Procedo a contestar personalmente una breve entrevista que yo mismo he confeccionado con preguntas de entrevistas históricas.
Estábamos sentados uno al lado del otro, frente a la mesa, la ventana y la vista. [En silencio desde que entró Einstein al salón] (Bernard Cohen, entrevista a Albert Einstein para Scientific American Magazine, 1955).
Bueno, alguien debe romper el silencio. Ha sido un año de muchos silencios. Puedo imaginar ahora mismo todas esas casas llenas de personas que han pasado solas el confinamiento de 2020, así, como nosotros, solos en su salón, sentados con una manta sobre las piernas y mirando por la ventana. Esperando el paso del tiempo como una de las llamadas acciones heroicas del siglo XXI. Piénsalo. Antes lo heroico podía ser plantarte con trescientas personas en las Termopilas ante una muerte segura pero necesaria si querías salvar a los tuyos y a montones de desconocidos que son parte del mundo que conoces. Ahora lo heroico ha sido enfrentarnos a la soledad, porque por mucha comunicación a través de teléfonos e Internet, ha habido mucha soledad. La soledad incluso para los que ya estaban solos. Cuántos tienen soledad incluso sin pandemia. Allí en su salón, en su salón porque tampoco tienen medios para hacer nada más y parece que la vida social de nuestros tiempos se ciñe a tener medios y quien no tiene medios, no tiene vida social o la tiene muy limitada. Tener vida social parece que implica poder tener determinados recursos en tu teléfono, como si tener teléfono fuera una extensión humana, ver gregariamente determinadas series de televisión o hablar de unas mismas cosas desde un mismo punto de vista, ahondar en lo vano, huir y mirar mal a lo humano, a lo que realmente afecta al humano, porque al final somos humanos y no me cabe duda que tarde o temprano, en nuestros tiempos creo que para muchos será tarde, se darán cuenta de que no hay nada humano a lo que puedan escaparse, no pueden huir de lo humano. Lo que hoy creen algo estable, mañana se caerá como todos los castillos de arena de todos los que nos precedieron. No hay persona humana que no se haya sentado como tú y yo ahora a enfrentar su soledad, el problema es la ceguera sobre la soledad del otro, la sordera, el no querer saber. "Solo le pido a Dios que la guerra no me haga indiferente", cantaba Ana Belén, y de eso va la vida, de una guerra íntima y social que solo se gana si somos capaces de comprender y acoger al otro. Hay tantos problemas físicos sin respuesta, dijo Einstein ante un silencio así, pero al final lo particular forma el todo y tenemos que darnos cuenta de eso, eso lo aporto yo. Jim Morrison apuntaba también que la sociedad actual permite las grandes masas de gente porque los que tienen los poderes fácticos, que son los que tienen intereses económicos muy agresivos, les interesa que así sea siempre que esas masas desarrollen un comportamiento social de masa interesado en entretenimientos. Estando muchos juntos y muy bien comunicados, en realidad están solos. El problema viene cuando alguien en esa masa empieza a comunicar de verdad, profundamente, sin gregarismo, y hay quien empieza a hacer lo mismo. Entonces esa masa, que a lo mejor solo son veinte personas, ya son subversivos a eliminar o a demonizar. En el fondo está la cuestión de que la sociedad actual desde la segunda mitad del siglo XX ha desarrollado sus mecanismos de hacernos seres solitarios en cuanto a lo que realmente nos afecta, pero a la vez creernos grupo, creernos sociedad común porque somos capaces de aplaudir a un equipo de fútbol o de hablar de la serie de televisión de moda. Pero todos despertamos. Hace poco en el autobús escuché a una mujer sudamericana sentada a mi lado que decía por teléfono a alguien que: se llaman familia, pero que en la vida de todas las personas ocurre un momento en el que tú tienes que estar, tienes que estar, y si no estás es como quien tiene una momia en sus antepasados.
¿Cómo estás? ¿Cuál es tu trabajo? (Monty Lister, primera entrevista radiofónica a The Beatles, pregunta a George Harrison para Sunday Spin, de Radio Clatterbridge, 1962).
Estoy. Ayer, 21 de abril, cumplí 42 años, junto a Reina, siempre fiel esta buena gata. Como cada día despertamos juntos. Ella se tumba en mi cama al lado de mi pecho, a veces pone la cabeza en la almohada. Rara vez cambia de lugar para dormir. Todos los cumpleaños, ya sea el mío o el suyo, nos hacemos una foto. El mismo día la reina de Inglaterra, Isabel II, cumplía 95 años. Hace una semana se le murió su marido con 99 años y el funeral fue el lunes o el domingo. El día de su cumpleaños la prensa anunciaba la muerte de una de sus amigas más queridas. Los periódicos españoles hablaban de que los círculos íntimos de la reina decían que estaba muy baja de ánimo porque no solo era que se muriera su marido y su amiga cuando cumplía 95 años, es que además la prensa británica dieron reportajes sobre la muerte de su esposo como la muerte de una época, como si ella misma ya hubiera muerto y fuera pasado. Luego, aquellas fotos, sentada sola en la iglesia durante el funeral. Ahí está la soledad y la masa. El negocio de las noticias, también. Estoy, estamos. Por lo demás, trabajo de archivero, lo que se puede, un contrato corto. Más o menos ahora mismo doy segunda sepultura a los ya sepultos. Se podría decir que soy de ese grupo de gente que podría decir que la Covid-19 me ha dado trabajo, o al menos eso sospecho, pero no puedo decir nada más. Escribo, escribo mucho. Poemas, relatos, una novela ahora un poco atascada, reparto prensa a los suscriptores de El Salto en Alcalá de Henares, y trato de estar. Bebo. Juego al billar. Hago visitas inoportunas, poco más. Algunos dueños de bar me reconocen en sus días libres por ahí, a veces me invitan... Echo de menos a algunos amigos que con esto de la Covid-19 han decidido no salir prácticamente de casa y nos hemos visto muy puntualmente este año y pico. He redescubierto y reinventado amistades, hecho conocidos. Soy una cara conocida en la ciudad y últimamente se me acerca mucha gente joven que me trata como a un igual, pero a sabiendas de que soy una especie de veterano, y eso está bien, aprendo mucho y me divierto mucho. No sé si yo les aporto algo, pero conocer gente a mí me aporta algo. Luego están los lectores que me conocen o que me reconocen. Y el refugio de los dueños de bar, de los de toda la vida de los bares de rock. Eso es impagable. Es una vida. Estoy en la vida y me dedico a trabajar en ella. Cuando escribo en un bar, además, la gente respeta que si escribo es mejor dejar que fluya y me dan mi paréntesis. De todos modos, hago mucho barrio en este último año y he conocido gente. Me resulta también más económico. Teóricamente un trabajador humilde en España vive más o menos con unos 12.000 a 15.000 euros al año, digo uno humilde. Hace poco leí y compartí que la extrema pobreza en España está situada en los 16 euros al día, y en unos 23 ó 24 euros al día los pobres un poco menos extremos pero también severos. Pues bien, yo miré lo que gané en 2020 para hacer la declaración de la renta. Trabajé todo el año menos diciembre, que lo cobré del paro, en total había ganado algo menos de 10.500 euros, asique amoldo mi vida y me rio de aquellos que luego van llorando sus penas cuando cobran 1.400 euros al mes, que tampoco hablamos de un sueldo abultado para como está la carestía de la vida, peor aún son los que lloran sus penas y luego te cuentan todas esas cosas que tú llevas muchos años que ni te las planteas. Pero cada uno lo suyo. Los hay peor que yo, aunque yo, si después de este contrato breve no encuentro otro trabajo, pues ganaré menos y en algún momento no ingresaré nada. En fin, así es la vida. A mí lo que me jode son otras cosas. De esto ya se irá viendo, y sí, es grave, pero, ¿qué le vas a hacer? Estoy en la vida y me dedico a trabajar en ella en todos sus aspectos. Uno viene a jugar y puedes odiar el juego, pero no a los jugadores, aunque haya quien odie a los jugadores. Allá cada cual.
Parte de la mitología te considera un fuerte bebedor. (Jerry Hopkins, entrevista a Jim Morrison para Rolling Stone, 1969).
Todo mito parte de una realidad y toda realidad parte de un mito. No es un juego facilón de palabras, es que es así. La Tierra es plana porque veíamos que las cosas no se caen solo si están de pie sobre superficies más o menos que te permitan estar hacia arriba. De un mito, La Tierra es plana, parte una realidad, las cosas y las personas no se caen solo si están sobre el suelo hacia arriba. Ahora bien, La Tierra no es plana, convencionalmente decimos que es una esfera, aunque en realidad no es una esfera perfecta, es otra cosa, tenemos sensación de estar hacia arriba sobre una superficie, pero eso es irreal, es una sensación. De una realidad, La Tierra es redonda, parte un mito, estamos hacia arriba y no nos caemos; en realidad no nos caemos por efecto de la gravedad, pero siempre tenemos sensación de estar hacia arriba estemos donde estemos situados en el planeta. Mito y realidad se necesitan porque realidad y mito se necesitan. Y si no, ahí están los bares.
¿Qué importa más para un escritor de hoy? ¿La vanidad o la modestia? (Mario Benedeti, entrevista a Nicanor Parra para Marcha, 1969).
Para el de hoy, para el de 2021, supongo que depende de la generación y de los valores personales de cada individuo. Si nos fijamos en los que empezamos a escribir en Internet de manera masiva en la década de 2000, y también en la de 1990, teníamos un concepto generalizado de colaboración, de gratuidad, de altruismo. Mucha gente gastaba mucho tiempo y esfuerzo en tremendas y colosales aportaciones altruistas en blogs y en páginas colaborativas de las que salieron, por ejemplo, Wikipedia. Se creía en un cambio social a través de los nuevos medios de comunicación. Había un comienzo real de hermandad porque de repente gente de un lugar del planeta podía leer e interactuar con gente de la otra punta del planeta. Podías tener información que te era útil o que querías saber. Incluso los archivos estuvieron dentro de esta idea. Por cierto que el primero en ponerla en práctica fue España con el Archivo de Indias y sus fondos desde 1992. Creo que con la Primavera Árabe y ese conato casi de revolución sin ser revolución en Grecia y en España que se expandió por todo el mundo en 2011 alguien debió pensar: aquí las masas están empezando a pensar, no solo a pasar el rato juntos. Después de 2011 se empieza a potenciar que quien no gana dinero colgando videos en Internet, o en redes sociales es poco menos que tonto, o que leer blogs es de aburridos, cuando lo mejor es leer mensajes cuanto más cortos mejor y que sean bromas, nada de cosas serias. Yo escribo desde niño, desde los años 1980, aunque lo expongo públicamente desde los años 1990. Yo empecé con el papel y el recital y ahí sigo, pero a mediados de los 1990 lo extendí también a Internet, siempre como algo que compartir, otra cosa es cuando publico libros, porque eso es otra categoría, pero llevo meses viendo en la vida real y en televisión a montones de chicos y chicas nacidos después del año 2000 que cuelgan sus poemas en redes donde quieren ganar dinero ya sea con publicidad o cobrando, por extensión los jugadores, los que van de líderes de opinión o de lo que sea. De alguna manera la socialización iniciada en los 1990-2000 en las redes la han pervertido para que lo que impere sea una idea de capitalismo masivo, pero además del brutal, del que considera el individualismo de manera brutal y nada social. De ahí jóvenes que se van a paraísos fiscales siguiendo máximas que ya siguieron gente como deportistas tipo los Vicario, que nos inculcaron a nosotros, la generación padre de muchos de estos jóvenes, que eran un ejemplo a seguir. Hace un par de días vi un anuncio de televisión donde una empresa decía que si registrabas con ellos tus boletos de lotería te evitaban pagar el 20% de los impuestos sobre los premios grandes. Lo decían de tal modo que parecía que pagar impuestos era un robo del Estado y que era de idiotas pagarlos, pero de los impuestos sobrevive y vive la sociedad. Ni siquiera los padres fundadores del capitalismo en el siglo XVIII se planteaban algunas de las salvajadas que se plantean ahora, y mira que aquel primer capitalismo era muy deshumanizado y desigual, que incluso convivía con sistemas esclavistas sin hacerles remilgos. Pero, ¿cómo explicar todo esto, cuando hace muchos años ya que en las escuelas y los institutos se cambiaron algunas asignaturas de humanidades por otras dedicadas expresamente a la economía? En este sentido, si el nuevo escritor se ve obligado a competir en las redes para obtener más espectadores o lectores u oyentes para lograr seguidores en sus canales, o más visualizaciones, y así aumentar sus ingresos, la vanidad va ganando camino, entre otras complicidades unidas. Afortunadamente, siempre los hay más modestos, menos visibles, tal vez, pero más auténticos. No pierdo esperanza en lo pendular del mundo.
¿El pueblo sabe que este es el país menos desarrollado? (John Reed, entrevista a Lenin para Diez días que estremecieron el mundo, 1917).
El pueblo, la gente, cree lo que le guíen a creer, aunque siempre hay gente más autónoma y a veces estos se abren caminos. Durante años nos han dicho que la sanidad pública española era la mejor del mundo. La verdad, no tengo ni idea de cómo son el resto de las sanidades públicas del mundo. Creo que hemos tenido una de las mejores sanidades públicas del mundo, y que esta lo sigue siendo en muchas cosas, pero probablemente no sea la mejor sanidad en todo. El caso de una pandemia es algo excepcional, no se está preparado, pero para mucha gente se ha revelado con esta situación que no estamos preparados para grandes tragedias. Que las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) son limitadas. Que los recursos pueden faltar... pero es que vienen faltando desde los recortes de 2012 en general y en lugares como Madrid desde antes. Han habido políticas para favorecer a la sanidad privada y eso ha cobrado su factura en 2020-2021. Cuando estaba enferma mi madre y cuando debía llevar a mi tío al hospital y pasar días y días con ella y con él, con ellos, allí, ya entonces, y hablamos de la parte central de la década de 2010, sobre todo en torno a 2015-2017, faltaban medicamentos y por ley o normativa algunos medicamentos debían aportarlos los enfermos. Pero con esta pandemia hemos visto cómo también faltaba personal, que algunos trabajos los hacían personas con contratos muy precarios. También lo hemos visto en educación y en la administración y en multitud de lugares y en otros muchos puestos, como en archivos, de donde vengo, aún no se ha visto las condiciones reales de cómo se mantiene el sistema. Ninguno de los trabajadores precarios será recompensado, salvo aquellos que han llamado la atención a la sociedad y al periodismo, y no en todos los casos, la mayoría en sanidad. Pero eso debería hacernos pensar, algunos lo hacemos desde hace décadas, que la sociedad le debe mucho a la gente que tiene los trabajos más débiles, los más precarios, y sin embargo se aplaude al futbolista y la gente se bate en los bares para defender a su ídolo, el mismo que se va a tributar a Andorra, partiéndose el pecho en defensa de que el país es el mejor en todo. Es un buen país, es una buena sociedad, pero no podemos pararnos en quedar adormilados en ese pensamiento, porque eso nos vuelve a la masa sonámbula de antes, creyente de una realidad no tan real.
¿Tú crees, sidi, seriamente en la posibilidad de esto después de lo pasado? (Luis de Oteyza, entrevista a Abd-El-Krim para La Libertad, 1922).
Yo creo, porque soy un creyente. La sociedad siempre termina respondiendo, aunque tarde. Ahora bien, se van agotando los recursos de la gente humilde y los que tienen los medios y el dinero no parecen querer hacer "sacrificios" ni generosidades, y el reloj sigue haciendo tic-tac. La Historia se asemeja a un movimiento pendular, pero el movimiento del péndulo se puede regular como el movimiento de un metrónomo, el problema es que la aguja del metrónomo sabemos que tiene un mismo plano, el péndulo puede oscilar en una variable en círculo que da muchas más posibilidades de todos los tipos, y digo todos. Creo que podemos ir a mejor en lo social, sin duda, y que la gente despertará. Ahora está amodorrada porque la última vez que despertó, en 2011, no le han dado las respuestas que deseaba a pesar de que hubo mucho movimiento más o menos hasta 2015. No es que ese movimiento haya desaparecido, pero por un lado la mano inflexible del gobierno del PP de Rajoy, cortando de raíz satisfacer las peticiones de la gente y haciendo recortes a favor de los que más tenían, y por otro la aparición de Podemos llevando unas reivindicaciones sinceras al plano de una política de partido y cayendo en esa espiral cada vez más, desmotivan y desmovilizan. Sin embargo, entre todo esto, creo, por ejemplo, que si nos tenemos que ceñir a ese tipo de política tengo esperanza en Yolanda Díaz, la Ministra de Trabajo y vicepresidenta tercera y si sigue así, al lado real del trabajador, la quiero de presidenta de gobierno, pero ya veremos, queda partido, queda juego y quién sabe si al final la patronal o la banca no la forzarán a hacer cosas contrarias a sus principios. En principio, en la vía política, ahí veo futuro y esperanza, pero a mí me interesa la sociedad y en la sociedad creo que también hay esperanza, porque aunque las voces más intransigentes se dejen oír cada vez más, son un callejón sin salida. No tienen recorrido, su discurso es cortoplacista y centrado en mitos irreales que una vez que se enfrenten a ellos, será la inexistencia de los mitos los que devoren atrozmente a esas voces. La gente en la que creo ahora la veo desengañada, pero sé que volverán a ver que a veces lo particular es lo que construye lo social. No hace falta hacer grandes planes, cuando a veces los pequeños planes construyen tejidos fuertes. No podemos quedar congelados a la espera de que nos resuciten, eso también es verdad, pero todo tiene sus tiempos y sus ritmos, porque además las psicologías y las biografías personales también juegan su papel en todo acontecimiento humano, y la psicología de masas ilusionada de 2011 necesita ahora mismo seguir activa pero a la vez tomarse un poco de tiempo para saber mejor su rumbo. Ya hay mucho camino hecho, pero queda más. No hay que dejarse caer y congelarse hasta revivir en un futuro mejor, pensamiento por otro lado en cierto modo religioso, la vida pospuesta a una vida futura no garantizada como existente.
Si tal programa tiene éxito [la criogenización], la persona que está congelada no tendrá forma de saber, por supuesto, si alguna vez será revivida con éxito. ¿Crees que los futuros científicos estarán dispuestos, incluso si pueden, devolver la vida a sus antepasados? (Eric Norden, entrevista a Stanley Kubrik para Playboy, 1968).
Posiblemente la curiosidad científica, más que la de la sociedad en general, puede que aborde ese asunto si cree que es posible abordarlo. Desde los años 1960 hay diversos proyectos e investigaciones sobre criogenización, sobre todo enfocados a viajes en el espacio, pero también para supervivencia más allá de la muerte aquí, en La Tierra. No pasa de ciencia ficción hoy día y de proyectos fracasados en parte, abandonados en otra buena parte, fraudulentos en otra buena parte, mentirosos y demagogos algunos más. Pero pongamos por caso que en algún momento la ciencia dijera que hay posibilidades y probabilidades de éxito si se hace. No me cabe duda que los científicos lo harían, luego habría campañas de comunicación a favor y en contra, muchas polémicas, conflictos religiosos, problemas éticos. La cosa es que los científicos serían financiados por grandes fortunas, más que por Estados, salvo quizá algún Estado de Oriente. Esas grandes fortunas meterían dinero pensando en sí mismas. No creo que lo hicieran por altruismo y amor a la humanidad, sino por pervivir, porque todos queremos vivir y si eres rico y puedes lograrlo, lo harías. La semana pasada unos científicos españoles en Asia lograron embriones al mezclar ADN de humano y de simio, o así lo anunció la prensa. Una de las utilidades posibles era el trasplante de órganos, pareciera una idea buena, pero, ¿cómo se obtendría ese órgano? Yo no lo sé. ¿Implicaría la muerte de un ser no considerado humano? Lo menciono como ejemplo de posibilidades que parecen imposibles y que no lo son. Hace mucho unos periodistas, sin base científica alguna, planteaban la posibilidad de devolver la vida a un neanderthal. Imaginemos que se pudiera hacer. ¿Exactamente para qué lo haríamos? ¿Qué vida le daríamos a esa persona? Es más, ¿nadie ve la perversión de tener que plantearse mínimamente la pregunta anterior? ¿La criogenización para viajes espaciales? Si se puede hacer, pudiera ser útil. ¿La criogenización en el planeta Tierra? Puede ser un nuevo elemento de distinción y separación social, de elitismo. Pero, ¿cuadraría alguien del siglo XX, como Walt Disney, supuestamente criogenizado, en el siglo XXV, por ejemplo? Eso abre vías más complejas de planteamiento, porque la ética, la moralidad, la sociedad, la política, el mundo entero, estaría cambiado y quizá Walt Disney estaría más para una vitrina, como Tutankamon en el siglo XXI, que para vivir la vida, por mucho que en el siglo XXV Disney viviera. Pero el tema es más complejo y no hay respuestas únicas.
¿Juzga a Charlot? (Manuel del Arco, entrevista a Walt Disney para La Vanguardia, 1957).
Charlot es el personaje más humano del cine del siglo XX. En cierto modo trasladó ideas sociales sin plantearlas de manera directa. Ha hecho más por la concienciación de lo correcto y del bien social que muchos políticos. Y nos hace reír... incluso más de cien años después. Personas así nos hacen sentir bien, al menos en cuanto a los aspectos más generales de su vida.
Se cuelga una pistola que había dejado a manera de bastón o paraguas en el perchero. Salimos a la calle. En la esquina está su automóvil. "Si quiere usted, le llevaré adonde se proponga ir", dice. Y luego añade: "Pero debo advertirle que a mi lado se corre algún peligro". "Acepto su ofrecimiento", contesto, "más temo perderme en este barrio que no conozco". Por el camino me pregunto: ¿Cuál es el grado de la influencia que este hombre ejerce y dónde? (Javier Bueno -"Antonio Azpeitua"-, final de la entrevista a Adolf Hitler para ABC, 1923).
A eso vamos, cualquiera desde lo particular puede ejercer influencia o convencer de sus bondades, pero necesitamos actitud crítica. En los tiempos modernos es necesario saber distinguir a la persona del actor. Hay mucha persona amable en su cara pública y monstruosa a puerta cerrada. Hitler probablemente no ocultaba nada de sus intenciones cuando era joven en 1923, ciertamente apuntaba maneras, pero la gente le escuchó, sobre todo diez años después, en las elecciones alemanas de 1933. Hay que tener cuidado, pero para eso hay que lograr disociarse de esa masa que se cree conectada y está individualizada en su soledad absoluta. Somos algo más que soledad.
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