Hoy que empieza el Otoño se me ocurre daros una lista de las películas más destacadas de las que vi el pasado verano. Obviamente no son todas las que he visto, y obviamente he visto más en el invierno y la primavera de los primeros meses, pero me apetece hablaros de esas películas que destaco de este verano, de las que vi. Os comparto un par de notas sobre ellas (en alguna pudiera desvelarse trama, aviso).
Parchís: el documental (Daniel Arasanz, 2019): No es innovador que se presente una biografía de un grupo musical que normalmente está mitificado y del que sólo se conoce lo que se nos mostró a través de sus éxitos, con todo lo que había detrás para bien y para mal. Lo que sí es un poco más anómalo es que ocurra en España, aunque haya alguno de estos documentales con menos publicidad de su existencia. Se estrenó en Netflix y todos los periódicos hablaron de él. El precedente más destacado de hacer reflexión de la propia historia para bien o para mal estaría en el Anthology que sacaron por entregas The Beatles en 1995. Siendo un niño en los años 1980 mis padres mi hicieron ver más de una película de Parchís, que sin duda eran un grupo de megaéxitos musicales. Creo que ninguna en el cine, pero sí en video VHS y en televisión, aparte de tener alguna cassette de música. Verlos ahora de adultos, y también de más mayores a los que por entonces eran adultos, fue interesante, más aún verlos reunidos. Pero saber además el contexto en el que se desarrolló su fama es aún más interesante. De fondo se habla de una sociedad española que está recién salida de la dictadura, por lo que se suceden situaciones de aquella forma de ser con la nueva democracia, aunque esto nunca se menciona explícitamente en el documental, se trasluce si se sabe observar, como por ejemplo cuando una de las madres reivindica derechos de la infancia y derechos laborales de su hijo, mientras es mal vista por el resto de padres y por el equipo adulto de Parchis por ser una madre divorciada, recién aprobada la Ley del Divorcio. Me jugaría algo a que esa madre pudiera tener en aquella época alguna simpatía con el PCE, pero esto nunca se dice, ni tampoco entran al fondo de las cuestiones sociales y políticas de esa España de cambio. Es indudable que Parchís se debió divertir mucho fuera de escenario, pero también tienen, por lo que cuentan, muchos agujeros negros. Echo en falta en este documental que entraran en profundidad en muchos temas poniéndolos en relación con su época. Quizá, aunque hacen autocrítica, es un tanto autocomplaciente, tal vez porque ellos mismos invierten en el proyecto, tal vez arrastrados por el biopic de Queen, Bohemian Rhapsody (Bryan Singer, 2018). Pero, aunque el documental nos atraiga y nos guste por reencontrarnos con una parte de nuestro pasado (sí, si viviste los años 1980 de niño reconocerás muchos lugares comunes de tu pasado, de cómo se vivían y eran las cosas y los festejos y las vacaciones), lo cierto es que no sólo no ahonda en profundidad en temas serios, quizá falte el asesoramiento de historiadores que traten la época actual, es que al hacerlo de esta manera, por mucho que pueda gustarnos, deja un regusto a documental pasado por las manos de un guionista de programa del corazón que a la vez quiere imitar a los que montaron el citado Anthology de los Beatles. Como sea, quizá deje abierta a trabajos posteriores que, con otros grupos, vayan a donde no ha ido este. De momento, diría que este documental será nominado a los Goya 2020 y que quizá gane algo por aquello de dar un premio a unos artistas que en su día el Cine no premió a pesar de hacerle grandes taquillas.
Desenterrando Sad Hill (Guillermo de Oliveira, 2017): Supe de ella en 2017. En 2018 quise verla, pero no se dio el caso, ni hubo ánimo cuando se pudo. La vi este verano de 2019, siendo una producción de Netflix. Se trata de otro documental español, este estuvo nominado a los Premios Goya de 2019. En él aparecen Clint Eastwood, Ullrich (cantante de Metallica), Ennio Morricone y otros afamados del cine internacional en medio de gente del cine español, extras (o actores figurantes) y vecinos de la provincia de Burgos que participaron de la escena final de El bueno, el feo y el malo (Sergio Leone, 1966), el clásico del cine del Oeste que protagonizaron Eastwood, Eli Wallach y Lee Van Cleef. Tal escena fue rodada en los límites de los pueblos de Contreras y Santo Domingo de Silos. Allí en los montes burgaleses se construyó de la nada un enorme cementerio que tenía que fingir ser un cementerio de uno de los Estados del Sur estadounidense en plena Guerra de Secesión (1861-1865). Para la tarea se usó a vecinos del pueblo, pero también al Ejército español de la época. Tres vecinos relativamente jóvenes de esos pueblos se unieron para localizar el lugar y volver a reconstruirlo. Tras una campaña mediática en Internet y un cortometraje, año a año lograron atraer a prensa y a numerosas personas de dentro y fuera de España, incluidos los famosos citados, y lograron reconstruir ese cementerio. Por medio se realizó este documental que explora la pasión del cine en las personas y lo que las mitificaciones y las ilusiones de las historias épicas nos motivan más allá de otras cuestiones que debieran movilizarnos más. En este sentido de fondo hay de nuevo cuestiones que no terminan de explorarse en profundidad, y vuelve a faltar quizá las contribuciones de análisis que hubiera podido poner la visión de un historiador de la época actual. Así por ejemplo, se podría haber analizado mucho más la cultura popular y el sentimiento del mundo rural ante algo de lo que sentirse alguien frente al urbanizado por un hecho que anima el imaginario de millones de personas. O bien, el apego de la ficción que nos hace disfrutar frente a otras cuestiones de la realidad que aunque son vitales no nos mueven de igual modo. Pero también falta mucho por explorar en el sentido de que el propio gobierno de Franco intervino en el rodaje prestando al Ejército y sus recursos, aunque se menciona y se comentan las anécdotas y cómo fue la colaboración, no se termina de analizar los porqués, las implicaciones y todo la carga de política que ese hecho conlleva. Del mismo modo que, pese a que se habla de la censura, se mantiene un punto de vista que es más opinión que certeza de quien lo comenta, demostrando, para quien el historiador que ve el documental, que esa parte se hizo sin los conocimientos necesarios y reales de la censura en España, la cual iba más allá que el hecho directo de prohibir algo. La censura y la propaganda, la manipulación, o el hecho de decir lo que sí y lo que no se debía mostrar es un mundo mucho más complejo de lo que se expone en el documental, resultando lo dicho: que aparece una opinión verosímil para el espectador, pero no una realidad práctica si lo ponemos en relación con lo que documentalmente y testimonialmente sabemos del funcionamiento de la censura en las producciones de consumo cultural. Los permisos de rodaje también dependían de censura. El documental también es cierto, es de tono amable y hecho a medida de los seguidores del Western y de las grandes películas. Quizá su punto fuerte sea la exploración de la pasión del ser humano por aquello que forma parte de su pasado directo, ya sea del propio o de aquellas personas y lugares que son directamente responsables de su ser y existencia.
El tercer hombre (Carol Reed, 1949): Creo que nunca había visto este clásico del cine, y veo mucho cine. Si la vi, ya no me acordaba. La vi en un DVD que compré de saldo. Me parece una obra maestra, sin más. En una noche de agosto junto a mi gata, tras trabajar en dos trabajos diferentes todo el día, disfruté de este metraje que, además, me hizo comprender de golpe muchos guiños y chistes de otras producciones que he visto en más ocasiones en televisión. De hecho, hay una parte de El bar (Álex de la Iglesia, 2017) que se entiende mejor como guiño correspondiente a esta película. Se trata de una película de suspense con guión brillante, propio de la novela pura y dura de Graham Greene, y un blanco y negro lleno de contrastes y escenas con encuadres en escorzo y picados. La historia de una muerte accidental en pleno Berlín liberado tras la Segunda Guerra Mundial y dividido en varias zonas de control político y de administración de la Justicia entre los vencedores. Esa muerte implica a un escritor de segunda fila de novelas del Oeste que es tomado por un gran escritor, el cual sospecha que la muerte pudo ser un asesinato. De este modo se muestra una historia llena de recelos y mentiras, héroes y contrahéroes que nos van mostrando los silencios de los alemanes que, muy evidentemente, nos hacen pensar en que apenas unos meses atrás, habrían participado de la Alemania nazi, aunque la película no vaya directamente de asuntos políticos. Se refleja la reflexión de la complicidad en el crimen del testigo mudo que no hizo ni hace nada ante el crimen. Complicidad que sólo rompe la inocencia de un niño, casi ajeno a la realidad de los adultos. Una gozada que ver sin interrupciones y con atención a diálogos e imágenes.
Coco (Lee Unkrich y Adrián Molina, 2017): Me daba pereza ver esta película de Walt Disney. De hecho creo que Disney ha hecho obras recientes notablemente mejores, como Zootrópolis (Byron Howard, Rich Moore y Jared Bush, 2016) o Vaiana (Ron Clements, John Musker, Don Hall y Chris Williams, 2016), pero se me dio la oportunidad de verla y me apeteció verla. Varias amistades me habían dicho que era un dramón. Lo cierto es que no lo es, pero supongo que depende de lo fina que tenga la piel cada uno. A mí no me parece un drama en absoluto. Es una comedia, como todas las de dibujos de Disney. La cosa es que esta vez tratan el tema de las creencias mexicanas en la Noche de Difuntos, y por tanto los protagonistas son los familiares muertos de un niño que queda atrapado entre dos mundos por efectos de la magia de esa noche. La película no es mala, tampoco es aburrida, tiene momentos que te hacen sonreír, aunque no logró que riera como las otras citadas. Es una historia Disney clásica de magia, música y valores familiares.
Durante la tormenta (Oriol Paulo, 2018): Quise verla en el cine en su momento, pero fue estrenarla y en el tiempo mínimo posible quitarla de la cartelera alcalaína. Así que este verano se me dio la oportunidad de verla, igual que la anterior, y la vi. El anuncio que se hizo de ella en su día parecía un anuncio de película de terror, pero no lo es. Es una película de suspense donde tampoco se podría decir que hay un viaje en el tiempo, como alguien escribió. Se trata de una película que abre las posibilidades de una ucronía a nivel del suspense de un crimen del pasado. Una ucronía es una línea de tiempo alternativa a raíz de un acontecimiento, o sea, es el famoso: "¿y si en lugar de esto hubiera ocurrido esto otro?", y se desarrolla la historia alternativa como si fuera el tiempo real. La película es bastante digna, aunque si digo la verdad, un poco más allá de la mitad de metraje ya sospechaba lo que iba a pasar... y así fue, pasó en la trama. También es cierto que otras personas no lo sospecharon. Es recomendable, te hace pasar un rato.
La venganza de Jane (Gavin O'Connor, 2015): De pura casualidad vi esta película en otra noche de agosto al volver de los dos trabajos. La ponían en televisión. Es una película del Oeste que, a decir verdad, ya había visto una parte en mudo hace un año a través de los dueños del bar Winchester. No es un Western convencional, sino uno adaptado a nuestros tiempos narrativos actuales. El protagonismo es cedido a la mujer, a Jane, pero también a la madre de Jane en lo que a esta le toca, o a amigas prostitutas de Jane, u otras mujeres que aparecen. Los hombres son importantes, el proxeneta, el padre predicador y maltratador, el criminal que aspira a héroe, el criminal que es criminal, los justicieros, los cazarrecompensas, los hombres de la ley... Pero se nos muestra un mundo claramente machista, misógino más que machista, violento y donde quizá el mundo de la prostitución en el Oeste sale mejor representado que en muchas otras películas. Además aparecen diversas realidades de aquella época, como lo mesiánico y también otra percepción de lo que era el mundo de los forajidos y de los pistoleros, donde la justicia no tiene porqué ser siempre justa. En cierta medida rinde tributo, revisa y reinterpreta a su modo La noche del cazador (Charles Laughton, 1955). Está rodada como una sola historia narrada en tres partes que corresponden a tres saltos en el tiempo, quizá cuatro, según se mire. Es una película muy recomendable, aunque no es un Western convencional, pero si te espanta las escenas violentas quizá debes pensártelo. A mí me parece altamente recomendable si te gusta el género o incluso si quieres revisar el cine desde un punto de vista femenino.
En tierra hostil (Kathryn Bigelow, 2008): Me regalaron el DVD de una colección del diario La Razón. Y una noche de este agosto, igualmente tras los dos trabajos, me la puse porque pensaba desde que me la regalaron que era Pozos de ambición (Paul Thomas Anderson, 2007), que no he visto. Un lapsus, un cortocircuito de memoria, que ha durado un año. Así pues, cuando puse el DVD y salió lo que salió, me reí de mí mismo, pero la vi. Cuando yo era joven las películas bélicas eran mayoritariamente de Vietnam, aunque en los años 1980 y 1990 se hizo alguna sobre Afganistán en la guerra con la URSS o episodios bélicos puntuales en Sudamérica o algo de la Segunda Guerra Mundial. En épocas de mis padres lo mayoritario eran las películas de la Segunda Guerra Mundial, y en épocas de mis abuelos, las películas de la Guerra de Secesión Norteamericana. Desde los sucesos de 2001, aunque antes algo se hizo en torno a la Primera Guerra de Irak, este cine bélico, sin dejar de tratar el resto de guerras, es mayoritariamente de las guerras de Irak y de Afganistán, y episodios contra el terrorismo islámico en otras regiones, como África. En estas películas hay una diferencia respecto a las anteriores de 2001, son películas en general críticas con el fenómeno de la guerra, aunque paradójicamente para criticar el belicismo usan tanto del recurso belicista que algunas resultan precisamente belicistas, que no es exactamente lo mismo que bélicas, que también lo son. En los primeros años inmediatamente posteriores a 2001 llegué a ver en el Cineclub Negrija alguna de estas películas, respaldadas por Amnistía Internacional. Esta película de 2008 está en esa sintonía. No es una película de acción bélica al uso, está en esa dinámica del siglo XXI donde si bien la Segunda Guerra Mundial u otra guerra puede salir aún con los cánones argumentales previos a 2001, donde hay héroes y antihéroes, misiones trepidantes, tramas llenas de suspense, y demás, las películas bélicas relacionadas con las guerras derivadas de los sucesos de 2001, salvo algunas excepciones, parecen destinadas a querer lanzar un mensaje crítico con la guerra, aunque en general casi todas terminan siendo ambiguas y no se sabe bien a qué interés real responden. La película es interesante. Se trata de un cuerpo militar casi nada explorado en el cine, con lo que resulta en ese sentido algo novedoso, los artificieros y su papel ante la nueva forma de guerra donde al no haber frentes y no usarse exactamente a guerrilleros, se hacen necesarios ya que las trampas del enemigo se aproximan y toman las formas de las bombas terroristas. Nos enteramos en este metraje cómo funciona una parte importante de la guerra moderna del siglo XXI, pero a la vez se nos expone la emocionalidad de los soldados estadounidenses divididos entre ejercer un trabajo de militar como quien va a un trabajo de oficina y a la vez saber que su trabajo implica la muerte y el sufrimiento, siendo posible la propia muerte, siendo posible la muerte de gente que conocen y siendo posible el sufrimiento y el miedo de desconocidos que les son muy cercanos. Se muestra en una serie de planos las caras de los civiles iraquíes de tal modo que, sin mencionarse en el guión hablado, se le pone al espectador la cuestión de la legitimidad de algunos actos del supuesto ejército libertador o aliado (el norteamericano), así como también la relatividad del miedo sobre quién es enemigo y quién aliado.
Solos en la madrugada (José Luis Garci, 1978): Esta la busqué adrede para verla. He visto bastantes películas de Garci, creo que es un buen director de cine, al margen de lo que personalmente se pueda discrepar en cuanto a ideas. Pero en general a mí me parece alguien muy lúcido. Su cine le puede resultar lento a mucha gente, pero yo creo que es un cine muy meditado a la vieja usanza. Esta película se grabó en pleno 1978, en uno de los años de La Transición política española más activa, con el periodo constitucional en marcha y la Constitución al final del año. Garci tiene en este metraje una rareza para el hoy día, y quizá incluso para el año que se grabó, pues lo que hizo fue contar una historia de ficción precisamente de la realidad del cambio político y social del momento. Lo curioso es que justo en ese momento en el que la izquierda política podría sentirse esperanzada por muchas señales a favor del final de la dictadura, pero a la vez sentía que la dictadura de algún modo perduraba, Garci supo ver y reflejar las contradicciones que llevaban a la desilusión de una parte de la izquierda ante lo que ellos deseaban y lo que realmente se estaba construyendo. Quizá en 1978 no era tan fácil de ver este asunto, salvo para determinados militantes, por ejemplo de la CNT. Pronto se desengañarían otras personas del PSOE o del PCE, pero 1978 aún no era el año de ese choque con la realidad. Aún se creía en poder aspirar a la República, así como en políticas sociales que todavía no estaban del todo sepultadas por los Pactos de la Moncloa. Garci, siendo un hombre conservador, supo ver lo que estaba pasando en una parte de esa izquierda y lo refleja en esta película, que aunque parezca desfasada es dos cosas a la vez: un material perfecto para explicar una parte de la Transición como ejercicio de aula con unos alumnos dispuestos al debate, y un documento que bien entendido es muy actual dado el panorama confuso y en guerra de la izquierda y la desilusión de muchos votantes que aún esperan que ocurra algo que lo salve todo. En esta película chocan las generaciones de aquellas personas de izquierda que se habían criado a lo largo de toda la dictadura (nadie nos va a hacer recuperar lo que no hemos bailado, dice un personaje), con las generaciones jóvenes que van un paso más allá, que ven un futuro prometedor, y que se permiten creer en una izquierda más atrevida que aquella en la que quieren creer los anteriores. Todo esto mezclado entre los creyentes en Suárez, los creyentes en Felipe González y los creyentes en Santiago Carrillo. Me parece buena película, aunque a alguno le pueda parecer desfasada o con un mal envejecer, yo no creo que haya envejecido tan mal, hay que ponerla en su contexto.
Dunquerque (Christopher Nolan, 2017): Quise verla en su año de estreno, pero aquel año de triste recuerdo familiar, no pudo ser. Un océano de tareas domésticas y cuidados me atrapó. La vi en Netflix, que la puso este año en su plataforma. La verdad es que me alegro a tiempo pasado de no haberla visto en cine, de no haber pagado la entrada de cine. No era lo que esperaba, aunque tampoco esperaba de ella que mostrara todo lo que la primera batalla de Dunquerque significó. Allí murieron muchos españoles republicanos que fueron usados como carne de cañón para cubrir la retirada de los ingleses, y la de los franceses, fueron los últimos embarcados y algunos ni pudieron embarcarse, murieron tiroteados en el mar. Repasar las listas de muertos en Dunquerque es encontrarse numerosos muertos españoles. Yo ya sospechaba que nada de eso saldría, porque además hubo algunas connotaciones contra los republicanos españoles entre las tropas británicas. Efectivamente no salía ni un sólo español, ni una mención. Pero sí es verdad que no se ahorró el metraje el mostrar que los ingleses tuvieron un cierto punto xenófobo contra los franceses aliados, o cuando menos de recelo. La película estaba hecha a mayor gloria de los ingleses. Como alguien escribió en El País en su día, Nolan hizo en la película de una derrota británica, una especie de victoria, le dieron la vuelta a la tortilla. Obviamente el mensaje general del metraje es la unidad de pueblo y ejército para defender la democracia incluso en los tiempos más oscuros. En pleno auge del ascenso de la extrema derecha en Occidente, parece un mensaje necesario. Es una especie de contrarreplica a Salvad al soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998), pues no sólo no hay un desembarco, sino un embarque, sino que si una era una victoria pírrica y sufrida, esta otra ponía de relieve la máxima de Napoleón Bonaparte sobre que una retirada a tiempo vale más que mil victorias. Una retirada para cobrar fuerzas, claro está.
Ex machina (Alex Garland, 2014): También la vi en Netflix e inevitablemente me recuerda a una película que me gustó mucho, Eva (Kike Maíllo, 2011), la cual analicé en El Tornillo de Klaus. La de Garland es posterior a la de Maíllo, y probablemente ha bebido de la de Maíllo. Es más oscura. La posibilidad de los sentimientos en un robot se mezclan con una trama de suspense ante la presencia de una mentalidad psicopática en uno de los dos humanos que tratan con el robot. La película analiza los límites de la moralidad y el sadismo, así como la relación entre encarcelado y carcelero, que extrañamente se presentan de modo mezclado con la relación creador con criatura creada, padre e hija, médico y paciente, y más metafísicamente entre el ser y el no ser que ya nos planteó Shakeaspeare en el siglo XVII. Las relaciones de subordinación cobran un matiz tan oscuro que no sabemos si hay maldad o si realmente ante una maquina no cabe la emocionalidad. Toda una película para reflexión moral y ética. Si bien la de Maíllo me gustó más, esta de Garland no es nada despreciable, simplemente su óptica va más allá, es más obscena, en el sentido de obscenidad referido a capaz de movernos a escándalo al trasgredir algo de orden moral y ético.
Cabaret (Bob Fosse, 1972): No la había visto nunca. Lo aseguro. Y mira que es raro, porque por varios motivos entra dentro de una de las películas que podría haber visto e idolatrado hace años. Hace muchos años. Incluso de manera tardía, cuando estrenaron Chicago (Rob Marshall, 2002) y la vi en cine, podía haberme acercado a ver Cabaret. Fue otra noche de este agosto, tras los dos trabajos, en la televisión. me gustó tanto que la compré de segunda mano en DVD para mi colección de cine y música y también, ¿por qué no?, para mi colección de películas de la Segunda Guerra Mundial y de Historia del siglo XX. La película de Fosse es otra obra maestra. Oscura, inteligente, sutil y a la vez obscena. Lo que se presentra como sexualmente soez es menos soez que la violencia implícita de la presencia de los nazis de fondo, entre el público y en la calle. Una violencia aceptada precisamente por el resto del público, o cuando menos obviada. Nadie hace nada, y quien lo hace aparece en la película en segundo plano o como algo que adorna la historia central, mientras los nazis le apalizan o le matan. La inteligencia de mostrar una obra de cabaret, con sus números musicales y su erotismo, donde evidentemente se hace alusión a la prostitución, la homosexualidad y la poligamia que perseguirán los nazis a la vez que en sus vidas privadas recurrirán a ellas, es un acierto. Tiene un sentido del humor negro que me resulta de lo mejor para darnos a conocer esa Alemania previa al comienzo de la guerra.
I am mother (Grant Sputore, 2019): Uno de los estrenos de Netflix de este año. No está nada mal. También me parece recomendable. Ciencia ficción de un futuro apocalíptico donde un robot hace que un embrión de feto nazca a través de una máquina que ejerce funciones de seno materno. De esa manera se hace "madre" de una niña a la que cría hasta que alcanza una juventud ya casi adulta. el resto de seres humanos han sufrido una hipotética plaga, por lo que ellas viven dentro de un recinto protegido. Esto cambia cuando llega otro ser humano del exterior y le descubre a la chica un mundo alternativo a la realidad que le ha contado su "madre". La película de este modo trata del duro paso de la adolescencia a la madurez, en donde se descubre lo falibre de nuestros progenitores, incluso se cuestiona sus verdades y se descubren las mentiras que se nos cuentan de niños para hacernos un mundo más amable. Por supuesto la película es más compleja y nos descubre una distopía acerca de los riesgos de la inteligencia artificial, a la vez que muy de lejos podría estar poniendo de relieve la importancia de la filosofía y la ética en la educación en un mundo donde lo tecnificado y lo científico parece lo único viable, sin ninguna otra consideración. Las leyes de Asimov quedan cuestionadas, y hay quien incluso, más allá, hablan de una especie de Terminator (James Cameron, 1984), yo creo que hay ciertas diferencias notables, las hay en torno a la cuestión de cómo se llega a determinada situación en un futuro hipotético. Los valores éticos y morales son muy diferentes en uno y otro metraje, del mismo modo que uno es de acción y el otro, siendo de acción, es más de reflexión. No obstante, I am mother comienza la película con una de sus primeras escenas en las que el robot plantea educar a la hija con el planteamiento de un problema ético clásico de la medicina que los cirujanos y los responsables de hospitales de la vida real tienen que atender todos los días. Por cierto que esa escena es un sutil giro de punto de vista sobre el sentido de humanidad entre máquina y humano a como se nos presentó en Blade Runner (Ridley Scott, 1982), donde el examinado era el supuesto robot por parte del humano y no el dado por humano por el robot.
Érase una vez en... Hollywood (Quentin Tarantino, 2019): Quería verla el día de su estreno en el cine... pero las largas jornadas de trabajo me lo impidieron. Luego una amiga quiso ir conmigo y no pudo ser, se atrasó la cosa. Al final fui la semana pasada con un viejo amigo, el Chico Gris. Ahora estoy interesado en ir a Ad Astra (James Gray, 2019) y Mientras dure la guerra (Alejandro Amenábar, 2019), a ver si es posible, pero esas ya serán películas de otoño, y no caen dentro de esta entrada. Hay amistades que me habían dado una crítica negativa. Yo creo que la película no está mal. Es diferente ligeramente a lo que Tarantino ha hecho hasta ahora, pero tampoco demasiado. Hay a lo largo del metraje referencias a todos los trabajos de Tarantino, pero lo fundamental es que es un metraje que realmente lo que muestra es el contraste fuerte en un mundo del cine en la llamada Meca del Cine, Hollywood, entre los más privilegiados y los menos privilegiados, pasando por las clases intermedias. Nos muestra las diferencias de clases sociales a través de una infinidad de personajes, y en ese sentido, sin abandonar su estilo de la violencia, en este caso latente hasta que estalla, quizá sea su película más socialmente comprometida hasta la fecha, aunque lo hace de tal modo que, si no se piensa en lo visto, no nos parece comprometida con algo. El mundo de Hollywood nos es lejano a la gran mayoría, por lo que es difícil entender lo que nos muestra, pues esas diferencias de clase expuestas en la Meca del Cine nos resultan algo lejanas; pero se entiende sólo con ver cómo, por ejemplo, alguien que dio un espacio para rodar series de televisión es abandonado y olvidado a su suerte, sobreviviendo en su ancianidad gracias a un grupo de hippies que, nosotros lo sabemos en nuestros días, eran satanistas y psicópatas, la familia Mason. Ni uno sólo de los grandes de Hollywood que usaron sus terrenos de decorado se acuerda de él. A todo esto hay homenajes musicales y cinéfilos, nos muestra todo un mundo interior de la formación de Tarantino, pero también recrea hasta cierto punto un ambiente de los años 1960 en California que estaba a punto de desaparecer en medio de varios magnicidios, entre la grandeza de unos y el buenrollismo de otros habitaba la realidad más cruda y descarnada. El conflicto social tratado tratado en este metraje con el anzuelo del trastorno mental, no olvidemos que Mason en parte obró psicopáticamente cuando su acceso al mundo de las oportunidades le fue cerrado, él quería ser músico de fama. Es una película coral, aunque haya dos protagonistas claros.
El concierto (Radu Mihaileanu, 2009): La vi en su día en el Cineclub Nebrija, pero la compré en DVD y se la puse a una amiga. Está en la linea de otros metrajes de aquella década del 2000 que se hicieron analizando en ficciones amables y con sentido del humor el final del bloque soviético, como Good bye, Lenin! (Wolfgang Becker, 2003) o bien la más seria La vida de los otros (Florian Henckel von Donnersmarck, 2006). Antiguos músicos del Bolshoi se vuelven a reunir de una forma tramposa para volver a formar de manera engañosa esa misma banda, ya que todos ellos echaron sus carreras a perder cuando un miembro del KGB les denunció en público. Suplantan a la auténtica sinfónica del Bolshoi en un concierto en París, a donde se trasladan, gracias a su representante, que es el mismo exmiembro del KGB, pues hace años que la URSS no existe. Con mucho sentido del humor se nos muestra las miserias y a la vez la unidad solidaria del pueblo ruso tras la caída y sentimiento de fraude de lo que fue la revolución soviética y su dictadura. Una comedia amable y musical que además nos muestra un típico drama de folletín francés, lo que hace que sea casi una tragicomedia. La verdad es que al ser una película del Este de Europa nos ayuda mejor a entender una visión de ellos mismos sobre su pasado reciente.
Thor Ragnarok (Taiki Waititi, 2017), Batman vs. Superman, el amanecer de la Justicia (Zack Snyder, 2016), La Liga de la Justicia (Zack Snyder, 2017), Wonder Woman (Patty Jenkins, 2017), Linterna Verde (Martin Campbell, 2011), El Hombre Hormiga (Peyton Reed, 2015): Bueno, a lo largo del verano, especialmente en julio, me dio por ver películas de superhéroes como algo para pasar el rato. Vi también otras más, pero estas son representativas. En realidad cada una merece un comentario aparte. La más digna sea quizá Wonder Woman. El género de superhéroes indudablemente está en boga en este siglo XXI, como el del Oeste o el de romanos o cualquier otro en otras épocas. Cada género predominante en una época nos habla de esa época. Esto son cosas que se analizan de manera habitual, especialmente pasado un tiempo prudencial. Llevamos tanto con los superhéroes que quizá ya es tiempo de ese análisis, o quizá no, quizá aún quepa esperar que ocurra la clave social que nos dé el sentido, como ocurrió con las películas de terror alemanas de la década de 1930. En principio casi todas tienen una estructura básica repetida hasta la saciedad con algunos matices, pero idéntica de personaje a personaje. Son películas muy simples. Es ahora en los 2010 que hay tal cantidad de superhéroes llevados a la pantalla que sus secuelas nos muestran argumentos más complejos que las tramas básicas de la presentación y creación de cada superhéroe. Además, Marvel ha introducido una clave de humor y autocrítica al propio género al que DC se ha visto obligada a seguir, lo que hace que se abra el abanico de pensamiento crítico en el espectador. En estas nuevas posibilidadeas se ha podido ver la guerra civil, la unidad, la amistad, la muerte y resurrección a modo de deidad casi... cada trama reproduce unos valores, aunque por otra parte de unos modos muy básicos. Es llamativo también la audacia de mezclar dos novelas gráficas en una sola película y tratar el tema como si fuera una sola, dando así una coherencia temporal más difícil de percibir en cómic, hablo de Batman vs. Superman, pero llegados a La Liga de la Justicia, se hace cansino tener que ver cine asociado de la misma productora, mucho cine, para entender una trama, aunque esto es algo que ha ocurrido más en las películas de la factoría Marvel. Este género que está de moda tiene su tiempo, como todos los géneros de moda anteriores. Pensemos que el del Oeste duró varias décadas también, y que se siguen produciendo Western. Se unirán, eso sí, a una forma de pensar o de emocionarse de la gente joven que es su principal público hoy día, como el resto de géneros. Lo malo es que varios de estos metrajes contienen algunos valores que podríamos considerar no muy próximos a lo democrático, mucho menos a las soluciones dialogadas, y ante todo son películas de lo inmediato, el guión es una sucesión rápida de combate en combate y de destrucción por destrucción. Pero aún con todo, son las nuevas películas de acción, otras veíamos en otras épocas y no hemos salido todos unos violentos. El valor de la crítica ante lo que vemos debe estar ahí, lo malo es recibir estas críticas sin valores propios bien o al menos medianamente formados. El cine nos forma a todos, y no es malo, pero ante estas películas se hace necesario tener un mínimo de sentido sobre que ante todo es tan sólo cine espectáculo.
Y dos series de televisión, aunque alguna otra he visto en el resto del año, como Juego de tronos, pero la verdad es que no soy de los que ven series demasiado.
Cobra Kai: La mejor serie para mi gusto del año pasado, y este año estoy viendo la segunda temporada. Es del Canal Youtube. Se trata a tiempo real de los personajes de Karate Kid (John G. Avildsen, 1984) en nuestros días. Los personajes tienen los mismos años reales que tienen los actores desde ese 1984 hasta nuestros días. Pat Morita murió, y también su personaje. Es una vuelta de tuerca brutal a la historia narrada. En nuestros días son unos adultos claramente traumatizados por algo que les pasó en la adolescencia, que es aquella enemistad entre ellos en 1984. El protagonista ahora es el que entonces era el malo, y descubrimos el punto de vista del otro, con lo que le comprendemos y aunque no es ejemplar, empatizamos. De hecho, el que era el bueno entendemos ahora que, tal como se ve en la película de 1984, hizo cosas que no estaban bien hechas, por lo que quizá no era tan bueno, quizá era malo. Lo bueno y lo malo queda expuesto así dependiendo del punto de vista como se vea una situación. De hecho, entendemos que los dos ni eran buenos ni eran malos, eran personas con sus circunstancias. Tenían simplemente problemas humanos con soluciones humanas. Faltó diálogo y hubo comportamientos adolescentes que alentaron los adultos a un combate, incluido el señor Miyagi, por lo que incluso lo honorable no pasa de ser algo aparente, puede ser abyecto. Como sea, la serie está llena de referencias a las películas antiguas, tiene sentido del humor y seriedad. Todo parte de un reencuentro casual entre los dos antagonistas. Tratan de ser adultos, pero una serie de malentendidos se combinan con sus traumas no superados de su conflicto de adolescencia. La serie tiene de fondo todo un panorama psicológico bien elaborado. Disfrutas. Me gustaría ver algo similar en España con Verano azul.
Genius: La están poniendo actualmente en televisión. Se trata de la biografía de Pablo Picasso, tratada con saltos temporales. La verdad es que en buena parte retrata un pasado más que machista misógino de toda la sociedad mundial, lo que quizá es una visión acorde con las reivindicaciones del feminismo actual, pero no del todo sincero con el contexto del comienzo del siglo XX, por más que la sociedad era evidentemente patriarcal. Pero no resulta muy exacto retratar con ojos del siglo XXI lo que en el siglo XX, dándose, no se daba en líneas generales del modo como se explica que se daba. Sea como sea, la serie me ayuda a conocer mejor la vida de Picasso, pero creo que está mal explicada en otros pasajes que sí conozco bien, o al menos no coincido con el autor de la serie. Sea como sea, la veo ya por inercia y curiosidad, pero está narrada de un modo un tanto anodino. Sin embargo sirve bien para entender cada uno de los porqués de las etapas pictóricas que tuvo a lo largo de toda su vida.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
Y dos series de televisión, aunque alguna otra he visto en el resto del año, como Juego de tronos, pero la verdad es que no soy de los que ven series demasiado.
Cobra Kai: La mejor serie para mi gusto del año pasado, y este año estoy viendo la segunda temporada. Es del Canal Youtube. Se trata a tiempo real de los personajes de Karate Kid (John G. Avildsen, 1984) en nuestros días. Los personajes tienen los mismos años reales que tienen los actores desde ese 1984 hasta nuestros días. Pat Morita murió, y también su personaje. Es una vuelta de tuerca brutal a la historia narrada. En nuestros días son unos adultos claramente traumatizados por algo que les pasó en la adolescencia, que es aquella enemistad entre ellos en 1984. El protagonista ahora es el que entonces era el malo, y descubrimos el punto de vista del otro, con lo que le comprendemos y aunque no es ejemplar, empatizamos. De hecho, el que era el bueno entendemos ahora que, tal como se ve en la película de 1984, hizo cosas que no estaban bien hechas, por lo que quizá no era tan bueno, quizá era malo. Lo bueno y lo malo queda expuesto así dependiendo del punto de vista como se vea una situación. De hecho, entendemos que los dos ni eran buenos ni eran malos, eran personas con sus circunstancias. Tenían simplemente problemas humanos con soluciones humanas. Faltó diálogo y hubo comportamientos adolescentes que alentaron los adultos a un combate, incluido el señor Miyagi, por lo que incluso lo honorable no pasa de ser algo aparente, puede ser abyecto. Como sea, la serie está llena de referencias a las películas antiguas, tiene sentido del humor y seriedad. Todo parte de un reencuentro casual entre los dos antagonistas. Tratan de ser adultos, pero una serie de malentendidos se combinan con sus traumas no superados de su conflicto de adolescencia. La serie tiene de fondo todo un panorama psicológico bien elaborado. Disfrutas. Me gustaría ver algo similar en España con Verano azul.
Genius: La están poniendo actualmente en televisión. Se trata de la biografía de Pablo Picasso, tratada con saltos temporales. La verdad es que en buena parte retrata un pasado más que machista misógino de toda la sociedad mundial, lo que quizá es una visión acorde con las reivindicaciones del feminismo actual, pero no del todo sincero con el contexto del comienzo del siglo XX, por más que la sociedad era evidentemente patriarcal. Pero no resulta muy exacto retratar con ojos del siglo XXI lo que en el siglo XX, dándose, no se daba en líneas generales del modo como se explica que se daba. Sea como sea, la serie me ayuda a conocer mejor la vida de Picasso, pero creo que está mal explicada en otros pasajes que sí conozco bien, o al menos no coincido con el autor de la serie. Sea como sea, la veo ya por inercia y curiosidad, pero está narrada de un modo un tanto anodino. Sin embargo sirve bien para entender cada uno de los porqués de las etapas pictóricas que tuvo a lo largo de toda su vida.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
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