El relato
conjunto creado a iniciativa de Luis
Abad conmigo, con los ilustradores Chicha "Excelentísimo Chechu", Ramón
Sánchez, Zia Mei va llegando a su final. Hoy contamos con la última ilustración para esta serie de Jesús "Chicha,
Excelentísimo Chechu", El circo de Chicha. Sus perspectivas de ángulos imposibles, casi de gran angular y sin apenas lineas rectas, una distorsión visual de la realidad, espero que hayan sido de tanto gusto para vosotros como para nosotros. Que
la cerveza os acompañe en estos últimos capítulos.
UN MAL BUEN INICIO
Capítulo XI
“..
a estas alturas aún no ha hecho una declaración oficial, continúa con la
investigación de lo que parece ser un nuevo caso del asesino en serie de la
ciudad madrileña. La llamada “operación 38” sigue su curso sin aparentes
avances.”
Fabra
apagó la radio y siguió conduciendo por la autopista. La noche se abalanzaba
rápidamente sobre la ciudad. Las luces heridas por la velocidad formaban
histriónicas serpientes de neón. Le parecía estar viajando por un tubo. Se
saltó la primera salida a La Garena inmerso en sus pensamientos. Mientras
enseñaba la placa para que levantaran el cordón policial las ideas rebotaban
por su cabeza. Algo se escapaba, veía conexiones pero no el cuadro completo.
Cuando llegó a donde estaban los forenses y se asomó al coche no pudo reprimir
una arcada y tuvo que apartarse.
-Hay
que ser hijo de puta, ¿qué coño es eso? –preguntó Fabra mientras se recuperaba.
-Una
auténtica salvajada, eso es lo que es, ¿quieres un informe previo? –Le dijo el
forense.
-La
verdad es que no, pero dale.
-Hombre,
cincuentaytantos, vestido de militar. Llevaba la cartera y todo, pone que era
el General Marcos Lobrego Paino, lo están comprobando. Y el desastre pues como
puedes ver, una chapuza.
-Prefiero
no ver –dijo Fabra secándose el sudor de la frente.
-Lo
han rajado y le han sacado las tripas de cualquier manera. No es un trabajo
limpio como el del torso. Le han pintado una sonrisa con su propia sangre. No
sé qué más decir. Tal vez tengamos la suerte de que sea otro asesino, no hemos
encontrado piedras de barro ni nada.
- Sería
mucha suerte tener otro asesino –ironizó Fabra
El
teléfono del forense sonó y Fabra se alejó unos metros para dejarle intimidad
pero sobre todo por huir del olor. Gran cantidad de mirones se agolpaban en el
cordón de seguridad. Sociedad enferma. Una mujer llamó su atención. Todos
estaban nerviosos, era una masa informe de movimientos y murmullos, todos menos
ella. Helena Cobeño se dio la vuelta y se fue caminando. Fabra salió detrás de
ella. Alguien grito su nombre.
-¡Fabra!
-¿Qué?
–dijo molesto al forense.
-La
sangre que encontró Ruiz en Trinitarios. No coincide. Es de otra persona.
Fabra
no dijo nada y se fue en busca de Helena. La vio al fondo y la siguió. Unas
manzanas más arriba ella entró en un bar. Fabra también.
--- --- ---
Sonaba “Nights in white satin”, la
original. Ruiz paladeaba la copa de vino tinto que Julio le acababa de
servir, se levantó del sofá y cotilleó un poco por las estanterías del salón.
Muchos libros de medicina, antiguos la mayoría, alguna obra clásica. Seguro que
Fabra podría hacer algún comentario brillante sobre ellos, pero ella apenas
reconocía sus títulos. Alguna foto vestido de militar, alguna trabajando con
niños en algún país exótico, una foto antigua de una señora, quizás su madre
por el parecido. Sin polvo. Raro en un hombre pensó su mente policial, es metódico,
solitario. Para ya, se dijo, es médico, los médicos son muy maniáticos y este
además militar. Seguro que hace la cama mejor que tú. Se asomó con disimulo al
cuarto, efectivamente, estaba mejor hecha que la suya. La canción se fue
apagando y dio paso a “Sitting on the dock of the bay”. Julio entró con un trapo
en el hombro, una bandeja con varios canapés, pan y otra botella de vino. Ruiz
sonrió y se sentó de nuevo en el sofá.
-El
perfecto anfitrión, ¿eh?
-Lo
intento –dijo mientras descorchaba la botella de vino y le servía un trago más
-He de reconocer, agente Ruiz, que está siendo la mejor detención de mi vida.
-¿Si?
¿Te han detenido muchas veces?
-Solo
una. Y fue en la mili.
-Julio.
-¿Si?
-Llámame
Marga.
-De
acuerdo.
Puso
su mano en la cabeza de él y le besó poco a poco, de menos a más, hasta que
terminaron tumbados en el sofá. La claridad se reflejaba en el vino derramado
por el suelo, brillante y cálida bajo “el palio de la luz crepuscular” como
contaba la letra de la canción que sonaba. Lejos de allí, en un frío sótano,
bajo otro palio más fluorescente, un forense mal pagado sacaba un trozo de
huella dactilar del cuerpo que reposaba en la camilla abierto como una caja de
sorpresas. Lo introdujo en el ordenador y volvió al trabajo. Al poco tiempo un
pitido de la maquina llamó su atención. Identificación positiva.
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