domingo, agosto 20, 2006

NOTICIA 132ª DESDE EL BAR: EL INFORME RALEIGH (3)

Ayer salí a ver el comienzo de fiestas con su petardada y esas cosas. Al final no tenía ganas, por pura desidia, pero me llamó Esther "Torrejonita" para quedar porque su novio estaba en Galicia, no había nadie conocido y se aburría en casa. Así que me forcé a salir de casa. Después de ver la petardada fuímos al bar la Vaca Flaca, un habitual. El Vaquero vuelve a estar de viaje y atiende el bar su hermana, Susana, ya que la Psicóloga del Bar no trabaja allí durante los veranos. La cuestión es que Susana me presentó a una amiga o conocida suya que es la niñera de su sobrina. Una polaca llamada Alicia que, hay que decirlo, era preciosa. Sin embargo empecé a sentirme como Chedler Binks, uno de los personajes de la serie televisiva Friends. Cada vez que hablaba con ella, ella me respondía mirando a los ojos de Esther, con lo que parecía que la conversación era entre ellas... lo que terminó siendo real, la conversación fue entre ellas. Al rato unos rumanos que jugaban a la máquina de dardos no saben como funciona y Susana (como hay confianza) me manda a ayudarles pero acabamos decidiendo que lo mejor es desconectar la máquina. A esto, al regresar con la polaca y Esther han decidido que como eran fiestas lo mejor sería ir a uno de los locales de peñas festivas donde Esther conoce a mucha gente, con lo que aparte de divertirnos no gastaríamos dinero. Bien, allí vamos y la polaca decide tener una conversación conmigo de modo normal y corriente, de tanteo, por otra parte... ese el momento donde nos rodean montones de tíos y no precisamente para conversar conmigo. Al cabo de un rato ella dice que debe irse a casa porque como es niñera debe madrugar. Decido acompañarla y acepta. A mitad de camino parece que hay una posibilidad de quedarnos un poco más a hablar y conocernos... pero en ese momento aparece una pareja de Madrid buscando bares de rock que nos asaltan y me piden que les lleve a uno tras darles algo de conversación. Acepto hacerlo, pero la polaca realmente decide que debe ser responsable con su trabajo y se va a su casa a dormir. Asíque, en un último acto patético decido darle mi teléfono... Así se completa la telecomedia Friends de esta noche pasada, bueno, así y con una cara tremenda de capullo que se me quedó. La noche no se acaba ahí. Fuí al Flamingo con los de Madrid y uno de los dueños me comenta algo de la Psicóloga del Bar que me hunde más en mis miserias de estos días. La patéticfa noche, que debía haber sido para levantarme el ánimo, termina conmigo yendo otra vez al lugar donde estaba Esther "Torrejonita", reírse de mí por regresar pronto y solo los tíos que nos rodearon a la polaca y a mí anteriormente, y decidiendo yo irme a casa a dormir... aunque allí antes de dormir tuve que ayudar a acostar a mi abuela. Carajo. Así no hay quien pueda... y, por cierto, dudo mucho que vuelva a ver a la polaca.

Tras esto, digo que ya sólo queda un capítulo más del final de la vida del corsario Walter Raleigh.

EL INFORME SIR WALTER RALEIGH: LOS ECHOS DE LA GUYANA Y APRESAMIENTO

En los primeros meses de 1618 se sabe muy poco acerca del corsario. Los partidarios de él han crecido en número en Inglaterra, y a muchos los encabeza su esposa. El capitán Bailey, que testimonió contra Raleigh tras desertar de su flota, es perseguido por todos los que le consideran un traidor al simpatizar con sir Walter Raleigh, por lo que ha de huir constantemente. El 20 de Febrero uno de los capitanes de los que llevaba la flota, Pedro Ale (Peter Alley), había regresado a Inglaterra, abandonando también a Raleigh. Cuenta que en el viaje han muerto muchos, y que sólo en la nave capitana habían muerto ciento cincuenta marineros. Raleigh se dirigía a Guyana queriendo entrar por el río Orinoco, como le había expuesto en su momento a Jacobo I para encontrar la mina de oro y el puerto que le prometió. Gondomar no puede menos de desear la muerte de Raleigh en esas tierras o su desesperación y regreso por no hallar nada. Confiaba en que Felipe III habría creado en el lugar los presidios (fuertes) para defender el territorio que le recomendó en las fechas de 1616. El 26 de Marzo otro barco de la flota de Raleigh llegó a Portsmouth abandonando igualmente al propio Raleigh. Trae noticias de la mala provisión de bastimentos que llevaban y de muchas muertes que se habían producido entre los que viajaban, entre ellos el noble Robert Barroique. Habían equivocado la entrada por el río Orinoco y entrado por otra boca de río de corrientes muy peligrosas. Por ello la gente estaba muy desesperada y descontenta y muchos habían escrito cartas para el Rey inglés, las cuales deseaban enviar en el mismo barco que traía estas noticias. Una de las cartas que había sido escrita por un caballero fue interceptada por Raleigh. En esta leyó que se barruntaba un motín que acabaría tirándole por la borda si las cosas seguían mal. Raleigh quiso castigarle pero su tripulación se lo impidió. Gondomar piensa que estos hombres o bien morirían o bien se entregarían a la más pura piratería en el Caribe.

El 24 de Junio de 1618 el De Gondomar habría de escribir la carta con una de las informaciones más decisivas para el futuro de Walter Raleigh. En Mayo había llegado otro barco de los del corsario a Plymouth. En este se portaban importantes cartas y testimonios de lo que los hombres de aquella flota habían hecho. Había diversas cartas de Raleigh a varias personas de Inglaterra, entre ellas una dirigida a Winwood, creyendo el fuera de la ley Raleigh que su protector en la Corte inglesa aún vivía. Esas cartas se unían a los testimonios de los viajeros y a los del capitán Parker, capitán del susodicho barco. Se decía que Walter Raleigh hijo había dicho, antes de partir de Inglaterra, que su padre dudaba acerca del lugar al que irían, no tenía decidido el destino final, por mucho que había prometido llegar a las minas de oro de la Guyana, que decía conocer. Pero esa no era la información más importante. Walter Raleigh padre había regresado a Inglaterra el 14 de Junio. Gondomar solicitaba que le embargasen todas sus naves y le hiciesen preso. Aunque esto se hace, el embajador desconfía del celo con el que se hace, pues dice que los embargadores declaraban que consigo llevaban cosas de poco valor como tabaco y algunos jarros. Gondomar cree que había podido esconder las posibles riquezas que hubiese podido robar. En cuanto a los actos piráticos que habían realizado, todos los participantes echaban la culpa a los muertos, pese a que lo que decían que estos robaron lo llevaban ellos mismos, los vivos. Gondomar es consciente de que el Rey inglés desea castigar a Raleigh y agradar a España demostrándole que no era su intención atacarla. Por ello Jacobo I hace lo posible por aclarar todo el asunto y solucionarlo tal como si hubiesen atacado a otros ingleses, como piratas no sujetos a autoridad ni lealtada alguna. Pese a ello, el embajador se aventura a recomendar a Felipe III que no se pare sólo en embargar las posesiones inglesas en Canarias y Sevilla, sino que detuviese a todo inglés sospechoso en esos sitios y en las islas de Madeira y las islas Terceras, ya que ahora sabía que en todos esos sitios Raleigh había ocasionado matanzas, robos y daños varios, tanto en mar como en tierra. Consideraba que los ingleses que estaban en esos puertos eran sabedores de tales actos y, por tanto, cómplices. Aconsejaba tomar declaración a todos los capitanes y maestres ingleses que en esos lugares encontrasen. Además, debían vender sus barcos embargados para poder acumular dinero con el que indemnizar los daños causados. Consideraba que eso no daría pie a la guerra, sino a mantener la paz, ya que los castigos ejemplares harían ver que en tiempos de paz España seguía siendo igual de fuerte, por lo que así se evitaría el surgir de más piratas o corsarios, así había funcionado al menos con el caso del corsario holandés Juliers.

Walter Raleigh intentaba defenderse de las acusaciones alegando que la Reina Isabel I de Inglaterra le había otorgado en el pasado las tierras del río Orinoco por él descubiertas y exploradas. Enrique IV de Francia también le había permitido conquistarlas y poblarlas. La población y fortaleza de Santo Tomé que encontraron al llegar era una creación posterior de España, tras de saber anticipadamente a causa de Gondomar que él viajaba a esas tierras. Consideraba, pues, que los españoles eran quienes usurpaban un territorio que era inglés, y además de su control. Ese puerto de Santo Tomé era imprescindible, según él, para obtener la mina de oro de la que hablaba. La diplomacia española consideraba esas otorgaciones de Isabel I y de Enrique IV echas sin fundamento alguno, y era tanto como otorgar el Rey de España invadir Inglaterra para ocupar Holanda de forma más efectiva. Razón que Jacobo I creía cierta, lo que le llevaba a querer impartir justicia. Pero la justicia sería difícil de impartir, ya que muchos callaban muchas de las cosas que hicieron en América. Gondomar, además, era de la opinión de que no habría de bastar con restituir lo robado, sino que también se debía dar el castigo prometido años atrás.

La carta encontrada de Walter Raleigh para Winwood parecía confirmar, por su redacción, que los ataques a españoles realizados eran del gusto de la Corona inglesa, o sea, en realidad, de Winwood y otros diplomáticos. Lo que en cierto modo hacía de Raleigh que siguiese siendo un corsario, sin patente de corso esta vez, y no un pirata. ¿Cómo explicar sino que regresara a Inglaterra, sabiendo que le podrían ahorcar por lo hecho, y no buscase refugio en los dominios de alguno de los enemigos de España? Raleigh relataba que durante el viaje a América les sorprendió grandes tormentas en el mar y escasez de provisiones, lo que trajo una enfermedad que mató a varios marineros. A la altura de Cabo Verde habían perdido áncoras, cables y agua de varios barcos. Habían llegado a la Guyana el 13 de Noviembre de 1617, aunque pararon en el río de Galiana y no en el Orinoco. Allí desembarcaron a los enfermos y fueron ayudados por unos indios que Raleigh decía conocer ya de tiempo atrás. El propio Raleigh estaba tan débil que estaba cerca de la muerte, de no ser por los cuidados de esta gente. Ordenó entonces ir al Orinoco a cinco barcos bajo las órdenes del capitán Keymis. Debían buscar las minas de oro. Había cinco capitanes más con cincuenta hombres bajo el mando del capitán Parker y el capitán North (que años después volvería a aparecer en la correspondencia del Conde de Gondomar como nuevo pirata). Walter Raleigh hijo capitaneaba la tercera compañía. Thorne la cuarta. El capitán Thidley llevaba la quinta y era el lugarteniente del propio Raleigh padre, aunque el sargento mayor era el capitán holandés Piggot, que murió en el viaje. Warren, su otro lugarteniente, un sargento, estaba enfermo de modo terminal, por lo que Raleigh nombró a su primo George Raleigh como segundo lugarteniente, pero este no era obedecido.

El caso ocurrido, según los relatos de Raleigh es que llegaron de noche a cierto lugar buscando un puerto, sin darse cuenta de que estaban pasando por delante de una fortaleza española, Santo Tomé. Las consideraciones de Raleigh acerca de la legitimidad de esta ya están dicha, añadiremos aquí que él creía que tenían instrucciones de acabar con ellos, ya que estaban avisados del viaje, cosa que se puede dar por cierta, teniendo en cuenta las recomendaciones de Gondomar a Felipe III, y la posesión legal en términos de legalidad internacional de la época de la posesión de América para la corona Española. Los españoles dispararon primero, según Raleigh siempre, en cuanto vieron pasar un barco no español. De ahí que se entablara una lucha en la que murió el propio hijo de Raleigh de un disparo. Aún con todo, los cincuenta corsarios malnutridos combatieron a muerte y acribillaron a los españoles matándoles a todos, según se describe en otro documento, haciendo tantos agujeros en las paredes que no era posible que dentro de la casa pudiese quedar vivo nadie. Entretanto, Raleigh con el resto de los hombres y barcos deseaba asaltar a la Armada de España, pero reconocía su inferioridad y prefirió esperarla, llegándose a plantear la posibilidad de quemar los barcos y plantar cara a la Armada hasta morir todos en su defensa. Pero la Armada se había quedado en la isla de Margarita esperando que su flota pasase por allí, forzosamente, para ir al resto de las Indias Occidentales para quedarse o por necesidad de aprovisionarse para regresar a Europa. La flota de Raleigh se dedicó entonces a saquear los alrededores de esa zona del Caribe y sus barcos españoles (abandonando en cierto modo a la parte de la flota que se encontraba en suelo continental). Raleigh cree haber obrado correctamente en servicio de Inglaterra y se queja a Winwood de que todos esos males se debían a las informaciones que Gondomar había podido obtener acerca de su flota antes de partir de Inglaterra. Sabía con detalle el corsario de cuándo y a qué gobernadores les llegó avisos de España sobre su viaje. Keymis aún se enfrentaría a los españoles a su regreso junto a Raleigh, cuando al desembarcar en una orilla se encontró con unos mosqueteros que mataron a dos de sus remeros e hirieron muy malamente a Thorne. Los corsarios habían tomado Santo Tomé, pero se veían asediados por ataques españoles. Este nefasto combate para Keymis y los suyos se debió al desamparo que de ellos hizo la parte de la flota de Raleigh al irse a saquear por los alrededores, como se dijo. Por todo ello, muchos ya no veían provecho alguno en aquel viaje, ni creían que la mina de oro fuera real, a causa de un paisaje de selva muy espesa. Y de haberla, pensaban, estaban tan agotados que no podrían trabajarlas y sacarlas ningún provecho sino era con esclavos negros. En realidad, de hecho, sí existían dos minas de oro en la zona, pero en manos españolas desde hacía varios años. Keymis abandonó las minas por imposibles de explotar, y por estar en posesión española, cosa que disgustó a Raleigh. Según él esa acción le dejaba mal delante de Jacobo I, con quien se había comprometido a explotarlas a cambio de su libertad. Había sido la definitiva deserción del capitán Thidney la que hizo considerar necesaria su vuelta a Inglaterra para defenderse, ya que había obrado, según su parecer, a favor de los intereses de Inglaterra.

Keymis se había negado a conseguir la mina de oro a causa del enfrentamiento con los españoles donde murió el hijo de Raleigh. Consideraba que habían quebrantado con ese acto la condición real de no atacar a los intereses españoles y que serían ahorcados todos. Solicitó a Raleigh unir sus versiones acerca de que ellos jamás intentaron ir a la mina de oro, para así defenderse mejor en Inglaterra. Como Raleigh se negara a hacer tal cosa, por respeto al Rey, al que le había prometido lograr la mina, Keymis se suicidó. El suicidio fue un tanto raro, aunque parece no haber ninguna otra versión acerca de este. Fue a solas en su camarote. Se había disparado en el pecho con un pistolete tan pequeño que Raleigh afirma que sólo le habría quebrado alguna costilla, pero en la espalda tenía atravesado un cuchillo que le desangró. Sólo cabría pensar que lo colocó allí por si el pistolete fallaba caer sobre él. Suicidio, cuando menos de lo más complejo y que hace pensar en versiones alternativas de las que no hay ningún documento que las avale. Cerraba la carta Raleigh confesando su intención de regresar a Inglaterra, cosa para la cual ya había hecho alguna preparación.

Una carta del capitán Parker (desertor de la flota de Raleigh) confirma estos hechos, dando algunos detalles. Parker culpa al propio hijo de Walter Raleigh de su propia muerte, por su temeridad en el ataque a los españoles de Santo Tomé. En cuanto a Keymis dice que era muy cruel y mentiroso y se merecía su propia muerte, pese a ser un suicidio. No es más que una inculpación a los muertos como modo de autodefensa, cosa que debieron hacer muchos de aquellos tripulantes regresados a Inglaterra.

Otra carta de Raleigh es al Maestro de Artillería y del consejo de Estado del Rey de Inglaterra, escrita el primero de Junio. Intenta autoexculparse y excusaba no haber tomado la mina de oro por la cobardía de Keymis y la falta de hombres, al no contar con los suyos. Relata que, resuelto a regresar a Inglaterra, unos hombres suyos intentaron amotinarse tomando la mejor nave de la flota inglesa y hacer actos piráticos a amigos de Inglaterra (¿se refería a españoles?) y a portugueses. Raleigh dice haberse opuesto al proyecto en cuanto supo de él, pero que se vio obligado a volver a las costas americanas para lograr al menos provisiones que les contentasen. Le pedían no volver a Inglaterra hasta haber alcanzado la seguridad del perdón, pero negociaron, alteradamente, ir al menos a Kilbury, en Irlanda, el cual era un refugio habitual de piratas y forajidos. Raleigh justifica así su comportamiento como corsario, del que dice que no es tal, ya que le obligaron las circunstancias. Todo esto no pudiera ser más que una excusa para alcanzar su perdón o suavizar su condena. En Irlanda dice haberse enterado de las acusaciones que pesan sobre él, sobre todo de las referentes a lo que se hizo en Santo Tomé. Justifica sus actos alegando que los españoles estaban fuera de su territorio en la Guyana, ya que esa tierra le había sido otorgada años atrás incluso por el Rey de Francia (que se hallaba asentada en parte de la Guayana desde 1604) y por el Conde Mauricio de Holanda, por un periodo de diez años. Justifica que de otro modo hubiera sido más sensato no haber regresado a Inglaterra, cosa que hizo como muestra de su lealtad.

En una segunda carta al mismo destinatario, pero sin fechar, trata de acusar a los que fueron con él a Irlanda. Trata de librarse de toda culpa e inculpa a sus marineros y subordinados tratándolos como ladrones en los que se habían transformado, los cuales amenazaban la vida de él por querer volver a Inglaterra, al puerto de Plymouth. Aún con todo él regresó, dice, lo que ensalza como una muestra más de su lealtad y buena intención. Intenta excusarse de lo cogido en Canarias, como algo que cogió por ofrecimiento que se le hizo. También intenta inculpar a otros capitanes de la expedición en cuanto a lo que se hizo en busca de la mina, a la vez que niega haber traído riquezas ocultas, ya que toda riqueza se quemó cuando prendieron fuego a Santo Tomé en su asalto. Añade una serie de alegaciones posteriores donde reafirma todo lo dicho en su defensa hasta ahora y añade sus actos pasados de liberación de caciques presos por los españoles en aquel lugar, los cuales fueron reconocidos como súbditos de Isabel I. Que Keymis fue enviado tras morir Isabel I a aquellos lugares para continuar su posesión en nombre de Jacobo I. Que el descubridor de las tierras era quien tenía su título y privilegio (o sea, él). Que esa propiedad la avala el poder del más fuerte, aplicada en América. Que Francia perjudica a España en América más que Inglaterra. Y que todo se hizo a favor de Inglaterra.

2 comentarios:

pcbcarp dijo...

Compañero, ya me lo he leído. ¿Qué te voy a decir que tú no sepas? Profesional, muy profesional. Submachinegun. Anoche busqué lo de la acción indirecta de Walsingham con el Sultán de Marruecos; pero es que me mudé hace unos meses y, no obstante mis denodados esfuerzos montando y llenando estanterías, todavía tengo 24 cajas de libros sin abrir. Y no sé por qué, cada vez que busco algo, está en una de ellas. En cuanto lo encuentre, te cuento.

Lúzbel Guerrero dijo...

Lamento la peripecia nocturna, pero obra en su favor la voluntad puesta en el intento. Para encontrar no es necesario buscar, pero sí mostrarse.
Habrá otra oportunidad para la polaca, pero en culaquier caso hay muchas más.
Interesantísima la crónica del corsario Inglés; muchas gracias por haberme acercado a este pedazo de la historia, permaneceré atento.