse de muchas cosas por los canales no oficiales y no mayoritarios. Una juventud que en poco tiempo abrazaría formas de vida también muy perseguidas, como pueda ser la del rock, los bares, droga evidentemente hubo, pero mentiríamos si no se dijese que hubo una juventud obrera que era activa y no estaban en los bares ni en las drogas, una juventud que formaría sus propios círculos culturales y sus propios productos, como los surgidos en la calle Libertad, de Madrid. Una juventud que en breve irá formando unos pocos años después de todo el proceso democratizador lo que se conocerá propiamente como La Movida madrileña, en la que parece en los relatos que se hace hoy que todo el mundo estaba, pero que en realidad formarían de manera realmente activa un número de gente que se movía de bar en bar y de sala en sala de conciertos, que se conocía entre sí en su mayoría a fuerza de frecuentar los mismos sitios. Formarían unos círculos en los cuales se produjo una cierta bohemia y un intercambio de ideas y colaboraciones en diversos aspectos artísticos, pero había mucho de fiesta continua y lo que la fiesta continua supone.

En esos momentos no solo hay músicos y pintores, los creadores de cómic, entre otras modalidades artísticas, también estaban allí. Creadores de cómic e ilustraciones como también lo pudo ser Nazario, otro contracultural que además se metió de lleno en hablar expresamente de la homosexualidad. Creaban obras que chocaban a menudo tanto en concepto como en formas con todo tipo de formalismos, de verdades aceptadas de entrada por la mayoría de la gente, con formas de ver y entender la vida, que no eran conservadoras. Más o menos en este ambiente entra la obra de Rai Ferrer y se publica y se vende en los quioscos de prensa, mediante los cuales se hace extensible a toda la sociedad en general si alguien deseaba adquirir estas revistas, ya no prohibidas.

Los fuertes contrastes de color, los fotomontajes con un humor mordaz y acusatorio, especialmente duro con el poder, incluso se puede ver en un collage que hace a comienzos de la década de 1990 con Felipe González y Aznar juntos, en un momento en el que el antagonismo era claro para mucha gente y a nadie, en términos de la mayoría, se le ocurría equiparar a uno con el otro. O también lo podemos ver en el compromiso que adquiere el propio artista a mediados de la década de 1980 contra el ingreso de España en la OTAN, por considerarlo un acto belicista, que era en general algo muy extendido en España, que deseaba apostar por un camino pacifista, y ese camino en esos momentos no era percibido en la OTAN.

Rai Ferrer hizo otra cosa en la segunda mitad de 1970 que fue recuperar también la memoria gráfica de los carteles de la guerra civil. Un material que no se había podido ver y que expresaba tanto una diversidad ideológica en España, negada hasta esos momentos como algo posible, como expresaba también una serie de ideas prohibidas. Recupera muy evidentemente la cartelería anarquista de la CNT, no huye del enfrentamiento entre esta y la FAI en un momento de recuperación de la Historia donde se percibía que CNT y FAI iban juntos, recupera la cartelería de los partidos políticos nacionalistas de Cataluña y de País Vasco, en un momento donde no existe todavía la España de las autonomías, recupera la cartelería del PSOE, recupera toda una riqueza artística, pues en esos carteles intervinieron muchas personas que eran artistas, aunque en su época se les considerara trabajadores de las artes gráficas. Pensemos que mucha de esta gene también creaba los carteles de las películas de cine, todo a mano y que muchas de sus obras son hoy día objeto de exposiciones, museos, libros, reportajes, y toda una consideración de artista y de arte. Rai Ferrer llevó esas obras a sus publicaciones y eso hacía que la gente pudiera verlas por primera vez en muchas décadas, simplemente comprando las revistas donde salían en el quiosco de prensa. La idea de recuperación de cosas que eran muy de una época la repitió con su propia obra cuando a comienzos de los años 1990 compiló una parte de ella en libro, esto se puede escuchar de su propia voz en una entrevista que le hicieron y que también se reproduce en la exposición de la Capilla del Oidor.

Al margen de la política, como obras artísticas merece la pena acercarse a disfrutar de la exposición. Es una obra muy expresiva y aún hoy día transmite una cierta pasión por el cambio hacia la libertad de una época. Podemos contemplar también la exposición como el reflejo de una forma de entender esos años de transición, una forma particular de un artista comprometido con llevar a la gente común una democratización de la vida social, de las ideas, un reencuentro con el pasado, si bien es posible que en aquellos años quizá una persona de 40 años no adquiriera estos productos, pero una de 20, sí. Y hay que entenderlo así y ponerlo en el valor de ello, porque ni siquiera todas las personas de 20 años en la época conocían de estas publicaciones o se interesaban por ellas, algunos habría que incluso recelaran de ellas, pero sí es cierto que a aquellos que les llegaron de un modo u otro lo iban reflejando en sus vidas en unos años de cambio donde el principal cambio estaba precisamente individualmente en todas las personas. Cada uno con su propio camino, pero el cambio llegó a todas las personas

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