jueves, marzo 31, 2022

NOTICIA 2125ª DESDE EL BAR: TAMBIÉN EN LO ECOLÓGICO

Ayer se habló en las noticias españolas sobre el desprendimiento de mil doscientos kilómetros cuadrados de hielo de la Antártida en febrero, de una plataforma limítrofe con el mar. Es la mayor superficie de hielo desprendida, aún con todo que hace unos tres años ya hubo otra gran superficie que fue una gran llamada de atención mundial sobre los peligros del cambio climático. En esta ocasión la noticia ha pasado sin pena ni gloria, absorbida por la guerra de Ucrania, el precio de los carburantes y la electricidad, y el cambio de postura de España frente al Sahara Occidental. Sin embargo, es quizá la noticia más importante de todas las noticias. No solo se trataba de la superficie más grande jamás desprendida de la Antártida. Cuando uno leía la noticia en prensa escrita, leía que era la primera vez que se alcanzaban los cuarenta grados de temperatura en el mes de marzo en la zona de la Antártida donde se produjo el hecho. Más allá, también es innovador que este desprendimiento deja por primera vez a una plataforma de hielo continental desprovista del hielo de una plataforma limítrofe con el mar, lo que puede acelerar en mucho el deshielo y la subida del mar en cincuenta y siete metros, así como aumentar el calentamiento e impedir que podamos frenar el mismo para dejarlo en 1'5º, lo que, según informó la NASA, no solo sería sobrepasar un punto de no retorno, sino que sería algo todavía más grave. Sobran las palabras. Más aún, según la n noticia, el deshielo se estaba produciendo en la cara opuesta del continente antártico, siendo esta vez en una cara donde por lo general no se producía fuera de los habituales icebergs periódicos de la primavera o el verano. Hay que insistir: el principal problema del planeta es el cambio climático y habría de ser esa la principal preocupación a solucionar por parte de toda la humanidad. 

La guerra en Ucrania no solo no ayuda a centrarse en tomar medidas mundiales y acuerdos contra el cambio climático, sino que ayuda a agravarlo e, insisto, no solo por desatenderlo debidamente. 

La mayor catástrofe ecológica por una guerra que se ha registrado, al margen de los destrozos de las guerras mundiales y el lanzamiento de las bombas nucleares de 1945, se registró en la Primera Guerra de Irak entre 1990 y 1991. Irak optó como defensa por quemar sus pozos petrolíferos, que fueron incapaces de apagar en cerca de un año. Se contaminaron 3.200 kilómetros de crudo petrolero y se liberó el 2% de dióxido de carbono emanado en todo el planeta ese año, mientras el 5% de Kuwait quedó alquitranado (Noticia 1921ª). Una estrategia parecida siguió el ISIS en su guerra en Siria en la década de 2010, más o menos entre 2014 y 2019 en su etapa más de guerra convencional, también los kurdos quemando neumáticos en barricadas gigantes. En 2001 el atentado del 11 de septiembre provocó una liberación de contaminantes al aire que durante años han provocado numerosas enfermedades letales. En la Guerra de Bosnia-Herzegovina de 1991-1996 el lanzamientos de bombas de grafito contaminaron todas las aguas, incluyendo las del Mar Adriático durante tantos años que aún hoy día se registran secuelas (Noticia 1922ª).

En un reportaje recién publicado para el mes de abril del diario mensual en papel El Salto, escrito por Yago Álvarez y llamado: "Madera de conflicto y la guerra que no deja ver el bosque", leemos con bastantes datos como entre la Federación Rusa, Bielorrusia y Ucrania se aportaba una gran parte de la madera que consumía la Unión Europea en muebles, papel, serrín, corcho, combustible y otros productos. Sus grandes bosques naturales suponen más del 20% de los grandes bosques del mundo, compitiendo solo con la selva Amazonas. La Unión Europea, que es la región política que más se ha comprometido y más está haciendo en la lucha contra el cambio climático, tenía un compromiso político entre todos los miembros desde 2013 según el cual los árboles y maderas que se usen deben ser usados de una manera ecológicamente responsable, no solo se trata de la famosa reforestación que practica la empresa de muebles Ikea, se trata de una adhesión de la UE con el Programa de Reconocimiento de Certificación Forestal (PEFC) que lleva funcionando veinte años. Este programa otorga certificados a aquellos productos que se han fabricado a partir de árboles. Garantiza que no haya una deforestación indiscriminada, que se repueblan bosques, que no se cortan árboles en determinados lugares ni tampoco los de determinada edad, que no se usan productos químicos agresivos por ejemplo en la producción de papel, etcétera. Un certificado de esto por ejemplo en los libros supone un pago de 50 euros, debería ser gratis y se debería sancionar económicamente a quien no se hace cargo responsablemente de garantizar que se cumple con el PEFC y su certificado. Como sea, la medida está destinada a la preservación de bosques y la UE lo enfoca a poder frenar el cambio climático y la elevación de temperaturas, así como los bosques ayudan a las lluvias. En noviembre de 2021 la UE aprobó no contribuir a la destrucción de bosques, ni siquiera para aumentar las zonas agrícolas para soja, café, pastos para ganado, aceite de palma, cacao y otros cultivos. No solo se pondría sanciones a las empresas que se salten esto, sino que apenas unas semanas antes de estallar la guerra se planteaba dejar de comprar mayoritariamente madera a Bielorrusia y Rusia, ya que solo una mínima parte de sus bosques tienen certificado de la PEFC. Evidentemente esto cambiaría si estos dos países se pusieran a actuar de una manera ecológica y sostenible, pero dadas las circunstancias a nadie se le escapa que una medida ecológica como esta tenía una consecuencia económica grave para estas economías que se podía entender como sanción o como agresión que sumar a las medidas económicas posteriores que no se derivan de esta, sino de la invasión a Ucrania. Todo es más complejo, puesto que a Ucrania no se le había molestado con la madera mediante la presión en buena parte del Partido Popular Europeo. Ahora la madera de esos bosques no está siendo cortada por razones bélicas evidentes, aunque es posible que los bosques estén sufriendo los efectos destructivos de las batallas militares. Hay por tanto en todo esto un componente ecológico y económico más allá de los combustibles del gas y del petróleo. En este sentido, la Unión Europea, sin guerra, también debería exigirle a Ucrania la misma responsabilidad frente a la PEFC.

La guerra respecto al gas ruso evidentemente tiene su componente ecológico, como respecto al petróleo. Ninguno de estos productos tendrán la misma repercusión medioambiental si se transporta desde tuberías, las que existen desde Rusia a Europa, que si se ha de transportar desde barcos, que implican una contaminación en su transporte, unos riesgos en el mismo, y en el caso del gas, que tendría que ser transportado en líquido para luego regasificarlo, implica una mayor contaminación atmosférica al tener que sufrir un trabajo de fábrica con sus contaminantes al aire. Parecía lógica la idea de minimizar dentro de lo malo apostando a que España usara sus conexiones de gas con Argelia para suministrar al centro de Europa si fuera necesario, mediante gasificadora igualmente, pero cuyo transporte se produciría mediante gaseoducto y no mediante barcos fletados desde Estados Unidos a lo largo del Atlántico Norte hacia Europa. El cambio de postura de España en el Sahara Occidental acerca al gobierno español a Marruecos y su postura en una vergonzosa postura de abandono o de traición a los saharauis. Puede que Estados Unidos haya intervenido de manera secreta en el presidente de gobierno, Pedro Sánchez, quizá poniendo sobre la mesa también que Marruecos es aliado preferente de los americanos y la OTAN y que este sería una barrera de contención en caso de un conflicto parecido al de Ucrania pero desde el sur de África hacia Europa, o sea: hacia la península Ibérica. Esto solo es una especulación particular y puede estar equivocada, porque tampoco se le escapa a nadie que Argelia está peleada con Marruecos a costa del Sahara Occidental, hasta el punto que cortó su gaseoducto con ellos, que es uno de los que llegan a España, con el cambio de postura de España ahora Argelia está molesta con los españoles, aunque de momento no nos ha cortado el gas, ante toda esta situación Estados Unidos ha hecho su jugada en Europa la semana pasada y ha logrado colocar su gas licuado traído a Europa en barcos. Algo que, como decía el diario El País, aumentará los contaminantes que recalientan el planeta y, al no ahondar la Unión Europea en energía de fuentes ecológicas y renovables como el sol o el viento, solo contribuye a perpetuar un modelo contaminante que la propia UE quería ir finiquitando y que por la Guerra de Ucrania ha terminado reforzando. No es lo mismo avanzar en energía verde en tiempos de paz que con necesidades urgentes de tener gas y petróleo, o de seguir en el uso del carbón, para evitar una subida perpetua de precios a causa de una guerra y la amenaza de un corte de suministro por parte de Rusia sin que se haya podido desarrollar una alternativa pragmática a tiempo.

También es cierto que hay algo de geoestrategia en todo esto. La reconstrucción de Europa con tiempos de paz después de amplios periodos de guerra entre países, y no solo en Europa, en todo el mundo, siempre se ha producido mediante diálogo que normalmente se ha dado con relaciones comerciales. La propuesta de Estados Unidos a sus socios de la OTAN y la UE en Europa es cortar todos los lazos comerciales energéticos con Rusia, y sospecho que si por ellos fueran: todos los lazos comerciales en general. Se habla de socios no fiables y es un lenguaje que están reproduciendo los líderes de la UE. Olvidan todos los obstáculos y objeciones que superaron franceses y alemanes tras 1945 y que se hizo a través de creaciones económicas como el Euratom, la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, luego Comunidad Económica Europea, luego Unión Europea, el Benelux, etcétera. Es evidentemente que actualmente estamos en una situación de guerra en Ucrania donde se han lanzado advertencias y amenazas de Rusia a la Unión Europea y de la OTAN a Rusia, así como se ha iniciado una serie de sanciones económicas que se pueden entender como guerra económica, pero si se ha de mirar al futuro, a la paz, no se debería cortar todos los lazos y puentes que podrían lograr el diálogo. Sin nada que nos interese de manera común, difícilmente se pueden desarrollar algunas de las cuestiones que pueden ayudar a solucionar en lugar de enquistar. Porque, por otra parte, si se corta todo lazo con Rusia no solo para este momento sino también para todo momento futuro, entonces, ¿cómo defender la idea de que el problema es Putin, sus seguidores y toda una forma de pensar que ha logrado crear con ayuda de los medios de comunicación, en lugar de Rusia en sí? Las medidas de todo corte de relación posible ahora y en el futuro trascienden a Putin, alcanza a Rusia en su existencia. No, Europa debería ser más reflexiva, aunque ahora mismo sea un momento concreto de conflicto muy grave. Estados Unidos, siendo un aliado, también juega sus cartas geoestratégicas en un siglo XXI que hasta ahora apuntaba al auge de China y de la Unión Europea en lo económico. Pero es verdad que va un mes de guerra, como todas las guerras, todo evoluciona, no es lo mismo la postura entre los países europeos en 1939 que la que hubo tras 1945.

Otro problema ecológico del gas que ofrece Estados Unidos a la UE es la manera de extraerlo. Usa de una técnica que muchos países europeos rechazan y algunos incluso prohíben, siendo los más proclives a esa técnica aquellos miembros de la UE que más problemas suelen provocar en los últimos años dentro de su seno desde el Este. Se trata del fracking, que en español recibe el nombre de fracturación hidráulica. Con ese método también se extrae petróleo. Se trata de inyectar a presión grandes cantidades de agua en el subsuelo rocoso donde hay una bolsa de gas, en este caso de gas. Esto provoca una tensión que termina rompiendo el suelo rocoso y liberando la bolsa de gas, que termina siendo extraída. El problema es que este sistema provoca numerosos pequeños movimientos sísmicos donde se practica que, en caso de estar cerca de una falla, puede provocar terremotos. Otro problema es que degrada el suelo y a veces provoca derrumbamientos y deslizamientos de tierras y lodos o alteración de cursos fluviales si los hay cerca, deterioros en inmuebles y carreteras, hundimientos de tierra, pérdida de flora y fauna, etcétera, aparte del uso del agua que ya no queda útil. Los defensores minimizan todos estos efectos, pero se hace evidente que allí donde se ha practicado las poblaciones cercanas han sufrido problemas en su vida diaria, y no se descarta las averías en infraestructuras subterráneas, como puedan ser las canalizaciones y tuberías. Uno de los principales partidos políticos europeos contrarios a esta técnica, el Partido Verde Alemán, parece haber suavizado en exceso su combatividad ante esta técnica ante la oferta de gas de Estados Unidos en estos tiempos de guerra. 

El periodista Pablo Elordoy, en "El shock de la guerra en Europa", también en El Salto, apuntaba que el Panel Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático advertía que la guerra en lugar de ir cortando cables con los combustibles fósiles había reforzado la dependencia de ellos, por causa de la escalada de precios y la necesidad de energía en un contexto en el que aún no se ha potenciado en Europa su relevo por otro tipo de fuentes. En consecuencia, decían, en los próximos veinte años va a ser muy difícil aquello de no traspasar los 1'5º de los que se hablaba para frenar el cambio climático. 

Toda decisión que se tome ahora no va durar solo el tiempo que dure la guerra, irá mucho más lejos en el tiempo, pues va a ser difícil no solo recuperar las confianzas perdidas, o las infraestructuras, sino también deshacer los acuerdos que hoy se acuerden y se sellen con cláusulas muy punitivas si se rompen.

Sin embargo, los medios de comunicación generalistas, desde las televisiones más vistas a las cadenas de radio y la prensa más consultados por la gente, al único asunto que más atención le han prestado en sentido ecológico en la guerra de Ucrania se trata en realidad de un asunto tan espectacular como grave, si bien precisamente lo espectacular y lo alarmista es quizá lo que a sus líneas editoriales más les interesaba dar relieve en busca de audiencia y, quizá también, dentro de la construcción de un relato donde, también desde Occidente, se mide al milímetro lo que se dice y lo que no se dice. Hablo sin duda de los combates y toma habidos en los restos de la central nuclear de Chernóbil, así como de los combates cercanos a centrales nucleares en activo. Evidentemente un misil mal disparado podría provocar una catástrofe nuclear altamente contaminante de consecuencias muy graves que afectarían a toda Europa y a la atmósfera del planeta. Sin embargo, a pesar de lo indeseable que también los escenarios de guerra se jueguen en estos lugares, a juzgar por todos los acontecimientos, no parece ni que por parte rusa ni por la ucraniana hubiera intención alguna de disparar en las zonas más sensibles a una catástrofe, aunque sí hubo enfrentamientos en zonas administrativas. Con coerción o sin coerción, asunto no aclarado, lo cierto es que rusos y ucranianos, tras combatir entre sí, terminaron colaborando en la gestión de Chernóbil, a pesar de que algún medio sí ha publicado que la actividad radioactiva en la zona está menos controlada de lo que normalmente lo está, no obstante: es la guerra. Y es un problema. Es un problema incluso esta fuente de energía desde este punto de vista. Si compramos el argumento de los más proclives a creer en la seguridad de esta energía, a pesar de que ignoren el efecto de sus residuos, siempre existirá en todos los lugares del mundo el riesgo de guerras o de terremotos como los de Japón que pongan en peligro las instalaciones y aumenten el riesgo de un desastre nuclear. Eso también es un problema ecológico.

Entre tanto El País Semanal se dedica a publicar reportajes como el que suscribió Erika Fatland el pasado domingo, "Ucrania: el drama de ser vecino de Rusia", donde se llega a tocar el asunto de Chernóbil en la guerra. Sin embargo, en reportaje contiene errores de percepción o falta de conocimientos por parte de la periodista cuando afirma cuestiones como que Rusia es el único país europeo que desea extender un territorio colonial por Europa, no se refiere a una expansión territorial (eso lo han hecho todos los países), sino una expansión colonial. Escrito en esos términos evidentemente se descarta la expansión de Alemania entre los siglos XIX y XX a costa de sus vecinos franceses, austriacos, checos, polacos, etcétera, del mismo modo que descarta la expansión de Francia sobre el territorio español que fue la actual Cataluña Francesa, e incluso sobre Cataluña entera durante las guerras habidas entre España y Francia en la primera mitad del siglo XVII. Queda evidente, insisto, que todos los países europeos se han intentado expandir en algún momento de su Historia sobre otros países europeos, hasta los Estados Vaticanos lo hicieron hace siglos en Italia. En términos de colonia dentro de Europa, se le olvida a Fatland, o quizá desconoce, que Reino Unido sí lo ha hecho respecto a España tanto es islas de Baleares y Canarias como en el mismo Peñón de Gibraltar (única que conserva) desde el siglo XVIII, al que la ONU hoy día describe como colonia. Sí que dice Fatland que varios países intentaron colonizar Ucrania a lo largo de la Historia, y por citar cita incluso la fundación de Odesa por parte de un hombre que era medio español medio italiano. Evidentemente Odesa no era un puerto colonial, aunque se fundó para el comercio con el Mediterráneo, pero ni mucho menos ha tenido España ni ningún reino previo a España dominio alguno sobre ningún territorio en Ucrania. Como en todo, hay que tener mucho cuidado al leer, y más, parece ser, estos días cuando se lee respecto a Ucrania.

Me parece interesante hablar de los aspectos ecológicos de esta guerra, porque el siglo XXI, aunque estos días parezca que la gente se olvida, va a ser y es vital en el futuro principalmente por los retos ecológicos que plantea. Esta guerra viene en el peor de los momentos también en lo ecológico.

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