martes, marzo 19, 2019

NOTICIA 1860ª DESDE EL BAR: EMERGENCIA ECOLÓGICA MUNDIAL

El pasado 15 de marzo estudiantes universitarios y de secundaria de muchos países decidieron hacer una huelga y manifestarse en sus ciudades contra el cambio climático. La última vez que yo hablé sobre este asunto fue el pasado 27 de diciembre, Noticia 1837ª. Las movilizaciones, por todo el planeta, están dentro del movimiento Friday for Future (Viernes para el Futuro), que da respuesta a los paros que todos los viernes decidió hacer la estudiante sueca adolescente Greta Thunberg, después de que usara la posibilidad de una intervención en las instituciones de la Unión Europea en agosto de 2018 para sacarles los colores a los políticos allí presentes, que no oyeron un simple discurso de una estudiante sobre qué significa Europa para ella, si no un tirón de orejas enorme acerca de su falta de compromiso efectivo para frenar el calentamiento global.

Lo cierto es que de todas las regiones del mundo comprometidas con tratar de frenar el cambio climático, es la Unión Europea la que más esfuerzos y compromiso está poniendo, a pesar de que, pese a ello, sigue incumpliendo y retrasando las fechas que consecutivamente se han dado a lo largo de las últimas décadas para tomar medidas concretas a modo de prohibiciones que eviten la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera. En todo caso, aunque la Unión Europea debe hacer sus deberes, no olvidemos que en realidad son mayores contaminantes (y no hacen grandes esfuerzos para remediarlo) Estados Unidos de América, la Federación Rusa, la República Popular China o la India. No olvidemos tampoco que es Brasil o numerosos países de África los que no impiden la tala de sus grandes selvas y masas boscosas para lograr reforzar sus economías o los intereses económicos de unas elites económicas. España y Japón, por otro lado, somos potencias pesqueras, o lo que es lo mismo: los grandes depredadores del mar, un mar mermado tanto por la pesca industrial como por la contaminación y los plásticos que vierten en sus aguas todos los humanos del mundo.

"Ni un grado más, ni una especie menos" o "No hay un planeta B" son dos de los muchos lemas que los estudiantes usaron aquel 15 de marzo, mientras que al día siguiente, sábado 16, leíamos y oíamos en los noticiarios algunos de sus razonamientos, que tocaban temas que iban todos básicamente a definirse como movimiento al margen de la izquierda y la derecha política, en igualdad de importancia que la lucha por la igualdad de género (este argumento lo usaron, aunque no había razón alguna para realizar la comparativa), que exigían leyes para cambiar el cambio climático y, razonamiento que se leyó en el diario El País: "Vengo a manifestarme porque hay que reparar todo lo que ha hecho la generación anterior a la mía". Puesto que en general eran personas en su decena o en su veintena de años, por alusiones, la generación anterior a las suyas, son las generaciones mías... Procede contestar para abrir diálogo. No fuimos nosotros los que estuvimos parados ante el cambio climático, y me temo que tampoco nuestros padres, por mucho que en España la concienciación empezó con fuerza en los años 1980. Es indudable que en España ya existía una conciencia en los años 1970, y que a nivel mundial ya desde los años 1960 hay fuerza en los movimientos ecologistas. Movimientos ecologistas que se pueden rastrear históricamente incluso desde el siglo XIX. El ímpetu de la juventud lo hemos tenido todos, y a esta, para poder comprender las cosas también con la experiencia, necesita también de emprender el diálogo y la escucha de las generaciones precedentes. Incluso con las que vivieron hace cien años.

Pretender echar la culpa de todos los males a la generación anterior es maniqueísta. Se ha avanzado mucho en cuestiones de concienciación medioambiental. En el caso español, aunque ya existía esta concienciación desde los años 1970 de una forma incipiente (recordemos los innumerables movimientos ecologistas que surgieron por entonces o incluso los programas pedagógicos de Félix Rodríguez de la Fuente), es en los años 1980 cuando va cobrando más fuerza, tengo la impresión. Posiblemente a partir del conocimiento del agujero en la capa de ozono, sobre todo cuando en 1985 se informó a todo el mundo de él a través de la revista Nature. Ni que decir tiene que por entonces nuestros padres andaron preocupados en abandonar lacas y sprays matamoscas o ambientadores que soltaban gases cloroflourocarbonatos (CFC), se hicieron prohibiciones del abuso de estos gases en frigoríficos, se realizaron campañas para que se reciclase el vidrio y en los colegios comenzaron a hablarnos de reciclar papel y cartón, o en otras palabras: de una separación de la basura en origen para el reciclado de una parte de ella.

Ha pasado tiempo y la separación de basuras para su reciclaje se ha hecho mayor. Se ha extendido más la concienciación de su necesidad. Se ha multiplicado la cantidad y variedad de basuras a separar. Se ha disparado el debate si es mejor en origen o en destino. Se ha mejorado la técnica y las posibilidades para reutilizar deshechos. Se ha educado en la idea de las tres (cuatro) erres: Reducción, Reutilización, Reciclaje (Responsabilidad). Se han inventado mejores sistemas para aprovechar la energía en los electrodomésticos. Se está procediendo al abandono del uso de carbón como fuente de energía. Se ha empezado a hablar de la necesidad del consumo responsable y este a la vez comienza a tener efectos en los empresarios adquiriendo algunos un compromiso social con el medio ambiente si quieren seguir vendiendo sus productos. Ahora estamos en un punto donde nos centramos en la concienciación de la necesidad de reducir al máximo el uso de plásticos, especialmente los de un sólo uso. Se han hecho numerosos avances desde los años 1970 hasta la actualidad, pero es indudable que por mucho que se ha hecho, la humanidad ha seguido contaminando a grandes ritmos y deforestando a grandes ritmos, de otro modo no estaríamos en esta alerta mundial de cambio climático. La Organización de Naciones Unidas anunció no hace mucho este año que puede que la fecha tope del no retorno sea 2030 si no logramos frenar el calentamiento global, del que es principal responsable los humanos, no las vacas de Nueva Zelanda, el principal responsable es el ser humano y su actividad.

No, la ciencia no vendrá a salvarnos con inventos prodigiosos al estilo escudo planetario contra los rayos ultravioletas como los de la película Los Inmortales II (1991, Russell Mulcahay), o cualquier otra de las innumerables producciones cinematográficas, televisivas, de cómic y bibliográficas que al tocar el tema casi apocalíptico del cambio climático nos mostraban que todo tendría solución gracias a una eminencia científica que aparecerá a última hora con una gran idea. Ni simplemente nos cambiaremos de planeta, no tenemos ni otro planeta que hoy por hoy nos sea habitable, ni es viable hacer habitable hoy por hoy ningún otro lugar que no sea La Tierra. En principio no podemos contar con nada de eso, es infantil plantear el tema así. Pero a lo largo de los años 1980 y 1990, e incluso hoy día, estos planteamientos han sido recurrentes, casi hasta crear un tópico y una dejadez en buena parte de la población occidental. Bien es cierto que en los años 1990 más bien estas producciones culturales hacían hincapié más bien en lo irreversible del cambio climático, para el cual los humanos sólo podrían inventar cosas para protegerse de él, pero no para revertirlo, cunde ahí la idea de resistencia dentro de la derrota, esta idea (llevada al extremo) sale bien representada en la década siguiente, en The Road (2009, John Hillcoat), donde el planeta colapsa por la acción del hombre y los árboles mueren en bloque. Valdría más poder realizar esta forma de educación indirecta con producciones que si han de tocar el cambio climático lo hicieran con realismo. Hoy por hoy uno de los más concienciadores (por haber alcanzado a un gran número de espectadores) no es una producción ficticia, sino un documental, Una verdad incómoda (2006, David Guggenheim).

Sin embargo, confiar en que se hagan leyes o se endurezcan directrices y acuerdos nacionales e internacionales para frenar el cambio climático, como pedían muchas de las manifestaciones de estudiantes, es también una visión falta de conocimiento de la Historia más reciente, o bien del mismo deseo infantil de que venga un científico a salvarnos con un prodigioso invento de última hora.

Se han producido numerosos acuerdos internacionales y numerosas normativas nacionales de corte ecologista. En general las leyes nacionales no se produjeron hasta que los partidos ecologistas o las políticas ecologistas no comenzaron realmente a rascarles votos a partidos políticos que hasta ese momento no se habían comprometido con esas ideas de una manera seria. Incluso hoy día, por muy serios que se pongan a hablar de sus propuestas ecologistas los partidos tradicionales suelen llevarlas para atraer a los que sí tienen inquietudes ecologistas, pero una vez salidos en urna quepa decir la voz de la experiencia en un viejo dicho castellano de corte soez: prometer hasta meter y una vez de metido, nada de lo prometido. La excusa habitual suele ser los intereses económicos, la crisis económica, los males que dejarían sin trabajo a determinados sectores, etcétera. O bien, la otra opción, tomar decisiones total y evidentemente contrarias a las políticas verdes, pero a la vez hacer alguna cosilla verde y hablar de esta como si fuera una gran obra y por tanto fuera demagogia denunciar publicamente su fiasco de política verde. En este segundo caso el acusador es presentado como falso acusador y ellos como pobres víctimas... lo que se llama manipular políticamente... y ojo, les funciona, creyentes tiene la Iglesia.

En cuanto a los acuerdos internacionales uno de los más prometedores fue el Protocolo de Kyoto de 1997, que planteaba políticas mundiales para reducir un 5% las emisiones de gases de efecto invernadero entre 2008 y 2012, pero, una vez más, atendiendo a los intereses económicos de los países y las grandes empresas no entró en vigor hasta 2005. A ese retraso hemos de sumarle la crisis económica de 2008, que hizo que numerosos países incumplieran con los procentajes de reducción de sus contaminantes, alegando que necesitaban seguir produciendo como producían y no cambiar su modelo capitalista tal como hasta ese momento se había vivido por intereses sociales, aunque probablemente en realidad era por intereses de las grandes empresas. Ante este hecho y teniendo en cuenta que el calentamiento global prosigue, que se derriten los casquetes polares y que comienzan a existir numerosas catástrofes ecológicas consecuencia del calentamiento, en 2015 se procedió  a crear una convención mundial en París para debatir medidas concretas a nivel político. Se llegó al Acuerdo de París de 2015, que plantea lograr mantener el calentamiento global por debajo del 2ºC y, de lograrlo, avanzar a que sea por debajo del 1'5ºC, lo que sería unos niveles preindustriales, o sea previos a la Edad Contemporánea iniciada a finales del siglo XVIII. El planteamiento es diferente, pues lo que viene a pedir es frenar el calentamiento, ya no a acabar con él, quizá en ese sentido sea más realista dado el punto en el que estamos. A finales de 2017 miles de científicos de todo el mundo daban la voz de alarma: el cambio climático va más rápido de lo que se había calculado. O se toman acciones ya o muy pronto será muy tarde, dijeron. Sin embargo, otra vez por intereses económicos Estados Unidos de América, Rusia o China, entre otros, decidieron retirarse del Acuerdo de París e incluso negar el cambio climático en sí. Por ello la ONU este 2019 planea una Cumbre del Clima para septiembre y un debate dentro de la propia sede de la ONU en 2020 para plantear el respeto al Acuerdo de París y lograr reducir en un 45% las emisiones en 2030, de no hacerse podría llegarse al punto de no retorno antes de lo que se creía tal como anunciaron los científicos en 2017.

¿Qué medidas legales se podrían tomar? Crear ventajas económicas a los que fomenten las energías renovables algo menos sucias (más limpias) y penalizar a los que usen las no renovables más sucias. El regreso a la peatonalización de las grandes ciudades, castigos fiscales a los países que incumplan un tope de emisiones de CO2  a la atmósfera, lo que llevaría a legislaciones nacionales sobre fábricas, producciones y producción energética, o incluso sobre el uso de los automóviles, quizá políticas de reforestación, premios a los que conserven grandes zonas boscosas, etcétera. Pero todo esto viene planteándose desde 1997 y en pleno 2019 gobiernos y grandes empresarios lo incumplen alegando precisamente intereses de bienestar social. Y aunque es algo hipócrita, lo cierto es que algo de realidad hay, cambiar de un sistema capitalista de elevado consumo a otro de menor consumo, de la reducción del consumo, reutilización y reciclaje, conllevará, ineludiblemente una gran crisis económica. Es inevitable y hay que ser consciente de ello. La pregunta es: ¿queremos una crisis ecológica irreversible que amenace toda forma de vida, o una crisis económica gigante que, seamos sinceros, dejará en evidencia no sólo los problemas del sistema capitalista sino lo que Malthus dijo en el siglo XVIII-XIX, que sin control de la natalidad estamos perdidos?

Se nos ha dicho que uno de los problemas climáticos es la alimentación basada en un alto consumo de carne. Los ganados consumen unos recursos que eliminan zonas verdes dicen, y aún alimentan este argumento sumándole las altos porcentajes de metano que expulsan las vacas al tener flatulencias. Pero nadie nos ha dicho en cifras cuantas vacas en el mundo hay y cuantos automóviles hay. Y dentro de esto, cuánto supone las flatulencias de todas las vacas del mundo y cuánto los gases de todos los vehículos por hidrocarburo del mundo. ¿Qué hay más en el mundo, vacas o coches? Y si nos ponemos a hablar de flatulencias, ¿la flatulencia de una vaca a cuantas flatulencias humanas equivale? ¿Cuántas vacas y cuántos humanos hay en el mundo y cómo se traduce esto en niveles de metano que expulsan cada una de las dos especies? ¿Cuántas vacas hay en el mundo y cuántas fábricas? ¿Cuánto metano expulsan las vacas y cuánto contaminante las fábricas? Sin saber los datos ni las respuestas, pienso que muchas veces se nos plantean debates ecológicos que tapan la realidad de la raíz de los problemas. Al final todo remite a Maquiavelo y a dinero.

Por otro lado, una alimentación estrictamente vegetariana o mayoritariamente vegetariana, teniendo en cuenta la cantidad de humanos que somos, llevaría a deforestar grandes zonas boscosas para poder tener campos agrícolas para todos, con lo que eso implicaría de desastre ecológico.

No nos engañemos, somos muchos millones de humanos. La solución ecológica pasa por mantener conversaciones teológicas con todos los líderes religiosos de todas las religiones del planeta para lograr extender la idea de que no es necesario tener sexo sólo con funciones reproductoras y así permitieran la información, la accesibilidad y el uso de los métodos anticonceptivos. Pero incluso si esta concienciación existiera mañana mismo, los muchos millones de habitantes del planeta seguiríamos necesitando recursos, aunque no fueran estos de grandes consumidores (cosa fácil de ocurrir en grandes zonas del planeta habitado), por pocos que usáramos usaríamos muchos. Si además somos sinceros, hemos de reconocer que por lo general casi todos los habitantes del planeta que llegan a adultos tienen descendencia, y no precisamente un sólo individuo. Para el nacimiento de un individuo se necesitan dos, si naciera uno sólo de ellos dos reduciríamos muy lentamente la población mundial, pero por lo general hay muchas culturas que tienen numerosos hijos. De millones de personas nacen millones de personas, va aumentando la población mundial, cada vez más, y todos los individuos necesitan consumir aunque sea lo básico (comida, agua, vivienda, ropa, eliminar detritus, producir basura). Por demás, sobra decir que a grandes o a lentos ritmos por lo general todo el planeta presenta mejoras en las vidas de las personas según los informes de la ONU, por lo que el consumo de cada individuo se va asemejando a un mayor consumo de cosas que no necesita, salvo los lugares del planeta donde existen crisis humanitarias elevadamente graves, véase algunos lugares de hambrunas en África. Sea como sea, la cada vez más elevada fertilidad humana en términos de todo el planeta (no obstante hay lugares que envejecen, como Europa), es un problema de sostenibilidad ecológica y este no creo que se pudiera solucionar, incluso si mañana todo el planeta se concienciara en la necesidad del control de la natalidad, hasta el siglo XXII o el XXIII, lo que podría ser una fecha tardía para lo que ya lleva ocurriendo.

Pero, contestando a ese joven que culpabilizaba a la generación anterior de los problemas actuales, ¿sólo las medidas políticas o las decisiones empresariales solucionan los problemas ecológicos? Tengo la impresión de que todos aquellos jóvenes usan teléfonos móviles, que los renuevan antes de agotarlos del todo, que usan ebook, ordenadores, televisores, patinetes eléctricos, bicicletas eléctricas, viajan habitualmente (aunque sean sus Erasmus), compran en grandes cadenas multinacionales, consumen bollería, comerán pizzas y comida oriental, etcétera. Todo eso contribuye al calentamiento global. El consumo de bollería, o de sopas chinas instantáneas, por ejemplo, conllevan el uso de aceite de palma, que aparte de ser malo para la salud por las grasas saturadas implica la deforestación de grandes zonas de selva, por ejemplo en Brasil, para plantar palma. El uso de la soja o el abuso del café provoca lo mismo en África. El cambio de teléfonos móviles lleva las manos manchadas de sangre en las guerras del coltán. Tirar un céntimo de euro al suelo es despreciar la vida de un boliviano que muere afectado de silicosis en su treintena de años. Usar aparatos eléctricos y electrónicos implica recargar baterías, lo que lleva producir electricidad, lo que conlleva contaminar, pues su producción contamina. Igualmente la vida de las baterías es limitada, cuando ya no sirven a los pocos años son altamente contaminantes.

Es útil el consejo que se dio hace poco de tratar de no ir a comprar todas las semanas si no es necesario, eso reduce el consumo de plásticos, por ejemplo, pero también evita producir comida que se tira a la basura, que a la vez ayuda a que esa comida (en su modo animal o vegetal) no consuma vidas innecesariamente violentadas con su muerte. También es útil el consejo de no poner la lavadora más que cuando es estrictamente necesario, no sólo por el consumo de agua, sino porque muchas microfibras de origen plástico se van con el agua sucia y acaban en el mar, donde son un problema. O el que nos avisa que lavar los platos con jabones y detergentes se ha detectado de que también está siendo un problema, por lo que evitarlos mientras sea posible es ideal, al menos que el grado de suciedad lo impida. No usar los retretes de papeleras. Y es maravilloso que algunos supermercados permitan ahora llevarse los envases propios para rellenarlos a través de bidones y cobrar el líquido sin consumir innecesariamente nuevos plásticos (véase Carrefour como pionero). Es también ideal que las tiendas de barrio (a las que es preferible ir) vendan como han hecho siempre sus legumbres a granel, o sus frutas sueltas, o su carne o su pescado, y que esto mismo esté siendo imitado por las grandes superficies comerciales. Y por supuesto, aunque no parezca ecológico pero sí lo es y mucho: comer productos de temporada en el lugar donde vives siempre y cuando al comprarlo te asegures de que ese producto de temporada es precisamente de ese lugar (evita por ejemplo la contaminación en su transporte por avión, barco, tren o camión de larga distancias).

Pensemos también en nuestros hogares. Nos han metido la idea del uso continuado de aire acondicionado en verano y de calefacción en invierno. Si bien se hace necesaria la calefacción en lo más duro del invierno, ¿qué uso hacemos de ella? Un aislamiento térmico adecuado de ventanas y puertas puede hacer que consumamos mucha menos calefacción de la que necesitamos. A veces antiguos métodos de nuestros abuelos hacen milagros, las cortinas son portentosas, aunque hay métodos aislantes más efectivos, o el mero hecho de enfocar un calefactor hacia la puerta o la ventana y no a nosotros o a la sala. Cerrar persianas y ventanas en verano ante la solana, o dejar correr el aire entre dos ventanas abiertas es otro gran método en el calor del verano. Raciocinio en el consumo y estar seguros de que según a lo que te acostumbres será lo que realmente sientas de frío o de calor cuando lo haga. Por supuesto el calor extremo o el frío extremo son innegables, pero hay fríos y calores que la gente ya no tolera a causa del abuso de sus aparatos eléctricos, sólo son estados de mentalización sobre las necesidades del cuerpo. Sólo ante auténticos fríos o calores debiéramos usar esos aparatos. No debemos dejarnos influir por un ambiente social donde pareciera que has de usarlos sí o sí porque es "lo que se debe hacer". No, no es real que sea "lo que se debe hacer", todo es relativo a cada persona y sus grados de tolerancia y de bienestar, y estos dependen de lo que te acostumbres tú a ti mismo. Sólo determinados grupos humanos con factores de riesgo para su salud por los cambios bruscos de temperatura (ya de frío, ya de calor) podríamos considerar que necesitan de un uso constante de estos electrodomésticos, como los ancianos, los bebés o determinados enfermos. Otra idea para nuestros hogares sería que por ley todos se construyeran ya con sistemas de reutilización del agua de la ducha, el lavabo o la cocina y la lavadora en el retrete. O bien renovar nuestros electrodomésticos viejos por otros modernos de bajo consumo.

¿Y en las urbes? En las urbes sería deseable que los ayuntamientos no eliminen árboles de sus calles y plazas, impulsen los parques, preserven los espacios verdes naturales que les afecten, en las calles no adoquinen, enlosen o asfalten todo lo que haya de espacio, controlen las emisiones contaminantes de cualquier tipo de sus fábricas y empresas, promocionen la ciudad para el viendante dándole preferencia, fomenten los vehículos no contaminantes y también los menos contaminantes, creen medidas disuasorias para tener automóviles contaminantes (lo que es impopular en los votantes en un  primer momento, quizá durante años), etcétera. De hecho para evitar su calentamiento es ideal que los suelos de las calles contengan tierra, hierba, no sólo baldosas y alquitrán, y que esos árboles no se retiren, refrescan la calle, atraen la lluvia y limpian el aire.

Hace unos veinte años la principal cruzada ecologista estaba en la concienciación por la reutilización y el reciclaje, hoy día quizá la principal batalla sea la de concienciar en la reducción del consumo y de lo que implique de gasto ecológico lo que quiera que elijamos consumir. Pero no nos engañemos, la concienciación en esto deja implícito el cambio del modelo de sistema económico y por tanto social, y todo, absolutamente todo, tiene consecuencias. Quepa reflexionar sobre esto y valorar cuál es nuestro interés a contribuir en la sociedad en el hoy y en el mañana más allá de nosotros. Decir que un cambio ecológico no implica hoy día un sacrificio grande, sería mentir a las grandes masas. Los cambios de modelo económico y social implican siempre crisis, crisis grandes. Cuando comenzó la revolución industrial y el capitalismo a finales del siglo XVIII, que es el modelo en el que nos vemos inmersos en este siglo XXI con nuestra disyuntiva de crisis ecológica, también entonces se produjo una crisis económica que dejó fuera del sistema a mucha gente, así por ejemplo los artesanos dejaron de tener cabida, los vallados de campos acabaron con los agricultores tal como se habían entendido, el trabajo fabril originó lumpen y discriminación laboral, bajos salarios, desempleo, desigualdades, lo que llevó a guerras y revoluciones que llevaron a otras guerras y revoluciones.

La crisis ecológica es grave, hay que ponerle solución. Es una emergencia mundial. Mientras los gobiernos y los organismos internacionales deciden ponerse serios de verdad, lo que implicará un forcejeo grave con los empresarios (los productores), que no dejan de ser un contrapoder tan serio como los señores feudales frente a los reyes en la Edad Media, nosotros, todos, también tenemos algo que hacer por medio de nuestro consumo y nuestro modelo de vida personal.

Reducción, Reutilización, Reciclaje: Responsabilidad.

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