domingo, diciembre 01, 2019

NOTICIA 1921ª DESDE EL BAR: PROBLEMAS MEDIOAMBIENTALES, UNA SELECCIÓN QUE PARTE DE 1979 (1 de 4)

Entre mañana 2 de diciembre al día 13 se celebra en Madrid la cumbre contra el cambio climático. Se quiere tomar medidas concretas para frenarlo, aunque parte de la negativa de Estados Unidos y China para hacer todo lo posible. La Unión Europea se ha puesto a la cabeza siendo la primera región del planeta que ha declarado el estado de emergencia mundial. Con este motivo voy a intentar mostraros cuarenta fotografías de problemas medioambientales desde 1979 a la actualidad. Trataré de hacerlo en cuatro entregas. Elijo la fecha de 1979 simplemente por ser el año de mi nacimiento, pues si nos ponemos hay otras fechas importantes con anterioridad. Empecemos.

El 3 de junio de 1979 se produjo el mayor desastre de escape de petróleo hasta esa fecha conocido. Además fue el primero de estos desastres accidentales en una plataforma petrolífera en el mar, sin contar los vertidos no menos importantes de las batallas marítimas en guerras previas y de accidentes de barcos petroleros. No obstante, en la magnitud de su gravedad se basó el cineasta Richard Lester para una de las escenas del argumento de la película del superhéroe Superman III en 1983, que no dejaba de tener cierto mensaje ecologista contrario a los intereses de las ambiciones del ultracapitalismo caído en red criminal, todo eso de fondo para quien lo entendiera en la época. La plataforma petrolífera Ixtoc-I, de Petróleos Mexicanos, tuvo un reventón durante sus labores de extracción en el Golfo de México, en el Mar Caribe. Se vertieron 530.300 toneladas de crudo de petróleo al mar. La crisis duró doscientos ochenta días, Dado que sus gases se dispersaban en la atmósfera y el mar, y el crudo mismo contaminaba las aguas y las costas, se lanzó un dispersante químico desde aviones que afectó a 2.800 kilómetros cuadrados. Fue la primera gran intoxicación del mar que afectó principalmente a todos los países del Caribe, pero en realidad a todo el planeta por efecto de las corrientes marítimas. Incluso una isla donde habitaba una colonia tortugas fue evacuada por aviones, salvándose a aquellos animales, aunque no a miles de otras especies vegetales y animales. Provocó una crisis económica y dejó de relieve que no existía la seguridad total en las extracciones petrolíferas marítimas, tal como las petroleras habían asegurado hasta entonces. (Foto publicada por Wired).

La década de 1980 será la última de la Guerra Fría entre los dos bloques político sociales enfrentados desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Entre las múltiples causas que confluyeron internacionalmente para que esto ocurriera está que la Unión Soviética no pudo seguir el ritmo económico de Estados Unidos y el resto de Occidente al gastar demasiado en todas las infraestructuras militares que requería su modelo. El bloque soviético no invertía en sus infraestructuras al mismo ritmo que en su ejército. Eso dará a mitad de década un colapso en la sucesión de la Jefatura de Estado en la URSS, después la llegada de reformas políticas apuntando a la apertura y al fin de la carrera armamentística. En 1989 se caería el muro de Berlín y a partir de ese momento varias Repúblicas soviéticas y países independientes de la URSS se irían independizando mientras el mundo occidental iba a una guerra en Irak en 1990. En 1991 definitivamente desaparecería la URSS y el bloque soviético. Después de esto comenzaría una etapa de ultracapitalismo al triunfar el bloque occidental de Estados Unidos. Los derechos laborales y sociales comenzarían a mermar, mientras se establecían las normas de un mundo de mega millonarios y multinacionales que serían respondidas por los movimientos antiglobalización, duramente interrumpidos tras los atentados de New York en 2001. Antes de llegar a todo ese punto Tenemos la década de 1980 y el gran salto al consumo desaforado en Occidente que llevó a una competición económica con la que la URSS no pudo competir. Este anuncio español de Coca-Cola del año 1980 sirve de ejemplo. Por primera vez se presentaba la botella de dos litros, usando la imagen sugerida de Hollywood y el robot R2-D2, de la saga Star Wars, que ese año presentaba la entrega El Imperio contraataca (Irvin Kershner, 1980). No deja de ser paradójico que el programa nuclear de Estados Unidos con el que la URSS no pudo competir fue llamado popularmente igual que la saga, "La guerra de las Galaxias", al querer usar satélites artificiales. Aunque el consumo y el Estado del bienestar se había potenciado desde los gobiernos en Occidente desde 1950, al llegar el actor Ronald Reagan a presidente de Estados Unidos en 1980 este apostó por medidas ultraconservadoras y ultraliberales que llevarían al capitalismo salvaje posterior a la Guerra Fría. Potenció el consumo y la década de 1980 fue por excelencia la década del consumo de plásticos, electricidad, comida rápida al estilo de modo americano y todo tipo de productos. En Europa le imitó Reino Unido y poco a poco todos lo siguieron, mientras las sociedades lo aceptaban como el mejor sistema político y económico. Toda la gente quería tener coche o las familias más de un coche, viajes largos, comida rápida, precocinados, objetos de usar y tirar, ropa que se pasaba de moda rápidamente, varios televisores, etcétera. El consumo desaforado de este tipo de capitalismo terminó minando los derechos de los trabajadores, pero también la ecología del planeta. El modelo alimenticio norteamericano no es compatible con las posibilidades alimenticias del planeta entero, la producción de plásticos desechables resultan ser un grave problema para los mares y la vida, el exceso de coches y fábricas han potenciado las emisiones de gases contaminantes, se recalienta el planeta, etcétera. Sólo la fábrica Coca-Cola es el mayor consumidor de aluminio del mundo, en algunas regiones ha provocado escasez de agua y sus exportaciones y fabricación provocan millones de toneladas de contaminantes a la atmósfera. (Foto de Recordando la publicidad).

La extinción de especies animales y vegetales se ha acelerado en las últimas décadas. En buena medida es culpa del ser humano por ser causante del cambio climático, el uso de pesticidas para la agricultura, así como por ir colonizando los espacios salvajes o naturales (deforestación y urbanización o ruralización). En las últimas dos décadas Alemania ha perdido el 75% de sus insectos y en Francia un tercio de sus aves, por poner dos ejemplos. Las abejas, por los pesticidas de una muy determinada multinacional agrícola y sus pesticidas, se ven amenazadas de su desaparición. La compra de los productos de tal empresa provoca que esta empresa siga viendo positivos sus métodos, mientras se espera un endurecimiento de la ley contra esos métodos. También las guerras eliminan especies, por ejemplo en África, como contó la película Gorilas en la niebla (Michael Apted, 1988). Pero en todo el planeta está ocurriendo la extinción, y de manera acelerada en la fundición del hielo de los polos de La Tierra. Sin embargo, a estos factores se les une también la caza, como la que provocó la extinción del rinoceronte blanco en 2018. Así por ejemplo aquí vemos a un torillo andaluz, una especie cercana a las perdices. En España el torillo está extinguido desde 1981, año en el que el último ejemplar fue abatido en el Parque Natural de Doñana. Existían otros ejemplares de la misma especie en el resto de Europa, pero no hace muchos años se confirmó su desaparición. En marzo de 2019 el CSIC confirmó definitivamente que sólo quedan unos pocos en Marruecos. Se planea reintroducirlos en España. (Foto de Ecoticias).

En el verano de 1982 se produjo un Congreso Internacional sobre Medio Ambiente al que acudieron políticos y científicos de treinta y tres países. Ese año uno de los principales problemas ecológicos se consideraba que era la lluvia ácida. Tanta importancia se le dio que hasta la prestigiosa revista estadounidense de investigación periodística Time le dedicó portada y número; y, aunque no era exactamente la lluvia ácida de la vida real, Ridley Scott se sirvió de ella para su película Blade Runner, estrenada ese mismo año, en el metraje esta lluvia ácida era causada por la contaminación y por los efectos de una guerra nuclear pasada. La lluvia ácida de la vida real, que aún vivimos, es una lluvia donde las nubes acumulan toneladas de contaminantes procedentes de los humos de las fábricas y vehículos de biocarburantes. No sólo de esos humos, también de la acidificación de las aguas por medio de los vertidos industriales a los ríos. La contaminación por azufre en la lluvia ácida se calculaba en aquel 1982 en 20.000 toneladas en Europa y 100.000 en todo el mundo. Otro informe desveló la muerte de 50.000 norteamericanos por efectos contra su salud causados por la lluvia ácida en 1980. Eso hizo que Canadá investigará los informes médicos de sus ciudadanos, llegando a la conclusión de que el 70% de sus enfermos con problemas respiratorios tenían su causa en las fábricas norteamericanas de los Grandes Lagos, le reclamó que hicieran que rebajasen sus humos un 25% en 25 años, lo que costaría 100.000 millones de dólares. Estados Unidos fue reticente, alegando la protección de su economía  (Foto de Ebay).

Ya lo he dicho más arriba, muchos pesticidas actuales son altamente venenosos y contribuyen a eliminar tanto plagas como insectos beneficiosos, tales como las abejas. La desaparición de estas a nivel mundial se relaciona cada vez más con el uso de los pesticidas de Monsanto. Si estas llegaran a desaparecer la polinización sería altamente difícil, y puede provocar una extinción vegetal que arrastre a una extinción de especies animales y una disminución del oxígeno. Mientras se espera legislaciones duras con quienes usen o fabriquen estos pesticidas tan potentes y de manera indiscriminada, la gente de todo el planeta ya comienza a evitar comprar productos donde Monsanto tenga algo que ver, pero es difícil saberlo, o imposible, y en consecuencia casi todo el mundo compra algún alimento donde los agricultores usaron Monsanto. Pero este problema que parece descubierto hace pocos años ante la desaparición de abejas, en realidad ya se detectó en 1983. Un estudio de aquel año sostuvo que 400.000 nuevas personas al año sufrían problemas de salud por el uso de pesticidas en la agricultura, yendo desde problemas leves a malformaciones y cáncer, a esto se sumaba la muerte de 100.000 personas al año por las mismas causas. El problema fue a más y en 1988 una Comisión Mundial del Medio Ambiente y el Desarrollo alertó mundialmente del problema. el problema aumentó, porque los productos modernos de pesticidas eran más potentes y eficaces, por lo que los grandes productores de productos agrícolas los usaban y no paraban ni paran de venderlos por todos los mercados y supermercados. La UNESCO calculó que existían hasta 750.000 productos a la venta cultivados o afectados por pesticidas que son imposible de eliminar, y por tanto acaban en la alimentación humana. En los años 1990 la misma UNESCO hablaba de entre tres millones y tres millones y medio de personas nuevas que cada año adquieren problemas graves de salud por este hecho. Se les ha denominado Contaminantes Orgánicos Persistentes y en 2005 se llegó a afirmar que se trataba de un envenenamiento global. (Foto de publicidad de pesticida en 1983 sacado de Vintage Papers).

Hay tres guerras que marcaron los años 1980 de manera clara, la de la URSS en Afganistán, la de Irak-Irán y la Guerra Civil Etíope. Nadie de los que vivimos los años 1980, a cualquier edad, habrá podido olvidar aquellas imágenes de gigantescos campamentos de refugiados en mitad de lugares desérticos y llenos de niños y adultos que eran  pellejos vivos, pellejo pegado a los huesos, a veces con tripas hinchadas de agua o de aire. La hambruna era enorme y con ella las epidemias y la mortandad. A esto se le sumaba el escenario de guerra civil, donde hubo no menos de treinta y cuatro parte beligerantes. No todos los beligerantes eran bandos etiopes, hubo bastantes países que apoyaron a unos y a otros según convenía. El proceso de descolonización había sido bastante mal hecho en buena parte de África, por medio de guerras y revoluciones violentas en la gran mayoría de los nuevos Estados, motivadas por una libertad a menudo basada en fronteras ficticias a conveniencia de los intereses económicos de las viejas potencias coloniales de origen europeo. Abisinia había resistido al colonialismo e incluso había fundado su Imperio, pero en 1935 fue invadida por la Italia fascista y desde entonces vivió la ocupación colonial, el racismo y una Segunda Guerra Mundial donde se mezclaban los intereses de los dos bandos en guerra más los de los abisinios que deseaban recuperar su independencia. La lograron, pero el regreso de su antiguo emperador creó grandes descontentos por las desigualdades de clase, desigualdades étnicas, religiosas e incluso políticas. Estamos en plena Guerra Fría y Etiopía, que era un lugar pobre pero situado estratégicamente en uno de los lugares de paso de barcos petroleros más importante del mundo, se situó en el centro del calentamiento de la Guerra Fría. Tras un golpe de Estado en 1974 se inició una guerra civil que ya no terminaría hasta 1991, con la partición de Etiopía en varios Estados. Estados Unidos, la URSS, Cuba, Israel, Sudán, China, Yibuti, Italia, Corea del Norte, Libia y un sin fin de Estados ayudaron a unos y a otros y les suministraban armas o militares a conveniencia, azuzando la guerra, a la vez que en los medios hablaban del gran drama humano con el que había que acabar. Alimentaron a la vez a los innumerables e interminables grupos políticos y militares enfrentados que surgían entre los etíopes. El punto culminante llegó en 1984. Llevaban diez años de guerra, no sólo se tradujo en carnicerías y una merma de hombres y mujeres, los campos cultivables fueron abandonados, el resto de actividades productivas también. No había alimentos para todos en una población que además estaba superpoblada, a pesar de los estragos de la guerra. En 1983 comenzó un año de una sequía muy prolongada cuya parte más grave sería en 1984, con gran calor que se prolongaría hasta 1985. Las muertes por hambre se dispararon por miles. El avance del desierto era evidente en medio de aquel panorama. Las sequías y la desertización son cada vez más acuciantes en África desde entonces. Los problemas ecológicos que se encontró Etiopía en medio de la guerra se han ido reproduciendo cada vez más en este continente. La escasez del agua es un serio problema, ahora producto del calentamiento global. En varios países de África hay gente que se dedica a plantar árboles para ganar terreno al desierto, y este año 2019 Tanzania y Ruanda han prohibido totalmente el uso de plásticos. Como sea, el músico de rock Bob Geldof logró reunir a una gran cantidad de músicos de rock para celebrar un festival benéfico en 1985 con el fin de recaudar fondos para ayudar a los desnutridos. Quedó reflejado en la película documental de aquel festival, Live Aid, de Vincent Scarza y Kenneth Shapiro. (Foto de Radio Canadá).

En 1985 se nos anunció al común de los mortales la existencia del agujero en la capa de ozono. En realidad la comunidad científica ya conocía el problema de la disminución del ozono en la atmósfera terrestre desde que en 1976 se presentó un informe en la Academia Nacional de Ciencia de Estados Unidos de América, lo que hizo reaccionar contra los CFC al propio Estados Unidos más Canadá, Suecia y Noruega. Los CFC son gases que contribuyen al funcionamiento de las latas de aerosol, ya sean estas insecticidas, laca de pelo, ambientadores del hogar, desodorantes corporales, etcétera, productos comunes de las sociedades actuales desde la Segunda Guerra Mundial, pues se inventaron con el uso de insecticidas para matar mosquitos y proteger de enfermedades a las tropas norteamericanas en el Pacífico. Hoy día están muy metidos en la cultura de consumo actual, aunque en el Tercer Mundo llegaron no hará más de dos o tres décadas atrás. Precisamente en los años 1980 los aerosoles parecían una solución para todo, incluso para la moda, ya que el pelo fijado por laca era algo común en Occidente. Pero que cuatro países hubieran tomado medidas no era suficiente. El problema aumentó y en 1985 la comunidad científica y los grandes gobiernos nos anunciaron que la disminución de la capa de ozono en la atmósfera terrestre había provocado lo que se llamó un agujero en la misma en la zona de la Antártida. Por ahí se filtraban los rayos ultravioletas ayudando a recalentar la temperatura del planeta. Hasta veinte países firmaron en Viena un acuerdo con los grandes productores de CFC para reducirlos. Comenzaron las campañas de concienciación y desprestigio sobre los CFC, los cuales siguen siendo inevitables en bastantes productos. En 1987 fueron 43 los países que firmaron un protocolo en este sentido. En 1990 se firmó que se eliminasen del todo para el año 2000, menos los de los inhaladores para el asma, y en 1992 firmaron adelantar su fin a 1996. La reducción de CFC ha ayudado a recuperar capa de ozono, pero se calcula que no será total hasta el 2050, salvo porque los hidrocarbonos están haciendo ahora el trabajo de los CFC, y eso implica eliminar vehículos y fábricas contaminantes por ese medio, lo que es más difícil por las ambiciones de los grandes empresarios y el consumo no concienciado de las personas. La película Los Inmortales II (Russell Mulcahy, 1991) ingenuamente se dedicó a una fantasiosa solución al problema. (La imagen es de Kawall Info).

En 1986 llegó el mayor desastre ecológico jamás conocido, explotó la central nuclear de Chernóbil el 26 de abril, en la antigua URSS, hoy día situada en la actual Ucrania. Los efectos radioactivos de la explosión llegaron a detectarse en España, en Barcelona, al otro extremo de Europa, ya con muy baja intensidad. La Guerra Fría seguía su curso y esta explosión podía tener unas consecuencias políticas graves más allá del accidente. Aunque se trató de negar y ocultar en un primer momento por las autoridades soviéticas, la realidad era innegable y tuvieron que decir lo ocurrido, si bien ocultaron muchos datos incluso a su propia población. Todo ello ha sido narrado por la serie de televisión Chernobyl (Craig Mazin, 2019). La central nuclear era de uso civil. Alimentaba de electricidad a una extensa área de población. Dentro de la carrera armamentística de la Guerra Fría, el desarrollo de la energía nuclear había avanzado mucho y las centrales de uso civil eran una alternativa llamada más limpia que otras formas de obtener energía de modo más contaminante, como por ejemplo el carbón. Sin embargo desde el principio contaron con la animadversión de los ecologistas en Occidente, que siempre vieron en ellas un peligro desde los años 1960. En las URSS estas voces contrarias no se oían. Lo cierto es que nunca había existido ningún accidente públicamente conocido, pero tras la explosión de Chernóbil fue evidente que los ecologistas llevaban razón sobre los riesgos de esta fuente de energía. Se abrió un debate internacional sobre las bondades y los riesgos de este tipo de electricidad. Francia se replanteó cerrar por plazos muchas de sus centrales. Lo cierto es que en una sociedad cada vez más necesitada de electricidad falta invertir en energías renovables limpias, como las fotovoltaicas, las eólicas y otras. La cuestión es que la explosión no sólo destruyó una extensa área y mató las formas de vida cercanas, expandió una radiación que provocó cáncer y malformaciones que aún hoy día acortan vidas en la zona. Además ha provocado mutaciones no muy bien conocidas y el epicentro sellado ha producido una sustancia que no termina de abandonar su fase de fundido y que es una amalgama de todo lo que componía la central. La explosión fue mucho más fuerte que las explosiones de las dos bombas nucleares que lanzó Estados Unidos a Japón al final de Segunda Guerra Mundial en 1945. Se expulsaron gases y radiaciones a la atmósfera que ayudaron a recalentar el planeta ese año. Queda abierto el debate sobre la seguridad de estas centrales, que envejecen con el tiempo y las crisis económicas impiden su buen mantenimiento, quizá por ello algunas se han ido cerrando. Eso sin citar sus residuos tóxicos, que suelen terminar en cementerios nucleares en los lugares más pobres y habitados imaginables. (Foto de Unidiversidad). 

Un poco más de un año más tarde, en septiembre de 1987, ocurrió el que está llamado peor desastre radioactivo fuera de una central nuclear, el desastre radioactivo de Goiâna, en el centro de Brasil. En este caso no fue por accidente, sino por negligencia y desconocimiento. Brasil tenía amplios planes de modernización del país en las décadas anteriores. Su capital, Brasilia, es producto de esos planes al crearse a lo largo de los años 1950 y fundarse como ciudad y capital en 1960. Dentro de esos planes se crearon varias instituciones de servicios públicos, pero también privados, que por las evidentes crisis económicas periódicas de Sudamérica quedaron abandonadas a su suerte en parte. Una de esas construcciones fue una clínica privada de radioterapia en Goiâna con un modernísimo equipo de teleterapia. La iniciativa empresarial médica no obtuvo los beneficios que se esperaban y la empresa cerró la clínica abandonando las instalaciones en 1985. Desde entonces entraban en el edificio chatarreros, vagabundos y ladrones habituales buscando cobijo. En septiembre de 1987 dos de esos chatarreros entraron a la sala donde estaba el equipo de teleterapia, que a pesar de su gran valor y de su peligrosidad si no se cuida, estaba allí aún. Dentro contenía un pequeño cilindro con cloruro de cesio, que es el que desprende las emanaciones radioactivas en la lucha contra el cáncer. Bien usado médicamente ayuda contra la enfermedad, pero abandonado a su suerte es un peligro si alguien lo manipula indebidamente y eso fue lo que ocurrió. Los dos chatarreros pasaron a transformarse en ladrones al extraer el cilindro de metal de su máquina y llevárselo. Se lo llevaron a otras ruinas donde vivían no sin antes recorrer prácticamente la ciudad. Manipularon el cilindro, sin saber lo que era, y rompieron el cristal que evita que se emane la radioactividad fuera del aparato. El cesio-137, de una luz azul que les llamó la atención, quedó libre. En resumen, murieron varias personas, una decena quedaron con graves secuelas, y doscientas cuarenta y cuatro personas quedaron contaminadas de radioactividad. Tuvo que demolerse una gran cantidad de casas, retirar la tierra de todos los jardines y calles, eliminar las plantas por las que pasó cerca el aparato y, en fin, generaron 6.000 toneladas de desechos radioactivos que terminaron enterrados a veinte kilómetros de la ciudad. Los médicos de la clínica se enfrentaron a un largo proceso judicial que aún en el año 2000 seguía dictando sentencias. Fueron declarados culpables de homicidio imprudente por negligencia. En realidad, probablemente, del mismo modo que se cerró la clínica por poco rentable, lo que llamaron negligencia (el abandono del material médico radioactivo) fue lo más seguro un abandono consciente al hacer las cuentas de cuánto costaría el desmantelamiento del aparato y no gustarle los resultados económicos. Una vez más una mentalidad en términos de negocio atentaba contra la ecología. (La foto pertenece a la BBC).

El efecto invernadero del que ya hemos hablado cuando en 1985 se anunció en todos los noticiarios la existencia de un agujero en la capa de ozono en realidad había sido descrito y previsto por primera vez en 1896 por Svante Arrhenius, un científico sueco. En aquel momento se descubrió un calentamiento del planeta natural por efectos físicos, la temperatura media del planeta estaría en torno a los 15º, sin embargo, decía él, la actividad humana moderna emite a la atmósfera unas dosis de gases CO2 que podían alterar la temperatura y subirla por un efecto invernadero. El calentamiento global por acumulación del dióxido de carbono generado por la actividad humana no se verificó hasta 1987, pero fue en 1988 cuando definitivamente se reconoció por primera vez de forma oficial por parte de la Organización de Naciones Unidas que la temperatura del planeta había aumentado desde 1880 por la actividad humana. Fue desde entonces que se comenzaron a crear campañas de concienciación, investigaciones gubernamentales, políticas destinadas a frenar la emisión de gases, seguimientos estadísticos, etcétera. Fueron sesenta los países implicados en aquel 1988. Desde que comenzó la revolución industrial en el siglo XVIII se han ido creando fábricas y automóviles que cada vez emitían más gases a la atmósfera. A esto le sumamos las calefacciones de las casas y el uso cada vez mayor de electricidad que, para ser producida, también contamina. En aquel 1988 se abrieron una serie de debates que a lo largo de los años 1990 hizo que la comunidad científica se dividiera sobre la realidad del efecto invernadero o sobre el papel de los océanos en la temperatura del planeta. La cuestión es que desde entonces queda reconocido el problema, sea como sea que se le enfoque en cada momento histórico, aunque desde entonces el término "efecto invernadero" está en desuso y puesto en entredicho por una gran cantidad de científicos, cada vez más, que prefieren el término "calentamiento global", pues implica muchos más factores que la actividad humana. En todo caso, un cambio de sistema económico que implique un menor consumo y la norma de las tres erres (reducir, reutilizar y reciclar) ayudaría a evitar toda esa emisión de gases, por mucho que probablemente esto también implique una crisis económica, política y social hasta que se cambie del todo el sistema. (Foto publicada por The New York Times).

Como resultado del reconocimiento oficial en 1988 de la responsabilidad de los humanos en el calentamiento del planeta, en 1989 hubo una cumbre internacional sobre la contaminación atmosférica y el cambio climático en Holanda, en Noorwijk. Participaron sesenta y cinco países con la finalidad de llegar a acuerdos que disminuyeran las emisiones de dióxido de carbono, ozono, metano y nitrógeno. Holanda, la República Federal Alemana y Dinamarca propusieron reducir la emisión de esos gases por actividad humana en un 20% para el año 2000, pero Estados Unidos de América, la URSS y Japón se negaron alegando, como siempre, razones económicas. No estaban dispuestas a producir menos y por tanto a ganar menos económicamente. Se habló también de la necesidad de ayudar a los países del Tercer Mundo por parte de las naciones ricas para, por ejemplo, repoblar doce millones de hectáreas de bosque y selva. lo más que se logró es que, con mediación de Reino Unido, las grandes potencias se pusieran de acuerdo en los términos que se debía usar para hablar del cambio climático. Estados Unidos dijo que eso era un logro importante para entenderse, pero era poco menos que nada puesto que no hubo consenso para sacar adelante medidas prácticas. (Foto de The New York Times).

La Guerra Fría estaba ya en su final y la URSS estaba débil y en crisis aunque pretendía aparentar lo contrario. Quizá por ello, tras acabar la guerra entre Irak e Irán, en 1990 Irak decidió invadir el pequeño Estado de Kuwait alegando la necesidad de tener una salida al mar y la legitimidad de un espacio propio para lograrlo. De fondo había muchas otras razones, entre ellas la ambición de hacerse con los pozos petrolíferos de Kuwait. Pero Kuwait era aliado de Estados Unidos de América. La OTAN se puso a funcionar y tras varios meses advirtiendo a Sadam Husein que se retirase de Kuwait, y tras asegurarse que la URSS no intervendría Estados Unidos y sus aliados iniciaron una guerra contra Irak para liberar Kuwait. En medio de esa guerra los irakíes aprovecharon para exterminar kurdos. Se tuvo que invadir Irak y ocuparlo, aunque no se desalojó del poder a Husein. La guerra duró apenas un par de meses entre 1990 y 1991. Fue una guerra con planteamientos de estrategia nuevos y algunas armas nuevas. Esta guerra se transformó en una catástrofe ecológica de primer orden. Irak optó por quemar los pozos petrolíferos en su retirada y en colocar minas explosivas para impedir la llegada de bomberos. Los pozos ardieron siete meses, pero también se destruyeron petroleros y oleoductos que vertieron miles y miles de crudo al mar, afectó a 3.200 kilómetros cuadrados marítimos. Fueron setecientos los pozos petrolíferos que ardieron, que equivalieron a seis millones de barriles de petróleo. Se contaminaron cuarenta millones de toneladas de tierra y arena, pues se formaron lagos de petróleo. Hasta el 5% del territorio de Kuwait quedó alquitranado y arruinado sus campos, lo que afectó a sus ganados y animales salvajes, que murieron con los pulmones reventados. La emanación de gases y cenizas a la atmósfera fue el equivalente al 60% del dióxido de carbono que producen las empresas eléctricas norteamericanas en un año, eran a la vez el equivalente al 2% del dióxido de carbono emanado en todo el planeta a lo largo de un año. (Foto de Cadena SER).


En 1991 cayó la URSS y el Pacto de Varsovia, con ello se acabó la Guerra Fría. El bloque occidental en ese momento apostó por tomar una serie de medidas ultraliberales que socaban el Estado del Bienestar y que llevan al capitalismo salvaje. Este capitalismo salvaje se irá perfilando a lo largo de los años 1990. Básicamente para que este funcione se fomentaba, como actualmente, el consumo y una forma de vida que necesita de muchos recursos que empobrecían más a los países menos favorecidos. Pero a la vez todos esos productos de consumo generan o bien terminan transformándose en basuras que no terminan su ciclo en el reciclado. Los basureros se han hecho más grandes y las grandes potencias incluso han pagado a los países pobres para trasladar allí sus basureros. En el caso de la República Popular China en 1991 se desveló cuáles eran los llamados "pueblos del cáncer". Trasladaban las basuras de sus grandes ciudades a pequeñas aldeas y pueblos rurales muy empobrecidos, que vivía del cultivo de arroz. Uno de esos pueblos era Yongxing. En los años 1970 comenzó a recibir las basuras que generaba la ciudad de Guangzhou y de todos sus municipios de alrededor, así como de otras zonas y grandes ciudades de China. Enterraban las basuras en sus tierras o bien colmataban los campos. Pronto no se pudo seguir cultivando. En 1991 se supo que estaban recibiendo mil toneladas de basura al día, que habían ocupado treinta y cinco hectáreas y media de terreno. El agua de los pozos se contaminó y era peligroso beberla, también fue imposible regar los campos con ellas. La gente de Yongxing protestó en la calle, pero las manifestaciones acabaron con arrestos y encarcelamientos, algunos duraron años. El gobierno instaló dos incineradoras de basura que, por otra parte, tal como advirtió la Organización Mundial de la Salud, incineraban de manera deficitaria. Las emanaciones gaseosas de las basuras en descomposición y los humos contaminantes de las incineradoras, más la contaminación del agua y de la tierra, aumentaron los casos de cáncer. Muchos habitantes se fueron a otros lugares, China llevó nuevos trabajadores por sueldos más bajos. Este problema con este macro vertedero se reproduce en todo el mundo. Por ello, y por otras razones, se intenta inculcar la cultura citada de las tres erres, reducir el consumo, reutilizar y reciclar. (Foto de La Vanguardia).

Los teléfonos móviles eran una realidad en la URSS en la década de 1950, aunque por entonces fue una prueba científica y militar que no tuvo éxito ni difusión pública y civil. En 1973 los norteamericanos hicieron el primer teléfono móvil, sin cables. Este sí se comenzó a comercializar. Lo compraban personas ricas y grandes empresas, especialmente inversores en Bolsa. En 1982 era más común verlos en las calles frecuentadas por los agentes de Bolsa y grandes empresarios, pero poco a poco se iba popularizando su uso en Estados Unidos, para los años 1990 comenzarían a ser populares y asequibles al ciudadano común en Europa y otros lugares del planeta. En 1988 un ciudadano estadounidense normal y corriente de St. Petersburg, en Florida, David Reynard, compró un teléfono móvil para el cumpleaños de su esposa. En 1990 ella quedó embarazada y dio a luz a su único hijo, pero las pruebas médicas le detectaron a ella un tumor maligno en el cerebro. Fue entonces cuando David Reynard comenzó a sospechar la posibilidad de que el teléfono móvil le hubiera ocasionado el cáncer. Ella murió y en 1992 él presentó una demanda contra las empresas fabricantes. En la demanda se recogía la afirmación de que el tumor lo había provocado, acelerado y agravado las ondas del teléfono. Así comenzó el rumor y la sospecha sobre la peligrosidad de los teléfonos móviles y las antenas de telefonía como causantes de cáncer. En enero de 1993 esta historia se hizo mundial al aparecer Reynard en uno de los programas de televisión más populares de Estados Unidos. El proceso se alargaría hasta 1995, pero el caso quedó desestimado por falta de pruebas. La cuestión es que a fecha de hoy no hay pruebas concluyentes de que las antenas telefónicas y los teléfonos estén relacionados con la generación de cáncer, aunque tampoco hay pruebas concluyentes de que no lo hagan. Tras casi treinta años desde aquel verano de 1992 no hay tampoco un ascenso de casos de cáncer cerebral o de otro tipo, pero tampoco se podría asegurar que en determinados lugares con antenas no se hayan dado cánceres relacionados con ellas. Lo que sí se ha confirmado es que las ondas de las antenas influye en la vida de los animales, aves, insectos y animales marítimos se han visto afectados negativamente en sus hábitos y alterados sus comportamientos. Llegó a haber incluso algún caso de cetáceos que vararon en playas. (Foto de Taringa).

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