HUGO PRATT A TRAVÉS DE CORTO MALTÉS Y EL COMIENZO DEL SIGLO XX (por Daniel L.-Serrano) (4 de 6)
Las aventuras de Corto habían podido ser creadas desde 1967
a 1988, a pesar de las referencias más duraderas en el tiempo en Los
Escorpiones del Desierto (1969-1992), una novela, sus intenciones
declaradas de continuarlo o la referencia citada en 1994 en la biografía en
cómic de Saint-Exupéry. Hugo Pratt no quería deshacerse del personaje,
probablemente lo sentía como algo propio. Pero a la vez, no quería adentrarle
en épocas donde todo se volviera más tecnificado, posteriores a la II Guerra
Mundial. “En un mundo donde todo es
electrónico, donde todo se encuentra calculado e industrializado, no hay lugar
para un tipo como Corto Maltés”.[1]
Corto Maltés son las aventuras de un marino lanzado a la
piratería corsaria primero, y a la aventura después, que repasa el comienzo del
siglo XX en sus tres primeras décadas desde una perspectiva de antihéroe
romántico y anarquista que, no lo puede evitar, prefiere la justicia moral y
social al lucro personal con el que aparentemente comienzan todas sus
aventuras. La gran diferencia con Luca Zane de Corto Maltés es el no apego a
ningún negocio estable, como lo es el de transportista de mercancías por río de
Luca. Y la gran diferencia con Koinsky, el polaco protagonista de Los
Escorpiones del Desierto, es la veneración de Corto por la vida, a pesar de
que también mate cuando le es inevitable en sus aventuras, y por el respeto a
unas normas de cortesía, mientras Koinsky no tiene ni lo uno ni lo otro para
lograr sus objetivos. Corto cree en las personas, incluso en sus enemigos, cree
en que todo el mundo se merece una oportunidad. Koinsky no cree en ello, y por
ello no da oportunidades. Es un descreído a costa de un afán de venganza por la
muerte de su familia en la ocupación alemana de Varsovia, pese a que de vez en
cuando Koinsky muestra rabia ante una
muerte injusta y una misma sed de venganza
por tales sucesos. Son como dos Némesis. Quizá Hugo Pratt quiso
distanciar la personalidad de ambos personajes, y sin embargo tienen puntos en
común, los de la intuición de querer alcanzar una justicia para las personas
que encuentran desfavorecidas ante alguien que les oprime. Posiblemente ambos
sean proyecciones del propio Hugo Pratt. Una cosa sí que es evidente en ambas
historias. Las historias de Corto Maltés se desarrollan en un mundo que
un niño y un adolescente Hugo Pratt conoció entre Italia y África, que sin duda
completó con numerosas lecturas e investigaciones personales, y las de Los
Escorpiones del Desierto es el mundo de la II Guerra Mundial que el autor
conoció en África. Quizá no sea tan raro que de sus cinco personajes más
populares, tres de ellos confluyan en África, y que precisamente sus personajes
se entrecrucen por sus páginas, hablamos de Anna de la Jungla, Corto
Maltés (en una de sus novelas gráficas) y Los Escorpiones del Desierto.
En el primero estaría el África que el autor más recordaría de su infancia. No
obstante los protagonistas no dejan de ser jóvenes como él lo era. Allí están
representados todos los conflictos coloniales y tribales que él pudiera
conocer, pese a que los situara entre 25 y 30 años antes de su propia
experiencia. Aparte de todo el África con culturas aún no occidentalizadas al
completo que también conoció. Pero, cuidado, también contiene Ana de la
Jungla el África tribal una plena concienciación política que aspira a su
independencia, como se puede ver en Las Etiópicas de Corto Maltés, y en Los
Escorpiones del Desierto. Hay que recordar que precisamente la I Guerra
Mundial iniciada justo cuando se inician las aventuras del primer título, transformó
el panafricanismo preocupado por acabar con las desigualdades raciales y
mejorar las condiciones de vida de las personas de raza negra, en otro tipo de
aspiraciones. La I Guerra Mundial supuso para el panafricanismo un giro hacia
dos posturas. Por un lado la concienciación de que como pueblo pueden disponer
de ellos mismos y aspiran a su autonomía e independencia. Por otro lado, el
desembarco de ideas socialistas a través de sus puertos, atractivas a los
panafricanistas por cuanto suponía de igualdad de razas y clases. Ya en Las
Etiópicas, a través del personaje dhankali Cush se ve incluso otro
componente más que llevaría a los movimientos independentistas de después de
1945, pero que eran evidentes en la I Guerra Mundial, un sentimiento
independentista marcado también por el sentimiento de pertenencia a la
religión islámica y el arraigo a sus
territorios africanos. Un sentimiento que, como comunidad religiosa, les
inspiraba la necesidad de no ser gobernados ya no sólo por europeos, sino
tampoco por gentes de otra religión. Hay, sin duda, un arraigo a África en
todas estas gentes, y un componente socialista muy básico mezclado con la
religión, un sentimiento de raza, ya negra, ya árabe, que incluso reniega del
islamismo de los turcos que luchan en la zona. Algo que el propio Lawrence de
Arabia supo utilizar en aquellas fechas no tan lejano de esas tierras
africanas.
En Los Escorpiones del Desierto sería el final
prematuro de la adolescencia de Pratt, apenas bien vivida, a causa de la
guerra, la pérdida de la inocencia, quizá por ello Koinsky es un personaje tan
brutal, es otro héroe antihéroe como Corto Maltés… pero menos simpático,
descarnado. En ese mismo título se ve bien algo que conocería bien el autor, el
movimiento de tropas y el juego político que suponía para unos y otros los
avances de la guerra, las rencillas personales pagadas con sangre aprovechando
esa misma violencia institucionalizada, y el ir y venir de oportunistas en un
frente que no estaba tan definido como el europeo o el asiático a costa del uso
de guerrillas y espías.
No hay que despistar tampoco nunca a los personajes
secundarios. Pratt ponía gran énfasis en ellos, sin llegar jamás a perfilar su
historia del todo, igual que la de sus protagonistas. Siempre dejaba un espacio
para el misterio, la especulación y la sugerencia, que hacen al lector pensar
en las posibles relaciones e historias sin contar, y a la par contadas en
cierto modo. Seguía la máxima del director de cine John Ford por la cual los
personajes secundarios a menudo podían ser tan atractivos que podían soportar
buena parte de la historia que se narraba. Así pues salen personajes históricos
en Corto Maltés (en otros cómic suyos también) bien conocidos junto a otros no
tan obvios, tales como los ya citados a lo largo de este ensayo más otros como
el escritor Ernest Hemingway, el zarista iluminado Ungern-Sternberg, los
mafiosos polacos instalados en Argentina creando una red de prostitución
llamada “La Varsoviana”, el multimillonario Aristóteles Onassis, muy diversos tipos
de revolucionarios auténticos y anónimos de todo el planeta, ya sean
brasileños, chinos, africanos, irlándeses, rusos, etcétera, junto a muy
diversos tipos de imperialistas con códigos morales muy concretos tales como
japoneses, ingleses, alemanes, o norteamericanos, junto también a toda una gama
de gobernantes de Repúblicas Bananeras en las Antillas y coroneles del Brasil.
Pero también aparecen atractivos secundarios del mundo ficticio que, en
nuestras mentes, han formado nuestra civilización. Son personajes que aparecen
en obras de teatro dibujadas, sueños o estados de alucinación en los peores
trances de los personajes. Hablamos de gentes como el mago Merlín, el Rey
Arturo, Samael, diversos dioses mayas, Percival, y otros. A veces salen
mencionados, como la aviadora Amelia Earthart.
Pero Pratt no sólo repasa en sus secundarios a innumerables
personas reales y ficciones del mundo real fuera de ese cómic de su invención,
sino que inventa secundarios que son ejemplo de ese mundo del comienzo del
siglo XX y que acompañan a Corto por gran parte de sus aventuras. Desde
Rasputin, el nihilista y asesino ruso, de idéntico nombre al malogrado asesor
del zar, que deserta de las tropas zaristas en plena guerra con Japón en 1905,
quien será el mejor amigo de Corto pese a existir entre ellos una relación de
amor y de odio, a otros tan sugerentes como la pitonisa y revolucionaria Boca
Dorada, la también revolucionaria, pero agente doble, Shangai Lil, con quien se
insinúa que existió una relación de amor entre ella y Corto, la prostituta
Esmeralda, que también se insinúa un antiguo amor de Corto, la antagonista
Veneciana Stevenson, que finaliza sus aventuras embarazada sin mencionarse el
nombre de quién pese a que sólo Corto estaba con ella, Banshee, la irlandesa
del ejército revolucionario IRA que tiene nombre de diosa que atrae la muerte,
o el Monje, que siendo un personaje real en realidad es la encarnación de una
leyenda española auténtica popular en el siglo XVI por la cual se decía que un
monje se adentró en el océano y fundó una civilización cristiana donde sus
ciudades eran de oro.
[1] V. Mollica y M. Pagnelle, Pratt,
1980, en http://www.dreamer.com/corto/cortovid.htm
***Los tres retratos centrales son, por este orden: Luca Zane (de "Ana de la Jungla"), Corto Maltés (de "Corto Maltés") y Koinski (de "Los Escorpiones del Desierto").
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