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Temporada de juicios finales
y de piedras de espasmo y locura
en la nave que arrastra amargura
por los círculos alto infernales.
Cada quien en salvarse procura
agrediendo a los otros mortales
y no atiende a que sean iguales
la razón inocente u oscura.
Los demonios, los ángeles, matan,
son crueles en fiel obediencia
y en un fuego a oleadas empatan.
Calaveras de fatua violencia
en los seres malignos desatan
un futuro de inútil decencia.
Enrique Sabaté, 2016
agrediendo a los otros mortales
y no atiende a que sean iguales
la razón inocente u oscura.
Los demonios, los ángeles, matan,
son crueles en fiel obediencia
y en un fuego a oleadas empatan.
Calaveras de fatua violencia
en los seres malignos desatan
un futuro de inútil decencia.
Enrique Sabaté, 2016
El poema de Enrique Sabaté a El Bosco está tan fresco como que es de hoy mismo. También su particular interpretación de una de las tablas pintadas del tríptico sobre "Visiones del Más Allá" (pintado entre 1505 y 1515), combinada de fondo con alguna otra de las pinturas de esas tablas. Él se ha basado en Juicio Final en Viena. Es un tríptico bastante elaborado, del que a mí me llama la atención la ciudad infernal en llamas. Sabaté ha elegido este otro en el que hay un túnel de luz pintado de modo sinóptico, de modo que hoy día ni la Gallerie Dell'Accademia de Venezia, ni el Museo del Prado de Madrid, le hacen justicia con su iluminación al exponerlo. Sería difícil hacerlo, pues está pensado para que cuando hay oscuridad y penumbra en un cuarto lo que más resalte sea la pintura blanca de ese túnel de luz, dando una especie de extraño efecto de tres dimensiones, o de que lo puedes atravesar. Lo curioso de este cuadro es que para acceder al Cielo eterno las almas de los muertos que han sido buenos atraviesan ese túnel de luz. Muchas de las personas que han escapado por poco de la muerte dicen haber visto ese túnel y al fondo personas conocidas esperándoles. Por otro lado la Ciencia nos dice que ese túnel de luz podría ser realmente el efecto de tus neuronas apagándose en un chispazo final, por fuerza de la electricidad que se mueve también por dentro de nuestros nervios, incluido el óptico. Como sea, nos plantea que El Bosco lo pintó con todos los detalles precisos de todos aquellos que dicen haberlo visto, y parece ser que llevan como mínimo quinientos años dando testimonio. ¿Estuvo El Bosco en algún momento de su vida al borde de la muerte o bien conoció a alguien, o a varios, que lo estuvieron y se lo describieron? ¿Acaso le daba por hablar sobre la muerte con personas cercanas a ella?
Quinientos años después de su muerte en 1516 no tenemos respuesta a si anteriormente la rozó desde su nacimiento en 1450, allá en Bravante, en la actual Holanda. Lo que sí tenemos es la exposición más completa de su obra en todos esos quinientos años transcurridos. El Museo del Prado ha organizado una exposición temporal que durará hasta el 11 de septiembre de este año y que ya han visitado miles de personas, entre ellos: monarcas. No es para menos, hay cuadros que vienen de museos de todo el mundo, españoles, norteamericanos, franceses, holandeses, italianos... Es algo único.Yo fuí al tercer o cuarto día de su apertura. Una amiga que trabaja en el Museo del Prado nos regaló a un amigo común, uno de los dueños del Flamingo Rock Bar, y a mí por medio de él dos pases para visitar El Bosco, V Centenario. Y allí es donde estuvimos antes de que yo firmara ejemplares de mi libro Relatos de la Gran Guerra en la Feria del Libro de Madrid.
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La muerte es algo muy presente en la obra de El Bosco, pero me atrevería a decir que en general es algo muy frecuente en las obras de Arte de los Países Bajos y de los Estados Alemanes del siglo XVI. No es raro. Muchas de las guerras que se libraron, y España era protagonista de ellas, se libraron precisamente en el norte y el centro de Europa, con peste incluída, y aún en la primera mitad del siglo XVII seguirían la racha con la Guerra de los Treinta Años. Pero eso queda lejos de El Bosco, quien vivió hasta 1516 con otras guerras, también imperiales. Pero aquí tenemos por ejemplo esta comparativa que os propongo. La Muerte y el ávaro (1505-1516), del propio El Bosco, y Muerte y banquero, de Hans Holbein. La primera es una pintura sobre tabla que perteneció a un tríptico, la segunda es un grabado. No se trata de muertes por guerras o por peste, pero sí que hay un interés entre lo macabro y la mitología medieval en ese comienzo del Renacimiento. No se trata de unas Muertes esqueléticas, sino que son puro cadáver pellejudo y en descomposición puesto en vida para llevarse a la persona. La Parca reinterpretada sin hoz y sin sayo ni capa. Un a Muerte que toma aquello que quiere, y que le da igual la riqueza de la persona, pues lo que quiere es a la persona. Si bien la riqueza o la usura eran considerados pecados por católicos y por cristianos protestantes. En el caso de Hans Holbein parece indicarnos que la Muerte no sólo no hace distingos entre pobres y ricos, sino que pudiera estar diciendo que es precisamente la acumulación de riquezas la que llevará a la perdición al rico en su último día. La Muerte toma sus riquezas, ante la protesta del rico y casi pasa desapercibido el reloj de arena que hay en la mesa del oro, quizá única riqueza que no podemos tener para siempre: el tiempo.
En el caso de La Muerte y el ávaro de El Bosco tenemos que esta tabla está desgajada del resto de las tablas del tríptico original. Se conservan cuatro, con la madera del mismo árbol y con el mismo corte de aserramiento, pero falta una quinta, que no se sabe dónde esta. En ellas pintó las circunstancias que hacen que las personas tomen decisiones importantes en su vida, así como algunos pecados capitales. Entre esos pecados está la avaricia y El Bosco muestra cómo a la hora de la muerte las riquezas mundanas no tienen poder sobre la existencia terrena. Más aún, también lanza la idea de que es el cúmulo de estas las que perderán el alma del ávaro en el futuro. La esposa del ávaro yace en su última hora en la cama. Se nos muestra desnuda y tan delgada que la piel simplemente cubre sus huesos. Ella recibe la luz de la ventana, a través de Cristo, signo de su salvación, mientras un ángel la prepara y ella entrega sus riquezas terrenales a un demonio. A pesar de que su cama está acosada por diablos y que la propia Muerte está entrando ya en la habitación con una flecha que la señala, la imagen más tétrica es la de su esposo, que acumuló riquezas sin preocuparle la inanición de su esposa. Ayudado por una rata guarda un montón de oro en un arcón cuya cerradura recuerda la imagen del ojo que todo lo ve de Dios. Con lo cual, nada se escapa a los ojos de Dios. Por debajo de ese arcón un diablo trata de darle una carta a la Muerte, quizá las credenciales y el reclamo que tiene sobre este hombre ávaro hasta lo repudiable.
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La exposición merece la pena. Nuestra mente se puede poner a viajar y a reflexionar ante innumerables imagenes. Es una oportunidad bastante única. Merece la pena. Id. Conoced al Bosco más profundamente. Puede abriros innumerables caminos por los que discurrir. Pensad que aunque haya pasado medio milenio, quinientos años, es quizá uno de los más actuales de entre los pintores del Renacimiento y que conecta tanto con el pasado siglo XX como con el actual siglo XXI de una manera natural. No hay nada desperdiciable en él. Id y pararos a pensar.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
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