jueves, septiembre 19, 2019

NOTICIA 1903ª DESDE EL BAR: EL SOSPECHOSO CARL ORFF Y CARMINA BURANA

Carl Orff, el acusado de nacionalsocialista, y su obra Carmina Burana, también sospechosa de nazi, sonará musicalmente este domingo en Alcalá de Henares.

Todos conocemos Carmina Burana, uno de los temas sinfónicos compuestos en el siglo XX más destacados y conocidos, aunque hay mucha gente que cree que es del siglo XIX. en realidad no serían ni del XIX ni del XX, exactamente, aunque el XIX la marque y el XX sea su siglo. Realmente se trata de unos textos musicales y poéticos de la Edad Media alemana que se cree que se trascribieron entre los siglos XII y XIII. Eran poemas para ser cantados por los goliardos. Lo normal es que se hubieran perdido, por el carácter de transmisión oral de aquel modo de entender la cultura popular, pero alguien los trascribió, posiblemente algún goliardo u otro tipo de monje, y lo guardó en un monasterio, donde a comienzos del siglo XIX, en torno a 1809, en pleno auge del romanticismo y el nacionalismo, el centro de Europa se lanzó a buscar sus raíces culturales y lingüistas para crear y reforzar un sentimiento y unas ideas de nacionalidad, en este caso alemanas. 

Volvamos a la Edad Media, los goliardos eran monjes sin monasterio que vagaban de un lugar a otro mendigando y predicando. A menudo no eran personas muy cultas, y en general tenían una gran pobreza, eso hizo que muchos de ellos vivieran de la picaresca, tuvieran fama de bebedores de vino y de andar con mujeres por cuestiones sexuales. Se ganaban la vida muchas veces cantando de un sitio a otro, como si fueran juglares, sólo que sus composiciones poéticas para ser cantadas tenían un carácter religioso y lúdico a la vez, de cultura popular y diversión a la vez que de alabanza. Siendo un tanto irreverentes, si os acordáis del fraile Tuck, de la historia de Robin Hood, más o menos eso se aproxima a un goliardo, aunque Tuck viviría en Inglaterra.   

Con el comienzo de las guerras napoleónicas al principio del siglo XIX los propios ilustrados dan por respuesta a varios gobernantes del Centro y el Este de Europa que para combatir a un imperio anexionista como el francés se debía hacer de todos los ciudadanos de sus países un ejército unido al ejército regular ya existente, sería un ejército nacional, al igual que el de la Revolución Francesa, el de Estados Unidos o como ocurría en España contra Napoleón. De este modo, y por otras muchas y variadas razones, esto se mezcla con el comienzo del movimiento cultural del romanticismo, cuyo origen suele datarse a finales del XVIII y principios del XIX justo en los Estados alemanes. Alentar todo lo cultural que animaba en un sentido de nacionalismo fue algo muy en boga en ese momento. Por eso, que se descubriera la existencia de estos textos goliardos, ya olvidados, en 1809 fue algo que animó a numerosos literatos y otros para ahondar en la idea de la cultura alemana con raíces profundas e incluso mistificadas con las ideas cristianas. Lo alemán frente a lo invasor francés. Lo alemán lírico como respuesta a una literatura francesa con más fama que la alemana.

Damos un salto. Los Estados alemanes viven varias revoluciones y varias guerras de unificación salpimentadas de ideas cada vez más ultranacionalistas que se multiplican tras ir a la guerra contra Francia y derrotarla entre 1870 y 1871. Saltemos muchas explicaciones, ahora no es el momento, pues son complejas y largas, entre la unificación alemana de 1871 mediante la guerra citada y 1900 se da un panorama alemán cada vez más seguro de sí como nación con derecho imperial a todo el espacio europeo y todo el espacio colonial disponible del mundo. Se sienten cada vez más superiores gracias a los enormes logros políticos, económicos, industriales, culturales, sociales... En esos años un filósofo alemán, Nietzsche, desarrollará más de lo que ya lo había hecho, el grueso de sus ideas en las que defiende la muerte de Dios, la supremacía del hombre, la supremacía y el derecho y deber de los fuertes para imponerse a los débiles como modo de supervivencia y éxito, la idea del superhombre, etcétera. De ahí a la Primera Guerra Mundial de 1914-1918, y tras esta, estas ideas se combinarán con las frustraciones alemanas por la derrota y el nazismo las tomará como parte de las ideas que ayudarán a desarrollar y reforzar el nacionalsocialismo bajo la interpretación personal que hace de Nietzsche gente como Hitler y otros líderes nazis.

Carl Orff había nacido en 1895, en Munich. Musicalmente fue un niño privilegiado para la música. Era capaz de tocar varios instrumentos e incluso de componer temas propios para jugar o representar con títeres. Montaba sus propios conciertos infantiles para su familia. En 1912, entre 16 y 17 años de edad, publicó sus primeras composiciones. Le influía la poesía alemana. En lo musical le influían los músicos más importantes del momento: los Strauss. En un ser creativo tan germano, también en 1912 escribió su obra número catorce (opus 14, o op. 14), llamada Zaratustra, e inspirada en Así habló Zaratustra, la obra culmen que recogía todo lo fundamental de las ideas de Nietzsche. Entre 1913 y 1914 su familia le envió a estudiar a una academia de Munich, pero el estallido de la Primera Guerra Mundial le exacerbó como a numerosos jóvenes. Fue a combatir como soldado de tropa. Una explosión durante un bombardeo sobre su trinchera le hirió de gravedad y le mandó para casa, pero sin duda toda su trayectoria vital hasta ese momento, aparte de ser de un don musical notable, estaba también notablemente movilizada en torno a lo alemán, lo germano y la defensa de esto mismo ya fuera desde lo creativo o desde la trinchera.

Dado que era un herido de guerra ya no regresó al frente, pasó el resto de la contienda pasando como músico de orquesta operística en orquesta hasta que retomó los estudios musicales a los que le habían mandado sus padres en Munich antes de ir a combatir. Terminada la guerra en 1918, él era hacia 1920 un compositor independiente y un pedagogo musical mientras iba cobrando cuerpo y expansión las ideas nazis en Alemania. Tenía una idea de cómo debía ser la música, se fijaba en las Artes clásicas de la antigua Grecia y aspiraba a crear algo que aunara a todas las Artes escénicas, mientras tanto, se fascinaba cada vez más con las ideas de la superioridad y el superhombre de Nietzsche. En 1924 fundó con Dorothee Günther la Escuela Günther para aprender música, danza y gimnasia, en un intento de fusionarlos. Las obras de Orff tendían en esos momentos a encontrar la unidad escénica de todas las Artes, como he dicho. De ese modo, en 1930 publicó un folleto pedagógico para enseñar música desde su visión de cómo debía ser la música. Estamos en las épocas de los -ismos y las experimentaciones, sólo que Orff no se alejaba mucho de lo clásico, o al menos de la antigüedad griega pasada por los grandes nombres de la música alemana del siglo XIX, como Wagner, los Strauss y otros.

En 1930 es director de la Bach-Verein de Munich (Asociación Bach de Munich). Estará al frente musical de ella hasta 1933, año en el que definitivamente los nazis ganan las elecciones y se hacen con el poder para usurparlo y quedárselo en exclusiva, socavando la democracia que los había aupado. Desde que Carl Orff publicara su primer folleto de pedagogía musical en 1930 el ascenso nazi en la sociedad alemana había ido en aumento. No era algo que preocupara en principio al compositor, si bien pareciera que Nietzsche, debidamente manipulado por los nazis, parecía tener puntos en común con el ideario de Hitler. Que los nazis se hicieran con el poder en 1933 y todo lo que inmediatamente ocurrió nada más comenzar a gobernar, sí comenzó a preocupar a Carl Orff, ya que tenía amistades judías y de izquierdas. No tenía tampoco ningún problema en tener amistades nazis, de hecho fue buen amigo de varias autoridades nazis, como lo fue de amistades judías, a las que, en determinadas ocasiones, prefería evitar en presencia de nazis. Pero por todo esto, desde aquel 1930 a 1935 Carl Orff se dedicó a ampliar y perfeccionar su manual pedagógico de música, y desde 1933 le introdujo los cambios necesarios para que sus inquietudes musicales y pedagógicas quedaran integradas con una idea compatible con los ideales nazis de enseñanza, así como con valores que promovía el nazismo como valores sanos para la juventud. Aún con todo, el sistema educativo musical que creó es tan válido, bueno y efectivo que aún hoy día 2019, sigue vigente y útil, obviamente hoy día o no se cita o se prefiere ignorar y despojar su trasfondo nazi. Pensemos además, que aunque logró cuadrar su ideal con el ideario nazi, esto nunca quedó claro si fue por simpatía o por salvaguarda. Nunca se pudo decir nada firme en un sentido u otro. Quedó ambiguo. 

A lo largo de los años 1920 Carl Orff había conocido el contenido de los poemas goliardos que eran el Carmina Burana, nombre dado por ser las palabras en latín encabezadas de uno de los textos. Conocía los textos desde 1917. Eran un texto medieval muy primitivo y basto en su lengua, que además resultaba difícil para todos los compositores que conocía. Ninguno sabía muy bien cómo debían interpretarse musicalmente, además, faltaban partes. Orff pensaba en esos textos como parte de la esencia de la cultura alemana. Dentro de ese romanticismo nacionalista alemán más de una vez le dio vueltas a cómo tratarlos y además usarlos para crear la obra escénica total que siempre deseó. Una obra total además de carácter germano. Varios proyectos le entretuvieron por el camino, especialmente el desarrollo de su método pedagógico. Pero una vez libre de este en 1935 volvió a enfrentarse a los textos en cuerpo y alma hasta que en 1937 logró una obra con textos medievales, completados con lo que él consideró más oportuno, y musicalmente ensalzados no con sonidos medievales, que hubiera sido lo esperable, sino con la combinación de coros de este estilo con grandes músicas sinfónicas inspiradas en los más grandes compositores alemanes del siglo anterior, del XIX, así se traslucen sonidos de Wagner, Strauss, Beethoven, Stravinsky, Mahler, Schoenberg... Y todo esto aderezado con composiciones sacadas de cantatas de triunfos, tonalidades apocalípticas, alabanzas a la Virgen que parecen cantos de amor a una joven chica alemana esforzada por su tradición y su fidelidad a su ser, la vida rural...

Carmina Burana se hizo terriblemente popular de manera inmediata. Fue presentada como una obra de ensalzamiento de los valores nazis. Una obra que eliminaba lo viejo y decadente de la cultura latina anterior, para proclamar la fortaleza de los nuevos valores arios alemanes. Los escenarios se llenaban, los líderes nazis se multiplicaban entre los amigos de Carl Orff. Era aplaudido e invitado a todo lugar. Por aquel entonces estaba en gran popularidad otro grande, Furtwängler, del que los nazis paseaban su interpretación de la Novena Sinfonía de Beethoven allá donde hacían actos oficiales. La música sinfónica alemana se transformaba así como vehículo transmisor de una emocionalidad de las ideas nazis. De repente el Carmina Burana era puesto de manera habitual a las Juventudes Hitlerianas antes de sus actividades de formación, y también a las secciones femeninas de estas juventudes. Muchos de los poemas de la obra habían sido enlazados por Orff allá donde faltaba texto con sutiles o a veces directas referencias al ideario nazi sobre el papel de la mujer en el nuevo mundo nazi, una mujer nueva y pura, trabajadora y a la vez madre de futuros alemanes. Efectivamente, algunas partes ensalzaban cuestiones que podrían ser tildadas de racistas o xenófobas. El ensalzamiento del trabajo y la vida rural cuadraban con lo que parecía ser lo contrario al intelectualismo menos agradable para los nazis (que consideraban lo intelectual como un peligro de izquierdas, una perversión de la mente). La obra incluso se saltaba el punto de vista religioso de los textos para caer en partes de claro sentido sexual, entre lo obsceno y, para algunos colegas de profesión de Orff, lo pornográfico. Y sin embargo, pese a que algunas de las partes puente que introdujo Orff, así como determinadas partes tonales, estaban acordes a algunos discursos de dirigentes nazis del momento, el compositor lo introdujo de manera tan ambigua que crea dudas sobre la intencionalidad real. En aquel momento se consideró música perfectamente aria, un nuevo Arte, puro y sano, en absoluto depravado, como calificaron a la gran mayoría de las corrientes artísticas e intelectuales nuevas. ¿Hizo Orff aquellas composiciones por simpatía o por salvaguarda? Desde luego, lo que tenemos claro es que fue lo suficientemente ambiguo como para salvar el cuello años más tarde.

La Segunda Guerra Mundial estalló en 1939. No hace falta explicarla ni lo que comportó. A la par, dentro de los territorios dominados por los nazis se producían persecuciones, encarcelamientos, ejecuciones de todo aquel adversario político, como de toda persona considerada inferior. Carl Orff tenía aún por igual amistades de izquierdas, judías y nazis. Trataba de no comprometerse ante los nazis y por ello trataba de ocultar o eludir delante de unos las amistades con otros, aunque eran públicas todas sus relaciones con las elites de gobierno y militares. Entre sus amigos estaba Kurt Huber, un miembro de la Resistencia alemana dentro de la organización de izquierdas la Rosa Blanca. En 1943 llamó por teléfono a Huber casualmente un día antes de su arresto por parte de la policía política, la SS. Hay quien asegura que Orff habría sabido que Huber iba a ser arrestado antes de que esto ocurriera y que si bien no le dijo nada, pudiera que le tratara de advertir de algún modo que no le comprometiera a él mismo directamente o que no le hiciera caer en una hipotética trampa que Orff pudiera creer que le hubieran tendido. Sea como sea, Huber fue arrestado y la realidad es que la esposa de Huber imploró a Orff que intermediara por su esposo, amigo de él, pero Orff se negó a hacer nada por miedo a quedar comprometido su nombre con los nazis. Huber fue ejecutado, Orff le había mandado una carta pidiéndole perdón. La esposa de Huber no volvió a hablar con Orff, y Orff tuvo este remordimiento todo lo que le quedó de vida. Lo sabemos mucho después de acabada la guerra por cartas hechas públicas.

La guerra terminó en 1945 y todos aquellos que colaboraron con los nazis de algún modo estaban o arrestados o en arresto domiciliario. En concreto los artistas recibieron la prohibición de que se siguiera reproduciendo o mostrando sus obras hasta que una comisión antinazi juzgara si eran obras de propaganda nazi o no. El Carmina Burana se prohibió por un comisario antinazi norteamericano a la espera de que en los juicios correspondientes se aclarara el compromiso de Carl Orff con los nazis y la responsabilidad de su obra en la propagación de las ideas nazis. A diferencia de Furtwängler su caso no era tan claro. Recordemos que Furtwängler, que igualmente estaba siendo juzgado, pudo demostrar que actuó por salvaguardarse ya que incluso había salvado la vida a varios judíos en su orquesta cada vez que pudo. Él quedaba limpio y su trabajo quedaba libre, lo contamos en la Novena Sinfonía de Beethoven (Noticia 1853ª). Sin embargo, el caso de Carl Orff no era tan fácil. Su obra era ambigua, su germanismo era claro, muy evidente que seguía las ideas de Nietzsche, y quedaba el asunto de que no evitó la muerte de un miembro de la Rosa Blanca, aparte de sus numerosas amistades en las elites alemanas nazis. Él había creado otras obras, que también eran analizadas, pero el Carmina Burana tenía un peso importante en todo lo ocurrido en cuanto a propaganda. Definitivamente, ante la ambigüedad de toda su obra y de su comportamiento, era cierto que tenía amistades judías y de izquierdas a las que nunca abandonó, a pesar de lo ocurrido con Huber, y ante la llegada de la Guerra Fría y la división de Alemania en una Alemania comunista y otra capitalista, los estadounidenses decidieron desbloquear la situación de Orff, permitir su obra y que él siguiera ejerciendo sus cargos de músico.

Carl Orff compuso otras muchas óperas tras la guerra, ahora intentando integrar sus ideas creativas sobre cómo debía ser el Arte escénico usadas en Carmina Burana en todo lo que estaba por venir en su obra, que, por otro lado, volvía a abrazar todo el mundo clásico griego, base de la cultura europea, más allá del mundo germano. Se dedicó a su familia, vuelto a casar. Entre 1950 y 1960 potenció su método pedagógico musical al dedicarse a la enseñanza de la composición en Munich. En 1961 fue nombrado director del Instituto Orff de Salzburgo. Moriría octogenario el 29 de marzo de 1982 en Munich. 

La cuestión es que el Carmina Burana, creación de Arte escénica total, tal como la idea Orff en origen, ensalzamiento de la cultura alemana, luego paradigma del ideario nazi, pasó por otras fases de cómo se ha entendido y valorado, siempre admirada. Por ejemplo, otra fase tiene que ver con la cultura popular y el cine. Aunque el tema no aparece exactamente en las películas de terror apocalípticas de los años 1970 o posteriormente en la película de aventuras de Conan el Bárbaro, en 1982, es evidente que varias generaciones han unido la composición del primer movimiento de la obra de Orff a las composiciones de esas películas, especialmente a la de Conan, para la que Basil y Zöel Poledouris le dieron un aire de ese sonido apocalíptico a la escena inicial de la masacre y genocidio de los cimerios. Teniendo en cuenta los análisis, relaciones y connotaciones de esa película con el germanismo, la obra de Nietzsche y otras cuestiones, nada más apropiado, aunque no era el mismo tema musical. 

Carmina Burana es compleja de interpretar por su multiplicidad de coros, sus diferentes lineas, la gran cantidad de músicos que requiere, y si se quiere hacer bien por la coordinación  con un gran escenario y danzas que Orff le pensaba. Es una obra transgresora y ultramoderna en todos los sentidos. Sus letras fueron ofensivas para muchos por romper convenciones sociales, el comienzo apabullante e inesperado, su combinación con dulces partes entre lo profano y la excusa religiosa es entre inquietante y sacrílego y ensalzador de la vida y el mundo nuevo, ya no se sabe bien si en el Cielo o la tierra, según se interprete lo que se oye.

Al margen de toda la ambigüedad y polémica de la vida de Carl Orff, es innegable su genialidad y su innovación. Un gran músico que mezcló lo mejor de la tradición sinfónica del XIX con lo más innovador y la experimentación del siglo XX, y todo ello con materia prima de los siglos XII y XIII. un espectáculo para el alma, y un revulsivo que desde luego no la deja indiferente. La obra es algo más que el primer movimiento, tan potente. Requiere de abstracción dentro de ella... y por si sola lo logra.

Este domingo 22 de septiembre, a las 19:30 h. en la Huerta del Obispo en el Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares, la Orquesta Ciudad de Alcalá, la Schola Cantorum, la Banda Sinfónica Complutense y los Coros de Alcalá de Henares, con el respaldo del ayuntamiento de Alcalá de Henares, se han unido de manera histórica en la música complutense para representar el Carmina Burana de Carl Orff. Ha sido un evento anunciado desde la primavera y que ha causado gran espectación. Las entradas se agotaron de inmediato nada más salir a final de agosto. Aunque deseaba ir, la mala organización en el anuncio de las ventas de entradas y que se haya organizado en domingo por la noche, teniendo que trabajar al día siguiente en Madrid, lo han hecho imposible. La ocasión pinta bien y posiblemente merecerá la pena.

Carl Orff y el Carmina Burana ya estuvo en esta bitácora en la Noticia 544ª, en 2008 y aquel Halloween de carnicería. Es una obra que he seguido bastante desde que la profesora de Historia de Música en Bachillerato nos lo puso en los primeros años 1990. Previamente ya la conocía en mi infancia de manera indirecta a través de la película dedicada a Conan el Bárbaro y de La Profecía, aunque no era aquel el tema musical de estas. No he logrado una edición en disco que me convenciera para comprarla hasta este año, a través de la segunda mano, con la Serie Roja de los Clásicos EMI, en una grabación de la Orquesta Filarmónica de EMI, los Coros Filarmónicos de EMI y el Coro Infantil de Southend dirigidos por Riccardo Mutti en 1980 (un año y pico o dos años antes de la muerte de Orff) y reeditado en 1997, lamentablemente sin remasterizar el sonido, por lo que queda mal equilibrado en las apabullantes diferencias de volúmenes y tonalidades.

Post data día 20: Una amiga no puede ir por razones familiares y me da sus dos entradas. Al final parece que sí iré. Estoy agradecido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por lo visto se ha aplazado el concierto de Alcalá al día 29 por las previsiones meteorológicas

Canichu, el espía del bar dijo...

2.600 espectadores, unos 600 músicos. Los tres directores de orquesta se turnaron. Al final salió el alcalde y la concejala de Cultura. Técnicamente el sonido requería otro tipo de escenario que permitiera una mejor audición, pero la grandiosidad de la obra estuvo a la altura.