jueves, julio 23, 2020

NOTICIA 1981ª DESDE EL BAR: SIN NOTICIAS OLÍMPICAS

Hace años que no sigo ningún deporte de manera concienzuda. Me entero de lo que va pasando por los informativos, los periódicos, las redes sociales o algunas conversaciones. De tarde en tarde veo algún deporte que me interese, o algún encuentro deportivo que el azar pone delante mía, pero no se puede decir que sea un seguidor de los deportes. Sé más o menos qué ocurre, pero no sé todos los detalles de lo que ocurre en tal o cual competición. Me recuerdan, eso sí, las amistades antiguas. Sin embargo, hay unos encuentros deportivos que sí veo fielmente y los sigo, y conozco muy a fondo todas sus entrañas, me refiero de las Olimpiadas. No es la primera vez que lo comento por esta bitácora, les he dedicado hasta monotemáticos. Esas competiciones sí que las veo a fondo. Son las únicas competiciones deportivas que me mantienen atento y a la expectativa.

Este año hubieran habido Olimpiadas en Tokio (Japón), hubieran empezado mañana, 24 de julio de 2020, pero la pandemia mundial de la Covid-19 creó uno de sus hitos históricos que también se dieron en las Olimpiadas de la Antigüedad, y que, por cierto, cuando comenzaron las anomalías, estas fueron preludio de la decadencia paulatina de la civilización grecorromana. Las Olimpiadas de Tokio 2020 retrasaron su inicio al 23 de julio de 2021, al año que viene. Hay que esperar.

Quiere la cosa que en ese caso es bueno recordar esta semana aquellas otras Olimpiadas que se celebraron en España, las de Barcelona 1992, que empezaron en 25 de julio. Tenía yo 13 años de edad. aquella noche de viernes estuve sentado en el salón familiar con la familia viendo uno de los espectáculos más prometidos y emocionantes de aquellos días. Vimos a un Rebollo meter una flecha ardiendo en un peletero, era algo extraordinario, aunque después supimos que la flecha no entró en el peletero, y que simplemente lo encendió al pasar su llama por el sistema de gas del peletero. Hoy le entrevistaron en la radio y confesaba que ya no le da rabia que le recuerden solo por eso, pues ese hombre, que estaba en los juegos paralímpicos, ganó muchas medallas y títulos para España en aquel 1992, dejando además muy alto el conocimiento de los atletas paralímpicos, pero nadie le recordaba por eso.

Madrid ejercía de Capital Europea de la Cultura. Sevilla estaba imbuida con La Exposición Universal 1992. Por todos los cambios arquitectónicos que implicaron Barcelona y Sevilla, se celebró un encuentro internacional de los arquitectos más importantes del mundo. ETA había sido descabezado unos meses antes y con eso se evitó que hubiera atentados en esos días concretos. El GAL no hizo acto de presencia, aunque ya había quien apuntaba con el dedo a miembros del gobierno del PSOE y a miembros de las fuerzas de seguridad del Estado. El GRAPO también estaba desaparecido. El hermano de Alfonso Guerra, vicepresidente del gobierno, Juan Guerra, había comenzado a salir en prensa desde unos años antes como la punta del iceberg de la corrupción que luego se destaparía cuando todo lo de Barcelona y Sevilla acabara y que, precisamente esos eventos, provocaron. Entre tanto, se presentaban organizadamente en los eventos españoles todos los nuevos Estados nacidos del final de la Unión Soviética y de su bloque. Además, la cruenta guerra de la desintegración de Yugoslavia, especialmente Bosnia-Herzegovina, era la primera guerra europea desde el final de la Segunda Guerra Mundial y la breve Guerra Civil en Grecia, pero se logró que en las Olimpiadas de Barcelona lograran competir deportivamente, dejando al margen la violencia... a pesar de que se estaban matando al otro lado del Mar Mediterráneo. Fueron consideradas las Olimpiadas más exitosas de número de participantes y organización hasta la fecha aquella de 1992.

No olvidemos que previamente España había despertado muchas reticencias para su ingreso en la Comunidad Económica Europea (luego Unión Europea) y en la OTAN en 1985, pero una vez ingresados se avanzó tanto en la imagen internacional que en 1990-1991 se participó de la I Guerra de Irak, y en 1991 Israel y Palestina eligieron como país fiable para ambos a España para celebrar la Conferencia de Paz de Madrid, aunque luego lo rentabilizó Estados Unidos de América. 

La cosa es que los historiadores solemos hablar de que la Transición se puede subdividir en varios procesos, pues no todas las transiciones democráticas en España fueron a la vez. Si bien la Cultura y la sociedad comenzaron su proceso incluso dentro de los últimos años del franquismo, en el tardofranquismo, seguidos luego de la Iglesia y de la economía, el subsiguiente proceso político es el más conocido y se le suele poner colofón en 1981, tras el 23 de febrero, pero la Transición en cuanto a las relaciones internacionales españolas fue muy largo. Había muchas desconfianzas. Lo trabajado por el exilio debía conciliarse con lo que trabajaba el gobierno en Madrid. Acabado el franquismo no todos los países confiaban en las posibilidades de España. 1985 fue un año importante, pero fue el año 1992 el año simbólico donde se puede dar por cerrado el proceso de transición política en lo internacional. Fue un ambiente de euforia y optimismo en España que pronto, en ese mismo año, y especialmente desde 1993, se hundiría ante la gran crisis económica y los enormes casos de corrupción emanados desde el mismísimo gobierno, llevándose por delante a montones de ministros que dimitían o eran cesados. Pero justo en 1992 la gran mayoría no veía o no quería ver las nubes negras, y con los triunfos en todos los ámbitos Olímpicos y culturales, con Freddy Mercury cantando por Barcelona antes de morir, y un Bill Clinton que usaría música española para su campaña política, era un año de optimismo, de confianza en nosotros mismos.

En aquel 1992 la prensa más vendida, El País y ABC, daban los domingos suplementos infantiles y juveniles que decidieron eliminar con la crisis de 2008, sobre 2010, y existía otro periódico, El Sol, que hacía lo mismo el tiempo que duró de 1990 a 1992. Los cómic de Olé, con el Grupo Z, vendían aún historias muy frescas de Mortadelo y Filemón. Héroes del Silencio triunfaban en España y en Alemania, y si no te fijabas en ellos tenías a los Celtas Cortos. Para 1994 Trueba ganaría un Oscar en Hollywood y aún nos creeríamos un poco más nuestro orgullo, aunque para esa fecha ya estaba la corrupción, el paro, la crisis... y en medio de ello: gente enriqueciéndose vendiendo casas y chalets, como síntoma de salud económica para unos cuantos en medio de la ruina de otros, nadie sospechaba que aquello derivaría en la Gran Recesión de 2008, pero es que aquella burbuja inmobiliaria comenzaría a hincharse de manera grave a partir de 1996. 

No son pocos los libros de Historia actual que marcan 1992 como un año clave para explicar el final del siglo XX y el comienzo del siglo XXI español. Es muy acertado.

Pero a la vez se puede rastrear en la Literatura que se generó en esas fechas esa doble raíz en la que en medio de un relativo bienestar se intuye unos cimientos de lodo para la clase trabajadora. Se intuye la trampa y el engaño económico a la vez que se alaba el momento de euforia. Son dos obras de humor, Sabotaje olímpico, de Vázquez-Montalbán, publicado en 1992, pero generalizadas sus ventas en 1993, y Sin noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza, publicado en 1991. Entre esos dos libros se puede explicar a la perfección lo que significó 1992 y cómo era la sociedad española de la primera mitad de los años 1990, venida de tiempos peores y prometiéndose para sí tiempos mejores, pero sobre un suelo resbaladizo y endeble, como se demostró desde 1993 y a pesar de la bonanza aparente y falsa venida desde 1996 con el gobierno del PP de Aznar, de una fragilidad se fue a otra. Pero hay algo evidente, 1992 era el fin de la Transición en la última de sus fases, la internacional. ¿Acaso no son Gurb y su oficial al mando dos extranjeros cautivados por la forma de vida española? ¿Acaso el detective Carvalho no contagia la gastronomía española y se mueve entre unos y otros personajes extranjeros tratando de ser como los españoles? De acuerdo que estos dos libros probablemente dentro de unos años necesitarán notas a pie de página y explicaciones. Pero los que hemos vivido esas épocas los entendemos a la primera aún. Son dos buenos reflejos de lo que 1992 fue, con todo el humor de reírnos de nosotros mismos. Sin problema.

Sea como sea, ahora mismo estamos sin noticias de las Olimpiadas, y eso es lo único que podemos decir. Y como eso es lo único que podemos decir, no digamos más.

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