domingo, diciembre 01, 2013

NOTICIA 1275ª DESDE EL BAR: LAS MUJERES ESPAÑOLAS, CAMINO HACIA LA IGUALDAD (y 4 de 4)

"La generalidad considera el amor libre como una satisfacción de los deseos de la materia, como una variedad de placeres sensuales. Consideración infame que sirve para denigrar, para absorver la pureza del sentimiento justo y digno del que está intuitivamente penetrado de lo que significa la verdadera libertad. Para esa generalidad, la consecuencia del amor libre ha de ser fatal, sus efectos desastrosamente horribles, pues tal como la conciben es la muerte irremisible de la moral, de la dignidad, de la familia, de la sociedad; es la relajación completa del hombre como hombre y de la mujer como mujer, es la prostitución en forma de higiene y economía física; es el escarnio de la razón humana que si concibe la maldad hoy porque hay seres malos, ni la apoya, ni la defiende, ni la quiere.

El amor libre, tal como lo concibo yo, y no me importa que profundísimos filósofos lo hayan concebido de muy diferente manera, es la verdadera elevación del sentimiento digno y puro que deben profesarse los seres de diferente sexo, ya que es necesaria esa adhesión y cohesión que la naturaleza, admirable y próvida en todas sus manifestaciones, ha marcado en la vida de los seres, tanto como su necesidad económica, como por su facultad reproductora. Y ese sentimiento, pura emanación de lo bello, que en vez de hablar a los sentidos habla al corazón, (...) es el que no necesita cadenas que lo esclavicen ni mordazas que lo enmudezcan; es el que no necesita leyes que lo sancionen ni lazos que lo subyuguen; él sólo se basta para mantener inalterable la paz del hogar, para imprimir el sello harmónico de justicia en la sociedad, ya que además de ser espontáneo sentimiento de la naturaleza, es valla poderosa de la moral social que purifica los sentimientos al purificar las costumbres.

Sí, esa es la verdadera definición del amor y esa es la completación pura de la moral universal.

(...) Yo creo que la práctica del amor libre en una sociedad anárquica, y tal como lo concibo yo, es no sólo realizable, sino que se hace necesario para reconocer que tenemos dignidad, como creo también que al juntarse dos seres de diferente sexo para constituirse en familia no debe dominar la concupiscencia a la economía ni la sensualidad al respeto, sino que deben unirse con los lazos suaves de reciprocidad y de consideración (...)."

(Soledad Gustavo, "El Amor Libre", en Biblioteca de El Obrero,  volumen I, 1904, Montevideo, recogido en Julián Vadillo Muñoz, Abriendo brecha. Los inicios de la lucha de las mujeres por su emancipación. El ejemplo de Soledad Gustavo, ed. Volapük, Guadalajara, 2013, págs. 251-252.)

La serie de cuatro entregas sobre las mujeres españolas en su camino hacia la igualdad, desde un punto de vista historicista, llega a su fin con esta cuarta parte. La primera parte, en la Noticia 1272ª, repasó ese campo de experimentación en costumbres sociales que fue América para la mujer española que fue allí entre los siglos XVI y XVII. La segunda parte, en la  Noticia 1273ª, se hacía eco de la triple esclavitud femenina que citaba Teresa Claramunt desde la década de 1880: la esclavitud del analfabetismo, la esclavitud de la dependencia económica y la esclavitud de la familia católica o burguesa. En esa segunda parte me centré en el análisis de esa esclavitud del analfabetismo que sufría la mujer, fijándome sobre todo en la evolución de las normativas legales y de costumbres desde el siglo XVIII al XX. La tercera parte, en la Noticia 1274ª, recogía el guante de la esclavitud de la dependencia económica repasando para ello la vida de Teresa Claramunt, las reivindicaciones de la asociación Mujeres Libres, que eran más bien educativas, y recordando que el feminismo (entendido como hoy día y no como a finales del siglo XIX) en España arraigo mayoritariamente en cuanto a un feminismo humanista y obrerista de carácter socialista, y no tanto en el movimiento sufragista. En esta cuarta y última entrega trataré de ese tercer esclavismo que citó Claramunt, el esclavismo de la familia católica o burguesa. Para poder hacerlo usaré la obra de una contemporánea de ella, Teresa Mañé, muy conocida por su pseudónimo Soledad Gustavo, que vivió entre 1865 y 1939 (Claramunt lo hizo entre 1862 y 1931). Teresa Mañé y Teresa Claramunt marcaron el paso del siglo XIX al XX para establecer las bases del feminismo español, al que ellas llamaban humanismo. Aunque tuvo mucho más renombre y repercusión directa la segunda, no hay que olvidar que la primera también lo logró por medio del conocimiento de su obra más que el de su persona. Para acercarnos a este aspecto que voy a tratar aprovecho el libro que el doctor en Historia Julián Vadillo ha publicado hace un mes o un mes y medio llamado Abriendo brecha. Los inicios de la lucha de las mujeres por su emancipación. El ejemplo de Soledad Gustavo, publicado por la reciente editorial Volapük, asentada en Gudalajara y con ventas y presentaciones en todo el panorama estatal.  En realidad el libro es en buena parte los textos en castellano que en 2008 formaban parte del libro Aproximació a "Mujeres Libres", editado en Cataluña, publicados entonces en catalán, el cual referencié en la tercera entrega de este serial. Hay más de lo que entonces se publicó, también es verdad, aunque también comparte con ese libro de 2008 que la mitad de él sea la reproducción de textos originales; si en el de Mujeres Libres eran los textos de la revista Mujeres Libres, en Abriendo brecha se reproducen bastantes de los textos publicados por Teresa Mañé, por primera vez probablemente en setenta años. Hay tantas coincidencias y caminos paralelos entre ambos libros que, sin serlo, se podrían entender como una obra dual. JMW recogió en una noticia publicada por El Cigüeñal la presentación que hizo el autor del libro en la Librería Diógenes de Alcalá de Henares.

A Teresa Mañé la ocultan como persona existente varias cuestiones. Por un lado que fue esposa del conocido intelectual anarquista Federico Urales, más conocido como Juan Montseny, y fue además madre de la mítica anarquista Federica Montseny. Estos dos colosos del anarquismo español ocultan en parte el nombre de Teresa Mañé, más si se le une el hecho de que ella al nacer sus hijas dispuso que uno de sus principales trabajos fuera la crianza de ellas, pues le gustaba vivir la maternidad con gran dedicación, lo que hizo que parte de su volumen de trabajo en cuestiones de militancia anarquista y feminista bajara, no que desapareciera, pero sí que disminuyera. Un tercer factor es que el nombre de Teresa Mañé ella prefirió taparlo con un pseudónimo que es el que la hace más conocida y por el cual la vamos a llamar desde ahora: Soledad Gustavo. Y en cuarto lugar, su gran contribución fue la creación de La Revista Blanca entre 1898 y 1905 en una primera etapa, y entre 1923 y 1936 en una segunda etapa, pero también la fundación de La Novela Ideal desde 1925 y de La Novela Libre desde 1933. Estas publicaciones periódicas tuvieron una repercusión intelectual a nivel español e internacional tan alto que muchas veces el nombre de quien estaba detrás principalmente quedaba sepultado, cosa que tampoco era un problema, pues, como anarquista que era, no le daba importancia al protagonismo individual, sino al logro social.

Soledad Gustavo nació como Teresa Mañé en Barcelona. Era hija de una familia acomodada. Con 22 años, en 1887, fundó la Escuela Laica de Vilanova i La Geltrú, y más tarde fundó otra más en Reus. Su escuela laica se anticipaba incluso a la Escuela Moderna de Ferrer Guardia. Contaba con el apoyo de republicanos federalistas y maestros laicos, y con la financiación de anarquistas librepensadores, al mismo nivel que contaba con la animadversión de la Iglesia católica. Su educación se basaba en las nuevas tendencias pedagógicas europeas mezcladas con las ideas anarquistas. En ese sentido, Mañé hizo grandes esfuerzos en formar a sus alumnos en el librepensamiento y en explicar a los adultos en qué consistía el librepensamiento: básicamente en que una persona pudiera sentirse libre en sus opiniones y formas de actuar sin censuras ni cortapisas de ideales impuestos por ninguna proclamada autoridad moral o ética. En 1889 participó del II Certamen Socialista celebrado en Barcelona. Allí presentó su ensayo titulado El amor libre, que la hizo muy popular. Ese mismo año conoció al que sería su único esposo desde 1891, Federico Urales (Juan Montseny). La pareja tuvo una gran actividad de propaganda de las ideas anarquistas. En el caso concreto de Soledad Gustavo se dedicó mucho a la pedagogía y a la literatura, especialmente atraída por los ideales no sólo del anarquismo sino de ese humanismo que hoy día entendemos por feminismo. Participaron de un gran número de huelgas y protestas. Al igual que Claramunt, la explosión de la bomba en 1896 de la procesión de Corpus Christi en Barcelona, llevó a Juan Montseny a detenciones siendo inocente y a la cárcel de Montjuic, y a ella a múltiples acosos policiales. En 1897 se exiliaron a Inglaterra con Teresa Claramunt y Fernando Tarrida. Regresaron a España en 1898, pero se establecieron en Madrid. A partir de aquí comenzó la etapa más importante de la vida de Soledad Gustavo con la fundación de La Revista Blanca y otras publicaciones, incluyendo libros. Teresa Claramunt y Soledad Gustavo se transformaron en las dos mujeres que eran la referencia del feminismo humanista (u obrerista) en España. Soledad Gustavo se implicó no sólo en los proyectos editoriales comentados antes, sino que además también participó de la creación de la revista  periódica Tierra y Libertad. Algunos anarquistas la acusaron de demasiado intelectual, lo que hoy día, e incluso unos pocos años más tarde, se consideró un error, pues el trabajador intelectual también es un trabajador. Como sea se implicaron en otras huelgas y protestas del momento, a pesar de que el nacimiento de sus hijas en 1905 hicieron que ella optara por dedicar más tiempo a la maternidad que a su labor por el derecho de las mujeres y del anarquismo, no obstante, dejó su revista ese mismo año. En 1909 se implicaron en la defensa de aquellos que protestaron en la Semana Trágica de Barcelona, y después iniciaron una campaña en favor del profesor anarquista Ferrer Guardia, que terminó siendo fusilado acusado de culpabilidad en los sucesos de Barcelona a pesar de ser inocente y de que su proceso injusto e injustificado fue motivo de grandes manifestaciones de protesta en otros países de Europa por primera vez. Ella, por otra parte, tenía una amistad personal con Ferrer Guardia dado que ambos eran pedagogos que apoyaron la laicidad de la escuela. En 1910 estuvo en la fundación de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), protestó contra la Primera Guerra Mundial entre 1914 y 1918, pariticipó de la Huelga Revolucionaria de 1917, sufrió la dictadura de Miguel Primo de Rivera entre 1923 a 1929, en ella retomó La Revista Blanca en 1923, inició en 1925 su proyecto La Novela Ideal y estuvo en la fundación de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) en 1927, vivió la proclamación de la II República en 1931 y durante ella participó de sus debates más interesantes desde la óptica anarquista y femenina. En 1933 fundó La Novela Libre. En todas estas circunstancias nunca abandonó su labor de editora de revistas y libros, que era la que le otorgaba de mayor prestigio. Pero en 1936, ya anciana, estaba mal de salud y al estallar la guerra civil huyó del avance de las tropas de Franco. Algunas personas dicen que murió en Francia, en Perpignan en 1938, mientras otras afirman que sucedió en 1939.

Ella era reconocida, y escribieron en sus revistas, personas como Santiago Ramón y Cajal, Gregorio Marañón, Anatole France, Francisco Giner de los Ríos, casi todas las personas del Ateneo de Madrid, todos de muy diversos ámbitos de la intelectualidad, la ciencia y la cultura, incluso de la política. Además, ella había hecho traducciones valiosas (por únicas) por muchas décadas, así por ejemplo fue de las primeras personas en España en traducir por primera vez a Friedrich Nietzsché al castellano. De hecho, ella introdujo de manera científica por primera vez en textos asequibles para todo el mundo a numeros filósofos de todas las épocas. Su labor como editora de libros abrió las puertas también a diversos escritores noveles que, algunos, introducían a la vez ideales de una nueva sociedad de igualdad entre las personas; entre una de las escritoras que publicó estaba su hija Federica Montseny, que trabajaba con ella en la editorial familiar. Era tanta la fama intelectual de Soledad Gustavo en determinados círculos, que incluso una de las obras que firmó no era suya, sino de su marido, Juan Montseny. Ambos estaban de acuerdo en hacerlo así ya que sólo la firma de ella, no la de él, garantizaba su publicación y distribución.

Soledad Gustavo cuenta de esta manera con una ingente contribución a combatir el analfabetismo y a aumentar la cultura de las clases populares. Tiene además cierta afinidad al espiritismo y una gran actividad anarquista y sindical, pero vamos a analizarla desde el punto de vista de la tercera esclavitud citada por Claramunt, la de la familia católica o burguesa, ya que también editó varios ensayos dedicados al amor libre y a la mujer, la familia y el amor. En sus publicaciones incluso se habló de las teorías de, y derivadas de, Thomas Malthus (1766-1834). El malthusianismo es, en lineas generales, aquellas ideas que hablaban de que el crecimiento de los alimentos era menor que el de las personas a lo largo del tiempo. Estas ideas de crecimiento analizado de modo científico fueron derivando en múltiples análisis sociológicos sobre todo a partir de la figura del filósofo positivista Auguste Comte (1798-1857) y sus teorías sobre el progreso humano. Los anarquistas del siglo XIX recogieron todas estas ideas para enfocarlas desde el punto de vista en el cual el crecimiento de la población no sólo iba en contra de las clases trabajadoras por la falta de alimentos y el encarecimiento de los mismos, sino también porque las grandes proles de hijos iba en contra de los intereses de lograr una sociedad justa. En contra de lo que se pudiera creer acerca de que muchos hijos podían suponer más manos obreras para ayudar a la familia a sobrevivir, ellos sostenían primero que el trabajo infantil debía acabar, porque aparte de inhumano era una competencia desleal en cuanto a salarios, que eran para ellos muy bajos. Pero sobre todo también porque la abundancia de niños en la sociedad industrial del siglo XIX y el comienzo del siglo XX, no sólo creaba problemas realmente a las familias para poder alimentarlos y mantenerlos en condiciones higiénicas y sanitarias óptimas, sino que además hacía que hubiera en las calles una oferta de mano de obra tan grande que abarataba los puestos de trabajo, como acabo de decir, y provocaba el desempleo adulto y las injusticias laborales en los contratos de trabajo. El trabajo debía aumentar sus sueldos y mejorar sus condiciones, para ello se necesitaba disminuir la mano de obra disponible, y tratar que esta fuera adulta y no infantil. En este sentido, para sorpresa de algún lector ahora mismo, fueron los anarquistas de los primeros en introducir en España los conos profilácticos, hoy día conocidos como condones o preservativos. Precisamente quien lo hizo fue Mateo Morral, que, en lugar de pasar a la Historia siendo recordado por ese hecho, pasó a la Historia por lanzarle una bomba al rey Alfonso XIII en 1906.

Ni que decir tiene, la Iglesia católica era totalmente contraria a todas estas ideas, pues comprendían que la unión sexual entre hombres y mujeres, dentro del matrimonio, sólo debía ser para procrear. Soledad Gustavo acogía la difusión de las ideas neomalthusianas en sus publicaciones. Además, en este sentido escribió claramente acerca de que el sexo entre hombres y mujeres no tenía porqué ser con una finalidad únicamente reproductora, sino que podía serlo con una finalidad de disfrute, aunque, eso sí, siempre que fuese fruto del amor y no fruto económico del comercio carnal o del abuso criminal. Dio forma al ideal del amor libre. Aunque hoy día mucho lector crea que el amor libre es el ideal nacido e impulsado por determinadas comunidades de jóvenes en los años 1960, lo cierto es que el amor libre ya estaba presente entre las ideas del anarquismo del último tercio del siglo XIX en adelante. Consistía en la idea que sostenía que no era necesario un matrimonio religioso o uno civil para establecer una pareja, y mucho menos para establecer una familia. La familia no sólo era posible sin ataduras legales o sin obligaciones condenatorias religiosas, era y es posible siempre y cuando existiese la posibilidad del amor libre. Existiendo el amor una pareja bien entendida podía permanecer junta sin necesidad de ser obligada por las autoridades civiles o religiosas. Del mismo modo, el amor libre se extendería a los hijos y su crianza. Sostenía que muchos de los matrimonios legales o religiosos tenían una doble moral ya que una gran mayoría vivía descontentos entre los cónyuges, a veces violencia doméstica, cuando no visitas del marido a prostitutas o amantes, e igualmente de ellas a amantes. Se veían entonces obligados a practicar un falso amor porque les ataba la ley a practicarlo, y por tanto a ser infelices. Soledad Gustavo sostenía que era necesario practicar el amor libre, sin ataduras, para que si llegara el caso de desaveniencia en la pareja o del fin del amor, esta se pudiera deshacer sin problema alguno y siendo ambos amigos, sobre todo en caso de tener hijos, pues los hijos gozarían de ese amor libre que, las parejas que lo comprendieran y se separasen, seguirían compartiéndolos y educándolos sin conflicto. El matrimonio burgués y católico era un contrato de atadura casi de propiedad que habitualmente mantenía a la mujer no sólo como esposa sino como sirvienta y ama de cría. Había que acabar con ello. El amor libre en una pareja debía servir también para educar al hombre para comprender que en las tareas del hogar no había cosas de mujeres y cosas de hombres. Es de destacada mención que durante los años 1930 el anarcosindicalista Buenaventura Durruti fue visto en diversas ocasiones en su hogar con su pareja e hija realizando labores que se consideraban propias de una mujer, visión muy diferente a la que siempre nos dan de él como ladrón de bancos o miliciano en la guerra civil (se lee en Corto verano de la anarquía, de Hans Magnus Hengensberger, 1972). El amor libre debía ser algo que igualara en derechos a la mujer respecto al hombre en su vida en pareja común. No sólo eso, sino que además, por medio del amor libre, no encontraban nada malo en que las parejas demostraran su amor de manera pública, como por ejemplo besándose en la calle. Además el amor libre debía facilitar también los cortejos, sin tabúes sociales, entre esas formas de cortejo: que la mujer pudiera también cortejar y que, sobre todo, pudiera elegir a su pareja y no que le fuera elegida por su familia. También, volviendo al asunto del sexo, este podía ser gozado sin fines reproductores, como se ha dicho ya más arriba, para lo cual no había problema de hablar de técnicas sexuales varias, muchas con fuentes orientales, hemos de imaginar que sacadas del Kama Sutra o el Ananga Ranga, pese a que probablemente se referían a perder el miedo moral y ético de la mujer al cuerpo del hombre, en consideración a cómo pudiera ser considerada social o personalmente ante determinadas actitudes. En cuanto al asunto del amor libre pensado como uniones de parejas monógamas, aunque no sean convencionales, es muy ilustrativa la película española Carne de fieras, de Armand Guerra, en 1936.

No había una única forma de familia. También es verdad. La más habitual y corriente era la de un hombre y una mujer con sus hijos, quizá con sus padres también. Pero también se defendía el derecho a la adopción de hijos, a la no necesidad de mantener trabajos convencionales para ser considerados personas decentes, había quienes elegían libremente formar familias donde no había un hombre y una mujer sólo, sino donde a veces había dos o más mujeres y un hombre o más, aunque estas no eran algo habitual, ya que como apuntaba Soledad Gustavo: el amor libre no quería decir que se transformara todo ahora en un trato sexual que hiciera de las personas objetos y no personas, no es que estas otras familias fueran eso tampoco, estaban dentro de ideales anarquistas colectivistas y comunistas, donde incluso se acogía el nudismo (que fue introducido en España por los anarquistas en los años 1930), sino que para Soledad Gustavo primaba lo pragmático de los sentimientos humanos, que tendían a ser monógamos, así pues, tanto para ella como para la gran mayoría de los que creían en el amor libre se trataba simplemente de continuar con las parejas monógamas, pero sin ataduras legales ni condenas religiosas, y sin más límite moral y ético que el del amor bien entendido y vivido y el respeto mutuo entre las personas de diferente sexo, lo que incluía la fidelidad y la sinceridad si en el acuerdo de unión de ambas personas esto era lo acordado entre ambos. Mujeres Libres diría durante la guerra que el matrimonio eran cadenas para la mujer, incluso si era un matrimonio civil. En los documentales que hizo la cadena de televisión británica Granada Channel sobre la guerra civil española, en los años 1980, se puede ver como un anciano que fue miliciano en los años 1930, nos dice que esas uniones se dieron libremente, pero que tuvieron que instaurar un papel que afirmaba que eran pareja de hecho, ya que los padres venían de los pueblos para ver a los de los comités anarquistas ya que en los pueblos se decía toda clase de malas habladurías contra ellos a costa de estas uniones sin matrimonio civil ni religioso de sus hijos e hijas (The Spanish Civil War, 1983). Así pues tuvieron mucho camino que recorrer, mucho camino por hacer incluso hoy día en este sentido. 

Bien es cierto que por ejemplo que el anarquista Proudhon sostenía que el papel de la mujer era procrear y mantener el hogar, dentro de las relaciones de respeto e igualdad entre hombre y mujer, pero otros muchos anarquistas, como Bakunin, decían que la mujer no sólo tenía un papel reproductor, sino también productor con su trabajo, que debía ser en igualdad de condiciones con el hombre. Por esta via, que era la que siguió Teresa Claramunt y Soledad Gustavo (aunque esta por voluntad propia quiso dedicarse principalmente a criar a sus hijas cuando nacieron) se comenzó también a reivindicar no sólo un salario igual al del hombre se estuviera o no casada, y derecho a trabajar, se estuviera o no casada, sino también se pedía la compatibilidad de horarios, lo que hoy llamamos: la conciliación laboral entre trabajo remunerado y la familia. Fueron las anarquistas, sobre todo la nueva pedagogía que introdujeron, en concreto la asociación Mujeres Libres, las que comenzaron a crear guarderías, que, como se explicó en la anterior entrega, eran mal vistas por la sociedad más católica, que las consideraba una monstruosidad al creer que era un abandono parcial de los hijos en manos de otros, cuando, según la Iglesia, su cuidado y educación sólo debía ejercerse por parte de la madre.

La hija de Soledad Gustavo, Federica Montseny, sería la anarcosindicalista más destacada hasta nuestros días. Sin adentrarnos mucho más en su labor, dire que ella era partidaria de la idea de que lo que más realizaba a una mujer era la maternidad. Defendió la maternidad como algo propio del sexo femenino sin renunciar a todas y cada una de las reivindicaciones feministas humanistas propias. En ese sentido, en 1936, con la guerra civil, fue la primera mujer que llegó a ser Ministra en España. Ejerció hasta 1937 como Ministra de Sanidad y de Asistencia Social. Ella planeó y realizó una serie de políticas destinadas a la infancia cuyo objeto fuera lograr una compatibilidad familiar que dignificase a la mujer y a toda la familia. Creó una red de lugares de acogida para la infancia, hizo leyes laborales que favorecieran la contratación de minusválidos, creó centros para integrar a las prostitutas a una vida sin prostitución, y creó su ley más importante: la primera ley del aborto en España. Era consciente de la problemática social del abandono de niños y niñas, así como también de los infanticidios y de la venta de niños, por culpa de embarazos no deseados, un tema que su madre ya tocó en sus ensayos a comienzos del siglo. Por ello, creyó que, dentro de determinados supuestos, pudiera existir un amparo legal para el aborto, ya que existían también numerosas jóvenes que se sometían a prácticas ilegales de aborto que a menundo suponían la muerte de la joven embarazada. La ley debía garantizar unas condiciones de legalidad que impidieran los abusos, la falta de higiene en la operación, la falta de medios, la mortandad, los abandonos, el infanticidio, la seguridad judicial para el médico que lo practicase, etcétera. Ella, Federica Montseny, no obstante, insistía en la maternidad como una de las cosas más bellas en la vida de una mujer. La ley sólo pretendía evitar catastróficas consecuencias de prácticas que ya se hacían fuera de la ley por motivos de tabúes de morales o religiosas sociales, motivos económicos, miedos familiares o productos de violaciones.

Cuando la anarcosindicalista Federica Montseny fue la primera ministra de España en 1936, había en el parlamento republicano otra mujer que fue una de las primera diputadas de España, la comunista Dolores Ibarruri, que ejerció como tal entre 1936 y 1939 y después entre 1977 y 1979. En su actividad como diputada no trató tanto los asuntos femeninos como legislatios y propagandísticos del Partido Comunista de España (PCE). Su labor en torno al feminismo fue en torno a la Asociación de Mujeres Antifascistas (AMA) comentada en la segunda entrega del presente serial, junto a la actividad de la AMA hizo otra en la Asociación de Jóvenes Antifascistas (AJA).

Pero a ambas las antecedieron como primeras diputadas de España Victoria Kent, del Partido Republicano Radical Socialista, y Clara Campoamor, del Partido Radical. Ambas fueron diputadas desde 1931, con la proclamación de la II República, aunque Kent lo fue incluso más allá de 1936, al pasarse a Izquierda Republicana, y Campoamor sólo lo fue hasta 1933, por irse del Partido Radical ya que este tuvo un giro de la izquierda a la derecha al apoyar y meter en el gobierno a la CEDA. Campoamor se pasó también a Izquierda Republicana, pero no repitió de diputada.  Ambas pasan a la Historia del camino hacia la igualdad no sólo por ser las primeras diputadas, sino porque protagonizaron uno de los debate políticos más intensos de España que hoy día, salvando las distancias, ha recibido en herencia la monarquía parlamentaria de Juan Carlos I. Se trata del sufragio femenino. Al nacer la II República la mujer seguía sin derecho a voto, pero la República pretendía superar esto. Sin embargo la sociedad española estaba muy dividida en cuanto a este asunto. Ambas eran partidarias del voto femenino, pero Kent sostenía que el sufragio femenino todavía no se debía aprobar porque las mujeres de España eran mayoritariamente analfabetas, por lo que ella y su partido creían que primero debía aumentar al alfabetismo femenino. Por el contrario, Clara Campoamor no creía que hubiera que esperar a la alfabetización mayoritaria de las mujeres, ya que esta podía costar muchos años, décadas. La mujer tenía la misma capacidad de opinar que un hombre y, además, alegaba que muchos hombres eran analfabetos en muchos pueblos de España y, sin embargo, tenían derecho a voto por el mero hecho de ser hombres. El sufragio, entendía ella, no se constituía en España por ser más o menos alfabetizado, sino por ser hombre o mujer, y eso era una injusticia que excluía a la mitad de la población en no poder elegir con su voto la política de la sociedad en la que deseaba vivir y vivía.

"(...) Resolved lo que queráis, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad de género humano en política, para que la política sea cosa de dos, porque solo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar; las demás las hacemos todos en común, y no podéis venir aquí vosotros a legislar , a votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras. (...)"

(Clara Campoamor, El voto femenino y yo, editorial Horas, Madrid, 2006, pág. 107)

A la hora de votar la propuesta de ley del sufragio femenino en 1932, Campoamor obtuvo el apoyo del partido de Manuel Azaña, Izquierda Republicana, que era el partido que gobernaba con el apoyo del otro partido que también votó a favor de la propuesta de Campoamor: el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), con la excepción de sus diputados cercanos a las posturas de Indalecio Prieto, que votaron en contra. Sí estuvo a favor de la propuesta de campoamor dentro del PSOE la también diputada Margarita Nelken. La ley se aprobó y España se transformó en uno de los primeros países de Europa en permitir el derecho de voto a la mujer, a pesar de ser en una fecha tan tardía. En las elecciones de 1933 ganó la presidencia de gobierno el centro derecha en el que se había convertido el Partido Radical, de Lerroux, y la coalición de derechas llamada CEDA. En esas elecciones participaron mayoritariamente las mujeres, incluidas las monjas de clausura azuzadas por campañas electorales de miedo a la izquierda, por ello muchos analistas e historiadores creen que ellas fueron principales responsables de esa victoria, Hicieron lecturas sobre su conservadurismo general, su catolicismo practicante general, o que creyesen que el Partido Radical de Lerroux, de donde era Campoamor, fuera de centro izquierda cuando en realidad, como la propia Campoamor admitió al irse de él, era de centro derecha. Puede que hubiera un poco de todo, pero es un tanto injusto, sobre todo teniendo en cuenta que el voto es secreto. Muchas veces se olvida que las elecciones generales de 1933 tuvieron una alta abstención, los anarquistas hicieron una campaña entre sus simpatizantes para que no votaran dada la represión que habían sufrido a lo largo de 1932 y las espectativas no cumplidas con la venida de la República en 1931, a pesar de que la CNT fomentó el voto a favor de los partidos proclive a ella, y las manifestaciones a favor de su proclamación, ya que se prefería antes que a una monarquía o una dictadura. Por lo demás, Campoamor como diputada también logró el reconocimiento legal de los hijos por parte de la madre tanto dentro como fuera del matrimonio, ya que anteriormente los hijos sólo se reconocían legalmente del padre. Otra actividad importante de la II República en estos aspectos fue la aprobación de la Ley del Divorcio en 1932, que permitía separaciones matrimoniales con el objeto de evitar numerosos conflictos familiares, algunos criminales.

Por lo demás, Margarita Nelken obtendría otro hito institucional en España, durante la guerra fue directora de prisiones. Y Dolores Ibarruri, durante el exilio, fue la primera secretraria general de un partido político español, el PCE. En España la dictadura de Franco acababa con todas las iniciativas dichas, devolviendo a la mujer a los puestos sociales propios del siglo XIX en educación, ya citado en la segunda entrega, y en sus vidas sometidas al hombre tanto para trabajar como para estudiar, como para votar (la dictadura tuvo sufragios puntuales porque se definía a sí misma democracia orgánica, votaban los cabezas de familia, que eran los hombres), se prohibía el divorcio y las parejas debían serlo por matrimonio, bendecido por la Iglesia, se repetían los esquemas donde ellas cobraban menos dinero, debían hacer todas las labores del hogar y de cuidado de los niños, y debían cumplir con todos los valores, costumbre y usos que la Iglesia católica creía propios de la mujer. La educación para ellas volvía a ser básicamente la de aprender a leer, escribir, contar, coser y bordar. Lo que no quiere decir que unas mínimas alcanzaran los estudios superiores, en la segunda entrega, por ejemplo, dije que la primera catedrática de la Historia de España lo fue en 1953. La dictadura contó con la Sección Femenina, de Falange Española, dirigida por Pilar Primo de Rivera, para educar y lanzar todos estos valores del papel de la mujer en la sociedad.

Con la muerte del dictador, el general Franco, el 20 de noviembre de 1975, comenzó el reinado de Juan Carlos I con un proceso de transición hacia modos democráticos de organizar su monarquía. En ese proceso se recuperó el camino interrumpido por la dictadura en la igualdad de la mujer con el hombre. Desde los años 1960 había ido en crecimiento una serie de actitudes sociales cambiantes en las que la mujer convergían sin saberlo con muchas de las cuestiones que reivindicaron las anarquistas antes de Franco. Eran actitudes que ahora se renovaban desde países anglosajones, Francia e Italia, que vivían sus revoluciones culturales y sociales propias de las épocas, con su punto más álgido en 1968. En España, tras Franco, el punto álgido sería con el movimiento social llamado La Movida, entre finales de los años 1970 y principios de los 1980. Sería llamativo el caso del grupo femenino de música punk Las Vulpes, que en una canción televisada por la televisión pública reclamaban gustarles ser unas zorras, según palabras textuales. La canción fue un escándalo en 1983, hasta el punto que se retiró de la parrilla televisiva el espacio que las emitió, Caja de ritmos, y se llevó a las sesiones del Parlamento como tema de debate. Fueron defendidas por parte de los diputados gobernantes (PSOE) e incluso por los centristas de Calvo Sotelo, al ser parte de la libertad de expresión recién reconocida en la Constitución de 1978. En este contexto, películas y canciones, como las de Pedro Almodovar, o cuadros y teleseries, hablaban más y más de la igualdad de géneros, al mismo ritmo que la educación mixta equiparaba a niñas y niños para recibir las mismas materias, según la aplicación de Ley General de Educación de Villar Palasí en 1970, en el tardofranquismo. Una de las serie de televisión que más mensajes de igualdad entre sexos lanzaba era la serie educativa infantil Barrio Sésamo, desde 1979, las series de dibujos animados de Érase una vez... (comenzadas en 1978), la serie para todos los públicos Verano Azul (1981-1982), o incluso el programa Hablemos de sexo (1990). Si bien es cierto que en esta labor de educación transversal existía también el fenómeno del "cine del destape", donde por una parte se podría entender que la sexualidad cobraba una libertad robada por la Iglesia, pero a la vez que no se entendió en absoluto la idea del amor libre de Soledad Gustavo, que en absoluto se refería a lo que en esas películas se veía, sino todo lo contrario, ya que implicaba un respeto de igualdad entre hombres y mujeres.

La mujer recuperó su derecho a voto en 1977, y lo garantizó la Constitución de 1978, siempre que, como el hombre, fuera mayor de 18 años de edad, todo ello con el gobierno de Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez. Como ya se ha dicho, Dolores Ibarruri volvió a ser diputada en 1977 por el PCE, también lo fue Carmen García Bloise, del PSOE, y lo fue hasta 1994. Esta mujer nació en 1937, era una exiliada clave en la regeneración del PSOE en el exilio desde los años 1960-1970. Fue además la Secretaria de Organización del PSOE y en su actividad hubo una constante labor en torno a la mujer y los asuntos sociales que la afectaban, obviamente, por fechas, con el gobierno del PSOE de Felipe González y anteriormente durante la oposición a Adolfo Suárez. Ella es origen del actual Instituo de la Mujer. Carmen García Bloise tuvo una actividad más conocida que su propio nombre, hoy día muy olvidado, hasta el punto que ella puede ser entendida como el antecedente de lo que germinase entre 2008 y 2010 como Ministerio de Igualdad, creado por el gobierno del PSOE de Rodríguez Zapatero, y llevado por la Ministra Bibiana Aído. Desde él se realizaron la Ley para la Igualdad y la Ley Integral de la Violencia sobre la Mujer, así como unidades policiales destinadas contra el maltrato doméstico, y ayudas especiales a las víctimas de la violencia machista. Sin embargo, fue un ministerio polémico y se transformó en secretaría de Estado en 2010, dentro del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad. La sociedad más conservadora, en general, y parte del electorado del propio PSOE, creyeron que un Ministerio para la Igualdad era malgastar dinero público. De hecho, desde que el conservador Partido Popular regresó al gobierno en 2011 con el presidente Rajoy, se han retirado mucho de las partidas de ayuda a víctimas de la violencia doméstica. Por otro lado, el PSOE en sus políticas sociales del presidente Zapatero, recuperó la figura de las uniones de parejas de hecho junto a las de matrimonio civil y matrimonio religioso (ley que inició el gobierno conservador de José María Aznar desde 2003), e incluso incluyó el matrimonio homosexual desde 2005. Además, el divorcio había vuelto a ser legal junto al derecho a la separación desde 1981, con el centrista Calvo Sotelo como presidente de gobierno. Y también el aborto se legalizó de nuevo desde 1985, con el PSOE, aunque ha sufrido diversas reformas legales en sus supuestos.

Quizá para terminar, cavbe decir que hoy día es vital el papel de las maestras y profesoras, pero también de todas aquellas personas, hombres y mujeres, que hacen algo por alcanzar ese ideal de sociedad sin discriminación de sexo. Especialmente desde 15 de mayo de 2011, donde parece que se ha revalorizado la labor de una corriente de gente anónima dispuesta a cambiar la sociedad antes que las grandes leyes.

Saludos a todos. 

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