Me encontraba releyendo alguna de las revistas antiguas donde participé y llegúe a dirigir junto a otros. Mi intención era y es recopilar los relatos que tengo dispersos para juntarlos en un volumen. Lo que es crear un libro de relatos con algunas de las primeras creaciones propias, aunque no las primeras, que esas ya están recopiladas aunque no muy dignamente (algún día debería ponerle remedio a eso). Así me encontré con la portada del número 6 de EL RECREO. La cual es la que véis. Es de 1997 y fue la portada posterior a un número 5 que nunca vio la luz porque se nos censuró por aquellos que nos financiaban en aquellos momentos. Incluso este número 6 tuvo que pasar censura pese a que llegamos a colar unas cuantas cosas de lo que ellos llamarían moralidad relajada. Era una revista juvenil, de instituto de bachillerato. Tenía unos 200 ejemplares, y no tenía nada que ver con la algo más adulta (pero irreverente cuando quiere) La Botella Vacía que hoy día hacemos sin que nadie nos financie ni censure, y con más bagaje intelectual y de experiencias de la vida. Viendo esta portada pienso en lo corto que tenía el pelo a los 18 años y la de greñas que tenía pese a ello. El dibujo de esta portada era mío, y aunque algunos de los censores no les gustó la parodia de Pulp Fiction, por esta presentación andrógena, fue aceptada, ya que otra parte de los que participaron en esa censura la vieron como algo divertido.
Os voy a dejar uno de los relatos que publiqué en aquella revista, en el número 7, de Diciembre de 1997. Es una de las primeras cosas que publicaba y se paga la novatada de ser uno de los primeros escritos. Es casi un inédito, ni siquiera había escrito aún ninguno de mis ocho libros, aunque el primero vendría en el año siguiente. Este relato es una parodia y una crítica ácida de muchas cosas, pero sobre todo parodia la novela de Edgar Allan Poe, "Narración Extraordinaria de Arthur Gordon Pym", de la película "el Hombre que Pudo Reinar", los mitos de El Dorado, "Moby Dick", y demás de esta clase de historias. Recuerdo que Jimi Rizos se enfadó conmigo por unos días tras publicar esto porque creyó ver un oculto (e inexistente) ataque contra su persona. O que el director que nos financiaba me llamó a su despacho, lo que me hacía pensar en lo peor porque por el número 5 ya se pensó hacernos un consejo de estudiantes y quedó todo en la censura total de aquel, pero me llamó para decirme lo mucho que se había reído y que nos pusieramos a trabajar en el número 8 intentando ser sutiles con ciertos temas (en el número 5 había desde felaciones hasta mención explícita de fumadas de marihuana, por no decir lo que algunos relatos surrealistas hicieron pensar erróneamente de nosotros... años psicotrópicos). Ahí os dejo con este relato, hoy día casi un inédito de mi trayectoria de escritor, y espero que seáis benévolos con lo que se trata de una de las primeras cosas que escribía. Tal vez cuelgue algo más de esa revista en otro post. Ya veré. Un saludo y que la cerveza os acompañe.
20.000 LEGUAS DE VIAJE CON VINO
Soy el capitán Rubén Barrios Bajos y aprovechando mi estancia en isla McDonald, en el océano Índico, quisiera relatar mi último viaje, en el cual se dieron ciertos acontecimientos extraordinarios de los que puedo asegurar que son tan reales como este escrito que publicaré dentro de una botella, ya que yo no tengo estanterías sino bodegas.
Corría el año que le daba la gana al Señor, y ese no podía ser otro año más que este, cuando zarpé con mi goleta, la Red Hot Chili Pepper, del puerto de Nadievá con rumbo a los inhóspitos mares del océano Antártico. Tenía una tripulación de quince hombres fuertes y valientes tan leales a mí como su paga se lo permitía. Como a la postre yo era el capitán y sabía que su paga no se lo permitía, conseguí a un segundo de a bordo que conocí en mis años de mocedad, este era Javier Maza. También conseguí a un buen timonel, un afroamericano de Singapur llamado Jaime Chamorro.
Nuestras intenciones eran la caza de cucarachas. En aquellas épocas del año montones de cucarachas nadaban para tener allí a sus crías. Sabíamos que podríamos llenar montones de barriles con aceite de cucaracha que se venderían a altos precios. Por ello pusimos a un vigía en el palo de mesana durante todo el trayecto, ya que en el palo mayor tendíamos los bañadores y bikinis, y siempre estábamos atentos a oír el: "por allí resopla", con la esperanza de cazar a una cucaracha blanca o a una orcaracha. Sea como sea no fue y tuvimos que contentarnos con pescar a alguna jirafa a alguna cebra.
Al tercer día de viaje, o al vigésimo (no me acuerdo bien), creímos haber chocado contra un arrecife y que iríamos a pique ya que el buque escoraba peligrosamente hacia la izquierda. La situación era crítica, no era un arrecife sino una de aquellas temibles botellas de náufragos que flotaba por aquellas latitudes la que había chocado contra el casco del buque haciéndolo inclinar peligrosamente. No hay nada más peligroso en la navegación marina que chocar contra una de estas botellas. Afortunadamente viajaba con nosotros un marino viejo llamado Daniel Porcel, que en sus años jóvenes había sido cabaretera, y que tenía mucha práctica en pescar botellas. Puso por cebo una ladilla, único animal doméstico entre la tripulación, y enseguida picó la incauta botella. Fue una lástima que la botella muriera al subirla a bordo, pues ya se sabe que las botellas son acuáticas.
Nos llevamos una gran sorpresa cuando descubrimos que aquella botella de náufrago llevaba un mensaje dentro, nunca se vio caso semejante. Aquella botella no podía ser de este mundo si tenía un mensaje dentro. Uno de nuestros marineros, horrorizado, se tiró por la borda, pero como la borda era muy estrecha se cayó al mar y tuvimos que rescatarle. Esto es lo que decía el mensaje:
"Hola, somos dos náufragos y nos gustaría ser rescatados, si eres marinero entre los 20 y los 60 años y con experiencia en empresas difíciles, puedes rescatarnos si lo deseas los Martes o los Jueves de dos a cinco de la tarde, gracias. P.D.: creemos que nos encontramos en Andorra".
Todos estábamos deseosos de rescatarles, pero como no sabíamos por donde estaba Andorra echamos a suertes el rumbo a seguir y terminamos poniendo proa a las cálidas costas de la Antártida.
Fue un viaje duro. El frío que existe antes de llegar a las cálidas costas de la Antártida aterazaba al navío, hasta el punto que tuvimos más de una vez que bajar a empujarlo ya que se nos había calado (y no había dios que lo pusiera en marcha sino era empujándolo). Gastábamos muchísimas botas impermeables realizando esta labor. Sí, sucumbieron muchísimas botas... desgraciadamente no se las pudo enterrar de otro modo que no fuera el marinero: arrojándolas al mar. Aquellos días horribles nunca se nos podrán quitar de la cabeza, en el barco sólo quedaron judías para comer y todos sufrimos las consecuencias... en menos de una semana todas las ratas de la bodega decidieron desertar y e marcharon llevándose uno de los botes salvavidas... con este acto las judías dejaron de llevar carne.
Habían pasado tres meses desde que pusimos rumbo al sur y no habíamos visto aún la Antártida. Subimos al palo de mesana para preguntar a nuestro vigía si todavía no había visto ningún indicio de tierra, pero el fiel marinero Stivie Wonder no había visto nada. Pronto los marineros empezaron empezaron a hablar de rebelión, pero tuvimos la ventaja de que se dividieron en dos grupos: en los amotinados y en los no amotinados. Yo estaba en el segundo grupo ya que no me convencían las ideas del primer grupo. Sea como sea vencieron las primeras elecciones los amotinados... tenía la esperanza de ganar la segunda vuelta electoral, pero volvieron a ganar los amotinados. El barco quedó en manos de Daniel Porcel y Stivie Wonder, y yo fui puesto en un bote remos con Javier Maza y Jaime Chamorro.
Como yo seguía siendo el capitán, Javier y Jaime eran los que remaban; para que estos no se amotinaran también, de vez en cuando les daba ánimos para que supieran que estaba con ellos. Bauticé al nuevo bote con el nombre de "Lady Alegría". Pronto nos quedamos sin alimentos, esto ocurrió a la hora de comer. Fue una hora trágica ya que caímos en la desesperación del hambre y tuvimos que recurrir a una decisión trágica: uno de nosotros se sacrificaría por los demás y les serviría de comida. Puede parecer ahora algo atroz, pero hay que comprender que aquella hora de la comida, sin comida, fue espantosa e inaguantable... ningún ser humano debería pasar por un trance así... Lloraría en estos momentos pero no puedo, ya que soy tuerto al decidirse aquel día que mi ojo derecho fuera el postre. En fin, una decisión tal, la de sacrificarse uno de nosotros, no podía ser hecha así como así, así que lo echamos a suertes. Como yo seguía siendo el capitán les expuse que yo no podía entrar en el sorteo, pues si saliese elegido el bote se quedaría sin alguien que lo dirigiese, Javier y Jaime lo vieron lógico y aceptaron gustosos ser ellos los únicos candidatos. El método elegido fue contar: "en la casa de Pinocho...", resultó ser elegido Javier y efectivamente... nos comimos a Jaime. Yo no digo que hubiese estado bien comernos a otro ser humano... si acaso hubiese tenido sal... pero no, no debíamos hacerlo... con sus tripas hubiésemos tenido cebos suficientes para pescar, sí, creo que sí...
Una hora más tarde, en la hora de la siesta, nos despertamos al notar que el bote se había parado. Había encallado en una playa, cosa que nos molestó muchísimo, ya que las siestas son sagradas y no se han de interrumpir ni aunque sea para salvarte la vida, ¿dónde iría nuestro sistema moral a parar si no? Teníamos dos indígenas delante nuestra, uno alto y otro bajo, que amablemente nos llevaron a un poblado totalmente de oro. Parece ser que estos dos indígenas eran de tribus diferentes, uno era de los bimbocao y otro de los bollicao, pero ambos se debían a un único monarca que vivía en aquella ciudad de oro a la que llamaban El Dorado Donut de Azúcar. El lugar era acogedor, pero cada vez que levantábamos un dedo te caía una especie de rosco dulce en él, y, claro, esto era molesto... ni siquiera podías estar con las indígenas... Pero, en fin, mis aventuras en el continente Bombón de Crema ya las narraré en otra ocasión, en donde contaré como Javier se hizo judío mahometano, y de cómo fue tomado por el hijo de un dios, por aquellos salvajes, lo que sirvió para enriquecernos hasta que él se lo creyó y quiso casarse con una joven que le arañó la cara, por lo que le tiraron por un puente y le cortaron la cabeza. De momento tan sólo os contaré que regresé al continente europeo y que de allí, por una serie de circunstancias , vine a la isla Mcdonald, en el océano Índico.
Fdo.: Rubén Barrios Bajos, actual capitán del transatlántico Titanic.
(Happy Kristna, hare Christmas, and happy new year).
Por Daniel L.-Serrano, publicado en el nº 7 de El Recreo, Diciembre de 1997.
7 comentarios:
Con tu permiso, Canichu, o sin él, me lo imprimo porque un texto tan largo en blanco sobre negro es fatal para mi miopía, y tengo verdadero interés en leerlo. Ahora que lo pienso, ¿se imprimirá en negro sobre blanco?
Un dislate bien escrito ¿Alucinación? No sé.
Me recuerda un relato disparatado y bien escrito, "El rollo que no cesa", que fui elaborando durante algunas clases de Bachillerato, para combatir el aburrimiento. Era una buena forma de amenizarlas.
cuando escribo post tan largos me consta que algunos puede que optéis por imprimirislo si tenéis interés. Es normal, los ojos son para toda la vida. Por otra parte, post como los que dediqué a Nicaragua pueden venir bien imprimirlos para archivos propios de un historiador, profesor o similar.
Pues al final conseguí leerlo sin imprimirlo.
Respecto a esos post, no sólo para profesores, también para curiosas impenitentes como la que suscribe son interesantes.
No tengo impresora de modo que me lo he leido "A pelo" je je!
No sé si es que me he pasado con las cervezas (no creo, dado lo temprano de la hora) o es que he descubierto blogs de gente normal. ¡Virgen santa! Pero si por fin hay gente que lee "Los Libros".
Me he divertido mucho, canichu. Gracias por este post tan bueno, tan fresco y tan ingenioso.
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