La
fina impresión de una sola persona sobre el acto de uno mismo puede provocar el
ascenso y caída de uno mismo. No es cuestión que la opinión desfavorable de
alguien cualquiera desbarate las consecuencias de los actos de uno, sino que es
cuestión que esa opinión venga de la persona precisa, aquella que en las salas
donde hay varias personas todos las puntas de los pies apuntan a ese alguien.
Ha de ser una persona respetada por los demás, ya porque los demás se sientan
inferiores en sus opiniones e ideas o porque ha sabido elevarse como autoridad
en la materia de todo aquello que habla. Si nuestros escritos y nuestros actos
llegan a ese grupo desprovisto de ese líder nunca proclamado, sus opiniones
podrán ser diversas, incluso puede que nuestro acto ni siquiera sea objeto de
su atención ni de su opinión, pero baste que ese líder nunca proclamado esté
presente en el grupo en la hora en la que nuestros actos y escritos llegan a su
conocimiento para que este hable y lo que hable derribe todas las resistencias
que los que le rodean podrían poner a modo de objeciones y puntos de vista
diferentes. Uno a uno cederán su voz a la de esa persona y proclamarán como
suyas las opiniones de esa persona, casi como buscando su aprobación, como si
quisieran encontrar un lazo permanente al hacerle ver que piensan en el mismo
sentido, a pesar de que hace unos minutos quizá ni pensasen en lo mismo.
Las
personas tienden a arrastrar a las personas en sus modos y opiniones. Así por
ejemplo cuando Milan Kunderan escribió sobre la insoportable levedad del ser en 1984 nos entregó todo un compendio muy ilustrativo de cómo las personas influyen en
la vida de las otras personas, con sus censuras y sus aprobaciones ante los
actos de los demás. Un cambio donde además esos comportamientos y esas
opiniones se ven afectados a la vez por la presión de la aprobación o la
reprobación de aquellos elementos que controlan y hacen depender nuestras
vidas, como son el ejercicio de la autoridad por parte del Estado o de los
ideales, o las decisiones que toman sobre ti personas con jerarquías de las que
dependes, como puedan ser profesores y jefes de trabajo. Todo el mundo oculta
algo, se pueden tener dobles vidas en muchos aspectos diferentes. Las vida para
ser algo pesado y durable ha de ser repetitivo pero también original, debe
dejar algo que perdure incluso después de la muerte. De otro modo todo es leve
y desaparece y con su desaparecer desaparecemos nosotros sin dejar rastro.
Cuerpo y ser están unidos, pero el ser puede ser algo perdurable, si sabemos
dejar la huella precisa.
El
amor por cariño y compasión de Tomás por Teresa en la novela de Kundera es
perfectamente compatible con el amor esporádico y su necesidad de sexo con
numerosas mujeres a lo largo de su vida. Su necesidad de encuentros sexuales es
algo leve, por muy significados que lleguen a ser en su existencia, como el que
tiene con la estudiante de arte Sabina, pero lo que perdura en su existencia es
el descubrir el amor puro que tiene compartido con Teresa hacia un ser inocente
como es Karenin, su perra, que les ama a la vez sin ejercer aprobaciones o
reprobaciones de las vidas que llevan sus amos. Es la muerte de Karenin la que
dota de la iluminación del sentido de sus vidas a Tomás y Teresa, que descubren
en ellos lo que ha de ser el amor más perfecto, más allá del acto sexual, el
cual ha quedado relegado años atrás a otros panoramas de sus mentes. Es la
huella del hijo reencontrado de Tomás el sentido de una vida que nos proclama
que el ser es leve, delicado, como una hoja volando en el viento o unos bancos
de madera flotando río abajo hacia algún lugar desconocido, arrancados de la
tierra de las orillas de los parques de Praga.
La
necesidad sexual de Tomás no es una necesidad única. Si bien quizá sea uno de
los personajes sexualmente más activos de la novela, no es el único. Sabina
también lo es, y Franz, su pareja, y Teresa, la pareja de Tomás, y todas
aquellas mujeres y hombres que aparecen en torno a los escarceos amorosos de
todos ellos. Pero todos ellos tienen un sentido en su vida. Creen dotar de
sentido a sus actividades todas unos buscando la pureza de lo humanitario yendo
a Camboya, otros yéndose de Checoslovaquia hacia Suiza, otros buscando la fe
cristiana, otros escribiendo una crítica literaria con resonancia política en
la Primavera de los Claveles en la primavera de Praga de 1968. Sin embargo, el
sentido de sus vidas están marcados por las opiniones ajenas. Las burlas de la
madre de Teresa hacia su propia hija dotaron a Teresa de una personalidad
frágil y sufrida, dispuesta a montar toda su existencia a un ideal de
padecimiento emocional y aceptación de situaciones que la hacen sufrir, como
por ejemplo los engaños sexuales de Tomás. Tomás monta su vida siempre en torno
al inconformismo. Nada le basta. Quizá por ello siente un gran hambre sexual
que llena su vida de más de doscientas o trescientas parejas sexuales
extramatrimoniales, pero su mayor inconformismo está consigo mismo, que siente
un amor por cariño y protección a Teresa y trata de no hacerla daño, aunque
sabe que la hace daño. Sacrifica su vida, a su modo, renunciando a su auténtica
esencia de mujeriego sexual necesitado siempre de lo desconocido. Su
inconformismo marca su vida hasta el punto de no haberse atrevido a conocer a
su propio hijo de su primer matrimonio, siente remordimientos, y sin embargo,
le desea todo el bien que puede. Es un tic sobre el labio de su hijo lo que le
hace insoportable verle, pues es un tic que también él tiene, no puede
enfrentarse a sí mismo y a las consecuencias de sus actos, a pesar de que ante
un acto político de la escritura de un artículo literario acepta todas las
consecuencias sociales que degradan su posición social a través de la
persecución política de la policía comunista.
Todos
los personajes de Kundera tienen la marca de lo que construye sus vidas, sus
constantes. Franz pierde el amor de Sabina y busca el amor de una joven que la
sustituya, renunciando a su propia esposa, sufrida por la pérdida de Franz. Lo
que busca Franz al irse a Camboya es dar sentido a una existencia que monta en
torno al fracaso de su amor junto a Sabina. Y Sabina, que se siente traicionada
desde niña por sus padres, sólo encuentra sentido en su existencia si no
permanece sentimentalmente en un solo sitio. Traiciona porque la traicionaron,
y por ese camino nunca encuentra sosiego en la vida, aunque sabe que su
felicidad está en su pasado, al que a la vez sabe no querer volver para que se
conserve mejorado en su recuerdo.
Es
la actitud del otro, la opinión del otro, sobre todo del otro con influencia en
otros, lo que marca la existencia de los demás. Está ahí, además, la residencia
que nos hace sentir culpables o no, que es lo que nos hace variar nuestros
rumbos. Todo es leve y pasajero, sólo su suma da explicación a una existencia,
sólo que raramente encontramos a alguien que sepa del sentido de su existencia,
pues esa suma se ha de hacer al final de la vida, normalmente, tras la vida de
alguien. Baste que los amores de uno mismo sean aceptables o no a alguien para
que estos sean recordados como algo repudiable o aplaudible. ¿A quién le
importa nuestros amores y nuestros actos sexuales? En un sentido amoroso quizá
a las partes implicadas, pero en un sentido carnal, más allá de las partes
implicadas, toda opinión debiera ser leve, ligera, olvidable, y sin embargo no
lo es. Todo adquiere peso y gravidez, como anclas arrojadas al mar. Los
acontecimientos como las mujeres saliendo a las calles de Praga en 1968 para
besarse con amantes esporádicos delante de los soldados rusos son parte de sus
vidas privadas que en un determinado nudo de la Historia hace que sean parte de
la vida pública de la Historia. Lo perdurable y lo memorable se hace público,
eso hace que se haga opinable, y al hacerse opinable hace que sea un elemento
influyente en las propias vidas privadas. Es así un círculo vicioso. Tal y cual
se manifestaron delante de un tanque, colocaron flores, se acercaron a un
soldado, se besaron, quizá esa noche siguieron juntos y tuvieron sexo. Las
autoridades del país decidieron investigar a esas personas y castigarlas en sus
puestos de trabajo. Sus compañeros y vecinos, por miedo o vergüenza, dijeron o
hicieron tal o cual cosa, y las vidas privadas de esos manifestantes se vieron
afectadas en su privacidad de los acontecimientos públicos, se volvieron
públicos siendo a la vez vidas privadas.
La
fina impresión de una sola persona puede no ser leve. La cuestión es si
nosotros seremos capaces, llegado el momento, de afrontar las decisiones de
manifestarnos o no manifestarnos como deseamos. Aunque nuestras vidas influyen
en las vidas de los demás, ¿hemos de dejar sentir el peso total de lo que nos
es ajeno o por el contrario tendremos la osadía y valentía de ser levemente
graves cuando la oportunidad llama a nuestros deseos?
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