Este es un blog de un escritor cervecero que pretende hablar de él, de Historia, de sus ídolos, de sus paranoias propias, mostrar sus escritos... pero en definitiva son informes de un espia en el bar.
miércoles, agosto 30, 2006
NOTICIA 140ª DESDE EL BAR: UNA VIEJA FRASE PROPIA
martes, agosto 29, 2006
NOTICIA 139ª DESDE EL BAR: MASCARADA
Más o menos así se ha configurado mi mundo últimamente, en los últimos meses, más de medio año, parece ser. Con lo fácil que es hablar a tiempo en lugar de insinuaciones que sólo entienden los que las hacen. No se habla y luego sólo queda que cuando se haga ya esté todo demasiado deteriorado. He vivido una mascarada. Y tengo la sensación de que aún hay otra mascarada más en torno mía funcionando. No más mascaradas.
domingo, agosto 27, 2006
NOTICIA 138ª DESDE EL BAR: PAINT IT BLACK
A las doce de la noche de hoy montones de fuegos artificiales explotarán sobre el cielo del Instituto Antonio Machado de Alcalá de Henares. Cuando esas explosiones acaben, llenas de chispas, luces multicolores y sonidos atronadores, las fiestas grandes de este año en esta ciudad habrán terminado. Como siempre habrán durado entre siete y diez días. Veo esos fuegos artificiales desde siempre. Al principio con mi padre y mi madre y mi hermano. Pero hace unos años que yo empecé a ir con mis amigos. Actualmente solemos ir sin falta el Chico Gris y yo. Me encantan los fuegos artificiales, por su espectáculo y por algo que me gusta de ellos de un modo casi de unión con algo... Aparte tienen un especial significado para mí ver los de Alcalá, quizá es porque siempre los he visto o porque soy de aquí de segunda generación familiar y me gusta este lugar aunque tenga sus deficiencias. Ver estos fuegos al final de Agosto para muchos de nosotros tiene también otro significado, el de se acabó el verano (aunque no lo haya hecho), hay que regresar a las actividades habituales del resto del año. Y en mi caso también siento algo de: otro año, otro periodo nuevo tras el colofón de la gran fiesta donde todo el mundo se ha desparramado si no durante toda la semana sí en algún momento. Aunque también suelo sentir una sensación de oportunidad perdida de no sé exactamente qué. Este último fin de semana no ha sido el mejor último fin de semana de unas fiestas alcalaínas que yo haya vivido. Prometía ser algo grande y divertido, pero no lo fue tanto. Fue mejor entre semana, curiosamente. A veces los puzzles se descomponen, pero se suelen volver a formar. Sobre todo porque cuando no son puzzles muy complicados.
Si que es cierto que el Viernes, mientras mis amistades más íntimas estaban fuera de la ciudad, u ocupados, o en el caso de Chico Gris en el concierto que dio Burning, yo hice tiempo en bares donde ponían rock de los sesenta y los setenta, que es mi preferido. Y me tropecé varias veces con la canción "Paint it Black" de The Rolling Stones, y un par de chicas desconidas bailandolo. Esa misma noche se descompuso el puzzle innecesariamente. Se cayó al suelo y se hizo mil pedazos de modo estrepitoso, porque era un puzzle de piezas de mármol y sus piezas dispersas desbordaron un par de ríos. Pero al día siguiente el puzzle se recompuso él sólo mientras decenas de ojos lo observaban. Y sorprendentemente, cuando todas las piezas se habían colocado en su sitio y todas las aguas volvieron a sus cauces, el "Paint it Black" de The Rolling Stones volvió a sonar en uno de los bares donde el puzzle se estaba recomponiendo. Supongo que esa es entonces la canción del verano 2006 en mi vida, junto a la de los Who y los Beatles que me llevaron y me sacaron de Barcelona.
Fue un single de 1966, nunca estuvo en un álbum hasta que no recopilaron sus autores sus singles en dos volúmenes dobles de vinilo. A partir de ahí ha salido en varios álbumes de la banda. Canción rotunda y enérgica, desborda a uno. Tema inolvidable en la película Apocalipsys Now y en la serie televisiva Camino al Infierno, que alguna cadena de televisión debería recuperar algún día. Sus Satánicas Majestades, The Rolling Stones, con ustedes en las actividades de espionaje de este bar. Espero haberla traducido bien.
Paint it Black (The Rolling Stones, 1966)
Veo una puerta roja y la quiero pintada de negro.
Ningún color nunca más, los quiero volver negro.
Veo a las chicas pasearse vestidas con sus ropas de verano,
tengo que volver mi cabeza hasta que mi oscuridad se vaya.
Veo una fila de coches y están todos pintados de negro.
Ni las flores ni mi amor, ambos nunca volverán.
Veo a la gente volver sus cabezas y rápidamente mirar a otra parte,
como un recién nacido, sucede todos los días.
Miro en mi interior y veo que mi corazón es negro.
Veo mi puerta roja y ha sido pintada de negro,
tal vez entonces se marchitará todo y no tendré que enmascarar los echos.
No es fácil aparentar cuando mucho de tu mundo es negro.*
No deseo más que mi verde mar se vuelva azul profundo.
No puedo preveer que estas cosas te sucedan a ti.
si parezco lo suficientemente duro durante la puesta de sol
mi amor reirá conmigo hasta que venga la mañana.
Veo una puerta roja y la quiero pintar de negro.
Ningún color nunca más, los quiero volver negro.
Veo a las chicas pasearse vestidas con sus ropas de verano,
tengo que volver mi cabeza hasta que mi oscuridad se vaya.
Hmm... Hmm... Hmm...
Quiero verlo pintado, pintado de negro,
negro como la noche, cnegro como el carbón.
Quiero ver el sol borrado del cielo.
Quiero verlo pintado, pintado, pintado, pintado de negro.
¡Yeah!
*enmascarar y aparentar aparecen con la palabra inglesa face, que también podría ser: encarar, enfrentar.
viernes, agosto 25, 2006
NOTICIA 136ª DESDE EL BAR: ASUNTOS INTERNOS (1)
jueves, agosto 24, 2006
NOTICIA 135ª DESDE EL BAR: SORDERA
miércoles, agosto 23, 2006
NOTICIA 134ª DESDE EL BAR: ¿QUÉ ES EL EGOÍSMO?
lunes, agosto 21, 2006
NOTICIA 133ª DESDE EL BAR: EL INFORME RALEIGH (4 Y ÚLTIMO)
EL INFORME WALTER RALEIGH: PROCESO Y EJECUCIÓN.
Todos los datos que aportó la llegada de Raleigh a Inglaterra sobre sus acciones de corso y piratería en la Guyana, Caribe, Canarias, Madeiras y Terceras, hizo que el Conde de Gondomar escribiera a Jacobo I una carta, el 14 de Junio de 1618, donde le recordaba todos los males causados a españoles y bienes de españoles desde su partida, así como su promesa de entregarle a España para ahorcarle en Madrid si todo lo que sucedió llegaba a suceder. Incluso llega a pedir el mismo trato para con los que con él fueron y participaron de sus actos. Jacobo I creó entonces una proclamación por la cual arrestaba oficialmente a Raleigh, repasando todas las infracciones que había cometido del trato realizado acerca de que no dañara intereses españoles. Pedía así mismo que todo el mundo que pudiera prestar alguna declaración útil respecto al caso fuese a darla inmediatamente, para alcanzar cuanto antes la justicia.
El 15 de Julio Gondomar redacta el despacho más grande sobre Walter Raleigh que hasta entonces había escrito. Gondomar está a punto de dejar Inglaterra, por su salud debilitada por su edad, pero este asunto desea dejarlo totalmente cerrado antes de irse. Gondomar es invitado a estar en el Consejo que Jacobo I iba a realizar sobre el espinoso tema. Gondomar expone los males que Raleigh ocasionó que le han sido notificados desde España, recordando a la vez sus advertencias pasadas sobre las consecuencias de esa expedición, y las promesas del Rey de Inglaterra de entregarle a Raleigh a España, junto a doce hombres, para ser ahorcado en Madrid, más el oro que hubiesen robado. Refiere la pretendida sorpresa que le causó la carta de Raleigh a Winwood anteriormente relatada, a causa de la libertad con la que se habla en ella de la muerte de españoles. A la vez, seguía manteniendo el territorio de la Guyana como territorio español. Jacobo I admitió los daños causados a España y estaba resuelto a castigar a los culpables ya que deseaba la paz sobre todo. El canciller Francis Bacon, el arzobispo de Canterbury y el Tesorero, alegaron que Inglaterra, y mucho menos su Rey, no podía ser responsables de los desmanes hechos por los particulares ingleses, y que esta había hecho lo posible por evitarlos cobrando fianzas a Raleigh antes de su partida. La Corona inglesa, razonaban, no podía impedir la realización de negocios que trajesen beneficios a sus súbditos y a ella misma, ya que no era vasalla de ninguna otra Corona. Por ello esperaban que esos hechos no enturbiasen las relaciones con España. En el siguiente consejo donde se exponían todos los cargos contra Raleigh, algunos de sus familiares interrumpieron la sesión diciendo que el propio Gondomar había cargado los tintes contra su pariente Walter. Añadieron que jamás habían visto a un embajador de otro país decirle a un Rey de Inglaterra lo que debía hacer con sus presos, ni como debía administrar justicia, y no entendían porqué Raleigh debía ser llevado y ahorcado en España. El Marqués de Buckingham intervino a favor de Gondomar diciendo que esas eran cosas que el Rey había prometido a España tiempo atrás, y por tanto nadie le ordenaba nada. Pero se veía conveniente, por cuestiones de orden interno, que el caso lo juzgaran hombres sabios de la propia Inglaterra. Jacobo I daba la razón a Gondomar, reafirmando así sus promesas, aunque vio la conveniencia de aceptar que decidiesen hombres de leyes ingleses. Consideraba, dijo, que Raleigh era un traidor al incumplir lo que se le había hecho prometer mediante trato. Al día siguiente Gondomar habló a solas con Jacobo I, y con licencia para decirse sus opiniones con la libertad de hablarse de persona a persona, y no de Rey a embajador. Gondomar le dijo que los males que Raleigh causó a España habían sido mayores de los que narró en el consejo. Jacobo I se veía engañado por los consejeros que le habían convencido para autorizar ese viaje, por lo que era el mayor interesado en ponerle remedio. El Rey dudaba, por otra parte, de que las tierras de Guyana fueran enteramente españolas, a lo que Gondomar replicó con una defensa razonada con ejemplos de lugares ingleses acerca de la españolidad de aquel territorio. El Rey había pasado personalmente varias horas conversando con cuantos testigos pudo acerca de aquel viaje. Había llegado a la conclusión de que Keymis ordenó el ataque a Santo Tomé, como paso previo para hacerse con las minas. Su suicidio se debía al miedo que tomó ante Raleigh al haber muerto el hijo de este en aquel ataque. Pero, aún con todo, era Raleigh el capitán general, y por tanto de quien partía toda orden y autorización para cualquiera de las acciones de aquel viaje. No obstante, en realidad Raleigh había partido con permiso del Rey inglés Jacobo I para buscar y tomar posesión de las minas de oro de la Guyana, y no por cuenta propia, por lo que él, el Rey, debía oírle y juzgarle debidamente. Gondomar sintió esto y le dijo que en España, si se tenían tales evidencias de piratería, ya se le habría ahorcado, del mismo modo que se procedió desde el principio a expropiar bienes ingleses en Canarias y Sevilla. Pero Jacobo I se mantuvo firme en juzgarle de acuerdo a las leyes y normas inglesas, pues el Rey de Inglaterra no era ni vasallo ni deudor del Rey de España. Gondomar le admitió esto aunque diplomáticamente le volvió a recordar su promesa de mandarlo a Madrid para ahorcarlo, lo que indicaba que el juicio ya tenía sentencia antes de celebrarse. Jacobo I pretendía que Gondomar informase sobre todo lo hablado a Felipe III. En tres días se acordaría todo lo referente al juicio de Raleigh y la ejecución de su sentencia. Tanto los que apoyaron a Raleigh como los que no, estuvieron conformes en restituir a los españoles las haciendas perdidas. Sin embargo muchos se sentían incómodos con el pensamiento de que Raleigh fuera entregado a España, pues veían en ello una falta de autoridad en Jacobo I, y una doblez de este frente a la Corona española. Por ello, Gondomar le solicita a Felipe III que recapacite sobre la conveniencia de insistir en que Raleigh se ahorque en Madrid, ya que le podría causar males a su aliado Jacobo I. Así mismo, dice que se estaba haciendo un embargo general de los barcos de Raleigh en aquel lugar, pero aconseja que en Canarias, Sevilla, Madeira y Terceras, se embargase ya sólo a las naves que con seguridad fueran de la flota de Raleigh, por evitar males o disgustos a la Corona inglesa, y mantener así un gesto de deseo de mantener la alianza anglo-hispana. Raleigh estaba preso en Plymouth y se estaba apresando a los que se podía del resto que regresaron con él.
Todos estos acuerdos fueron confirmados oficialmente por el Duque de Buckingham al Conde de Gondomar por medio de una carta del 26 de Junio. Con rapidez se embargaban barcos y se apresaban a los colaboradores de Raleigh para ser juzgados de acuerdo a las leyes y normas inglesas.
Raleigh mandó una carta a Jacobo I el 16 de Junio intentando conmoverle para alcanzar sino su libertad sí alguna compasión. Alegaba su regreso voluntario a Inglaterra, una vez más, el no haber atacado a ningún poblado español costero, salvo el de Santo Tomé, del que dice que los españoles mataron a veintisiete ingleses atados espalda contra espalda, y de dos en dos, degollándoles tras haber convivido un tiempo juntos. Que no cobró venganza tras la muerte de su hijo, ni se apropió de la mina en manos españolas. Y que a diferencia de Parker y Moutam, él, esta vez, no había cometido asaltos en el Caribe, como estos hicieran en Honduras y Campeche. Pero todo esto en buena parte eran mentiras para autoexculparse.
Mientras, Felipe III había admitido que ahorcasen a Walter Raleigh en Inglaterra. El famoso corsario no parecía tener ya salvación posible, por mucho juicio que se celebrase (este era más bien una pantomima). El 5 de Septiembre Raleigh ya estaba sentenciado como traidor y pirata, y se encontraba encerrado otra vez en la Torre de Londres. El Conde de Gondomar escribía una carta a Don Juan de Ciriza, Secretario de Estado de España, el 28 de Noviembre, en la cual decía en un breve párrafo inicial que le parecía que Walter Raleigh ya había sido ahorcado, pero que le parecía más importante haber roto la paz entre Inglaterra y Francia, por lo que el resto de la extensión de la carta lo dedicaba a los asuntos relacionados con Francia. Era realmente muy escueto lo que le dedicaba a este asunto, teniendo en cuenta el montón de cartas y de tiempo que Gondomar le había dedicado al problema que suponía Raleigh en el mar. Tal vez literariamente esa era su propia condena a Raleigh, la indiferencia ante su muerte. Esta, efectivamente se había producido el 29 de Octubre de 1618, en Inglaterra. Walter Raleigh no había muerto ahorcado, se le ejecutó degollándole, y no en España, sino en Inglaterra. Tenía 64 años.
Sus actos de corsario quedan hoy día admitidos como tales a la vista de la documentación secreta que desde esa época a esta parte se han dado a la luz, pese a que él fue juzgado por piratería (algo que se justifica en alguna extralimitación en este su último viaje y en que su patente de corso fue esta vez bajo palabra y no escrita, como en tantos otros casos también ocurrió). Los sucesos de San José en cuanto a la defensa española del territorio de la Guyana-Venezuela-Brasil frente a los corsarios, donde el presidio (fuerte) español acabó masacrado y arrasado (pese que el ataque inglés tuvo una victoria pírrica y calamitosa para ellos), fue causa reconocida de la intromisión de Raleigh en territorio español, aunque algunas revisiones inglesas de la Historia aún dan por dudoso que el territorio fuera netamente español. Aún más, algunos historiadores ingleses y franceses hacen caso omiso hoy día de los documentos (incluidas las cartas de confesión de parte de la tripulación de Raleigh y en cierto modo del propio Raleigh) y afirman la versión que diplomáticamente se dio tiempo después de la ejecución del inglés acerca de que San José fue atacado y destruido por los indios y no por ingleses (lo que en ningún caso explica los agujeros de bala del fuerte y los cadáveres). No obstante Walter Raleigh nunca perdió su título de Sir, y su ejecución por decapitación se debía a que esta muerte se consideraba más honorable y propia de nobles, la horca era reservada para el pueblo bajo. La tumba de Sir Walter Raleigh se encuentra en una importante iglesia cercana al Parlamento de Londres, bajo ella juran hoy día sus cargos los miembros de la Cámara de los Comunes.
Años más tarde de la ejecución de Raleigh en 1618, figura en la correspondencia del embajador español, el Conde de Gondomar, una referencia sobre un noble llamado North, que se había hecho capitán de un barco y había navegado con permiso real a las zonas de la Guyana donde estuvo Raleigh. Como vimos, este hombre había viajado efectivamente en su momento con Raleigh y parece ser que habría convencido años después al Rey de Inglaterra de la propiedad inglesa del territorio por las mismas razones que expuso Raleigh. En otras palabras que aquel territorio lo habría explorado Raleigh, que no existían españoles en ellas y que la fuerza es la ley que impera en América para la propiedad de un lugar. Se alegaba, además, la existencia de una mina que, por descubrimiento, debía ser inglesa.
Por otra parte, la paz entre España e Inglaterra no duró mucho (en este capítulo del final de la vida de sir Walter Raleigh se puede ver que era una paz débil) y se enfrentaron soterradamente durante la guerra de independencia de los Países Bajos. Por no hablar de los capítulos que habrían de traer la nueva guerra europea que se avecinaba: la Guerra de los Treinta Años, fin del Imperio Español como hegemonía más poderosa del mundo, nido de nuevos corsarios y piratas, y revulsivo religioso de toda Europa que cambiaría la Historia de Occidente.
domingo, agosto 20, 2006
NOTICIA 132ª DESDE EL BAR: EL INFORME RALEIGH (3)
Tras esto, digo que ya sólo queda un capítulo más del final de la vida del corsario Walter Raleigh.
EL INFORME SIR WALTER RALEIGH: LOS ECHOS DE LA GUYANA Y APRESAMIENTO
En los primeros meses de 1618 se sabe muy poco acerca del corsario. Los partidarios de él han crecido en número en Inglaterra, y a muchos los encabeza su esposa. El capitán Bailey, que testimonió contra Raleigh tras desertar de su flota, es perseguido por todos los que le consideran un traidor al simpatizar con sir Walter Raleigh, por lo que ha de huir constantemente. El 20 de Febrero uno de los capitanes de los que llevaba la flota, Pedro Ale (Peter Alley), había regresado a Inglaterra, abandonando también a Raleigh. Cuenta que en el viaje han muerto muchos, y que sólo en la nave capitana habían muerto ciento cincuenta marineros. Raleigh se dirigía a Guyana queriendo entrar por el río Orinoco, como le había expuesto en su momento a Jacobo I para encontrar la mina de oro y el puerto que le prometió. Gondomar no puede menos de desear la muerte de Raleigh en esas tierras o su desesperación y regreso por no hallar nada. Confiaba en que Felipe III habría creado en el lugar los presidios (fuertes) para defender el territorio que le recomendó en las fechas de 1616. El 26 de Marzo otro barco de la flota de Raleigh llegó a Portsmouth abandonando igualmente al propio Raleigh. Trae noticias de la mala provisión de bastimentos que llevaban y de muchas muertes que se habían producido entre los que viajaban, entre ellos el noble Robert Barroique. Habían equivocado la entrada por el río Orinoco y entrado por otra boca de río de corrientes muy peligrosas. Por ello la gente estaba muy desesperada y descontenta y muchos habían escrito cartas para el Rey inglés, las cuales deseaban enviar en el mismo barco que traía estas noticias. Una de las cartas que había sido escrita por un caballero fue interceptada por Raleigh. En esta leyó que se barruntaba un motín que acabaría tirándole por la borda si las cosas seguían mal. Raleigh quiso castigarle pero su tripulación se lo impidió. Gondomar piensa que estos hombres o bien morirían o bien se entregarían a la más pura piratería en el Caribe.
El 24 de Junio de 1618 el De Gondomar habría de escribir la carta con una de las informaciones más decisivas para el futuro de Walter Raleigh. En Mayo había llegado otro barco de los del corsario a Plymouth. En este se portaban importantes cartas y testimonios de lo que los hombres de aquella flota habían hecho. Había diversas cartas de Raleigh a varias personas de Inglaterra, entre ellas una dirigida a Winwood, creyendo el fuera de la ley Raleigh que su protector en la Corte inglesa aún vivía. Esas cartas se unían a los testimonios de los viajeros y a los del capitán Parker, capitán del susodicho barco. Se decía que Walter Raleigh hijo había dicho, antes de partir de Inglaterra, que su padre dudaba acerca del lugar al que irían, no tenía decidido el destino final, por mucho que había prometido llegar a las minas de oro de la Guyana, que decía conocer. Pero esa no era la información más importante. Walter Raleigh padre había regresado a Inglaterra el 14 de Junio. Gondomar solicitaba que le embargasen todas sus naves y le hiciesen preso. Aunque esto se hace, el embajador desconfía del celo con el que se hace, pues dice que los embargadores declaraban que consigo llevaban cosas de poco valor como tabaco y algunos jarros. Gondomar cree que había podido esconder las posibles riquezas que hubiese podido robar. En cuanto a los actos piráticos que habían realizado, todos los participantes echaban la culpa a los muertos, pese a que lo que decían que estos robaron lo llevaban ellos mismos, los vivos. Gondomar es consciente de que el Rey inglés desea castigar a Raleigh y agradar a España demostrándole que no era su intención atacarla. Por ello Jacobo I hace lo posible por aclarar todo el asunto y solucionarlo tal como si hubiesen atacado a otros ingleses, como piratas no sujetos a autoridad ni lealtada alguna. Pese a ello, el embajador se aventura a recomendar a Felipe III que no se pare sólo en embargar las posesiones inglesas en Canarias y Sevilla, sino que detuviese a todo inglés sospechoso en esos sitios y en las islas de Madeira y las islas Terceras, ya que ahora sabía que en todos esos sitios Raleigh había ocasionado matanzas, robos y daños varios, tanto en mar como en tierra. Consideraba que los ingleses que estaban en esos puertos eran sabedores de tales actos y, por tanto, cómplices. Aconsejaba tomar declaración a todos los capitanes y maestres ingleses que en esos lugares encontrasen. Además, debían vender sus barcos embargados para poder acumular dinero con el que indemnizar los daños causados. Consideraba que eso no daría pie a la guerra, sino a mantener la paz, ya que los castigos ejemplares harían ver que en tiempos de paz España seguía siendo igual de fuerte, por lo que así se evitaría el surgir de más piratas o corsarios, así había funcionado al menos con el caso del corsario holandés Juliers.
Walter Raleigh intentaba defenderse de las acusaciones alegando que la Reina Isabel I de Inglaterra le había otorgado en el pasado las tierras del río Orinoco por él descubiertas y exploradas. Enrique IV de Francia también le había permitido conquistarlas y poblarlas. La población y fortaleza de Santo Tomé que encontraron al llegar era una creación posterior de España, tras de saber anticipadamente a causa de Gondomar que él viajaba a esas tierras. Consideraba, pues, que los españoles eran quienes usurpaban un territorio que era inglés, y además de su control. Ese puerto de Santo Tomé era imprescindible, según él, para obtener la mina de oro de la que hablaba. La diplomacia española consideraba esas otorgaciones de Isabel I y de Enrique IV echas sin fundamento alguno, y era tanto como otorgar el Rey de España invadir Inglaterra para ocupar Holanda de forma más efectiva. Razón que Jacobo I creía cierta, lo que le llevaba a querer impartir justicia. Pero la justicia sería difícil de impartir, ya que muchos callaban muchas de las cosas que hicieron en América. Gondomar, además, era de la opinión de que no habría de bastar con restituir lo robado, sino que también se debía dar el castigo prometido años atrás.
La carta encontrada de Walter Raleigh para Winwood parecía confirmar, por su redacción, que los ataques a españoles realizados eran del gusto de la Corona inglesa, o sea, en realidad, de Winwood y otros diplomáticos. Lo que en cierto modo hacía de Raleigh que siguiese siendo un corsario, sin patente de corso esta vez, y no un pirata. ¿Cómo explicar sino que regresara a Inglaterra, sabiendo que le podrían ahorcar por lo hecho, y no buscase refugio en los dominios de alguno de los enemigos de España? Raleigh relataba que durante el viaje a América les sorprendió grandes tormentas en el mar y escasez de provisiones, lo que trajo una enfermedad que mató a varios marineros. A la altura de Cabo Verde habían perdido áncoras, cables y agua de varios barcos. Habían llegado a la Guyana el 13 de Noviembre de 1617, aunque pararon en el río de Galiana y no en el Orinoco. Allí desembarcaron a los enfermos y fueron ayudados por unos indios que Raleigh decía conocer ya de tiempo atrás. El propio Raleigh estaba tan débil que estaba cerca de la muerte, de no ser por los cuidados de esta gente. Ordenó entonces ir al Orinoco a cinco barcos bajo las órdenes del capitán Keymis. Debían buscar las minas de oro. Había cinco capitanes más con cincuenta hombres bajo el mando del capitán Parker y el capitán North (que años después volvería a aparecer en la correspondencia del Conde de Gondomar como nuevo pirata). Walter Raleigh hijo capitaneaba la tercera compañía. Thorne la cuarta. El capitán Thidley llevaba la quinta y era el lugarteniente del propio Raleigh padre, aunque el sargento mayor era el capitán holandés Piggot, que murió en el viaje. Warren, su otro lugarteniente, un sargento, estaba enfermo de modo terminal, por lo que Raleigh nombró a su primo George Raleigh como segundo lugarteniente, pero este no era obedecido.
El caso ocurrido, según los relatos de Raleigh es que llegaron de noche a cierto lugar buscando un puerto, sin darse cuenta de que estaban pasando por delante de una fortaleza española, Santo Tomé. Las consideraciones de Raleigh acerca de la legitimidad de esta ya están dicha, añadiremos aquí que él creía que tenían instrucciones de acabar con ellos, ya que estaban avisados del viaje, cosa que se puede dar por cierta, teniendo en cuenta las recomendaciones de Gondomar a Felipe III, y la posesión legal en términos de legalidad internacional de la época de la posesión de América para la corona Española. Los españoles dispararon primero, según Raleigh siempre, en cuanto vieron pasar un barco no español. De ahí que se entablara una lucha en la que murió el propio hijo de Raleigh de un disparo. Aún con todo, los cincuenta corsarios malnutridos combatieron a muerte y acribillaron a los españoles matándoles a todos, según se describe en otro documento, haciendo tantos agujeros en las paredes que no era posible que dentro de la casa pudiese quedar vivo nadie. Entretanto, Raleigh con el resto de los hombres y barcos deseaba asaltar a la Armada de España, pero reconocía su inferioridad y prefirió esperarla, llegándose a plantear la posibilidad de quemar los barcos y plantar cara a la Armada hasta morir todos en su defensa. Pero la Armada se había quedado en la isla de Margarita esperando que su flota pasase por allí, forzosamente, para ir al resto de las Indias Occidentales para quedarse o por necesidad de aprovisionarse para regresar a Europa. La flota de Raleigh se dedicó entonces a saquear los alrededores de esa zona del Caribe y sus barcos españoles (abandonando en cierto modo a la parte de la flota que se encontraba en suelo continental). Raleigh cree haber obrado correctamente en servicio de Inglaterra y se queja a Winwood de que todos esos males se debían a las informaciones que Gondomar había podido obtener acerca de su flota antes de partir de Inglaterra. Sabía con detalle el corsario de cuándo y a qué gobernadores les llegó avisos de España sobre su viaje. Keymis aún se enfrentaría a los españoles a su regreso junto a Raleigh, cuando al desembarcar en una orilla se encontró con unos mosqueteros que mataron a dos de sus remeros e hirieron muy malamente a Thorne. Los corsarios habían tomado Santo Tomé, pero se veían asediados por ataques españoles. Este nefasto combate para Keymis y los suyos se debió al desamparo que de ellos hizo la parte de la flota de Raleigh al irse a saquear por los alrededores, como se dijo. Por todo ello, muchos ya no veían provecho alguno en aquel viaje, ni creían que la mina de oro fuera real, a causa de un paisaje de selva muy espesa. Y de haberla, pensaban, estaban tan agotados que no podrían trabajarlas y sacarlas ningún provecho sino era con esclavos negros. En realidad, de hecho, sí existían dos minas de oro en la zona, pero en manos españolas desde hacía varios años. Keymis abandonó las minas por imposibles de explotar, y por estar en posesión española, cosa que disgustó a Raleigh. Según él esa acción le dejaba mal delante de Jacobo I, con quien se había comprometido a explotarlas a cambio de su libertad. Había sido la definitiva deserción del capitán Thidney la que hizo considerar necesaria su vuelta a Inglaterra para defenderse, ya que había obrado, según su parecer, a favor de los intereses de Inglaterra.
Keymis se había negado a conseguir la mina de oro a causa del enfrentamiento con los españoles donde murió el hijo de Raleigh. Consideraba que habían quebrantado con ese acto la condición real de no atacar a los intereses españoles y que serían ahorcados todos. Solicitó a Raleigh unir sus versiones acerca de que ellos jamás intentaron ir a la mina de oro, para así defenderse mejor en Inglaterra. Como Raleigh se negara a hacer tal cosa, por respeto al Rey, al que le había prometido lograr la mina, Keymis se suicidó. El suicidio fue un tanto raro, aunque parece no haber ninguna otra versión acerca de este. Fue a solas en su camarote. Se había disparado en el pecho con un pistolete tan pequeño que Raleigh afirma que sólo le habría quebrado alguna costilla, pero en la espalda tenía atravesado un cuchillo que le desangró. Sólo cabría pensar que lo colocó allí por si el pistolete fallaba caer sobre él. Suicidio, cuando menos de lo más complejo y que hace pensar en versiones alternativas de las que no hay ningún documento que las avale. Cerraba la carta Raleigh confesando su intención de regresar a Inglaterra, cosa para la cual ya había hecho alguna preparación.
Una carta del capitán Parker (desertor de la flota de Raleigh) confirma estos hechos, dando algunos detalles. Parker culpa al propio hijo de Walter Raleigh de su propia muerte, por su temeridad en el ataque a los españoles de Santo Tomé. En cuanto a Keymis dice que era muy cruel y mentiroso y se merecía su propia muerte, pese a ser un suicidio. No es más que una inculpación a los muertos como modo de autodefensa, cosa que debieron hacer muchos de aquellos tripulantes regresados a Inglaterra.
Otra carta de Raleigh es al Maestro de Artillería y del consejo de Estado del Rey de Inglaterra, escrita el primero de Junio. Intenta autoexculparse y excusaba no haber tomado la mina de oro por la cobardía de Keymis y la falta de hombres, al no contar con los suyos. Relata que, resuelto a regresar a Inglaterra, unos hombres suyos intentaron amotinarse tomando la mejor nave de la flota inglesa y hacer actos piráticos a amigos de Inglaterra (¿se refería a españoles?) y a portugueses. Raleigh dice haberse opuesto al proyecto en cuanto supo de él, pero que se vio obligado a volver a las costas americanas para lograr al menos provisiones que les contentasen. Le pedían no volver a Inglaterra hasta haber alcanzado la seguridad del perdón, pero negociaron, alteradamente, ir al menos a Kilbury, en Irlanda, el cual era un refugio habitual de piratas y forajidos. Raleigh justifica así su comportamiento como corsario, del que dice que no es tal, ya que le obligaron las circunstancias. Todo esto no pudiera ser más que una excusa para alcanzar su perdón o suavizar su condena. En Irlanda dice haberse enterado de las acusaciones que pesan sobre él, sobre todo de las referentes a lo que se hizo en Santo Tomé. Justifica sus actos alegando que los españoles estaban fuera de su territorio en la Guyana, ya que esa tierra le había sido otorgada años atrás incluso por el Rey de Francia (que se hallaba asentada en parte de la Guayana desde 1604) y por el Conde Mauricio de Holanda, por un periodo de diez años. Justifica que de otro modo hubiera sido más sensato no haber regresado a Inglaterra, cosa que hizo como muestra de su lealtad.
En una segunda carta al mismo destinatario, pero sin fechar, trata de acusar a los que fueron con él a Irlanda. Trata de librarse de toda culpa e inculpa a sus marineros y subordinados tratándolos como ladrones en los que se habían transformado, los cuales amenazaban la vida de él por querer volver a Inglaterra, al puerto de Plymouth. Aún con todo él regresó, dice, lo que ensalza como una muestra más de su lealtad y buena intención. Intenta excusarse de lo cogido en Canarias, como algo que cogió por ofrecimiento que se le hizo. También intenta inculpar a otros capitanes de la expedición en cuanto a lo que se hizo en busca de la mina, a la vez que niega haber traído riquezas ocultas, ya que toda riqueza se quemó cuando prendieron fuego a Santo Tomé en su asalto. Añade una serie de alegaciones posteriores donde reafirma todo lo dicho en su defensa hasta ahora y añade sus actos pasados de liberación de caciques presos por los españoles en aquel lugar, los cuales fueron reconocidos como súbditos de Isabel I. Que Keymis fue enviado tras morir Isabel I a aquellos lugares para continuar su posesión en nombre de Jacobo I. Que el descubridor de las tierras era quien tenía su título y privilegio (o sea, él). Que esa propiedad la avala el poder del más fuerte, aplicada en América. Que Francia perjudica a España en América más que Inglaterra. Y que todo se hizo a favor de Inglaterra.
sábado, agosto 19, 2006
NOTICIA 131ª DESDE EL BAR: EL INFORME RALEIGH (2)
EL INFORME SIR WALTER RALEIGH: EN CANARIAS Y DESERCIONES
El embajador español en Inglaterra, el Conde de Gondomar, había podido hacerse con algunas cartas de personas que viajaban con Raleigh, tras varias semanas de su partida. Las habían escrito desde Canarias. De esto nos informa el 22 de Octubre de 1617. Una de ellas, la que él destaca, es la del artillero mayor de la nave capitana. En ellas lee que se han dirigido a Canarias para hacerse con más bastimentos para el largo viaje, así como de agua. Gondomar ve en ello que habría ya males para castigarle, ya que lo considera un robo a España, al no haber solicitado permiso. Recomienda al Rey de España que si se hiciesen con tan sólo una vaca, en respuesta confiscasen todo un navío inglés que en Canarias estuviera. Pensaba que John Digby, el embajador inglés en España, estaría de acuerdo en esto. La idea era crear castigo y forzar a Raleigh a acudir a Inglaterra para recobrar lo confiscado, lo que serviría para que fuese preso por robo a España. Gondomar inserta en esa carta un largo Post Data en la que habla de cómo el Secretario de Estado Thomas Lake, le aseguraba que Jacobo I seguía dispuesto a castigar cualquier agravio a los españoles si lo hubiera (no obstante en sus primeros años de reinado era aliado de España e incluso Gondomar trató lograr un fallido matrimonio Real entre España e Inglaterra). Mientras, el Secretario Winwood le intentaba convencer de que Walter Raleigh no había partido de Inglaterra para hacer mal alguno a los españoles. Sin embargo, el embajador tiene los testimonios del capitán Bailey, el cual había abandonado la flota de Raleigh para regresar a Inglaterra. Este relató que el gobernador de Canarias le ofreció bastimentos a Raleigh, puesto que era un navío inglés y España estaba en alianza con Inglaterra, pero Raleigh había preferido dirigirse a Lanzarote, donde pretendía fortificarse a la espera de la llegada de la flota que habría de venir de Indias cargadas de oro, plata, y diversos productos. La idea de asaltar la flota hizo que Bailey optará por la deserción, ya que pensaba que se enrolaba en un viaje de exploración y colonización de nuevas tierras no ocupadas, y no en una expedición para asaltar buques españoles. El capitán Bailey se había refugiado en la isla de Wight a su regreso a la isla británica, ya que los que favorecieron a Raleigh se sentían molestos con su regreso. Estos intentaron enturbiar sus declaraciones diciendo que era un servidor del Rey de Francia que buscaba enemistar a Inglaterra y España para que comenzara una guerra marítima que le beneficiara. Palabras tales que Gondomar no cree, ya que piensa que Bailey decía la verdad. Sobre todo con la confirmación que de ello le hace posteriormente el Conde de Southampton, con informes propios, en los que además añade que en Canarias se han unido a Raleigh algunos barcos franceses. De hecho cree que los funcionarios de Sevilla y Canarias habrán aportado mejores informes acerca de los robos y la fortificación en Canarias, por lo que recomienda embargar temporalmente los bienes y barcos de los ingleses en Sevilla y Canarias. El desembargo habría de producirse cuando se castigase a los corsarios ejemplarmente y se restituyera, con ello, los daños que causaron. Gondomar trata a los de Raleigh, y al mismo Raleigh, como piratas y no como corsarios. Ciertamente no tenían patente de corso, e incluso tenían órdenes de no dañar ni a español ni a interés español alguno, por lo que sus actos podrían ser considerados de piratería y no de corso. Sin embargo, los participantes actuaron, como se verá, pensando que hacían un buen servicio a la Corona inglesa, lo que es un comportamiento de corsario, sin olvidar que el permiso del viaje les vino de Jacobo I, y que gente como Winwood les daba comisión para actuar como corso, de modo tácito. El Conde de Gondomar no puede menos de volver a recomendar a Felipe III un castigo ejemplar a los corsarios en el puerto de Sevilla, una vez atrapados, para así evitar conflictos diplomáticos mayores con Inglaterra, Francia y Holanda. Se lamentaba, muchas veces, del poco caso que en Inglaterra se le hizo de sus advertencias acerca del mal que Raleigh habría de hacer a España en ese viaje. Thomas Lake y otros nobles ingleses, como el de Buckingham o Feruton, confirman los males que Raleigh pudiese estar haciendo en Canarias. El embargo en Sevilla se produce el mismo mes de Octubre, cosa que el embajador ve bien como futura prevención de que apareciesen otros Walter Raleigh envalentonados por ver que no había castigo. Sin embargo, y aunque sigue tratando a Raleigh como a un pirata, le recomienda ahora al Rey que trate con cuidado el asunto del castigo ejemplar de Raleigh cuando sea atrapado, pues no obstante su viaje a América tenía permiso de Jacobo I.
El 15 de Noviembre el embajador informa que el mismísimo Rey de Inglaterra había hablado con Bailey y otro marinero. La situación de la flota de Raleigh, según este capitán, era que se encontraba dividida entre los que apoyaban a Raleigh y los que estaban descontentos porque consideraban que actuaba como un pirata. Algunos de los que apoyaban a Raleigh llegaban a decir que este no obraba malintencionadamente. Jacobo I no debió ver claros los hechos que imputasen a Raleigh, ya que dudaba sobre el asunto y se había carteado con Digby (nuevo embajador inglés en Madrid) para que le informase de lo que se sabía al respecto en España. Además, solicitaba lo mismo al Conde de Gondomar. No deseaba que la paz entre España e Inglaterra se quebrase, y mucho menos que Inglaterra fuera la responsable de un modo tan traidor y poco honroso. Sin embargo, las declaraciones de Bailey no le habían dejado indiferente y, pese a que duda, cree que Raleigh ha cometido tropelías contra los españoles, por lo que manda a Buckingham entregar los informes de Bailey a Gondomar, y hacerle decir que castigará a Raleigh duramente si todo es verdad. La esposa de Raleigh comenzó entonces una serie de protesta pidiendo justicia para el nombre de su marido, el cual cree ensuciado por mentiras de Bailey. Su voz es muy escuchada en Londres por los que no apreciaban a los españoles. Gondomar solicitaba a Felipe III que en Sevilla y Canarias se advirtiese a todos los marinos ingleses de lo que les podía ocurrir (respecto al embargo) si dañaban los intereses españoles. Se quejaba, por último, en esta carta, de que no se le informó bien de los navíos y personas que en ellos habría cuando se le entregó la copia de la fianza, y como muestra alega de los diversos datos que a reunido por otros medios.
Un hecho que no puede pasar por alto es informado ese mismo día al Rey de España. Winwood había muerto de calenturas el día siete. Gondomar informa de lo beneficioso de esta muerte para España, ya que era un conspirador que pretendía favorecer a los holandeses en su independencia, acabar con los católicos y separar a Inglaterra de España, siempre con los juegos encubiertos de la diplomacia, los cuales habían sido muy al descubierto en los últimos tiempos con su protección a Walter Raleigh y su oposición a una boda entre las dos Casas Reales aliadas. Raleigh se quedaba de este modo sin un protector político fuerte y claro. Gondomar piensa que las fiebres que le llevaron a la muerte se debieron a los testimonios que trajo Bailey incriminando a Raleigh, y a la, cada vez más clara, postura de Jacobo I de castigar al corsario por actuar de ese modo, todo lo cual llevó a Winwood a un gran temor por su seguridad y a una fuerte presión que su salud no pudo haber resistido.
1617 se cierra, respecto al asunto del que nos ocupamos, con una carta del 30 de Diciembre donde se cita que Felipe III, Rey de España, está ya bien informado de los males que Walter Raleigh había provocado en Canarias. Como estos hechos disgustaban a ambas Coronas, Inglaterra y España iban a formar una armada conjunta para atacar y acabar con cualquier pirata en el mar. Tal vez también se refiera a corsarios, bucaneros y filibusteros, pero Gondomar en su correspondencia sólo habla de piratas en cuanto a criminales en el mar. Por lo que la dicha flota podría pretender acabar con todas las modalidades referidas.
viernes, agosto 18, 2006
NOTICIA 130ª DESDE EL BAR: EL INFORME WALTER RALEIGH (1)
EL INFORME SIR WALTER RALEIGH: BREVE BIOGRAFÍA Y SALIDA DE LA CÁRCEL PREVIA A SU ÚLTIMA AVENTURA.
En cuanto a la trayectoria de Walter Raleigh antes de los años que vamos a contar, diremos que había nacido en 1554 en Inglaterra. En su juventud estuvo combatiendo contra los católicos de Enrique de Navarra en uno de los periodos de la década de 1570', en las Guerras de Religión en Francia. A finales de esa década pasó a combatir a los españoles en los Países Bajos, a favor de la rebelión holandesa protestante. Esta trayectoria militar y antiespañola la completó en 1580, a los 26 años, cuando los conflictos entre Inglaterra y España fueron directos y estalló la guerra naval que acabó con el desastre español en el Canal de la Mancha al hundirse la Armada Invencible mediante las tempestades y los ataques de navíos corsarios y militares tanto ingleses como holandeses. Se convirtió en uno de los favoritos de la Reina Isabel I de Inglaterra ("la reina Virgen"), llegándose a decir que fueron amantes, o bien que ella lo amaba. En 1584 le concedió un amplio permiso para explorar tierras que no perteneciesen a ningún Rey cristiano y fuesen paganas. Su idea era colonizar Norteamérica para estorbar en lo más posible a los españoles y beneficiarse de las mismas riquezas que España traía del resto de América. Todo aquello terminó en la exploración de la costa norteamericana y en la colonización de Virginia, de cuyo viaje Raleigh traería a Europa de modo clandestino tabaco, quitando así el monopolio a los españoles, que hasta entonces no lo habían explotado demasiado al no encontrarle todas sus posibilidades adictivas y económicas. Al regresar de aquel viaje fue encarcelado en la Torre de Londres por orden expresa de la propia Reina. Por una parte existían sospechas de que Raleigh había cometido ataques a zonas españolas de la Florida. En realidad esto poco importaría a la Reina inglesa. El auténtico motivo parece apuntar a que realmente llegaron a ser amantes o bien que ella se enamoró de él. Sin embargo al regreso de este tras aquel viaje tomó por amante a otra dama de la propia Corte. Lo que le valió ser encarcelado, por puros celos de la Reina, mientras que a la dama le esperaba otro destino peor y más distanciados de Inglaterra, de modo que nuca pudieran volver a verse. Sólo al cabo de un tiempo Isabel I le liberó. En 1595 Raleigh emprendió otro viaje significativo a América. Tenía 41 años y a lo largo de su vida le habían fascinado las historias sobre la leyenda de El Dorado. Se dirigió hacia la zona aurífera de Manoa, en la Guyana. Pero su comportamiento en el viaje fue de corso, ya que la Reina le había dado esa patente para que, además de sus pretensiones acerca de El Dorado, perjudicase en todo lo posible a los españoles. Quemó y destruyó pueblos, como el de San José, y robó y permitió toda clase de violencias a su tripulación contra los españoles. Llegó a penetrar en la boca del Orinoco en busca de una gran mina de oro como la de la plata de Potosí. Su exploración de la Guyana se detuvo a causa del tipo de barcos que estaba usando en aquellos ríos y fue entonces cuando decidió regresar a Inglaterra, donde contó maravillas de los lugares que había recorrido. Le hizo regalos valiosos a la Reina de lo que había logrado y esta le nombró Sir, capitán de guardias y director de las minas de estaño de aquella zona. Teóricamente tenía derecho a la Guayana, pues era un territorio que aún no habían pisado ni españoles ni portugueses, por más que, aún así, pertenecía a España por bula papal. Pero, efectivamente, desde 1604, la Guyana, la Guayana, y Surinam serían territorio de colonización y reparto entre franceses, ingleses y holandeses. Al morir la Reina Isabel I en 1603, Raleigh perdió todos los favores reales a favor de Robert Cecil (embajador inglés en Madrid), lo que le creó una gran enemistad que le unió a Lord Cobham, también caído en desgracia. Junto a un ministro residente francés, Beaumont, y al embajador extraordinario francés Rosny, posterior gran Sully, y tras hablar con el archiduque Alberto, conspiraron contra el Rey Jacobo I. Pero fueron descubiertos y encerrados en la Torre de Londres. Raleigh permaneció prisionero desde 1603 hasta 1616. Años en los que el pueblo inglés le recordaba y ensalzaba como a un héroe por sus actos pasados de colonizador de Virginia y corso en América, era un representante de las aspiraciones antiespañolas. Él escribió en su cautiverio una Historia Universal. Robert Cecil murió en el interín. La Reina de Inglaterra, el Príncipe de Gales y el Rey de Dinamarca intercedieron por él ante Jacobo I, que no cedió. Raleigh pagó mil libras a los tíos del Duque de Buckingham, logrando que el Duque intercediese por él ofreciendo al Rey el antiguo proyecto de hallar la mina de oro en la Guyana, la cual solucionaría los problemas económicos que el mismo Rey tenía. Winwood (consejero de los reyes ingleses y de carácter antiespañol) se puso del lado de Raleigh, tal vez por medio de un cohecho. Y por medio de la presión Jacobo I cedió a la liberación de Raleigh para que buscase la dicha mina en la Guyana. Esto ocurría el 26 de Agosto de 1616. El Conde de Gondomar, embajador español en Londres, sabedor de las tropelías pasadas de Raleigh en el Caribe como corso, comenzó entonces un intenso trabajo para detener a Walter Raleigh en sus pretensiones. No obstante, el Conde de Gondomar no sólo desarrolló una gran carrera como embajador y espía español en Inglaterra, si no que en su juventud había sido parte activa de la defensa militar de las costas gallegas de los corsos ingleses de Francis Drake. Como quiera que ya había visto en sus propias tierras natales de Galicia los efectos de las acciones corsas, acabar con Raleigh y otros corsos le era una misión tanto de Estado como personal, pese a que a principios del siglo XVII el Conde de Gondomar ya era algo mayor de edad.
La correspondencia que el Conde de Gondomar le dedica a Walter Raleigh en 1616 es poca. Ese año, como ya se ha dicho, Raleigh logró salir de su cautiverio en la Torre de Londres gracias al cohecho y al ofrecimiento a Jacobo I de grandes ganancias de una mina de oro en la Guyana, no perteneciente al Rey de España, según la teoría de los anglosajones. Las presiones políticas del secretario Winwood sobre el monarca, y la influencia del Marqués de Buckingham, la Reina, el Príncipe, el pueblo, y diplomáticos extranjeros antiespañoles, hicieron que ese año Raleigh saliese de su cautiverio a cambio de que hiciese el tal viaje con beneficios para la Corona inglesa. Este hecho llamó la atención del embajador español, que trató de impedir que se realizase el dicho viaje, por ser considerado un ataque a las posesiones españolas en tiempos de paz entre Inglaterra y España. Por todo ello informa sobre esta consideración al Secretario de Estado inglés, Thomas Lake, en Marzo. Sin embargo la liberación de Raleigh se transforma en un hecho, por lo que para Noviembre el Duque de Gondomar había reunido información acerca de Walter Raleigh. Cuenta con buena información de Estado acerca de los actos de corso que este hombre había realizado en 1595 en Trinidad y Orinoco, además de informarse acerca de la mina de oro de la que habla, la cual sí conocía España a través del cronista Antonio de Herrera. El embajador ha intentado por todos los medios persuadir de la no realización del viaje y estorbarlo en lo más posible, pero el dinero que Walter Raleigh va gastando en lograr su propósito, y que va prometiendo a su vuelta, hacen de todos sus esfuerzos una inutilidad. Por más que Gondomar defiende el territorio de la Guyana como español, esté poblado o no por españoles gracias a la bula Papal que sobre América fue otorgada en tiempos de los Reyes Católicos, no encuentra respuestas favorables. Por otra parte, el ensalzamiento de Raleigh por parte de muchos ingleses antiespañoles era otro inconveniente para que Gondomar pudiera lograr su objetivo. Gondomar recomienda crear presidios en Guyana para prevenir la posible llegada de Walter Raleigh, por más que él seguiría intentando entorpecer el viaje desde Inglaterra. Cosa que le parece difícil, ya que el secretario Winwood lleva con secreto todo lo relacionado al asunto y la preparación de la expedición. Aún con todo Gondomar había podido averiguar que se estaban armando de modo rápido unos diez navíos con mucha artillería y una tripulación de más de mil hombres, entre ellos algunos nobles.
En Octubre las diligencias del Conde parecen haber dado algún fruto, pues Jacobo I le ha prometido que o bien Raleigh no partiría a América, o bien si lo hacía sería pagando fianzas y llevando vigilancia que le impidiera agravar a español o propiedad española alguna. Sin embargo, Gondomar tiene informaciones acerca de que la flota se sigue armando muy deprisa, y que si no acababan de armar los diez barcos le parecía seguro que Raleigh saldría cuanto antes aunque fuese con la mitad. Por ello insiste al Rey en crear presidios (fortalezas) en la Guyana para prevenir su venida, aunque él cree que en un corto plazo lo más que se acercaría por esa zona serían algunos contrabandistas en busca de palo de Brasil. El 30 de Noviembre escribe un despacho a Felipe III, el cual no lo recibe hasta el 1 de enero de 1617. El asunto parece haber adquirido gran importancia, ya que el embajador dice haber hablado de él incluso dos veces en una semana con el Rey inglés. En las entrevistas el Conde ha expuesto que conoce la preparación del viaje de Raleigh y opinó que el viaje sólo se hacía para atacar y dañar las posesiones españolas en América, en tiempos de paz entre las dos potencias, por lo que podría traer nefastas consecuencias en las relaciones entre los dos Estados. Jacobo I adujo que Walter Raleigh le había asegurado que iba a una tierra de América que no era posesión española y donde jamás había estado español alguno. Y que traería de allí tesoros y oro de Reyes indios tales como los que hubo en Perú. La presión del pueblo inglés y de su consejo de Estado le habían forzado a admitir el viaje, pues entendían que si lo impedía era por presión española lo que le desmerecía como Rey de Inglaterra al comportarse bajo los designios de otro monarca. Pero impuso la condición al viaje de que no perjudicaría y dañaría la propiedad o vida de los aliados de Inglaterra, bajo pena de ser ahorcado a su regreso. Gondomar aún refiere otra entrevista más sobre el asunto, esta vez con el secretario del consejo, Winwood. Este hombre, proclive a dañar los intereses españoles, como ya se dijo, le dijo, fingidamente (como los acontecimientos lo dicen después), que él consideraba que Raleigh volvería a Inglaterra antes de que llegase a ver siquiera América, pues su promesa sólo era una estrategia para salir de su prisión, por lo que le pedía a Gondomar que no le diera importancia al asunto y dejara de tratar impedirlo. Le decía que iría con dos o tres barcos y que peores daños les hacía Francia potenciando a auténticos corsarios, mientras Inglaterra hacía tiempo que ya no lo hacía (desde Isabel I). Le llegó a ofrecer una entrevista con Walter Raleigh que Gondomar rechazó.
Gondomar obtuvo otro logro, y fue que la compañía de gente que se había unido a Raleigh disminuyó por miedo a la condición del Rey de ahorcar a quien hiciese de corso en compañía de Raleigh si en el viaje atacaban a español alguno. Lo que indica que efectivamente los que se apuntaron a la empresa eran conscientes de los actos piráticos (ya que no tenían la patente de corso) a los que se apuntaban al apuntarse al viaje. No obstante la fama de Raleigh era, en parte, por su pasado como corsario. Pero es consciente también el embajador de que se le ocultan los navíos que van a participar y cree que no sólo se arman en puertos ingleses, sino también en puertos holandeses. Al Conde sólo le queda especular sobre el tamaño y efectivos de esa flota y sobre la fecha de su partida. Anticipa que si no descubre la mina que prometió es consciente de que haría actos de pillaje y piratería, vaticinando que entonces no regresaría a Inglaterra, para no ser ahorcado, e iría a Holanda o Saboya, donde le amparasen como corsario alguno de los enemigos que por entonces tenía España. El viaje tenía otras connotaciones políticas, y eran las de mantener la autoridad y dominio de España en esa zona del Brasil americano, pues alude a las perdidas territoriales que hasta entonces habían tenido en ese territorio a causa de portugueses y franceses. No debían proseguir esas pérdidas. Por ello aconseja dar un fuerte castigo ejemplar a Walter Raleigh cuando se tuviese oportunidad, sin romper los lazos de unión con Inglaterra, quien ya de por sí se había comprometido a ahorcar a Raleigh si obraba en perjuicio de España. Así estaban las cosas al acabar el año 1616.
En los primeros meses del siguiente año la empresa ha cobrado un cariz tal que ya parece ser del todo inevitable. Mientras el Conde sólo puede recordar una y otra vez los males que creará Raleigh en América y la promesa del Rey de ahorcarlo, así como del derecho del Rey de España de tomar medidas contra los ingleses que le ataquen, el Conde de Buckingham le informa de que le avisará de cómo está compuesta y armada la flota de Raleigh, tal como el embajador le solicitó a Jacobo I. Parece ser que, si bien no lograba evitar el conflictivo viaje, tiene ciertos logros diplomáticos y cierta influencia en el Rey inglés. Empero el seis de Abril Gondomar seguía sin saber siquiera el número concreto de naves que partirían, ni cuando. Especula que zarparían pronto y que serían unas seis. Dice que entre la tripulación inicial muchos habían dejado de participar en la empresa (en parte por sus logros diplomáticos). Entre los que iban había ingleses que no eran desfavorables a los españoles, pero que irían ya que le habían afirmado personalmente que sería por ver con sus ojos que no había mina de oro alguna en la Guyana, lo que traerían como noticia a Inglaterra para desengañar a muchos otros posibles aventureros futuros. Esto bien suena a excusa de cara al embajador, pues no decían que ocurriría de sí existir una mina de oro, aparte de los hechos que ocurrieron en el viaje. Agrega otra noticia de interés, los nombres del principal aval de Walter Raleigh, el Secretario Winwood (que ya citó en otras cartas) y el embajador inglés en Francia, Don Thomás Edmonds, quienes pretendían que Jacobo I retirase su promesa de ahorcar a Raleigh si dañaba los intereses españoles o a español alguno, razonando que entonces eso también podría ser aplicable a ellos, por sustentar el viaje.
Al día siguiente de escrita esa carta se creó una fianza por la que Walter Raleigh le daba al Rey inglés cuarenta mil escudos en promesa de que no dañaría a ningún amigo ni aliado de Inglaterra. Así mismo, el embajador sabe con certeza que serán siete los navíos que irán en la expedición, ya que son anotados en la fianza. El más grande de todos sería El Hado (cuatrocientas cuarenta toneladas), donde viajaría el propio Walter Raleigh llevando por capitán a su hijo, también llamado Walter, y a Robert Barroique como maestre. Su tripulación sería de doscientos hombres. El siguiente navío sería La Estrella (o Jasón), de doscientas cuarenta toneladas, capitaneado por John Penington, y siendo el maestre George Clevingham. Llevaría a ochenta hombres de tripulación y un caballero. El tercer barco era El Encuentro, de ciento sesenta toneladas. Su capitán era Edward Hastings, y su maestre J. Thomas Py, con cincuenta marineros. El cuarto era El Juan y Francisco (o El Trueno), de ciento sesenta toneladas. Por capitán llevaba a Don Warhamo Senthigero, y por maestre a Guillermo Gardiner, con sesenta marineros, diez soldados y seis caballeros Aunque Raleigh dudaba acerca de si este barco habría de ir. El quinto, La Juana Voladora, de ciento veinte toneladas. Su capitán, John Thidley, su maestre, Guiliermno Thorne, con veinticinco hombres. El sexto era El Southhampton, de ochenta toneladas. Su capitán, John Bailey, su maestre, Filipe Fabián, con veinticinco marineros y dos caballeros. El último era una pinaza llamada El Paje, de veinticinco toneladas. Llevaba por capitán a Diego Barquer, y por maestre a Esteven Selly, con tan sólo ocho marineros.
El 26 de Junio Gondomar escribe una carta al Rey de España, que no recibe hasta el 7 de Agosto, en la que dice que Raleigh había ido al puerto de Plymouth, donde permanecía falto de dinero y bastimentos desde hacía poco más de una semana. Su intención era partir cuanto antes, para evitar que eso empeorara. Sólo que dudaba de ir a la Guyana, y pensaba ir a las Indias Orientales pasando el cabo de Buena Esperanza. El capitán holandés Spielberg, de la Compañía de Amsterdam, se comprometía a informar sobre la posible llegada de Raleigh al Mar del Sur si eso ocurría. El embajador añade una post data en la que informa que Raleigh efectivamente había partido ya con los siete navíos y con mala provisión de bastimentos, aunque sí con mucha artillería y municiones. El 3 de Agosto se tenían noticias de que Raleigh había arribado en Irlanda para poder proveerse mejor de los bastimentos que le faltaban. Allí muchos ingleses le dieron lo que pudieron, y en concreto un Barón le llegó a entregar hasta cien vacas. Tan rápido auxilio encontró que el día nueve podía volver a partir sin problemas. Lo que da una idea del prestigio que había adquirido por su pasada fama de colonizador de Virginia y antiguo corsario antiespañol de Isabel I. Pero además, se le había unido en aquella isla varios navíos pequeños de veinte y treinta toneladas, creando una flota total de trece o catorce embarcaciones, que aportaba entre novecientos y mil hombres de mar y guerra.
jueves, agosto 17, 2006
NOTICIA 129ª DESDE EL BAR: CIELO ENCAPOTADO
lunes, agosto 14, 2006
NOTICIA 128ª DESDE EL BAR: SEGUNDOS
A veces un segundo parece trescientos mil años en mi vida. Cuando no se tiene nada que hacer a todo el mundo le parece algo divertido y relajado y te llaman muchas cosas (todas se resumen en la palabra amable de "ocioso", aunque no usan precisamente términos amables). Al principio a ti te parece lo mismo. Luego, cuando ya llevas muchos meses sin nada que hacer aunque te lo hayas propuesto e intentado, empiezas a hartarte. Y cuando ya llevas un año y pico sin nuevos estudios en los que matricularte y sin trabajo (aunque lo buscas) y fracasando en determinados aspectos afectivos de tu vida empiezas a ver las cosas como decía la canción de The Rolling Stones, "Paint it Black".
Como una montaña rusa pasa el tiempo con momentos altos y bajos, pero siempre, en general, sin poderte bajar de tu vagoneta. Y así transcurre mi vida últimamente. Aunque escribo, puesto que estas épocas tienen la facultad de darte material para escribir. De hecho en cuestión de poemas, relatos y revistas ha sido fructífero. En fin, pues esperaré a ver qué ocurre dentro de los próximos trescientos mil años. Así vivo, al segundo.
sábado, agosto 12, 2006
NOTICIA 127ª DESDE EL BAR: 1997, AÑO DE "EL RECREO"
Me encontraba releyendo alguna de las revistas antiguas donde participé y llegúe a dirigir junto a otros. Mi intención era y es recopilar los relatos que tengo dispersos para juntarlos en un volumen. Lo que es crear un libro de relatos con algunas de las primeras creaciones propias, aunque no las primeras, que esas ya están recopiladas aunque no muy dignamente (algún día debería ponerle remedio a eso). Así me encontré con la portada del número 6 de EL RECREO. La cual es la que véis. Es de 1997 y fue la portada posterior a un número 5 que nunca vio la luz porque se nos censuró por aquellos que nos financiaban en aquellos momentos. Incluso este número 6 tuvo que pasar censura pese a que llegamos a colar unas cuantas cosas de lo que ellos llamarían moralidad relajada. Era una revista juvenil, de instituto de bachillerato. Tenía unos 200 ejemplares, y no tenía nada que ver con la algo más adulta (pero irreverente cuando quiere) La Botella Vacía que hoy día hacemos sin que nadie nos financie ni censure, y con más bagaje intelectual y de experiencias de la vida. Viendo esta portada pienso en lo corto que tenía el pelo a los 18 años y la de greñas que tenía pese a ello. El dibujo de esta portada era mío, y aunque algunos de los censores no les gustó la parodia de Pulp Fiction, por esta presentación andrógena, fue aceptada, ya que otra parte de los que participaron en esa censura la vieron como algo divertido.
Os voy a dejar uno de los relatos que publiqué en aquella revista, en el número 7, de Diciembre de 1997. Es una de las primeras cosas que publicaba y se paga la novatada de ser uno de los primeros escritos. Es casi un inédito, ni siquiera había escrito aún ninguno de mis ocho libros, aunque el primero vendría en el año siguiente. Este relato es una parodia y una crítica ácida de muchas cosas, pero sobre todo parodia la novela de Edgar Allan Poe, "Narración Extraordinaria de Arthur Gordon Pym", de la película "el Hombre que Pudo Reinar", los mitos de El Dorado, "Moby Dick", y demás de esta clase de historias. Recuerdo que Jimi Rizos se enfadó conmigo por unos días tras publicar esto porque creyó ver un oculto (e inexistente) ataque contra su persona. O que el director que nos financiaba me llamó a su despacho, lo que me hacía pensar en lo peor porque por el número 5 ya se pensó hacernos un consejo de estudiantes y quedó todo en la censura total de aquel, pero me llamó para decirme lo mucho que se había reído y que nos pusieramos a trabajar en el número 8 intentando ser sutiles con ciertos temas (en el número 5 había desde felaciones hasta mención explícita de fumadas de marihuana, por no decir lo que algunos relatos surrealistas hicieron pensar erróneamente de nosotros... años psicotrópicos). Ahí os dejo con este relato, hoy día casi un inédito de mi trayectoria de escritor, y espero que seáis benévolos con lo que se trata de una de las primeras cosas que escribía. Tal vez cuelgue algo más de esa revista en otro post. Ya veré. Un saludo y que la cerveza os acompañe.
20.000 LEGUAS DE VIAJE CON VINO
Soy el capitán Rubén Barrios Bajos y aprovechando mi estancia en isla McDonald, en el océano Índico, quisiera relatar mi último viaje, en el cual se dieron ciertos acontecimientos extraordinarios de los que puedo asegurar que son tan reales como este escrito que publicaré dentro de una botella, ya que yo no tengo estanterías sino bodegas.
Corría el año que le daba la gana al Señor, y ese no podía ser otro año más que este, cuando zarpé con mi goleta, la Red Hot Chili Pepper, del puerto de Nadievá con rumbo a los inhóspitos mares del océano Antártico. Tenía una tripulación de quince hombres fuertes y valientes tan leales a mí como su paga se lo permitía. Como a la postre yo era el capitán y sabía que su paga no se lo permitía, conseguí a un segundo de a bordo que conocí en mis años de mocedad, este era Javier Maza. También conseguí a un buen timonel, un afroamericano de Singapur llamado Jaime Chamorro.
Nuestras intenciones eran la caza de cucarachas. En aquellas épocas del año montones de cucarachas nadaban para tener allí a sus crías. Sabíamos que podríamos llenar montones de barriles con aceite de cucaracha que se venderían a altos precios. Por ello pusimos a un vigía en el palo de mesana durante todo el trayecto, ya que en el palo mayor tendíamos los bañadores y bikinis, y siempre estábamos atentos a oír el: "por allí resopla", con la esperanza de cazar a una cucaracha blanca o a una orcaracha. Sea como sea no fue y tuvimos que contentarnos con pescar a alguna jirafa a alguna cebra.
Al tercer día de viaje, o al vigésimo (no me acuerdo bien), creímos haber chocado contra un arrecife y que iríamos a pique ya que el buque escoraba peligrosamente hacia la izquierda. La situación era crítica, no era un arrecife sino una de aquellas temibles botellas de náufragos que flotaba por aquellas latitudes la que había chocado contra el casco del buque haciéndolo inclinar peligrosamente. No hay nada más peligroso en la navegación marina que chocar contra una de estas botellas. Afortunadamente viajaba con nosotros un marino viejo llamado Daniel Porcel, que en sus años jóvenes había sido cabaretera, y que tenía mucha práctica en pescar botellas. Puso por cebo una ladilla, único animal doméstico entre la tripulación, y enseguida picó la incauta botella. Fue una lástima que la botella muriera al subirla a bordo, pues ya se sabe que las botellas son acuáticas.
Nos llevamos una gran sorpresa cuando descubrimos que aquella botella de náufrago llevaba un mensaje dentro, nunca se vio caso semejante. Aquella botella no podía ser de este mundo si tenía un mensaje dentro. Uno de nuestros marineros, horrorizado, se tiró por la borda, pero como la borda era muy estrecha se cayó al mar y tuvimos que rescatarle. Esto es lo que decía el mensaje:
"Hola, somos dos náufragos y nos gustaría ser rescatados, si eres marinero entre los 20 y los 60 años y con experiencia en empresas difíciles, puedes rescatarnos si lo deseas los Martes o los Jueves de dos a cinco de la tarde, gracias. P.D.: creemos que nos encontramos en Andorra".
Todos estábamos deseosos de rescatarles, pero como no sabíamos por donde estaba Andorra echamos a suertes el rumbo a seguir y terminamos poniendo proa a las cálidas costas de la Antártida.
Fue un viaje duro. El frío que existe antes de llegar a las cálidas costas de la Antártida aterazaba al navío, hasta el punto que tuvimos más de una vez que bajar a empujarlo ya que se nos había calado (y no había dios que lo pusiera en marcha sino era empujándolo). Gastábamos muchísimas botas impermeables realizando esta labor. Sí, sucumbieron muchísimas botas... desgraciadamente no se las pudo enterrar de otro modo que no fuera el marinero: arrojándolas al mar. Aquellos días horribles nunca se nos podrán quitar de la cabeza, en el barco sólo quedaron judías para comer y todos sufrimos las consecuencias... en menos de una semana todas las ratas de la bodega decidieron desertar y e marcharon llevándose uno de los botes salvavidas... con este acto las judías dejaron de llevar carne.
Habían pasado tres meses desde que pusimos rumbo al sur y no habíamos visto aún la Antártida. Subimos al palo de mesana para preguntar a nuestro vigía si todavía no había visto ningún indicio de tierra, pero el fiel marinero Stivie Wonder no había visto nada. Pronto los marineros empezaron empezaron a hablar de rebelión, pero tuvimos la ventaja de que se dividieron en dos grupos: en los amotinados y en los no amotinados. Yo estaba en el segundo grupo ya que no me convencían las ideas del primer grupo. Sea como sea vencieron las primeras elecciones los amotinados... tenía la esperanza de ganar la segunda vuelta electoral, pero volvieron a ganar los amotinados. El barco quedó en manos de Daniel Porcel y Stivie Wonder, y yo fui puesto en un bote remos con Javier Maza y Jaime Chamorro.
Como yo seguía siendo el capitán, Javier y Jaime eran los que remaban; para que estos no se amotinaran también, de vez en cuando les daba ánimos para que supieran que estaba con ellos. Bauticé al nuevo bote con el nombre de "Lady Alegría". Pronto nos quedamos sin alimentos, esto ocurrió a la hora de comer. Fue una hora trágica ya que caímos en la desesperación del hambre y tuvimos que recurrir a una decisión trágica: uno de nosotros se sacrificaría por los demás y les serviría de comida. Puede parecer ahora algo atroz, pero hay que comprender que aquella hora de la comida, sin comida, fue espantosa e inaguantable... ningún ser humano debería pasar por un trance así... Lloraría en estos momentos pero no puedo, ya que soy tuerto al decidirse aquel día que mi ojo derecho fuera el postre. En fin, una decisión tal, la de sacrificarse uno de nosotros, no podía ser hecha así como así, así que lo echamos a suertes. Como yo seguía siendo el capitán les expuse que yo no podía entrar en el sorteo, pues si saliese elegido el bote se quedaría sin alguien que lo dirigiese, Javier y Jaime lo vieron lógico y aceptaron gustosos ser ellos los únicos candidatos. El método elegido fue contar: "en la casa de Pinocho...", resultó ser elegido Javier y efectivamente... nos comimos a Jaime. Yo no digo que hubiese estado bien comernos a otro ser humano... si acaso hubiese tenido sal... pero no, no debíamos hacerlo... con sus tripas hubiésemos tenido cebos suficientes para pescar, sí, creo que sí...
Una hora más tarde, en la hora de la siesta, nos despertamos al notar que el bote se había parado. Había encallado en una playa, cosa que nos molestó muchísimo, ya que las siestas son sagradas y no se han de interrumpir ni aunque sea para salvarte la vida, ¿dónde iría nuestro sistema moral a parar si no? Teníamos dos indígenas delante nuestra, uno alto y otro bajo, que amablemente nos llevaron a un poblado totalmente de oro. Parece ser que estos dos indígenas eran de tribus diferentes, uno era de los bimbocao y otro de los bollicao, pero ambos se debían a un único monarca que vivía en aquella ciudad de oro a la que llamaban El Dorado Donut de Azúcar. El lugar era acogedor, pero cada vez que levantábamos un dedo te caía una especie de rosco dulce en él, y, claro, esto era molesto... ni siquiera podías estar con las indígenas... Pero, en fin, mis aventuras en el continente Bombón de Crema ya las narraré en otra ocasión, en donde contaré como Javier se hizo judío mahometano, y de cómo fue tomado por el hijo de un dios, por aquellos salvajes, lo que sirvió para enriquecernos hasta que él se lo creyó y quiso casarse con una joven que le arañó la cara, por lo que le tiraron por un puente y le cortaron la cabeza. De momento tan sólo os contaré que regresé al continente europeo y que de allí, por una serie de circunstancias , vine a la isla Mcdonald, en el océano Índico.
Fdo.: Rubén Barrios Bajos, actual capitán del transatlántico Titanic.
(Happy Kristna, hare Christmas, and happy new year).
Por Daniel L.-Serrano, publicado en el nº 7 de El Recreo, Diciembre de 1997.
jueves, agosto 10, 2006
NOTICIA 126ª DESDE EL BAR: CHOPIN
El hombre de esta imagen que os muestro fue Frédéric Chopin, que como sabréis fue un niño prodigio y uno de los grandes genios de la música romántica con sus innovaciones componiendo al piano. Vivió entre 1810 y 1849, lo que le da sólo 39 años de vida. Pero una vida desde luego colocada estratégicamente en las épocas de las revoluciones y los grandes ideales de libertad e igualdad del siglo XIX, así como del nacimiento de los nacionalismos europeos más acérrimos, entre ellos el polaco, al cual contribuyó con algunas de sus creaciones y adaptaciones a piano, ya que Polonia era su lugar de procedencia. Aunque la verdad es que no sólo fue un innovador musical y un gran compositor e intérprete lleno por dentro de gran sentimiento y de ideales revolucionarios. También innovó de un modo que los músicos de hoy día aún deberían agradecerle, o cuando menos los organismos que se dedican a cobrar derechos de autor y entradas de conciertos. Antes de Chopin los músicos cobraban económicamente a modo de gracias, donativos o sustentos de mecenas. No tenían un sueldo establecido, puesto que no se les reconocía como profesionales, aunque toda su vida se dedicaran a ello. Ni Mozart, ni Bach, ni todos los anteriores cobraron pagas preestablecidas por contrato por un concierto. Chopin, tal vez sabedor de su genio y de lo mucho que le solicitaban, así como cansado de estar dando conciertos privados desde muy niño, comenzó a negarse a tocar para nadie si antes no se acordaba un precio a pagar por cada concierto que diese, y no sólo porque un mecenas le encargase una obra. Y como su fama se extendió mucho en su época, la gente pudiente comenzó a pagar lo que hoy día podríamos llamar royalties. No me cabe duda de que Chopin, de haber existido discos en su época, hubiera comenzado el negocio... O tal vez no, puesto que era muy celoso de la calidad del sonido de sus composiciones.
Pero si os cuelgo hoy a Chopin no es por contaros esto, si no porque llevo un par de días que he estado escuchando sus 12 estudios para piano... entre mis discos habituales de rock y blues. Estoy en un momento algo pensativo sobre mi pasado más reciente. Sopeso lo que la gente ha estado haciendo a mi alrededor respecto a mí, y lo que yo he hecho. Todo me lleva siempre al mismo punto. Como un foco, como un nudo, como un vórtice, como lo que queráis llamarlo al modo de epicentro. Y pienso, ¿es mejor en frío o en caliente?
miércoles, agosto 09, 2006
NOTICIA 125ª DESDE EL BAR: DISCRIMINACIÓN
Claro que siempre hay casos peores. Si uno coge el periódico gratuíto 20 Minutos Madrid de los últimos meses de Julio y de Junio, encontrará en la sección de anuncios de trabajo que se busca gente para trabajar con o SIN papeles.
Hay que ir hacia la no discriminación, pero sin discriminar a nadie. Es un camino más largo, pero más justo y que genera menos tensiones e indefensiones.
lunes, agosto 07, 2006
NOTICIA 124ª DESDE EL BAR: LA LICÁNTROPA
sábado, agosto 05, 2006
NOTICIA 123ª DESDE EL BAR: EL TORETE Y EL VAQUILLA
Desde el Jueves todos mis amigos con los que suelo salir están desaparecidos hasta la semana que viene. Además resulta que casi todos mis bares habituales están cerrados por vacaciones. Así que ayer fui al bar más habituado por mí, La Vaca Flaca, donde me tomé unas cervezas y un mojito, mientras me encontré por casualidad con un antiguo dibujante que tuve hace años en la primera revista que dirigí, El Recreo. Asíque intenté ficharle para La Botella Vacía, y parece que funcionó. Luego resulta que Raúl, dueño del bar (el Vaquero del Bar) y amigo mío, me descubre su faceta de pintor (a veces me sorprenden aún mis amigos, y eso está bien). Asíque le cojo dos dibujos suyos para La Botella Vacía, también... y un tercero para este post del blog. Al final de la noche acabaría yendo con él a un par de bares que abren hasta la madrugada, después de que él cerrara el suyo sobre las 3:00 a.m., o por ahí. ¿Y entretanto? Pues entretanto me fui a dar una vuelta por la ciudad. Resulta que uno de los barrios céntricos está de fiesta. En la plaza de los Santos Niños toca un grupo de pachangueo para que bailen las parejas mayores, aunque de vez en cuando tocan las típicas de grupos de pop rock españoles. En realidad no baila nadie y casi no hay público. Todos están por los lados de la plaza y en el centro sólo hay pequeños grupos dispersos de chicos de mi edad y de rumanos, mientras un borracho baila desorbitado. En medio de aquello me encuentro una sorpresa: el padre de uno de mis amigos está allí fumándose un porro. Me abstendré de decir de quién era el padre de entre mis amigos. La cuestión es que el hombre me invita a fumar con él unos porretes y acabamos yendo de bares, en concreto a La Gatera, mientras me habla de las juergas de juventud y de como reparó un motor de coche y está construyendo no sé qué habitación en una casa que tiene. Y allí estábamos los dos, como el Torete y el Vaquilla juntos. Aún más gracioso cuando vino uno de sus dos hijos, el amigo mío y todos juntos a beber. El terceto calavera. Menuda nochecita.
(P.D.: el dibujo resultó ser de un disco de Lacoona Coil, lo supe meses después).
viernes, agosto 04, 2006
NOTICIA 122ª DESDE EL BAR: BISABUELOS PATERNOS
EL INFORME: BISABUELOS PATERNOS.
Toda mi familia paterna tiene su origen en Castilla la Mancha, exactamente en la provincia de Ciudad Real, en el pueblo llamado Herencia. Generaciones tras generaciones ese es nuestro pueblo de origen, al menos hasta la guerra civil española (1936 - 1939) y su inmediata postguerra, que todo lo cambió y a una parte importante, entre ella la de mis abuelos, acabó yendo a la sepultura o a Madrid tras campos de concentración y huidas incluidos.
Básicamente es una familia que se dedicó al campo, en tareas de agricultura y de un poco de ganado. Lo que transmitido de generación en generación aportó tierras propias a lo largo del tiempo, las cuales se perdieron tras la guerra por la pobreza y por pertenecer al bando derrotado del gobierno legítimo y democrático de la II República.
El nombre más antiguo que se conserva de mis antepasados paternos es el de Ezequiela, que sería la hipotética madre de uno de los abuelos de mi abuela. Teóricamente su periodo de vida debió desarrollarse a principios del siglo XIX o quizá a mediados. Nombres que con total seguridad existieron fueron los de los abuelos de mi abuela, mis tatarabuelos. Estos eran Vicente González, casado con Mercedes Corrales, y Miguel Gómez, casado con Eugenia Sepúlveda. Los otros nombres de tatarabuelos son los de los abuelos de mi abuelo: Camilo López-Serrano, casado con Elvira Hernández, y Rufino Fernández-Cañada, casado con María Teresa Torres. Su periodo de vida natural debió corresponderse a la segunda mitad del siglo XIX y tal vez principios del siglo XX. Habiendo vivido sin duda tanto con el reinado de Isabel II, como con Amadeo I de Saboya, la I República y Alfonso XII.
Principalmente debieron vivir de la creación de quesos y de cultivar productos agrarios, todo lo cual vendían una parte por los pueblos de alrededor. Es posible que Rufino llegase a servir en tierras ajenas, o tal vez fue Miguel. Pero sin duda el más destacado era Vicente, el cual era el herrero del pueblo, lo que le daba gran importancia social y de ingresos dentro de la economía rural.
Vicente y Mercedes tuvieron por hijo a Jesús González Corrales, el cual heredó el oficio de su padre de herrero. Mientras, Miguel y Eugenia tuvieron por hija a Arcediana Gómez Sepúlveda en 1885. Jesús y Arcediana se casaron entre sí y llegaron a tener siete hijos. Entre ellos un tal Vicente que murió muy joven tras beber agua fría totalmente sudado, según se cuenta aún hoy día en la familia. Por ello una de sus hermanas, Eugenia González Gómez (mi abuela paterna), le puso ese nombre a uno de sus hijos (mi padre). Arcediana murió muy joven, durante la II República, con 50 años en 1935. Su esposo Jesús moriría bastantes años después pero relativamente joven, en 1954. Nunca salieron de Herencia, y al menos Arcediana no tuvo que ver como a uno de sus posibles yernos lo fueron a fusilar al comienzo de la guerra sólo por tener unas tierras en conflicto con las de otro vecino, o bien como uno de sus hijos (o sus hermanos, no lo tengo claro) corrió la misma suerte porque antes de militar en la izquierda política había pensado ser sacerdote. Pese a que toda la familia paterna es de izquierda política y Herencia estaba en territorio de la República, teóricamente de izquierda.
Por otra parte, Camilo y Elvira tuvieron por hijo a Pedro López-Serrano Hernández. Y Rufino y María Teresa tuvieron a Estanislá Fernández-Cañada Torres. Pedro y Estanislá tuvieron seis hijos, entre ellos a mi abuelo Rufino López-Serrano Fernández-Cañada en 1920 (curiosamente nació el mismo año que su esposa Eugenia). Uno de los hijos de esta pareja de bisabuelos míos, salió de Herencia antes de la guerra, ya que se envolvió en un asunto que les dio mala fama. El resto o bien llegó a permanecer en Herencia, aún hoy día ellos y sus descendientes (en parte) o se fue por cuestiones de la guerra y de la postguerra, como es el caso de mi abuelo Rufino y mi abuela Eugenia, tras el paso del abuelo por un campo de concentración, el norte marroquí y el regreso a Herencia para perder las tierras empobrecidas. Estanislá fue la primera en morir, y su esposo Pedro murió justo el año que su hijo Rufino optó por irse a Madrid, en 1956.