jueves, noviembre 28, 2013

NOTICIA 1274ª DESDE EL BAR: LAS MUJERES ESPAÑOLAS, CAMINO HACIA LA IGUALDAD (3 de 4)

"El problema feminista no existe, la dignificación femenina sí. En la transformación social está comprendida la reivindicación de dos esencias, que se complementan mutuamente, van a ocupar cada una el lugar que les corresponda; la dignificación de la mujer dentro de esta sociedad está en su educación y en sus actividades para la libertad económica. El resto es malgastar el tiempo y bordar La Luna."

(Antonia Maymon, La Revista Blanca, 1925.)

"No es mejor madre la que más aprieta a su hijo contra su corazón, sino la que ayuda a labrar para él un mundo nuevo"

(En portada de Mujeres Libres, Mayo de 1938.)

Llegamos a la tercera entrega de cuatro sobre las mujeres españolas en su camino hacia la igualdad desde un punto de vista historicista. La primera entrega, dedicada a la mujer que iba a América en los siglos XVI y XVII, está en la Noticia 1272ª, y la segunda, dedicada a la mujer y la educación desde la Edad Moderna a la actualidad está en la Noticia 1273ª. En esta ocasión voy a tratar sobre la aparición de lo que llamaríamos hoy feminismo, por entenderlo así en nuestros días, en España, lo cual se produjo a partir del último cuarto del siglo XIX. Para ello, voy a seguir el libro Aproximació a "Mujeres Libres", con ensayos de Historia de Laura Vicente y Julián Vadillo, y una recuperación de textos de la revista Mujeres Libres (1936-1938 y 1977-1978), editado y producido por CMHD en 2008 en la Comunidad Autónoma de Cataluña, en una edición con textos tanto en catalán como en castellano. Por cierto que Laura Vicente tiene disponible por Madrid un libro titulado Teresa Claramunt. Pionera del feminismo obrerista anarquista, que se puede encontrar por ejemplo en la Librería La Malatesta. Esto nos viene bien, pues es precisamente en el anarquismo que las mujeres encontraron en España una vía estructurada en ideas para reclamar su igualdad con el hombre en la sociedad.

El movimiento feminista no es único en la reivindicación por la igualdad de sexos en la sociedad. Antes de su existencia ya habían existido mujeres que habían hecho mucho en este sentido, del mismo modo que también hubo hombres, como ya se vio por ejemplo en la segunda parte de este serial. Si bien es cierto que los logros habían sido escasos, muy distantes en el tiempo. El feminismo como lo entendemos ahora mismo tiene un origen no muy bien definido, pero sí muy bien vislumbrado, en la Revolución Francesa de 1789 a 1799, y en consecuencia: en aquella sociedad revolucionaria que se alargaría hasta la caída de Napoleón Bonaparte en 1815, aunque con restricciones desde que se instauró en Imperio. Muchas mujeres concienciadas de sus problemas de género en la sociedad tomarán como ejemplares las luchas de las mujeres más destacadas de aquellas épocas y harán suyas algunas declaraciones de derechos reinterpretándolos en clave femenina, como los Derechos Humanos del Hombre, pasando a ser los Derechos Humanos del Hombre y de la Mujer. Todas las sociedades de cultura Occidental tendrán este punto de partida, pese a que hay que poner con los estudios actuales en la cabeza bastantes antecedentes. No obstante, en España, estas referencias llegarían más tarde que en el resto de Europa. 

El feminismo iría tomando forma en América y en Europa a lo largo del siglo XIX. Su movimiento más representativo sería el sufragismo, que pedía el derecho de votar para la mujer. Era un movimiento que se repitió de forma internacional en muchos países. Se trataba en realidad de un movimiento reformista, no revolucionario en lo político, y parlamentarista. En 1903 sería un hito que el Premio Nobel de Física fuese dado por primera vez a una mujer, Marie Curie, junto a su marido Pierre y su colega Henri Becquerel. En 1906 se marcaría otro hito con el derecho a voto para las mujeres mayores de 24 años en Finlandia. Aunque en Estados Unidos de América algo de todo esto ya había. Con la invención de la aviación algunas mujeres iniciaron otro hito más, el de las primeras aviadoras, o sea: mujeres capaces de iniciar aventuras que se creían propias de los hombres. Hablamos por ejemplo de la norteamericana Amelia Aerhart, que desapareció en un accidente aéreo en 1937.  También surgen las primeras periodistas de reportaje y viajes a finales del siglo XIX y otros nombres destacados en actividades hasta entonces impensables en una mujer.

¿Y en lo social-político? En lo social-político sería Estados Unidos el que llevaba ventaja en el siglo XIX. Allí la democracia establecida desde 1776 había logrado una serie de libertades que habían permitido que sus mujeres se vieran más libres para reivindicar su posición y costumbres sociales frente al hombre, así como sus derechos. Y en Europa tomó esa posición los ideales de la I Internacional nacida en la década de 1860, y los hechos de la Comuna de París de 1871. En este contexto europeo tenemos a unas mujeres que creyeron en su igualdad social partiendo de la base de ideas socialistas, no de la base de ideas parlamentaristas, como partían las sufragistas. Las mujeres que partían desde los ideales de la Comuna de París creían en la igualdad de sexos a partir de la creación de una nueva sociedad, pero la veían imposible desde el parlamentarismo que mantuviera el mismo tipo de organización social que existía. En España estas ideas llegaron a partir de 1868 con el anarquismo, de la mano del italiano Fanelli, seguidor de Bakunin. Hay que decir que el anarquismo español era mayoritariamente seguidor de Proudhon y Koprotkin, a pesar de que hubiera bakuninistas y de otras tendencias. En el germen de la división de la I Internacional entre seguidores de Karl Marx y seguidores de Bakunin en el periodo 1872-1874 estuvieron los sucesos históricos de España. Surgieron por entonces nombres masculinos como Pablo Iglesias, Anselmo Lorenzo, Ricardo Mella o, más adelante, Ferrer Guardia (estos también tenían ideas pedagógicas donde encontraban a la mujer en total igualdad con el hombre para su educación, como se dijo en la segunda entrega, y alguno llegó a crear proyectos educativos al margen de las instituciones oficiales del Estado). Es a partir de todo esto que surge con fuerza entre las mujeres comunes de la sociedad española las primeras ideas generalizadas sobre su igualdad.

Todo esto no quiere decir que en España no hubiera feministas en el sentido de sufragistas. Las feministas más extendidas eran las que adquirieron ideas sociales para lograr unas costumbres de igualdad en toda la sociedad y su comportamiento; las sufragistas, sin embargo, eran aquellas cuyos ideales implicaban básicamente la modificación de leyes y normas para equiparar a la mujer, principalmente. En los manuales de Historia, aunque más bien en los de Literatura, suelen acordarse de la escritora Emilia Pardo-Bazán, que vivió entre 1851 y 1921. Era noble, era la condesa pontificia de Pardo-Bazán. Ella, aparte de escritora, fue una activista ideológica por la obtención del voto para la mujer, pero no de todas las mujeres. Ella, como miembro activo de la clase burguesa practicaba el clasismo, pedía el sufragio censitario, esto es: que sólo votaran las personas con una renta económica alta, ya que creían que las personas de renta económica baja no estaban capacitados para elegir un gobierno bueno... Obviamente un gobierno bueno era entendido por ellos como aquel que les beneficiaba manteniendo el orden político y social establecido. Según este pensamiento, las mujeres podían ser iguales a los hombres, pero cada una en su clase social y rentas. No le importaba tanto el cambio de la sociedad, sino el cambio legislativo respecto a la mujer. En todo caso, mujeres sufragistas como Emilia Pardo-Bazán practicamente no se dieron en España.

Una mujer contemporánea de ella fue Teresa Claramunt i Creus, que sería una feminista social, no una sufragista, de hecho ella, como anarquista, habló contra el sistema parlamentario en varias ocasiones. Fueron sus ideas las que sí tuvieron muchas seguidoras en España. Antes de nada hay que decir que la palabra "feminismo" existía en aquellas épocas, y en todo Occidente se asociaba a aquellos movimientos sufragistas citados, pero estas mujeres rechazaban ser llamadas feministas. El feminismo era para ellas algo burgués, clasista y rechazable. En todo momento, desde la década de 1880 a la de 1930, con un repunte en los años 1970, se llamaron a sí mismas: humanistas. Ellas pensaban que eran humanistas, y no feministas, pues ellas no pretendían unas reformas políticas, sino una revolución social total. Aspiraban a la igualdad de sexos en la sociedad  nueva, y esta tampoco se lograría si se hacían diferenciaciones hombre-mujer, y si se invertía la supremacia del hombre por la de la mujer. Ellas reclamaban una sociedad nueva donde tanto la mujer como el hombre se liberasen de los tópicos machistas que les oprimían, a cada sexo de un modo diferente. Pensaban que ellas aspiraban a una nueva forma de vivir la Humanidad, y por tanto se consideraban humanistas, pero en absoluto feministas. A pesar de ello, hoy, en 2013, no se nos escapa que muchas de sus ideas son lo que hoy día catalogamos como feminismo actual. 

Teresa Claramunt, además, entendió ese feminismo humanista desde un enfoque laboral. Ella tomó contacto con la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE) de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) muy pronto, aunque en principio no termina de unirse a ella. Desde 1881 participó de una serie de huelgas reivindicando las once horas laborales al día, y la igualdad de sueldos entre hombres y mujeres ante una misma labor. Desde 1882, además, comenzó a realizar una serie de publicaciones que resultaron atractivas tanto al anarquismo en general como a las mujeres en particular. Así, en 1883 se produjo una llamada Huelga de la Lana en Sabadell que implicó a 12.000 trabajadoras y trabajadores, cosa que desbordó a los empresarios. Las principales protagonistas habían sido mujeres. Claramunt no tenía un discurso que hablase de un conflicto de género a la hora de afrontar los problemas laborales. No hablaba de un conflicto hombre-mujer. Hablaba de la discriminación de la mujer en el mundo laboral, pero no por culpa del hombre, sino por culpa de los empresarios, que se aprovechaban de las circunstancias de necesidad familiares de aquella época y de las ideas machistas de esos empresarios, ideas propias de la sociedad burguesa, para ofrecer salarios más bajos a las trabajadoras. El triunfo de estos sucesos e ideas la llevó por un lado a tener a su primera pareja, anarquista también, y a ser una propagandista y escritora prolífica del primer anarquismo español, desde 1884. Participó de varias publicaciones periódicas, conferencias, mítines, folletos, libros, de la organización de huelgas diversas, de varios sindicatos sucesivos, etcétera. Su idea principal es que la mujer estaba en la situación que estaba por verse sometida a tres esclavitudes: la esclavitud de la ignorancia (ya comentada en la segunda parte), la esclavitud de la dependencia económica respecto al hombre (donde la culpa recaía en la sociedad burguesa y los abusos de los empresarios con sus trabajadoras) y la esclavitud de la familia (de joven la mujer se ve limitada por su padre y hermanos, que limitan las posibilidades de su vida y la toman por sirvienta, y de adulta se ve limitada por su marido que la toma por esposa, cuidadora de los hijos y sirvienta, en algunos casos incluso por propiedad privada como si fuera cosa y no persona). 

La dependencia económica respecto al hombre marcó mucho a Claramunt desde joven. Venía de una familia trabajadora en el campo y en fábricas. Ella misma comenzó a trabajar en el mundo textil en una fábrica desde su juventud. No sólo era el problema del empresario ofreciendo menos dinero a la mujer para que sobreviviera, apoyándose en las necesidades familiares y personales de ella, sino que la falta de ingresos o los ingresos muy bajos, según  el caso, hacía que la mujer dependiera de vivir con un hombre. Los matrimonios se imponían por la moral de la época y las discriminaciones ante las solteras o las emparejadas sin matrimonio. Estos matrimonios podían no ser felices, pero al no existir el divorcio ni la separación para las clases obreras, ataban a la mujer a una dependencia económica al hombre. La mujer, al ingresar menos, solía sentirse en inferioridad ante el hombre, y el hombre se sentía superior y con más derechos en la familia. Lo que era todo un serio problema en su conjunto. Aunque he de decir que las dos parejas de las que disfrutó Claramunt en su vida fueron parejas felices, ella lo analizaba observando múltiples casos a su alrededor.

Todo este inicio de Claramunt, que realmente llegó a tener muchas seguidoras, sufrió un revés en 1891. Los anarquistas franceses Ravachol y Casserio habían entendido el anarquismo provocando atentados con los que esperaban una reacción del Estado contraproducente que hiciera estallar la revolución social. Se comentó en cierto modo en la Noticia 586ª. En realidad en España era mayoritaria la corriente anarquista tendente a la pedagogia y la vía pacifista, de hecho el archivo de la Fundación Anselmo Lorenzo guarda documentación y periódicos anarquistas de la época donde se renegaba y condenaba a los terroristas, e incluso se cuestionaba que tuvieran claro qué era el anarquismo, pero, el caso, es que hubo también terroristas entre el anarquismo español siguiendo el ejemplo de estos dos personajes franceses. La prensa, los empresarios, la Iglesia y el gobierno hizo gran publicidad del anarquismo como equivalente de terrorismo. Hicieron tal trabajo de desprestigio que aún hoy anarquismo se equipara en el vocabulario a caos y destrucción. De todo ello publiqué un artículo en la revista de estudios históricos Germinal, que luego publiqué en esta bitácora en la Noticia 515ª. Como sea, en 1893 se comenzó a acosar policialmente a Teresa Claramunt, a pesar de que ella no era partidaria de la violencia, sí lo era de la huelga. En 1896 un anarquista hizo explotar una bomba al paso de una procesión, por lo que fue arrestada sin pruebas contra ella, y fue encarcelada y torturada en Montjuic, a pesar de ser inocente. Aquello destrozó su salud mental y física, y también su primera pareja. Salió de prisión para irse a Inglaterra, después a Francia y no regresó a España hasta 1898. El republicano Alejandro Lerroux hizo una campaña periodística en su favor y en el de otras veintidós personas más, lograron el indulto definitivo en 1900. 

En 1901 ella tuvo una nueva pareja, ya para el resto de su vida, Bonafulla, junto a la que era muy reclamada para dar conferencias y mítines en toda clase de ambientes obreros, ateneos y prensa por toda España, e incluso siendo reconocida por Europa. Claramunt no cesó de participar en toda huelga, siempre defendiendo la igualdad del hombre y la mujer en el mundo laboral negada por los empresarios y no por el sexo masculino en general.  Arremetía también contra la sociedad de ideales católicos a la que había llegado España y cada vez iba profundizando más en el anarquismo puro, sin distinguir ni el colectivista ni el comunista. En 1907 participó en la fundación del sindicato Solidaridad Obrera, y en 1910 tuvo problemas con los fundadores de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) por no entender posible una diferencia de concepto en la estrategia social entre anarquistas y anarcosindicalistas. Aún con todo era muy apreciada. Estuvo en las huelgas de 1914 y en la Huelga Revolucionaria de 1917. Participó, ya de mayor, muy activamente en la Huelga de la Canadiense que la CNT promulgó para obtener las ocho horas de trabajo diarias en 1919. Se logró.  Ella era un ejemplo a seguir por muchas mujeres jóvenes de la época. Era amiga del secretario de la CNT que logró aquellas ocho horas de trabajo diario, Salvador Seguí, por lo que lamenó mucho de manera pública su muerte en 1923, asesinado por pistoleros de la patronal. Como se asesinaron a otros sindicalistas anarquistas en Barcelona, y se sabía que los asesinos eran pistoleros contratados entre la patronal y miembros destacados de la Iglesia, en connivencia con la policía (datos todos que los archivos han ratificado con el paso de la Historia), hubo un contraataque anarquista en las calles, dándose el fenómeno del pistolerismo de los años 1920 en Cataluña. Tras la muerte de Salvador Seguí, unos jóvenes anarquistas aragoneses de viaje pidieron alojarse en su casa. Ella les dio cobijo. Eran Francisco Ascaso y Rafael  Torres, que en respuesta por lo de Seguí asesinaron al cardenal Soldevilla, el cual se rumoreaba que había dado dinero para aquel asesinato de Seguí. Todo esto valió un nuevo arresto de Claramunt, anciana, y muchos interrogatorios que empeoraron su ya malograda salud. Ella no sabía nada de las intenciones de ellos, pero tampoco dijo nada contra ellos en el tribunal. Fue libre y siguió con su actividad hasta el fin de su vida, el 11 de abril de 1931, tres días antes de la proclamación de la II República.

Entre las muchas jóvenes a las que había influido en su espíritu combativo por la igualdad de los sexos yendo y atacando a la triple esclavitud del analfabetismo, la dependencia económica y la familia católica, destacaron varias, que son las que van a continuar el camino hacia la igualdad. Entre ellas dos: Soledad Gustavo, de la que hablaremos en la cuarta entrega, y Federica Montseny, anarquistas ambas igualmente. Pero también a Libertad Ródenas, Lucía Sánchez Saornil, Dolores Iturbe, Mercedes Comaposada, María Suceso Portales Casamar, Amparo Poch i Gascón, Concha Pérez y Concha Liaño. Estas mujeres coinciden sus vidas principalmente con los años de la II República en la década de 1930. Conocieron a Claramunt por textos o ya muy anciana, depende de los casos.  Estas mujeres hicieron una serie de iniciativas en el camino de combatir la triple esclavitud hasta que convergieron en 1936 en un proyecto común llamado Mujeres Libres. Este proyecto contaría con una revista con el mismo nombre. Aunque casi todas eran anarquistas, no siempre era así. Mujeres Libres era una asociación abierta a todas las mujeres sea cual fuera su ideología. En su existencia es cierto que se sentían cercanas al anarquismo, y que incluso en 1937 la CNT les criticó que mantuvieran una lucha social centrada en la mujer, cuando la sociedad nueva debía ser construida por hombres y mujeres. Había mujeres de la sociedad española, de las concienciadas, que estaban de acuerdo con la postura de la CNT. Mujeres Libres no se enfrentó de manera virulenta con ellos, sobre todo porque contaban con militantes mujeres de CNT, pero sí que defendieron la necesidad de que los problemas específicos de la triple esclavitud femenina fuera tratada por un grupo femenino como el suyo, ya que entre los muchos frentes abiertos por CNT para alcanzar una nueva sociedad muchas veces quedaban diluídos los problemas femeninos. Los asuntos del hogar, los de salario por discriminación del empresario, los del cuidado de los hijos, la prostitución, las diferencias entre la mujer rural y la urbana, la conciliación familiar de horarios, el amor libre, el librepensamiento, los del analfabetismo mayor en la mujer... En fin, un etcétera que leído hoy nos parecen asuntos tratados de modo tan actual que casi nos parece mentira que fueran tratados de aquellos modos en los años 1930, lo que es un problema de percepción heredado de la dictadura de Franco y la sociedad que nos legó. Como sea, CNT les instó a integrarse dentro del sindicato en 1937, durante la guerra civil, pero ellas se resistieron a lo largo de 1938, definitivamente en  comienzos de 1939 se les reconoció por CNT propiamente autónomas para poder ayudar a la evacuación de los exiliados ante la llegada de las tropas de Franco.

La labor de Mujeres Libres fundamentalmente se centró en combatir el analfabetismo femenino. Tanto es así que para hablar de él sólo permitían escribir en su revista a mujeres, salvo una excepción de un poeta de la generación de 1927, León Felipe. Su organización era asamblearia, pero sin eludir que determinadas secciones y determinadas tareas de intendencia de la revista la llevaran personas concretas de entre ellas con cargo de secretaria o parecidos. Tuvieron repercusión no sólo en España, también fuera de España, Emma Goldman llegó a hacer actividades con ellas y a crear escritos para su publicación. Como aparte de revista eran una asociación, tenían sedes con talleres formativos para las mujeres, locales para dar conferencias y mesas redondas, actos de integración entre hombres y mujeres, pues se consideraba que en la lucha por la igualdad había que avanzar ambos sexos juntos, no sólo uno. También había un esfuerzo por normalizar que no había trabajos de hombres y trabajos de mujeres. Se asimilaba a los homosexuales por considerar que sufrían el machismo social como ellas, y en concreto se estimaba de mayor preocupación extender la concienciación social hacia la normalización de la homosexualidad femenina, más discriminada aún por ser mujeres y homosexuales. Se daban servicios de guardería para los niños, algo que hoy día es normal y que por entonces la sociedad burguesa y la Iglesia consideraban una barbaridad casi satánica, una especie de abandono parcial del niño o la niña, lo que hoy día nos parece un punto de vista que es una sandez. También apostaban por la supresión de toda forma de matrimonio, para que la mujer estuviera en igualdad de condiciones con el hombre, y esto no era ir contra la familia, sino en la nueva idea de que una familia no tenía porqué estar atada con leyes de matrimonio. Hacían obras de teatro y poesía. Insistieron mucho en alfabetizar. Etcétera.

Ellas contrastaron con la organización comunista Asociación de Mujeres Antifascistas (AMA), de hecho llegaron a tener roces casi de pelea entre ellas. ¿Por qué? La explicación está en todo lo que hemos dicho. Mujeres Libres estaba organizando una parte de la revolución social que planteaba el anarquismo, la concerniente a la mujer, a pesar de que en principio se acogía a todo tipo de mujeres con todo tipo de ideas. Algunas incluso habían sido parte de las milicias del comienzo de la guerra civil en 1936. Las mujeres de la AMA les criticaban que estuvieran realizando esos talleres, encuentros, actividades varias y publicaciones, porque ellas sostenían que primero estaba ganar la guerra y luego la revolución, repetían el mismo dictamen que lanzaba todos los días la cúpula del Partido Comunista de España (PCE). Las mujeres de la AMA se habían uniformado de manera militar de tal modo que parecían  los uniformes de las maestras de los colegios católicos, a veces incluso de los de la Sección Femenina de los franquistas, dirigidas por Pilar Primo de Rivera (cuya ideología para con la mujer eran los ideales católicos y de sumisión al hombre que repetían los esquemas de que la mujer se debía dedicar a su familia y su hogar tan sólo). Las aulas de aprendizaje abiertas por la AMA repetían el esquema de enseñar a las mujeres a leer, escribir, contar, coser, bordar y labores de su casa, mientras que el aprendizaje en Mujeres Libres descartaba desde el principio que hubiera una diferencia de tareas y conocimientos propios de hombres y propios de mujeres. En este sentido ambas organizaciones se criticaban mucho entre sí, incluso hubo humor sarcástico que insinuaba que las mujeres de la AMA eran como monjas, pero militarizadas. 

La tarea de Teresa Claramunt  entre finales del siglo XIX y principios del XX y la de Mujeres Libres en la década de 1930, es una tarea que ahondaba en lo social, en las mujeres y hombres comunes. Como se ve no se adentraron en las grandes reformas legales, sino en una gran reforma de la sociedad para regenerarla. Quizá algo más duradero, y costoso en tiempo y esfuerzo, que algunas leyes.

Trazada esta trayectoria, dejo para la cuarta entrega la otra persona importante en el feminismo humanista en España, Soledad Gustavo, y rozaremos a su hija Federica Montseny, y a los grandes nombres propios del tipo Margarita Nelken, Clara Campoamor o Dolores Ibarruri. El franquismo supuso una ruptura con todo posible logro alcanzado hasta la década de 1930, retrotrayendo a la mujer a una posición social y legal decimonónica y a una vigencia muy activa de aquella triple esclavitud que citaba Claramunt: la de la dependencia económica, la de la familia y la del analfabetismo. En la década de 1960 comenzaron a existir atisbos de mujeres que reclamaban en España una posición que les era vetada, por ejemplo en el mundo de los pequeños comercios de proximidad de barrio o en los intentos de introducirse en la Universidad. Con la muerte de Franco en 1975 y el fin de la dictadura con la Transición, cuyo apogeo está en la Constitución de 1978 y el golpe de Estado fallido de 1981, se reanudó con fuerza ese camino hacia una nueva sociedad de igualdad de sexos que imaginó el anarquismo español. Sorprendería hoy día al menos lego la gran cantidad de cuestiones que considera de sentido común y que sin embargo durante muchas décadas no sólo no parecían serlo, sino que además sus defensores eran de, o se sentían cercanos a, las ideas anarcosindicalistas y anarquistas. El mero hecho de besarse en la calle, a pesar de que eso todo el mundo lo relaciona con las revoluciones culturales y sociales de los años 1960, en realidad en España lo defendían como derecho los anarquistas desde aquella lejana década de 1880. Qué diferente visión de esa otra que vende al anarquista no como alguien que quiere besarse en la calle con su pareja, sino como alguien dispuesto a matar con bombas y descerrajar disparos en las cabezas. Cuánto mal cuarenta años de dictadura en la percepción de los hechos pasados, y eso sin negar la existencia de que hubo anarquistas que optaron por la violencia, cosa que, como ya se ha explicado, no fue una tendencia mayoritaria en España a pesar de ser los más publicitados.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Necesitamos más Teresas Claramunt y menos FEMEN.