En la Comisión de Límites ubicada en la alcazaba de Melilla el 17 de julio de 1936 se presentaron varios guardias de seguridad, policías de la guardia de asalto, un teniente y un delegado del gobierno con la intención de realizar un registro. Un infiltrado gubernamental entre los sospechosos de un posible golpe de Estado contra el gobierno de la Segunda República presidido por Manuel Azaña había filtrado la información de que allí se estaba produciendo los preparativos para una conjura inmediata. En ese despacho se guardaban de hecho unos documentos sobre el golpe de Estado que preparaba Mola, Goded y otros oficiales del ejército, junto a varias pistolas. Todo hubiera quedado ahí mediante el arresto del oficial que guardaba aquello, pero los acontecimientos tomaron un giro inesperado cuando irrumpieron un grupo de legionarios que rodearon a la comitiva. El teniente se les unió. A partir de ahí comenzó una serie de actos violentos que se dispersaron por toda la ciudad. Hubo varios muertos, entre ellos el que se considera por parte de varios historiadores el primer muerto de la guerra, un soldado natural de Alcalá de Henares. Los sucesos del día y la noche del 17 al 18 de julio, y parte de aquel día 18, fueron muy confusos, incluyendo aquella previsión equivocada de Manuel Azaña sobre que todo se controlaría en unas horas. España se iría dividiendo entre partidarios del gobierno legítimo y partidarios de los golpistas. El pueblo saldría a la calle en defensa de la República haciendo fracasar la intentona golpista militar. Como escribió el historiador Javier Tusell en 1996, en "¿Cómo derivó un golpe militar en una guerra?" (El País, 14 de julio de 1996), el golpe fracasó porque se produjo un enfrentamiento armado que terminó resultando bastante equilibrado en fuerzas y apoyos como para que derivara en un conflicto bélico de tres años. Estamos, por tanto, en el 80º aniversario del comienzo de la Guerra Civil Española. La fecha del 18 de julio es recordada por la mayoría de los españoles como la fecha de tal aniversario, pero como escribió en los años 1970 el historiadore Hugh Thomas en su obra dedicada a este conflicto, en realidad el 18 de julio era una fecha que promocionó la dictadura del general Franco para ensalzar su figura incontestable. El levantamiento ya se había producido en Melilla el día 17 y eso provocó que Mola tuviera que adelantar la fecha prevista del levantamiento armado. El general Franco no se decidió a participar de manera activa hasta el día 18, en el que un avión pilotado por un inglés, el Dragon Rapide, le trasladó al Marruecos español, el Rif. Luego el ejérctio alemán bajo las órdenes del gobierno nazi de Hitler aportó los aviones para trasladar las tropas golpistas a la península Ibérica. Si Franco esperó al 18 de julio probablemente fue a la espera de ver si el golpe tenía probabilidades de triunfar o por el contrario acabaría mal como el del intento del general Sanjurjo en 1932. Como sea, a pesar de que el 18 de julio se unió Franco sin titubeos ya, fue el 17 de julio cuando todo comenzó en su etapa bélica. La guerra comenzó un 17 de julio de 1936, aunque fuese el día 18 de julio cuando la violencia se extendió por toda la península Ibérica.
Como escribía hace pocos días el historiador Julián Vadillo, el 13 de julio de 1936 un grupo de policías habían arrestado en su casa y asesinado en un coche policial al diputado José Calvo Sotelo, padre del más tarde presidente de gobierno Leopoldo Calvo Sotelo (1981-1982). Calvo Sotelo no era el líder de los partidos de la oposición al gobierno del Frente Popular, como Vadillo apuntaba, ni su asesinato fue la chispa definitiva para decidirse a dar un golpe de Estado por parte de los generales, ya que los planes ya estaban urdidos desde hacía tiempo y hasta el general republicano Miaja había oído de ellos. Lo único que hizo tal asesinato fue precipitar las tensiones y los acontecimientos por parte de numerosas personas de extrema derecha. Lo que menos se menciona y menos recuerda mucha gente, recordaba Vadillo, es que ese asesinato fue posterior al asesinato del teniente de la guardia de asalto (equivalente de la policía nacional actual) José del Castillo, asesinado a tiros cerca de la puerta de su casa el 12 de julio, un día antes. Los guardias de asalto que asesinaron a Calvo Sotelo eran compañeros de Castillo. Aquel día Calvo Sotelo, líder de Renovación Española, había dado un discurso muy duro en el Parlamento en el que apuntaba en términos amenazadores hacia la izquierda política, conocedor y admirador de los métodos propagandísticos y discursos del partido nazi alemán, del cual vio su ascenso en primera persona al encontrarse en Alemania de viaje en 1933. Sin embargo, menos gente recuerda aún, le señalaba yo a Vadillo en mi también condición de historiador, que el teniente Castillo estaba señalado y amenazado por la extrema derecha de Falange y de los carlistas por la muerte del estudiante Andrés Sáenz de Heredia, primo de José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange, el partido que se inspiraba en el Partido Fascista italiano. En las celebraciones del Día de la República, el 14 de abril de 1936, una manifestación de estudiantes universitarios de Falange y carlistas entraron en altercados entre sí y contra los republicanos y partidarios de la izquierda en general. La policía tuvo que intervenir, siendo por entonces que no se usaban pelotas de goma sino balas reales, ni siquiera de fogueo. La idea era disparar al aire siempre para dispersar y siempre cuando no tuvieran que intervenir en una violencia realmente peligrosa, para lo cual si podían disparar contra agresores peligrosos. Sin embargo, varios guardias de asalto dispararon al suelo, con lo que algunas balas rebotadas alcanzaban a los manifestantes de la extrema derecha. Castillo, que además de guardia de asalto tenía una sólida y reconocida militancia socialista, fue acusado de ser el responsable de la muerte de Andrés Sáenz de Heredia. Se dijo de él que había sido quien lo había matado. A partir de entonces sufrió diversos atentados fallidos contra su vida hasta su asesinato el 12 de julio. Como sea que ocurriera, estos tres asesinatos están íntimamente ligados entre sí y en el imaginario de la época tuvieron una clara influencia en el posicionamiento de unos y otros cuando ocurrieron los hechos del día 17 y del día 18. No obstante, algunos otros historiadores dicen que se podría considerar que el encontronazo violento de los entierros a la vez de Castillo y de Calvo Sotelo en el cementerio de la Almudena se podría considerar una primera batalla de la guerra, a su manera.
Escribía el historiador Santos Juliá en el 60º aniversario de 1996, en "Saturados de memoria" (El País, 14 de julio de 1996), una defensa de lo ocurrido en España durante el 50º aniversario de 1986. ¿Qué ocurrió entonces, en 1986? Ocurrió que con un gobierno del PSOE presidido por Felipe González el Estado no realizó ningún tipo de conmemoración al hecho. En 1996 Santos Juliá escribió que acababa de participar en un encuentro de historiadores por el 60º aniversario tras el cual un historiador colega se había quejado de que en 1996 como en 1986 no se había hecho nada institucional, tal como hacen en el resto de Europa por los sucesos de la Segunda Guerra Mundial y en defensa de la democracia y de la memoria histórica. Santos Juliá, historiador siempre dispuesto a observar la Historia con cierta complacencia hacia el PSOE, entró al trapo en la defensa de que el gobierno no hubiera hecho nada, en aquel 1996 en manos aún de un PSOE de Felipe González, en esos momentos a punto de perder las elecciones frente al PP de José María Aznar, y envuelto en numerosos casos de corrupción, incluída la acusación a parte de miembros del PSOE de estar implicados con el grupo terrorista GAL. Decía Santos Juliá que se había escrito ya mucho sobre la guerra civil y que políticamente también se había hablado ya mucho, si bien él hacía referencia a todos los debates políticos habidos desde 1939 en el exilio y la clandestinidad. Él defendía que no se podía dar un debate político de la guerra civil mientras no se cerrase el debate historiográfico, donde entre la población había tabúes y cierto cansancio sobre el tema, dado también la enorme producción de películas sobre la guerra que se producian. Todos tenían muertos en la guerra y muchos no querían hablar. La guerra no era celebrable, decía Santos Juliá, y que estábamos hartos de memoria, pero nos faltaba recuerdo. Para Santos Juliá el problema no era lo historiográfico o lo político, sino que la gente no quería recordar en aquel 1996. Otro historiador, Paul Preston, contestaba en aquel 1996 que los españoles teníamos un "pacto del olvido" desde la Transición política de 1975-1981 y que ese pacto hacía que tuviéramos una "señalada repugnancia" a los libros que se editaban en España, por lo que, como escribía la revista The Times en esas fechas, con una falta de educación política e histórica y con falta de amor propio, recurríamos a los historiadores extranjeros, especialmente anglosajones, para obtener las respuestas que no obteníamos de los españoles.
Ocurrió que en 1996 ganó las elecciones el PP de José María Aznar, como he dicho, y ya no se fue del gobierno hasta 2004. En ese momento los conservadores, ya fuera desde el gobierno, ya desde fundaciones, desde medios de comunicación o empresas, fomentaron una revisión de la historia reciente de España y avalaron y costearon estudios y publicaciones en los que la causa de los golpistas era vista de una manera benévola y, en algunos libros, hasta se criminalizó al gobierno legítimo de la República mientras se alababa a la dictadura de Franco. Historiadores y pseudohistoriadores publicaron numerosos textos sesgados, faltos de información o manipulando datos. César Vidal y Pío Moa están dentro de esta corriente que cuajó en un número importante de personas de la ciudadanía. Cuando el PSOE retomó el poder con José Luis Rodríguez Zapatero de presidente esto dio un vuelco al fomentarse una insuficiente Ley de Memoria Histórica, llena de lagunas y conflictiva para algunos conservadores. En este momento, entre 2004 y 2011, ocurría además que los viejos historiadores, algunos de la Transición, ya fuese por deceso o por vejez, comenzaban a dejar oír a nuevas voces de historiadores más jóvenes y capaces de contemplar el asunto sin haber estado implicados emocionalmente por haber vivido la dictadura de Franco, aunque alguno pudiera estarlo por su pasado familiar. Zapatero abrió los archivos a todos los ciudadanos, ya no hacía falta tener carnet de investigador para consultar documentos, bastaba con el documento nacional de identidad. La historiografía en pleno 70º aniversario de 2006 caía así en nuevas interpretaciones que trataban de comprender la contienda más allá de las batallas, los movimientos políticos, los casos judiciales, etcétera. Ahora nuevos estudios apuntaban a comprender la Historia social que hizo que unos y otros se decantasen por un bando u otro, o que explicase la evolución de los acontecimientos en diferentes momentos. En este sentido se mueve el joven doctor en Historia Julián Vadillo, pero parte de todas estas inquietudes vienen de la mano de viejos profesores como Feliciano Montero, preocupado por el movimiento obrero desde un punto de vista socialista y católico, pero sin renunciar a estudiar a otros puntos de vista, el historiador y sacerdote Hilari Raguer, republicano, o el catedrático Julio Aróstegui que ya en 1996 había publicado en El País en este sentido, en "¿Por qué se desató tanta violencia en los primeros meses?". Los historiadores clásicos como Elorza, Ángel Viñas o Moradiellos entre otros, unidos a los clásicos extranjeros como Pierre Vilar, Gabriel Jackson, John Elliot y demás, se unían a animar los estudios en este sentido, contestando así de este modo a aquel periodo revisionista de la etapa Aznar cuyas tesis explicativas de la guerra reproducían en términos actuales las explicaciones de la dictadura de Franco sobre lo justificado de la guerra. Santos Juliá, a pesar de que decía en 1996 que ya estaba todo saturado de información, no se resistió tampoco a continuar ahondando en sus estudios, pues, muy obviamente, no sólo no estaba todo dicho, sino que un gran número de españoles no sabían qué había ocurrido y querían saber, quejándose de que las clases de Historia en el colegio suelen acabar justo cuando va a comenzar el turno de explicar el siglo XX.
Estamos en 2016, el 80º aniversario. Varios historiadores actuales han publicado ya un primer conjunto de nuevos ensayos a través de la revista Nuestra Historia, de la Fundación de Investigaciones Marxistas. Pero también el diario Público lleva toda la semana publicando pequeños ensayos de historiadores actuales como el citado Vadillo con "¿Héroe o mito? Un anarquista llamado Durruti", o como "El mito del 'peligro comunista' en España en julio de 1936", de Fernando Hernández Sánchez. Mañana, día 18 de julio, con total seguridad toda la prensa del país le dedicará artículos, reflexiones y reportajes, sí, también con seguridad de Santos Juliá, a pesar de que en 1996 diera el tema zanjado por saturación. Ahora mismo la historiografía se debate en tres vertientes. Por un lado tenemos los intentos explicativos desde lo ideológico de los protagonistas de la Historia, en general, no sólo los conocidos, sino también los conjuntos anónimos y los particulares anónimos, también desde lo que realmente apoyaron las organizaciones de unos y otros en sus acuerdos y en sus actos, más allá de los tópicos y las opiniones. En este caso caben tanto explicaciones de izquierdas como de derechas. La apertura de archivos ayudan mucho. Por un segundo lado y gracias a la Ley de la Memoria Histórica, hay una corriente que trata de poner en valor y en alza los valores del gobierno legítimo y las injusticias cometidas contra ellos y contra quienes lo defendieron. Y por un tercer lado, como indicaba esta mañana una emisora de radio, se investiga intentando recuperar las historias particulares de aquellos que participaron de la guerra o fueron víctimas de su represión, incluso dentro de la etapa de la dictadura. Estos hacen especial hincapie en recabar todos los testimonios orales que puedan de los aún vivos, aunque no renuncian a recopilar biografías de los ya muertos, fotografías, películas, reeditan libros de la época o del exilio, especialmente memorias y biografías, etcétera.
Actualmente, en este 80º aniversario hemos asistido tristemente a que el PP de la Comunidad de Madrid, liderado por la presidenta Cifuentes, se ha negado a condenar el golpe de Estado militar del 18 de julio. Según el diario Público, los partidos Podemos y PSOE propusieron el pasado día 14 de julio la condena en la Asamblea de Madrid, mientras Ciudadanos simplemente ni lo debatió porque el PP simplemente rechazó la petición institucional. En otros países de Europa esto sería impensable que hubiera ocurrido, ni siquiera un partido democristiano, sea el de Merkel en Alemania u otro, hubiera rechazado condenar el golpe de Estado que derivó en guerra y en una dictadura nacional católica de inspiración y orientación fascista.
Coincidencias de la Historia, el pasado viernes 15 de julio de 2016 se produjo en la República de Turquía un intento de golpe de Estado militar contra el gobierno del presidente Erdogan, líder de un partido islámico. Erdogan lleva años intentando volver el gobierno de la República Turca en un gobierno más presidencialista, más personalista, menos dependiente de las instituciones democráticas. Además, su perfil conservador religioso hace que muchas leyes que ha elaborado sean altamente indeseables por parte de los turcos que siendo de izquierdas desean una separación entre el Estado y la religión. En principio sabemos que los militares que participaron del intento de golpe de Estado trataron de restaurar el orden constitucional y democrático, alejando a Erdogan del gobierno. Erdogan, por su parte, culpa del intento fallido del golpe a un antiguo aliado religioso suyo, Gülen, exiliado en Estados Unidos. Gülen dice que él no tiene nada que ver y ha condenado la intentona golpista, Estados Unidos, de hecho, le pide a Turquía que presente pruebas en firme de su complicidad para extraditarlo, y si no, no lo extradita. Un golpe de Estado es algo denunciable, yo lo denuncio y condeno, las vías pacíficas debieran ser las victoriosas, pero el gobierno de Erdogan tampoco se ha caracterizado por acciones muy democráticas pese a ser elegido democráticamente. Censura en los medios de comunicación, denuncias de atacar los derechos humanos, persecución de sus oponentes políticos... Dos días después de los sucesos del viernes, han sido detenidos 2.800 militares y hasta 2.700 jueces, estos últimos en menos de veinticuatro horas. Todo apunta a que Erdogan aprovechará estos sucesos para completar algo que ya había comenzado a hacer hace tiempo, la limpieza de todo oponente político en las instituciones para imponer a sus seguidores. En este sentido el diario ABC habla claramente de purgas y del peligro de que estas actitudes deriven en un gobierno autoritario de Erdogan. Algunos turcos ya han expresado por las redes sociales que el auténtico golpe de Estado comienza ahora. Este domingo ya se cuentan más de 6.000 detenciones, ¿cómo puede ser que en las primeras veinticuatro horas ya supiera el nombre de cerca de 4.700 golpistas (ni más ni menos), siendo más de la mitad jueces, y que en las primeras cuarenta y ocho horas ya sepa el nombre de 6.000? Hay dudas razonables sobre la deriva del gobierno de Erdogan. Como sea, también en Turquía el ejército ha sido parado principalmente por el pueblo. Los sucesos del viernes 15 de julio, tiroteos y bombardeos incluidos con sus muertos, me recordaron la fecha del 17 y el 18 de julio. Si no ha derivado en una guerra civil sea quizá porque en este caso ha ocurrido lo contrario que dijo Tusell sobre 1936, no hubo equilibrio entre las fuerzas. Los militares tenían tanques, aviones y helicópteros y eso les hubiera valido para controlar quizá Ankara y Estambul, las dos principales ciudades del país, y quizá controlando esos lugares hubiera comenzado una división en Turquía entre partidarios de unos y de otros, pero está claro que la resistencia del pueblo con la policía, como en la Barcelona de julio de 1936, evitó el triunfo militar. Quizá hay que unirle que a fecha de hoy aún no sabemos quién estaba al frente de la conspiración, nadie salió a dar la cara como líder, y eso, probablemente, fue decisivo para las dudas y rendiciones de los soldados rasos y los bajos oficiales de los golpistas, muchos de ellos, como se lee hoy, de apenas 20 años de edad. Incluso la oposición a Erdogan condenó esa noche el golpe. La radio en 1936 fue fundamental para los comunicados de Mola, de Franco o de Queipo de Llano en los primeros días del conflicto en julio, eran voces que se proclamaban como autoridades, eso no se dio en Turquía. Conocer la Historia ayuda a comprender los mecanismos del presente. El desequilibrio de fuerzas en Turquía se ha debido a factores quizá de confusión sobre quién hacia qué y porqué, pero también a que faltos de dirección clara los propios soldados rasos no querían enfrentarse a un pueblo al que decían querer representar. Tenemos así por caso aquellos soldados de Navarra que se alzaron en 1936 junto a Mola porque este usó la bandera republicana, no sabían que estaban atentando contra la República, no defendiéndola, lo que valió alguna que otra deserción y ejecuciones posteriores, como lo ocurrido en el llamado popularmente Pueblo de las Viudas, Sartaguda. Recordemos también la fecha de 1991, el presidente de la Unión Soviética, Gorbachov, se encontraba de vacaciones en Crimea, igual que Erdogan estaba de vacaciones, cuando unos militares asaltaron con tanques Moscú para tomar el Parlamento, con la idea de restaurar los valores puros de la Unión Soviética. Por unos días Gorbachov desapareció. Fue rescatado por Boris Yeltsin. Conflicto bélico pasado e intento de golpe de Estado fracasado, Gorbachov dimitió ya que perdió la confianza del gobierno tras haberse vivido aquello. Hoy por hoy Erdogan, sorprendido por un golpe de Estado fallido como el que dio fin a la Unión Soviética en 1991, no ha dimitido, sino que refuerza su poder con purgas más cercanas a un estilo dictatorial que democrático.
Los paralelismos de la Historia nunca son exactos ni idénticos, aunque parezcan similares. En el 80º aniversario de la guerra civil española cabe reflexionar para aprender de ella, del mismo modo que cabe aún, entre los españoles, un ejercicio de superación entre bandos enfrentados para poder afrontarla para comprenderla y para reforzar los ideales de democracia, nunca para reforzar los ideales dictatoriales ni aquellos que consideran que una España sea superior a otra moralmente, o que crean que España es más suya que de quienes no piensen como ellos.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
Como escribía hace pocos días el historiador Julián Vadillo, el 13 de julio de 1936 un grupo de policías habían arrestado en su casa y asesinado en un coche policial al diputado José Calvo Sotelo, padre del más tarde presidente de gobierno Leopoldo Calvo Sotelo (1981-1982). Calvo Sotelo no era el líder de los partidos de la oposición al gobierno del Frente Popular, como Vadillo apuntaba, ni su asesinato fue la chispa definitiva para decidirse a dar un golpe de Estado por parte de los generales, ya que los planes ya estaban urdidos desde hacía tiempo y hasta el general republicano Miaja había oído de ellos. Lo único que hizo tal asesinato fue precipitar las tensiones y los acontecimientos por parte de numerosas personas de extrema derecha. Lo que menos se menciona y menos recuerda mucha gente, recordaba Vadillo, es que ese asesinato fue posterior al asesinato del teniente de la guardia de asalto (equivalente de la policía nacional actual) José del Castillo, asesinado a tiros cerca de la puerta de su casa el 12 de julio, un día antes. Los guardias de asalto que asesinaron a Calvo Sotelo eran compañeros de Castillo. Aquel día Calvo Sotelo, líder de Renovación Española, había dado un discurso muy duro en el Parlamento en el que apuntaba en términos amenazadores hacia la izquierda política, conocedor y admirador de los métodos propagandísticos y discursos del partido nazi alemán, del cual vio su ascenso en primera persona al encontrarse en Alemania de viaje en 1933. Sin embargo, menos gente recuerda aún, le señalaba yo a Vadillo en mi también condición de historiador, que el teniente Castillo estaba señalado y amenazado por la extrema derecha de Falange y de los carlistas por la muerte del estudiante Andrés Sáenz de Heredia, primo de José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange, el partido que se inspiraba en el Partido Fascista italiano. En las celebraciones del Día de la República, el 14 de abril de 1936, una manifestación de estudiantes universitarios de Falange y carlistas entraron en altercados entre sí y contra los republicanos y partidarios de la izquierda en general. La policía tuvo que intervenir, siendo por entonces que no se usaban pelotas de goma sino balas reales, ni siquiera de fogueo. La idea era disparar al aire siempre para dispersar y siempre cuando no tuvieran que intervenir en una violencia realmente peligrosa, para lo cual si podían disparar contra agresores peligrosos. Sin embargo, varios guardias de asalto dispararon al suelo, con lo que algunas balas rebotadas alcanzaban a los manifestantes de la extrema derecha. Castillo, que además de guardia de asalto tenía una sólida y reconocida militancia socialista, fue acusado de ser el responsable de la muerte de Andrés Sáenz de Heredia. Se dijo de él que había sido quien lo había matado. A partir de entonces sufrió diversos atentados fallidos contra su vida hasta su asesinato el 12 de julio. Como sea que ocurriera, estos tres asesinatos están íntimamente ligados entre sí y en el imaginario de la época tuvieron una clara influencia en el posicionamiento de unos y otros cuando ocurrieron los hechos del día 17 y del día 18. No obstante, algunos otros historiadores dicen que se podría considerar que el encontronazo violento de los entierros a la vez de Castillo y de Calvo Sotelo en el cementerio de la Almudena se podría considerar una primera batalla de la guerra, a su manera.
Escribía el historiador Santos Juliá en el 60º aniversario de 1996, en "Saturados de memoria" (El País, 14 de julio de 1996), una defensa de lo ocurrido en España durante el 50º aniversario de 1986. ¿Qué ocurrió entonces, en 1986? Ocurrió que con un gobierno del PSOE presidido por Felipe González el Estado no realizó ningún tipo de conmemoración al hecho. En 1996 Santos Juliá escribió que acababa de participar en un encuentro de historiadores por el 60º aniversario tras el cual un historiador colega se había quejado de que en 1996 como en 1986 no se había hecho nada institucional, tal como hacen en el resto de Europa por los sucesos de la Segunda Guerra Mundial y en defensa de la democracia y de la memoria histórica. Santos Juliá, historiador siempre dispuesto a observar la Historia con cierta complacencia hacia el PSOE, entró al trapo en la defensa de que el gobierno no hubiera hecho nada, en aquel 1996 en manos aún de un PSOE de Felipe González, en esos momentos a punto de perder las elecciones frente al PP de José María Aznar, y envuelto en numerosos casos de corrupción, incluída la acusación a parte de miembros del PSOE de estar implicados con el grupo terrorista GAL. Decía Santos Juliá que se había escrito ya mucho sobre la guerra civil y que políticamente también se había hablado ya mucho, si bien él hacía referencia a todos los debates políticos habidos desde 1939 en el exilio y la clandestinidad. Él defendía que no se podía dar un debate político de la guerra civil mientras no se cerrase el debate historiográfico, donde entre la población había tabúes y cierto cansancio sobre el tema, dado también la enorme producción de películas sobre la guerra que se producian. Todos tenían muertos en la guerra y muchos no querían hablar. La guerra no era celebrable, decía Santos Juliá, y que estábamos hartos de memoria, pero nos faltaba recuerdo. Para Santos Juliá el problema no era lo historiográfico o lo político, sino que la gente no quería recordar en aquel 1996. Otro historiador, Paul Preston, contestaba en aquel 1996 que los españoles teníamos un "pacto del olvido" desde la Transición política de 1975-1981 y que ese pacto hacía que tuviéramos una "señalada repugnancia" a los libros que se editaban en España, por lo que, como escribía la revista The Times en esas fechas, con una falta de educación política e histórica y con falta de amor propio, recurríamos a los historiadores extranjeros, especialmente anglosajones, para obtener las respuestas que no obteníamos de los españoles.
Ocurrió que en 1996 ganó las elecciones el PP de José María Aznar, como he dicho, y ya no se fue del gobierno hasta 2004. En ese momento los conservadores, ya fuera desde el gobierno, ya desde fundaciones, desde medios de comunicación o empresas, fomentaron una revisión de la historia reciente de España y avalaron y costearon estudios y publicaciones en los que la causa de los golpistas era vista de una manera benévola y, en algunos libros, hasta se criminalizó al gobierno legítimo de la República mientras se alababa a la dictadura de Franco. Historiadores y pseudohistoriadores publicaron numerosos textos sesgados, faltos de información o manipulando datos. César Vidal y Pío Moa están dentro de esta corriente que cuajó en un número importante de personas de la ciudadanía. Cuando el PSOE retomó el poder con José Luis Rodríguez Zapatero de presidente esto dio un vuelco al fomentarse una insuficiente Ley de Memoria Histórica, llena de lagunas y conflictiva para algunos conservadores. En este momento, entre 2004 y 2011, ocurría además que los viejos historiadores, algunos de la Transición, ya fuese por deceso o por vejez, comenzaban a dejar oír a nuevas voces de historiadores más jóvenes y capaces de contemplar el asunto sin haber estado implicados emocionalmente por haber vivido la dictadura de Franco, aunque alguno pudiera estarlo por su pasado familiar. Zapatero abrió los archivos a todos los ciudadanos, ya no hacía falta tener carnet de investigador para consultar documentos, bastaba con el documento nacional de identidad. La historiografía en pleno 70º aniversario de 2006 caía así en nuevas interpretaciones que trataban de comprender la contienda más allá de las batallas, los movimientos políticos, los casos judiciales, etcétera. Ahora nuevos estudios apuntaban a comprender la Historia social que hizo que unos y otros se decantasen por un bando u otro, o que explicase la evolución de los acontecimientos en diferentes momentos. En este sentido se mueve el joven doctor en Historia Julián Vadillo, pero parte de todas estas inquietudes vienen de la mano de viejos profesores como Feliciano Montero, preocupado por el movimiento obrero desde un punto de vista socialista y católico, pero sin renunciar a estudiar a otros puntos de vista, el historiador y sacerdote Hilari Raguer, republicano, o el catedrático Julio Aróstegui que ya en 1996 había publicado en El País en este sentido, en "¿Por qué se desató tanta violencia en los primeros meses?". Los historiadores clásicos como Elorza, Ángel Viñas o Moradiellos entre otros, unidos a los clásicos extranjeros como Pierre Vilar, Gabriel Jackson, John Elliot y demás, se unían a animar los estudios en este sentido, contestando así de este modo a aquel periodo revisionista de la etapa Aznar cuyas tesis explicativas de la guerra reproducían en términos actuales las explicaciones de la dictadura de Franco sobre lo justificado de la guerra. Santos Juliá, a pesar de que decía en 1996 que ya estaba todo saturado de información, no se resistió tampoco a continuar ahondando en sus estudios, pues, muy obviamente, no sólo no estaba todo dicho, sino que un gran número de españoles no sabían qué había ocurrido y querían saber, quejándose de que las clases de Historia en el colegio suelen acabar justo cuando va a comenzar el turno de explicar el siglo XX.
Estamos en 2016, el 80º aniversario. Varios historiadores actuales han publicado ya un primer conjunto de nuevos ensayos a través de la revista Nuestra Historia, de la Fundación de Investigaciones Marxistas. Pero también el diario Público lleva toda la semana publicando pequeños ensayos de historiadores actuales como el citado Vadillo con "¿Héroe o mito? Un anarquista llamado Durruti", o como "El mito del 'peligro comunista' en España en julio de 1936", de Fernando Hernández Sánchez. Mañana, día 18 de julio, con total seguridad toda la prensa del país le dedicará artículos, reflexiones y reportajes, sí, también con seguridad de Santos Juliá, a pesar de que en 1996 diera el tema zanjado por saturación. Ahora mismo la historiografía se debate en tres vertientes. Por un lado tenemos los intentos explicativos desde lo ideológico de los protagonistas de la Historia, en general, no sólo los conocidos, sino también los conjuntos anónimos y los particulares anónimos, también desde lo que realmente apoyaron las organizaciones de unos y otros en sus acuerdos y en sus actos, más allá de los tópicos y las opiniones. En este caso caben tanto explicaciones de izquierdas como de derechas. La apertura de archivos ayudan mucho. Por un segundo lado y gracias a la Ley de la Memoria Histórica, hay una corriente que trata de poner en valor y en alza los valores del gobierno legítimo y las injusticias cometidas contra ellos y contra quienes lo defendieron. Y por un tercer lado, como indicaba esta mañana una emisora de radio, se investiga intentando recuperar las historias particulares de aquellos que participaron de la guerra o fueron víctimas de su represión, incluso dentro de la etapa de la dictadura. Estos hacen especial hincapie en recabar todos los testimonios orales que puedan de los aún vivos, aunque no renuncian a recopilar biografías de los ya muertos, fotografías, películas, reeditan libros de la época o del exilio, especialmente memorias y biografías, etcétera.
Actualmente, en este 80º aniversario hemos asistido tristemente a que el PP de la Comunidad de Madrid, liderado por la presidenta Cifuentes, se ha negado a condenar el golpe de Estado militar del 18 de julio. Según el diario Público, los partidos Podemos y PSOE propusieron el pasado día 14 de julio la condena en la Asamblea de Madrid, mientras Ciudadanos simplemente ni lo debatió porque el PP simplemente rechazó la petición institucional. En otros países de Europa esto sería impensable que hubiera ocurrido, ni siquiera un partido democristiano, sea el de Merkel en Alemania u otro, hubiera rechazado condenar el golpe de Estado que derivó en guerra y en una dictadura nacional católica de inspiración y orientación fascista.
Coincidencias de la Historia, el pasado viernes 15 de julio de 2016 se produjo en la República de Turquía un intento de golpe de Estado militar contra el gobierno del presidente Erdogan, líder de un partido islámico. Erdogan lleva años intentando volver el gobierno de la República Turca en un gobierno más presidencialista, más personalista, menos dependiente de las instituciones democráticas. Además, su perfil conservador religioso hace que muchas leyes que ha elaborado sean altamente indeseables por parte de los turcos que siendo de izquierdas desean una separación entre el Estado y la religión. En principio sabemos que los militares que participaron del intento de golpe de Estado trataron de restaurar el orden constitucional y democrático, alejando a Erdogan del gobierno. Erdogan, por su parte, culpa del intento fallido del golpe a un antiguo aliado religioso suyo, Gülen, exiliado en Estados Unidos. Gülen dice que él no tiene nada que ver y ha condenado la intentona golpista, Estados Unidos, de hecho, le pide a Turquía que presente pruebas en firme de su complicidad para extraditarlo, y si no, no lo extradita. Un golpe de Estado es algo denunciable, yo lo denuncio y condeno, las vías pacíficas debieran ser las victoriosas, pero el gobierno de Erdogan tampoco se ha caracterizado por acciones muy democráticas pese a ser elegido democráticamente. Censura en los medios de comunicación, denuncias de atacar los derechos humanos, persecución de sus oponentes políticos... Dos días después de los sucesos del viernes, han sido detenidos 2.800 militares y hasta 2.700 jueces, estos últimos en menos de veinticuatro horas. Todo apunta a que Erdogan aprovechará estos sucesos para completar algo que ya había comenzado a hacer hace tiempo, la limpieza de todo oponente político en las instituciones para imponer a sus seguidores. En este sentido el diario ABC habla claramente de purgas y del peligro de que estas actitudes deriven en un gobierno autoritario de Erdogan. Algunos turcos ya han expresado por las redes sociales que el auténtico golpe de Estado comienza ahora. Este domingo ya se cuentan más de 6.000 detenciones, ¿cómo puede ser que en las primeras veinticuatro horas ya supiera el nombre de cerca de 4.700 golpistas (ni más ni menos), siendo más de la mitad jueces, y que en las primeras cuarenta y ocho horas ya sepa el nombre de 6.000? Hay dudas razonables sobre la deriva del gobierno de Erdogan. Como sea, también en Turquía el ejército ha sido parado principalmente por el pueblo. Los sucesos del viernes 15 de julio, tiroteos y bombardeos incluidos con sus muertos, me recordaron la fecha del 17 y el 18 de julio. Si no ha derivado en una guerra civil sea quizá porque en este caso ha ocurrido lo contrario que dijo Tusell sobre 1936, no hubo equilibrio entre las fuerzas. Los militares tenían tanques, aviones y helicópteros y eso les hubiera valido para controlar quizá Ankara y Estambul, las dos principales ciudades del país, y quizá controlando esos lugares hubiera comenzado una división en Turquía entre partidarios de unos y de otros, pero está claro que la resistencia del pueblo con la policía, como en la Barcelona de julio de 1936, evitó el triunfo militar. Quizá hay que unirle que a fecha de hoy aún no sabemos quién estaba al frente de la conspiración, nadie salió a dar la cara como líder, y eso, probablemente, fue decisivo para las dudas y rendiciones de los soldados rasos y los bajos oficiales de los golpistas, muchos de ellos, como se lee hoy, de apenas 20 años de edad. Incluso la oposición a Erdogan condenó esa noche el golpe. La radio en 1936 fue fundamental para los comunicados de Mola, de Franco o de Queipo de Llano en los primeros días del conflicto en julio, eran voces que se proclamaban como autoridades, eso no se dio en Turquía. Conocer la Historia ayuda a comprender los mecanismos del presente. El desequilibrio de fuerzas en Turquía se ha debido a factores quizá de confusión sobre quién hacia qué y porqué, pero también a que faltos de dirección clara los propios soldados rasos no querían enfrentarse a un pueblo al que decían querer representar. Tenemos así por caso aquellos soldados de Navarra que se alzaron en 1936 junto a Mola porque este usó la bandera republicana, no sabían que estaban atentando contra la República, no defendiéndola, lo que valió alguna que otra deserción y ejecuciones posteriores, como lo ocurrido en el llamado popularmente Pueblo de las Viudas, Sartaguda. Recordemos también la fecha de 1991, el presidente de la Unión Soviética, Gorbachov, se encontraba de vacaciones en Crimea, igual que Erdogan estaba de vacaciones, cuando unos militares asaltaron con tanques Moscú para tomar el Parlamento, con la idea de restaurar los valores puros de la Unión Soviética. Por unos días Gorbachov desapareció. Fue rescatado por Boris Yeltsin. Conflicto bélico pasado e intento de golpe de Estado fracasado, Gorbachov dimitió ya que perdió la confianza del gobierno tras haberse vivido aquello. Hoy por hoy Erdogan, sorprendido por un golpe de Estado fallido como el que dio fin a la Unión Soviética en 1991, no ha dimitido, sino que refuerza su poder con purgas más cercanas a un estilo dictatorial que democrático.
Los paralelismos de la Historia nunca son exactos ni idénticos, aunque parezcan similares. En el 80º aniversario de la guerra civil española cabe reflexionar para aprender de ella, del mismo modo que cabe aún, entre los españoles, un ejercicio de superación entre bandos enfrentados para poder afrontarla para comprenderla y para reforzar los ideales de democracia, nunca para reforzar los ideales dictatoriales ni aquellos que consideran que una España sea superior a otra moralmente, o que crean que España es más suya que de quienes no piensen como ellos.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
6 comentarios:
Y hoy lunes anuncian 8.400 policías detenidos en Turquía.
Y en martes 19 de julio ya son 20.000 los purgados en Turquía.
Y hay que sumar ahora, unas horas después, 15.000 empleados del ministerio de educación suspendidos de empleo.
A fecha 22 de julio van 60.000 purgados, de los 11.000 están detenidos. Y Turquía dice que suspende la convención de derechos humanos de la Unión Europea en un estado de excepción que durará tres meses. Tal giro autoritario me parece antidemocrático.
1.229 organizaciones no gubernamentales ilegalizadas en Turquía, 19 sindicatos igualmente ilegalizados, 15 universidades cerradas, 1.043 escuealas también cerradas. Muy democrático no es.
Más de 130 medios de comunicación cerrados en Turquía y silenciados numerosos blogueros.
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