No había estado antes en ese bar, entré por probar. Un típico bar de barrio, de los llamados "de viejo", en el centro de la ciudad, aparentemente limpio y atendido por un chico rumano muy hablador. Sólo estábamos él y yo y ya era de noche. Sólo al rato entró una pareja española que le conocía y se pusieron a hablar. Yo estaba haciendo tiempo entre el final de uno de los largometrajes del festival de cine y la proyección del siguiente que habría de juzgar. Pensaba en la tetería de la que acababa de salir, la mejor tetería de Alcalá de Henares, con mi predilecto té paquistaní, pensaba en un encargo de Mauricio para que fuera al AGA en busca de los documentos referentes al proceso penal a un periodista de 1934 a 1935, pensaba en ese periodista y en los suceoss de octubre de ese 1934, pensaba en un chico hijo de una amiga de mi madre que ha muerto hace unos días de cirrosis con 18 años, pensaba en un niño de mi infancia que se suicidó con la corbata de su padre, al cual conocía, pensaba en el día 24 de este mes y el cuarto aniversario de la muerte de mi padre, pensaba otra vez en 1934 y en los represaliados de ese año, y en 1936 y la inmundicia de la guerra, volví a pensar en el periodista al que debía investigar, y pensé en una chica amiga, que conocí hace uno o dos años por la novia de un amigo, que vi por la calle Mayor hacía unos instantes y que me saludó con dos besos, venía totalmente dispersa o echa un lío mental por algo que no supe qué era, pero que reconoció que existía, se alejó rápido aunque la ofrecí ir conmigo al festival de cine, dándose media vuelta mientras se alejaba, me miró y me señaló con un dedo extendiéndo su brazo. "Haz que te vaya bien", dijo, y se fue sin volverse más por aquella calle medieval porticada, ya de noche y con gente con frío. Pensaba en mis carencias, pensaba en una entrevista de trabajo que realicé por la mañana y en el curso para desempleados que me ofrecieron por la tarde y al que me inscribí. Y mientras pensaba, una cucaracha alada, sí, alada, apareció andando sobre la barra del bar, cerca de mí, esquivando los platos con vasos y azucar colocados a la espera de clientes que pidiesen café. El camarero parecía que no veía bien, que no distinguía que era una cucaracha, o tal vez no la vio de verdad, o tal vez era una mascota, daba igual, andaba cerca de mí pero no se había metido en mi cerveza. La dejé andurrear por la barra del bar. Pedí otra cerveza mientras empezaba la siguiente película del festival, a fin de cuentas la tapa de tortilla que ponían con la cerveza sabía bien y quería repetirala. Corre, cucaracha, corre.
7 comentarios:
Si el pincho de tortilla era bueno, lo demás no importa...
Hay una cierta estirpe hosteleril donde las cucarachas forman parte del decorado. Lo de que la cucaracha sea voladora, ya es tunning.
Algunas veces me gustaría entrar en tu cabeza y contemplar todos esos pensamientos que se agolpan o que deambulan por ella...se podría hacer una buena película con ello, surrealista e interesante.
"Haz que te vaya bien" !!
Y que corran, muy lejos, los pensamientso sombríos. Un beso, Espía.
MUy bonito este texto, vital, lleno de vida. Pensaba cuando lo leía que cualquiera puede pensar en lo que dices, hasta la cucaracha, ese bicho que nació asqueroso. Que viva.
Besico
jjajjaaj
cucarachas voladoras
mientras no lleven una manzana incrustada, hay que apartarlas.
hola estoy creando un periodico digital y me gustaría que colaborases con migo.
lonuestro27@hotmail.com
jose guillermo.
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