lunes, septiembre 07, 2015

NOTICIA 1519ª DESDE EL BAR: UN MAL BUEN INICIO (capítulo 11 de 13)


El relato conjunto creado a iniciativa de Luis Abad conmigo, con los ilustradores Chicha "Excelentísimo Chechu", Ramón Sánchez, Zia Mei va llegando a su final. Hoy contamos con la última ilustración para esta serie de Jesús "Chicha, Excelentísimo Chechu", El circo de Chicha. Sus perspectivas de ángulos imposibles, casi de gran angular y sin apenas lineas rectas, una distorsión visual de la realidad, espero que hayan sido de tanto gusto para vosotros como para nosotros. Que la cerveza os acompañe en estos últimos capítulos.


UN MAL BUEN INICIO
Capítulo XI


“.. a estas alturas aún no ha hecho una declaración oficial, continúa con la investigación de lo que parece ser un nuevo caso del asesino en serie de la ciudad madrileña. La llamada “operación 38” sigue su curso sin aparentes avances.”

Fabra apagó la radio y siguió conduciendo por la autopista. La noche se abalanzaba rápidamente sobre la ciudad. Las luces heridas por la velocidad formaban histriónicas serpientes de neón. Le parecía estar viajando por un tubo. Se saltó la primera salida a La Garena inmerso en sus pensamientos. Mientras enseñaba la placa para que levantaran el cordón policial las ideas rebotaban por su cabeza. Algo se escapaba, veía conexiones pero no el cuadro completo. Cuando llegó a donde estaban los forenses y se asomó al coche no pudo reprimir una arcada y tuvo que apartarse.

-Hay que ser hijo de puta, ¿qué coño es eso? –preguntó Fabra mientras se recuperaba.

-Una auténtica salvajada, eso es lo que es, ¿quieres un informe previo? –Le dijo el forense.

-La verdad es que no, pero dale.

-Hombre, cincuentaytantos, vestido de militar. Llevaba la cartera y todo, pone que era el General Marcos Lobrego Paino, lo están comprobando. Y el desastre pues como puedes ver, una chapuza.

-Prefiero no ver –dijo Fabra secándose el sudor de la frente.

-Lo han rajado y le han sacado las tripas de cualquier manera. No es un trabajo limpio como el del torso. Le han pintado una sonrisa con su propia sangre. No sé qué más decir. Tal vez tengamos la suerte de que sea otro asesino, no hemos encontrado piedras de barro ni nada.

- Sería mucha suerte tener otro asesino –ironizó Fabra

El teléfono del forense sonó y Fabra se alejó unos metros para dejarle intimidad pero sobre todo por huir del olor. Gran cantidad de mirones se agolpaban en el cordón de seguridad. Sociedad enferma. Una mujer llamó su atención. Todos estaban nerviosos, era una masa informe de movimientos y murmullos, todos menos ella. Helena Cobeño se dio la vuelta y se fue caminando. Fabra salió detrás de ella. Alguien grito su nombre.

-¡Fabra!

-¿Qué? –dijo molesto al forense.

-La sangre que encontró Ruiz en Trinitarios. No coincide. Es de otra persona.

Fabra no dijo nada y se fue en busca de Helena. La vio al fondo y la siguió. Unas manzanas más arriba ella entró en un bar. Fabra también.

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Sonaba “Nights in white satin”, la original. Ruiz paladeaba la copa de vino tinto que Julio le acababa de servir, se levantó del sofá y cotilleó un poco por las estanterías del salón. Muchos libros de medicina, antiguos la mayoría, alguna obra clásica. Seguro que Fabra podría hacer algún comentario brillante sobre ellos, pero ella apenas reconocía sus títulos. Alguna foto vestido de militar, alguna trabajando con niños en algún país exótico, una foto antigua de una señora, quizás su madre por el parecido. Sin polvo. Raro en un hombre pensó su mente policial, es metódico, solitario. Para ya, se dijo, es médico, los médicos son muy maniáticos y este además militar. Seguro que hace la cama mejor que tú. Se asomó con disimulo al cuarto, efectivamente, estaba mejor hecha que la suya. La canción se fue apagando y dio paso a “Sitting on the dock of the bay”. Julio entró con un trapo en el hombro, una bandeja con varios canapés, pan y otra botella de vino. Ruiz sonrió y se sentó de nuevo en el sofá.

-El perfecto anfitrión, ¿eh?

-Lo intento –dijo mientras descorchaba la botella de vino y le servía un trago más -He de reconocer, agente Ruiz, que está siendo la mejor detención de mi vida.

-¿Si? ¿Te han detenido muchas veces?

-Solo una. Y fue en la mili.

-Julio.

-¿Si?

-Llámame Marga.

-De acuerdo.

Puso su mano en la cabeza de él y le besó poco a poco, de menos a más, hasta que terminaron tumbados en el sofá. La claridad se reflejaba en el vino derramado por el suelo, brillante y cálida bajo “el palio de la luz crepuscular” como contaba la letra de la canción que sonaba. Lejos de allí, en un frío sótano, bajo otro palio más fluorescente, un forense mal pagado sacaba un trozo de huella dactilar del cuerpo que reposaba en la camilla abierto como una caja de sorpresas. Lo introdujo en el ordenador y volvió al trabajo. Al poco tiempo un pitido de la maquina llamó su atención. Identificación positiva.

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