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Pero también faltaban los sonidos de los miembros de la Orquesta Ciudad de Alcalá ensayando, no estaban los nuevos técnicos y educadores medioambientales, tampoco los profesores y alumnos del taller de restauración ni el de cerámica. Ni las jardineras haciendo sus labores. A decir verdad, no había nadie más allí salvo un conserje. El enorme edificio estaba vacio de personas, lleno de salas sin uso, cerradas y vacías, de paredes blancas y de silencio. Era un edificio que mostraba sin ambages su abandono como si su destino fuera ser un testigo mudo de lo que fue, como aquel horno que fue del convento que hoy día, como resto histórico del pasado, guarda y preside una de las entradas, la que estaba cerrada que en otras épocas estuvo abierta.
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No sé, quizá es que en estas fechas de junio alguna de esas actividades haya acabado ya hasta finales de verano. Ni idea. Pero el centro es enorme, e histórico. Y podría haber sido perfectamente la sede de la Junta de Distrito del distrito IV, o darle un auténtico uso sociocultural permanente. Es un centro muy grande y amplio, lleno de posibilidades. No se le puede dejar como las piscinas, sólo para meses de temporada, aunque parece que lo hayan dejado como el estanque que junto al horno guarda la puerta cerrada: abandonado a su propia conservación como si por sí sólo pudiera lograrlo.
Creo que muchas de las asociaciones alcalaínas que hay montadas en la ciudad, culturales o de otro tipo, podrían perfectamente usar estas instalaciones. O quizá se podría ahorrar el dinero que se gasta el ayuntamiento en el alquiler de algunos edicios y locales para diversos usos, usando simplemente este edificio que de por sí es suyo, y que su mero mantenimiento cuesta dinero se use o no se use. Pero es un espacio público, y ya que no parece que vayan a trasladar allí ninguna de sus oficinas o centros, bien pudieran hacer del centro un centro realmente social y cultural, y ofrecérselo a todas esas asociaciones y grupos de gente que tienen innumerables ideas por llevar a cabo y ningún espacio para reunirse. Desde gente con ideas de teatro, a los que las tienen de cine, música, pintura, fotografía, asociaciones de reivindicaaciones sociales, juntas de vecinos, exposiciones, videofórums, conferencias, recitales, etcétera.
Sinceramente, mi regreso a Gilitos me dio la sensación de estar paseando por unos restos del siglo XX, modernizados, reformados, pero restos. Más sabiendo la vida, ya de por sí pobre, que tenía como muy tarde en 2009. Y la sensación era más extraña, pues parte de mi propia vida estuvo en un pasado ligada a ese edificio. ¿Es este el futuro más lejano que nos espera?
Hay que intentar hacer de lo que vamos legando que sean cosas vivas. Este edificio tiene múltiples posibilidades. Que la cerveza os acompañe.
4 comentarios:
Es triste encontrar a nuestro paso cada vez más fósiles que no lo parecen...imagino que tendremos que intentar que nosotros mismos no nos contagiemos de esa tendencia...
Más bien esto es negligencia y abandono premeditado institucional.
Amigo mío, "rehabilitar" edificios con espantosos añadidos "modernos" y "funcionales", permite repartirse con la constructora la pasta de los impuestos de los ciudadanos. Contratar personal idóneo y realizar actividades es más complicado de rentabilizar.
Efecivamente, suele ser así.
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