lunes, diciembre 16, 2013

NOTICIA 1280ª DESDE EL BAR: LAREDO

El señor Laredo era muy excéntrico. Fue alcalde de Alcalá de Henares a finales del siglo XIX. Era una especie de cacique local, de potentado económico, que amaba el Arte. Coincidía con Esteban Azaña, otro alcalde de la época, en que había que recuperar la gloria perdida de la cultura complutense, pero también su economía de ciudad, la cual, tras la pérdida de la Universidad, parecía más un pueblo. Una de las cosas importantes que hizo este hombre fue influir decisivamente en que el tren Madrid-Zaragoza-Alicante parara en Alcalá de Henares (la MZA, cuyas siglas se leen aún en la estación de Atocha de Madrid, de arquitectura con signos masones ocultos). Y logró esa estación alcalaína donde construyó muy cerca su segunda casa, la cual la pensó e ideó como obra de arte y como edificio más institucional de sus asuntos privados y públicos, hablamos del Palacio de Laredo. En realidad la estación de tren estaba construida cuando él tenía diez años, desde la década de 1850, la tarea política de Laredo fue relanzar su uso como parada obligada de los trenes. La construcción de su palacio es de 1893 y desde entonces es el primer monumento alcalaíno que ve un viajero que se baja del tren en la estación central de la ciudad. Se trata de un edificio donde participaron arquitectos alumnos de los modernistas Gaudí y Güell, porque Laredo había viajado a Barcelona y le gustaba mucho todo lo que allí vio que se estaba constuyendo. Es de esos edificios modernistas que, dentro de su modernismo, se ha catalogado como neomudejar (muy asentado en Madrid provincia), por imitar la arquitectura mudejar de nuestra Baja Edad Media y nuestro Renacimiento. 

Laredo, rico y amante del Arte, con su punto egocéntrico de alcalde cacique, no sólo viajó por Cataluña. De los restos ruinosos de Medina Azahara se trajo las pequeñas columnitas de las ventanas que hoy están en las ventanas de este palacete local. Por Guadalajara se paró en el pueblo de Torija, a cuyo castillo en ruinas le quitó la falsa cúpula de su torre del homenaje y la hizo poner en el actual salón de actos, que en su día era una sala para recibir visitas, del Palacio de Laredo. Y para decorarlo, él mismo pintó a los reyes Trastamara más destacados bajo un cielo con un estudio astronómico que, según varios expertos en esa materia, es excesivamente preciso para los conocimientos oficiales que nos constan de ese final del siglo XIX e incluso del comienzo del siglo XX. Un misterio.

Hoy día el palacio alberga una fundación universitaria que, entre otras cosas, se dedica a la archivística, y un museo que cuenta con un original de la Biblia Políglota de Cisneros y con fac-similes del testamento de Isabel I "la Católica" y de los fueros de Alcalá de Henares en el siglo XIII-XIV. Pero me llama mucho la atención esa sala enorme que hoy día es salón de actos, una de cuyas puertas era en otra época una falsa chimenea que en realidad, en la soledad de Laredo, servía de puerta para ir a un pasillo trasero que daba a un jardín precioso y amplio, con estanque incluido. Un jardín con estanque del que algún anciano de la ciudad aún recuerda que por abajo había un sótano en el que tras una falsa pared ocultaron armas y cascos republicanos en 1939 cuando las tropas de Franco entraron en la ciudad. Muchos misterios y secretos humanos para una casa donde su dueño original tras reunirse con personas con las que tenía que tratar en aquel amplio salón, si veía que su negocio prosperaba, les hacía ir a su despacho en la zona baja de la torre que simula un minarete. Era una habitación pequeña de techo extraño que permitía que todo sonido rebotara y se oyera alto y claro hasta el más leve susurro. Pero es más llamativo un armarito que hay en una de sus esquinas. El armarito contenía dentro una entrada secreta a la torre, en cuya cúpula estaba en realidad el despacho donde Laredo se encontraba más aislado cuando lo deseaba. Desde ese armario Laredo gastaba bromas como hablar sin que se le viera, o entrar en la habitación antes que su invitado y entrar en la torre por el armario, dando así la sensación de haber desaparecido. 

Este es uno de los edificios bonitos de la ciudad, y a la par es uno de los edificios que pretendió guardar cierto misterio y secretismos en su uso. Pero también es parte del ego inflado de Laredo, que con él sumó a ser rico, político y cacique local el ser también artista, mistérico y mecenas local. Un hombre celoso de su obra, pero a la vez generoso para darla a la ciudad o para mejorar la imagen de la misma con la imagen de su obra en sí. Últimamente nos faltan artistas generosos de este tipo, aunque los hay y muy buenos, pero nos sobran artistas egocéntricos.

Saludos y que la cerveza os acompañe.

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