martes, noviembre 26, 2013

NOTICIA 1273ª DESDE EL BAR: LAS MUJERES ESPAÑOLAS, CAMINO HACIA LA IGUALDAD (2 de 4)

"Con fecha de 20 de este mes ha comunicado al Consejo el Señor Conde de Floridablanca por medio del Señor Gobernador interino la Real Orden que dice así: 

Ilustrísimo Señor: el Rey en atención a las distinguidas circunstancias de Doña María Isidra de Guzmán y la Cerdá, hija del Marqués de Montealegre, y enterado su Majestad de las sobresalientes cualidades personales de que está dotada, permite, y dispensa en caso necesario, que se confiera a esta señora por la Universidad de Alcalá los grados de Filosofía y Letras humanas, precediendo los ejercicios correspondientes. Lo que participo a su Ilustrísima de su Real Orden para que haciéndolo presente al Consejo se tenga entendido en él.

Publicada en el Consejo esta Real Orden se acordó se cumpla lo que Su Majestad manda y a que a este fin se comunique a Vuestra Señoría la correspondiente: lo que participo a Vuestra Señoría para que enterado de esta Real Resolución disponga su cumplimiento, y de quedar inteligenciado de ella me dará aviso a efecto de noticiarlo al Consejo. 

Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años. Madrid, 23 de abril de 1785.

Sr. Pedro Escolano de Arrieta."

(Notificación a la Universidad de Alcalá de real orden para conferir el grado de doctora en Filosofía y Letras a Dña. María Isidra Quintina de Guzmán y la Cerda, copia del título acádémico, y cartas del claustro para que felicite a los reyes con motivo de su subida al trono de España, en nombre y como diputada de la universidad. 23 de abril de 1785 a 2 de octubre de 1789, Archivo Histórico Nacional, 
signatura: ES.28079.AHN/1.2.9.5.1.2//UNIVERSIDADES,557,Exp.14. Folio 1 recto y verso. Las abreviaturas han sido desarrolladas en la transcripción que os he hecho, y he adaptado la ortografía a la actualidad.)

Siguiendo con el serial de cuatro entregas sobre las mujeres españolas en su camino hacia la igualdad, que empecé en la Noticia 1272ª con las mujeres que emigraron a América entre los siglos XVI y XVII, hoy vamos a hablar de las mujeres y la educación. Muy habitualmente los movimientos por la igualdad que se dieron en España hablaban de una triple esclavitud de la mujer de la que hablaremos en la tercera entrega, pero de la que ahora mismo nos haremos eco de la que consideraban la más importante: la esclavitud que otorgaba a la mujer el analfabetismo y la falta de conocimientos más allá de las labores del hogar. Sobre este tema se habló mucho la semana pasada en las XI Jornadas de Castilla-La Mancha sobre investigación en archivos: "La educación en España", celebradas en el salón de actos de la Diputación de Guadalaja, y en las cuales estuve presente incluso con una comunicación, como ya dije en su día. Voy a tratarlo partiendo de esa base y de mis propios conocimientos e indagaciones.

Las mujeres educativamente han pasado diversas etapas a lo largo de la Historia. A pesar de lo que se pueda creer gracias a interpretaciones tendenciosas de la Historia, no siempre fueron discriminadas. La evolución del Bajo Imperio Romano apuntaba a su alfabetización, no sin problemas, como algunos estudios nos parecen querer indicar, pero se truncó con las invasiones germanas del siglo V. Hubo en la Edad Media mujeres que sabían leer y escribir, a menudo monjas y novicias, aunque estas eran pocas y restringidas a una vida de matrimonio con Dios. De hecho en algunos lugares europeos que una mujer pudiera saber leer y escribir podía ser interpretado por la Inquisición como un sígno de brujería, ya que lo harían para leer libros de nicromancia y magia negra. Sería interesante, sin embargo, saber cómo era en otras regiones del mundo que no fuese Europa, pues el mundo de las sacerdotisas puede deparar sorpresas en otras culturas. Es conocida también la historia de mujeres cultas e incluso literatas como Santa Teresa de Jesús en el siglo XVI o Sor Juana Inés de la Cruz en el siglo XVII, por ejemplo. Pero es cierto que en general la mujer estaba apartada del conocimiento al mismo nivel que un hombre. Se las torpedeaba en su educación, lo que las ataba a las labores del hogar y al cuidado de la familia, cuando no de huertos unifamiliares. Algunos autores de la época incluso hablan de que algunas mujeres sencillas de pueblos de España parecían sirvientas domésticas de los esposos y también sirvientas sexuales del mismo. 

El siglo XVIII abriría un poco la mano respecto a esta situación. Si el siglo XV había vivido una revolución cultural con la invención de la imprenta, de la que se beneficiaría la intelectualidad del siglo XVI y XVII, en el siglo XVIII los alemanes inventarían otro hecho culturalmente revolucionario: el libro de bolsillo y el libro de bolsillo de tapa blanda. Este formato permitió el abaratamiento de las publicaciones y también un manejo más fácil y transportable. Me salto comentar las repercusiones generales que esto tuvo para ir en concreto al mundo femenino. Esta innovación se aunó con las nuevas ideas de la Ilustración y con el hecho de que en aquel siglo habría diversas mujeres intelectuales que gobernaron extensas regiones europeas, como Catalina II de Rusia "la Grande". Eso hizo que muchas mujeres de la nobleza y de la burguesía se interesaran por el conocimiento, aunque no la mayoría, y que adquirieran esta clase de libros, los cuáles los podían llevar donde quisieran y entretenerse con ellos en cualquier lugar. Muchas de las publicaciones para ellas se centraron no sólo en cuestiones religiosas, muchas fueron novelas románticas, pues ese era el género que más demandaron. Incluso se crearon publicaciones periódicas con cotilleos sentimentales de las Cortes palaciegas de cada reino. La Iglesia lo vio mal. Como ya se citó en la anterior entrega, el Papado llegó a condenarlo alegando que esos libros eran invento del Diablo, pues mientras que con una mano leían el libro, la otra quedaba ociosa. Ni que decir tiene que tampoco interesaba que las mujeres comenzaran a escribir en masa, ni mucho menos que las mujeres de las clases populares a duras penas conocían algo de la escuela, algunas llegaban a aprender a leer un poco, pero no a escribir. A fin de cuentas la Iglesia se daba cuenta de que eran las madres quienes educaban a la familia en lo cristiano, por lo que sí fomentaban la lectura de las obras sagradas o piadosas.

El texto inicial de esta entrada corresponde al expediente conservado en el Archivo Histórico Nacional mediante el cual se concedía a la noble María Isidra de Guzmán en 1785 la posibilidad de presentarse a las pruebas para obtener un doctorado, su obtención, y posteriores cuestiones como permisos para su casamiento una vez que es doctora. Fue llamada, y sigue siéndolo, Doctora de Alcalá. Murió muy joven, con 35 años en 1803, pero fue miembro de la Real Academia Española (que es la de la Historia). Esta es la primera mujer que fue doctora en España, y fue investida por tal por la Universidad de Alcalá de Henares, con permiso de Carlos III y de su ministro del Consejo de Castilla, el conde de Floridablanca. Hubo en su época, coétaneas a ella, otras estudiantes, pioneras como ella en la Universidad española, pero sólo ella logró obtener titulación en sus estudios. Fue por tanto la primera mujer universitaria titulada que abrió la puerta a siguientes mujeres en los estudios superiores, no sin problemas a vencer en la mentalidad de la época, donde la Universidad era una institución cerrada sólo para hombres. En cierto modo algo nos ha llegado de esta discriminación. Mientras que textos de la época hablan de Isidra de Guzmán como una estudiante brillante muy capacitada sobre todo para los idiomas, hay interpretaciones actuales sobre su biografía que la tratan como una intelectual mediocre.

Pedro López Gómez, de la Universidad de A Coruña, en su conferencia Fuentes documentales para el Estudio de la Educación en la Edad Moderna, dice que las mujeres se formaron en las primeras letras (la educación básica) de una manera no institucional en las villas y las ciudades, por medio de sus familiares u otras vías. La Iglesia, que tenía la primacía educativa en España, logró una serie de leyes que prohibían las escuelas mixtas. Ellos querían escuelas masculinas y femeninas, donde en las segundas a ellas se las enseñase sobre todo las labores del hogar y los catecismos. Sin embargo, muchos concejos y ayuntamientos se saltaron estas normativas y establecieron escuelas mixtas para niños y niñas, porque el tamaño pequeño de las localidades hacía que necesitaran de abaratar los costes de la educación, ya que escuelas y maestros eran pagados por los munícipes y no podían costear dos escuelas a la vez. Esa distinción sexual en la educación fue avalada en Europa tanto por reformistas cristianos como por contrarreformistas cristianos, siendo principalmente el Concilio de Trento en España el que más dictaminó sobre el asunto. Eso sí, entre las niñas se fomentaba la lectura, pero a menudo no se les enseñaba la escritura, esto era raro en el siglo XVI, aumentó en el siglo XVII y se generalizó en el siglo XVIII. Fueron raras, aunque las hubo, las mujeres que como Isidra de Guzmán adquirieron todo tipo de conocimientos, y como se puede ver coincidían con una determinada posición social y económica aquellas que lo lograban. 

A mediados del siglo XIX se optó por escolarizar a las mujeres del mundo marginal, regulando que se las recogiera en galeras, que a fin de cuentas funcionaban como cárceles de mujeres, al estilo de la cárcel galera de Alcalá de Henares. A estas mujeres, venidas de la prostitución, la mendicidad, la horfandad, el robo, el vagabundeo y demás, se las enseñaba a leer y en tareas que se consideraron de reeducación social dentro de una sociedad estrictamente católica, una idea muy parecida a la que en el siglo XX tendrán las cárceles de mujeres de la dictadura de Franco para las mujeres de izquierdas. En el siglo XVIII un gran porcentaje de mujeres sabía leer, unas mejor que otras, se las educaba con libros de doctrina religiosa, aunque por medio de testamentarias, abintestatos, protocolos, actas de cabildos y monasterios, etcétera, sabemos que ellas tenían preferencia por las novelas que les permitía una evasión a la imaginación, recitales de poesías, romances de ciego (novelas de amor), novelas románticas, y todo aquello que apelaba a los sentimientos pasionales e imaginativos. Eso era lo general, y dentro de que eso se cumplía casi siempre, todo dependía de la clase social a la que perteneciesen, es muy diferente los textos que se sabe que tenían en su casa una hidalga, una monja o una burguesa. Amparo Donderis Guastavino, en su comunicado La educación de la mujer en los colegios de huérfanos del ejército durante el siglo XIX, nos dice la fecha en la que se optó por escolarizar obligatoriamente a las mujeres, con planes de estudio específico para ellas diferente al de los hombres, especialmente a las huérfanas. Se trató en uno de los apartados de la famosa y más duradera ley educativa española, la Ley de Moyano de 1857.

Ángel Mejía Asensio, doctor en Historia, en su conferencia La enseñanza elemental y secundaria en la Edad Moderna: la provincia de Guadalajara, añade que fue en 1783, con Carlos III, cuando apareció por primera vez un texto estrictamente legal en España que dictaminaba no la obligación pero sí la necesidad sobre que las niñas españolas recibieran instrucción pública, con derecho a aprender no sólo a leer, sino también a escribir. Sin embargo la ley no se preocupaba de legislar sobre la instrucción de las maestras, ya que las niñas no podían ser educadas por hombres, los maestros lo tenían prohibido. Se dio así el caso de que había maestras de escuelas que eran analfabetas ellas mismas y se limitaban a ejercer en el aula enseñando a coser y bordar, como ocurrió en la escuela femenina de Sigüenza. Y esto, que también ocurría en algunas escuelas masculinas, a pesar de que desde 1623 se regulaba sobre cómo debían ser las escuelas y los maestros. Aún más, desde el siglo XVI existían las casas de doctrina, que eran escuelas que retiraban de las calles a los niños y niñas huérfanos o vagabundos con la idea de enseñarles oficios a los niños, con ayuda de los gremios, o de orientarlas al matrimonio o al convento a las niñas. Esto siguió ocurriendo en el siglo XX, aunque igualando en educación a niños y niñas, con los colegios para desamparados de los niños expósitos, como recordaba Juan Fernando Pérez Santana en su comunicado Fuentes para la Historia de la educación en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid. Y María Hernández-Sanpelayo, en su comunicado La educación en el Nuevo Mundo, reitera la idea en el sentido de que en la América española del siglo XVII las escuelas fueron mixtas hasta el punto de que se alcanzó que niños criollos y niños indios se juntasen en el mismo aula de aprendizaje, y que desde el siglo XVIII allí mismo se dieron clases a niños con problemas que les discapacitaba en principio para recibir esas mismas clases. 

Sobre la formación de las maestras en aquella ley de 1783, María Helena Vales-Villamarín, en su comunicado La Hermandad de San Casiano y la situación de las maestras en la España del siglo XVIII, completaba la información diciendo que a las maestras sólo se las pedía hasta esa fecha tener buena conducta y ser católicas, pero no tener conocimientos alfabetizados. Desde la ley de 1783 se les pide buena conducta, ser católicas, saber leer y escribir, y saber realizar labores del hogar, para lo cual se las exigia traer una muestra de las cosas que habían cosido o zurcido, cosa que en el caso del maestro nadie le pedía una muestra del producto de su conocimiento. Esto, a pesar de lo innovador de la ley, hace pensar que no había un interés real sobre el aprendizaje de la mujer. Más aún, la maestra debía demostrar una vida familiar cristiana, sin escándalo ni pecado, dentro del orden moral de la época. Carlos III acabaría su reinado en 1788, su hijo, Carlos IV, intentó acabar con esta situación elaborando unos poryectos de ley que mejoraran la calidad docente de las maestras de primeras Letras. Ese intento de Carlos IV no llegó a aprobarse, como mucho en 1804 se crearon escuelas generales para niños y niñas, donde además se fomentaban actividades gratuitas para ambos sexos. La Guerra de Indepencia de 1808 acabó con la reforma iniciada.

A pesar de todo lo dicho en cuanto a los intentos de avanzar en la alfabetización en general y en la de la mujer en concreto, Yolanda Cagigas Ocejo, del Archivo General de la Universidad de Navarra, en su conferencia Los archivos privados como fuente para la Historia de la educación, nos recuerda que a mediados del siglo XIX en la sociedad española sólo el 53% de los hombres estaban alfabetizados, y en el caso de las mujeres, sólo el 20%. Y que la primera mujer que alcanzó ser catedrática universitaria no lo lograría en España hasta 1953, posteriormente esta persona fue doctora en 1956.

Juan Leal Pérez-Chao, maestro del Instituo de Educación Secundaria Brianda de Mendoza de Guadalajara, en su conferencia Los institutos de Segunda Enseñanza, nos dejó caer informativamente que los institutos de segunda enseñanza (bachilleratos y actuales IES) fueron desdoblados en edificios, personal y material en sexos, por ley de mediados de ese siglo XIX, provocando problemas en las dotaciones y recursos para enseñar que aún perduran en forma de reivindicación del patrimonio histórico por ejemplo del Brianda de Mendoza de Guadalajara, primer insitituto de secundaria en España, aún en activo.

María Dolores Ruiz, profesora en la Universidad Complutense de Madrid, y Alberto Gomis, catedrático, en su comunicado Fuentes archivísticas para la Historia de la formación de las matronas españolas en la Universidad, nos dan otro dato interesante sobre la formación de las mujeres en España en el siglo XIX. A pesar de que en el siglo XVIII la primera doctora, Isidra de Guzmán, lo era en Filosofía y Letras, ellos nos aportan saber que es con la citada Ley de Moyano de 1857 (en realidad: Ley de Instrucción Pública), que se recogía también por primera vez el derecho de las mujeres a acceder a las carreras universitarias, aunque no a todas. En concreto se les reconoce el derecho a estudiar Medicina como algo propio a su sexo, por aquello del sexo femenino como apropiado, según el tópico, para ejercer de cuidadora. En concreto se reservó sólo para mujeres el derecho a ser matronas, prohibiéndose que esta profesión médica la pudieran ejercer hombres. Los hombres no pudíeron ser matronas hasta la década de 1970 ó 1980, ya con Juan Carlos I. Por este motivo, las matronas fueron el primer grupo mayoritario de universitarias en España. Pero tenía "peros". No podían estudiar la carrera las mujeres solteras, sólo podían hacerlo las casadas y si tenían permiso del esposo. Por otra parte, geográficamente hubo más estudiantes de matrona en Barcelona que en Madrid. Ser matrona con reconocimiento de título universitario sólo pudo ser posible desde 1857 hasta 1939, ya que la dictadura de Franco no reconoció que ese conocimiento se impartiera con reconocimiento de carrera superior. Volvió a tener ese valor de conocimiento universitario con la Monarquía Parlamentaria actual del citado Juan Carlos I.

En este sentido, muy brillantemente, Juan Collado Carbonell, en su comunicado Maestras por un día: el personal idóneo de la provincia de Albacete a las puertas del desarrollismo, nos recuerda que el machismo en forma de discriminación hacia el hombre no sólo se dio en cuanto a impedirles ser matronas; desde 1945 la dictadura de Franco prohibió que los hombres pudieran ser maestros de escuelas mixtas y de escuelas femeninas. Aún más, a modo de muestreo, en Albacete, a la altura de 1958, sesenta de las ciento treinta escuelas mixtas existentes estaban cerradas. En las pedanías pequeñas de esa provincia, y por extensión el resto de España, los maestros no estaban formados, las condiciones de las escuelas eran insalubres y antipedagógicas. Por ello, en primavera de aquel 1958 la dictadura se vio obligada a crear una ley que permitía en ese curso cubrir las plazas de maestras en esas escuelas mixtas a mujeres sin formación alguna. Se presentaron cuarenta y siete. María José Trillo y José Luis Muñoz, comunicaban en Las misiones culturales en el franquismo: la comarca de la Jara (Toledo), que las misiones de extensión cultural iniciadas en 1953 por la dictadura, las cuales no se pudieron poner en práctica hasta 1959 por una gran cantidad de insuficiencias y deficiencias, hicieron que muchas maestras y maestros se encontraran en sus pueblos y aldeas asignados falta de higiene de alumnos, alumnas y padres, también de los locales, falta de alimentos, falta de infraestructura sanitaria, alcoholismo, escuelas en edificios en estado de dudosa seguridad, atavismos, supersticiones, problemas endogámicos, caciquismo, intromisión de la Iglesia en la vida de los aldeanos hasta el punto de que muchas memorias de aquellas maestras y maestros hablaban de que niños y adultos desconocían lo que era jugar, y ni mucho menos bailar, que no encontraban prácticas sexuales fuera del matrimonio (noviazgos) y que dentro raramente tampoco por adoctrinamientos desde los púlpitos de la iglesia, más todavía, igual que el escritor Jesús López Pacheco nos describió en su novela Central Eléctrica, los suelos de las casas solían ser de tierra, paja y estiércol, no había ventilación, no daban auténtica protección contra las inclemencias del tiempo, y la gente en general tenía asumida una cultura propia de otros siglos lejanos al XX; y todo eso sumado a que algunos de esos docentes fueron escogidos entre personas sin titulación académica. Una gran mayoría de las maestras y maestros que accedían a estas escuelas en entornos rurales de estas características, abandonaban a su alumnado a mitad de curso.

La cuestión es que durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923 a 1929) se habían elaborado leyes para crear una instrucción general para ambos sexos. Esas leyes se beneficiaban en parte de una serie de iniciativas que esa dictadura persiguió o trató de limitar, como fueron las escuelas laicas, la Institución Libre de Enseñanza, las excursiones pedagógicas, la enseñanza krausista, la enseñanza en escuelas anarquistas, los ateneos culturales, en especial los ateneos obreros, y demás cuestiones por el estilo que se venían dando desde el Sexenio Revolucionario iniciado en 1868, con diferentes etapas evolutivas. La II República (1931 a 1939) se animó a iniciar una amplia reforma educativa capaz de separar a la Iglesia de la educación, a permitir que hubiera escuelas mixtas, una educación igual para niños y niñas, un acceso universitario sin restricciones para mujeres, una formación pedagógica para los maestros, los cuáles en principio se habían ido formando con libros de pedagogos extranjeros, hizo misiones pedagógicas para llevar la alfabetización a los pueblos y aldeas más encerrados en siglos anteriores, etcétera. La labor educativa de la II República no cesó ni durante la guerra civil (1936 a 1939). En ese periodo incluso se escolarizó por ley a los milicianos y soldados que no sabían leer y escribir. Fue la dictadura del general Franco la que cortó este panorama. Como yo mismo dije en mi comunicado La documentación y la Historia reciente: la depuración de maestros de Alcalá de Henares entre 1939 y 1941, un ejemplo práctico de la importancia del Archivo General de la Administración (AGA) para la memoria, desde los 27 Puntos de Falange, de 1934, a las leyes represivas y depuradoras de febrero a julio de 1939 por parte de la España del general Franco, se trató a los maestros como culpables principales de la guerra civil, como se lee en los textos legales de la época, firmados por el poeta Pemán, en aquellos días con cargo político. Por ello, aunque se había comenzado a ejecutar a maestros republicanos desde el fallido golpe de Estado de julio de 1936, se elaboraron leyes para normalizar esas ejecuciones, pero también para depurar al cuerpo de maestros y maestras de España. Se trataba de distinguir a los maestros con ideas de, o cercanas a, los militares alzados y la Iglesia católica, de aquellos que no las tenían y de los que se habían mantenido neutrales, estos últimos también eran considerados culpables de la guerra, como se lee en la Ley de Responsabilidades Políticas. La Ley de Depuración de Maestros se aplicó a todos los maestros que ejercieron como tal entre 1934 y 1939 en cualquier lugar de España o, siendo españoles, fuera de España. Se aplicó incluso a personas que habían muerto por causas naturales o durante la guerra. Había sanciones de todo tipo, desde la suspensión de sueldo, el destierro territorial, la suspensión temporal de empleo, la prohibición de ejercer cargos directivos escolares, la prohibición de volver a ejercer de maestros o el paso a otros tribunales que podían implicar la ejecución de la persona mediante fusilamiento. La enseñanza durante el franquismo se orientó a un adoctrinamiento en las ideas "Dios, Patria y Franco". Se volvió a la separación educativa entre hombres y mujeres y a la Iglesia como garante educativa. Las mujeres volvieron a tener una educación diferente al hombre, donde se volvía de nuevo a la doctrina en los catecismos, saber leer y escribir, y la enseñanza de las labores del hogar. No obstante, hubo mujeres que seguían accediendo a los estudios superiores, pese a no ser demasiadas porcentualmente en los índices de población, y pese a no ser un camino fácil, especialmente entre las hijas de las clases trabajadoras, cuyo curso académico estaba casi bloqueado de manera indirecta por una gran cantidad de medidas sobre todo de carácter económico, aparte de normativas masculinas. Todo eso se corrigió con el periodo de la Transición entre 1975 y 1978, y algunas reformas específicas en los primeros años 1980. Hoy día, en 2013, hay una creciente población femenina universitaria, un gran número de maestras, profesoras y catedráticas, así como en general el alfabetismo tiene unas altas tasas muy igualadas entre hombres y mujeres, dentro de un sistema con educación general, secundaria y superior pública y mixta. Preocupa, no obstante, que desde el ascenso al gobierno de Mariano Rajoy en 2011, su Ministro de Educación, Cultura y Deporte, Wert, haya creado una reforma donde se beneficia directa e indirectamente a la educación privada religiosa, incluso entre los colegios que practican la segregación sexual en las aulas y la diferenciación de cursos lectivos según la sexualidad del alumnado, dentro de una ideología de determinadas corrientes de la iglesia católica. Tema tocado por el exMinistro de Educación por Unión de Centro Democrático entre 1981 y 1982, Federico Mayor Zaragoza, en la mesa redonda que clausuró las jornadas tras cuatro días de encuentros, y también por el teólogo Tamayo, presente en esa mesa.

Referente a la depuración de maestros, María del Mar Pozo, de la Universidad de Alcalá de Henares, y sin que aparentemente según cómo realizó su aportación, haya asistido ni a mi comunicado ni a otros relacionados con la depuración de los días anteriores y posteriores a su conferencia, en la misma: Los archivos de maestros y sus posibilidades para el estudio de la educación en la España del siglo XX, nos habló de la vida de Justa Freire, maestra republicana depurada tras 1939, a la cual se le prohibió ejercer como maestra nunca más en su vida por haber pertenecido al sindicato socialdemócrata de maestros FETE. Entre su muy abundante documentación personal se puede ir descubriendo la práctica teórica y efectiva de su actividad en las aulas a lo largo de los años. Allí se descubre como después de ser depurada se aleja de tener opiniones políticas, algo que no ocurrió en los años anteriores donde su proyecto pedagógico estaba imbuido en ideas de igualdad sexual que se combinaban bien con las ideas socialistas de la época. Logró saltar su prohibición de enseñanza gracias a que fue acogida por el Colegio Británico en España, por lo que legalmente no ejercía de maestra española en España, sino como maestra para Reino Unido en España. Enseñaba inglés a niños españoles de clases pudientes. Este aspecto de las jornadas se completó con el documental Las maestras de la República, realizado por la FETE-UGT, y disponible por Internet. Allí se habla ya de maestras bien formadas en la pedagogía para poder ejercer educando.

Para ir terminando con todo este panorama educativo femenino en España, el doctor en Historia y profesor de secundaria, Juan Pablo Calero Delso, en su conferencia de cierre de jornadas La educación en España en el siglo XIX,  nos dice que la educación contemporánea tiene su origen en 1808, con José I Bonaparte, aunque el Estatuto de Bayona no recoge la educación femenina expresamente. Las Cortes de Cádiz de 1812, en plena Guerra de la Independencia, dictaminaba desde una ley de 1813 que la educación debía ser general, aunque no universal. Debía llegar a todas las personas, pero no obligaba a que esto sucediera. El Estado no se hacía cargo de la educación, aunque la reglase en lo básico. Seguía en buena parte a disposición de la Iglesia. Estas leyes se enfrentaban a varios problemas, teniendo en cuenta que la Constitución de Cádiz estuvo en vigor entre 1812 y 1814 y entre 1820 y 1823. Los niños de las provincias de Ultramar (América) no recibían la misma educación que los niños de la península. Tras la independencia de la gran mayoría de América, mucho menos (aún quedaba Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Guinea Ecuatorial y algún que otro territorio más). En 1821 se quiso solucionar esto, pero no se logró teniendo en cuenta la Década Ominosa de Fernando VII entre 1823 y 1833, que gobernó con represalias volviendo al Antiguo Régimen más duro. En 1869, con Amadeo I de Saboya, se quiso crear una cátedra en Manila, la cual fue impedida por la Iglesia, que no quería perder su exclusividad educativa de Ultramar. La Primera República dictaminó en 1873 que las provincias de Ultramar debían tener una educación humana y progresiva. La brevedad de esa constitución del Estado hizo que no progresara. De ahí al colapso en forma de guerras de independencia en 1898 fue en aumento. Otro problema era el económico, en cuanto a qué clases sociales debían ser educadas y para qué debían ser educadas, así como las dotaciones para poner en práctica lo que los reglamentos de 1821, las leyes del Duque de Rivas de 1836, las de Pidal de 1845, la de Moyano de 1857, las del Sexenio Democrático iniciado en 1868, las republicanas de 1873, o las de la Restauración Borbónica de 1876. Muchas veces eran dotaciones clara y altamente insuficientes. Además, cada gobierno tenía unas ideas políticas y unos ideales sobre la utilidad de la educación, hubo gobiernos que consideraron que esta debía ser para que las clases medias altas y altas de la sociedad accedieran a los estudios superiores, pero que se impidiera a las clases trabajadoras, con el objeto de perpetuarlas en oficios laborales que les ayudasen a ellos a permanecer en las clases políticas y económicas dirigentes. Sin entrar en todas estas cuestiones, quizá lo haga en otra entrada que dedique a esta interesante conferencia por completo, sí que es cierto que desde 1868 las clases trabajadoras de España comenzaron a obtener ideales políticas de conciencia de clase (aunque hubo preludios en otras décadas), y esto llevó a un sistema educativo al margen del institucional donde obreros e intelectuales iniciaron proyectos educativos en ateneos obreros y republicanos, en instituciones de enseñanza y en escuelas regentadas por anarquistas con las más innovadoras teorías pedagógicas europeas, como es el caso de la Escuela Moderna de Ferrer Guardia, que pisó el siglo XX, o las ideas pedagógicas del anarquista madrileño Ricardo Mella o del también anarquista Anselmo Lorenzo, donde la mujer era equiparada educativamente en todo al hombre, entre otras cuestiones.

El tercer problema que Juan Pablo Calero señalaba era específicamente el de la mujer. Estas estaban marginadas educativamente de la enseñanza primaria en la práctica. Se las segregaba de los niños y se les daba una educación que las impedía alfabetizarse correctamente, ni avanzar más en sus estudios. El reglamento educativo de 1821 dedicó hasta 120 artículos a la educación masculina, pero apenas tres a la de las niñas. En 1836 el Duque de Rivas en su reforma educativa obligaba a crear escuelas para los niños en los municipios, pero no obligaba a crearla para niñas aunque lo creyera deseable. Y de haberlas, legislaba que fueran principalmente para enseñarlas a llevar las labores del hogar (cocinar, coser, lavar, educar en el cristianismo a los hijos... ). Pero, para rizar el rizo, no había ninguna legislación en cuanto a las mujeres y la educación secundaria, esa legislación no llegaría hasta la década de 1880, con Alfonso XII o con la regencia de María Cristina en la minoría de edad de Alfonso XIII. Con las leyes de 1836 sólo se pedía que se las debía enseñar a leer, escribir, contar, coser y bordar como mínimo. Con la Ley de Instrucción Pública del ministro Moyano en 1857, se añadió que a las niñas aparte de enseñarlas a coser, era específicamente de la enseñanza femenina aprender a dibujar y clases de higiene. Mientras que esa misma ley para los niños hablaba de enseñarles  a ellos geometría, física, aritmética y otros conocimientos para formarles en profesiones fabriles. Todo imbuido de las doctrinas católicas. Sólo en el último tercio del siglo XIX aparecen otras formas pedagógicas al margen de las instituciones y de la Iglesia, como ya se ha dicho, estas tienen su evolución progresiva hasta su apogeo en la II República en los años 1930. La educación de la dictadura franquista (1939-1975) supuso una regresión a esta educación del siglo XIX, como señaló el conferenciante, y sólo con la Transición posterior se recuperó el camino iniciado e interrumpido por la dictadura.

Clase de pintura en la Academia de Arte de San Fernando entre 1910 y 1936

"La segunda enseñanza no aspira a formar filósofos, matemáticos, naturalistas ni literatos, ni mucho menos abogados ni médicos; su objeto se limita a formar hombres cultos."

(Decreto de la Primera República, Ministerio de Fomento, ministro: don Eduardo Chao. 13 de Junio de 1873.)

Sin más, os dejo hasta la tercera entrega.

2 comentarios:

Cecilia Ortiz dijo...

Deben descubrirte y publicarte ya!!!! Todo el blog es genial!!!! Esta entrada me ha ganado el corazón!!!!

Canichu, el espía del bar dijo...

Muchas gracias. A ver si es verdad, tengo, aparte del blog, bastantes libros de poesía y narración por publicar. Un saludo y que la cerveza te acompañe.