El señor Marbán entró en el París recién liberado de los NAZIS en 1944. Era un republicano español exiliado. No era uno cualquiera. En septiembre, un mes después de la liberación, era una de las siete personas que recompusieron el Comité del Grupo Socialista de París de exiliados, pocos años más tarde también de emigrantes. Sus primeras labores, aparte de ocupar las instalaciones del desaparecido "Populaire" y hacerse con una máquina de escribir y papel, fue ir buscando a los socialdemócratas españoles que quedaban por Francia, especialmente a los liberados de los campos de concentración alemanes. Según avanzaba el tiempo y el final de la Segunda Guerra Mundial fueron adquiriendo otras preocupaciones, como sus relaciones con los otros grupos de socialdemócratas españoles en Francia (especialmente los de Toulouse), y con los propios franceses, con anarcosindicalistas españoles y sus reticencias ante la Unión Nacional de los comunistas para invadir el Valle de Arán. Se preocupaban de aquellos líderes que fusilaban en España, y de aquellos que morían de viejos. Recaudaban fondos para entregarlos como donativos a sus miembros más necesitados por falta de trabajo, vejez o enfermedad, y trataban de publicar una serie de revistas y periódicos. Fuese como fuese, sus preocupaciones podían ir variando de objetivos a corto y medio plazo, pero siempre había una preocupación constante: la falta de fondos económicos. Muchas de las reuniones se hacían en el propio domicilio de Marbán, secretario general del grupo, a menudo se quejaban de lo justos que iban para comprar sellos o cuadernos donde escribir. Siempre se reunía fondos para los más necesitados, sí, pero siempre había estrecheces. Para poder trabajar un español en la Francia de los días inmediatamente finales de la guerra, en 1945, debía tener un permiso de residecia del Ministerio, este sólo se daba si se tenía un trabajo, y el trabajo sólo se tenía si se tenía un contrato, por este orden; sin embargo, y pese a las muestras de agradecimiento de los franceses del norte por la ayuda de estos españoles en su liberación, rara vez les daban empleo los patronos franceses. Un miembro del grupo que había participado de la liberación militar de París se quejaba por carta de su falta de trabajo desde hacía meses, de su hambre, de la de su familia, y de la enfermedad que empezaba a tener. Como le escribió el propio Marbán al girarle un donativo grande de francos de parte del Grupo Socialista de París: no debía preocuparse, debía recuperarse, la ley francesa no era tan dura porque la rompían los ciudadanos franceses, el patrón que quería un trabajador lo contrataba tuviera o no permiso de residencia. Ciertamente así fue posteriormente. Las condiciones de cómo es otra cosa.
Aquel veterano de la guerra civil y de la Segunda Guerra Mundial al que le mandó dinero Marbán logró un empleo gracias a la recomendación y petición que le hizo este mismo a un empresario francés agradecido de la ayuda española exiliada contra los alemanes. Pero las estrecheces existían. El propio Marbán cayó en enfermedad en 1947. Para 1948 se había ido a Guatemala, donde fundó otro grupo socialdemócrata de exiliados. Allí les escribió una carta a sus compañeros de París. Estaba contento. Era una especie de paraíso sin serlo. Todos eran ricos, pero no ricos-ricos, sino ricos-pobres, como él mismo lo definió. Todo el mundo tenía para comer abundantemente de lo que quisiera. Toda la gente del campo y todo trabajador en Guatemala podía comer sin problemas, lo que les permitía tener salud. Aquellas tierras eran prósperas y fértiles, la abundancia de productos hacía que estos fueran baratos. Con lo que le costaba un sello en París, decía, podía comprar kilo y medio de avellanas. Sin embargo eran ricos-pobres, pues salvo la comida todo tenía precios prohibitivos. La falta de industria y que la poca que había estuviera en manos extranjeras hacía que la gente vistiera harapos por no tener con qué comprar ropa, que hubiera mucho analfabetismo por no poder comprar libros o periódicos por sus precios, que las herramientas de trabajo, los coches, las radios o cualquier comodidad salida de un taller o una fábrica fuera casi inaccesible por sus precios. Eran ricos-pobres.
En eso pensaba cuando me paré a tomar una cerveza en un nuevo bar que han abierto, el Chang'e. Se trata de un particular bar chino de la calle Talamanca de Alcalá de Henares. Tiene el local dividido por un biombo. Mientras que una mitad del bar es un restaurante chino, su otra mitad es un bar de barrio de toda la vida español. Tiene su televisión con fútbol, su parroquiano viejo y carcomido por el vino o el anís recién salido del trabajo o las calles, sus bebedores de cerveza, cacahuetes para comer... pero tiene una diferencia: es chino, no español, y de pincho o tapa te pone comida típicamente china, y no española. Yo iba camino de la casa de una amiga cuando paré allí a beber una cerveza para hacer tiempo y llegar a la hora convenida. Era barato, la cerveza era apenas 1'75 euros, con la tapa era 2'25. El camarero, tal vez dueño, era un chino al que un parroquiano le llamaba "Antonio". Él miraba un ordenador, mientras la clientela miraba un partido de fútbol. Yo miraba la combinación de elementos y decoración chinos y españoles. Y de repente me acordé de Marbán y de sus épocas cuando me fijé en aquel particular "Antonio".
En mi nuevo trabajo tengo asignado el fondo del Grupo Socialista Español de París. Desde el edificio provisional donde de momento estamos ubicados veo desde arriba el edificio del Parador Nacional, una antigua cárcel política de la dictadura. En su patio ya no hay patio, hay una extensión del edificio que son habitaciones individuales o de parejas. Sobre ellas han construído en su techo un jardín. Una visión muy curiosa. El verde del cesped y los árboles de ramajes vacíos por el invierno sobre la calle del Pozo. Lo veo desde la ventana de la sala de entrada a la Fundación. Mientras desde la ventana de mi mesa, en el archivo, veo el solar vacío, lleno de matojos, de paredes de ladrillos destartalados y desvencijados por el viento y las lluvias de siglos, de la parte de atrás del edificio del Aula de Danza de la Universidad de Alcalá de Henares. Asíque por un lado veo un jardín sobre un techo, y por otro, un solar desolador. Allí trabajo, y me parece estar trabajando en una metáfora que me recuerda el trabajo. Rico-pobre, que diría Marbán.
Aquel veterano de la guerra civil y de la Segunda Guerra Mundial al que le mandó dinero Marbán logró un empleo gracias a la recomendación y petición que le hizo este mismo a un empresario francés agradecido de la ayuda española exiliada contra los alemanes. Pero las estrecheces existían. El propio Marbán cayó en enfermedad en 1947. Para 1948 se había ido a Guatemala, donde fundó otro grupo socialdemócrata de exiliados. Allí les escribió una carta a sus compañeros de París. Estaba contento. Era una especie de paraíso sin serlo. Todos eran ricos, pero no ricos-ricos, sino ricos-pobres, como él mismo lo definió. Todo el mundo tenía para comer abundantemente de lo que quisiera. Toda la gente del campo y todo trabajador en Guatemala podía comer sin problemas, lo que les permitía tener salud. Aquellas tierras eran prósperas y fértiles, la abundancia de productos hacía que estos fueran baratos. Con lo que le costaba un sello en París, decía, podía comprar kilo y medio de avellanas. Sin embargo eran ricos-pobres, pues salvo la comida todo tenía precios prohibitivos. La falta de industria y que la poca que había estuviera en manos extranjeras hacía que la gente vistiera harapos por no tener con qué comprar ropa, que hubiera mucho analfabetismo por no poder comprar libros o periódicos por sus precios, que las herramientas de trabajo, los coches, las radios o cualquier comodidad salida de un taller o una fábrica fuera casi inaccesible por sus precios. Eran ricos-pobres.
En eso pensaba cuando me paré a tomar una cerveza en un nuevo bar que han abierto, el Chang'e. Se trata de un particular bar chino de la calle Talamanca de Alcalá de Henares. Tiene el local dividido por un biombo. Mientras que una mitad del bar es un restaurante chino, su otra mitad es un bar de barrio de toda la vida español. Tiene su televisión con fútbol, su parroquiano viejo y carcomido por el vino o el anís recién salido del trabajo o las calles, sus bebedores de cerveza, cacahuetes para comer... pero tiene una diferencia: es chino, no español, y de pincho o tapa te pone comida típicamente china, y no española. Yo iba camino de la casa de una amiga cuando paré allí a beber una cerveza para hacer tiempo y llegar a la hora convenida. Era barato, la cerveza era apenas 1'75 euros, con la tapa era 2'25. El camarero, tal vez dueño, era un chino al que un parroquiano le llamaba "Antonio". Él miraba un ordenador, mientras la clientela miraba un partido de fútbol. Yo miraba la combinación de elementos y decoración chinos y españoles. Y de repente me acordé de Marbán y de sus épocas cuando me fijé en aquel particular "Antonio".
En mi nuevo trabajo tengo asignado el fondo del Grupo Socialista Español de París. Desde el edificio provisional donde de momento estamos ubicados veo desde arriba el edificio del Parador Nacional, una antigua cárcel política de la dictadura. En su patio ya no hay patio, hay una extensión del edificio que son habitaciones individuales o de parejas. Sobre ellas han construído en su techo un jardín. Una visión muy curiosa. El verde del cesped y los árboles de ramajes vacíos por el invierno sobre la calle del Pozo. Lo veo desde la ventana de la sala de entrada a la Fundación. Mientras desde la ventana de mi mesa, en el archivo, veo el solar vacío, lleno de matojos, de paredes de ladrillos destartalados y desvencijados por el viento y las lluvias de siglos, de la parte de atrás del edificio del Aula de Danza de la Universidad de Alcalá de Henares. Asíque por un lado veo un jardín sobre un techo, y por otro, un solar desolador. Allí trabajo, y me parece estar trabajando en una metáfora que me recuerda el trabajo. Rico-pobre, que diría Marbán.
2 comentarios:
Eres grande. Te deseo lo mejor en el nuevo curro. Muak.
Gracias, un saludaco.
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