El tercer relato de esta semana en conmemoración de los cien años del comienzo de la Primera Guerra Mundial lo escribí en 1998 para una revista juvenil llamada Claxon. Pertenecía al Centro Juvenil Cisneros, de Alcalá de Henares, el cual sigue en activo y es de fundación salesiana. Yo iba allí porque mis amigos eran socios y mi entrada era libre. Con el tiempo hasta fui uno de sus monitores, con un taller de Cine Club. Es más significativo que colaboré con ellos con su revista entre diciembre de 1996 y marzo de 1998, luego pasé a ser colaborador desde diciembre de 1998
a mayo de 1999, y estuve en ella algo inactivo hasta 2000. Tenía una tirada de unos 300 ejemplares cada número, a repartir en
institutos de enseñanza y en otros centros juveniles. Fundamentalmente era literaria y de inquietudes juveniles, siempre vigilada muy de cerca por los salesianos. De hecho se sufrió la censura en más de una ocasión. Es algo que comenté muy por encima con motivo de una colaboración con El Tornillo de Klaus, en la Noticia 1133ª. También lo mencioné de pasada en la Noticia 863ª y en la presentación del capítulo ocho de otro relato, en la Noticia 1080ª. Esta es una de las cuatro revistas que en mi adolescencia fueron destacadas a la hora de publicar relatos y poemas propios y de animar y coordinar a una serie de amistades para que hicieran lo mismo y con los cuales, con casi todos, mantengo un gran, fuerte y fluido contacto aún todavía hoy (redundo en ello a drede). El porqué llegué a ella, qué ocurrió en ella, los muchos porqués que deja abiertos y qué significó y cómo fue la salida de la revista, es motivo muy extenso para otra ocasión. En todo caso, este es el primer relato que publiqué para esta gente, tuvo gran éxito entre muchos chavales de mi edad que lo leyeron, pero a todos los salesianos del centro en ese momento, salvo a uno, les horrorizó el relato, a pesar de que en principio permitieron publicarlo y además sin cambiar nada de él. Lo que dicho en pleno 1998 cuando lo escribí suena raro, más aún dicho en 2014, pero, ah señores, la censura no tiene porqué tener leyes que la avalen para existir, y muchos son los caminos del Señor...
CRÓNICA
DEL QUE VOMITÓ SOBRE SU AMIGO MUERTO
Una
vez le pregunté a mamá: “¿Mamá, cuándo volverá papá?”, y mamá me dijo que
pronto, porque Dios estaba con nosotros y pronto iba a terminar la guerra.
Entonces le dije: “Mamá, ¿los confederados son americanos como nosotros?”. “Sí,
hijo, sí que lo son”, me contestó y en mi inocencia volví a preguntar: “Si
también son americanos, entonces ¿por qué Dios no está con ellos también?”. Y
mamá se calló y comenzó a llorar. Yo era tan pequeño… pero mamá llevaba razón
porque la guerra terminó aquel año y la habíamos ganado, aunque papá no regresó
y yo le pregunté a mamá: “Mamá, ¿por qué no ha regresado papá? ¿Es que Dios no
estaba con nosotros?”. Y mamá llorando me dijo: “Sí, Tommy, Dios estaba con
nosotros y hemos ganado la guerra y papá ha ido a darle las gracias”. “¿Ha ido
con el presidente Lincoln, mamá?”. “Sí, hijo, con el presidente”, me dijo…
Ahora
he crecido, tengo más años, tengo galones y estoy en la guerra, como papá. No
sé si Dios está con nosotros, pero al menos sí lo están Gran Bretaña y Francia
y otros países e, incluso, hasta hace poco, Rusia, y también están con nosotros
nuestros cañones, y la aviación, y las nubes de gas, y las alambradas y las
ametralladoras, y los lanzallamas y los carros de asalto… Si tenemos todo eso,
puede que Dios sí esté con nosotros y pronto ganemos esta guerra. Puede que en
meses podamos plantar la bandera de la Libertad en el culo de Guillermo II y
pasear por Berlín en sidecar. Dios sí debe estar con nosotros, pese a que en
las trincheras la sangre de las piernas perdidas de nuestros jóvenes forme masa
con el barro, pese a que la muerte que llueve del cielo deforme entierre
batallones enteros, pese a que en el campo agujereado y diezmado se hayan
clavado feos espantapájaros humanos en las alambradas, pese a que el gas nos
hinche hasta sangrar por los ojos y vomitar trozos de pulmón, pese a que
nuestros soldados hasta la muerte se acurruquen en lo más profundo de la
trinchera y lloren llamando a su madre con la cara entre las manos… Pese a
todo, sé que Dios está de nuestra parte y que vamos a ganar esta guerra pronto,
porque, cuando piso el suelo de una trinchera enemiga y veo lo mismo que en las
nuestras, el poco tiempo que podemos estar en ellas, sé que lo que veo es
forzosamente diferente. Es la gloria y la victoria.
Por
Daniel L.-Serrano “Canichu”.
Alcalá de Henares, diciembre de 1998. Publicado por primera vez en el número 4 de la revista Claxon de 1998, del Centro Juvenil Cisneros de Alcalá de Henares. Publicado de nuevo en Noticias de un Espía en el Bar en 1 de julio de 2014 con motivo del 100 aniversario del comienzo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
Alcalá de Henares, diciembre de 1998. Publicado por primera vez en el número 4 de la revista Claxon de 1998, del Centro Juvenil Cisneros de Alcalá de Henares. Publicado de nuevo en Noticias de un Espía en el Bar en 1 de julio de 2014 con motivo del 100 aniversario del comienzo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
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